Iván
Rodrigo García Palacios
De
lo sagrado y lo trágico
del
enamoramiento en Romeo y Julieta
Diana y Acteón, dibujo
de Alexander Runciman, 1736-1785
FRAY LORENZO"[...] La tierra es la madre y la tumba de la naturaleza; su antro sepulcral es su seno creador , del cual vemos surgir toda clase de engendros, que de ella, de sus maternales entrañas, se nutren, la mayor parte dotados de virtudes numerosas, todos con alguna particular, ninguno semejante a otro".(William Shakespeare, Romeo y Julieta, Acto II, Escena III).
(ADVERTENCIA: El siguiente
escrito es el capítulo 6 de mi libro titulado: Del
ferino furor del enamoramiento, en el cual propongo mis hipótesis
descabelladas sobre la naturaleza evolutiva del enamoramiento).
***
Las obras de William
Shakespeare, tal y como sus estudiosos y críticos lo han señalado,
son, además de un misterio, la expresión poética y dramática de
los grandes y de los pequeños temas, de los asuntos de la existencia
de los Homo-Humanos: la vida, la muerte, el poder, el amor, la
mezquindad, etc.
De esos temas y asuntos me
interesa destacar uno, el del amor, sobre el que Shakespeare hace
especial énfasis en la mayoría de sus obras y sonetos, de los
cuales, algunos, han sido convertidos en paradigmas, fuentes de
inspiración y ejemplos sobre lo qué es y lo qué significa el amor.
Sin embargo, en todas mis
lecturas a las interpretaciones de estudiosos y críticos de la obra
shakesperiana, no he encontrado ninguna en la cual se vaya un poco
"más allá" y se muestre que para Shakespeare eran claras
las diferencias entre el amor y el enamoramiento como estados
naturales, vitales y existenciales y no como conceptos idealistas o
románticos.
Así como que tampoco
muestran que para él eran claras las conexiones, las diferencias y
las consecuencias particulares, biológicas y psicológicas, que
ejercían en los Homo-Humanos el amor y el enamoramiento, la
sexualidad y el erotismo, la pasión o el amor apasionado y los
celos, que, así sean asuntos que se relacionan, lo hacen de manera
particular, como bien se podría demostrar.
Para
empezar, hay que decir que el enamoramiento, a diferencia del amor,
es un imperativo natural, un mecanismo evolutivo para el Homo-Humano,
necesario, temporal, repetitivo e incontrolable, mediante el cual el
cuerpo y la mente se trasforman. Pero también, el enamoramiento es,
para la imaginación, un ideal, un anhelo de unidad y perfección:
Porque
el enamoramiento como fenómeno neurobiológico, vital, es instinto,
apetito, emoción, deseo y sentimiento y como evento existencial,
biográfico y cultural, se corresponde como un asunto sagrado,
erótico, heroico, trágico y cómico:
Sagrado, porque es una experiencia de lo divino.Erótico, porque, en la plenitud de sus significados, es la fuerza entrópica que forma y transforma el cuerpo y la mente de los amantes.Heroico, porque hace que los enamorados desplieguen la totalidad de unas energías, fuerzas y poderes de las que no sabían eran poseedores.Trágico, porque su fin es ineludible e ineluctable.Cómico, porque el pícaro Eros siempre se sale con la suya" (1).
Por el contrario, si existe
abundante literatura en la que, para Shakespeare, el asunto del amor
era esencial, en todos los sentidos, pero sin ninguna diferencia con
el enamoramiento. Es por ello que estudiosos y críticos continúan
ciegos a esas diferencias y perpetúan las fusiones y confusiones
entre el amor y el enamoramiento, las cuales podrían deducirse y
demostrarse en una lectura acorde con las hipótesis descabelladas
que propongo.
Así que es necesario ir un
poco más allá de esas evidentes expresiones de Shakespeare sobre
sexualidad, erotismo, amor, pasión, celos, para descubrir, cómo él
lo hace, las claras diferencias entre amor y enamoramiento.
Shakespeare accede y deduce
esas diferencias entre amor y enamoramiento de una larga tradición
cultural: Grecia, Roma, los místicos al-andaluces, así como de
Petrarca, Dante, Bruno. A partir de esa tradición, él, como sus
antecesores, si bien se enfrenta con las fusiones y confusiones sobre
el asunto, logra expresar, con suficiente ilustración, lo qué en
realidad es el enamoramiento: ese momento sublime en el que se funden
el espíritu y la carne y como estas, así fundidas, se expresan como
un único Ser, ese momento, el único, en el que mujeres y hombres
son iguales, "sagrados o divinos", en la unión de los
contrarios: Ariadna y Dionisios. El enamoramiento es, también, la
emergencia del estro amoroso y creativo.
Es esa, la naturaleza
"sagrada o divina" del enamoramiento, la razón que explica
el por qué todo lo relacionado con el enamoramiento debe ser
expresado, en esa época y en tiempos posteriores, con el debido
hermetismo que exige un asunto tan contaminado por prejuicios
ideológicos y religiosos. Uno, porque está estrechamente conectado
con el Islam sufí y con el paganismo y, dos, porque una exposición
abierta y explicita expondría a su autor al rechazo y, peor aún, al
riesgo de perder la vida.
Por ejemplo, para
Shakespeare era evidente que la hierofanía del enamoramiento es el
momento y el estado en el cual los enamorados son poseídos por "los
heroicos furores" y se les revelan y acceden a las más altas
esferas de su naturaleza y de La Sabiduría, tal y como lo expresa en
Penas de amor perdidas (entre 1595-1596).
Penas de amor perdidas es la
obra en la que Frances A. Yates (2) ha considerado que se conectan,
corresponden y relacionan, los motivos de Shakespeare, con los
motivos de Giordano Bruno en los diálogos italianos, Los heroicos
furores y La Expulsión de la bestia triunfante.
Tales conexiones,
correspondencias y relaciones, se establecen, por ejemplo, con las
alabanzas de los dioses al amor, de La Expulsión de la bestia
triunfante, así como con la aventura de los nueve ciegos del diálogo
quinto de la segunda parte, de Los heroicos furores, porque los
mismos motivos son tratados por Shakespeare en el parlamento de
Berowne, el personaje bruniano de Penas de amor perdidas, en el Acto
IV, Escena III, ya antes citado.
Y no son los únicos
ejemplos. Igual puede decirse de los temas y asuntos que en otros de
los parlamentos conectan, corresponden y relacionan a Shakespeare con
Bruno, como ya lo he mostrado en otros de mis escritos.
Pero, es en Romeo y Julieta
(entre 1591-1595), la obra más paradigmática de Shakespeare sobre
el amor, en donde se muestran con precisión, no sólo las
diferencias entre amor y enamoramiento, sino, también, en la que se
expone el exacto desarrollo de los procesos vitales, anímicos,
existenciales y culturales del enamoramiento. Igual debe decirse que
en Romeo y Julieta, Shakespeare establece con precisión las causas y
las diferencias de la intervención, así como de las consecuencias
de la sexualidad, el erotismo, la pasión o el amor apasionado y los
celos, cuando afectan a los enamorados en estado de enamoramiento,
así como afectan también a aquellos que no están afectado por tal
estado, tal y como lo he explicado en mis hipótesis descabellada
sobre el enamoramiento.
Es por ello que el
enamoramiento debe ser considerado el verdadero motivo y protagonista
de Romeo y Julieta, tanto por ser una realidad natural, existencial e
íntima, como por su realidad cultural, ideológica y social.
Si, como lo afirma Harold
Bloom:
"Muy pronto, en la tríada romántica Romeo y Julieta, Ricardo III y Sueño de una noche de verano, Shakespeare salta a la perfección en la representación de la interioridad y sus permutaciones" (3).
Afirmación sobre la que, y
si se hace un bucle interpretativo, se podría decir que lo que
Shakespeare representa en la tragedia de los dos jóvenes es el
proceso de su enamoramiento. Enamoramiento por el cual, Romeo y
Julieta, así como su ámbito cultural, son afectados y trasformados
tanto en su representación social e ideológica como en su
naturaleza biológica y existencial.
La representación social e
ideológica esta a cargo de los personajes y situaciones -el ámbito
cultural- que rodean a los enamorados y en los que se encarnan las
voces, las actitudes, los comportamientos y los modelos, sociales e
ideológicos que asumen y representan ellos por causa del estado de
enamoramiento de los dos jóvenes y porque, de acuerdo con las
convenciones sociales y las ideologías vigentes, los enamorados
subvierten lo establecido. Es esa la historia de voces, actitudes y
comportamientos críticos en contra del enamoramiento que se inicia
con Platón y que para Shakespeare ya ha pasado por Roma, la Edad
Media, la cultura árabe, el Renacimiento y el poderoso dominio del
cristianismo, en lo que Shakespeare está inmerso.
Pero también, en la
tragedia de los dos jóvenes se representa otro nivel aun más
complejo: la realidad natural, existencial e íntima, que subyace al
estado de enamoramiento, la cual se puede abducir, por un lado, de la
estructura y, por el otro, de los estados vitales y anímicos que
ellos manifiestan y expresan, así como, y aún más complejo, por
los cambios fisiológicos y psicológicos que los afectan y
trasforman.
Pero, y lo más asombroso de
Romeo y Julieta, es que, para Shakespeare, la naturaleza del
enamoramiento de los dos jóvenes está representado y se corresponde
con la naturaleza de su sexo: el Ser y la palabra de la mujer y el
Ser y la palabra del hombre. Ser, estados y palabras que les son
propios y diferentes de acuerdo con las necesidades y finalidades,
naturales, vitales y anímicas, para cada sexo. Una filosofía, una
fenomenología y unas ciencias que apenas están incursionando en los
terrenos de las realidades y diferencias entre mujeres y hombres, tal
y como intento exponerlo en mis escritos sobre Ser y palabra de
mujer.
Y, como debe ser en el
enamoramiento, lo que se sucede en Romeo y Julieta, es un proceso
natural de la vida que nace, muere y resucita en el ciclo del eterno
retorno: el árbol florece para producir los frutos y las semillas de
la nueva vida en la resurrección. Lo que muere en escena no son los
amantes, sino el enamoramiento, ese es el momento del renacimiento o
de la resurrección de quienes estuvieron enamorados, como ya mostré
antes.
A manera de digresión,
Shakespeare también representa, como algunos de sus contemporáneos,
la pervivencia clandestina del mito minoico de La Gran Diosa Madre:
Ariadna y Dionisios, como lo he mostrado en mi escrito Ariadna, la diosa de la perdición para Nietzsche (4).
Ahora bien, que el
enamoramiento es así y que así está representado en Romeo y
Julieta, puede analizarse a partir de las hipótesis descabellada que
he propuesto para el enamoramiento, análisis que deberían realizar
aquellos aspirantes a convertirse en Lector Lúdi, por ejemplo, a
partir de unas conexiones, correspondencias y relaciones, como las
siguientes:
En el Primer Acto, escenas
I, III, IV y V, es en donde Shakespeare presenta los estados vitales
y existenciales que afectan a los jóvenes Romeo y Julieta: el estado
de desasosiego, la Sobrecarga depresiva y el estallido del Estado
naciente, tal y como los define Francesco Alberoni y como yo los
propongo:
En la Escena I, en primer
lugar, hablan, Benvolio y el padre de Romeo, del desasosegado estado
de ánimo de Romeo. Y, un poco más adelante, cuando Benvolio le
inquiere por los motivos que lo afectan, Romeo le responde:
"BENVOLIO: Sí. ¿Qué tristeza alarga las horas de Romeo?
ROMEO: No tener lo que, al tenerlo, las abrevia".
En seguida, Romeo explica el
motivo de su desasosiego, el cual se debe a un amor no correspondido
e imposible.
Luego, en la Escena III, la
madre y la nodriza de Julieta hablan con ella de matrimonio y la
nodriza expone el motivo del estado de ánimo triste y desasosegado
de Julieta:
SEÑORA CAPULETOPues de casamiento venía yo a hablar.Dime, Julieta, hija mía,¿qué te parece la idea de casarte?JULIETAEs un honor que no he soñado.NODRIZA¡Un honor! Si yo no fuera tu nodriza, diría que mamaste listeza de mis pechos.
En la Escena IV, para dar
sentido y explicar ese desasosiego, Mercucio confronta su teoría de
los sueños con la de Romeo:
ROMEO
Anoche
tuve un sueño.
MERCUCIO
Y
también yo.
ROMEO
¿Qué
soñaste?
MERCUCIO
Que
los sueños son ficción.
ROMEO
No,
porque durmiendo sueñas la verdad.
Y para ilustrarlo, Mercucio
cuenta la leyenda de la reina Mab.
Es con este parlamento y con
otros parlamentos del mismo Mercucio o de La Nodriza que Shakespeare
pone en su lugar a las expresiones de la sexualidad, del erotismo, de
la pasión o amor apasionado y de los celos, incluida la obscenidad
y, al mismo tiempo, marca las diferencias entre sus manifestaciones
vulgares e idealizadas, vitales y líricas.
Finalmente, en la Escena V,
se presentan los momentos de la explosión del Estado naciente para
Romeo y Julieta, es el momento de su encuentro en el baile.
Para Romeo es una visión:
ROMEO¡Ah, cómo enseña a brillar a las antorchas!En el rostro de la noche es cual la joyaque en la oreja de una etíope destella...No se hizo para el mundo tal belleza.Esa dama se distingue de las otrascomo de los cuervos la blanca paloma.Buscaré su sitio cuando hayan bailadoy seré feliz si le toco la mano.¿Supe qué es amor? Ojos, desmentidlo,
pues nunca hasta ahora la belleza he visto.
Y para Julieta, un beso:
ROMEOSi con mi mano indigna he profanadotu santa efigie, sólo peco en eso:mi boca, peregrino avergonzado,suavizará el contacto con un beso.JULIETABuen peregrino, no reproches tantoa tu mano un fervor tan verdadero:si juntan manos peregrino y santo,palma con palma es beso de palmero.ROMEO¿Ni santos ni palmeros tienen boca?JULIETASí, peregrino: para la oración.ROMEOEntonces, santa, mi oración te invoca:suplico un beso por mi salvación.JULIETALos santos están quietos cuando acceden.ROMEOPues, quieta, y tomaré lo que conceden.[La besa.]Mi pecado en tu boca se ha purgado.JULIETAPecado que en mi boca quedaría.ROMEORepruebas con dulzura. ¿Mi pecado?¡Devuélvemelo!JULIETABesas con maestría.
Ya en el Segundo Acto, los
jóvenes amantes se sumergen en el éxtasis del enamoramiento, cuya
máxima expresión se consuma en el Tercer acto, Escena V, con la
canción del alba de Romeo y Julieta, luego del único momento y su
única noche de plenitud, que es también lo único que permite el
enamoramiento: un único momento de plenitud. Luego, todo es morir.
Y, partir de allí y hasta
el final, es la alternancia de éxtasis y agonías, trabas, intrigas,
fallidas ayudas y los absurdos y trágicos eventos que culminarán
con la muerte de los amantes, sucesos y muerte que, para efectos de
esta interpretación, son el proceso y el fin por el que concluye
todo enamoramiento, los que son universales pero particulares para
cada enamorado.
Esa es la tragedia del
enamoramiento, su muerte, su fin ineluctable, dura lo que dura una
flor, porque, luego de su muerte, los enamorados renacerán o
resucitarán, como otros, en ellos mismos.
El enamoramiento es el
Acteón bruniano al que
"[...] "le dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga" (Los Heroicos Furores, I, 4).
Shakespeare lo sabía y
sabía que era asunto claro y esencial para la mujer: el
enamoramiento es una flor y es Julieta quien lo expone en el Acto II,
Escena II:
"JULIETAEste capullo de amor, con el aliento del verano que hace madurar,Tal vez resultará una hermosa flor la próxima vez que nos veamos".
Como también sabía que es
esencia de mujer el que el enamoramiento, mientras dura, es infinito
y como lo infinito esta sometido a la Ley del Eterno Retorno. Será
otra vez Julieta quien lo diga:
"JULIETASólo para ser generosa y volvértelo a dar;Y sin embargo sólo deseo aquello que tengo.Mi botín es ilimitado como el mar,Mi amor igual de profundo: Cuanto más te lo doyMás tengo, pues ambos son infinitos".
Lo que se sigue: a la muerte
del enamoramiento, deviene el renacimiento o resurrección de los
desenamorados, pero, para Romeo y Julieta, esa será otra vida, cuya
representación queda a la consideración y a la imaginación del
espectador.
Shakespeare tratará el tema
del renacimiento o resurrección de después del enamoramiento en
otras de sus obras y en los sonetos.
NOTAS
(1)
Iván Rodrigo García, El enamoramiento:
http://enamoramientoyevolucion.blogspot.com/
(2)
Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Ariel
Filosofía, Barcelona, 1983, pp. 408.
(3) Harold Bloom,
Shakespeare. La invención de lo Humano, Grupo Editorial Norma,
Bogotá, 2001 p. 87.
(4) Iván Rodrigo García
Palacios, Ariadna, la diosa de la
perdición para Nietzsche,
http://lectorludi.blogspot.com/2011/05/ariadna-la-diosa-de-la-perdicion-para.html