15 de diciembre de 2007

LECTOR LUDI-52: Del infierno de la depresión

LECTOR LUDI-52

Del infierno de la depresión

a la tierra prometida de la transformación


Por Iván Rodrigo García Palacios


¿Son mentales, orgánicas o genéticas, las causas de la depresión? La respuesta justa sería: "todas a una", así médicos, psiquiatras y psicólogos se empeñen en atribuirle la causa a la una o a las otras.

Iguales confusiones que se presentan al determinar la naturaleza de la depresión para las mujeres y para los hombres, porque sus organismos y mentes, siendo similares, son diferentes y como tales funcionan.

Y, para mayores confusiones, todo lo que sucede en el cuerpo es y está en estrecha y simultánea correspondencia de causas y efectos con la mente, por lo que, para ser precisos, es imposible separar lo mental de lo orgánico a la hora de precisar el origen de la depresión y de la casi totalidad de los fenómenos psicosomáticos. Aun más, al determinar una precedencia se entra en el ámbito de lo paradójico: "¿qué fue primero: el huevo o la gallina?".

En tales condiciones, cualquier reflexión que se emprenda, específicamente, sobre la depresión, así sea con hipótesis descabelladas como estas, debe eliminarse toda precedencia absoluta como punto de partida y, al mismo tiempo, debe considerar que lo mental y lo orgánico actúan en estrecha y simultánea correspondencia como se dijo atrás.

Al reflexionar sobre la depresión me he encontrado con excesiva información, lo cual puede parecer positivo, siempre y cuando el lector común no tenga que enfrentar los obstáculos de carecer de una previa formación científica en la materia o, lo que considero peor: la mayor parte del exceso de esa información ha sido convertida en guías o manuales de autoayuda de una superficialidad y ánimo comercial que repugna y la hace completamente inútil.

Por esos motivos apoyé mis reflexiones en la información que consideré útil y pertinente, tomada, no sólo del ámbito de estudio y terapia de la depresión, sino también de otros ámbitos de estudio conectados, relacionados y correspondientes con ella: neurociencias, antropología, sociología, psicología, filosofía, etc.

Al hacer el análisis de esa información utilicé mis propias experiencias y observaciones sobre las personas cercana con el fin de desarrollar una metodología reflexiva que me permitiera explorar la naturaleza de los fenómenos depresivos en un ámbito real y concreto, conectando las circunstancias y condiciones tanto de lo natural como de lo cultural del Homo-Humano.

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Dada la casi imposible fijación del momento del origen y de las causas de la depresión, así como por la volatilidad y volubilidad de sus síntomas o manifestaciones, era necesario determinar unas circunstancias y condiciones en las cuales un estado depresivo se presentara y actuara de manera constante y regular en cualquier persona saludable tanto mental como orgánicamente y el cual bien pudiera evolucionar en un proceso natural, con principio y fin determinados o, por el contrario, convertirse en un estado patológico.

¿Existía un estado que cumplirá con tales condiciones? Sí.

En mis reflexiones sobre el enamoramiento, me encontré con le presencia necesaria de un estado depresivo al que había denominado "Estado agónico" (1), el cual es precedente a lo que Francesco Alberoni denomina "Estado naciente" (2).

Al tratar el tema del "Estado agónico", escribí:

"El enamoramiento es, pues, un poderoso fenómeno, puramente humano, que se desata en aquellas circunstancias cuando el cerebro y la mente se saturan de fuerzas eróticas, emocionales e intelectuales, frustradas, las cuales le es imposible satisfacer, expresar o eliminar de manera fluida y natural, por los procesos normales. O, bien, porque la sobrecarga es excesiva. O, bien, porque no se han desarrollado las funciones fisiológicas, cerebrales y mentales necesarias para ello, provocando que la imaginación, las emociones y el pensamiento creen un estado ilusorio de impotencia. En fin, cuando el individuo se siente incapaz de controlar su vida, su ánimo y su cuerpo.

Esta especie de congestión orgánico-mental que es, simultáneamente, un estado de ánimo de angustia y ansiedad psicológicas y una sensación de enfermedad orgánica, es una situación abrumadora, cuyos síntomas son dolorosos. Se siente el desaliento corporal y la confusión mental como si fueran una misma y extrema sensación.

Al mismo tiempo, la persona se visualiza en situaciones imaginarias y desmesuradas de estar en ilusorios territorios de brillantes horizontes de felicidad y éxito, lo mismo que sentirse perdido en tenebrosos y brumosos bosques plagados de ciénagas y enemigos ocultos a la caída de una noche oscura y tormentosa, paralizado por el miedo y una dolorosa ansiedad.

Este primer estado crítico, previo al enamoramiento que denomino “Estado agónico”, obliga al cerebro y a la mente a buscar una salida urgente, la cual encuentran ante el mínimo y adecuado pretexto que logre desatar lo que Francesco Alberoni ha denominado y explicado como el “Estado Naciente” (3).

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Es necesario comenzar por plantear algunos de los paradigmas y mitos, así como las limitaciones y confusiones, que las ciencias mantienen sobre la depresión anímica, para así poder pasar a analizar con mayor amplitud las conexiones, correspondencias y relaciones con el "Estado agónico", su naturaleza, causas, efectos y, lo más importante, como punto de partida para enfrentar y manejar la depresión antes de que esta se convierta en patología.

La neurobiología, la medicina, la psiquiatría y la psicología, todavía no han producido información cierta sobre los fenómenos del enamoramiento y lo más próximo que en ellas se encuentra sobre el tema, es que confunden el enamoramiento con estados obsesivos, adicciones o depresiones, todo ello de una manera generalizada, por la semejanza tanto de sus procesos cerebrales como por su sintomatología.

Es cierto que a partir de los fenómenos del enamoramiento y por causas ajenas a su naturaleza, por algunas circunstancias y condiciones patológicas preexistentes en el individuo, un proceso de enamoramiento puede derivar hacia estados patológicos, pero no se puede decir que el enamoramiento sea su causa.

Los estados patológicos: obsesión, adicción y depresión, han sido mejor estudiados y precisados por las ciencias en sus aspectos de procesos cerebrales, orgánicos y genéticos. Sin embargo, sus correspondencias mente/cerebro, dado lo desconocido y las polémicas sobre la naturaleza de la mente y de lo mental, no han sido precisadas con la misma certeza.

Consecuentemente, el tratamiento que se les ha dado al diagnóstico y la terapia de estas patologías, sigue siendo confuso y, muchas veces, "más dañino el remedio que la enfermedad", porque al no establecerse la natural correspondencia de lo mental con lo orgánico, cualquier intervención que se realice será paliativa o errónea.

Esos son temas que dada su sensibilidad y especialización dejo para que sean las ciencias las que los resuelvan. Por mi parte, concentro mis reflexiones e hipótesis descabelladas en proponer un enfoque evolutivo y natural de la depresión de la misma naturaleza que el que propuse anteriormente para el enamoramiento.

La depresión, como el enamoramiento, es un mecanismo evolutivo, que manejado de manera natural, conduce a una transformación del Homo-Humano, transformación más evidente en lo mental pero también con efectos orgánicos.

Mecanismo evolutivo que, como todo lo relacionado con los asuntos de la evolución natural, no es cuestión ni de calidad ni de moral, es algo que corresponde a las leyes de la vida y la materia, por más metafísicas con las que se le quiera confundir.

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Antes de analizar el "Estado agónico" o la depresión pre-enamoramiento, he aquí algunas consideraciones sobre la causa y origen de lo que se denomina la depresión anímica.

¿En qué momento y por cuáles causas se origina la depresión?

La respuesta cierta para esta pregunta todavía no existe. Sobre lo que sí se pueden proponer hipótesis descabelladas, es que, por motivos de correspondencias mentales, cerebrales, orgánicas y genéticas, en algún momento y por causas internas, externas y evolutivas, el cerebro y con él la mente y el organismo, inician un proceso de ajustes en respuesta a tales causas, causas que pueden ser provocadas bien por un estado mental o por un estado orgánico o por una consecuencia genética.

El estado mental es el más difícil de establecer, aunque no imposible. Lo más común es que en algún momento, la mente, al igual que sucede con el cuerpo, empiece a disminuir su capacidad de estímulo, entusiasmo y capacidad de continuar y resistir lo que percibe como motivación para vivir: pensamiento y acción se vuelven opacos y oscuros; desanimados y desalentados.

Es en este punto donde la causa es imprecisable, porque así como puede iniciarse por un estado puramente mental, también lo puede ser por una causa orgánica o genética, por supuesto, más evidentes estas últimas. O, en el mejor de los casos y lo más probable y cierto, es que el origen se deba a todas esas causas, simultánea o correspondientemente.

Una mente que se oscurece o un cuerpo que se desalienta por falta de saludables rutinas de actividad creativa y física, se desentona, pierden su estado "físico" y tienden hacia la atrofia y la enfermedad.

El desánimo mental o el decaimiento físico pueden ser causa y efecto de lo uno o de lo otro o el origen simultáneo de tales consecuencias. Por supuesto, también deben considerarse como factores de decaimiento a las enfermedades causadas por virus, bacterias u otros agentes biológicos; sin embargo, estas serán más virulentas si, por causas anímicas, se ha debilitado el sistema inmunológico.

Lo cierto es que, como ante cualquier otro estado patológico, al inicio de la depresión también se disparan los mecanismos de defensa, mentales y físicos, del cuerpo. Si este esta fuerte y saludable, será capaz de derrotar aquello que lo afecta, se curará a sí mismo, pero si no, mente y cuerpo se enferman en un proceso progresivo de degradación anímica y física.

En tales circunstancias, ese estado patológico es tratado con medicinas para la mente y el organismo, cada vez más poderosas y agresivas, que desgraciadamente y por lo que se afirmó más atrás, atacan o bien los síntomas, o bien sólo la parte orgánica, o bien y lo que es peor, se lo confronta con un tratamiento psicológico confuso y distorsionado que no contempla las causas y orígenes reales y concretos.

En fin, esos son ya asuntos de los "doctores..." y a ellos los dejo en su consciencia.

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Mi asunto es la depresión como mecanismo evolutivo, el cual, a través del enamoramiento o, si se quiere llamarlo de otra forma, a través de "la alegría de enamorarse", conduce a la transformación mental y física del Homo-Humano.

Como ya lo dije atrás, cuando el cuerpo, el cerebro y la mente alcanzan estados de saturación, es decir, cuando su capacidad para actuar es limitada o reprimida por sus propios recursos y capacidades, estos buscan las formas de correr los límites, abrir las fronteras hacia un horizonte más amplio.

Esta situación puede ser desatada por una crisis, caso en el cual se cae en la depresión. Depresión que en sus primeras etapas bien puede ser prevenida y manejada a través de actividades que sometan al cuerpo y a la mente a esfuerzos y logros cada vez mayores o placenteros, por medio de los cuales aumentar paulatinamente la potencia de la fuerza y la capacidad de resistencia ante esfuerzos mayores y prologados. Algo así como un permanente entrenamiento de alto rendimiento que aumente la capacidad mental y física al más alto grado posible.

Esto se explica por ejemplos sencillos y cotidianos. Si se quiere que el cuerpo mejore su desempeño, se le mantiene saludable por medio de una buena alimentación y una adecuada actividad física, al mismo tiempo que anímica

Si se desea que el cerebro se mantenga saludable, además de la buena dieta y la adecuada actividad física, es necesario mantenerlo en progresiva actividad, adecuada alerta y ejercitarlo en el desarrollo de las conexiones neuronales existentes y en el cambio y creación de las conexiones neuronales necesarias para mejorar su estado físico-químico y su capacidad de resistencia a las condiciones de la presión cotidiana y a las presiones aun mayores y emergentes en un mundo cada vez más deshumanizado.

El antiguo precepto griego continúa vigente:

"Mente sana en cuerpo sano".

Por supuesto, viceversa: un cuerpo sano por una mente sana.

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Una mente saludable será cada vez más poderosa, amplia y profunda. Será capaz de enfrentar retos mayores, de alcanzar mejores logros para sí misma y para aquellos que le interesan, así como será capaz de enfrentar cada vez mayores desafíos. Esto podría considerarse un proceso evolutivo natural pero controlado.

El otro tipo de proceso evolutivo, si se desarrolla de forma natural, es el que se sucede en el enamoramiento o en la "alegría de enamorarse", el que, para desatarse y desarrollarse, debe pasar por cuatro estadios necesarios:

1) El "Estado agónico" o depresión por saturación, ya explicado.

2) El "Estado naciente", "La alegría de enamorarse", o estadio de "Euforia extática" o lo que podría llamarse un momento epifánico.

3) El agotamiento, fin de la energía y de las ansias de la "Euforia extática" o, para ponerlo en otro sentido, el hastío o rechazo a nuevos estímulos que provoca la plenitud.

4) El “Estado de Renacimiento”, o la transformación de mente y cuerpo y el cierre del ciclo para dar inicio a uno nuevo. O, como Dante: "¡Incipit vita nova!".

La definición y descripción breve de estos estadios es:

1) El "Estado agónico" o depresión por saturación ya fue definido y descrito atrás. Agrego la descripción que hace Francesco Alberoni que complementa mi anterior explicación y que se aplica igual a aquellos procesos que no necesariamente desatan un enamoramiento pero sí un estado extremo de entusiasmo o de "alegría de enamorarse", como lo he denominado:

"El período que precede a la aparición del Estado Naciente el individuo padece un estado de Tensión Creciente, de insatisfacción. Tiene la impresión de vivir de modo falso, inauténtico. Un estado que corresponde a la tensión y la asfixia que el feto sufre en el útero materno al término del embarazo. En la vida adulta nos sentimos sofocados, prisioneros, cuando nuestro impulso vital, nuestro deseo de vivir se ve trabado por las normas, las relaciones sociales, por instituciones escleróticas. Es la Sobrecarga Depresiva. Entonces la tensión entre el impulso vital y las estructuras que lo comprimen llegan a un umbral en el que el sistema se desintegra, explota.

Este proceso, en términos absolutamente generales, es un aumento progresivo del desorden, de la Entropía hasta el umbral en el cual el sistema se hace añicos. Pero, como ha mostrado Ilya Prigogine, si tiene suficiente energía, el sistema no muere, sufre una metamorfosis, asume otra estructura, cambia de forma. En nuestra psique, esta transición de un orden a otro se da a través de una experiencia particular, el Estado Naciente" (4).

2) El "Estado naciente" o estadio de "Euforia extática", o "La alegría de enamorarse", o el momento epifánico es, según la definición y descripción de Francesco Alberoni:

"El enamoramiento es el Estado Naciente de un movimiento colectivo de dos" (5).

Agrega:

"Roto el cascarón que lo apresaba, el individuo vive una excitante experiencia de liberación, de euforia, una expansión del yo. Se encuentra en un mundo en el que ya no existen los vínculos, las obligaciones, los obstáculos de su mundo interior y en el que la vida es feliz, fresca, auténtica; en el que los colores son más vivos y todas las cosas resplandecientes y maravillosas. Y a él se entrega lleno de energía, de esperanza, deslumbrado y con el corazón latiendo fuerte, pero con la experiencia regocijante de que todo es posible nuevamente. Es un renacimiento: "¡Incipit vita nova!" (6).

El "gatillo" que dispara el "Estado naciente" será explicado en el siguiente LECTOR LUDI-53.

3) El agotamiento, fin de la energía y de las ansias de la "Euforia extática" o para ponerlo en otro sentido, el hastío o rechazo a nuevos estímulos que provoca la plenitud es, según mi definición y descripción anteriores:

"Este es otro estadio, intenso y doloroso, de obligatorio cumplimiento que da inicio a la culminación del enamoramiento, al que Alberoni llama “Petrificación” (7), pero al que él considera, más bien, fortuito.

Según Alberoni, el enamoramiento puede concluir o, bien, convertido en amor, ese estado que une a las personas, y a sus existencias y en el cual se forman las parejas estables en las que se funda la institución familiar.

Ese amor tan omnipresente, elusivo y confuso del que también se podría pensar que es esa fuerza que existe más allá de lo humano, ese Eros platónico que une y mantiene unidas la materia y la energía del universo para crear las formas. En fin, de ese amor que incluye a todas esas razones y motivos sobre los que la literatura, la filosofía y las ciencias, tanto han divagado o precisado por siglos.

O, bien, el enamoramiento, según lo dice Alberoni, da paso al “Desenamoramiento” (8), un proceso que lleva a la terminación paulatina del “Estado Naciente”.

Por mi parte, pienso que, al estadio de euforia extática le sigue un estadio obligado de depresión pos eufórico, similar al que se presenta tras intensos sucesos de fiesta o alegría, pero que para el caso del enamoramiento, es el estadio en el cual el cerebro y la mente se desintoxican y buscan recuperase tanto de los remanentes y desperdicios de la saturación del “Estado agónico” como de los excesos producidos y utilizados durante el “Estado Naciente”.

Pero, además y más importante, es en esa depresión pos eufórica cuando se realiza la instalación y fijación de aquellas transformaciones logradas durante el “Estado Naciente”, las que, en ese proceso, quedarán instaladas y fijadas hasta la siguiente saturación.

Esa instalación y fijación, son lo que constituirán el “Estado de Renacimiento” (9).

4) El “Estado de Renacimiento” o la transformación de mente y cuerpo, así como cierre del ciclo para dar inicio a uno nuevo, como también ya lo había definido y descrito en mis LECTOR LUDI anteriores:

"Con fenómenos y sucesos menos evidentes y espectaculares que los del “Estado Agónico” y los del “Estado Naciente”, el “Estado de Renacimiento” es la conclusión natural y el propósito final de las transformaciones que provoca el enamoramiento.

Siempre y cuando el enamoramiento se hubiere desarrollado normal y saludablemente, pues, también es posible que en la intensa sacudida mental, emocional y física del enamoramiento, al individuo se le despierten patologías emocionales preexistentes. Asunto, este último, que no se va a tratar, por el momento.

Ahora bien, el “Estado de Renacimiento” se inicia al concluir el estadio de depresión pos eufórico, cuando el desenamorado, al igual que sucede con aquel que ha padecido una enfermedad penosa y dolorosa, sin saber cómo ni por qué ni en qué momento, se olvida de sus penas y, casi, de si alguna vez estuvo enfermo o enamorado.

Sólo que en el desenamorado, además de esos olvidos, si bien no se olvida a la persona real y concreta que fue el motivo de sus alegrías y tristezas, si se olvida totalmente de la persona extraordinaria a la que su imaginación inventó a partir de ese modelo tan vacuo y se pregunta: ¿por qué ella?, pues ya ni la percibe ni la siente con aquel brillo y poder con el que la percibía al estallar la sobrecarga de energía con el que se desató su “Estado Naciente”. Y, todavía más, se pregunta: ¿Qué sucedió? ¿Por qué me sucedió?... Y, ¿ahora qué?

¿Qué ha sucedido? Resulta que aquel ser extraordinario que el enamorado cree que es el objeto de su enamoramiento, no lo es tal, porque es una imagen, imaginaria e ilusoria, que se le fijó durante el desarrollo de su mente e imaginación emocional y que permanece, latente, en la memoria y en las imágenes de sus nostalgias. Un ser de fantasía que se proyecta e impone sobre un individuo real y concreto, con muy pocas variaciones, cada vez que se inicia todo proceso del enamoramiento. Es una imagen sublimada, la de su Beatriz ideal que lo conducirá, algún día, al paraíso.

Es, en ese momento, el del olvido o la evaporación de la amada ideal, cuando ya le ha sucedido al desenamorado, como se anotó atrás, la gran transformación, aquella en la que, sin dejar de ser lo que era, se ha transmutado en otro nuevo, es él mismo, el que continuará transformándose, con variaciones de duración e intensidad, hasta la muerte, cada vez que es poseído por el enamoramiento.

Y, ¿cuáles son esas transformaciones?

Tras cada desenamoramiento al individuo le han quedado fijados, total o parcialmente, en su cerebro, mente y memoria, las nuevas conexiones neuronales, la expansión de su capacidad mental y ha incorporado la nueva información y los nuevos conocimientos adquiridos durante el “Estado Naciente”.

Como todos los estados y estadios anteriores, el “Estado de Renacimiento” es igualmente temporal y con el paso de los días, lo que es, el inicial estado de saludable y maravillosa armonía y bienestar, anímico y físico, se irá convirtiendo en algo común y rutinario, se irá degradando y obsoletizando por los impactos de una realidad que obliga a la formalización y normalización de las novedades adquiridas, si es que se desea mantener control y dominio sobre ellas. El desenamorado va retornado a su vida monótona y opaca.

Es que, el paso del tiempo y los sucesos, hacen que la nostalgia de lo ilusorio se vaya apoderando del ánimo y se anhele, ardorosamente, recobrar el brillo de la belleza añorada y la visión de aquellas hermosas formas, soñadas.

Los ojos cansados por la monotonía, dejan de encandilarse con el brillo de aquella ya remota fuente de la luz. El tacto extraña la sutil y tersa suavidad de aquella piel, de aquella Beatriz nunca acariciada y sentirá asperezas en toda otra piel que toca. Los olores y sabores recordados pierden su intensidad y profundidad y se siente que el gozo ya no es aquel gozo.

Entonces, la nostalgia y la melancolía se aferran con sus garras poderosas al corazón y a la mente para así iniciar el nuevo círculo de aquel estado maravilloso: el enamoramiento.

Jamás el corazón humano dejará de anhelar y desear un retorno al paraíso perdido" (10).

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Como en el poema de Francisco Luís Bernárdez, el mejor remedio para la depresión, la fuerza más poderosa tras de las grandes obras de la humanidad y la fuente de las mieles de la eterna juventud, es el enamoramiento perpetuo, la alegría de enamorarse todo el tiempo de las más bellas personas y de las cosas excelsas de la vida.

O, como lo dijo el trágico y desdichado, pero glorioso, J. C. Friedrich Hölderlin (1770-1843) enloquecido por sus excesos de perpetuo enamorado:

"¿Pretendéis que me apacigüe? ¿Que domine

este amor ardiente y gozoso, este impulso

hacia la verdad suprema? ¿Que cante

mi canto del cisne al borde del sepulcro

donde os complacéis en encerrarnos vivos?

¡Perdonadme!, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra

el oleaje surgente de la vida

hierve impaciente en su angosto lecho

hasta el día en que descansar en su mar natal".

(Empédocles: El joven a sus juiciosos consejeros).

Pero ese será el tema del LECTOR LUDI-53: "La alegría de enamorarse" o "La fuente de la eterna juventud", para lo cual convocaré las musas de la poesía y de las ciencias.

NOTAS

(1) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico-EROS ALQUÍMICO, capítulo 1, 2a. parte.

(2) Francesco Alberoni, Enamoramiento y amor, Gedisa, Barcelona, 1980 (167 p.) y Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004 (163 p.).

(3) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico-EROS ALQUÍMICO, capítulo 1, 2a. parte.

(4) Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa, Barcelona, 2004 (163 p.), pp. 26-27

(5) Francesco Alberoni, Enamoramiento y amor..., p. 9.

(6) Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento... p. 27

(7) Francesco Alberoni, Enamoramiento y amor,... p. 105

(8) Francesco Alberoni, Enamoramiento y amor,... p. 113

(9) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico-EROS ALQUÍMICO, capítulo 1, 2a. parte.

(10) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico-EROS ALQUÍMICO, capítulo 1, 2a. parte.

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