29 de agosto de 2006

LECTOR LUDI-35

Las mujeres... crían cuervos

- La violencia institucionalizada como estrategia de supervivencia
- Una patahistoria de la salud emocional de los Homo-Humanos
- El Antiguo Testamento como referente antropológico
- "El paraíso perdido" de la solidaridad
- La paranoia, madre de los mayores logros de la humanidad

Por Iván Rodrigo García Palacios

PRIMERA PARTE:
DE LA NECESIDAD AL MALTRATO INFANTIL

Las mujeres crían a sus hijos varones como al hombres soñado y, a sus hijas, tal y como fueron criadas por sus madres.

El resultado, hombres emocionalmente controladores y mujeres emocionalmente resentidas.

Y, si me atengo al secular mito, prejuicio o paradigma, según el cual, por una parte, los padres, varones, tradicionalmente apenas si actúan como modelos y representación del poder (o la autoridad o la disciplina o el liderazgo, como eufemísticamente le gusta llamarlo a la cultura) y que, por la otra parte, establece que las madres son las directamente implicadas y responsables de la crianza, podría afirmar que la reproducción cultural de los roles patriarcal y machista, así como que el del sometimiento femenino, según el matriarcalismo y feminismo, tiene su mayor "carga" (para utilizar ese término tan posmodernamente psicoanalítico y sociológico) por "culpa" de la mujer.

Como quien dice y para ironizar: Las mujeres son víctimas de sus propios frutos.

FEMINISMO DESENFOCADO

Algunas de las contradicciones que encuentro al leer las posturas de casi todos y todas, cuando reflexionan y analizan las relaciones de género, es que parten del presupuesto de que estas relaciones enfermizas se dan ya entre personas adultas, excluyendo el echo de que la formación, establecimiento y desarrollo, de las formas como se dan esas relaciones se originan y definen a partir del momento mismo del nacimiento.

El adulto, por lo que sé, es ya la suma y resultado de la totalidad de la evolución de su biografía vital, en la cual, los inicios o las iniciaciones, son puntos de partida que influyen por el resto de la existencia y, de lo cual, sus comportamientos son la consecuencia. Por lo tanto y de sana lógica, sería improcedente realizar un análisis que no incluya, hasta donde sea posible, la totalidad de la materia analizada.

La reproducción cultural y el origen de la formación, establecimiento y desarrollo, de esas relaciones, se remonta al principio de la historia de la evolución del Homo-Humano, como lo han tratado de demostrar antropólogos, psicólogos, sociólogos, historiadores, etc., revolucionarios y "políticamente incorrectos", a quienes, los sistemas imperantes de poder, pretenden censurar e impedir la divulgación amplia de sus ideas y aciertos, catalogándolos de falsos o delirantes, cuando no, y descaradamente, de subversivos.

Por muy similares que sean las naturalezas biológicas, fisiológicas y mentales de los hombres y de las mujeres, existen características específicas que los diferencian en todos esos aspectos y que, consecuentemente, determinan sus propias y particulares relaciones cuerpo-mente y las relaciones con lo externo. Puntos y diferencias en los que, ni las neurociencias ni las ciencias humanas, parecieran hacer mayor énfasis y discriminación, salvo que ya sean situaciones de marcada evidencia de lo femenino y lo masculino.

Son esas diferencias las que, en un análisis extremo, me hacen pensar que hombres y mujeres son, "casi", dos especies diferentes a las que sólo las une la reproducción, de la cual, entre otras cosas, sus mecanismos y funcionamientos han sido diferenciados y repartidos entre las dos.

Esos serían algunos de los puntos base por los que se desenfocan los análisis, conclusiones y recomendaciones que hacen tanto los matriarcalismos o feminismos como los patriarcalismos o machismos. Sólo los planteo a manera de hipótesis descabelladas que merecen investigación y tratamiento aparte, pero que, ahora, contribuyen a apoyar y a ampliar la visión de mi análisis y los comentarios sobre el asunto que me interesa:

SOY EL QUE SOY

- Somos como nos hacen y como tal nos comportamos.

- Cualquier transformación de nuestro futuro emocional debe efectuarse en el principio, así puedan intentarse algunas modificaciones a mitad del camino.

Utilizando, pero para criticarla, la historia del psicoanálisis, se me ha ocurrido definir paranoia, esquizofrenia y psicosis maníaco-depresiva, a mi manera, como casos extremos de la patología mental y emocional:

Paranoia: estado mental de miedo, real o imaginario, extremo y continuado, causado por maltratos o abusos, físicos y emocionales, desde la infancia, en el que se siente ser el único y poderoso para subyugar o destruir a aquellos que percibimos como amenaza.

Esquizofrenia: estado mental de miedo, real o imaginario, extremo y continuado, de no ser amado, causado por la privación y deprivación emocional y física desde el nacimiento.

Psicosis maníaco-depresiva: consecuencia y reacción mental y física a estados continuados de ansiedad o excitación extremos, reales o imaginarios, causados por estímulos intensos o anormales desde la infancia.

En similares términos se podría hablar de las mezclas que de estos estados anormales o patológicos definen las teorías correspondientes.

Sin entrar en contradicciones con las definiciones actuales y sus componentes psicológicos o neurocientíficos de estas patologías mentales y emocionales, en mis definiciones lo que busco destacar es presencia de una acción violenta, física y emocional, sobre el niño desde su nacimiento y por todo el período de su desarrollo físico, mental y emocional, alterando la formación, más o menos, saludable de su cerebro y mente y, por supuesto, su emocionalidad.

TRATAMIENTO PARA LA PATOLOGÍA EMOCIONAL

Es, desde los extremos de la enfermedad, como se determina los estándares de la salud emocional y se permite observar los estados y comportamientos humanos que se manifiestan en aquellos comportamientos de lo que se denomina patriarcalismo o machismo, así como matriarcalismo o feminismo, en sus contenidos tanto mentales y psicológicos como filosóficos, fenomenológicos e ideológicos, que se extienden por todos los espectros tanto de la salud mental y corporal individual como de la salud de la cultura.

Lo que propongo, por una parte, es que, si se pretende modificar las manifestaciones emocionales anormales y aberrantes de hombres y mujeres en sus relaciones mutuas y sociales, al tiempo que se pretende controlar los comportamientos adultos, es indispensable, por una parte, retornar al principio y desmontar de la cultura todas aquellas costumbres y prácticas que violentan el sano desarrollo emocional de los niños.

(Ver, como se plantea más adelante, que estas costumbres y prácticas violentas se hayan institucionalizado como una estrategia de supervivencia ante la necesidad extrema).

Y por la otra, propiciar que, simultáneamente, se generen nuevas costumbre y prácticas acordes con la naturaleza humana y sus necesidades de relacionarse y convivir solidariamente los unos con los otros de manera sana, tal y como las ciencias humanas lo han venido estableciendo y como fuera en aquel "paraíso perdido" (Ver más adelante), para así mejorar el bienestar y calidad de vida tanto para los propios individuos como para la misma cultura.

Ya es amplia la bibliografía producida por investigadores e investigadoras que han buscado los orígenes y las formas de reproducción cultural de las costumbres y prácticas violentas humanas, alguna vez estrategias de supervivencia, que alteran y enferman el sano desarrollo emocional de los individuos y la de la propia cultura, al tiempo que tratan de explicar y justificar su aparición y permanencia hasta ahora.

SEGUNDA PARTE:
UNA PATAHISTORIA DE LA HUMANIDAD

Si la historia de la humanidad se la cuenta sin la solemnidad e hipocresía oficiales y sin los ridículos rigores académicos o universitarios, resulta un relato patahistórico, para alegría de las buenas gentes, más cómico que trágico, pues y al fin y al cabo, sería la narración de la Historia de la Estupidez.

He aquí un somero intento de Pata-historia emocional de la humanidad:

El Homo-Humano se originó en África. La civilización, en Asia. La teología, en Europa. En América se mezclaron todos los vicios. Y, en Oceanía, el Homo-Humano permaneció aislado hasta que llegaron los otros.

Hace setenta y cuatro mil años, cuando el Homo-Humano estuvo al borde de la extinción, por causa de un cataclismo geológico, un pequeño grupo de Homo sobrevivientes se refugió en el extremo sur de África y de ellos se originó el Homo-Humano (hombre moderno), quien, ante tan trágica situación, no tuvo otra alternativa que desarrollar la solidaridad como fundamento de la convivencia y la supervivencia.

Esa solidaridad fue la mejor ventaja competitiva con la que la evolución dotó a la humanidad, aun por sobre la maravilla misma del cerebro, el cual, más adelante, se encargaría de borrar con el codo lo que la evolución escribió con la mano.

Una vez terminados los efectos del cataclismo y según la historia antropo-arqueológica, los Homo-Humanos iniciaron un obligado desplazamiento hacia el norte por los ríos y los campos nutricios en pequeños grupos u hordas, a manera de balsas anfibias protegidas de la hostilidad exterior por una burbuja o esfera solidaria (1), reforzada por sus, recientemente estrenadas, evoluciones cerebrales, mentales y culturales.

Economizándome un poco de años, digo con el texto bíblico: "y pobló la tierra..." a lo que agrego por mi cuenta: "... en relativa paz, tranquilidad y prosperidad, mientras la comida fue suficiente para todos".

Pero, así como "la causa de tus alegrías será la causa de tus desdichas" y "la peor pesadilla es cuando se cumplen tus sueños", demasiados Homo-Humanos terminaron concentrándose y superpoblando un relativo estrecho territorio en Asia, en el cual y cuando los recursos empezaron a escasear, les cayó la maldición de Yahveh, convirtiéndose aquello, no sólo en una Babel de lenguas confundidas, sino en una maraña de tribus que no se dispersaron, como en el mito bíblico, pero que sí que empezaron a matarse las unas a las otras para arrebatarse y dominar los mejores territorios y preservar de esa manera la supervivencia de sus miembros. Así se originó la violencia como estrategia institucionalizada para la supervivencia.

Por supuesto, antes las cosas no fueron así. La horda en su burbuja protectora fue una especie de incubadora en la cual se buscaba mejorar las característica, físicas y mentales, de los Homo-Humanos, y en la cual todos los miembros, sin diferencia de sexo, tenían como prioridad la protección de la crianza, es decir, mejores condiciones de reproducción y supervivencia (2).

REPRODUCCIÓN DE GUERREROS

A manera de paréntesis y continuando con los referentes bíblicos, del mito de Caín y Abel podría sacarse la conclusión que, en los orígenes, la violencia institucionalizada fue más arraigada y perniciosa en los grupos con mentalidad de pastores, la que se sublimó en los guerreros, mientras que los grupos con mentalidad de agricultores, por su misma estabilidad territorial, pareciera que tuvieron que responder a la violencia de los invasores.

Claro que, con las sofisticaciones de la civilización posterior, la violencia institucionalizada, sagrada y profana, se generalizo y extendió a todos los Homo-Humanos, generando así la mentalidad imperial masculina, es decir, la paranoia, esa enfermedad mental que definen las ciencias modernas (3), y de la que, por ejemplo, el perverso paradigma de "triunfadores y perdedores", enquistado en la cultura, es, entre muchos otros, uno de los enemigos de aquel "paraíso perdido" de la solidaridad, y mediante el cual se refuerza la reproducción de la cultura de violencia y agonía emocional, de la que son víctimas mujeres y niños.

Fueron pues las mujeres y los niños las primeras víctimas de la subyugación masculina, en especial, la mujer que, de ser reconocida por su poder de procreación y fertilidad, paso a ser sometida al control violento de su sexualidad y emocionalidad, al igual que la casi total anulación de su rol social en la comunidad.

Esta situación se continúo proyectando y reproduciendo en la crianza, discriminada por sexo, de los niños. Situación que todavía persiste hoy a pesar de los avances en el conocimiento y la buena voluntad por corregirla, aún insuficiente, pues los paradigmas de la "pedagogía negra" (4) permanecen enquistados en la cultura como una antigua muralla ideológica defendida hasta sus últimas consecuencias.

Ese fue el origen del trauma emocional que hombres y mujeres se han venido reproduciendo generación tras generación y que se manifiesta de manera violenta en las relaciones consigo mismos y con los demás

En consecuencia, fue así que, lo que fuera un matriarcalismo diluido y más bien lúdico (5), se transformó, por efectos de la necesidad, en el patriarcalismo y machismo violentos que han perdurado, institucionalizados, ya por quince mil o más años.

De esa violencia, reproducida como paradigma cultural, ya escribí algo en el LECTOR LUDI-33, y allí remito al lector.

FIN DE LA HISTORIA

Lo que ocurrió en la historia de la humanidad desde entonces es la historia, como ya había dicho en el LECTOR LUDI-34, de la Estupidez, a la que los historiadores oficiales, académicos y universitarios, hipócritas y pedantes, llaman la historia del progreso, y en ello no se equivocan, pues allí se reflejan los triunfos de la inteligencia humana por encontrar las mejores y masivas formas de dominar y destruir a los otros.

Como quien dice, la paranoia es la madre de la mayoría de los grandes logros de la inteligencia... y, si no me cree, lo invito a malinformarse en los medios de comunicación.

NOTAS:

(1) Peter Sloterdijk, En el mismo barco, Siruela, Madrid, 1994 (103 p), p. 25

(2) Peter Sloterdijk, En el mismo barco..., ps. 26 y 27

(3) Sin tener las estadísticas correspondientes, me atrevo a especular que la paranoia se presenta más en hombres que en mujeres.

(4) Invito a leer los manuales escritos por el pedagogo alemán, D. G. M. Schreber, a mediados del siglo XIX, que fueron motivo de inspiración para los ideólogos de la educación nazi. Las Memorias del hijo de Schreber, Daniel Paul Schreber, fueron motivo de enfrentamiento entre Freud y aquellos de sus seguidores que se apartaron de su interpretación sobre las causas de la paranoia y que, finalmente, tuvieron la razón.
Quizás, un poco más fácil de encontrar, sea el libro de Alice Miller, Por tu propio bien. Raíces de la violencia en la educación del niño (Tusquets, Barcelona), en el cual expone y analiza la historia de la "pedagogía negra".

(5) Hasta ahora ni la historia ni la arqueología han encontrado pruebas contundentes sobre la existencia de tribus o comunidades primitivas exclusivamente gobernadas o regidas por mujeres. Por el contrario, tanto en las hordas como en las tribus anteriores al patriarcalismo violento, esas comunidades consideraban de igual jerarquía a mujeres y hombres, los cuales se diferenciaban por sus roles, no muy estrictos, y a las mujeres se les otorgaba una especial en consideración a la procreación y su fertilidad, que se hacía extensiva hasta ciertos campos de lo sagrado, sin que por ello y en el terreno de lo profano, dejara de tener importancia. En consecuencia, por ello lo denomino matriarcalismo diluido y lúdico.
Los mitos y leyendas sobre mujeres guerreras, o las amazonas, son sólo mitos y leyendas aparecidas con mucha posterioridad a la jerarquización masculina de la Edad del Hierro.

Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

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