19 de diciembre de 2014

La Utilidad y su contraparte, la inutilidad








Lucas Cranach El Viejo, La fuente de la juventud.

La Utilidad y su contraparte, la inutilidad


Yo sé que ya hemos hablado del asunto, pero nunca un asunto de estos parece agotarse, a menos que los agotados seamos nosotros.
Nada hay útil o inútil en el universo, la libertad existe per se. Son sólo las leyes de la Naturaleza.
Así que eso de la utilidad y la inutilidad es otras más de las valoraciones que nos inventamos para medirlo todo y que se puede mirar tanto como algo natural o como algo cultural o como algo positivo o como algo negativo, al fin y al cabo, lo que cuenta es el resultado, bien sea físico o abstracto, lo útil es lo que produce algo o, al menos, se espera que lo produzca, lo que sea, algo bueno o algo malo, según se le mire: un cáncer o un embarazo, o también algo así como aprender algo o ser condicionado a sentir y pensar en algo. Lo inútil, según tu concepto, sería lo que carece de valor, lo gratuito, lo que da o lo que se da y lo que se recibe sin esperar recompensas ni premios ni castigos. Me parece que ese es otro asunto relacionado con la utilidad y la inutilidad, pero que mejor lo dejo pendiente.
Ahora bien, también la utilidad puede ser "inútil" como lo dices, tanto por eso de las trascendencias como en lo del mito y otras cosas de las que ya has dicho algo en el pasado o para ser más libresco, como en el manifiesto de Nuccio Ordine. En eso estamos de acuerdo. También puede ser considerada una medida de la felicidad como en el caso del utilitarismo: eso de darle valor al placer y al dolor o del utilitarismo de J. S. Mill de establecer las medidas para la felicidad. En fin, todo eso de la utilidad como medida hedonista.
Lo que bien vale la pena pensar, es en la utilidad según se la mire como resultado de un proceso natural o conceptual o ideológico, que al fin y al cabo, la naturaleza humana también se desarrolla y mueve en esos ámbitos, los que no se pueden escindir en sus conexiones, aunque posiblemente si y en algo en sus consecuencias, es decir, para eso del teorizar.
Por ello, antes de cualquiera otra explicación, una clasificación quizás arbitraria:
Utilidad evolutiva: la que se obtiene por el desarrollo de los procesos evolutivos, eso de la selección natural y la supervivencia, la reproducción y la adaptación. En esta categoría, la inutilidad podría ejemplificarse con eso del apéndice, un apéndice que no tiene utilidad conocida.
Utilidad lúdica: la que se obtiene o disfruta con el juego, arte, ensoñación, mística (de la mística y de la ensoñación nada hemos hablado, todavía). Razón lúdica: suspensión de la razón suficiente. La utilidad lúdica se conecta con la utilidad evolutiva en el sentido que son aquellas actividades mediante las cuales el cuerpo desarrolla, aprehende y aprende, ejercita y fija los funcionamientos y procesos de los circuitos neuronales que dan origen a la mente, a la conciencia, en fin, a todo eso que hace que seamos lo que somos y hacemos (Edelman, 2004 y Edelman y Tononi, 2002).
Utilidad cultural: aquellas que el Homo-Humano se inventa para darle valor, valorar sus acciones y actividades y, por supuesto, sus posesiones (posesiones son todo aquello que el Homo-Humano usurpa de la naturaleza): valor moral o ético, valores económicos, políticos, religiosos, etc. Razón suficiente.
Utilidad metafísica: aquella que se le da a la existencia, sentido de la vida o sentido de la existencia. En última instancia la justificación de la libertad o de otros conceptos invaluables.
Lo útil y lo inútil, al fin de cuentas, no son otra cosa que valores morales y la moral es un invento del Homo-Humano y no de la Naturaleza.
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Lo que me interesa ahora es lo de la utilidad del juego, del arte, de la ensoñación y de la mística como utilidades evolutivas y lúdicas, nada que ver ni con morales, ni con éticas ni con medidas de placer, dolor o felicidad. Aquí de lo que se trata es de mirar la utilidad en el contexto de la selección natural, o sea, esa que funciona tanto a nivel biológico (darwinismo) como en ámbito social -psico o socio-, esa de Herbert Spencer.
Tal el caso de esta cita de Daniel C. Dennett en La peligrosa idea de Darwin:
"Permítaseme poner las cartas sobre la mesa. Si se tratase de conceder un premio a la mejor idea que alguien haya tenido, yo se lo concedería a Darwin, por delante de Newton y de Einstein y algunos otros. De un solo golpe, la idea de la evolución por selección natural unifica la esfera de la vida, su significado y su propósito, con la esfera del espacio y el tiempo, de la causa y del efecto, de los mecanismos físicos y de las leyes que los rigen. Pero no se trata solamente de una admirable idea científica. Es, también, una idea peligrosa. Aunque mi admiración por la magnífica idea de Darwin no tiene límites, estoy de acuerdo, además, con muchas de las ideas y proyectos que parecen haber sido puestos en jaque por esta idea y deseo protegerlos".
Aparte de filosofías y polémicas, volvamos a lo de la utilidad del juego, del arte, de la ensoñación y de la mística, como utilidades evolutivas y lúdicas. Si algo se puede decir, para empezar, es que todas ellas son motivo o actividad de "experiencia de conocimiento", tanto "el conocimiento" desde las entrañas, como desde el conocimiento spinoziano y de otros asuntos gozosos de los que habla la cita siguiente y que pone esas cosas en una perspectiva de horizonte, mejor dicho, del poder de los deseos y las creencias en eso de la selección psico y socio social y pone en otra perspectiva lo de la selección natural, de los que tratare de hablar más adelante.
Dice Vidal Peña:
"La alegría es un notorio tema espinosiano, y, muy especialmente, de la Ethica ordine geometrico demonstrata. En los últimos años las versiones que proponen un Espinosa deseante tanto o más que racionalista (a partir, sobre todo, de Gilles Deleuze) han subrayado la importancia de ese tema. Pero decir que es un tema no es enunciar una obviedad insípida; justificar por qué no es así va a ser, al menos, en parte, el tema -a su vez- de este estudio, que, en cierto modo, versa acerca de si es posible "tematizar" la alegría.
Empecemos recordando cosas muy conocidas. Espinosa lleva a cabo, en la parte tercera de su Ética, una construcción ordine geometrico de los afectos (construcción que tiene su precedente, aunque éste no sea estrictamente "geométrico", en la segunda parte de Las pasiones del alma, de Descartes). Esa construcción es previa a la distinción entre afectos buenos y malos ("buenos" y "malos", claro está, por relación al hombre, pues, hablando en términos absolutos, ya se sabe que, para Espinosa, no hay en la Naturaleza ni bien ni mal). Tras esa distinción entre afectos buenos y malos, efectuada en la parte cuarta, pasará, en la quinta, a indicar el camino de la salvación, de la beatitud. Pues bien: aquella construcción de las nociones de los efectos empieza por establecer tres afectos primitivos (Deseo, Alegría, Tristeza), a partir de los cuales va derivándose la complejidad de los afectos secundarios que Espinosa considera más importantes.
El Deseo es presentado nada menos que como motor primordial de la conducta humana; más aún, la Definición primera de los afectos (en esa misma parte tercera) enuncia que "el deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto que es concebida como determinada a hacer algo". . . Fijémonos en que Espinosa dice que la esencia humana es Deseo; no dice que sea Razón, y eso parece orientar la ética espinosiana, en relación con su racionalismo, de manera muy especial. Por otra parte, la Alegría y la Tristeza son presentadas -al parecer- como piedras de toque de la racionalidad e irracionalidad de nuestra conducta; al menos, eso parece desprenderse de la Proposición 8 de fa parte IV, que reza así: "el conocimiento del bien y el mal no es otra cosa que el afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos conscientes de él". Teniendo en cuenta, además, que según la Proposición 44 de esa misma parte IV "el conocimiento del mal es siempre un conocimiento inadecuado", entonces la Tristeza se vincula a la irracionalidad ("conocimiento inadecuado") tanto como la Alegría a la racionalidad ("conocimiento adecuado")" (Vidal Peña, Espinoza: orden geométrico y alegría, Contextos, III/5, 1985, pp. 7-24).
Digamos que "la alegría" espinosiana es "la utilidad" del juego, del arte, de la ensoñación y de la mística, en cuanto a individuo deseante y pensante, ya diré algo sobre la utilidad y la selección natural.
Mientras tanto, véase lo que dice Spinoza:
"Escolio: Entre la irrisión (que, como he dicho en el Corolario I, es mala) y la risa, reconozco que hay una gran diferencia. Pues la risa, como también la broma, es pura alegría y, por tanto, con tal que no tenga exceso, es de por sí buena (por la Proposición 41 de esta Parte). Pues, ciertamente, sólo una torva y triste superstición puede prohibir el deleite. ¿Por qué saciar el hambre y la sed va a ser más decente que desechar la melancolía? Tal es mi regla, y así está dispuesto mi ánimo. Ningún ser divino, ni nadie que no sea un envidioso, puede deleitarse con mi impotencia y mi desgracia, ni tener por virtuosos las lágrimas, los sollozos, el miedo y otras cosas por el estilo, que son señales de un ánimo impotente. Muy al contrario: cuanto mayor es la alegría que nos afecta, tanto mayor es la perfección a la que pasamos, es decir, tanto más participamos necesariamente de la naturaleza divina. Así, pues, servirse de las cosas y deleitarse con ellas cuanto sea posible (no hasta la saciedad, desde luego, pues eso no es deleitarse) es propio de un hombre sabio. Quiero decir que es propio de un hombre sabio reponer fuerzas y recrearse con alimentos y bebidas agradables, tomados con moderación, así como gustar de los perfumes, el encanto de las plantas verdeantes, el ornato, la música, los juegos que sirven como ejercicio físico, el teatro y otras cosas por el estilo, de que todos pueden servirse sin perjuicio ajeno alguno. Pues el cuerpo humano está compuesto de numerosas partes de distinta naturaleza, que continuamente necesitan alimento nuevo y variado, a fin de que todo el cuerpo sea igualmente apto para hacer todo lo que puede seguirse de su naturaleza, y, consiguientemente, a fin de que también el alma sea igualmente apta para conocer al mismo tiempo muchas cosas. Y así, esta norma de vida concuerda muy bien con nuestros principios y con la práctica común; por lo cual, si hay alguna regla de vida que sea la mejor, lo es ésta, así como la más recomendable en todos sentidos. Y no es preciso tratar de este tema con mayor claridad ni extensión" (Espinoza, Ética, (traducción de Vidal Peña), IV Parte, p. 148: Escolio a la proposición XLV).
Pero dejemos a Spinoza en su sitio con lo de las necesidades lúdicas del cuerpo y de la "mens" y volvamos al tema de la utilidad en la selección natural en el juego, en el arte, en la ensoñación y en la mística, mejor dicho, a eso de la utilidad lúdica en la selección natural.
Ahora si voy a tratar de explicarme hasta donde me sea posible.
Empiezo por decir que para que ese asunto tenga alguna validez, es necesario que se muestre alguna universalidad y esta se presenta en la naturaleza de los mamíferos, incluidos nosotros los Homo-Humanos.
O sino, considérese que todos los mamíferos aprehenden y aprenden, desarrollan y fijan en sus cerebros los comportamientos motores y "mentales", al menos, por medio del juego, de la ensoñación y de la mística , para no entrar en ambigüedades con lo del arte, eso sí considerado algo exclusivo y patrimonio de la humanidad.
Pero entonces, tengo que decir ahora lo que quiero decir con juego y no solo con la infinidad de actividades que se llaman juego y que van desde la actividad y el ejercicio físico con algún sentido deliberado o no, lo que, al fin y al cabo, no tiene ningún otro sentido que el hacer algo por hacerlo, por lo general, por el placer de hacerlo y cuyo resultado, utilidad, será, por un lado, obtener placer, aun en el dolor del esfuerzo y el cansancio de haberlo hecho, así sea solo o en compañía, pero, por otro lado, que también produce otro beneficio, utilidad: hacer que las habilidades motoras se desarrollen y se integren con las demás habilidades cerebrales (circuitos neuronales) y metales, tales las de reaccionar y actuar con oportunidad y precisión cuando sea necesario. Y, mucho más humano aun, saber cuándo, cómo y por qué reaccionar o actuar, ante situaciones y circunstancias probables o hipotéticas que se sienten bien como placenteras o bien como dolorosas. Todo sentimiento y todo pensamiento son resultados, utilidades o inutilidades, del sentir placer y dolor. Emoción y cognición son las dos caras de la misma moneda de la mente y de la conciencia, mejor dicho, lo que sentimos, somos y hacemos. De este asunto es mucho lo que hay que decir todavía y, según se me ocurre, es sobre ellos sobre los que las psicologías podrán decir algo científico y original, pero ya hablaremos de ello.
En pocas palabras, ese juego es una actividad por medio de la cual se desarrollan e integran en el funcionamiento de cerebro y cuerpo las acciones y las actividades físicas, motoras, instintivas, emocionales, imaginativas, intelectuales, por medio de las cuales somos y seleccionamos cómo y por qué estar en el mundo que sentimos, deseamos, imaginamos, pensamos, expresamos y conservamos como memoria (simples datos) y recuerdos (datos con emociones). Algo así como un puente de unión entre lo genético, lo epigenético y lo cultural.
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Las emociones, además de ser buenos mecanismos activadores del recuerdo, también son fijadores y trasformadores del sentido y del contenido del conocimiento y del recuerdo.
Los sentimientos están separados de los pensamientos porque los primeros son procesos de la carne y los segundos son palabras, sistemas de códigos, que funcionan en y con la carne.
Una cosa es conocer con la carne y otra es saber con el pensamiento.
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"El lenguaje apenas necesita la consciencia como una más entre las importantes habilidades por las que los humanos debieran agradecerle. Las glorias del lenguaje se hallan en otra parte: en la habilidad de traducir pensamientos en palabras y frases precisas, y palabras y frases en pensamientos; en la capacidad de clasificar económica y rápidamente conocimientos bajo el alero protector de un vocablo; y en la capacidad de expresar construcciones imaginarias o abstracciones remotas con una palabra simple y eficaz. Pero ninguna de estas notables habilidades -que permitieron a la mente humana crecer en saber, inteligencia y creatividad, y consolidaron las sofisticadas modalidades de consciencia ampliada que hoy poseemos tiene que ver con la fábrica de consciencia nuclear, ni con la producción de emoción o percepción" (Antonio Damasio, Sentir lo que sucede. Cuerpo y emoción en la fábrica de la conciencia, Andrés Bello, Santiago de chile, 2000, pp. 129-130).
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"Los sentimientos, en el sentido que se emplea en este libro, surgen de cualquier conjunto de reacciones homeostáticas, no únicamente de las emociones propiamente dichas. Traducen el estado de vida en curso en el lenguaje de la mente" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica. Barcelona, 2009, p. 85).
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Y aquí es donde ese juego se integra con el arte. El arte que es la expresión de lo que se siente y se piensa pero que no es posible expresarlo con los sentidos y significados de y por los lenguajes o los códigos establecidos. Eso es lo que se llama poético que vendría a ser la manifestación y expresión del sentido y significado de lo que se siente y se piensa de manera sensual y lógica, mejor dicho, lo dionisiaco y lo apolíneo, de lo que hablaba Nietzsche, pero re-interpretado por Giorgio Colli. En otras palabras, lo que se siente en la carne y lo que ordena y organiza la mente con los códigos de los sentimientos, del pensamiento y de la imaginación. En otras metáforas menos antiguas: lo lúdico y lo poético, en el lugar de lo dionisiaco y lo apolíneo.
Y damos otro paso o salto, no lo sé. En ese contexto aquí vuelven y se juntan todos los elementos: juego, arte, ensoñación y mística, para entenderse y conectarse entre sí como fuentes "del conocimiento" y del saber:
"[...] el éxtasis mistérico, en la medida en que se llega a él despojándose completamente de las condiciones individuales, es decir, en la medida en que en él el sujeto que conoce no se distingue del objeto conocido, debe considerarse como el presupuesto del conocimiento más que como conocimiento propiamente dicho. En cambio, el conocimiento (en este punto prefiero decir el saber) y la sabiduría se manifiestan mediante la palabra, en Delfos es donde se pronuncia la palabra divina, Apolo es quien habla a través de la sacerdotisa, no precisamente Dionisos" (Giorgio Colli, El nacimiento de la sabiduría, Tusquets, Barcelona, 1977, p. 15).
Para insistir sobre lo "del conocimiento" y del éxtasis, o sea, lo místico, en Nietzsche y en Giorgio Colli, otra cita:
"En torno al éxtasis
La filosofía y el arte son técnicas del éxtasis; éste es un conocimiento no condicionado por la individuación. El término «éxtasis» aparece en Grecia en el siglo cuarto antes de Cristo y significa «anomalía» fisiológica en cuanto alejamiento y separación de las reglas naturales. Una distorsión de las articulaciones, en el lenguaje hipocrático, o bien una alienación de la mente, un estar fuera de sí del cerebro. En la forma verbal, los dos sentidos de locura y de separación aparecen mucho antes, a partir de Pindaro. Una fusión originaria de tales significados en el lenguaje mistérico es una hipótesis posible, por la utilización de la forma verbal en la parte del Fedro platónico pululante de expresiones esotéricas. Más adelante, en la literatura neoplatónica, la utilización de «éxtasis» sigue siendo ambigua, y el término indica un movimiento hacia el exterior, o incluso una fragmentación. Sólo excepcionalmente designa en Plotino la cima del conocimiento místico, e incluso en este caso no como estado o quietud, sino como salida de sí mismo, abandono de sí mismo, junto a la expresión «anhelo de contacto». Lo que Plotino insinúa está «más allá del ser», y sin ser no hay objeto, de modo que la alusión se refiere a la realización de un impulso. El recipiente de cinc, de cuya visión surge el éxtasis de Jacob Böhme, alude a una desviación análoga, y decisiva, hacia el exterior, a un abandono totalmente conseguido —de improviso, por una milagrosa fragmentación— de la propia individualidad. Lo mismo puede decirse de aquel pensamiento de Nietzsche, que se le ocurrió en el lago de Silvaplana, cuando, procedente del bosque, se le apareció un peñasco enorme en forma de pirámide. Algo exterior a nosotros nos libera de nosotros mismos. Y puesto que nuestra individuación no es más que un nexo de conocimientos, y lo que emerge, por encima de la individuación, sigue siendo conocimiento, aunque un conocimiento diverso, he ahí entonces que, arrancado el velo de la persona, aparece la ocasión del éxtasis, el conocimiento que está en el origen, el instante, el primer recuerdo de lo que ya no es conocimiento" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, Barcelona, 1978, pp. 43-44).
Para distinguir las cosas, una cosa es ese "conocimiento" que se siente y obtiene desde la entrañas y otra cosa es el saber, ese que se manifiesta, se expresa, se memoriza, se conserva, se integra y se desarrolla en palabras, lenguajes, códigos, o sea, en los sistemas de comunicación, conservación e integración de la memoria, es decir, el saber.
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[... Sistemas hacedores de sentido y sentido quiere decir ordenar, organizar, que, a su vez, dan sentido a cada orden y organización que, a su vez, dan sentido a ... los códigos de orden y organización que sirven para signar y designar las cosas que se ordenan y organizan y al sistema de orden y organización signado y significado en la metáfora sin fin del signar y significar].
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Dicho ya algo sobre la mística y el éxtasis, queda pendiente decir también algo sobre la ensoñación, así que, y por el momento, me conformo con reproducir la cita de Gaston Bachelard que te mandé en un correo anterior que bien se puede tomar como un aperitivo para hablar del asunto y llamo la atención a lo que él dice de las ensoñaciones profundas, "Esas soledades de hoy nos devuelven a nuestras soledades primeras".
Las ensoñaciones que tienden a la infancia
"Cuando, en la soledad, soñamos largamente, alejándonos del presente para revivir los tiempos de la vida primera, varios rostros de niños vienen a nuestro encuentro. Fuimos varios durante ese ensayo de nuestra vida, en nuestra vida primitiva. Sólo hemos conocido nuestra unidad por los cuentos de los demás. Siguiendo el hilo de nuestra historia contada por ellos, terminamos, año tras año, por parecemos. Reunimos nuestros seres en torno a la unidad de nuestro nombre.
Pero la ensoñación no cuenta. O al menos hay ensoñaciones tan profundas, ensoñaciones que nos ayudan a descender tan profundamente en nosotros que nos desembarazan de nuestra historia, nos liberan de nuestro nombre. Esas soledades de hoy nos devuelven a nuestras soledades primeras. Éstas, soledades niño, dejan en algunas almas marcas imborrables. Toda la vida está sensibilizada por la ensoñación poética, por una ensoñación que sabe el precio de la soledad. La infancia conoce la desdicha gracias a los hombres. En la soledad puede distender sus penas. El niño se siente hijo del cosmos cuando el mundo de los hombres lo deja en paz. Y es así como en la soledad, cuando es señor de sus ensoñaciones, el niño conoce la dicha de soñar que será más tarde la dicha de los poetas. ¿Cómo no sentir que hay una comunicación entré nuestra soledad de soñador y las soledades de la infancia? Por algo en la ensoñación sosegada seguimos con frecuencia la pendiente que nos devuelve a nuestras soledades infantiles.
Dejemos al psicoanálisis el cuidado de curar las infancias maltratadas, y los pueriles sufrimientos de una infancia indurada que oprime la psiquis de tantos adultos. Hay una tarea abierta a un poético‐análisis que podría ayudarnos a reconstruir en nosotros el ser de las soledades liberadoras. El poético‐análisis debe devolvernos todos los privilegios de la imaginación. La memoria es un campo de ruinas psicológicas, un revoltijo de recuerdos. Toda nuestra infancia debe ser imaginada de nuevo. Al reimaginarla tendremos la suerte de volver a encontrarla en la propia vida de nuestras ensoñaciones de niño solitario.
De ahí que las tesis que pretendemos defender en este capítulo terminen todas haciendo reconocer la permanencia en el alma humana de un núcleo de infancia, de una infancia inmóvil pero siempre viva, fuera de la historia, escondida a los demás, disfrazada de historia cuando la contamos, pero que sólo podrá ser real en esos instantes de iluminación, es decir en los instantes de su existencia poética.
Mientras soñaba en su soledad el niño conocía una existencia sin límites. Su ensoñación no es simplemente una ensoñación de huida. Es una ensoñación de expansión.
Hay ensoñaciones de infancia que surgen con el brillo de un fuego [...]" (Gaston Bachelard, La poética de la ensoñación, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, pp. 150-151).
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En medio de todos estos asuntos que hacen humano al Homo-Humano, quedan abiertos un par de asuntos que son los que abren las puertas a que esa humanidad sea posible, algo así como un par de procesos que la evolución ha seleccionado en exclusivo para los los Homo-Humanos: el asunto de la emoción y el asunto de la cognición, un territorio en el cual las ciencias ya están haciendo exploraciones reveladoras y que tal y como han empezado a descubrir, no son dos procesos sino un proceso con dos caras: sentir que se siente y dar sentido a lo que se siente (sentido se usa aquí en todas las acepciones del concepto tanto biológicas como conceptuales y existenciales, así como en todos aquellos usos que se hacen de la palabra y el concepto).
Y dicho todo lo anterior, hay que ver como todas esas cosas están conectadas entre sí, pero será en otra ocasión que hablaremos de ello.
Salud y alegría,
Iván Rodrigo.

Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

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