20 de enero de 2006

LECTOR LUDI-23

¿Quiénes somos al soñar?
Una exploración al paraíso de los sueños perdidos


- Para el cerebro y la mente, vigilia y soñar, son dos y la misma cosa
- ¿Son los sueños importantes para el desarrollo intelectual, emotivo, en fin, humano?
- ¿Se puede considerar a los sueños como participantes en el desarrollo del conocimiento, más allá de las anécdotas y leyendas?
- ¿Cómo podría restablecerse una vida onírica coherente?
- La poesía, la literatura y las ciencias, mapas ocultos para encontrar los tesoros escondidos de los sueños.
- ¡¡¡CIENCIA, LITERATURA Y SUEÑOS!!!, una logia hacía la SABIDURÍA

Por Iván Rodrigo García Palacios

Manipulando, como he estado por estos días el tema de los sueños, la Amante Celeste, Amor, Eros, literatura, etc., asuntos que se relacionan entre sí por su propia dinámica, se me ha ocurrido preguntarme algunas cosas , las mismas que ya he manifestado en los escritos anteriores: ¿Es el soñar tan importante para la salud de cuerpo, mente y espíritu, cómo el pensar? ¿Saber soñar nos otorga algún poder? ¿Se puede y se debe aprender a soñar? En fin, ¿sí tiene algún sentido pensar en el soñar?

Sin profundizar en los asuntos de la neurobiología, que tiene sus propios doctores trabajando arduamente, con notables avances, por demostrar qué es y cómo funciona el cerebro como el lugar en donde se percibe tanto la vida de la vigilia como la del soñar, esos dos estados que son, al mismo tiempo, asuntos particulares y comunidad indivisible y que, para lo que interesa, son el punto de partida a las consideraciones que voy a hacer a continuación. Los interesados en ampliar sobre los temas de la neurobiología, podrán encontrar información divulgativa de fácil acceso.

En consecuencia, quisiera continuar proponiendo insinuaciones y sugiriendo relaciones que provoquen a reflexionar sobre la preguntas que he planteado y otras que se irán ocurriendo en el camino.

Como principio, es necesario aceptar que el pensar y el soñar comparten el mismo lugar y funcionamiento y que, si bien se perciben y manifiestan, aparentemente, de forma diferente, la cuestión es sólo de forma y no de fondo, para metaforizar, son los lados de una misma moneda. De esta manera, la actividad cerebral de la vigilia y la del soñar se percibe, se maneja y se controla a partir de la organización de la información que se recibe, se acumula y se asocia por los sentidos y que, a partir de allí, producen y deciden las actividades siguientes y que los efectos, adecuados o no, que de tales actividades resulten, dependerá de la salud, tanto del cerebro mismo, como de aquello que se llama razón y soñar.

Ahora bien, la razón de la vigilia se organiza, por una parte, a partir de un sistema de símbolos deliberadamente establecido que permite explicarse, recordar, combinar y proyectar la información, desde el pensamiento hasta la comunicación, aproximada, con otros a través de los medios que se han desarrollado, bien biológicos o tecnológicos. De esta manera, el saber pensar dependerá del adecuado funcionamiento de ese sistema.

Pero, por otra parte, en el cerebro también actúan las emociones, los sentimientos y las sensaciones, que si bien están íntimamente relacionados con el funcionamiento de la razón, operan de formas más complejas y menos manejables y controlables, hasta el punto de modificar las percepciones y respuestas de la razón. Lo mismo también es válido en el sentido contrario, quizás de otra forma. Bien se sabe que una mente sin emociones ni sentimientos estará perdida en el mundo real, como en el de la imaginación y el del soñar, al igual que una mente con dificultades de raciocinio.

Y es aquí, en ese punto, en el que se conjugan razón y emoción, en donde puede decirse que están las fortalezas y las fragilidades individuales y colectivas, pues son las relaciones de la razón y las emociones y su funcionamiento, las que regulan, por un lado, la formación del conocerse a sí mismo, como del conocimiento del universo que nos rodea y todos sus misterios, las ciencias, y, por el otro, la formación de las culturas, las ideologías y las creencias que pretenden controlar o liberar a la humanidad de sus limitaciones y temores o, precisamente, por ellos. El poder está en la salud de la razón y el soñar.

Para completar el cuadro, hay que decir que también el imaginar y el soñar funcionan por un sistema de símbolos, relacionados pero diferentes de los de la razón, por lo que de su existencia, manejo y operación, dependerá el estado de saludable interrelación de mente, cuerpo y espíritu.

Pero, ¿cuál sería ese sistema simbólico del imaginar y el soñar? Igual que en el de la razón, es artificial y arbitrario, y su coherencia dependerá del orden y reglas que se le establezcan: un alfabeto, una semántica, una gramática. Y de su universalidad, la dinámica y el poder de su funcionamiento y su manejo. Es, en gran parte, ese lenguaje que permite comprender las obras de arte. O, como dice Elémire Zolla al preguntarse sobre el restablecimiento de una vida onírica coherente: "Premisa para sueños continuados y coherentes es un sistema de símbolos; si éste faltara, las imágenes oníricas flotarían sin sentido, como lo harían las palabras de perderse el nexo entre significados y fonemas. Mientras no se interponga un tejido de mediaciones entre los instintos y el sistema del cosmos, entre sentimientos y verdad, prevalecerá la casualidad. cuando, por el contrario, se dispone de un tejido de mitos, las imágenes naturalmente gravitan hacia el recuadro que a ellas corresponde en el cuadro total, exactamente como las palabras se ordenan entre ellas cuando se da por descontada una semántica" (1).

Si se piensa bien, podría considerarse que los humanos primitivos fueron más sabios que los actuales, pues se preocuparon por mantener la armonía entre la vigilia y el soñar y, así carecieran, al igual que los de hoy, de muchas explicaciones para los misterios que la naturaleza y su naturaleza les plantean, se sabían uno con el cosmos y, de allí, ser capaces de adaptarse al medio y sobrevivir, aún en las peores circunstancias, propias y externas.

Vistas así las cosas, se puede afirmar entonces que la percepción, explicación, resolución, conocimiento y memoria de esos misterios se realiza tanto en la razón como en la imaginación y en el soñar, como, por ejemplo, en el cuento de la medición de la sílfide más pequeña, ya citado en el CUADERNO DE CITAS-3, mediante el cual se explica y trasmite una compleja ley física. Cuentos como ese son los que se necesitan, más que para preservar conocimientos, para estimular una imaginación científica que sea capaz de continuar desvelando aquellos misterios del universo que no se aprehende sólo con el lenguaje de la razón.

Ahora si, a cruzar el umbral. Antes que la literatura y la poesía, fueron los compendios religiosos, esculpidos, dibujados, escritos u orales, los que se encargaron de preservar, interpretar y establecer la Tradición, conservándola como una memoria que mantenía unidos los pueblos: "Tradición es todo aquello que se trasmite y que otorga al hombre una cosmovisión, un punto de partida sobre el orden de lo sagrado" (2). Similar a la anterior definición de esoterismo, ocurría con los mitos y leyendas, pero más importante aún, esos mitos y leyendas también se encargaban de preservar, trasmitir y enriquecer los conocimientos importantes para la supervivencia individual y colectiva de esos pueblos, como lo plantea Mircea Eliade, al dirigir su investigación "hacia las sociedades en las que el mito tiene -o ha tenido hasta estos últimos tiempos- "vida", en el sentido de proporcionar modelos a la conducta humana y conferir por eso mismo significación y valor a la existencia" (3).

Pero, pienso, toda esa imaginería contenía, además, un ingrediente de vital importancia: crear, mantener y desarrollar un lenguaje coherente y común para esa parte misteriosa de la existencia humana que son los sueños, y cuyas manifestaciones en la vigilia eran, al mismo tiempo, religiosas, científicas y de carácter estético o artístico: música, danza, escultura, pintura y, cuando ya fue inventada, la escritura, que se convirtió, además de herramienta administrativa, en memoria permanente de revelaciones, preceptos, leyes, conocimientos, pensamiento, historias y, por supuesto, de la belleza de los poemas y relatos.

Podría decirse que con la invención de la escritura, al mismo tiempo que se amplificaba el poder de la memoria y la dinámica de la razón, también se comenzó a degradar el poder de lo sagrado; la densidad de los sueños y los mitos se disuelve al perder la oralidad, esa salmodia casi musical que unifica para la mente, el sonido y el concepto, hasta convertirlos en un único proceso mental de causa y efecto determinados. Aún más, la escritura suplanta y desplaza al mediador, por más que se insista en la naturaleza de revelación sagrada de la palabra escrita que, si bien, todavía conserva algún poder en los llamados libros sagrados, máxime cuando se salmodia su aprendizaje, buena parte de la reverencia que se exigía se ha ido convirtiendo en una actitud vana y alienante.

Es que, de todas formas, en el silencio en el que se refugia, el lector sentirá esa lejanía y soledad que lo impulsará a interpretar lo que antes no era interpretable, a discutir lo indiscutible, a explicar lo que aparentemente era inexplicable, a confrontar su pensamiento contra el texto, generando así, por medio de su razonamiento, una dinámica en la que entran en conflicto fe y razón, el misterio y la magia de las palabras toman cada una su propio camino... Y, nacen las escrituras de las ciencias y las artes: la poesía, la tragedia, los relatos, desvaneciéndose, allí también, el lenguaje simbólico de los sueños, hasta casi convertirse en mera referencia.

Lo anterior, en contravía de opiniones tan autorizadas como las del francés Gaston Bachelard, quien dedicó su vida a investigar la poética de los sueños y de la ensoñación y de quien reproduzco algunos conceptos de su ensayo, El "cogito" del soñador, para apoyar las anteriores consideraciones:

"La gramática nocturna no es la misma que la diurna. En el sueño de la noche, la función de cualquiera no existe. No hay un sueño cualquiera, no hay imágenes oníricas cualesquiera. Todos los adjetivos del sueño nocturno son adjetivos calificativos. al filósofo que crea poder incluir el sueño dentro del pensamiento, le costará mucho pasar, permaneciendo en el mundo del sueño, del cualquiera al alguien, tan cómodamente como lo hace en sus meditaciones lúcidas" (4).

Y para complementar, Gaston Bachelard plantea los límites del pensar filosófico sobre los sueños:

"¿Pero la Metafísica de la noche no podrá quedar reducida a una suma de vistas periféricas sin poder volver a encontrar nunca el cogito perdido, un cogito radical que no sería el cogito de una sombra?
(...)
"En ese caso un filósofo del sueño se pregunta: ¿puedo pasar verdaderamente del sueño nocturno a la existencia del sujeto soñador, como el filósofo lúcido pasa del pensamiento -de un pensamiento cualquiera- a la existencia de su ser pensante. En otros términos, para seguir los hábitos del lenguaje filosófico, no nos parece posible hablar de un cogito válido para un soñador de sueño nocturno. Sin duda es difícil señalar la frontera que separa los dominios de la psiquis nocturna de la psiquis diurna, pero esta frontera existe. Hay dos centros de ser en nosotros, pero el centro nocturno es un centro de concentración fluida. No se trata de un "sujeto" (5)

Y para cerrar las citas de Gaston Bachelard:

"Las ensoñaciones, las locas ensoñaciones conducen a la vida" (6)

Ahora bien, desde el nacimiento de la literatura occidental, con los poemas homéricos, y hasta hoy (similar ha sucedido para las demás artes), han sido incontables los ires y venires de ese poder misterioso de los símbolos, entre atribuirles poderes sobrenaturales o considerarlos ilusorios y alienantes. La paradoja está, en que a pesar de racionalismos o supersticiones extremos, las limitaciones mismas de los lenguajes de la pura razón, las palabras, quíerase que no, tienen que contener también el lenguaje de los sueños y contaminarse de ellos, así como también en las visiones de los sueños se explican los misterios o leyes del universo.

Lo cierto del caso es que en la literatura, poesía y prosa, así como en algunos textos científicos se pueden encontrar, unos más ocultos o esotéricos que otros, los símbolos que den sentido tanto al soñar como a su interpretación en la vigilia y, en conjunto, al conocimiento y la comprensión de las realidades físicas y metafísicas en las que se está inmerso y las que es mucho mejor y más saludable percibir y manejar de manera consciente.

Literaria y filosóficamente, los momentos de la historia en los cuales los sueños tuvieron relevancia máxima fueron: El Romanticismo y El Surrealismo, en los cuales la vida onírica era una parte fundamental de la existencia y era necesario explorarlos. Por ser asuntos conocidos, los dejo a iniciativa de cada cual.

En fin, lo cierto del caso es que los ejemplos que se podrían mostrar de la literatura en la que son protagonistas la ciencia y los sueños, son abundantes, pero para picar la curiosidad de los LECTORES LUDI, sólo citaré tres, y para ello los remito al CUADERNO DE CITAS-5, que enviaré seguidamente y en los que se muestra cómo los lenguajes científicos y literarios se asimilan o intercambian en el cumplimiento de sus respectivos objetivos. No sin antes advertir que la poesía es un género excepcional en este sentido, como lo podrán descubrir, por una parte, en las obras de Gaston Bachelard, ya citadas, o en las investigaciones críticas, literarias o filosóficas, en las cuales se estudian las relaciones entre poesía, literatura, filosofía y ciencias, motivo por el cual excluyo ese género de mis ejemplos.

¡¡¡CIENCIA, LITERATURA Y SUEÑOS!!!, una logia hacía la SABIDURÍA

Así pues, los convoco al CUADERNO DE CITAS-5:

NOTAS:
(1). Elémire Zolla, La amante invisible, la erótica chamánica en las religiones, en la literatura y en la legitimación política, Paidós, 1994, Barcelona (154 p.), p. 33. Ya citado en mis anteriores escritos, con los que se puede complementar lo que ahora escribo.
(2). Carlos Garrido, El esoterismo, claves de las doctrinas secretas, Montesinos, Barcelona, 1983 (128 p.), p. 18
(3). Mircea Eliade, Mito y realidad, Labor, Barcelona, 1983 (231 p.), p. 8
(4). Gaston Bachelard, La poética de la ensoñación, Fondo de Cultura Económica, México, 1982 (321 p.), p. 222. Que sea el motivo para sugerir la lectura de sus obras: El agua y los sueños, La poética del espacio, El aire y los sueños, así como los ensayos póstumos de la poética del fuego y El derecho a soñar, todos publicados por FCE.
(5). Gaston Bachelard, ya citado. ps. 222 y 223
(6). Gaston Bachelard, ya citado. p. 258

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