21 de enero de 2006

LECTOR LUDI-25

La biblioteca personal, "luxuria" para el espíritu

Por Iván Rodrigo García Palacios

A diferencia de las bibliotecas abiertas para el uso publico o privilegiado, tan históricas y míticas como la de Alejandría, la imaginaria de Jorge Luis Borges, la Biblioteca Nacional de París, la biblioteca asesina de El nombre de la rosa, la mega Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, o las maravillas virtuales anunciadas por Google, Yahoo y Microsoft, entre miles más, reales o imaginarias, las bibliotecas personales o particulares, salvo contadas excepciones, carecen de historia y mito, pero todavía más extraño, se las acusa de egoísmo y veleidad. Nada más injusto, sólo ignorancia y prejuicios.

Pero es que tal ignorancia parece justificada. Muy poco se conoce de esas bibliotecas personales y creo que es porque casi ninguno de sus dueños, famosos o anónimos, han dado testimonio sobre las razones y motivos que los inspiraron a formar sus bibliotecas. Escritos sobre bibliotecas personales, sólo recuerdo el de Walter Benjamin, un breve texto donde explica su naturaleza de coleccionista y, ya en el terreno literario, sobre la biblioteca de don Quijote, condenada al fuego, pero inmortalizada por Cervantes, la bella novela del astrofísico francés, Jean Pierre Luminet, El incendio de Alejandría, y el de Anatole France en su novela La rebelión de los ángeles, que escenifica varios capítulos de su trama en una gran biblioteca personal, la cual es justificada así:

"Deseoso de abarcar todo el círculo de los conocimientos humanos y de enaltecer su genio enciclopédico con un símbolo apropiado a una pompa en consonancia con sus recursos pecuniarios, el barón Alejandro D'Esparvieu había formado una biblioteca de trescientos setenta mil volúmenes, entre impresos y manuscritos, cuya base principal procedía de los benedictinos de Lingugué" (p. 482) (1).

(Les agradecería me contaran sobre otros, para reunirlos en un gran museo de testimonios sobre las bibliotecas personales, reales o imaginarias)

Por lo demás, sólo sé de reseñas y comentarios sobre las bibliotecas personales de escritores o personajes famosos adquiridas o donadas a universidades, instituciones o conservadas en museos, que las exhiben y las ofrecen para usuarios privilegiados, que si bien tratan de interpretarlas, poco más dicen de las motivaciones de sus dueños originales. ¡Qué lástima! ¿Cuánta ciencia perdida sobre los mecanismos del deseo humano por el conocimiento y la creación?

Es sobre esa pérdida que quería provocar a los LECTORES LUDI, para que reflexionen sobre los qué y los por qué ellos mismos forman y conservan sus bibliotecas personales, o para que, en última instancia, sientan esa "inquietud de sí mismo", "epimeleia heautou", socrática expuesta en los diálogos platónicos, por contraposición al "conócete a ti mismo", "gnothi seauton", que fueran los temas del curso que dictó Michel Foucault en el Collège de France entre 1981 y 1982 (2).

Y es que, en esta época, en la cual han sido condenados, tanto ese sendero hacia la libertad que es la lectura, como la casi totalidad de los espacios para los propios libros, economía y arquitectura obligan a sacrificar el lugar para el silencio y la reflexión en beneficio de las alienaciones audiovisual y socializadora: salón para la televisión, sala y comedor, son ofertas, que como dice don Vito Corleone, el de Mario Puzo, "no pueden ser rechazadas", "son negocios", lo demás, son espacios inútiles, improductivos, para alienarnos con lenguaje neoliberal.

Razones suficientes para emprender la aventura de buscar el sentido y las motivaciones por las cuales, además de las anteriores, es importante formar una propia biblioteca, así exista una inmensa oferta abierta, permanente e instantánea, de libros e información al servicio del público por todos los medios existentes: bibliotecas, centros de documentación, Internet, etc.

La primera pregunta que me hago: ¿Porqué poseer libros para el uso particular y su conservación, aparentemente inútil, en el reducido espacio de mi hogar, sacrificando muchas veces el equilibrio del presupuesto personal o familiar?

Aquí es obligatorio hacer una aclaración necesaria. Una biblioteca personal, en la actualidad, no está necesariamente integrada por voluminosos libros de papel, pues ya se pueden formar bibliotecas virtuales..., pero, es cuestión de gustos. Un amigo, ya con los suficientes años y experiencias a cuestas, descubrió las bondades de las nuevas tecnologías y, casi, desde el momento en que se vendieron los primeros computadores personales, fue uno de sus primeros usuarios, hábito que, con los nuevos y asombrosos desarrollos, en lugar de desanimarlo, al contrario, lo han convertido en explorador y experimentador, hasta el punto de que pasa buena parte de su vida de vigilia, que es mucha, pues su tiempo de sueño ya es poco, divirtiéndose con sus computadores personales, en casa y en el trabajo, consultado asuntos que le interesan, escribiendo para sus amigos, en fin. Pues bien, ese amigo que es un desaforado lector desde la infancia, decidió que le era más práctico mantener y cargar con su biblioteca en discos CD-ROM, que en encartadores libros de papel y, además, los autores y libros que ya le interesan están disponibles gratis en Internet y que es mucho más fácil organizarlos, leerlos y consultarlos en un disco que estar buscándolos en estanterías... Bueno, es cuestión de gustos.

Ahora sí, empecemos por decir, de manera simple, que se decide iniciar la formación de una biblioteca personal por razones prácticas o trascendentes o por ambas a la vez, en respuesta a necesidades concretas e inmediatas y por el desarrollo intelectual y espiritual que traen el tiempo y la sabiduría. Las primeras serían aquellas relacionadas con las actividades profesionales o de oficio, que no es necesario explicar. Las segundas, responden a la necesidad provocada por el deseo y gusto por adquirir y ampliar ciertos conocimientos, no directamente relacionados con la actividad profesional y que muchas veces los complementan, sobre aquellos temas que buscan explicar las razones de la existencia, o satisfacer deseos y gustos por aquellos asuntos que engrandecen el espíritu. Esta segunda categoría es tan amplia y compleja como la misma naturaleza humana y, en ella, cada cual se encontrará, como en el dicho popular: "cada loco con su tema".

Si bien lo anterior trata de fundamentar la racionalidad de la decisión para formar una biblioteca personal, poco más explica sobre esos otros aspectos emocionales, sensoriales, imaginarios y anímicos que integran la naturaleza humana y que son precisamente los que hacen que cada cual sea único e irreplicable y, en consecuencia, que sus motivos, expresiones y comportamientos también sean únicos y exclusivos. Esto último, lo que hace y diferencia al individuo, son las marcas genéticas y culturales que, a favor o en contra, dirigen la existencia individual. Reconociendo que en la interacción de genética y cultura esas marcas se modifican entre sí. Ahora, para efectos de justificar el deseo y gusto por formar una biblioteca, sólo voy a hablar de las marcas culturales, sin dejar de reconocer que las marcas genéticas pueden favorecerlas o entorpecerlas, pero que no necesariamente son determinantes; igual, en el sentido contrario.

De esta manera, el punto de partida de la definición individual estará dado por el ámbito en el cual se geste, nazca y se desarrolle cada individuo. Obviando las condiciones generales de ese ámbito, puede decirse que los deseos y gustos pueden orientarse y definirse por eventos mínimos pero congruentes. A los niños, que desde su gestación se le ha familiarizado de manera adecuada con elementos agradables y placenteros, los reconocerá y buscará por el resto de su existencia. Al niño que, desde su período de gestación, se le hace escuchar buena música, en una atmósfera de armonía y tranquilidad, le gustará la buena música. Igual, le gustará la lectura y poseer libros, si se le cuentan y leen cuentos. O, sí, lo mismo que lo llevan al supermercado y a otros lugares de la actividad social, lo familiarizan con librerías y bibliotecas, sabrá que los libros son objetos amistosos, útiles y disfrutables. O, si en su hogar se tienen libros y se les mantiene organizados en un lugar tranquilo y silencioso, aprenderá a respetarlos y amarlos, así como a disfrutar de un buen ambiente de lectura, y deseará tener su propia biblioteca. En fin, todo ello en conjunto con los estímulos a todos los sentidos, y por supuesto, en las artes, las ciencias, las matemáticas, la lógica... el buen conocer y el buen vivir.

Ahora bien, desde este punto de partida, cada cual podrá mirar su biblioteca, analizarla y extraer sus propias conclusiones. En mi caso, una primera mirada me hizo pensar en un escenario arqueológico, en el cual, el primer y más amplio estrato me mostraba un gran estrato en el que se encontraban ejemplares de la mayor parte de las obras, narrativas y poesía, de las literaturas de todo el mundo y de todos los tiempos, unas con mayor cantidad que otras; por ejemplo, obras escritas en español, de España y de los países hispanoamericanos, con amplia presencia de la literatura antioqueña y colombiana, un poco más de un tercio; en orden de cantidad, obras de escritores estadounidenses, franceses, alemanes, ingleses, italianos, centroeuropeos, rusos, portugueses, y representación significativa de las literaturas orientales, africanas y Australia, así como una que otra curiosidad bibliográfica y colecciones temáticas de las editoriales, entre las que distingo, entre otras, los pequeños libros de la Colección Crisol, de Ediciones Aguilar, por allá en los años cincuenta y sesenta. A lo anterior, hay que agregar una amplia franja de obras dedicadas a los estudios y crítica literaria, correspondiente a aquellos tiempos en los cuales mi interés lo dediqué a conocer los qué, cómo y por qué de la creación literaria y las obras resultantes.

Otras franjas llamativas son aquellas que marcan épocas históricas de mi biblioteca, tales los casos de obras sobre periodismo y comunicaciones, de las épocas dedicadas a los estudios profesionales y la cátedra universitaria. Le siguen y también definidos por épocas de necesidad profesional, los dedicados a la política, la administración, la economía, las artes plásticas, la sociología, la sicología de las organizaciones, etc., de los cuales, algunos, han pasado a lugares secundarios para dar paso a los temas que se han convertido en mi mayor atracción durante los últimos años, los cuales ya forman un estrato especial que se inicia con la filosofía, la que abarca: historia de la filosofía, los grandes filósofos y los grandes sistemas, tanto occidentales como orientales y árabes, así como la alquimia y otros temas misteriosos y esotéricos. En esta franja incluiría los estudios sobre la religión y su historia, en especial, los aspectos de su mística. Le siguen los estudios sobre sicología, que se explican por mi rechazo a los engaños de Freud, Jung y sus discípulos y el rescate de lo útil que aportaron. En el mismo sector destaco las nuevas orientaciones de la sicología en sus relaciones con las neurociencias, en las que estas últimas tienen su buena parte, junto a estudios antropológicos. A continuación, la historia, o mejor, las historias: de la humanidad, las ciencias, las artes, el estudio del idioma etc. Y, por supuesto, ocupan también su lugar, revistas, documentos, los necesarios libros de referencia y la colección empastada de los Ex-libris que escribí semanalmente por quince años en El Colombiano.

En términos generales, esa es la visión descriptiva de mi biblioteca, la que ahora veo mucho mejor gracias al software desarrollado por mi hijo Nicanor que me está permitiendo su clasificación general y total, para una mejor organización y consulta. Quedan todos invitados a curiosearla, pues me siento orgulloso de mis libros.

Y para concluir, la descripción que hace Anatole France de la biblioteca del barón Alejandro d'Esparvieu, en la novela ya citada:

"La biblioteca D'Esparvieu aún es actualmente, tanto en Teología como en Jurisprudencia y en Historia, una de las más hermosas bibliotecas particulares de Europa. Allí se puede estudiar Física, o, por mejor decir, las físicas en todas sus manifestaciones, y también la Metafísica o las metafísicas; es decir, lo que está unido a la Física y que no hay otra manera de nombrar, por ser imposible que un sustantivo denote lo que carece de sustancia y sólo es ilusión o ensueño. Allí se hallan reunidos los filósofos que precisan la solución, la disolución y la resolución de lo absoluto, la determinación de lo indeterminado y la definición de lo indefinido. Todo se amontona en aquel cúmulo de Biblias, mayores y menores, sagradas y profanas; todo hasta el pragmatismo de última hora, el más nuevo y el más elegante.
Otras bibliotecas poseen con más abundancia volúmenes encuadernados de venerable antigüedad, ilustres por su procedencia, suaves por la calidad y el color de las pieles que los cubren, preciosos por el arte del encuadernador, que supo correr los hierros de dorar formando filetes, encajes, molduras, florones, emblemas, escudos, y que con su apagado brillo atraen los ojos expertos; otras pueden encerrar en mayor número manuscritos orlados con delicadas miniaturas de vivos colores, debidas a un pincel veneciano, flamenco o turangés; pero ninguna reúne, como ésta, numerosas y magníficas ediciones de autores antiguos y modernos, sagrados y profanos.
Encuéntrase allí todo lo que nos queda de la antigüedad, todos los padres de la Iglesia y los apologistas y los decretalistas, todos los humanistas del Renacimiento, todos los enciclopedistas, toda la filosofía y toda la ciencia. Por esto dijo el cardenal Merlin cuando se dignó visitarla:
- No hay hombre cuyo cerebro sea capaz de abarcar todo el saber que guardan estos estantes. Felizmente, no es necesario.
Monseñor Cachepot, que la frecuentaba cuando era vicario en una parroquia de París, solía decir:
- Veo aquí materia suficiente para formar muchos Tomás de Aquino y muchos Arrios, si las inteligencias no hubieran perdido su antiguo ardor lo mismo para el bien que para el mal.
Los manuscritos constituían, sin disputa, la mayor riqueza de tan importante colección. Encontrábase allí, principalmente, cartas inéditas de Gassendi, del padre Mersenne, de Pascal, en las cuales se hallarían rumbos ignorados por la intelectualidad del siglo XVII. Tampoco es justo dejar en el olvido las Biblias hebraicas, los talmudes, los tratados rabínicos impresos y manuscritos, los textos arameos y samaritanos sobre cabretillas y cortezas de sicomoro, todos los ejemplares antiguos y preciosos que había recogido en Egipto y en Siria el célebre Moisés de Dina, y que Alejandro d'Esparvieu pudo adquirir sin gran dispendio cuando en 1836 el sabio hebreo murió en París, viejo y miserable".


(1). Anatole France, Novelas completas y otros escritos,
La rebelión de los ángeles, tomo II, Colección Biblioteca Premios Nobel, Aguilar, México, 1959
(2). Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto, Fondo de Cultura Económica, México, 2002 (539 p.)
LECTOR LUDI-24

Salvado por Bartleby

* Una reseña a la novela de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía (*)
* ... para exorcizar la posesión por la obra de Fernando González, con el "preferiría no hacerlo"

Por Iván Rodrigo García Palacios

Pareciera que el haber re-caído en posesión por la obra de Fernando González, de la cual es indeseable e imposible exorcizarse, alcancé la frontera en la cual lo lúdico cede su gozo para trasmutarse en plomo, venenoso y pesado. A lo que, mi sistema inmunológico, optó por defenderme con la solución del escribiente Bartleby, y prefirió no seguir haciéndolo; decidió dejar que se restableciera el estado de AMENCIA. En esas estoy.

Y ya que todo tejo trae su aparejo, por estos días me encontré la novela de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, que me atrajo, pues, desde que leí el Bartleby de Melville, también quedé poseído por ese opuesto de don Quijote, cuya sabiduría es no hacer nada.

Así que para ir saliendo de mi letargo, empecemos por la que ya es frase de cajón: las novelas de Vila-Matas son algo así como ensayos novelados o viceversa, y como me tienen sin cuidado las taxonomías y me inclino hacia lo metafísicamente estético, prefiero degustar esas narraciones como la obra de un gran chef que ofrece un amplio bufet de autores y obras relacionados íntimamente por sus características y sus sustancias más profundas y misteriosas, incitando a la lectura de gourmet o de LECTOR LUDI.

Bien, Bartleby y compañía, es la novela que narra la investigación que un extraño jorobado emprende sobre la vida y obra de aquellos escritores que, luego de haber escrito grandes obras, por causas, unas más desconocidas que otras, dejan de escribir o desaparecen en el anonimato del mundo y su masa humana, así como también la de algunos otros personajes, que no habiendo escrito libro alguno, pero que por sus circunstancias debieron haber sido grandes escritores, "creadores que han optado por no crear", que define el jorobado investigador, deben figurar en la historia de la literatura universal, con todos los derechos y méritos.

El motivo del que se vale el jorobado es el Bartleby de Melville, relato que por supuesto, es preferible leer previamente como condición suficiente, así no necesaria, para mejor acomodarse en el sillón de lectura. Y, de ahí en adelante, se emprende el viaje que propone la novela:

"Me dispongo, pues, a pasear por el laberinto del No, por los senderos de la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas: una tendencia en la que se encuentra el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria; una tendencia que se pregunta qué es la escritura y dónde está y que merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y que dice la verdad sobre el estado de pronóstico grave -pero sumamente estimulante- de la literatura de este fin de milenio.
Sólo de la pulsión negativa, sólo del laberinto del No puede surgir la escritura por venir. Pero ¿cómo será esa literatura? Hace poco, con cierta malicia, me lo preguntó un compañero de oficina.
- No lo sé -le dije-. Si lo supiera, lo haría yo mismo".

Esa es la exploración de ese laberinto del No que hace el jorobado para ir mostrando y relacionando la vida y obra de muchos de esos grandes escritores que súbitamente dejaron de escribir, así como de aquellos que nunca escribieron pero fueron grandes por ello. El lector se encontrará, además de Melville, con Hawthorne, Wilde, Rulfo, Rimbaud, Salinger, Tolstoi, Wittgenstein, Traven, Maupassant, Walser, Pessoa, Virgilio Piñera, Pynchon etc., al igual que con los excéntricos e inmortales personajes que crearon, para mayor asombro... y con uno que otro personaje de la propia imaginación de Vila-Matas, como Paranóico, ese pobre ser enajenado, pues Saramago le roba sus novelas. Y, por supuesto, aquellos que cada quien piense que faltan en la investigación del jorobado.

Desde mi punto de LECTOR LUDI, esta novela es una incitación a una doble lectura. La una, la de las obras de esos escritores, algunos de los cuales son verdaderas novedades, al mismo tiempo que a pensar o imaginar en aquellas que dejaron de escribir. La otra, a descubrir la extraña causa que los indujo a dejar de escribir, o a no escribir nunca nada.

O, para concluir, como dice el mismo Vila-Matas:

"Me parece que para mí, rastreador del No y de los eclipses literarios, los versos de Dylan Thomas son bien fáciles de modificar: "Alguna certeza debe existir,/ sin no de escribir, al menos de no escribir".

Y agrego, para el manual del LECTOR LUDI: El placer de leer sobre el arte de escribir, al fin y al cabo, casi todo buen lector es una larva de escritor.

Ya y para no exagerar en mi primer sesión de terapia, prefiero detener la escritura... por hoy.

(*) Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, Colección Quinteto, Barcelona, 2002 (218 p.)

20 de enero de 2006

LECTOR LUDI-23

¿Quiénes somos al soñar?
Una exploración al paraíso de los sueños perdidos


- Para el cerebro y la mente, vigilia y soñar, son dos y la misma cosa
- ¿Son los sueños importantes para el desarrollo intelectual, emotivo, en fin, humano?
- ¿Se puede considerar a los sueños como participantes en el desarrollo del conocimiento, más allá de las anécdotas y leyendas?
- ¿Cómo podría restablecerse una vida onírica coherente?
- La poesía, la literatura y las ciencias, mapas ocultos para encontrar los tesoros escondidos de los sueños.
- ¡¡¡CIENCIA, LITERATURA Y SUEÑOS!!!, una logia hacía la SABIDURÍA

Por Iván Rodrigo García Palacios

Manipulando, como he estado por estos días el tema de los sueños, la Amante Celeste, Amor, Eros, literatura, etc., asuntos que se relacionan entre sí por su propia dinámica, se me ha ocurrido preguntarme algunas cosas , las mismas que ya he manifestado en los escritos anteriores: ¿Es el soñar tan importante para la salud de cuerpo, mente y espíritu, cómo el pensar? ¿Saber soñar nos otorga algún poder? ¿Se puede y se debe aprender a soñar? En fin, ¿sí tiene algún sentido pensar en el soñar?

Sin profundizar en los asuntos de la neurobiología, que tiene sus propios doctores trabajando arduamente, con notables avances, por demostrar qué es y cómo funciona el cerebro como el lugar en donde se percibe tanto la vida de la vigilia como la del soñar, esos dos estados que son, al mismo tiempo, asuntos particulares y comunidad indivisible y que, para lo que interesa, son el punto de partida a las consideraciones que voy a hacer a continuación. Los interesados en ampliar sobre los temas de la neurobiología, podrán encontrar información divulgativa de fácil acceso.

En consecuencia, quisiera continuar proponiendo insinuaciones y sugiriendo relaciones que provoquen a reflexionar sobre la preguntas que he planteado y otras que se irán ocurriendo en el camino.

Como principio, es necesario aceptar que el pensar y el soñar comparten el mismo lugar y funcionamiento y que, si bien se perciben y manifiestan, aparentemente, de forma diferente, la cuestión es sólo de forma y no de fondo, para metaforizar, son los lados de una misma moneda. De esta manera, la actividad cerebral de la vigilia y la del soñar se percibe, se maneja y se controla a partir de la organización de la información que se recibe, se acumula y se asocia por los sentidos y que, a partir de allí, producen y deciden las actividades siguientes y que los efectos, adecuados o no, que de tales actividades resulten, dependerá de la salud, tanto del cerebro mismo, como de aquello que se llama razón y soñar.

Ahora bien, la razón de la vigilia se organiza, por una parte, a partir de un sistema de símbolos deliberadamente establecido que permite explicarse, recordar, combinar y proyectar la información, desde el pensamiento hasta la comunicación, aproximada, con otros a través de los medios que se han desarrollado, bien biológicos o tecnológicos. De esta manera, el saber pensar dependerá del adecuado funcionamiento de ese sistema.

Pero, por otra parte, en el cerebro también actúan las emociones, los sentimientos y las sensaciones, que si bien están íntimamente relacionados con el funcionamiento de la razón, operan de formas más complejas y menos manejables y controlables, hasta el punto de modificar las percepciones y respuestas de la razón. Lo mismo también es válido en el sentido contrario, quizás de otra forma. Bien se sabe que una mente sin emociones ni sentimientos estará perdida en el mundo real, como en el de la imaginación y el del soñar, al igual que una mente con dificultades de raciocinio.

Y es aquí, en ese punto, en el que se conjugan razón y emoción, en donde puede decirse que están las fortalezas y las fragilidades individuales y colectivas, pues son las relaciones de la razón y las emociones y su funcionamiento, las que regulan, por un lado, la formación del conocerse a sí mismo, como del conocimiento del universo que nos rodea y todos sus misterios, las ciencias, y, por el otro, la formación de las culturas, las ideologías y las creencias que pretenden controlar o liberar a la humanidad de sus limitaciones y temores o, precisamente, por ellos. El poder está en la salud de la razón y el soñar.

Para completar el cuadro, hay que decir que también el imaginar y el soñar funcionan por un sistema de símbolos, relacionados pero diferentes de los de la razón, por lo que de su existencia, manejo y operación, dependerá el estado de saludable interrelación de mente, cuerpo y espíritu.

Pero, ¿cuál sería ese sistema simbólico del imaginar y el soñar? Igual que en el de la razón, es artificial y arbitrario, y su coherencia dependerá del orden y reglas que se le establezcan: un alfabeto, una semántica, una gramática. Y de su universalidad, la dinámica y el poder de su funcionamiento y su manejo. Es, en gran parte, ese lenguaje que permite comprender las obras de arte. O, como dice Elémire Zolla al preguntarse sobre el restablecimiento de una vida onírica coherente: "Premisa para sueños continuados y coherentes es un sistema de símbolos; si éste faltara, las imágenes oníricas flotarían sin sentido, como lo harían las palabras de perderse el nexo entre significados y fonemas. Mientras no se interponga un tejido de mediaciones entre los instintos y el sistema del cosmos, entre sentimientos y verdad, prevalecerá la casualidad. cuando, por el contrario, se dispone de un tejido de mitos, las imágenes naturalmente gravitan hacia el recuadro que a ellas corresponde en el cuadro total, exactamente como las palabras se ordenan entre ellas cuando se da por descontada una semántica" (1).

Si se piensa bien, podría considerarse que los humanos primitivos fueron más sabios que los actuales, pues se preocuparon por mantener la armonía entre la vigilia y el soñar y, así carecieran, al igual que los de hoy, de muchas explicaciones para los misterios que la naturaleza y su naturaleza les plantean, se sabían uno con el cosmos y, de allí, ser capaces de adaptarse al medio y sobrevivir, aún en las peores circunstancias, propias y externas.

Vistas así las cosas, se puede afirmar entonces que la percepción, explicación, resolución, conocimiento y memoria de esos misterios se realiza tanto en la razón como en la imaginación y en el soñar, como, por ejemplo, en el cuento de la medición de la sílfide más pequeña, ya citado en el CUADERNO DE CITAS-3, mediante el cual se explica y trasmite una compleja ley física. Cuentos como ese son los que se necesitan, más que para preservar conocimientos, para estimular una imaginación científica que sea capaz de continuar desvelando aquellos misterios del universo que no se aprehende sólo con el lenguaje de la razón.

Ahora si, a cruzar el umbral. Antes que la literatura y la poesía, fueron los compendios religiosos, esculpidos, dibujados, escritos u orales, los que se encargaron de preservar, interpretar y establecer la Tradición, conservándola como una memoria que mantenía unidos los pueblos: "Tradición es todo aquello que se trasmite y que otorga al hombre una cosmovisión, un punto de partida sobre el orden de lo sagrado" (2). Similar a la anterior definición de esoterismo, ocurría con los mitos y leyendas, pero más importante aún, esos mitos y leyendas también se encargaban de preservar, trasmitir y enriquecer los conocimientos importantes para la supervivencia individual y colectiva de esos pueblos, como lo plantea Mircea Eliade, al dirigir su investigación "hacia las sociedades en las que el mito tiene -o ha tenido hasta estos últimos tiempos- "vida", en el sentido de proporcionar modelos a la conducta humana y conferir por eso mismo significación y valor a la existencia" (3).

Pero, pienso, toda esa imaginería contenía, además, un ingrediente de vital importancia: crear, mantener y desarrollar un lenguaje coherente y común para esa parte misteriosa de la existencia humana que son los sueños, y cuyas manifestaciones en la vigilia eran, al mismo tiempo, religiosas, científicas y de carácter estético o artístico: música, danza, escultura, pintura y, cuando ya fue inventada, la escritura, que se convirtió, además de herramienta administrativa, en memoria permanente de revelaciones, preceptos, leyes, conocimientos, pensamiento, historias y, por supuesto, de la belleza de los poemas y relatos.

Podría decirse que con la invención de la escritura, al mismo tiempo que se amplificaba el poder de la memoria y la dinámica de la razón, también se comenzó a degradar el poder de lo sagrado; la densidad de los sueños y los mitos se disuelve al perder la oralidad, esa salmodia casi musical que unifica para la mente, el sonido y el concepto, hasta convertirlos en un único proceso mental de causa y efecto determinados. Aún más, la escritura suplanta y desplaza al mediador, por más que se insista en la naturaleza de revelación sagrada de la palabra escrita que, si bien, todavía conserva algún poder en los llamados libros sagrados, máxime cuando se salmodia su aprendizaje, buena parte de la reverencia que se exigía se ha ido convirtiendo en una actitud vana y alienante.

Es que, de todas formas, en el silencio en el que se refugia, el lector sentirá esa lejanía y soledad que lo impulsará a interpretar lo que antes no era interpretable, a discutir lo indiscutible, a explicar lo que aparentemente era inexplicable, a confrontar su pensamiento contra el texto, generando así, por medio de su razonamiento, una dinámica en la que entran en conflicto fe y razón, el misterio y la magia de las palabras toman cada una su propio camino... Y, nacen las escrituras de las ciencias y las artes: la poesía, la tragedia, los relatos, desvaneciéndose, allí también, el lenguaje simbólico de los sueños, hasta casi convertirse en mera referencia.

Lo anterior, en contravía de opiniones tan autorizadas como las del francés Gaston Bachelard, quien dedicó su vida a investigar la poética de los sueños y de la ensoñación y de quien reproduzco algunos conceptos de su ensayo, El "cogito" del soñador, para apoyar las anteriores consideraciones:

"La gramática nocturna no es la misma que la diurna. En el sueño de la noche, la función de cualquiera no existe. No hay un sueño cualquiera, no hay imágenes oníricas cualesquiera. Todos los adjetivos del sueño nocturno son adjetivos calificativos. al filósofo que crea poder incluir el sueño dentro del pensamiento, le costará mucho pasar, permaneciendo en el mundo del sueño, del cualquiera al alguien, tan cómodamente como lo hace en sus meditaciones lúcidas" (4).

Y para complementar, Gaston Bachelard plantea los límites del pensar filosófico sobre los sueños:

"¿Pero la Metafísica de la noche no podrá quedar reducida a una suma de vistas periféricas sin poder volver a encontrar nunca el cogito perdido, un cogito radical que no sería el cogito de una sombra?
(...)
"En ese caso un filósofo del sueño se pregunta: ¿puedo pasar verdaderamente del sueño nocturno a la existencia del sujeto soñador, como el filósofo lúcido pasa del pensamiento -de un pensamiento cualquiera- a la existencia de su ser pensante. En otros términos, para seguir los hábitos del lenguaje filosófico, no nos parece posible hablar de un cogito válido para un soñador de sueño nocturno. Sin duda es difícil señalar la frontera que separa los dominios de la psiquis nocturna de la psiquis diurna, pero esta frontera existe. Hay dos centros de ser en nosotros, pero el centro nocturno es un centro de concentración fluida. No se trata de un "sujeto" (5)

Y para cerrar las citas de Gaston Bachelard:

"Las ensoñaciones, las locas ensoñaciones conducen a la vida" (6)

Ahora bien, desde el nacimiento de la literatura occidental, con los poemas homéricos, y hasta hoy (similar ha sucedido para las demás artes), han sido incontables los ires y venires de ese poder misterioso de los símbolos, entre atribuirles poderes sobrenaturales o considerarlos ilusorios y alienantes. La paradoja está, en que a pesar de racionalismos o supersticiones extremos, las limitaciones mismas de los lenguajes de la pura razón, las palabras, quíerase que no, tienen que contener también el lenguaje de los sueños y contaminarse de ellos, así como también en las visiones de los sueños se explican los misterios o leyes del universo.

Lo cierto del caso es que en la literatura, poesía y prosa, así como en algunos textos científicos se pueden encontrar, unos más ocultos o esotéricos que otros, los símbolos que den sentido tanto al soñar como a su interpretación en la vigilia y, en conjunto, al conocimiento y la comprensión de las realidades físicas y metafísicas en las que se está inmerso y las que es mucho mejor y más saludable percibir y manejar de manera consciente.

Literaria y filosóficamente, los momentos de la historia en los cuales los sueños tuvieron relevancia máxima fueron: El Romanticismo y El Surrealismo, en los cuales la vida onírica era una parte fundamental de la existencia y era necesario explorarlos. Por ser asuntos conocidos, los dejo a iniciativa de cada cual.

En fin, lo cierto del caso es que los ejemplos que se podrían mostrar de la literatura en la que son protagonistas la ciencia y los sueños, son abundantes, pero para picar la curiosidad de los LECTORES LUDI, sólo citaré tres, y para ello los remito al CUADERNO DE CITAS-5, que enviaré seguidamente y en los que se muestra cómo los lenguajes científicos y literarios se asimilan o intercambian en el cumplimiento de sus respectivos objetivos. No sin antes advertir que la poesía es un género excepcional en este sentido, como lo podrán descubrir, por una parte, en las obras de Gaston Bachelard, ya citadas, o en las investigaciones críticas, literarias o filosóficas, en las cuales se estudian las relaciones entre poesía, literatura, filosofía y ciencias, motivo por el cual excluyo ese género de mis ejemplos.

¡¡¡CIENCIA, LITERATURA Y SUEÑOS!!!, una logia hacía la SABIDURÍA

Así pues, los convoco al CUADERNO DE CITAS-5:

NOTAS:
(1). Elémire Zolla, La amante invisible, la erótica chamánica en las religiones, en la literatura y en la legitimación política, Paidós, 1994, Barcelona (154 p.), p. 33. Ya citado en mis anteriores escritos, con los que se puede complementar lo que ahora escribo.
(2). Carlos Garrido, El esoterismo, claves de las doctrinas secretas, Montesinos, Barcelona, 1983 (128 p.), p. 18
(3). Mircea Eliade, Mito y realidad, Labor, Barcelona, 1983 (231 p.), p. 8
(4). Gaston Bachelard, La poética de la ensoñación, Fondo de Cultura Económica, México, 1982 (321 p.), p. 222. Que sea el motivo para sugerir la lectura de sus obras: El agua y los sueños, La poética del espacio, El aire y los sueños, así como los ensayos póstumos de la poética del fuego y El derecho a soñar, todos publicados por FCE.
(5). Gaston Bachelard, ya citado. ps. 222 y 223
(6). Gaston Bachelard, ya citado. p. 258

19 de enero de 2006

LECTOR LUDI-22

¿Hay una misteriosa clave erótica en la obra de Fernando González?


* Segunda carta descabellada y dos apéndices (al final)

* ¿Qué tenía Fernando González para ocultar? Y, ¿Por qué? Él, que siempre había escrito y hablado sin tapujos.

* ¿Qué tienen que ver Laura y Beatriz, las de Petrarca y Dante, con mademoiselle Tony, Martina la Velera y las otras vitales muchachas de Fernando González?

* Amor-Eros, un asunto como para enloquecerse de la dicha.

Por Iván Rodrigo García Palacios

Amigo Ernesto

Porque sé que eres un fiel admirador y lector de la obra y vida de Fernando González y eres amigo de otros que como tú hacen los mismo, te quiero pedir apoyo y compañía en la aventura de LECTOR LUDI en el que me veo embarcado como consecuencia de un juego que casi empezó inocentemente y que de un momento para otro se fue convirtiendo en un laberinto minóico en el que ya no sé si soy el minotauro, o Teseo, o la doncella. Los antecedentes de esta situación ya los habrás leído en mi LECTOR LUDI-12 y, luego, en mis LECTOR LUDI-19 y 20. Te voy a contar algo más y desde el principio.

Resulta que, desde que empecé a leer las obras de Fernando González, por allá en los años de Upa, su lectura siempre me provocaba un estupor extático que me situaba ante un territorio encantado tras el cual yo presentía un misterio que se percibía y sentía, pero que era necesario desvelar y explicar, lo que sólo hasta ahora empiezo a vislumbrar, como lo verás. Pero, también, desde esos tiempos, cuando buscaba entender un poco más y leía los comentarios y análisis de aquellos que se fueron apropiado de su obra para exaltarla o vituperarla, me producían una gran desilusión, salvo una que otra excepción, pues, los primeros, la habían convertido en objetos decorativos de inocua autosuperación que exhibían como accesorios de moda; los segundos, la calificaban de panfletos pestilentes, revolucionarios y pornográficos, carentes de valor, convirtiéndolas así en lecturas prohibidas que, como sabes, atraen como la miel a las moscas. Pero, pienso yo, en ellas los jóvenes, posiblemente, también se sienten igual que yo.

Así, durante muchos años, mantuve el suspenso de querer descubrir el tesoro de aquel territorio encantado, hasta que te conocí y despertaste de nuevo la esperanza y la necesidad de leer con mejor sentido crítico aquella obra rica en significados y malas interpretaciones. Y fue, ya por estos días del lúdico ocio productivo de mi jubilación, cuando continuando con el juego de las hipótesis descabelladas que sobre Fernando González ya había aventurado en el Literario Dominical de El Colombiano, se me ocurrió otra hipótesis descabellada y herética: que era posible leer su obra desde un punto de vista pagano, como él mismo ya se había había autodefinido: "El autor desea ejercer de crítico respecto de su obra: es libro cristiano, muy tentado. Se trata de cristiano que ama al paganismo, que a veces desea adquirir la inocencia de los grandes falos que ponían en las casas de Pompeya, pero que, al mismo tiempo, vive en el sentimiento de pecado" (R: 189, 190) (1). Y que esa sería una forma de descontaminarlo de tanta beatería, permitiendo restituirle su inmenso valor literario, al mismo tiempo que desinstitucionalizar su propuesta mística del exceso de interpretaciones religiosas. Ese fue el propósito de mi LECTOR LUDI-19. Parece que con ello hubiera desatado algunas fuerzas misteriosas.

Pero, como yo no creo en las casualidades, mi juego me condujo a tratar de trazar un nuevo tipo de mapa para explorar los tesoros ocultos en la gran literatura y, como novelería, neo-científica, literaria, se me ocurrió utilizar elementos teóricos de la ciencia de moda, la genética, como principio para un modelo de juego, el mismo que las circunstancias, como lo explico en mi LECTOR LUDI-20, me vi obligado a precisar y a ampliar. Y, por las mismas reglas de ese juego, llegué a la idea del ADN mitocondrial, su transmisión femenina y, obvio, lo femenino como código fundamental en el genoma literario de las grandes obras y los grandes autores, así fuera como una mera insinuación para la continuación del juego de "abalorios" en el que me estaba sumergiendo.

Creo que fue una consecuencia lógica el que me invadieran esas presencias que me dejaban estupefacto en mi juventud y me asaltara una primera pregunta: ¿Qué significan esas vitales muchachas de Fernando González: mademosille Tony, la muchacha alsaciana, y Martina la Velera? Y, por supuesto, el enigma que incluía para atraer tu curiosidad sobre mi juego, la segunda: ¿qué pretendía, o qué oculta, nuestro Fernando González sobre el mismo asunto en La tragicomedia del padre Elias y Martina la Velera?: "Sospecho que vuestra merced era el que daría la versión andina de la tragicomedia de Calixto y Melibea de que hoy tiene necesidad la gente" (T: 10). Además, aquello de los "sabios judíos, sefarditas cristianos, entre los que vive hace tiempos Lucas de Ochoa" (T: 9)(2), otro misterio que sería bueno desvelar.

Y ahí fue Troya, literalmente Amor-Eros hizo su aparición en los sueños de la vigilia de mi juego. Me fui en busca del origen de la presencia femenina en la literatura y miré hacia atrás y hacia adelante, desde ese momento, en que se puede suponer, nace la literatura occidental: los poemas homéricos.

Atrás de Homero habían quedado los orígenes: las religiones primitivas en las que los chamanes realizaban matrimonios sobrenaturales con seres superiores de género femenino que, al mismo tiempo, los poseía y fecundaba de sabiduría y armonía, los sumía en éxtasis místicos-eróticos, los trasportaba en viajes extraordinarios a regiones misteriosas y les otorgaba poderes para predecir, curar y hasta dirigir a sus pueblos, pero, por sobre todo, les confería el poder sobre los sueños, propios, individuales o colectivos, "en un trasfondo eróticamente religioso, los amores y los matrimonios sobrenaturales son sólo sueños recurrentes y significativos de relaciones eróticas con las divinidades", escribe Elémire Zolla (3)

Pero, en Homero pervive el poder de los sueños a través del mito. Y es por esos sueños, tan poderosos como para hacer depender de ellos la entera existencia de individuos y pueblos, que la mujer, el eterno femenino y sus poderes sobrenaturales, es conducida a través de las épocas, hasta instalarse en la literatura homérica, en la cual, como novedad, se incluye la mediación de Amor-Eros, tal y como ha continuado hasta ahora, precisamente, cuando ya esos cultos y mitos han perdido gran parte de su densidad, pero que, como ya, desde Petrarca y Dante, han llegado al punto de convocar logias secretas que reconocen los poderes de la Dama Celeste como ordenadora de los sueños en su esencia primitiva y más allá de las simplificaciones científicas de la modernidad. Todo ello como como razón suficiente para propiciar su preservación, invocación e interpretación, de manera clandestina, máxime en épocas de oscuridad. Pero ese no es el tema aquí y sugiero a los interesados investigar sobre el asunto.

En Homero, son dos los extremos de la presencia femenina. En el uno, las diosas, semidiosas y heroínas inmortales, con papeles trascendentes tanto al lado de los dioses, semidioses y héroes inmortales como frente a los humanos. En el otro, las mujeres mortales, que al igual que la civilización griega, se van transformando desde la superstición a la razón, preservando el misterio de los poderes oníricos aparentemente irracionales que se manifiestan en los mitos y que al permear la realidad la trasforman y ordenan, haciendo que, de esta salud de los sueños, dependa la salud del espíritu, la mente y el cuerpo. Se podría pensar, ¿ese es el gran poder femenino? ¿Son esas mujeres y su eterno femenino, en sus múltiples manifestaciones y variaciones, quienes pueblan como personajes las grandes tragedias, las novelas y los poemas, que desde la antigüedad y dando un gran salto en el tiempo, conducen hasta el siglo XIII d. C., la época de Petrarca, Dante (y que no vaya a decirse que ambos no se les considera devotos cristianos y que en sus obras exaltaron a Cristo hasta lo sublime) y el Dolce Stil Novo, tras de quienes se oculta un extraño culto hermético a la Dama Celeste y, con ella, a los sueños, Laura y Beatriz? Es este un tema sobre la cual se han publicado algunos estudios que hablan de la existencia de una verdadera logia clandestina en la que, de manera esotérica, compartían y escribían sobre el secreto, el mismo secreto que por el norte de Europa se manifiesta, más adelante, en Shakespeare, Milton, Blake y muchos otros, y que por España, parece, llega hasta Fernando de Rojas y su Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina, para, probablemente, alcanzar a Fernando González y León de Greiff, en estos lares tan alejados en el espacio y el tiempo.

Y aquí es donde el asunto retorna al sendero original. Resulta que la pregunta que me había hecho a partir de la relación de La tragicomedia del padre Elias y Martina la Velera y la insinuación de Fernando González sobre el Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina, me llevó a encontrar que Fernando de Rojas era también uno de los inspirados de la Dama Celeste. Y a partir de este punto, me quedó el pasmo de las preguntas imposibles, de las hipótesis descabelladas, de la búsqueda de posibles claves para ingresar a un territorio hermético y encantado del que apenas tenía vagos recuerdos y un estupor juvenil que todavía me extasiaba, pero nada concreto, sólo la certeza de que allí había un misterio que tenía que desentrañar si quería encontrar el mapa que conducía al gran tesoro: el lado pagano, el misterio de Amor-Eros, de la obra de Fernando González.

Empecé, como los criptógrafos, por buscar pistas por inducción, deducción, eliminación, ensayo y error. El primer paso fue releer La tragicomedia del padre Elias y Martina la Velera y, aparte del par de elementos de los que ya había hablado, me encontré esta afirmación tajante: "Esta Tragicomedia será, eso sí, entendida solamente en los lugares humanos sagrados en donde se amamanta al que vendrá: Al Águila, al de Ojos Redondos" (T: 240) (*), así como las otras afirmaciones que la antecedían y precedían, que en su conjunto sugerían que todo ello era una escritura hermética que ocultaba más de lo que revelaba, como cuando decía, unos renglones más adelante: "La Tragicomedia es Entremontes, y los personajes es lo que se manifiesta en estos pueblos y gentes, pero como los dobles, que los obligan a vivir y a trabajar y que los ojos terrenos no pueden ver; ellos son los reales, y estos entremontesinos son las apariencias" (T: 240). ¿Me confirmaba esto que existía ese territorio encantado y oculto? Si, y era entonces obligatorio empezar a buscar la clave que lo abriera.

El segundo paso del criptógrafo: buscar coincidencias, y la primera, que ya se me había ocurrido y que fue la que me metió en este laberinto, fue la de preguntarme: ¿Qué tenían en común Martina la Velera y mademosille Tony, la de El remordimiento, las dos muchachas cargadas de un sublime erotismo? En principio, todo.

Y, de nuevo, a las preguntas, a las hipótesis descabelladas, a las insinuaciones...

De lo que me está sucediendo, ya te he comentado algo con exaltado pasmo, telefónicamente, como aquello de las coincidencias con La Vida Nueva (**)(4) y la Divina Comedia, de Dante. Así como la posibilidad de que al titular Salomé, el diario y la novela que dieran origen a El remordimiento, fuera parte de un anagrama de LEO, ¿acaso, Leo Le Gris?, o ¿con "Sal-me, que en sumerio designa a la hieródula que podía casarse con la condición de no tener hijos"? (5) y, con él, ¿otra fuente de poesía esotérica?, ¿vasos comunicantes?... ¿Fernando González y León de Greiff, amigos y Panidas, iniciados en la logia del culto a la Dama Celeste, la Amante Invisible? Es necesario buscar también otras relaciones a partir de Petrarca, sus sonetos como expresión esotérica y Laura, así como lo que los estudiosos han encontrado sobre lo que se oculta en el Dolce Stil Novo.

Ahora y por otra parte, como simple especulación inicial: ¿Qué significan las tres experiencias eróticas frustradas que enumera en El remordimiento: la criada Margarita, en la niñez; Teanós (también nombre de una población en la Campania italiana), de Atenas, y Tony, de Alsacia?, ¿acaso los tres pasos de la elección, la anunciación y el suceso del matrimonio sobrenatural con la Dama Celeste, en las que, por obligación, el elegido debe renunciar castamente al sexo, pero nunca al erotismo, so pena de ser rechazado?.

Pero hay mucho, mucho más. Para confirmarte mi presunción sobre las coincidencias entre El remordimiento y La Vida Nueva, de Dante: dos preguntas y un par de ejemplos:

Las preguntas:

¿Es La Vida Nueva un tratado de iniciados a los sueños del matrimonio sobrenatural con la Dama Celeste, del cual participaban los cofrades del Dolce Stil Novo, como ya se ha afirmado y que una buena lectura sugiere de inmediato, y no la narración de un amor frustrado? Creo en lo primero, pues su belleza y sus consecuencias posteriores en la Divina Comedia, son del más allá.

¿Existe más que una estrecha relación entre El remordimiento y La Vida Nueva, como lo sugieren los ejemplos que te cito a continuación, o son meras coincidencias aparentes? Lo dejo a tu juicio lúdico.

Ahora, los ejemplos:

El primero, describe las circunstancias del primer encuentro de los personajes. En primer lugar, el de Dante que narra y Beatriz, y enseguida, el de Fernando González, personaje-narrador, con mademoiselle Tony. Puedes comparar y sacar tus propias conclusiones:

De La Vida Nueva:

"Apareció vestida de un muy noble color, humilde y honesto, purpúreo, ceñida y adornada a la manera que convenía a su jovencísima edad. Digo en verdad que, en aquel momento, el espíritu de la vida (Nota del texto que se cita: Aparece aquí una división clásica de las actividades espirituales: vital, animal, natural.), que habita en la secretísima cámara del corazón, comenzó a latir tan fuertemente, que se advertía de forma violenta en las menores pulsaciones; y temblando dijo estas palabras: "Ecce deus forttior me, qui veniens dominabitur michi" (He aquí un dios más fuerte que yo, que viene a dominarme) En aquel punto, el espíritu animal, que habita en la elevada cámara a la cual todos los espíritus sensitivos envían sus percepciones, comenzó a maravillarse en demasía, y hablando especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras: Apparuit iam beatitudo vestra (Se ha mostrado vuestra felicidad). Entonces, el espíritu natural, que habita en aquella parte donde se regula nuestra nutrición, rompió a llorar, y llorando, dijo estas palabras: Heu miser, quia frequenter impeditus ero deinceps (Ay de mí, que en adelante seré entorpecido a menudo). Confieso que desde entonces Amor fue el dueño de mi alma, que se desposó con él muy pronto, y comenzó a tomar sobre mí tanta seguridad y dominio, por el poder que mi imaginación le daba, que me veía obligado a cumplir todos sus deseos enteramente. Muchas veces me ordenaba que intentase ver a esta angelical joven: ; por lo que muchas veces en mi infancia la estuve buscando, y la veía de un porte tan noble y laudable, que ciertamente se podían decir de ella las palabras del poeta Homero: "No parecía hija de un mortal, sino de un dios". (VN: 3 y 5)

De El remordimiento:

"Esta muchacha, mademoiselle Tony, era un poderoso animal" (R: 31) (...) Fue una mañana invernal cuando llegó a casa, en tranvía, mademoiselle Tony. Llego afanada, con el periódico en la mano, el mismo día en que salió el anuncio. Quería ser la primera. Vestía con abrigo azul, desabrochado, y pude contemplar la forma general de su cuerpo. Bajo el brazo, su paragüitas que parecía un cigarro. Subió las escaleras apresuradamente. Olor a juventud, rostro encendido, un poderoso animal. Así llegó y entró en casa el remordimiento, es decir, la mujer que había de amarme y a quien yo diría NO, con pena y alegría. Lo primero, porque renunciar a las cosas buenas entristece siempre, y lo segundo, porque me había creado en el curso de la vida una motivación nueva, la cual quedó satisfecha. Desde la infancia he vivido meditando, parado en los rincones o al pie de los árboles. Una mañana, durante mi niñez, amaneció una rosa en la punta de una vara alta y joven, en el patio de la casa; el sol la acariciaba". (R: 102)

Y los segundos ejemplos, describen esos primeros contactos entre cada uno de los narradores y sus respectivas Damas:

De La Vida Nueva:

"(...) sucedió que esta dama admirable se me apareció vestida de un color blanquísimo, en medio de dos gentiles damas de más avanzada edad; y al pasar por una calle, volvió sus ojos hacia donde yo estaba, lleno de temor, y por su inefable cortesía, recompensada hoy en el cielo, me saludó muy virtuosamente, de modo que me pareció ver entonces todos los extremos de la beatitud. La hora en que recibí su dulce saludo era exactamente la de nona de aquel día, y como aquélla fue la primera vez que sus palabras fueron dichas para mis oídos, sentí tanta dulzura, que como embriagado me aparté de la gente, y corrí al solitario retiro de mi estancia, y me puse a pensar en dama tan cortés. Y pensando en ella, me alcanzó un agradable sueño en el que tuve una visión maravillosa: me parecía ver en mi cámara una nubecilla color de fuego, en cuyo interior descubría la figura de un varón de aspecto terrible para quien la mirase; y me parecía tan congraciado consigo mismo, que resultaba algo admirable; y hablaba de muchas cosas, de las cuales yo entendía sólo unas pocas, y entre esas pocas, éstas: Ego dominus tuus (Yo soy tu señor). En sus brazos me parecía ver una persona que dormía desnuda, apenas arropada ligeramente por un paño color sangre; después que la miré muy atentamente, supe que era la mujer de mi salud, la que el día anterior se había dignado saludarme" (VN: 5, 7)

De El remordimiento:

"Tony se instaló en noviembre, en invierno, cuando ya las casas están cerradas, hace frío y la vida íntima, al lado de la caldera de calefacción... Recuerdo que cuando llegó, yo estaba triste, abatido, con la conciencia de haber renunciado a ella en absoluto. Vino con su tía, a quien prometí, a solas, en el balcón del baño, velar por la joven.
La verdad es que mi carne chillaba de dolor y mi espíritu escalaba el cielo, cuando hice tal promesa. Quedé anonadado dentro de mi bata de baño.
Una vez bajé al jardín; estaba sola y corrió asustada. Fue la primera vez que se asustó... ¿Por qué, si no la miré y si nada dije? ¿Por qué temía?
Era pequeña, dura, rubia.
Recuerdo que fue una tarde cuando, paseándome por el vestíbulo, la vi por primera vez salir de su habitación con su pijama rojo. Otro día se fue de paseo, y abrí su cómoda y me parecieron bellos sus calzoncitos y camisas.
¿Por qué nos gustan estas cosas de las mujeres desconocidas? Con miedo de profanar el sentimiento que tuve, diré que quizás sea porque las mujeres con quienes no hemos conversado son el depósito imaginario de la felicidad y hermosura que anhelamos" (R: 105, 106)

Las preguntas son de nunca acabar. Y, de los ejemplos, apenas una pequeña muestra de mis primeras búsquedas. Habría que analizar los significados herméticos de las medidas de tiempo y las localizaciones y descripciones espaciales, todo ello tan cargado de ocultos sentidos, sacralizaciones y ritos. En fin.

Sin embargo, antes de empezar a ordenar este desbarajuste, te tengo dos preguntas en cuya interpretación te pido me ayudes a pensar, con toda la colaboración que te sea posible encontrar, pues son algo así como el "cherche la femme" de la policía francesa para encontrar al asesino o la piedra de Rosetta. Ellas son:

¿Qué tenía Fernando González para ocultar? Y, ¿Por qué? Él, que siempre había escrito y hablado sin tapujos. Ahí te dejo esa no pequeña tarea. Gracias de antemano.

Ahora, por las razones mismas de cómo se inició el juego, me he dedicado sólo a tres obras de Fernando González: El remordimiento, Salomé y La tragicomedia del padre Elias y Martina la Velera, en las que, a pesar de su distancia cronológica, las relaciones secretas parecen estar muy definidas, sólo que será necesario desentrañar todas sus claves y códigos, pues con ellos también será posible abrir las puertas del misterio de todas las demás novelas y poemas. Como por ejemplo: ¿Qué proceso iniciático: infierno, purgatorio y paraíso, se desarrolla en las novelas que Fernando González escribe después de 1935, incluso el largo período de silencio que va desde 1941 a 1959? ¿Qué relaciones se establecen entre estas y las novelas y poemas anteriores a 1935? Que las hay las hay, pues toda su obra casi que puede leerse como un proceso de búsqueda en progreso. Como quien dice, preguntas y más preguntas para empezar a trabajar o, a dulcemente enloquecer de pasión.

Y, finalmente, porque toda gran obra estética siempre contiene mucho más de lo que una lectura literal y simple parace suponer, sugiero que la obra de Fernando González sea leída desde otros puntos de vista, así estos sean heréticos, pues, con toda seguridad, le aportarán otras visiones menos acartonadas a los LECTORES LUDI.

Un abrazo y saludo en la logia,
Iván Rodrigo.

(*). Águila: logos, sabiduría, es un símbolo con alto contenido esotérico en todas las culturas y épocas. Ejemplo: El Águila en el San Juan del Apocalipsis. Al igual que el Ojo.

(**) Como un mero ejemplo, para empezar a establecer relaciones entre La Vida Nueva, El remordimiento y La Tragicomedia: el poema XV, del cual te reproduzco la versión española, pero también la tengo en el italiano original, por si te interesa:

"Lo que se me opone muere en la mente,
hermosa alegría, cuando voy a veros; y
cuando estoy cerca de vos, oigo que amor
dice: "Escapa, si te asusta morir". El
semblante muestra el color del corazón, que,
desfallecido, se apoya donde puede; y por la
ebriedad del gran temblor parece que las
piedras gritaran: Muere, muere. Peca quien
entonces me ve y no consuela mi alma
afligida, demostrando solamente que de mí se
duele, por la piedad, que vuestra burla mata,
la cual se crea en la vida muerta de los ojos,
que desean su propia muerte". (VN: 37)

Yo por mi parte, te pregunto: ¿se te parece en algo a lo que sucede con mademosille Tony, o con Martina la Velera?

NOTAS:

(1). Todas las citas en adelante se identificarán así (R: número de página) y se refieren a: Fernando González, El remordimiento, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 1994 (208 p.)
(2). Todas las citas en adelante se identificarán así: (T: número de página) y se refieren a: Fernando González,
La tragicomedia del padre Elias y Martina la Velera, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1995 (252 p.)
(3). Elémire Zolla, La amante invisible, Paidós, Barcelona, 1994 (154 p.), p. 27
(4). Todas las citas en adelante se identificarán así: (VN: número de página) y se refieren a: Dante Alighieri, La Vida Nueva, Siruela, Barcelona, 1985 (124 p.)
(5). Elémire Zolla, p. 69

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PRIMER APÉNDICE LECTOR LUDI-22

Por Iván Rodrigo García Palacios

Amigo Ernesto

¿Se podría llamar a esto una especie de locura lúcida y lúdica, o sólo el conectar ocioso de un niño-viejo con sus juguetes? No lo sé. Lo cierto del caso es que una cosa lleva a la otra y entre todas se va formando una danza de esferas luminosas que trazan un mapa, posible o imposible, en el que, si cada clave es un tesoro, ¿cómo será el Paraíso?

En fin, sólo una breve nota para anticiparte un par de nuevas conexiones que se me aparecieron y que complementan lo anterior.

Si ya leíste, en el CUADERNO DE CITAS-5, pude mostrar que existe una relación Dante-Bruno y, probablemente, a Shakespeare y la época isabelina inglesa.

Pues bien, un nuevo bucle. De regreso a Fernando González. Te acuerdas que en el LECTOR LUDI-22, mencioné que Teanós, la bella griega a la que remplaza mademoiselle Tony, y de la que él dice: "Indudablemente que Teanós fue interesante, pero hay que limitarse para la obra de arte" (R: 32)(1), era también el nombre de un pueblo de la Campania italiana... ¿Te suena?. Giordano Bruno.

Fernando González renuncia a Bruno, a pesar de que Teanós le ha escrito en un papelito: "Je t'ai donné tout et pour toi c'etait l'ombre d'un caprice...". ¿Da por terminada su relación con Bruno? No lo creo, El Nolano lo acompañará con su rebeldía, su lucha por la verdad y su actitud de prudente esoterismo.

Pero lo que sí es cierto es que a su casa llega mademoiselle Tony, la alsaciana, y allí sucede algo que estoy buscando: "Tony me fecundó, me enseño muchas cosas" (R: 83). Más adelante: "Recuerdo que todos los días iba a pedir belleza a la iglesia de la calle Paraíso" (R: 83). Luego: "La mujer bella, al lograr objetivarla, me había mostrado el significado de la oración: "...estás en los cielos... dame belleza interior..." (R: 83-84). Y, para rematar: "No hay sensualidad vil en esto. Afirmo una noble verdad: que el hombre, sujeto a los sentidos, entiende mejor las cosas del espíritu, en forma materializada" (R: 84).

Casi siglo y medio antes de que Bruno (1548-1600) naciera en Campania, nació, en 1401, a orillas del río Mosela, cerca de Alsacia, Nicolás de Cusa, y para abreviar, sólo te cito lo que dice Kurt Flasch, entre muchas otras cosas:

"Nicolás de Cusa subraya que los sentidos humanos no son únicamente sentidos, sino que participan de la luz del entendimiento. Las cosas sensibles son en cierto modo los libros de los sentidos" (2).

A la Sabiduría se le ha dado nombre de mujeres.

Un Abrazo,

Iván Rodrigo.


(1) Utilizo para las referencias: Fernando González, El remordimiento, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 1994 (208 p.)
(2) Kurt Flasch, Nicolás de Cusa, Herder, Barcelona, 2003 (254 p.), p. 99

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SEGUNDO APÉNDICE LECTOR LUDI-22

Los pedantes, ignorantes y asnos,
de Bruno y de Fernando González


Por Iván Rodrigo García Palacios

Amigo Ernesto

Al amanecer de cada uno de estos días, brumosos y fríos, pero de noches de brillantes sueños, se me aparecen nuevas ideas y relaciones. Tus palabras caen en tierra fértil: "Fernando González siempre fue bruniano". "(...) procede de una TRADICIÓN (*) más profunda, diferente a la de la beatería en que lo han convertido".

Como te lo había comentado en el anterior Apéndice, se va conformando una galaxia copernicana de una TRADICIÓN en la que también gira Fernando González, Nicolás de Cusa, ya anotado; con toda seguridad, Erasmo, y faltaría por echarle un vistazo a otros, pero ese será asunto que se irá haciendo y te iré comunicando.

Ahora resulta que pensando en eso y al comprobar que, si bien Los negroides fue publicado en 1936, su escritura fue de 1932, en plena época europea, se me ocurrió empatar una cosa con otra y plantearme la hipótesis descabellada de que existen conexiones y correspondencias entre los libros de aquella época: Los negroides, El Hermafrodita Dormido, El remordimiento, Salomé y, una posterior pero muy significativa, Don Benjamín, jesuita predicador, con las más heréticas y herméticas obras de El Nolano en su temporada inglesa: La cena de las cenizas, Del infinito: el universo y los mundos, Expulsión de la bestia triunfante, La cábala del Caballo Pegaso y Los heroicos furores.

Creo, que de establecerse una comparación más profunda de ambos cuerpos de sus obras, esas relaciones y conexiones serían más estrechas que mi simple hipótesis de que, tanto el uno como el otro, además de denunciar las miserias e injusticias de sus respectivas épocas, proponían un nuevo y subversivo sistema de pensar que desenmascaraba las hipocrecías del poder y los poderosos, que dominan por el poder de las supersticiones y las vanidades. Ya sabes a quienes se refería Bruno con: los pedantes, los ignorantes, la asnidad... Me falta todavía ver lo de los Silenos.

Para establecer las relaciones y conexiones de esas órbitas, he aquí un par de citas:

Escribe Fernando González en el epílogo de Los negroides:

"... sus nombres, sus opiniones, el sonido de sus voces parecía que me asesinaban con puñales de asco. ¡Qué asquerosa es hoy mi patria! ¡Entre qué gente tan sucia me correspondió existir! Verdad es que gente así hay en todas partes, pero no son tan descarados. Estos animales parecidos al hombre, que habitan hoy en América, carecen de pudor. Estos animales parecidos al hombre únicamente en la perversidad, son un castigo para la tierra".

Escribió Giordano Bruno en Expulsión de la bestia triunfante:

"... esos personajes píos que hacen tan poca estima de las obras realizadas y que se estiman reyes del cielo e hijos de los dioses tan sólo en virtud de una enojosa, vil, y necia fantasía y que creen y atribuyen más a una vana, bovina y asnal confianza que a una acción útil, real y magnánima".

Pero, si se sigue esculcando, la cosa no tiene fin.

No sobra reiterar que estos juegos míos no son otra cosa que provocaciones, semillas, búsquedas que desearía hacer con "ojos redondos de Águila".

(*) Asumo TRADICIÓN, con mayúsculas, en su sentido más amplio y esotérico.

De nuevo, un saludo y un abrazo en fervor,
Iván Rodrigo.

18 de enero de 2006

CUADERNO DE CITAS-7

El misterio de las claves de la sabiduría secreta, ¿sabiduría mortal?

* De la imposibilidad de comunicar por escrito la sabiduría secreta
* Y de los peligros mortales por decir y escribir sobre ciertos asuntos

Por Iván Rodrigo García Palacios

Ilusión del hombre ha sido la de alcanzar el poder sobre la vida y la muerte, ese que, se supone, radica en una sabiduría secreta y oculta, y que, según los mitos, desde la más remota antigüedad ha sido revelada por los dioses a algunos privilegiados, quienes la escribieron en misteriosos códices cuyas claves es necesario descifrar. Todavía hoy, hay quienes persisten en la búsqueda de aquellos códices y de las claves para descifrarlos. Ahora bien, si en realidad tal poder y tal sabiduría existen, es algo que no me atrevería ni a afirmar ni a negar en la infinitud de los misterios del universo. Pero, ese es otro asunto.

Lo cierto es que, en la historia del hombre, la sabiduría siempre ha sido poderosa, subversiva y peligrosa, tanto para aquellos que tienen la capacidad de aprehenderla, desarrollarla y comunicarla, como para aquellos que pretenden controlarla para dominar y esclavizar a los demás. Razones suficientes por las cuales se la oculta, en algunas ocasiones, con claves secretas, y así preservar su existencia y poder, pero que, también, la mayor parte de las veces, permanece oculta al hombre incapaz de comprenderla.

De esos dos asuntos trata este CUADERNO DE CITAS, que busca mostrar la imposibilidad de comunicar la sabiduría por escrito, bien, o porque mediante la escritura no es posible comunicarla en su totalidad, o bien porque al hacerlo se corre el riesgo de perder la vida.

Por ello y, también, por incitar a los LECTORES LUDI a un viaje a las regiones oscuras de la Luz, en donde se podrán encontrar con aquellos que, por subvertir el orden establecido, arriesgaron o perdieron la vida: Sócrates, Giordano Bruno, Galileo, los intelectuales y científicos rusos y judíos perseguidos y asesinados en la Rusia zarista y en la estalinista, así como en la Alemania nazista o, más cerca, en la Colombia reciente y en otros países americanos: la era macartista estadounidense, las dictaduras cubana, argentina, chilena, etc. En fin, todos aquellos que han sido perseguidos, condenados o asesinados por pensar y expresar ideas diferentes a las del sistema de poder imperante.

Para fundamentar estas ideas, voy a transcribir algunas citas de Platón, Esquilo, Averroes y Maimónides.

PRIMERA CITA: PLATÓN

Para Platón, el escritor y filósofo más influyente de la cultura occidental, a quien, infundadamente, se le ha acusado ser enemigo de la escritura, además de la poesía y de los poetas, sólo existía una forma eficaz de comunicar la verdadera sabiduría, la sabiduría secreta, que no era precisamente la escrita, como lo ha demostrado Giovanni Reale en su obra: Platón, en búsqueda de la sabiduría secreta:

"El Filósofo es el que Platón escribió NO sobre rollos de papel, SINO sobre las almas de los hombres, con el criterio explicado en el testimonio sobre sí mismo del final del Fedro: lo que caracteriza al filósofo es precisamente escribir en las almas, y la definición de la naturaleza del filósofo no puede ser "escrita" sino en la dimensión de la oralidad dialéctica. Escribir sobre rollos de papel el diálogo sobre el filósofo, que no debe escribir sobre rollos de papel las cosas que para él son de mayor valor, habría sido, obviamente, algo absurdo" (1).

Pero, ¿qué pensaba Platón del valor de la escritura?, véase lo que dice en el Fedro:

"Quien considerase poder transmitir un arte con la escritura, y quien lo recibiese convencido de que, a partir de esos signos escritos, podrá extraer alguna cosa clara y consistente, debería estar colmado de gran ingenuidad e ignorar verdaderamente el vaticinio de Amón [a saber, que la escritura no da memoria sino solamente capacidad de traer a la memoria, ni sabiduría sino sólo opinión], si considera que los discursos puestos por escrito son algo más que un medio para traer a la memoria de quien sabe las cosas sobre las cuales versa el escrito".

Y más adelante reafirma enfáticamente:

"Verdaderamente, aun los mejores escritos no son otra cosa más que medios para ayudar a la memoria de aquellos que saben"

Para concluir las citas de Platón, al que recomiendo descubrir de la mano de las obras de Giovanni Reale, no resisto la tentación de transcribir esta cita de Esquilo en Agamenón:

"De buena gana
hablo a los que saben, y de los que no saben me escondo".

INTERMEDIO

Como bien se sabe, los hombres sabios han encontrado la forma de burlar la censura del poder y subvertir sus ordenes de terror, no sin el riesgo de perder su libertad o su vida, como ya se dijo antes. Grandes ejemplos son los de aquellos que, con sus obras literarias y filosóficas, divulgaron nuevas ideas, contrarias a los dogmas del establecimiento o nuevas ideas que subvertían el statu quo, filosófico o científico, unas veces, valiéndose de los subterfugios del idioma y, otras, de la clandestinidad.

Algunos de ellos: Petrarca, Dante, Cervantes, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Voltaire, Bulgákov, Pasternak y muchos más, que supieron utilizar los consejos de los sabios antiguos y cuyas obras vale la pena leer... también, entre líneas.

Ahora bien, si algunos filósofos corrieron grandes riesgos, ellos fueron los que enfrentaron una doble persecución. Por un lado, la de su propio Estado religioso de origen: El Islam, y por el otro, el Estado católico donde residan: España. Los dos filósofos más conocidos son Averroes y Maimónides.

A continuación sus citas:

SEGUNDA CITA: AVERROES

"El discurso relativo al conocimiento que el Creador tiene de sí mismo y de lo otro es uno de aquellos que está prohibido analizar en modo dialéctico durante las disputas, y todavía más tratarlo por escrito, puesto que la comprensión de las masas no llega a semejantes sutilezas. Si uno se para a discutir con el vulgo de semejantes cuestiones, se destruye en sus mentes la divinidad. Por eso está prohibido disputar con él de tales cuestiones, ya que para su felicidad basta con que sepa lo que puede alcanzar su inteligencia (...). Pero esta cuestión es propia de los sabios, los cuales fueron llamados por Dios a la verdad. Por eso no debe ser tratada por escrito, excepto en libros compuestos según el método demostrativo (...). El que da veneno a quien le resulta perjudicial debe ser castigado, aunque para otros hombres sea alimento; y quien prohíbe el veneno a aquel a quien alimenta, de suerte que le hace morir, debe ser castigado también. Y de este modo ha que atender la presente cosa y por eso, cuando yerran los malos y los necios dando veneno como si fuera alimento a quien resulta verdaderamente veneno, el Médico debe tratar de curarlo por medio de su arte. Por eso nos está permitido tratar de esta cuestión en un libro como éste, pues de otra manera nos estaría prohibido, ya que es rebelión expresa o una de las cosas más deplorables sobre la tierra, y se conoce la pena que la Ley reserva para los que incurren en ella".

(Averroes, Destructio destructionum)

TERCERA CITA: MAIMÓNIDES

"Has de saber que cuando un hombre cabal, conforme al grado de su perfección, desea expresarse de palabra o por escrito sobre lo que ha captado de estos misterios, no le es posible exponer ni siquiera lo que haya aprehendido, con absoluta claridad y orden, como lo hacia en otras ciencias cuya enseñanza es del dominio público. Por el contrario, le sucederá al instruir a los otros lo mismo que cuando lo aprendió para sí, a saber: el asunto parecerá iluminarse y en seguida se obnubilará, como si tal fuera su naturaleza, tanto en lo mucho como en lo poco. Por tal motivo, todos los grandes sabios metafísicos y teólogos, amantes de la verdad, al explicar algo sobre esta materia, siempre recurrirán a alegorías y enigmas, incluso desarrollando esas alegorías en todas sus especies y géneros". (Mosê ben Maimon, Maimónides, Guía de perplejos).

"Los antiguos sabios nos encarecía que sólo habláramos de estas materias en privado, con una sola persona, y aun así sólo si ella fuera prudente y capaz de razonamiento independiente. En este caso, se le comunican los epígrafes de las materias, y se le instruye en una porción diminuta de la disciplina. Estos temas son sumamente profundos; y no todo intelecto puede abordarlos" (Mosê ben Maimon, Maimónides, Sobre los secretos).

NOTA FINAL

Sigo pensando que la obra de Fernando González debe ser leída teniendo en cuenta estos antiguos conceptos.

(1). Giovanni Reale, Platón, en búsqueda de la sabiduría secreta, Herder, Barcelona, 2001 (371 p.), p. 367
LECTOR LUDI-21

Genética literaria: un ADN mitocondrial literario

Comentarios a la carta de un amigo

Por Iván Rodrigo García Palacios

Mi querido Guillermo:
Como decía García Márquez: "Uno escribe para que lo quieran sus amigos". Muchas gracias por tus comentarios que me pusieron a pensar un poco más seriamente ese juego de la genética literaria que me inspiró tu delicioso trabajo sobre Kafka, pero que, como a los niños, me gusta ponerle variaciones y complicaciones al tono de mi ociosidad productiva, que no es otra cosa que sacarle provecho a eso que llaman saber vivir.

En ese sentido, se me ocurre pensar que si bien tu método con Kafka y Dostoievski logró descifrar y establecer el misterio de los elementos que el primero tomó del segundo por medio de "su técnica del palimpsesto" -como tu la defines-, junto con otras originalidades creativas que le permitieron escribir otra novela a partir de Crimen y castigo y otras influencias dostoievskianas, al mismo tiempo que creaba aquellas otras cosas que Dostoievski no escribió y debió haber escrito en su novela, generando así un organismo literario nuevo, original, como la criatura que nace de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Considero que esto permite que un buen LECTOR LUDI pueda leer las dos novelas como si fueran una sola, magnificando su lectura al infinito. Algo así como descifrar las coincidencias y divergencias genéticas y la totalidad del resultado en un individuo particular .

Sin embargo, a mi me interesan, como ya te dije, las cosas con más variaciones y más complicaciones, algo así como pensar que existe un ADN mitocondrial literario que se trasmite de generación en generación, sin importar las mezclas y cruces y que permanece inmodificable, para el caso de los humanos, sólo en las hembras, lo que, en consecuencia, se presta para imaginar que existirían obras literarias hembras y machos, es decir, las engendradoras y las reproductoras, y las reproducciones... en fin, como ves, el asunto mío, a diferencia del tuyo, es complicar las cosas como parte de un juego mental sin otra finalidad que la del juego infantil, que ya metaforicé, y que consiste en conocer y ejercitar, probando la extensión de la realidad y la imaginación hasta más allá de las fronteras establecidas, al fin y al cabo eso somos: un misterio por resolver con pretensiones de ser "el ombligo". Y, por el otro lado, la Verdad no existe, todavía; sólo que dicen que Cristo dijo que "la verdad os hará libres", y en esa búsqueda es mejor ser niños, lo cual es muy divertido y me exime de cualquier responsabilidad y obligación de producir para el mercado académico, ya tu sabes de esos tejemanejes. El asunto es jugar por jugar e invitar a otros a inventarse sus propios juegos, para que los compartamos.

Por ello es que me pregunto si Kafka leyó a Dostoievski en su idioma original, pues como ambos pertenecen a culturas, aparentemente diferentes, se podría pensar que en sus ADN literarios también existen diferencias, que como tu dices, las nuevas tecnologías podrían ayudar a desentrañar, algo así como desarrollar un proyecto "Genoma literario", similar al que se está trabajando con el genoma humano y los genomas de cuanto ser vivo existe. De este asunto ya se ha hecho algo, como más adelante mostraré.

Y es que cada gran escritor se expresa con los tonos y características de su ámbito genético literario, que son algo así como una marca distintiva de su código, que si bien, en términos generales, es el mismo para todos, sus particularidades locales, los hace diferentes y propios. Cada cultura tiene su modo y manera, su estilo de pensar, narrar, teatralizar, poetizar, etc., lo cual no impide que se trasplanten y se injerten en otras, produciendo nuevas expresiones, estilos, modos y maneras, que en algún evento extraordinario generaran mutaciones espectaculares, originales y magistrales, como lo comente en mi anterior LECTOR LUDI-20, y son esos rasgos genético-literarios sobre los que me gustaría ir mirando, por si acaso. Como para el ejemplo, establecer si Kafka fue, además, fecundado y mutado, no sólo por Dostoievski, sino también por Nietzsche, al que sí leyó en alemán, y otros, que lo predispusieron para crear tan original, asombrosa y aterradora narrativa, en combinación con sus propias circunstancias culturales.

Como ves, pienso que en alguna parte existe un genoma literario que evoluciona y que sufre, como en la vida, eventos extraordinarios o mutaciones que crean esas novedades, generando nuevas especies que, como en la teoría evolutiva darwinistas, se expresan con mayor propiedad en las nuevas realidades en que les corresponde existir, es decir, se adaptan a las circunstancias para sobrevivir. Algo así como lo que sucede en el genoma biológico: sectores de texto se acomodan en posiciones distintas y en el resultado se observan cambios que no estaban presentes o desaparecen características del ADN previo, produciendo un nuevo ser. En esto, me acojo a la propuesta de Jost Herbig, quien, "demuestra que el progreso del conocimiento humano no se debe sólo a la adaptación forzosa de nuestros órganos sensoriales al entorno, sino también a otro "órgano" decisivo: nuestra "percepción cultural" del mundo" (1). Como quien dice, existe un genoma cultural y literario que evoluciona y muta y que es posible seguir en su desarrollo, así, como en las ciencias que investigan el origen de la humanidad, apenas entreveamos fragmentos de una historia perdida en las tinieblas del tiempo.

Utilizando mis ejemplos anteriores y sin ir muy atrás. En el período minóico y micénico se produjo el caldo de cultivo en el cual se desarrollarían los poemas homéricos y la poesía que dominó el pensamiento griego por casi tres siglos, desde el siglo VIII a. C. hasta el V a. C., tres siglos durante cuales se expandió un imperio de Ciudades-Estado por el Mediterráneo y el Oriente Cercano, con las consecuentes migraciones e intercambios, y que, finalmente, mutaron hasta la consolidación del pensamiento griego, pero igualmente, en el nacimiento de un nuevo género: la dramaturgia, la tragedia, la misma que, todavía hoy, continúa vigente, y que veinte siglos después de Esquilo, Sófocles y Eurípides, Shakespeare y otros cuantos, restituyeron y superaron a niveles esplendorosos, aún no reeditados en el teatro isabelino.

Aquí se me ocurre pensar en la originalidad y novedad que representó el "sentido de lo trágico" que, obviamente, no fue invención griega, pero si el resultado de la evolución o mutación de conceptos procedentes de las tierras de Caldea, Egipto, Persia y culturas del Mediterráneo, el Norte y el Oriente, cercano y lejano, que se amalgamaron allí y que, junto con el pensamiento filosófico, contribuyeron a desvelar y modelar lo que, como Jairo Ibarbo dice, "Consideraré que la tragedia se da solo porque existe el hombre, tanto como ente razonador como proyector de ensueños y sensaciones" (2). Y es ese "sentido de lo trágico" el que se convertiría en el ADN mitocondrial de toda la cultura occidental desde entonces y cuya interpretación y expresión ha dado origen a todo lo que siguió desde el caldero del helenismo hasta hoy, con sus correspondientes variaciones y mutaciones.

Cambiando el escenario, llama la atención que en la cultura latina se hubieran inclinado con mayor éxito por la expresión poética épica homérica (ejemplo: Virgilio y su Eneida) y la lírica, más que por las manifestaciones dramáticas, considerando que para los griegos, al momento de su conquista, era más importante el teatro que la poesía. Fue la Iliada el primer texto traducido al latín y, hace pensar, que el tono épico de los poemas de Homero y el lírico de los otros grandes poetas, se asimilaba mejor al gen cultural y literario latino, un pueblo guerrero y conquistador que estaba evolucionando en el naciente imperio romano.

Esas circunstancias se extendieron hasta más allá de la caída del imperio y hasta el Quatrocento, y se hace presente en los cantares de gesta y, por supuesto, en Petrarca y en el Orlando o Rolando furioso, de Ariosto, del que nacen las aventuras de caballería, que como ya dije, degeneran hasta la gran mutación en Don Quijote, de lo que hablaré un poco más adelante. Como puede verse, las culturas guerreras, cultas o bárbaras, se sienten mejor expresadas en el tono épico y epopéyico del gen trágico.

Y es en esa época, en la decadencia del imperio, que interviene un nuevo gen, el gen del cristianismo, que mezclado con el gen trágico, dará origen a dos nuevas expresiones, por un lado, San Agustín, y su yo interior que alcanzará su plena maduración, luego de pasar por Dante, en los personajes monologantes, reflexivos, ensimismados, de Shakespeare, que constituyen el gen dominante de la literatura del norte de Europa, hasta el Romanticismo, la novela gótica del siglo XIX, los estadounidenses, Poe, Melville y Hawthorne, y la gran novela del siglo XX: Joyce, Mann, Broch, etc.; por el otro lado y con elementos provenientes de otras culturas, en los dialogantes, extrovertidos, filosofantes andariegos, don Quijote y Sancho Panza, de los que desciende esa otra literatura que culmina en la gran novela francesa del siglo XIX.

El caso de los rusos, Tolstoi, Dostoievski y los demás, es un caso especial que habría que analizar mejor.

De don Quijote y Sancho es necesario decir que en ellos juega un papel predominante y de ocultación, clandestinidad, el gen cultural y literario moro-judío que durante siete siglos se gestó en la península Ibérica, y que por más candela inquisitorial, que desde entonces han empleado para exterminarlo, ahí sigue vivito y coliando, circulando por las arterias de la cultura hispánica que, como tu lo dices, "es lo mejorcito que tiene España". Ese gen literario moro-judío no es otro que aquel que, de manera temeraria, desvela el mismo Cervantes al inicio de la segunda parte del Quijote: "los árabes son "embelecadores, falsarios y quimeristas" (es decir, magníficos escritores de ficción) (3), y que por supuesto, agrego yo, son de una extroversión emocional masculina igual o mayor a su capacidad de narrar quimeras como las de las Mil y una noches, en las que se desarrolla su gen narrativo y poético, el cual muta, en extensa copulación cultural, con el gen helénico-latino-cristiano, para "engendrar" ese nuevo "género" que en adelante será la novela moderna de Occidente.

Debo decir que es precisamente el carácter de clandestinidad de ese gen moro-judío, que se engendra en Cervantes, una de las condiciones necesarias de su expresión y éxito posterior, pues sólo de esa manera la nueva cultura y literatura que crea puede sobrevivir a la persecución y establecer un metaescenario en el cual es posible explorar y expresar los misterios de la tragedia humana más allá de los dogmas e ideologías y hasta de fronteras nunca imaginadas, como ya lo había hecho, como un fructífero antecedente genético literario, Fernando de Rojas en su Libro de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina (*), y que inocula a los franceses, Rabelais para su Gargantua y Pantagruel; Voltaire, para su Cándido y otras novelas y relatos; Diderot para su Jacques el fatalista; Víctor Hugo, en fin, toda esa tradición de la literatura que tu mencionas: "de influencias secretas, genes literarios que algunos escritores prefieren ocultar o callar por cualquier motivo, por ejemplo, motivos de censura, de seguridad, de vergüenza, etc.". Tradición que tiene un especial renacimiento en los escritores satíricos rusos de finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, y aquellos otros que se expresaron durante la macabra dictadura de Stalin y sucesores.

En fin, el asunto es largo y divertido. Por ejemplo, me encontrado con una mención que dice que Shakespeare pudo conocer la obra y el pensamiento de uno de mis personajes admirados, Giordano Bruno y de su permanencia en Inglaterra, así como la de otros exiliados o viajeros italianos a ese reino, lo que haría pensar en la migración de esos genes latinos y renacentistas que se injertan en la literatura inglesa de la época isabelina y engendran la literatura de ese peculiar tono que perdura hasta hoy y en el que se destacan Milton con su Paraíso perdido; el satírico Swift, con Los viajes viajes de Gulliver; Fielding, con Tom Jones; Defoe, con Robinson Crusoe; el extrañamente romántico, W. Blake; la novela gótica; Joyce, con Ulises; los estadounidenses del siglo XIX, y un largo etcétera.

Y para abundar, existe un antiquísimo y poco explorado ADN mitocondrial literario que nos llevaría a otro de los temas fundamentales de la genética literaria: la Dama celeste, la amante invisible, la Dama sobrenatural, el eterno femenino, en fin, el amor, el erotismos, ese viaje sobrenatural que va desde las luces del éxtasis a las tinieblas del inframundo, o si se quiere, del otro mundo, la muerte en vida, o lo ineluctable. Y por supuesto, su signo negativo, en la Medusa, la bruja, Melusina, la mujer fatal, etc. Si se piensa, es un gen universal sin excepciones, y quizás el más antiguo de todos.

Para preguntarse, por simple ejemplo, ¿qué clase de mujer y qué papel juegan ellas -que son muchas-, en las novelas de Gabriel García Márquez?, o como, en los análisis de Carlos Rincón (1995 y 1999), ¿qué tienen que ver las mujeres del mismo García Márquez con las mujeres de Dante, Hawthorne o Svevo? O, más fascinante todavía: ¿Qué significan esas vitales muchachas de Fernando González: mademosille Tony, la muchacha alsaciana, y Martina la Velera? En fin, toda obra literaria se gesta en la mujer, al amor y la muerte, con diversos arquetipos y un único ADN mitocondrial que las condiciona y determina. Otro misterio, territorio sagrado, para jugar y desvelar.

Como ves, los misterios de la genética literaria podrían llegar a ser tan fascinantes y complejos como los de la genética biológica y, a lo mejor, algún día, se llegue a demostrar que todo y uno, somos una y la misma cosa.

Ojalá mi juego inspire a otros a realizar sus propios juegos y a compartirlos con los amigos, por esa razón respondo a tu nota de manera pública. Sé que tu continúas con tus juegos, de los que algún día conoceré sus resultados. Gracias de nuevo por tus comentarios que, como ves, me permitieron continuar jugando el mismo partido, por quién sabe cuánto más.

Un abrazo,
Iván Rodrigo.


(*). Aquí me pregunto: ¿qué pretendía, o qué oculta, nuestro Fernando González sobre el mismo asunto en La tragicomedia del padre Elias y Martina la Velera?: "Sospecho que vuestra merced era el que daría la versión andina de la tragicomedia de Calixto y Melibea de que hoy tiene necesidad la gente". Además, aquello de los "sabios judíos, sefarditas cristianos, entre los que vive hace tiempos Lucas de Ochoa", un misterio que sería bueno desvelar.

NOTAS
(1). Jost Herbig, La evolución del conocimiento, Del pensamiento mítico al pensamiento racional; Editorial Herder, Barcelona, 1996 (333 p.), quien, en esta obra, busca conciliar las teorías biogenéticas más radicales con la poesía, la política y la cosmogonía de la Grecia clásica.
(2). Jairo Ibarbo, Incertidumbre y objetividad en el conocimiento, Editorial Phi, Medellín, 2003 (174 p.), p. 21.
(3). El comentario a esta cita de Don Quijote: "El Caballero de la Triste Figura lleva razón cuando asegura que sólo un sabio encantador puede violar el espacio de las conciencias y abolir el tiempo. Está, pues, en las manos peligrosas de un "raro inventor" (Cervantes en El viaje del Parnaso) de la misma calaña de Sheherezade, y nuestro soñador manchego tiene por seguro que la crónica de su vida habrá de ser delirante. Ya sabemos que no se engañaba". Luce López-Baralt, El viaje maravilloso de Buluquiyâ a los confines del universo, Editorial Trotta, Madrid, 2004 (158 p.), p. 12.

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