7 de diciembre de 2018

Lecturas lúdicas - El escritor personaje - Post Scríptum ... y dos mujeres y otro hombre




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Lecturas lúdicas - El escritor personaje - Post Scríptum


y dos mujeres y otro hombre


Por Iván Rodrigo García Palacios


Después de lo escrito en la publicación anterior sobre los personajes escritores, se evidenció una lamentable discriminación, tras una larga lista de hombres no había ninguna mujer escritora que hubiera escrito alguna narración en la que el personaje fuera también una escritora como la autora.
Pues bien, para pedir disculpas por esa injusticia y tratar de repararla de forma parcial, he aquí un nuevo escrito, esta vez con dos mujeres: Virginia Woolf (1882-1941) y Marguerite Duras (1914-1996) y una novela de cada una de ellas en la que cada autora se encarna en un personaje que es, a su vez, una escritora o que aspira a serlo.
Y agrego otro hombre escritor, Lawrence Durrel (1912-1990), porque soy ferviente lector de su hermosa, fascinante, monumental, novela: El cuarteto de Alejandría Y lo hago por tres razones. La una, obvio, porque el personaje narrador es un escritor. Las otras dos, por sus personajes mujeres que son de una belleza y grandeza que amerita su lectura y la tercera, porque el gran motivo de la novela es una exploración sobre el amor en el mundo caótico y en descomposición en el que habita la humanidad desde las dos grandes guerras del siglo XX y el que anda loco loco desde entonces en una locura delirante.





Virginia Woolf
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Virginia Woolf: En su primera novela profetizó su destino


Virginia Woolf (1882-1941), la escritora inglesa y exploradora de la fragilidad mental y psicológica en sus personajes.
Ahora bien, las preocupaciones e inquietudes literarias de Virginia Woolf no fueron ni la literatura ni la poética ni el ejercicio de su escritura. A ella le preocupaba e inquietaba explorar su propia psicología a través de sus personajes y, con ellos, sus relaciones consigo misma, con la psicología de los otros y de sus relaciones con el mundo. Al fin que sus estados mentales y su salud psicológica siempre estuvieron en un frágil equilibrio.
Si bien en su obra novelista y narrativa Virginia Woolf nunca se encarno en un personaje que, como ella, fuera escritora, en su primera novela, su primera experiencia de escritura narrativa, a la que se dedico por seis años, desde 1907 hasta 1915 cuando la publicó luego de cerca de cinco versiones, algunas de ellas quemadas, si hizo algo extraordinario: creo un personaje que profetizó el resto de su vida.
Final de viaje (1915), es una novela primeriza de Virginia Adelaide Stephen, nombre de soltera de Virginia Woolf, la cual es, además, completamente diferente a todas las demás que escribió después de casada, pero que, a diferencia de aquellas, fue profética y anticipó tanto su destino literario como su trágico fin. Además, esta novela es la versión revisada y corregida de una novela previa nunca publicada íntegra, pero de la que se publicó en 2002 una parte de su escritura y titulada: Melymbrosia. Por eso se pudo establecer que allí Virginia Woolf expuso de una manera más abierta y cruda que en Final de viaje los conflictos sociales, sexuales, el incesto, el abuso sexual y el lesbianismo. Esos fueron los traumas que afectaron la salud mental y psicológica de Virginia Woolf desde su infancia.
En Final de viaje, la narrativa de Virginia Woolf es diferente a todo lo demás de su narrativa posterior. En ella la narración es lineal y se cuenta el viaje en barco de un grupo diverso de personajes masculinos y femeninos en un viaje con destino de Londres a Lisboa y, de allí, en una expedición a Suramérica a una ciudad llamada Santa Marina y, luego, a un río no nombrado y en algún lugar no precisado del continente, el que, según especulaciones, bien puede estar localizado en Brasil o hasta en Colombia.
Final de viaje trata de un “viaje inicíatico”, en el cual Rachel Vinrace, el personaje en el que se encarna Virginia Woolf, va en búsqueda de las experiencias con las cuales empezar una carrera de escritora, poeta y narradora, igual que como para en ese momento de su vida la misma Virginia Woolf se enfrentaba al futuro de su vida.
Por extraños poderes proféticos, la escritora le profetiza una vida a su personaje similar a la suya: una intensa vida como escritora e intelectual y un final trágico. Claro que las aspiraciones de Rachel Vinrace se quedan en aspiraciones, pero no su muerte, la que es igual para ambas: ahogada, la una por voluntad propia en las aguas oscuras y profundas, la una en las aguas del Río Ouse, cerca de su casa en Sussex y la otra en las aguas oscuras y profundas de los delirios de la fiebre en aquella tropical ciudad de Santa Marina en algún lugar de Suramérica.


Marguerite Duras
https://www.filmin.es/directora/marguerite-duras


Marguerite Duras, la vida como materia narrativa


La vida de Marguerite Duras fue agitada e intensa, una vida de novela ella misma. Así que no es de extrañar que ella hubiera hecho de su vida la materia fundamental de su narrativa.
Prácticamente la cuarentena de las novelas, la docena de obras de teatro y los guiones que escribió Marguerite Duras (1914-1996), están inspiradas en ĺos eventos y sucesos de su propia vida, pero también parece que solo en una de ellas el personaje fue una mujer escritora: Emily L (1987), novela que es una intensa exploración sobre la escritura, el arte de escribir y el poder de los relatos
Una mínima sinopsis: En el principio, ahí, mirando, en la terraza de un café al caer la tarde, hay una mujer que querría escribir un libro pero que no sabe ni cuándo ni cómo podrá escribirlo, y que ve cómo se desarrolla la historia de otra mujer, Emily L., quien a su vez escribe poemas de los que nunca habla. La mujer que quiere escribir un libro queda atrapada al vuelo en la historia de Emily L., que evoca en ella aquel baile con los oficiales de a bordo y el joven guardián de la isla de Wight, con quien pudo, tal vez, vivir un gran amor.
Y es una intensa reflexión sobre la escritura y la vida de Marguerite Duras quien se siente atrapada entre su propia vida hecha literatura en un personaje que ella ha creado y que a su vez crea una escritora, personaje que es atrapado como personaje del personaje que ha creado ...
Dijo Marguerite Duras: «A veces ocurre que, de pronto, pase por ti una historia, sin escritor para escribirla, tan sólo visible. Nítida. (...) Es raro. Pero puede ocurrir. Es maravilloso cuando ocurre.»

Lawrence Durrel y Henry Miller
https://blogindieo.wordpress.com/2013/03/18/henry-miller-y-lawrence-durrell/


Lawrence Durrell, el tiempo, el espacio y el amor en la escritura


La novela de Lawrence Durrell (1912-1990), El cuarteto de Alejandría: Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960), empieza cuando Darley, el escritor narrador, está listo para escribirla y reconstruir los recuerdos para ponerlos en la perspectiva de tiempo y espacio que permita contemplar y comprender la totalidad del conjunto de personajes, sucesos, lugares, etc., que actuaron y estuvieron allí en un momento y espacio específico de sus vidas, pero en un tiempo que no es propiamente el de la Historia (con mayúscula), sino en el que viven y se sienten los humanos a sí mismos y a su mundo. Son aquellos tiempos, previos y durante la II Guerra Mundial, cuando en El Cairo y, en especial, en Alejandría, se tejieron todas las intrigas y maromas que todavía hoy perturban al Medio Oriente y al resto del mundo y que fueran las consecuencias de un reparto de territorios y de los hombres que los habitaban para beneficiar a los vencedores, los nuevos poderoso se la tierra. Y en el medio, el conflicto de los árabes entre sí y de estos con los israelies.
Las tres primeras novelas del cuarteto narran los mismos acontecimientos desde tres puntos de vista diferentes, es decir, los tres lados del mismo espacio. La última novela es la dimensión del tiempo en el cual los eventos avanzan en el tiempo y alcanzan el desenlace.
Darley como Durrell, escribe su novela en una isla griega. Hay que recordar que Lawrence Durrell vivía en la isla griega de Corfu situada en el mar Egeo desde 1935. Allí recibió a su amigo Henry Miller en 1940, al que admiraba y apreciaba de manera muy especial y con quien, él y otros amigos de París, incluida Anaïs Nin, se propusieron crear un movimiento literario que expresara sus propias ideas y formas de escritura.
Pero será en Chipre donde Lawrence Durrell escribirá El cuarteto de Alejandría, toda esa historia en que se trasforman sus experiencias desde antes y durante la II Guerra Mundial, las que vivirá como funcionario diplomático británico. Allí en aquella ciudad conoció a Eve Cohen, su segunda esposa, quien será el modelo para el personaje de Justine.


29 de noviembre de 2018

Lecturas lúdicas – El escritor personaje-1 El escritor, personaje de sí mismo y de otros



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Lecturas lúdicas – El escritor personaje-1
El escritor, personaje de sí mismo y de otros


¡Hazte el que eres!, como aprendido tienes.
Píndaro, Píticas, II, 70.


Por Iván Rodrigo García Palacios


Madame Bovary soy yo”. Lo haya dicho o no Gustave Flaubert, lo cierto es que, como él, los personajes de las narraciones de los escritores son en buena parte ellos mismos y algunos cuantos de esos escritores hacen que sus personajes sean los escritores que son ellos mismos o que se convierten en personajes de otros escritores.
Ahora bien, estas encarnaciones o transposiciones literarias han sido motivo de múltiples estudios y propuestas teóricas. Sin embargo, como en las cosas humanas, se puede decir que cada caso es cada caso y que si bien existen familiaridades, será en los detalles propios y particulares de cada escritor que se determine la razón de ser de cada caso.
Es por ello que a continuación voy a mostrar someramente algunos ejemplos sobre esos asuntos para que cada lector haga sus propios análisis y saque sus propias conclusiones, pero, por sobre todo ello, para que se embarque en la aventura de la lectura de esos y otros escritores y sus obras y, ojalá, en la escritura de sus propias ideas.
Mejor dicho, esto es un juego de Lector ludi.

Fedor Dostoievski es Iván Petróvich (Vania), pero mucho más

En el primer párrafo de Humillados y ofendidos, Iván Petróvich (Vania), el personaje protagónico y narrador de la novela, un escritor venido a menos, anuncia que va a relatar “una aventura por demás extraña”, la que le ocurrirá la noche de ese 22 de marzo, al final de ese día durante el cual estuvo buscando una nueva habitación para mudarse, pues en la que estaba viviendo es húmeda e insalubre, pero no encuentra ninguna que le satisfaga. Es entonces que hace la siguiente digresión:


He observado que en las habitaciones exiguas, también los pensamientos padecen de estrechez. Siempre me ha gustado pasearme por mi habitación para pensar mis futuras novelas. Por cierto que en toda ocasión ha sido para mi más agradable meditar sobre mis obras e imaginar el modo de componerlas que escribirlas. Y no por pereza. ¿A qué se deberá esto?” (Fedor Dostoievski, Humillados y ofendidos).


Quien escribe lo anterior es Fedor Dostoievski en Humillados y ofendidos, novela publicada en 1861 y la primera de las grandes novelas que escribirá luego de regresar de la prisión en Siberia.
Lo que vale la pena destacar aquí es que Dostoievski, al igual que muchos otros escritores, también se encarna en sus personajes y que Iván Petróvich (Vania) es también su propia encarnación si tenemos en cuenta lo que dijo la esposa del escritor, Anna Grigorievna, en una anotación a las obras de su esposo: “él decía lo mismo que Vania: que las habitaciones estrechas dificultan la expansión de los pensamientos”, además, que iba y venía por su cuarto de trabajo cuando pensaba en sus novelas. Igual, su biógrafo Nikolái Strakhof, dijo que lo mismo que Iván Petróvich a Dostoievski le costaba gran esfuerzo empezar a escribir sus obras, pero que una vez había empezado lo hacía de manera imparable: “La abundancia de pensamientos y sentimientos que llenaban su cerebro y su alma no le permitían permanecer jamás ocioso, aunque lo anhelaba”.

Franz Kafka se encarna en Fedor Dostoievski

Pero lo de “la extraña aventura” que Iván Petróvich (Vania) va a narrar más adelante en aquella novela de Dostoievski, nos lleva a algo que es mucho más extraño y extraordinario, a la narrativa de otro escritor, el que, además de encarnarse en en sus propios personajes, encarnaba a los autores de las obras que tomaba como referencia de las suyas. Y ese es el caso de Franz Kafka quien hizo de Dostoievski y de sus novelas un modelo para las suyas.
Vamos por partes.
En el capítulo X de la primera parte de Humillados y ofendidos, antes de contar “la extraña aventura”, Dostoievski describe lo que será la ambientación anímica de la misma y a la que define como “terror o pavor místico”, el mismo que será el motivo para la ambientación de las narraciones de Kafka.
Pues resulta que para el primer semestre de 1910 Kafka tiene los primeros contactos con la obra de Dostoievski. Al principio del primer semestre de 1910 Kafka hace las primeras anotaciones en sus diarios de la lectura de la narrativa de Dostoievski y de su interpretación de aquel “terror o pavor místico”. Sin embargo, lo más importante es que para el verano de ese mismo año escribe un breve relato, al que titula Desdicha, que es la transposición “casi literal” de “la extraña aventura” que cuenta Iván Petróvich (Vania) en Humillados y ofendidos.
Es por ese proceso que Franz Kafka se encarna en Iván Petróvich (Vania) que, a su vez, es Fedor Dostoievski que se traspone en el Kafka que escribirá muchos de los relatos de un escritor llamado Franz Kafka a partir de 1910.

Zaratustra es Nietzsche despechado

Zaratustra es el personaje en el que Nietzsche se encarna para afrontar los dolores del parto del libro del que Lou Andreas Salome lo preñó: Así habló Zaratustra y del “despecho” en el que lo dejó su rechazo.
A manera de curiosidad literario-filosófica, se sabe que Lou “inició” a Nietzsche en la lectura de las obras de Dostoievski y que Kafka les leía fragmentos del Así habló Zaratustra a las muchachas para seducirlas.

Valery Larbaud es A. O. Barnabooth que es …

Archibald Olson Barnabooth es Valery Larbaud y Valery Larbaud es el crerador de Archibald Olson Barnabooth, ellos son un par de millonarios excéntricos dedicados a los placeres estéticos de la vida y de las artes como una expresión de la utilidad de lo inútil, el uno en la vida real y el otro en la ficción. Pero, más allá de esa aparente paradoja, la vida real y la vida de ficción de ambos, personaje y escritor, es también una asombrosa historia que tuvo sus mejores tiempos y que ha sido olvidada.
Valery Larbaud (1881-1957) fue narrador, poeta, crítico, ensayista, y si bien sus escritos tuvieron importancia y repercusiones en su tiempo, fue su actividad como mecenas y promotor de escritores y pintores en la inaccesible República de las Letras que es Francia, que es la antesala de Europa, con la que se estableció el sitio que va ocupar Valery Larbaud en la historia universal de las letras y las artes.
Por ejemplo. Gracias a Valery Larbaud, el Ulises de James Joyce se dio a conocer, primero con su publicación en inglés y luego con su traducción al francés. Otros autores y pintores a los que Valery Larbaud promovió fueron Samuel Butler, Ramón Gómez de la Serna, Gabriel Miró, Walt Whitman, José Asunción Silva, Mariano Azuela, Gerar Manley Hopkins, Ricardo Güiraldes y Alfonso Reyes, por mencionar algunos.

La gratitud de los latinoamericanos

Como se puede apreciar, no son pocos, los mencionados y muchos más los que no se mencionan, los escritores hispanoamericanos que promovió Valery Larbaud, razón por la que se le reconoció, se le recuerda y se le admira mucho mejor en estos territorios.
Por ejemplo, el mexicano Octavio Paz le dedicó intensos ensayos a su vida, su obra y sus peculiares excentricidades, tal uno en el que establece una conexión íntima entre Valery Larbaud y Fernando Pessoa por sus heterónimos (Revista Vuelta, febrero 1989).
Otro fue el colombiano Álvaro Mutis que le rinde homenaje en una conferencia dedicada a la vida y obra de Valery Larbaud, además de hacer el reconocimiento a su mecenazgo. Allí también Mutis cuenta su propia versión de la anécdota sobre el origen del nombre de Archibald Olson Barnabooth, el que considera como el resultado de una combinación. Esa la combinación que muchos años después dará origen a otra combinación, pero la que mostraré más adelante.
La explicación que da Álvaro Mutis, es que el nombre de Archibald Olson Barnabooth es el resultado de combinar el nombre de una localidad cercana a Londres, Barnes, y la marca Booth que distingue un consorcio farmacéutico ampliamente difundido en Inglaterra, luego de un viaje de Valery Labaud a ese país.
Y no es la única versión.
En el posfacio a la publicación de Obras completas de A. O. Banabooth, El pobre camisero, poesías, Diario íntimo (Ediciones Igitur, Tarragona, 2005) Adolfo García Ortega también hacer referencia al origen del nombre y del personaje Archibald Olson Barnabooth y señala que Valey Larbaud se inspiró «de la trágica muerte de un joven rico, Max Lebaudy y el recuerdo infantil de la lectura de una novela de Louis Boussenard, Le secret de M. Synthèse», que es la historia de un hombre riquísimo, capaz de comprar en un solo día “las propiedades de todo el planeta”.
En fin … una historia todavía sin final.

José Asunción Silva es José Fernández

¿Es posible que hubiera existido, desde antes que el mismo Valery Larbaud lo creara, un personaje con las mismas características de Archibald Olson Barnabooth?
Digo lo anterior, porque hay que recordar que Valery Larbaud fue uno de los promotores de la obra del poeta colombiano José Asunción Silva (1865-1896), quien fue el autor de una novela publicada casi treinta años después de su suicidio: De sobremesa, cuyo protagonista, José Fernández, es un millonario suramericano que cuenta un viaje a las luces del París del siglo XIX con sus placeres pasionales y estéticos, pero también de inquietudes políticas, filosóficas, literarias, en fin, artísticas, como se decía entonces de las aspiraciones intelectuales de personas y personajes burgueses. En fin, esa novela es una propuesta literaria revolucionaria malentendida en su momento, en la que José Asunción Silva expuso sus críticas a la sociedad bogotana y en general a la anacrónica sociedad suramericana.
Un detalle atener en cuenta, es que para finales del siglo XIX, en París eran celebres los millonarios suramericanos a los que se ridiculizaba por sus excentricidades y extravagancias por la forma de vivir y de gastar sus fortunas.
Y al decir lo anterior se me ocurre que las semejanzas entre José Fernández y Archibald Olson Barnabooth y Valery Larbaud, son evidentes y asombrosas, mucho más si se tiene en cuenta que el personaje de Valery Larbaud apenas es concebido en 1902 y aparece en su primera obra publicada en 1907, o sea, más de diez años después de que José Asunción Silva escribiera su De sobremesa. Eso sí, está claro que Valery Larbaud no leyó la novela de Silva para esa época, pues apenas fue publicada en 1925. Pero quizás si más tarde, pues la promoción de la obra de José Asunción Silva fue póstuma, porque para el momento en el que Valery Larbaud la conoció, el poeta colombiano ya hacía muchos años que había muerto.
Y claro, José Asunción Silva no fue un excéntrico millonario, pero con seguridad en medio de los problemas económicos que lo llevaron al suicidio, deseó haber sido … José Fernández.

Georges Perec es Percival Bartlebooth que es ...

Como lo anuncié antes, la historia de Archibald Olson Barnabooth tiene otros desdoblamientos. El protagonista de la novela de Geroges Perec, La vida instrucciones de uso, Percival Barthlebooth es en parte el propio Georges Perec, pero su nombre es la combinación de los nombres y de los personajes literarios de Archibald Olson Barnabooth de Valery Larbaud y Bartleby del relato del mismo nombre de Herman Melville. Pero Percival Bartlebooth no es un personaje escritor como Archibald Olson Barnabooth ni un escribano como Bartleby, sino que es un pintor, eso sí, un millonario excéntrico como aquel.
La excentricidad de Percival Bartlebooth consiste en que emprende el proyecto de pintar quinientas acuarelas de marinas durante veinte años y en diferentes puertos marinos de todo el mundo, las cuales son convertidas en un puzzles de setecientas cincuenta piezas cada uno, los que luego el mismo Percival Bartlebooth se dedicará a armar por los siguientes veinte años, lo que no logrará concluir, no podrá colocar la última pieza del último puzzle.
Además, Percival es también el nombre de uno de los caballeros de la Mesa Redonda del Rey Arturo, el que, originalmente, emprende la búsqueda del Santo Grial, no una, sino dos veces. Además, Chrétien de Troyes uncia con su primer libro, Percival, La leyenda del Santo Grial, lo que será la tradición de la materia caballeresca de la corte del Rey Arturo.
No hay que olvidar que La vida instrucciones de uso es, más que una novela, una construcción, en los más variados sentidos y uno de ellos es, precisamente, la del uso de numerosas referencias literarias y de otras fuentes.
Leer para creer.

Henry Miller es Henry Miller

A la obra de Henry Miller (1891-1980) se llega por muchos motivos, pero siempre se termina en la literatura que el inventó, esa en la que él es el personaje de su propia obra y su biografía es la materia de su narrativa y de algunos libros autobiográficos.
Desde comienzos de los años veinte del siglo XX, cuando Henry Miller empieza a escribir, él ya tiene claro cual será la materia de su narrativa, así que cuando escribe su primera novela, Moloch o Este mundo pagano (1927), apenas publicada en 1992, ya está allí todo de lo que va a escribir en adelante, sólo que esa novela es apenas el primer ejercicio para perfeccionar el estilo único y propio de Henry Miller: delirante y vital, en el que la sexualidad es la sustancia y la materia que lo convierte en fundador de esa literatura única a la que se pueden asociar otros escritores, por ejemplo, Louis Ferdinand Celine y Charles Bukowski.
En fin, Henry Miller se hizo famoso en 1934 cuando publicó su novela Trópico de Cáncer, la que trascurre en París y en Francia, en general, escenarios a los que Miller ha desplazado a ese personaje escritor que es él y que narra en primera persona los eventos más delirantes y vitales de su propia conciencia, sus relaciones con las mujeres, así como los eventos que suceden a su alrededor con sus amigos y amantes y esa sexualidad desbordada. Cabe destacar sus relaciones con Anaïs Nin (1903-1977), la que se puede decir que hizo de la escritura de diarios su propia literatura como una especie de espejo a la literatura de Henry Miller. Son muchos los diarios de Anaïs Nin ya publicados, hasta el punto de que se aclara de si cada versión ha sido o no censurada.
La otra obra famosa de Henry Miller es Trópico de Capricornio (1938) de la que se podría decir que es el relato previo al viaje de Miller a Francia y en la que se cuenta la vida del personaje escritor y su trabajo en Nueva York. Años más tarde, Henry Miller publicará una trilogía, La crucifixión rosada, compuesta por las novelas Sexus, Plexus y Nexus, en las que narra las aventuras sexuales y las peripecias vitales del peonaje escritor desde su adolescencia hasta sus trabajos varios y dispersos en Nueva York y, en particular, en esa compañía telegráfica que marcará la vida del protagonista.
En fin, la obra de Henry Miller tiene el mágico poder de que su lectura provoca unas ganas locas de ser escritor.

Philip Roth es Zuckerman encadenado

Con toda seguridad Philip Roth (1933-2018), leyó a Henry Miller, al igual que otros jóvenes aspirantes a escritores de su generación y la primera de sus novelas que se hizo popular fue El lamento de Portnoy (1969), cuyo personaje principal es un joven judío, el mismo Philip Roth y sus inquietudes existenciales, incluido el sexo. Luego vinieron otras novelas con variado éxito comercial.
Pero lo que ahora me interesa es ese período de 15 años durante los cuales la narrativa de Philip Roth establece una especial conexión kafkiana, Kafka incluido.
Esta etapa se inicia en 1972 con la novela El pecho (1972), cuyo personaje principal es un profesor de literatura, David Kepesh, quien compara sus desdichas con las del Gregor Samsa de La metamorfosis de Franz Kafka, al mismo tiempo que describe las sensaciones de su compleja vida sexual, igual a la de Kafka.
Philip Roth marcará el principio de esa etapa de Kafka con la novela El profesor del deseo (1977) en la que será otra vez el profesor David Kepesh el personaje principal y que concluye con la visita a la prostituta favorita de Kafka, una evidente referencia a la biografía de Kafka.
En una novela de 1974, Mi vida como hombre, el personaje escritor es Nathan Zukerman, el mismo que posteriormente será el escritor de las tres novelas que componen esa especia de trilogía, Zukeraman encadenado (1979 a 1983).
Es en las tres novelas agrupadas en Zukerman encadenado donde Nathan Zukerman ya es un escritor y en las que Philip Roth explora las relaciones del escritor con su escritura. La primera, La visita al maestro (1979), en la que Nathan Zukeraman es un joven escritor muy prometedor que al final vive una delirante relación con Ana Frank en sus fantasías de escritor. La segunda es Zuckerman desencadenado (1981), allí Philip Roth encarnado en Nathan Zuckerman habla de la escritura y del éxito de El lamento de Portnoy (1969). La tercera, La lección de anatomía (1983), en la que Philip Roth/Nathan Zukerman habla de la lucha contra la página en blanco y la crisis del escritor incapaz de volver a escribir otro éxito como aquel primero.
La trilogía tiene una especie de epílogo, La orgía de Praga (1985), con la que se cierra la etapa Kafka. En esta novela el que visita la Praga de Kafka es Nathan Zukerman y está narrada por las anotaciones de su diario. Ese viaje tiene como propósito encontrar el manuscrito de un escritor en yidis, evidente conexión con el Kafka que buscaba sus tradiciones judías en los judíos rusos y que quiso aprender yidis para poder escribir en ese idioma. También siente las penurias de los escritores e intelectuales en una sociedad totalitaria como la de entonces en la Europa del Este.
Esta conexión de Philip Roth con Franz Kafka no es gratuita, pues como aquel, también el hace su exploración de su raíces judías y como él, hace de sí mismo la materia de su escritura.

Roberto Bolaño es Arturo Belano y otros tantos

Roberto Bolaño (1953-2003) fue un obseso con los personajes escritores en su narrativa y ahora que todavía se están publicando los escritos que no publicó en vida y que se conservaron en sus archivos, es posible remontarse hasta finales de los años setenta y comienzos de los ochenta para descubrir, como sucede con la novela El espíritu de la ciencia ficción (1980?), que allí ya ha empezado a desarrollar a esos dos personajes escritores, jóvenes, amigos cercanos, habitantes de una ciudad de México alucinante y en la búsqueda de un destino incierto y de una realidad aterradora: la violencia política y de Estado y los asesinatos de muchas mujeres.
Uno de esos personajes escritores siempre es el mismo Roberto Bolaño y el otro, un amigo. En El espíritu de la ciencia ficción, novela publicada póstumamente, sus personajes escritores son Remo Morán y Jan Schrella que es Roberto Bolaño.
Se puede decir que El espíritu de la ciencia ficción, es la historia fundadora de la que se originará Los detectives salvajes (1998) y en la que Arturo Belano es Roberto Bolaño y Ulises Lima es Mario Santiago, Y 2666 (2004), en la cual Roberto Bolaño también es Benno von Archimboldi, el escritor perdido. Esta novela de cinco novelas es una gran sátira a la ciencia literaria.

Fernando Pessoa o el juego de las matrioskas rusas

Fernando Pessoa (1888-1935) es la máxima expresión de la heteronimía, que es esa acción mediante la que un escritor crea personajes/personas que son escritores como él y que son seres plenos y autónomos de su creador con su propia vida y obra.
Cada vez que se abre a Fernando Pessoa aparece, como en las muñecas rusas, otro autor, otro poeta, todos propios y distintos y un único cuerpo verdadero, hasta el mismo Fernando Pessoa es uno de ellos. Hasta ahora los estudiosos de su vida y obra han propuesto la existencia de 68 heterónimos identificables y como dije, incluido el propio Fernando Pessoa.
Los más conocidos son Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis, cada uno de ellos con biografía y obra literaria propia e independiente.

César Aira y el fracaso de los escritores

El escritor argentino César Aira (1949-) también muestra una especie de obsesión con los personajes escritores, en particular sobre sus posibilidades de éxito o fracaso en la vida literaria.
Para César Aira el escritor está siempre condenado al fracaso de su intención. En El Congreso de literatura (1997) un escritor llamado César tiene la intención de clonar a Carlos Fuentes para realizar su gran obra y extender su dominio al mundo entero, y la experiencia le sale fatal. En Cumpleaños (1999), un escritor cuenta precisamente cómo su obra proviene de intenciones que no tienen nada que ver con la literatura, conculcando así la idea de que hay intenciones literarias anteriores a la obra. En El mago (2002), un mago escritor hace todo por ocultar su magia porque tampoco él sabe cómo hace lo que hace.
En Parménides (2005), un escritor del siglo V antes de Cristo, Perinola, recibe el encargo de un prominente jerarca llamado Parménides de escribir un libro sobre la naturaleza que ya está escrito sin palabras “en su cabeza”. Perinola se va a encontrar rápidamente y durante años enfrentado a una situación inédita para él: mientras “quiere” escribir algo para Parménides, es decir para el poder, no logra escribir nada, y sólo cuando deja de “querer” escribir algo, se pone a escribir el Poema del ser de Parménides, que es, como todos sabemos, el texto fundador de la filosofía y de la poesía y más o menos de todo.

Juan Carlos Onetti es Eladio Linacero

La primera novela de Juan Carlos Onetti (1909-1994), El pozo (1939) es un diario escrito por el escritor Eladio Linacero. Esta breve novela será el antecedente de la narrativa de Onetti y en particular de su novela más famosa, La vida breve, en la que el personaje protagónico, Juan María Brausen, es un escritor de guiones cinematográficos para la publicidad y en la que junto con el otro guionista, su amigo Stein, van creando a Santa María, una ciudad de ficción, casi onírica; así como al personaje principal de ese guión, el médico Díaz Grey.
Santa María es también el escenario de la obra de Juan Carlos Onetti: "El astillero" (1961) "Juntacadáveres" (1964) y gran parte de su narrativa.

Al fin … por el principio

Cuando el lector llega a las últimas líneas descubre que en la historia que acaba de leer, Marcel, el personaje narrador, apenas esta pensando en cómo la va escribir.
Si, se trata de la novela de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido y sus siete volúmenes, una monumental exploración por la memoria y los recuerdos y por los mecanismos que los hacen funcionar.


Si me diese siquiera el tiempo suficiente para realizar mi obra, lo primero que haría sería describir en ella a los hombres ocupando un lugar sumamente grande (aunque para ello hubieran de parecer seres monstruosos), comparado con el muy restringido que se les asigna en el espacio, un lugar, por el contrario, prolongado sin límite en el Tiempo, puesto que, como gigantes sumergidos en los años, lindan simultáneamente con épocas tan distantes, entre las cuales vinieron a situarse tantos días” (Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. El tiempo recobrado. VII).


Así que, de regreso al principio, es por ello que la novela empieza con la evocación que hace Marcel de sus rutinas cuando en las horas de la noche se dispone para dormir, lo que lo lleva a recordar el Combray de su infancia y al momento en el que el recuerdo del sabor en la boca de una magdalena empapado en te le provoca el impulso para realizar la más extraordinaria exploración en la memoria y en sus recuerdos.


Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo” (Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. El camino de Swan, I).


Como lector que ya ha sido revolcado por la novela de Marcel Proust, les sugiero empezar su lectura por el volumen IV, Sodoma y Gomorra, seguir hasta el final y luego, como el mismo narrador escritor, regresar a los tres primeros volúmenes, me parece que hace que la lectura sean más emotiva y entusiasta.
Mejor dicho, felices lecturas.


Fin.

9 de noviembre de 2018

Lecturas lúdicas: El negocio de los libros-F De regreso a la oscuridad



Peter Gric, Android Pietà, 2015
https://cromoforalapalomaonlinegallery.blogspot.com/2015/05/peter-gric.html


Lecturas lúdicas: El negocio de los libros-F
De regreso a la oscuridad


Por Iván Rodrigo García Palacios


A manera de conclusión apresurada a esta serie de Lecturas lúdicas – El negocio de los libros, se me ocurren unos comentarios y algunas especulaciones.
Básicamente, desde la emergencia del Homo sapiens, los humanos se comunicaron entre sí, reprodujeron y conservaron los productos de su imaginación y de su pensamiento de manera oral, es decir, una trasmisión de generación en generación. Ese medio de comunicación y trasmisión del conocimiento y de los saberes duró por más de sesenta mil años hasta la invención de la escritura por parte de los sumerios, pero, aun así, habrían de pasar otros tres milenios para que la escritura se convirtiera en el medio que hoy conocemos y que se utiliza para producir, trasmitir y conservar esos productos de la imaginación y del pensamiento que son las artes, las ciencias, las filosofías, etc., es decir, para que se diera la transición de la cultura y de sus medios de la expresión oral a la escritura.
Pero lo más asombroso de esa transición no fue tanto el cambio de formato para la comunicación y la trasmisión del conocimiento y del saber, sino la evolución epigenética que ello significó para el cerebro.
Resulta que en el cerebro no existen áreas especializadas para le lectura y la escritura y que tales habilidades son el resultado del desarrollo de inventos recientes en la evolución. Pero, el cerebro si está dotado de una extraordinaria habilidad, la de adaptación, resultado a su vez de una cualidad especial: la plasticidad neuronal, es decir, la posibilidad de modificar las funciones neuronales y la de formar nuevos circuitos neuronales con habilidades y capacidades propias, es decir, de cambiar la organización cerebral. “El efecto Baldwin”.
Gracias a ello fue posible desarrollar las habilidades y capacidades de la lectura y la escritura, las que, a su vez, le han permitido al cerebro ampliar la capacidad de pensar y, con ello, a la humanidad para desarrollar las más poderosas formas de generar nuevos conocimientos y saberes y, a su vez, la de evolucionar por su cuenta y riesgo.


Un suceso universal


De los descubrimientos sobre estos asuntos escribió Maryanne Wolf en su libro: Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura.


Si echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha fomentado el desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad no fue el primer alfabeto, ni siquiera la repetición óptima de un alfabeto, sino la escritura en sí. Como el psicólogo ruso del siglo XX Lev Vigotsky decía, el acto de poner la palabras y los pensamientos por escrito estimula y en sí mismo cambia las ideas (Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje). A medida que los humanos fueron aprendiendo a utilizar la lengua escrita cada vez con más precisión para trasmitir sus ideas, su capacidad para el pensamiento abstracto y las ideas novedosas se incrementó”.
Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008, p. 86.


Y así vuelvo a recordar el epígrafe con el que arranqué esta serie de Lecturas lúdicas, para mostrar el por qué la escritura y la lectura han sido un suceso extraordinario para la humanidad en su conjunto y no para un hombre en particular.
Porque, para lograr lo que se ha logrado en este breve intervalo de tiempo evolutivo, ha sido necesaria la participación de cada vez un mayor número de humanos que aprenden la lectura y la escritura y que, a su vez, producen cada vez una mayor cantidad de conocimiento y saberes, o sea, una mayor cantidad de productos de la imaginación y del pensamiento para que así, cada vez más humanos, los trasciendan y generen a partir de ellos más de esos productos en una espiral infinita.
Eso supone una solución al enigma del por qué antes del invento de la escritura y por los más de dos mil quinientos años después de ello, el incremento del conocimiento y el saber fuera tan lento y escaso, porque eso explica que para que estos aumenten es necesario el que más individuos participen y lo produzcan, pero aun más, que lo trasciendan, es decir, que lo hagan cada vez más complejo, amplio y profundo.
Eso fue lo que sucedió en esos más de dos mil quinientos años que siguieron al invento de la escritura y del dinero por parte de los sumerios, porque, si bien, como lo dijo Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus, que ya cité antes, las civilizaciones que emergieron utilizaron la escritura y el dinero para conquistar y consolidar grandes imperios. Lo que no dijo, fue que el aprendizaje de tales habilidades de la mente se mantuvieron dentro de ámbitos cerrados y exclusivos, lo cual explica el por qué y por todo ese tiempo la cultura de la humanidad continuó siendo oral y que la escritura fuera solamente de uso para la economía doméstica, para los asuntos de gobierno y del Estado y, por supuesto, para el mantenimiento de las creencias religiosas y las religiones “del Libro”. Es por eso que aquellas civilizaciones antiguas fue poco lo que agregaron al patrimonio colectivo del saber y del conocimiento de la humanidad. Y digo poco en comparación con lo que sucedió luego.
Pues esa situación cambio a partir de la invención del negocio de los libros y la trasformación en la enseñanza y uso de la escritura y de la lectura, por parte de los griegos. Desde entonces, los saberes y el conocimiento de las civilizaciones occidentales se amplió exponecialmente en el curso de unos pocos siglos. Y quizás hubiera podido ser mucho más de no haber ocurrido la caída del Imperio Romano y la tragedia de la ascensión de los oscurantismos religiosos judeo-cristianos que volvieron, esta vez, a censurar el negocio de la escritura, la lectura y los libros, hasta su más mínima expresión y, con ello, a los productos de la imaginación y del pensamiento, pues las habilidades de los intelectuales quedaron circunscritas exclusivamente a asuntos teologales y los temas científicos fueron condenados a la clandestinidad y a sus autores a la muerte, si los pillaban. Ello porque únicamente el arte, pensamiento y ciencia de los libros sagrados eran “la verdad absoluta y única” y no se necesitaba ninguna otra verdad que la controvirtiera o la subvirtiera.
En consecuencia, se puede decir que el saber y el conocimiento se expanden en la medida en la que mayor cantidad de cerebros imaginando y pensando, participan y se expresan y ponen en circulación sus productos e ideas para que otros los trasciendan con su propia lectura trascendente. Y eso es precisamente lo que provoca el negocio de los libros, la escritura y la lectura, al poner al alcance de todos el conocimiento y los saberes de los otros.

https://www.google.com/search?client=ubuntu&channel=fs&biw=1221&bih=871&tbm=isch&sa=1&ei=mse7W82KBK2e_QafgKG4CQ&q=cerebro+procesador+de+data&oq=cerebro+procesador+de+data&gs_l=img.12...273467.280580.0.282740.0.0.0.0.0.0.0.0..0.0....0...1c.1.64.img..0.0.0....0._vQANNuPJVg#imgrc=KN-p256aazt1pM:


El cerebro procesador de datos


Sin embargo, esos logros están de nuevo en peligro, un peligro mayor que el del oscurantismo medieval: las nuevas tecnologías digitales están provocando una nueva evolución adaptativa del cerebro: el cerebro procesador de datos.
Según esto, el cerebro está volviendo a reorganizar los circuitos neuronales. Aquellos circuitos neuronales que se habían desarrollado con los inventos de la escritura y la lectura y que le daban la habilidad para realizar una lectura en profundidad, o sea, aquella que le permite trascender a partir de la materia de lo leído, lo que, a su vez, le permitía explorar en lo desconocido para así descubrir nuevos conocimientos y saberes, están siendo reorganizados hacia el simple procesamiento de datos, a la simple acumulación y repetición de los saberes ya establecidos. Y eso es una gran tragedia, porque ello significa limitar la imaginación y el pensamiento.
De acuerdo con lo expuesto por Maryanne Wolf, la neurocientífica cognitiva especializada en la lectura, citada antes, en sus libros Como aprendemos a leer (2007) y el más reciente, Reader, come home, aun no traducido al español, las nuevas tecnologías están atrofiando esas habilidades superiores del cerebro, pues, si bien el cerebro está desarrollando la habilidad de procesar simultáneamente grandes cantidades de información con los nuevos medios tecnológicos, también está perdiendo la habilidad del trascender de la lectura, es decir, la de dar sentido a lo que se lee y en consecuencia, a la invención de nuevas ideas y conocimientos.
Para cerrar el círculo de estas Lecturas lúdicas donde lo empecé , vuelvo a citar a Maryanne Wolf:
No pongo en duda la forma extraordinaria en que el mundo digital da vida a la realidad y la perspectiva de otras personas y culturas. Lo que sí me pregunto es si los lectores jóvenes típicos no consideran el análisis de texto y la búsqueda de niveles más profundos de significado como algo cada vez más anacrónico, a causa de lo tremendamente acostumbrados que están a la inmediatez y aparente globalidad de los datos que aparecen en pantalla, a los que pueden acceder sin que medie esfuerzo crítico y sin necesidad de ir más allá de la información recibida. Pregunto, por consiguiente, si nuestros niños están aprendiendo lo esencial de la lectura: trascender el texto.
(…)
Muchos estudiantes a los que les han salido los dientes accediendo con relativo poco esfuerzo a Internet puede que todavía no sepan pensar por sí mismos. Sus miradas se han estrechado a lo que ven y oyen con rapidez, y sin esfuerzo y tienen demasiadas pocas razones para pensar apartados de nuestras cajas tontas más flamantes y sofisticadas. Estos estudiantes no son analfabetos, pero tal vez nunca lleguen a convertirse en lectores expertos. Puede que durante esa fase del desarrollo lector en que la capacidad crítica es guiada, modelada, se practica y se pule, no hayan sido estimulados a explotar el súmmum del cerebro lector totalmente desarrollado: el tiempo para pensar por su cuenta”.
(Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008), pp. 262-263).
Y, a manera de agregado: “pensar por su cuenta”, para mi, significa elaborar nuevas ideas, conocimientos, saberes y, lo más importante, saber trasmitirlos a los demás.



https://fundacionescrituras.org/la-fundacion-escrituras-pone-en-marcha-el-proyecto-donde-va-la-escritura-digital-un-debate-publico


La escritura se va muriendo


Y esa es la otra gran tragedia que está ocurriendo: ya tampoco se desarrolla y realiza la buena escritura.
Son muchos los científicos que estudian el cerebro lector y promueven la lectura como la gran habilidad y capacidad del desarrollo de la mente. Pero son muy pocos los que hacen lo mismo por la escritura, como si la escritura fuera apenas un apéndice de la lectura. Nada más falso. La escritura es mucho más que eso, pero es poco lo que se sabe. Valdría la pena estudiar y divulgar ese conocimiento y saberes.
O, para empezar a “desfacer ese entuerto”, es necesario intentar responderse a las preguntas: qué, como y por qué son y funcionan tanto la lectura como la escritura.
A manera de intento. La lectura es un proceso que funciona de afuera hacia adentro y la escritura en sentido contrario. En la lectura se trata de desentrañar los sentidos y los significados que quiere compartir y comunicar un escritor. En la escritura se trata de darle sentidos y significados con palabras a lo que se quiere expresar, compartir y comunicar. Ver: Lev Vygotsky Pensamiento y lenguaje y por supuesto, a los neurocientíficos cognitivos que ahora estudian estos asuntos del sentido y el significado.
En fin, la cosa es compleja y merece un mejor estudio que desentrañe los propósitos, las intenciones, la mecánica cerebral, la mecánica cultural, etc. del funcionamiento de la lectura y la escritura como acciones superiores de la mente humana.
Y esto nos conduce a los motivos de los peligros y a las alarmas que nos advierten de esos peligros.
Resulta que el lenguaje y los idiomas están siendo erosionados por la velocidad y la simpleza de los medios digitales. Se escribe sin pensar y lo que se quiere expresar se expresa con memes tan simples que apenas si invocan emociones y sentimientos simples y superficiales de placer o dolor, los que, a su vez, desatan emociones casi primarias que impulsan a la acción irreflexiva.
Me llama la atención, por ejemplo, que la misma Maryanne Wolf destaca la importancia, de la escritura, pero, a partir de allí se olvida de la escritura y concentra su investigación en la lectura, en el cerebro lector, dejando de lado la escritura, el cerebro escritor, lo que me lleva a pensar que ella, como muchos otros neurocientíficos cognitivos, consideran a la escritura como algo similar, un apéndice de la lectura, algo que está ahí porque ese es su lugar y porque sus aportes son parte del paisaje. Lo que no debe ser así como traté de definir antes.
Sin embargo, si se mira bien, la escritura es una función que implica, además de los circuitos y procesos de la lectura, otros que le son propios y necesarios, pues, en primer lugar, no es lo mismo organizar el pensamiento y la imaginación a partir de la lectura, que, en segundo lugar, organizar la imaginación y el pensamiento para escribir lo que se imagina y se piensa. Y, para acabar de ajustar, el escribir exige habilidades motoras que es necesario coordinar con lo que se imagina y se piensa. En la lectura, por otra parte, se usan los ojos y los procesos visuales de otra manera de como lo hacemos al escribir. Así que se puede deducir que tanto la lectura como la escritura contribuyen a desarrollar una nueva organización de los circuitos neuronales y del cerebro, pero cada una en áreas y funciones propias y especializadas. Habrá que espera a que se realicen la investigaciones adecuadas.
Mejor dicho, tanto la lectura como la escritura son fundamentales en el desarrollo del de la imaginación y del pensamiento, pero tanto la una como la otra lo hacen de manera diferente, al igual que lo son sus aportes al descubrimiento de conocimiento y la acumulación de saber que también son diferentes. Basta con reflexionar un poco sobre el asunto.
Por eso llamo la atención sobre las teorías de Lev Vigotsky, quien, hace cerca de cien años y sin las herramientas de los neurocientíficos actuales, pero sí con la genialidad de su capacidad de observación, deducción, intuición y síntesis, fue capaz de anticipar la importancia que la escritura tiene para la evolución del cerebro humano y para el desarrollo de las habilidades superiores de la mente. O dicho de otra manera, la escritura es la mejor herramienta para producir conocimiento y saberes.


Nuestras investigaciones han demostrado que el desarrollo de la escritura no repite la historia evolutiva del habla. El lenguaje escrito es una función lingüística separada, que difiere del lenguaje oral tanto en estructura como en su forma de funcionamiento. Aun su desarrollo mínimo requiere un alto nivel de abstracción. Es habla en pensamiento e imagen solamente, a la que le faltan las cualidades musicales, expresivas y de entonación del lenguaje oral”.
Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje, Obras completas, volumen II, Visor, Madrid, 1993, p. 229.


El libro de Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje está dedicado a estos asuntos.


Sin la escritura … la oscuridad


La escritura es el ejercicio mediante el cual la mente elabora los productos de su imaginación y de su pensamiento para ser compartidos con los otros y así sumar y multiplicar los saberes a la cultura de la humanidad.
Sin la escritura la mente se vuelve simple, dócil y doméstica, fácil víctima para ser sometida y dominada por aquellos que manipulan las emociones y sentimientos con estímulos que desatan las emociones y bloquean la capacidad reflexiva.
Sin escritura no se desarrolla el buen sentido crítico y, peor, se pierden el conocimiento y los saberes en el olvido de la memoria oral.
Mejor dicho, este de la escritura es un asunto que bien merece la pena ser explorado. Pero tendrá que ser en otro momento.


https://www.elempresario.com/noticias/tecnologia/2017/06/28/que_para_que_sirve_nube_40624_1108.html


El imaginar y el pensar conectados a la “nube”


Y, en medio de esas tragedias, otra más. Se están perdiendo las habilidades de imaginar y de pensar, así como también las habilidades para descubrir conocimiento y producir saberes. Denunciar esa nueva tragedia, es en buena parte el propósito de Maryanne Wolf al investigar y divulgar los perversos efectos que la intenet está teniendo sobre los cerebros de los humanos. Pero, también, lo peor, el que la sociedad no se preocupa de que sus sistemas educativos están contribuyendo a ello, pues, en su afán de producir mano de obra barata y calificada para alimentar la codicia del sistema capitalista y que además considera un desperdicio el que se invierta cualquier recurso y el que se realice cualquier esfuerzo en desarrollar adecuadamente las habilidades más superiores de la mente de los estudiantes en todos los niveles, o sean, la imaginación y el pensamiento.
Por todo ello vuelvo a insistir en mi cuento: no hay nada tan placentero como la Lectura y la Escritura lúdica, la naturaleza enseña sus maravillas por medio de los juegos, pero no esos juegos mecanizados, sino los juegos que hacen pensamientos por medio de los sentimientos y de la imaginación para ser pintados, escritos y divulgados. Y ahí es donde interviene el negocio de los libros, sean estos en papel y tinta o en pixeles y luz, son campos de juego maravillosos para desarrollar las habilidades de la imaginación y el pensamiento.


-Fin-



1 de noviembre de 2018

Lecturas lúdicas: El negocio de los libros-E La literatura y el negocio de los libros



Ilustración para El cementerio de los libros olvidados
http://somatosphere.net/2014/01/top-of-the-heap-angela-garcia.html/attachment-5


Lecturas lúdicas: El negocio de los libros-E
La literatura y el negocio de los libros


Por Iván Rodrigo García Palacios


Para darle un recreo a esta serie de Lecturas lúdicas sobre el negocio de los libros, he aquí unos cuentos contados por los novelistas:
Al escritor español Carlos Ruiz Zafón se le ocurrió la forma de contar una de las más extraordinaria historias sobre los libros que un niño quisiera conocer: tratar de dar respuesta a la pregunta: ¿dónde van los libros de los que ya nadie se acuerda? Y para ello, nada mejor que contar la historia de un librero que inicia a su hijo en los misterios de El cementerio de los libros olvidados. Esta historia la cuenta Carlos Ruiz Zafón en la primera novela, La sombra del viento que hace parte de una tetralogía titulada.
Así comienza el cuento:
EL CEMENTERIO DE LOS LIBROS OLVIDADOS
Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido” (Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento).
Los tres restantes volúmenes de la tetralogía continuarán con el desarrollo del resto de la historia de aquel niño y la trama de aventuras e intrigas que se van sucediendo a medida que va pasando la historia en la ciudad de Barcelona desde los años 20 hasta los cincuenta, Guerra Civil y dictadura franquista, incluidas.

Stefan Zweig in Ossining, New York in 1941, seven years after he fled the ascendant Nazism of Europe.
https://www.newyorker.com/books/page-turner/when-its-too-late-to-stop-fascism-according-to-stefan-zweig


Stefan Sweig, un hombre de libros


Al norte, en Alemania, otro escritor, este con un fin trágico, nos recuerda aquella época de comienzos del siglo XX en la que el Imperio Austrohúngro se desintegraba y provocaba la primera La Gran Guerra y la destrucción de la civilización europea, la que luego se vuelve catástrofe durante la segunda Gran Guerra.
Stefan Zweig, con su relato o novela breve, Mendel, el hombre de los libros, nos cuenta del oficio y de los trágicos eventos que destruyen la vida de Mendel, un librero, buscador de libros antiguos y raros por encargo, todo porque los servicios secretos de seguridad del Imperio descubren que es un inmigrante ilegal en Viena. Ese asunto de los inmigrantes ilegales no es cosa de ahora.
He aquí la presentación de Mendel:
Un compañero de la universidad, algo mayor que yo, me condujo a Mendel. Entonces yo investigaba al, incluso hoy, poco conocido médico y magnetizador paracélsico Mesmer, con poca suerte, por cierto; pues las obras básicas eran insuficientes, y el bibliotecario, al que como incauto novato pedí información, me respondió con un gruñido antipático que los datos bibliográficos eran cosa mía y no suya. Entonces aquel compañero me citó por primera vez su nombre.
Iré contigo a ver a Mendel —me prometió—, él sabe todo y lo consigue todo, es capaz de traerte el libro más esotérico del librero de viejo alemán más olvidado. Es el hombre más eficaz de Viena y, además, un original, un dinosaurio libresco prehistórico en vías de extinción.
Fuimos juntos al Café Gluck, y allí estaba, Mendel, el de los libros, con sus lentes, su barba descuidada, vestido de negro, meciéndose mientras leía como un arbusto oscuro en el viento. Nos acercamos, pero él no se inmutó. Sentado leía y mecía el torso sobre la mesa, como una pagoda, y a su espalda colgaba del gancho su abrigo cuarteado y negro, bien relleno de revistas y papelotes. Mi amigo tosió enérgicamente para anunciamos. Pero Mendel, las gruesas lentes pegadas al libro, seguía sin darse cuenta. Entonces mi amigo golpeó con los nudillos sobre la mesa, tan fuerte y audible como se llama a una puerta; por fin Mendel alzó la vista, empujó las gafas enmarcadas en acero hacia la frente con rapidez mecánica, y bajo las cejas revueltas de un color gris ceniza nos salieron al encuentro dos ojos extraordinarios, pequeños, negros, despiertos, ojos rápidos, agudos e inquietos como una lengua de serpiente. Mi amigo me presentó y yo expuse mi asunto, quejándome —como me había aconsejado astutamente mi amigo— con énfasis exagerado del bibliotecario que no había querido darme información. Mendel se echó hacia atrás y escupió cuidadosamente. Entonces soltó una risa breve y dijo con fuerte acento oriental:
Con que no ha querido ¿eh? ¡No ha podido, amigo mío! Es un Parch, un asno bataneado con pelo gris. Le conozco, para desgracia mía, desde hace veinte años, pero no ha aprendido nada desde entonces. ¡Cobrar su sueldo, es lo único que saben hacer! Deberían picar piedras, estos señores doctores, en vez de cuidar los libros” (Stefan Zweig, Mendel el de los libros).


http://antoniosaz.blogspot.com/2014/11/fahrenheit-451-1966-francois-truffaut.html


La temperatura a la que arde el papel


La quema de libros se ha dado a lo largo de la historia de la civilización, desde los emperadores chinos, hasta la quema de libros en Berlín el 10 de mayo de 1933 o durante La Revolución Cultural China de Mao Zedong, de 1966 a 1976.
Y hablando de especialistas en quemar libros, un buen ejemplo literario lo ofrece la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, la temperatura a la que arde el papel.
En un Estado distópico, en el cual los libros están prohibidos, se crea un ejército especializado en perseguir a los poseedores de libros y a quemar todo ejemplar o biblioteca que descubran, incluso a sus propietarios, si se oponen.
Todo trascurre sin problemas para la fuerza incendiaria hasta que uno de los miembros de ese ejército descubre el amor y, enamorado, se enamora también de los libros.
Pero así como el Estado se propone la incineración de los libros, un grupo de personas se impone la misión de salvarlos y para conservar los libros y burlar la acción de las fuerzas incendiarios, esos grupos organizan la resistencia a ese Estado y para conservar los libros se inventan lo que llaman los Hombres-libro, es decir, personas que memorizan un libro y lo conservan en su memoria para ser trasmitido a otros y mantenerlos preservados de generación en generación.
A partir de esta novela se han realizado dos películas. La primera y la versión considerada clásica, la del director francés François Truffaut y una versión comercial reciente producida y emitida por los canales de Streaming de HBO en 2018.


George Grosz. Punishment
https://whenyouwereapostcard.postx2.com/post/79878444903/george-grosz-punishment-strafe-1934


Un hombre-libro incinerado


Otra novela sobre la quema de libros es la de Elias Canetti, Auto de fe, publicada en 1935, en la que desde el mismo título se hace referencia a una época en la que tanto los libros como sus dueños eran quemados en nombre la fe religiosa.
Antes que Ray Bradbury, Elias Canetti propuso la existencia de hombres-libro, pero más allá de ello, se hizo eco de la quema de libros de los nazis en 1933, pero mucho más, anticipó la perversión con la que esos nazis destruirían a Europa bajo el fuego de sus cañones y bombas unos años más tarde y, con ello, buena parte del patrimonio cultural occidental de siglos.
Peter Kien es un profesor experto sinólogo y dueño de una biblioteca con 25.000 volúmenes, la más grande e importante de su ciudad quien termina su vida en la locura e incinerado por el incendio de su propia biblioteca.
He aquí un fragmento de la explicación que el mismo Elias Canetti escribió sobre esta su única obra de ficción y novela:
El personaje principal de este libro, conocido hoy como Kien, era designado en los primeros esbozos con una B., abreviatura de Büchermensch (hombre-libro). Pues así, como un hombre-libro, lo tenía ante mis ojos, a tal punto que su relación con los libros era mucho más importante que él mismo. El componerse de libros era entonces su único atributo, y no tenía ningún otro. Cuando por fin me puse a escribir su historia en forma coherente, le di el nombre de Brand (Incendio). En este nombre estaba contenido su final: tenía que acabar en un incendio. Mientras yo ignoraba aún cómo iría progresando la novela, una cosa era segura ya desde el comienzo: él se prendería fuego junto con sus libros y ardería con su biblioteca en el incendio que provocase; por eso se llamaba Brand. Así pues, sus dos nombres anteriores, Büchermensch y Brand, fueron desde el comienzo el único dato seguro sobre su persona” (Elias Canetti,
Ensayo extraído del libro de Elias Canetti Das Gewissen der Worte, Cari Hanser Verlag, 1973).
Me parece interesante llamar la atención sobre lo que Elias Canetti hace decir a su protagonista sobre lo que debiera ser lectura para los niños y de la mercancía que les ofrecen las librerías:
Kien sintió lástima. El chico estaba corrompiendo su espíritu tierno y tal vez ávido de lecturas con esa infame pacotilla. Años después, quizá leyese más de un libro infecto sólo por haberse familiarizado desde niño con el título. ¿Cómo limitar la receptividad de los primeros años? En cuanto un niño aprende a caminar y a deletrear, queda a merced tanto del pavimento de una calle mal asfaltada, como de la mercadería de cualquier pobre infeliz que —el diablo sabrá por qué— se dedicó a vender libros. Los niños pequeños debieran crecer en grandes bibliotecas particulares. El contacto diario y exclusivo con espíritus serios, una atmósfera intelectual, sombría y apacible, y un tenaz esfuerzo de adaptación al orden más riguroso, tanto en el tiempo como en el espacio, ¿qué mejor manera de ayudar a esos seres tiernos en su juventud? Pero el único hombre que, en esa ciudad, poseía una biblioteca digna de consideración, era el propio Kien”.


Podría deducir que Elias Canetti anticipó en su novela Auto de fe, las consecuencias de la perdida de las habilidades de la lectura. Claro que si, como todos los artistas, anticipó el futuro, pero también hay que decir que en esa novela Elias Canetti denuncia el ascenso del nazismo, el fascismo y los populismos que arrasaron a Europa y buena parte del mundo en la II Guerra Mundial. Algo que ahora se repite.
¿Está condenada la humanidad a su autodestrucción? Esa podría ser la metáfora de Auto de fe. Un autodestrucción cada vez con medios más poderosos y eficaces.
Bien puede ser, la naturaleza todo lo construye y todo lo destruye de acuerdo con su ley.


En la próxima y última Lectura lúdica – El negocio de los libros, unas denuncias y algunas conclusiones.







Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

Lectura en grupo. https://elpais.com/elpais/2014/12/12/album/1418422523_273005.html Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, ch...