8 de julio de 2007

LECTOR LUDI-47

¿Se podría hablar, más que de género, de una especie masculina o femenina?


- ¿Cómo se puede ser verdaderamente mujer en un mundo de hombres?


Por Iván Rodrigo García Palacios

Cierto es que por factores genéticos, innatismo biológico y condicionamientos culturales e históricos, hombres y mujeres son diferentes, así compartan elementos equivalentes.

Será asunto de los biólogos y genetistas demostrar si existen o no esas diferencias genéticas evidentes y significativas entre lo masculino y lo femenino en cada especie como para validar o no mi hipótesis descabellada de que son especies asociadas para la reproducción, la adaptación y la supervivencia, pero de diferente constitución y funcionamiento.

De hecho, las ciencias biológicas y en algo las sociales y psicológicas, han demostrado suficientes diferencias entre lo masculino y lo femenino como para pensar que el problema de las relaciones y desigualdades en las relaciones entre hombres y mujeres tiene componentes más poderosos que la ideología manipula, pero desconoce.

Así como los desconocen las feministas que se enfrentan a la cultura e ideologías masculinas que las subyugan en los propios términos y discursos de lo masculino y no desde la naturaleza de lo femenino. Naturaleza desde la cual se deben establecer sus propios términos y discursos para que lo femenino pueda Ser y sea reconocido.

Por supuesto, no como una oposición en un campo de batalla, sino como un punto de partida de la solidaridad:

"La Solidaridad que es la decisión voluntaria y espontánea de unir fortalezas y debilidades para así enfrentar al miedo y la necesidad" (1).

En fin, la formulación de esa ética será el trabajo final a realizar una vez se identifiquen esas diferencias y su funcionamiento, de tal manera que cada género o especie se desarrolle de acuerdo con su naturaleza y que, una vez reconocida esta, se relacionen solidariamente por sobre sus diferencias y similitudes.

Son numerosas las diferencias y similitudes biológicas, fisiológicas, antropológicas, psicológicas, etc., entre hombres y mujeres, ya demostradas por las ciencias, pero esas diferencias y similitudes sólo me interesan para la exposición de mi hipótesis descabellada como causas o efectos dentro de la composición de diferencias y las similitudes de las naturalezas de lo masculino y lo femenino en hombres y mujeres y no como los elementos primordiales de su constitución.

Como bien se ha establecido, mente y cuerpo son las dos partes de una unidad indivisible y que, como tales, se determinan entre sí. También es un hecho que la mente y el cuerpo de hombres y mujeres están constituidos, también, por elementos y sistemas que les son propios y otros que les son comunes pero diferentes.

Pero de lo que, salvo un par de excepciones que han sido ignoradas y de las que hablaré más adelante, nada se ha dicho es de la diferencia sustancial de la mente y la conciencia masculina y femenina, distinto de lo que ya ha sido demostrado: el cuerpo del hombre y la mujer son y funcionan de forma diferente con algunas similitudes.

Con escasas excepciones, los paradigmas de la igualdad y la homologación continúan prevaleciendo, lo que ha impedido que se aventuren nuevas hipótesis y exploraciones por parte de las ciencias. Ciencias que sólo reconocen las sutilezas de cada diferencia al momento que cada nuevo descubrimiento es capaz de determinarlas y precisarlas.

Dejando de lado las diferencias de la fisiología corporal, ya evidentes y demostradas, la mayor dificultad se manifiesta al momento de demostrar que el cerebro y la mente de hombres y mujeres son y funcionan de manera diferente y de manera más sustancial que lo que las simples similitudes pudieran hacer creer.

Siendo la fisiología cerebral diferente, por ende el funcionamiento mental también lo es. Es, en este punto, donde la cuestión de género o especie se hacen relevantes tanto para la especie humana como para el resto de las especies separadas sexualmente.

Comienzo por afirmar que el hombre y la mujer perciben, sienten, piensan, imaginan, ... se expresan, etc. (2) de forma propia y particular y que por lo tanto su mente y cuerpo serán y funcionarán en consecuencia.

Vuelvo a dejar a las neurociencias la demostración de los aspectos fisiológicos de ese asunto y, mejor, propongo mis reflexiones sobre los aspectos de la naturaleza mental de estas diferencias y similitudes, así como sobre los efectos que producen tanto en el desarrollo mental y corporal, y en las relaciones entre hombres y mujeres.

Como ya lo afirmé antes, sin por ello fundamentar la razón de Ser y de existir del Homo-Humano en un pansexualismo imposible, las fuerzas que dirigen y dan sentido a la vida son la reproducción, la adaptación y la supervivencia, las cuales sólo tienen éxito a través de las adecuadas formas biológicas y mentales de asociación y relación entre hombres y mujeres y de estos con su ámbito.

En este contexto, será la sexualidad la que determine, en primer término, el éxito o fracaso de la vida y de las especies y, en segundo término, lo serán las cualidades y calidades de sus asociaciones y relaciones para la creación o destrucción de su existencia y destino.

En fin, será la sexualidad la que determine la constitución y expresión de sus naturalezas biológicas y mentales.

Una sexualidad que, por una parte, es como lo dice José Antonio Marina:

"Llamo sexualidad al universo simbólico construido sobre una realidad biológica: el sexo" (3).

Sin embargo, a esa definición es necesario complementarla con otro aspecto, el sentido biológico-existencial que diferencia a hombres y mujeres, el cual sólo lo he encontrado en la reflexión de Georg Simmel, quien a su vez cita a Shakespeare, sobre la naturaleza de la masculinidad y la feminidad:

"La diferencia entre los sexos, aparentemente una relación bipolar de dos términos lógicamente equivalentes, es sin embargo típicamente más importante para la mujer que para el varón. Es propio de la mujer que para ella sea más esencial ser mujer que para el varón el hecho de ser varón... Para el varón, la condición sexual consiste, por decirlo así, en hacer; para la mujer, en ser".

[...]

"La realidad absoluta que representa la sexualidad o el erotismo, tomados como principio cósmico, se convierte para el varón en mera relación con la mujer; la relatividad que implica este ámbito como relación entre los sexos se convierte en cambio para la mujer en lo absoluto, en el ser-para-sí de su esencia".

[...]

"El hombre conduce su vida y su actividad en el plano de la objetividad y, por tanto, más allá de la oposición entre los sexos. Por eso para él la sexualidad es sólo relación; relación con las mujeres. En cambio para éstas, cuyas últimas raíces se hunden en su condición de mujeres o son idénticas a ésta, la condición sexual es un absoluto, algo que es-para-sí, que adquiere en la relación con el varón sólo una manifestación, una realización empírica. No obstante, dentro de su esfera esta relación -precisamente porque es el fenómeno que refleja el ser fundamental de la mujer- posee para ella una importancia incomparable y ha conducido por eso al juicio, en su sentido más profundo y completamente erróneo, según el cual la esencia última de la mujer, en vez de descansar en sí misma, coincide con esta relación, se agota en ella. La mujer no necesita del varón "in genere" porque tiene ya, por decirlo así, la vida sexual en sí misma, como el absoluto cerrado en sí mismo de su esencia; pero cuando esa esencia ha de manifestarse como fenómeno, entonces necesita con mayor fuerza del varón como individuo. El varón, que se excita sexualmente con mucha mayor facilidad, porque no se trata para él de poner en movimiento la totalidad de su ser, sino tan sólo de una función parcial, precisa meramente de una atracción completamente general. De este modo se hace comprensible el hecho empírico de que la mujer se incline más por el varón individual, mientras que el varón desea más a la mujer en general" (4).

Como la cultura y las ideologías han estado dominadas por la visión unificada del Homo-Humano con lo masculino como modelo, considero necesario agregar otra cita de Georg Simmel, en la que establece las diferencias que unen y separan lo masculino y lo femenino, así como permiten también analizar el funcionamiento de su Ser-en-sí-mismos y en el mundo:

"Por el contrario, la mujer permanece en sí misma, su mundo gravita en torno a su propio centro. La mujer se encuentra más allá de esos dos movimientos verdaderamente excéntricos, el deseo sensible y el de la trascendencia formal (explicados previamente por Georg Simmel con relación al hombre). Por eso mismo cabría decir de ella que es el auténtico "ser humano", que se mantiene más circunscrita a lo propiamente humano, mientras que el varón es "mitad bestia, mitad ángel" (5).

En fin, para una mejor comprensión de estas reflexiones de Georg Simmel, remito a la lectura íntegra de su ensayo.

Por mi parte, me concentro ahora en el análisis de los conceptos de esas definiciones que considero relevantes para la validación de mi hipótesis descabellada.

Ellos son: la condición objetiva de la naturaleza masculina y, por su parte, la condición "en el ser-para-sí de su esencia" de la naturaleza femenina. Y, en el ámbito de lo empírico, el hacer masculino y el Ser femenino.

Sé muy bien y rechazo de antemano el que sea la sexualidad la que determine la naturaleza, actividad, comportamiento y desarrollo del Homo-Humano.

Sin embargo, dado el poder que tal fuerza implica, por una parte, en el funcionamiento y evolución de la vida y, por la otra, en la naturaleza de las relaciones entre los sexos y, aun más allá, en las relaciones de los miembros de una especie entre sí y con su mundo, en especial de los Homo-Humanos, me permite considerar a la sexualidad como un aspecto determinante de esa naturaleza y fundamental para su actividad, comportamiento y desarrollo y, a partir del cual, es posible asimilar el análisis de los restantes aspectos que constituyen la naturaleza de hombre y mujer.

El hombre y la mujer son y se manifiestan en la totalidad de su existir de la misma manera como son y como se produce, manifiesta y expresa, en cada uno ellos, la sexualidad y, por asimilación a ella, el resto de los componentes biológicos y mentales que los constituyen y determinan.

Lo ya dicho, y esto es lo verdaderamente importante y significativo, mente y cuerpo, así como naturaleza, actividad, comportamiento y desarrollo, son diferentes para hombre y mujer, pero son las apariencias en sus similitudes y las sutilezas en sus diferencias las que han permitido la confusión y la errónea identificación homologada de ambos sexos.

En este contexto la naturaleza del Ser y de la existencia del hombre y de la mujer está determinada de acuerdo con lo dicho por Georg Simmel:

Para el hombre:

"El hombre conduce su vida y su actividad en el plano de la objetividad" y "en hacer".

Para la mujer:

"Por el contrario, la mujer permanece en sí misma, su mundo gravita en torno a su propio centro" y "en el ser-para-sí de su esencia". Y su "hacer" se manifiesta "como el absoluto cerrado en sí mismo de su esencia".

Si bien estos asuntos han sido analizados y, en parte, aceptados, el peso de la visión unitaria o igualitaria masculina en la cultura y las ideologías ha impedido, en primer lugar y como se dijo antes, el desarrollo de los términos y discursos propios de la naturaleza femenina. Y, en segundo, el que se desarrollen investigaciones específicas sobre qué, ciertamente, es lo masculino y qué es lo femenino.

Ese sería un primer paso para comprender y resolver los conflictos y confusiones a los que se enfrenta la mujer al verse obligada a nacer, Ser y desarrollarse en un mundo dominado y regido por lo masculino.

Hace falta una investigación como la realizada por Lev Semionóvich Vigostki para explicar el desarrollo de las funciones psíquicas superiores y otros asuntos como los tratados en su obra Pensamiento y lenguaje, que permitan explorar la mente y la formación, funcionamiento y desarrollo de la conciencia y la conscientización particular para hombre y mujer.

Y, para complementar tal investigación, habría que considerar, igualmente, las teorías sobre el origen social de la conciencia de Mijaíl M. Bajtín y las de Noam Chomsky sobre el innatismo biológico de las estructuras cognitivo-lingüísticas.

Si bien los descubrimientos de Lev Semionóvich Vigotski, Mijaíl M. Bajtín y Noam Chomsky (junto a ellos, sugiero, también, considerar las propuestas de William James), así como los de las actuales ciencias que han inspirado y los han validado, homogenizan a hombre y mujer, en principio, sus métodos y conclusiones, son útiles para soportar una reflexión específica, pero determinada por los conceptos diferenciadores de lo masculino y lo femenino, de Georg Simmel.

Como la investigación, hasta el momento, ha sido prolija y centrada en lo masculino, me concentraré en explorar lo femenino.

Si la mujer es diferente emocional, intelectual y fisiológicamente, distintas deben ser las formas y métodos para lograr su apropiado desarrollo emocional, intelectual y fisiológico.

En primer lugar y sobre el innatismo de las estructuras cognitivo-lingüísticas, de Noam Chomsky, tomo el siguiente comentario de Adriana Silvestri y Guillermo Blanck:

"Las estructuras innatas influyen para Noam Chomsky no sólo en el saber de la lengua, sino en todo saber humano, ya que la mente proporcionaría un esquematismo general, modelador de las estructuras cognitivas. El lenguaje es un aspecto de la cognición, uno de los múltiples sistemas cognitivos -entre la capacidad para la analizar la información visual, o las propiedades abstractas del sistema numérico, por ejemplo- y todas ellas responden a estructuras innatas. Como consecuencia, habría restricciones biológicas al tipo de saber que puede ser obtenido. Éstas limitarían las teorías que somos capaces de adquirir y, desde un agnosticismo biologista, Noam Chomsky (1978) afirma que quizás nos excluyan del acceso a campos sobre los cuales deberíamos saber algo, pues para lograrlo deberíamos ser "otro organismo". Nuestros sistemas de creencias son aquellos que la mente, como estructura biológica, estaría preparada para elaborar: el aprendizaje social resulta así preprogramado genéticamente" (6).

En segundo lugar y en cuanto a los condicionamientos culturales, sociales e históricos, una primera definición que comparten por igual Lev Semionóvich Vigotski y Mijaíl M. Bajtín:

“Los factores sociales modelan la mente y construyen el psiquismo. Así como: El lenguaje es un producto de la actividad humana y es una práctica social” (7).

Y, para complementar, estas otras dos conclusiones de Lev Semionóvich Vigotski sobre el desarrollo intelectual y el proceso mental superior:

La primera:

"El momento más significativo en el curso del desarrollo intelectual, que da a luz las formas más puramente humanas de la inteligencia práctica y abstracta, es cuando el lenguaje y la actividad práctica, dos líneas de desarrollo antes completamente independientes, convergen" (8).

La segunda, lo qué significaba para Lev Semionóvich Vigotski, “el proceso mental superior”, según lo explica Alex Kozulin:

"Más que una simple extensión de un proceso natural que se origina en la biología humana, el proceso mental superior es función de una actividad socialmente significativa [...] La función mental superior se crea mediante la actividad; es una objetivación de la acción" (9).

Planteada así la situación y aceptando que, a pesar de la aparente oposición radical de estas definiciones, a las que los descubrimientos recientes de las ciencias se han encargado de integrar y validar, será necesario, entonces y a partir de ellas, diferenciar totalmente la conceptualización y aplicación de las formas y métodos mediante los cuales realizar el apropiado desarrollo emocional, intelectual y fisiológico, de la mujer.

El cerebro y la mente, femenino y masculino, su desarrollo y funcionamiento, son propios y particulares para cada género o ¿especie?, así, aparentemente, parezcan similares y compartan procesos equivalentes.

Si el cerebro y la mente femenina son propios y particulares, propio y particular son su funcionamiento y desarrollo.

En consecuencia, la conciencia, conscientización, desarrollo mental, construcción de su psiquismo, el desarrollo de los "procesos mentales superiores”, la creación del lenguaje, el aprendizaje, la práctica social, etc., deben ser propios y particulares para la mujer.

En otras palabras, las diferencias biológicas y fisiológicas, así como lo innato en la mujer, se enfrentan a las contradicciones y dificultades de ser, desarrollarse, expresarse y ser reconocida y comprendida, en un ámbito determinado y dominado por los términos y discursos de lo masculino.

Aquí radica el punto dinámico y el punto de partida para formulación de una crítica de lo femenino.

Me pregunto, ¿cómo serían, se desarrollaban, se expresaban y se reconocían, específicamente, las mujeres en aquellos tiempos en los que los Homo-Humanos existían al amparo de la Ley de la Madre y aun no había sido impuesta la Ley del Padre?

Desafortunadamente, esa es una información poco explorada y, la poca que se conoce, ha sido establecida y estudiada a partir de parámetros puramente masculinos.

En este campo, son notables y afortunados los esfuerzos de Riane Eisler y algunos otros científicos por establecer las diferencias antropológicas de hombres y mujeres en las comunidades, culturas y civilizaciones antiguas, con el fin de desmontar el paradigma de la igualdad y la homogeneidad de lo masculino y lo femenino.

Ahora bien, aceptado la certeza de la condición "en el ser-para-sí de su esencia", así como la de su particularidad biológica, de la naturaleza femenina y que éstas, entonces, determinan su Ser y hacer en sí misma y en el mundo, se puede concluir que es necesario crear o recrear el mundo actual y darle el lugar y el espacio a lo femenino.

Un mundo en el cual se expresen por igual y adecuadamente el Ser de la objetividad y el hacer de lo masculino, así como la totalidad del Ser y el Ser-hacer de lo femenino.

Un mundo en el cual el conocimiento creado por lo masculino, actualmente dominante, se integre con el conocimiento creado por lo femenino, el que, con dificultad, apenas si es aceptado por el primero.

Un mundo en el cual la mujer pueda ser ella, desarrollarse como ella, aprender como ella y crear como ella y como tal, ser reconocida y comprendida por el hombre.

Un mundo en el cual, la obligatoria asociación reproductiva de los sexos, sea determinada por la solidaridad para la supervivencia y la adaptación y no como necesaria y obligatoria condición reproductora, la que, como van las cosas, muy pronto dejará de existir, tal como se la conoce.

Pero, ¿cuál es ese ser total femenino, cómo funciona biológicamente, cuál sería el ámbito socio-histórico apropiado para su desarrollo, etc.?, son preguntas en las que es necesario reflexionar para responder... después.

NOTAS


(1) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico o el Eros alquímico. Hipótesis descabelladas sobre la mente, el enamoramiento, el soñar y el imaginar, Medellín, 2007, capítulo 3o., Primera parte.

(2) Iván Rodrigo García Palacios, Beso Rico o el Eros alquímico..., capítulo 2o., Primera parte.

(3) José Antonio Marina, El rompecabezas de la sexualidad, Anagrama, Barcelona, 2002 (312 p.), p. 31.

(4) Georg Simmel, Sobre la aventura, el ensayo: Para una filosofía de los sexos, Península, Barcelona, 2002, pp. 94 y 97-98.

(5) Georg Simmel, Sobre la aventura..., p. 102.

(6) Adriana Silvestri y Guillermo Blanck, Bajtín y Vigotski: la organización semiótica de la conciencia, Anthropos, Barcelona, 1993 (286 p.), pp. 89-90.

(7) Adriana Silvestri y Guillermo Blanck, Bajtín y Vigotski: la organización semiótica de la conciencia..., p. 24 y 32.

(8) Lev S. Vigotski, El desarrollo de los procesos psicológicos superiores, Crítica, Barcelona, 198 (226 p.), pp. 47 y 48.

(9) Alex Kozulin, La psicología de Vigotski, Alianza, Madrid, 1994 (294 p.), p. 114.

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