El
principito, una guía de "iniciación"
para
el Lector Ludi autodidacto
Iván Rodrigo García Palacios
El
principito, una guía de "iniciación"
para
el Lector Ludi autodidacto
Leer:
es ver el aquí y ahora.
Lectura:
es mirar y contemplar el aquí y ahora para viajar más allá.
Una
obra de arte, cualquier obra de arte; un texto, cualquier texto, son
objeto o materia para la lectura, tantas lecturas como la mente del
Homo-Humano pueda inventar. Lecturas que pueden determinarse desde la
materia o la escritura misma de quien la realizó o lo escribió,
hasta el otro extremo, en las señales, símbolos, gestos, imágenes,
signos, estructuras, sistemas, reglas, etc. que lo conforman y
expresan sus significantes y significados, todo ello en ausencia de
su autor, pero en su presencia como el realizador de su obra, obra
que es un producto de su sí mismo.
Toda
obra de los Homo-Humanos es, simultáneamente, obra de arte y obra
pedagógica y didáctica, bien por su expresión estética o bien por
su finalidad técnica. De esa manera, las obras de los Homo-Humanos,
son obras de arte mediante las cuales se conserva la memoria y se
trasmite conocimiento. Obras de arte para ser leídas.
***
Son
comunes y abundantes, a veces excesivamente abundantes, los estudios
en los que se analizan e interpretan las obras de arte tanto para
establecer sus valores estéticos como para explorar sus contenidos
de verdad filosófica, antropológica, sociológica, ideológica,
psicológica, política, religiosa, filológica, etc. Sin embargo,
son pocos, a veces muy escasos, los estudios de las obras de arte en
los cuales se emprenda un análisis e interpretación de los
contenidos de verdad pedagógica y didáctica, aun cuando se las
utilice abundantemente como materiales educativos y de enseñanza.
Es
cierto, los estudios de la primera clase son intelectualmente
importantes y valiosos porque aportan conocimientos y saberes a la
sociedad, es más, se los considera de gran prestigio y hacen
prestigiosos a sus autores, pero ello no implica el que los estudios
de la segunda clase no sean igualmente importantes, sólo que
pareciera que estudiar las acciones y las actividades prácticas de
los Homo-Humanos careciera de esa aureola de prestigio que se otorga
tan ampliamente a las actividades de alto vuelo de la abstracción
intelectual. Es necesario reconocer que tanto las unas como las otras
son fundamentales para descubrir conocimiento y su aplicación.
Podría
justificarse que tal discriminación se deba a alguna perversión
cultural en la cual se le birlen o se le nieguen a los contenidos de
verdad pedagógica y didáctica, sus valores de verdad filosófica y
existencial, lo cual es una injusticia, porque desde la más remota
antigüedad, así como en la cuna de la civilización occidental, la
más antigua de la antigüedad griega, los ahora considerados Sabios
y de ahí en adelante los filósofos de la naturaleza, posteriormente
llamados científicos, han considerado la verdad pedagógica y
didáctica como la más importante de las finalidades de su trabajo y
reflexión. Ellos se consideraban maestros. El mismo propósito se le
debe atribuir al trabajo y reflexión de todos aquellos que en todos
los ámbitos del conocimiento se han preocupado por plantear,
proponer, enseñar y llevar "más allá", poética o
científicamente, las teorías y las prácticas sobre aquellos
asuntos que mejoran la vida y la existencia de los Homo-Humanos para
la actividad cotidiana.
Y
es que aquellos griegos arcaicos, quienes habían aprendido de muchos
otros sabios anteriores, pero que se proponían ir mucho más allá,
consideraban y sabían que las obras de arte son materiales en los
que se expresan y conservan las memorias y los conocimientos, las
cuales y los cuales son los fundamentos para el descubrimiento de los
nuevos conocimientos y que es fundamental su trasmisión a los que
vendrán luego para que los los superen.
Es
por ello que, en una genealogía que rescate la importancia de los
contenidos de verdad pedagógica y didáctica de las obras de arte,
es del caso considerar que en las obras conservadas de los antiguos
griegos, y en las cuales se expresaban y explicaban los mitos,
cosmologías, ciencias, filosofías, etc., por medio de poemas,
dramas y prosas, así como en esculturas, pinturas, arquitecturas,
artesanías, etc., a lo que ellos le otorgaban la mayor importancia,
aun por sobre sus valores estéticos, era a la acción, a la
actividad de las personas como una forma de analizar, interpretar y
descubrir el conocimiento que les permitiera vivir mejor y llevar una
existencia de mayor bienestar individual y colectivo.
Una
lectura de las obras desde Homero y Hesíodo, pasando por poetas,
filósofos, dramaturgos, etc., hasta Píndaro, Epicuro, Hipócrates,
Arquímedes y a los helénicos, sin descartar sus propósitos
ideológicos, mostrará como en sus obras predomina la expresión,
explicación y comunicación de sus saberes y experiencias
pedagógicas y didácticas para que sus lectores se sirvieran y se
aprovecharan de ellas. Iguales propósitos pedagógicos y didácticos
inspiraron a los artistas, a los poetas y a los filósofos romanos.
Lo
que siguió, es otra historia, la emergencia del cristianismo y del
Islam y su asunción al poder, agregaron, a aquellos propósitos
pedagógicos y didácticos de las obras de arte, una exagerada y
determinante función proselitista que pretendía unificar las
creencias y someter las voluntades al servicio de la fe y al poder de
la religión, y, por sobre todos, a controlar las consciencias de
aquellos que exploraban en los enigmas de la Naturaleza.
Esa
intrusión ideológica de las religiones monoteístas, significó el
que se reprimiera el contenido de verdad pedagógica y didáctica de
aquellas obras de arte que no se sometieran a aceptar, promulgar y
sostener los dogmas y doctrinas establecidas y, en consecuencia, a
que la realización y la lectura de las obras de arte dejó de ser
una actividad por la que se exploraba y descubría conocimiento y se
conservaba su memoria, para convertirse en actividad mecánica y
estéril.
Pero,
como es imposible reprimir y anular el anhelo de los Homo-Humanos, en
la clandestinidad, enfrentando todos los riesgos y valiéndose de las
herramientas de la inteligencia, subrepticiamente, los logros y
propósitos de aquellos griegos, helénicos y romanos, se preservaron
y persistieron vivos y dinámicos en una lucha que con lentitud,
todavía hoy, se empeña en desentrañar, de entre todas las
supersticiones, lo verdaderamente humano.
***
Si
todo acto u objeto resultante de la actividad humana es una obra de
arte, es el producto de su actividad inventiva y de su habilidad,
entonces, se puede aislar, para su exploración y estudio, el
contenido de verdad pedagógica y didáctica de una obra de arte sin
el menor detrimento de sus demás contenidos y valores.
Sin
embargo, por su intención manifiesta y métodos expresivos, aquellas
obras de arte cuyo propósito es el de comunicar un conocimiento
concreto y práctico, analítico y especulativo, etc., tal el caso de
las obras científicas y filosóficas, es más fácil de identificar
en sus contenidos de verdad, en contraposición al contenido de
verdad de aquellas obras de arte en las que la intención y los
métodos expresivos no han sido mediados por un sistema establecido y
universal, tal el caso de las obras poéticas, plásticas, musicales,
etc. Por supuesto, ello no quiere decir que en las primeras no se
consideren sus valores estéticos y en las segundas sus valores
concretos y prácticos.
***
Una
de las obras literarias y poéticas más bellas del siglo XX, es El
principito, de Antoine de Saint-Exupéry, sin embargo, entre los
innumerable estudios críticos que he leído y en los cuales se
analizan e interpretan sus valores estéticos, filosóficos,
políticos, etc. y hasta se exagera en bizarras interpretaciones
psicoanalíticas y teológicas, no he encontrado ninguno en el que
siquiera se sugiera una hipótesis, así sea tan descabellada, como
la que propongo:
El
principito es una guía de iniciación para acceder a la Lectura
Lúdica, de la misma naturaleza y condición como lo es una guía de
iniciación en el acceso a la mística, El filosofo autodidacto, del
filósofo y místico al-Andalus, Abu Bakr Ibn Tufayl. Ambos libros
proponen un viaje existencial en el que un niño se trasforma y
retorna a la "morada" de su sí mismo, a La Sabiduría del
Espíritu.
Hayy
Ibn Yaqzan, el personaje de Ibn Tufayl, viaja desde la materia de la
naturaleza a la natural materia del espíritu. Y el narrador de El
principito viaja, desde los recuerdos de su infancia, por los
planetas de un cosmos en los que se van desvelando, a través de los
relatos del pequeño hombrecito, las claves del Gran Misterio y, a la
vez, se satirizan las mezquindades y grandezas de los adultos. El
principito, al igual que Hayy, retorna trasformado a la "morada"
de su sí mismo.
¿Es
el pequeño príncipe la representación del niño perdido del
narrador desde la infancia? ¿Es ese, el pequeño hombrecito, el que
se mantiene vivo y continúa creciendo en lo más profundo del
espíritu?
Una
lectura lúdica de El principito, sin detrimento de sus valores
estéticos y filosóficos, muestra, en los primeros párrafos, que lo
que el autor presenta es la imagen de un niño al que los adultos han
frustrado, tergiversado, reprimido y cambiado, trastocando su natural
visión y lectura del mundo y su forma de sentirlo, leerlo,
aprehenderlo, interpretarlo, comprenderlo, conocerlo, para obligarlo
a leer de acuerdo con las normas impuestas por la cultura, mediadas
por una educación y enseñanza sistematizadas, homogeneizadas e
ideologizadas, en la cual los sentimientos, la imaginación y la
creatividad, así como la generación de bios y zoe,
vida y existencia, están subordinados a la obtención de utilidades
en el sistema productivo, en el logos. Una cultura que
destruye lo ariadnico y lo dionisiaco, malinterpretado lo erótico,
en beneficio de lo apolíneo (1).
Si
se lee, con sentimientos, imaginación y creatividad, se descubrirá
que lo que El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, expresa,
expone y explica, es exactamente el proceso mediante el cual, aquel
niño, ya adulto, recuerda y aprende cómo regenerarse, restaurarse o
rehacerse, de nuevo, en aquel niño, en ese lector natural que él
era y, al mismo tiempo, expresa, expone y explica, los beneficios que
ello provoca y produce, tanto para la vida práctica, como para el
bienestar de la existencia intelectual, emocional y anímica, cuando
se las rescata. El principito es así una guía de iniciación y es
el proceso que debe seguir todo aquel que aspire a sanar su mente,
curando antes su cerebro.
El
proceso de regeneración, restauración y trasformación del sí
mismo se inicia en el momento en el que el aspirante a iniciado se
pierde en la soledad total, en este caso en un desierto desolado, y
es confrontado por la aparición de El principito, quien le exige que
le dibuje un cordero, pero un cordero que no es un cordero que se
dibuje con los trazos del logos, sino un cordero que viva en
una pequeña caja, como corresponde a un cordero concebido por y para
el sentimiento, la imaginación, la vida y la existencia, tal cual
como lo fue aquella boa de su primer dibujo nunca olvidado y el que
siempre es malinterpretado por las personas mayores.
De
esta forma, el iniciado debe volver a empezar de nuevo su existencia,
desde el principio, desde cuando su primer dibujo fue una boa que se
tragó un elefante, para así confrontarse con los obstáculos que
aprisionan su sí mismo en una cultura contrahecha y empieza a
aprender y a vivir una nueva vida y una nueva existencia, un
aprendizaje que se inicia aprendiendo a dibujar un cordero en una
caja.
Aprendizaje
que luego se irá desarrollando durante el viaje que llevará a El
principito de regreso a casa, la casa originaria, la casa de los
sentimientos, de la imaginación y de la creatividad, a la que no se
puede retornar con el cuerpo de la materia, porque esa casa es, al
fin y al cabo, la misma casa a la que el iniciado retorna para, como
El principito, poder cuidar a su misteriosa rosa. Este es el viaje de
retorno desde el mundo de lo apolíneo, del logos, hasta "la
morada" de lo ariadnico y lo dionisiaco, luego de que lo erótico
ha ejercitado su labor (2).
La
primera prueba del iniciado será la desprenderse de las palabras,
para así aprender a comprender, no con las palabras, sino con los
sentimientos y con la imaginación. Esto sucederá cuando el iniciado
comprenda las diferencias entre el lenguajes de las personas mayores
y el lenguaje de los niños, cuando se comprende la vida y se
descubre que una historia debe contarse así:
"Era una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo..." Para aquellos que comprenden la vida, esto hubiera parecido más real" (El principito).
Ese
es el momento de iniciar el viaje por el cosmos, por los mundos y por
los planetas, en los cuales, para El principito, existen y se
explican las verdades oscuras y las verdades luminosas de la
naturaleza humana, las mismas que para el iniciado se van desvelando
paso a paso hasta alcanzar el conocimiento del Gran Misterio:
"Es un gran misterio. Para vosotros, que también amáis el principito, como para mí, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe donde, un cordero que no conocemos ha comido, sí o no, a una rosa...- Mirad al cielo. Preguntad: ¿el cordero, si o no, ha comido a la flor? Y veréis cómo todo cambia...¡Y ninguna persona mayor comprenderá jamás que tenga tanta importancia " (El principito).
Ese
es el Gran Misterio: la rosa es la frágil sabiduría natural del
niño, la que es necesario regenerar y aprender a cultivar, proteger
y cuidar de los constantes embates del mundo de las personas mayores.
Corresponde
ahora al Lector Ludi emprender su propio viaje, ese que lo lleve a
descubrir las claves secretas de El Gran Misterio, las que están
ocultas en los planetas y mundos que las personas mayores se inventan
y se construyen para disimular sus miedos, enmascarar sus
mezquindades y ser esclavos de las ideologías que niegan la
importancia de la vida y del sano existir.
¿Porqué
las personas mayores complican tanto las cosas?
NOTAS
(1)
Iván Rodrigo García Palacios,
Ser y palabra de mujer, II, capítulo 2.
En el ámbito de la
mitología griega, que es la que marca la cultura occidental, los
motivos, figuras y contenidos de "lo femenino"y "lo
masculino" se le atribuyeron a muchas y diversas diosas y
dioses, según los atributos muy específicos que ejercían en su
actuación.
Sin embargo, en los dioses,
Eros, Dionisios, Ápolo, se expresan atributos compartidos tanto para
los hombres como para las mujeres, homogeneizando lo que debiera
también ser específico para ambos sexos. Es a partir de esos tres
motivos, figuras y contenidos, que los interpretes modernos han
desarrollado las concepciones de lo erótico, de lo dionisiaco y de
lo apolíneo, al igual y tan válido para ambos sexos, como lo fuera
para los griegos.
Lo dionisiaco y lo apolíneo,
ha sido explicado y comprendido con mayor ilustración, sin embargo y
pese al exceso de lo que se dice de lo erótico, es más lo confuso
que lo claro, porque se ignora y se niega su origen.
Porque Eros es el dios sin
padre, el poder cosmogónico primordial que todo lo somete, todo lo
construye y todo lo destruye. Muchos
siglos antes de que los griegos las llamaran Eros y las ciencias
modernas entropía, los Homo-Humanos reconocían la presencia de
aquellas fuerzas que todo lo domina, todo lo construyen y todo lo
destruyen, porque la materia del universo, bajo el poder de Eros, se
forma y se trasforma en el accionar permanente y continúo de Armonía
y Discordia para dar origen, devenir y fin, a las cosas sensibles: La
Gran Ley de las Trasformaciones.
Es por ello por lo que no se
ha intentado, pero que es necesario integrar en esas concepciones
mitológicas y sus interpretaciones, la especificidad por el sexo, de
los motivos, figuras y contenidos, de una conciencia y una visión de
lo propiamente femenino, mejor, del Ser de la mujer, que, si se
analiza e interpreta adecuadamente, ya estaba presente en la propia
mitología griega, pero a la que se ha ignorado y excluido.
Se trata del motivo, figura
y contenido, de La Gran Diosa Madre, la que los griegos tomaron de
los minoicos, pero a la que sincretizaron hasta diluirla en sus
muchas diosas. Esa Gran Diosa Madre minoica era Ariadna.
La
Ariadna minoica es la representación de La Gran Diosa Madre
paleolítica, motivo y figura que los micénicos llevaron hasta
Eleusis en el siglo XVI a. C., como "La Luminosísima",
junto con su culto y ritos de celebración de la miel, del vino, del
trigo y de la cebada, realizados al final del verano, los que dieron
origen a las celebraciones de los Misterios de Eleusis.
Luego, las diversas
culturas griegas, interpretaron, representaron y trasformaron a
Ariadna en La Dama del Laberinto, así como en esas otras y diversas
formas, figuras y motivos, más conocidos por la mitología y las
leyendas griegas, arcaicas y clásicas, mediante las cuales, de diosa
primordial, "matricial", paso a ser diosa "patricial",
sometida bajo el poder patriarcal de Dionisios y Apolo.
Es
por ello que las tradicionales interpretaciones de lo dionisiaco y lo
apolíneo deben complementarse con lo ariadnico y lo erótico. En
primer lugar, lo ariadnico, porque ese es el sentido de que es
Ariadna la que da a luz y preserva la vida y la vitalidad, la que
propicia la resurrección de la Vida (bios)
y el renacimiento en la Vida (zoe).
Ariadna es la diosa minoica que engendra a Dionisios, para que sea su
esposo y el padre de su hijo, que es, también, él mismo, Dionisios:
resurrección y renacimiento, el ciclo de la vida. Y, en segundo
lugar, porque es por el poder de Eros que todo se construye y todo se
destruye: eterno retorno de la vida y de la existencia desde la
muerte.
(2) Giorgio Colli, La sabiduría griega, II, Trotta, Madrid p. 16:
"La salvación consiste en recuperar el pasado, porque
precisamente ahí es donde se disipan todas las apariencias y se nos
da la posibilidad de ver al dios y, en consecuencia, de trasformarnos
a nosotros mismos en seres divinos. Y ese es Dionisios. A eso alude
la profecía que subyace en Epiménides. En cambio, Apolo dirige la
atención hacia el futuro, pues su instrumento es la palabra; y la
palabra saca a la luz ciertos aspectos de lo oculto mediante una
difusión clarificadora -donde la palabra que interpreta es a su vez,
interpretada- y en la dirección que manifiesta lo abstracto. Pero
para Epiménides -y para los griegos que alcanzaron el conocimiento-
el futuro entero está ya contenido en el pasado primigenio, de modo
que la comprensión que se puede obtener sobre el futuro lejano
depende de la visión del pasado divino que en él se manifiesta".