23 de mayo de 2007

LECTOR LUDI-ALQUIMIA DE LA LECTURA- Gabriel García Márquez-Presentación


Cuarta parte

Una lectura alquímica a Gabriel García Márquez

Presentación

Los secretos de Gabriel García Márquez sobre la escritura de Cien años de soledad

y otras novelas

A raíz de un "juego de abalorios" literario por medio del correo electrónico que le propuse al Maestro y amigo LECTOR LUDI, Gustavo Arango Toro, profesor de literatura latinoamericana en una universidad en los Estados Unidos, sobre cuál podría ser la identidad de la persona real que pudiera estar tras el personaje de Melquíades, de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, caí en el trance de una hipótesis descabellada.

¿Si los críticos literarios habían demostrado que las novelas posteriores a Cien años de soledad tenían una gran riqueza intertextual, por qué nadie había dicho nada del palimpsesto sobre el que Gabriel García Márquez había escrito esta, su más importante novela?

La historia comenzó así:

Como Gustavo Arango había escrito el mejor libro sobre la temporada que en su temprana juventud pasó Gabriel García Márquez en Cartagena, titulado muy bellamente: Un ramo de no me olvides. García Márquez en El Universal, en el cual destacaba la importancia que dos hombres mayores, entre otros, Clemente Manuel Zabala y Gustavo Ibarra Merlano, habían tenido sobre su primera formación cultural y literaria, pues ellos dos fueron quienes lo iniciaron en la lectura disciplinada de la literatura clásica y moderna, por eso le propuse que Melquíades podría tener algo que ver con el primero de ellos.

En su primera respuesta, Gustavo Arango, amplió la lista a otras personas y nombres que podrían estar asociados con el personaje de Melquíades. Pero, hizo el siguiente comentario:

"Me parece que el personaje le debe mas a las lecturas sobre alquimia y ocultismo que García Márquez estaba haciendo por los tiempos en que escribió la novela".

Asunto sobre el que recordaba haber leído algo y que inmediatamente corrí a verificar y comprobé que, a pesar de la pertinencia del breve ensayo sobre el tema, poco más aportaba a la identificación que estábamos buscando.

Las casualidades no existen, pero, por casualidad, yo había escuchado, precisamente, el aparte del discurso que Carlos Fuentes leyó en Cartagena durante el homenaje a los 80 años de Gabriel García Márquez y los 40 de Cien años de soledad, en el que el escritor mexicano recordaba la anécdota del viaje durante el cual, él vio la transfiguración que aquel sufrió en el momento en el que sintió que ya tenía en su mente toda la novela y que tenía que sentarse a escribirla.

Durante los breves instantes que duró la lectura de Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, su esposa Mercedes Barcha y el mismo Carlos Fuentes , intercambiaron una serie de gestos como si fueran tres muchachitos que, públicamente y con malicioso alborozo y en un código que sólo ellos conocían, contaban un jugoso secreto que sólo ellos podían descifrar.

Nada aparentemente extraño, pues, para quienes no conocían la clave, aquello parecía ser sólo parte de un festivo regocijo y, dadas las circunstancias, nada fuera de tono.

Sin embargo, al recordar aquel momento y cuando ya estaba en mi "juego de abalorios" literario con Gustavo Arango, volví a repasar en mi mente aquellos gestos y celebraciones y me parecieron más significativos y exagerados que todos los demás que ellos habían expresado durante el resto del discurso y de la ceremonia.

Como también me pareció extraña la misma anécdota, pues, según recordaba, Mercedes Barcha, también la había contado similar, pero durante otro viaje con la familia.

Así que compré la edición conmemorativa de Cien años de soledad, editada por la RAE, en la cual se incluía el texto completo del discurso de Carlos Fuentes y lo leí con todas las fuerzas de mi atención, pero, al llegar a la parte de la anécdota y luego de leerla varias veces, mi extrañeza creció.

En aquella parte del texto y en el sonido de mi lectura, la musicalidad se alteraba y escuchaba la emergencia de otros acordes, para nada discordantes, que sonaban ocultos tras la armonía de la melodía principal.

Separé la sección del discurso en el que se contaba la anécdota, junto con los párrafos anteriores y posteriores. Los volví a leer, prestando especial atención a la musicalidad. Si, allí se producía un cambio melódico que separaba esos apartes del resto del texto y podía asegurar que aquella era una pieza de composición diferente al resto. Había que analizarla.

La anécdota esta antecedida por una referencia a Kafka y al terminar, Carlos Fuentes comienza a contar su viaje a Europa.

¿Cuáles podrían ser las conexiones y correspondencias entre estos tres asuntos, tan aparentemente desconectados, pero tan musicalmente compactos?

Volví a leer la anécdota y me llamó la atención el que allí se hablara de "los precipicios del Cañón del Zopilote" y se hizo la Luz.

Mejor dicho, se iluminaron, en lo más oscuro de mis tinieblas interiores, las conexiones y correspondencias, entre esa carretera construida en las faldas de "los dos volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl" (1), tutelares de México y lo de “zopilote”, con aquello de la alquimia y el ocultismo.

Había encontrado la clave por medio de la cual podía descifrar, no sólo los códigos secretos del texto de Carlos Fuentes, sino y lo más importante, el palimpsesto sobre el cual había sido escrito Cien años de soledad.

Ahí estaban, ante mis ojos deslumbrados, los cuerpos desnudos de las referencias que Carlos Fuentes hacía a la novela Bajo el volcán y a las cartas de Malcolm Lowry.

La primera clave: Bajo el volcán, fue escrita por Malcolm Lowry con deliberada intención cabalística, ocultista, mágica, alquímica, etc., como el mismo escritor explicó en sus cartas a los editores y como lo demuestra ampliamente, Perle S. Epstein, en su libro, El laberinto privado de Malcolm Lowry, el que había leído fascinado en mi época de lecturas de las novelas y correspondencia de Malcolm Lowry.

La segunda clave: ¡Claro!, la correspondencia. En una carta, Malcolm Lowry, narraba las kafkianas desventuras que le tocó sufrir durante un viaje a México en 1945, cuando apenas se acaba de publicar Bajo el volcán.

En la parte del texto en el cual Carlos Fuentes hablaba de Kafka, él narraba, casi con las mismas palabras, una de las situaciones que Malcolm Lowry contaba en su carta: un viaje que en 1938 se propuso realizar en un barco de la Panamá Pacific Line desde Acapulco, el cual no pudo hacer por un absurdo enredo con su visado de turista (1).

Por certera y secreta razón, Carlos Fuentes, había convertido el viaje y la situación de Malcolm Lowry, en su propio viaje con Gabriel García Márquez, precisamente, a Acapulco y, exactamente, a otro asunto de visado, para resolver el cual tendría que viajar a Panamá, en "un vapor inglés de la P. and O." (2).

La tercera clave: la carta de Malcolm Lowry al editor Jonathan Cape. Bien leída, muestra como las preguntas que se hace Carlos Fuentes al contar su anécdota, se conectan y corresponden como referencias directas a apartes de la carta y a la novela de Malcolm Lowry y lo que en ella significan “los zopilotes”.

La misma carta de Malcolm Lowry a Jonathan Cape es, al mismo tiempo, un manual de cómo escribir una novela y un manifiesto de dignidad artística.

La cuarta clave: la lectura cruzada de Bajo el volcán y Cien años de soledad, para desentrañar ese palimpsesto, del que hablaba Jorge Luis Borges, en Ficciones:

"En el que deben traslucirse los rastros -tenues pero no indescifrables- de la "previa" escritura de nuestro amigo".

Pero ese ya era un trabajo de fondo que no estaba en disposición de emprender, así que sólo hice una superficial aproximación para saciar mi curiosidad y emoción.

Faltaba un punto para completar el cuadro: ¿que tenía que ver el viaje de Carlos Fuentes a Europa con todo este asunto?

La pieza clave para descifrar este punto la puso Gustavo Arango en el correo con el que acusaba recibo y luego de haber leído el texto de la demostración de mi hipótesis descabellada:

"Leyendo tu ensayo recordé un detalle que ha pasado mas o menos desapercibido y es que las cartas que se escribieron GGM y Fuentes durante la escritura de Cien años de soledad están en Princeton, pero no hay acceso al publico como hasta el 2015.

Otros materiales de Fuentes solo estarán disponibles después de su muerte.

Siempre me he preguntado la razón del misterio.

Estoy seguro que allí se podrían encontrar claves que hacen eco de lo que dices.

La carta de Lowry a su editor es una lección sobre el arte de escribir novelas y también una lección de dignidad artística. Es imposible pensar que la gente en México en aquel tiempo no lo hubiera leído con toda atención".

En el intercambio epistolar México-Europa que sostuvieron Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes durante todo el proceso de escritura esta, como dice Gustavo Arango, la revelación del misterio del origen y la carpintería de Cien años de soledad.

Así que los intrigantes buscadores de arcas perdidas tendrán que esperar hasta entonces.

Mientras tanto, disfruto mí ya no tan secreto placer de sentirme el vikingo que descubrió el continente del "realismo mágico", mucho antes que Colón y sin que nadie lo registre para la historia oficial.

Y, para dejar constancia, ese es el texto del primer capítulo de esta parte de mi libro que he dedicado a ajustar mis cuentas con la literatura de Gabriel García Márquez.

Primero, con Cien años de soledad y, en el segundo capítulo, con Memorias de mis putas tristes, la última de sus novelas, la cual me tocó reseñar cuando era lector profesional del suplemento literario de El Colombiano y la que, ahora, he convertido en otro de mis juguetes de Maestro LECTOR LUDI.

NOTAS

(1) De la correspondencia de Malcolm Lowry: Malcolm Lowry, el volcán, el mezcal, los comisarios, Tusquets, Barcelona, 1984.

(2) Carlos Fuentes, Para darle nombre a América, homenaje, Cien años de soledad, edición conmemorativa, RAE, 2007.

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