24 de diciembre de 2010




Carta eleusina No. 5

Iván Rodrigo García Palacios

"Si el físico puede llegar a conocer aquello que hemos llamado un fenómeno primigenio, queda entonces aliviado, y el filósofo con él. El primero porque está convencido de haber llegado a los límites de su ciencia, de que se encuentra en las alturas empíricas, desde donde, hacia atrás, puede vislumbrar la experiencia en todos sus niveles, y, hacia adelante, el reino de la teoría, donde puede penetrar. El filósofo queda aliviado porque toma del físico algo último, que para él se convierte en algo primero".

J. W. Goethe, Teoría de los colores.



Apreciado Lucilio, "te saludo"

Continuando con mis juegos de gaya ciencia:

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Nunca estará perdido aquel que siempre sabe qué y cómo siente, sabe quién es y sabe dónde está, porque siempre sabrá qué quiere, cómo lograrlo y a dónde ir.

"Conocer qué somos para saber qué podemos y qué debemos hacer" (Pierre Charron citado por Michel Onfray).

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El gran Anhelo:

Nunca nadie está contento con lo que tiene. Los humanos siempre quieren "algo más", pero nunca saben qué.

La perpetua insatisfacción tiene dos caras: es El Gran Anhelo, la gran motivación que nos impulsa a viajar a las estrellas, pero también es el infierno al que nos condenan la impotencia y la ambición.

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Tres paradojas:

1. El Homo-Humano es más de lo que piensa qué es, pero menos de lo se cree qué es.

2. Todos los organismos vivos son determinados. El Homo-Humano es más libre de lo que piensa, pero menos de lo que él se cree.

3. Mujeres y hombres son diferentes, más de lo que piensan, pero menos de lo que ellos se creen.

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El cuerpo ya existía como un todo desde antes que el Homo-Humano inventara la palabra para nombrarlo y escindirlo.

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Todo organismo vivo depende, necesariamente, de la comunicación para cumplir los imperativos básicos: supervivencia, reproducción y adaptación.

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Los Homo-Humanos dependen, necesariamente, de la comunicación para lograr Ser, desarrollarse en todo sentido, inventar la cultura y, con ella y en el mundo, lograr todo lo que son y hacen.

"La cultura (...) llega incluso a ser capaz de influir en la evolución genética" (Luigi Luca Cavalli Sforza, La evolución de la cultura, Anagrama, Barcelona, 2007, p. 19).

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La definición, finalidad, efectos y resultados, de la comunicación, referida a esos imperativos básicos, estará determinada por las circunstancias y condiciones biológicas, ambientales y genético-culturales de los individuos y de los grupos de individuos, bien sea por su naturaleza o bien por la asociación predeterminada o deliberada entre ellos.

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La comunicación de los Homo-Humanos, además de por los imperativos anteriores, está determinada por las culturas propias y por la genética. Las culturas, como la genética, evolucionan y esa evolución cultural se genera dentro del mundo y en el ámbito de cada cultura y en las relaciones entre las culturas.

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Se podría decir, a manera de hipótesis descabellada, que las culturas y cada cultura en particular, es el desarrollo y evolución de los modos, maneras e inventos, mediante los cuales el Homo-Humano y los grupos asociados de Homo-Humanos, Son y Están en el mundo.

Como lo propuso Marshall McLuhan: todo lo que inventa el Homo-Humano es una extensión de su propio cuerpo. El primer invento: la cultura.

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Las palabras siempre mienten. El cuerpo nunca miente.

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Si se acepta como válido que todo acto de expresión y de comunicación humana es el resultado y la expresión organizada de un proceso biológico, cerebral, neuronal, mental y cultural, se podría proponer, entonces, que entre los propósitos de las investigaciones y estudios de la neurocomunicación (neuropropaganda, neuropublicidad, neuropolítica, neuromarketing, etc.), deben estar los siguientes:

- Desentrañar los procesos neurobiológicos y culturales por medio de los cuales se provocan y producen las reacciones, síntomas, gestos, señales e imágenes, en los procesos de comunicación y cómo se desarrollan los códigos articulados y sistematizados y, a partir de estos, identificar los propósitos y significados, particulares y universales, con los cuales los Homo-Humanos expresan y comunican sus necesidades, intenciones, deseos, etc, al mismo tiempo que deciden y realizan sus acciones, bien por imperativa naturaleza (actividad pre-reflexiva, automática e involuntaria) o bien por deliberada decisión (actividad reflexiva).

- Desentrañar el funcionamiento y los procesos y con ellos las reacciones, síntomas, gestos, señales, imágenes y efectos, neurales y virtuales, que provocan y producen las expresiones de comunicación a través de las palabras, imágenes, sonidos, etc. y cualquiera otro sistema articulado de señales, signos, símbolos, palabras, etc., así como determinar los efectos y las consecuencias que estas significan para las decisiones, actuaciones y comportamientos de los individuos. Este ha sido el campo de investigaciones y estudios de la neurolingüítica, la psicolingüítica, etc.

- Dotar, deliberada y específicamente, de significados y del poder de generar reacciones, síntomas, gestos, señales e imágenes, neurales y virtuales, a las señales, signos, símbolos, palabras, imágenes, sonidos, etc., de los lenguajes e idiomas articulados, con un propósito previamente definido, establecido, evaluable y controlable. Este ha sido el campo -no teorizado- de la acción de las artes y de los artistas.

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(Escribí para mí, para ti, para quien sea),

"Que sigas bien"

Iván Rodrigo García Palacios.

20 de noviembre de 2010



Carta eleusina No. 4

Iván Rodrigo García Palacios



Espíritu - es la vida que muerde en la propia carne ¡en su padecimiento acrecienta su saber!” (Nietzsche).



Apreciado Lucilio, "te saludo"

Como me sucede siempre que concluyo la escritura de alguno de mis divertimentos: al terminar la escritura de "Nietzsche: El enigma de Ariadna", estoy pasmado, apenas siento y pienso en breves imágenes.

Así que para sentir con la frase de Nietzsche y mientras se me pasa esta depresión posparto, me entretengo jugando a la gaya ciencia y escribo las notas que ahora guardo aquí para recordarlas luego, pues sé que en ellas están el germen y las semillas de mis próximos juegos de Lectura Lúdica.

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La Naturaleza es la Ley.

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Del punto de partida y de la meta, nada sé. Sólo el camino me pertenece.

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El universo se nos hace más viejo cada vez que descubrimos un nuevo conocimiento.

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Los cuerpos sienten. Todo lo demás, se piensa.

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Definía Spinoza: mente y cuerpo son atributos paralelos, manifestaciones de la misma sustancia (Ética, parte I), para luego agregar:

"La mente humana es la idea del cuerpo humano".

(Spinoza, Ética, parte II).

Cuerpos que sienten, porque:

"Los sentimientos de dolor o placer, o de alguna cualidad intermedia, son los cimientos de nuestra mente" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 9.).

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El cuerpo es un compuesto organizado de materia y energía que procura el mantenimiento de tal organización para sobrevivir con bienestar a partir de las imágenes neurales y virtuales permanentes y continuas de su estado de forma.

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Para el cuerpo no existen adentro ni afuera, es la mente el mediador que organiza al mundo.

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La mente es la gestora y gestionadora del archivo dinámico y virtual de las imágenes, neurales o virtuales, placenteras o dolorosas, del cuerpo, el mundo y los otros, las que el cuerpo y el cerebro procesan para informarse de sus estados y reaccionar a aquello que los afecta.

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A la mente le repugna el desorden e inventa códigos para facilitar, mantener, imaginar, pensar y proyectar el orden.

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La imaginación es la trasformación de las imágenes neurales en imágenes virtuales para su manejo, memorización y comunicación.

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El pensamiento es la verbalización que producimos de las imágenes, neurales o virtuales, placenteras o dolorosas, del cuerpo, del mundo y de los otros para su manejo, memorización y comunicación.

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Las palabras siempre mienten. Los cuerpos nunca mienten.

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¿Qué debe hacer el filósofo cuando la ciencia disuelve la solidez de sus certezas?

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Las filosofías y las ciencias nacieron de la antigua Sabiduría griega. Al principio como hermanas siamesas, luego, las ideologías las hicieron enemigas irreconciliables... hasta el sol de hoy.

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Filosofías y ciencias son la misma cosa: pensamientos.

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Las artes son la expresión de las sensaciones de las imágenes de la vida.

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Las ciencias son el estudio de lo que Es. Las filosofías son las propuestas de lo que debe Ser. Las artes son las expresiones de la vida.

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Todo lo que tiene limite es determinado. El límite del Homo-Humano es la Naturaleza.

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Cuando el Homo-Humano emergió del laboratorio de la Naturaleza, ese compuesto organizado de materia y energía ya había acumulado más de tres mil millones de años de experiencia evolutiva. ¡Una impresionante sabiduría!

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Esa Gran Sabiduría es la que da lugar a la Gran Inteligencia del Homo-Humano y es de ella que emergen todas sus otras inteligencias:

- Inteligencia reactiva.

- Inteligencia genética.

- Inteligencia de los sentidos.

- Inteligencia de los instintos.

- Inteligencia de las emociones.

De las cuales, a su vez, se derivan las siguientes:

- Inteligencia de los apetitos y las motivaciones.

- Inteligencia de los deseos.

- Inteligencia de las pasiones o afectos (ver Spinoza, Ética, para los afectos).

- Inteligencia de los sentimientos.

Pero y lo más asombroso, de todo ello emana aquello que eleva lo humano por sobre la materia y la energía original:

- La carne que anhela: El Gran Anhelo: El Espíritu.

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Es de ese cuerpo y de esa mente de los que los neurocientíficos Antonio Damasio y Marco Iacoboni investigan los procesos que nos distinguen como humanos y de los que emergen todas esas inteligencias que se desarrollan en las culturas: las inteligencias múltiples que investigara Howard Gardner.

En fin, asuntos temas y Lecturas Lúdicas que hacen arder mi carne como estrellas en la bóveda de mi cráneo y que mantienen el furor de mi viaje por las constelaciones de lo desconocido.

(Escribí para mí, para ti, para quien sea),

"Que sigas bien"

Iván Rodrigo García Palacios.

2 de octubre de 2010


Carta eleusina No. 3

Iván Rodrigo García Palacios

Apreciado Lucilio, "te saludo"
En respuesta a mi anotación:
Todo lo que existe es pasado. Todo es eterno retorno. El futuro no existe, todavía, y el futuro que imaginamos o pensamos, ya es pasado. Y, ¿el presente?: ¿necesidad?

Me propones:
Pensar es una actualización de la memoria. El pasado es profético. El presente es una mística. El futuro es un deseo de perdurar.

Ahora sí que Somos y Estamos en esos territorios que, por más que se los explore y cartografié, no dejan de deparar asombros, pareciera que permanecen como territorios siempre por conocer: el laberinto dionisiaco y el enigma apolíneo.
Como cada uno de esos territorios es en sí un mundo, ahora sólo voy a elaborar algunas consideraciones sobre la conexión que se establece entre lo que pienso sobre "la necesidad, el espacio y el tiempo" y lo que interpreto en "ese deseo de perdurar", en los que yo contemplo la emergencia del cuerpo, la mente y el espíritu: "la Necesidad, el Espacio y el Tiempo".
Para ello y sin salirme, por el momento, del ámbito de los misterios eleusinos o, lo que para mí, es la Lectura Lúdica, la que bien puede considerarse como acción previa o simultánea o complementaria con la Terapia dialógica en el Tercer mundo del diálogo, voy a explorar algo a la manera de las arqueologías genéticas de Michael Onfray.
Si estoy en lo cierto y como ya lo expuse en las cartas anteriores, las celebraciones eleusinas se proponían la "sanación" del espíritu colectivo e individual por medio las sabidurías dionisiaca y apolínea, tal y como lo hiciera Epiménides en Atenas para purificarla y restaurar, en el ánimo de los atenienses, la tranquilidad y la sabiduría del gozo primitivo.
Al igual que aquellos atenienses, habitamos la ciudad del tiempo y el espacio convencionales y, simultáneamente, Somos y Estamos inmersos en el universo "del tiempo que no envejece" y el espacio sin espacio de lo místico. En el tiempo y el espacio convencionales, la memoria se actualiza y reorganiza para interpretar el pasado, enfrentar el presente y proyectar en el futuro. En "el tiempo sin tiempo" y en el espacio sin espacio de lo místico, se habita en el tiempo de Ananke (la Necesidad) y en el espacio de su idéntica por naturaleza, Adrastea:
"La [teogonía] trasmitida por Jerónimo y Helánico -si es que no se trata de una misma persona- se expresa así: Desde el principio existía el agua, y la materia, de donde tomó cuerpo la consolidación de la tierra... Después de estos dos principios, agua y tierra, y a partir de ellos, se originó un tercero, un dragón con dos cabezas, una de toro y otra de león, y con la figura de un dios en el medio cuerpo; tenía también alas en los hombros, y su nombre era Tiempo que no envejece y, también, Heracles. Con él iba unida Ananke, idéntica por naturaleza a Adrastea, incorpórea y con los brazos extendidos sobre todo el ámbito del mundo, hasta tocar sus confines" (Damascio, Sobre los principios, 123 bis).

Esos son también la ciudad y el universo de "el tiempo sin tiempo" y el espacio sin espacio de Mnemosine:
"Mnemosine nos enseña que lo que tenemos que recuperar es precisamente el origen de todos nuestros recuerdos, ese punto en el que todavía no ha comenzado el tiempo. Y ésta exactamente es la enseñanza mistérica: el camino que hay que remontar para llegar al tiempo sin tiempo, la sucesión de generaciones de dioses y de hombres, la suma de los mitos de Orfeo, no son más que juegos de apariencias" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trota, Madrid, 2008, p. 45).

Voy a comenzar por "el tiempo que no envejece", la Necesidad y "el ámbito del mundo" (Ananke = Adrastea).
Sobre el asunto de la Necesidad y a diferencia de los imperativos naturales, que explico más adelante, es también necesario considerar una Necesidad existencial imperativa: para poder Ser y Estar, sentirse y explicarse, el Homo-Humano necesita a "los Otros" y, para complicar las cosas, necesita "un Otro", único y específico que lo sienta y complemente en su destino.
He ahí el origen de la tragedia y la Sabiduría de los sabios más antiguos que los más antiguos de los sabios griegos. Ellos encarnaron en Dionisios, en Apolo y en Eros, a la Sabiduría y a la tragedia, la vida y el Logos:
Dionisios Baco, el que festeja en alegre compañía de los humanos. Dionisios Zagreo, el que en su soledad se contempla y contempla el mundo -creándolo- en el espejo, permitiendo así que los Titanes lo desmiembren para que sus miembros sean repartidos por el mundo en búsqueda de compañía. Y Dionisios Iakchos, el que resucita: "La estrella naciente "portadora de la luz de los misterios nocturnos" (Aristófanes, Las ranas), el dios por-venir".
Dionisios: la sabiduría de la vida. Apolo: la sabiduría del conocimiento, pero del conocimiento del futuro. Y Eros: el que, para el Sócrates del Banquete, es "el deseo de engendrar en lo bello" (Platón, Banquete, 180 c-e y 199 c - 212 c).
Ahora sí y en el ámbito de la Naturaleza. Por imperativo natural, toda la materia orgánica dotada con la vida, tal y como la conocemos en este planeta, responde a tres condiciones imperativas y a dos reacciones básicas: las primeras: sobrevivir, reproducirse y adaptarse; las segundas: atracción y rechazo, las que, en términos biológicos, son placer y dolor, la reactividad. Eso es lo que llamo "la Necesidad, el Tiempo y el Espacio" y es a lo que considero como el punto de partida de todo lo que, hasta ahora, ha sido y ha realizado el Homo-Humano y su presente.
Es de ese presente donde Son y Están el cuerpo, la mente y el espíritu y donde se manifiestan todas las necesidades: tiempo y espacio:
"(...) en realidad, el punto de arranque de las representaciones sensibles -o sea, su principio- puede pretender, con razón, denominarse "tiempo", igual que el punto de arranque de las representaciones abstractas -es decir, su principio- puede pretender, con la misma razón, denominarse "necesidad". Y, ¿quién podría negar que las representaciones abstractas están íntimamente "asociadas" con las sensibles?" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trota, Madrid, 2008, p. 45).

Eso es lo moderno de los más antiguos sabios griegos y de lo que ahora algunos de los modernos disfrutan.
Para no complicarme con un análisis crítico extenuante e innecesario, por el momento, sólo voy a proponer, en el Tercer mundo del diálogo, el asunto sobre ese futuro que propones como "un deseo de perdurar", junto a lo que, por mi parte, propongo como la emergencia del espíritu, que son territorios comunes a nuestras exploraciones, coincidencias y divergencias.
Pero, en este ámbito, ¿que es el espíritu?
Simplificando, para los sabios griegos los asuntos de materia y espíritu, así como sus respectivas representaciones y sus conexiones, eran bien claros: lo sensible y lo abstracto; pero ese asunto se volvió complejo y complicado a partir de Platón y Aristóteles, lo que, casi todos sus epígonos, por diversidad de intereses personales, se han encargado de revolverlo en un galimatías, todavía sin fin.
Lo cierto es que, a diferencia del alma y el espíritus idealizados, el espíritu como manifestación sensible es mucho más real y poderoso, sin que por ello se pierda un ápice de su concepción maravillosa, porque, el espíritu como emanación de la vida natural, como lo propone George Santayana o, como otros antes que él, que lo consideraban una manifestación de la Naturaleza, es una fuerza real, concreta y poderosa de la naturaleza vital del Homo-Humano y eso es algo sobre lo que es posible actuar.
Antes, quiero precisar eso que llamas deseo y a lo que prefiero considerar anhelo -puede que sólo se trate de una diferencia semántica y que ambos estamos diciendo lo mismo-. Sin embargo, prefiero precisarlo, porque, tal y como lo explica el neurocientífico, Antonio Damasio, el deseo es todavía un impulso más cercano a la fisiología, mientras que el anhelo, como lo citaré más adelante, es un rasgo profundo o superior de la mente humana.
Atrás planteé el imperativo natural de la vida en el cual opera el deseo. Según la escala de complejidad de ese imperativo natural, todas las manifestaciones y expresiones de los organismos vivos están dirigidas imperativa y automáticamente hacia la supervivencia con bienestar (homeostática), la reproducción y la adaptación, a partir del mecanismo biológico de la reactividad: la reacción automática ante estímulos internos y externos de placer y de dolor: atracción-rechazo, lo cual funciona por medio de la acción de mecanismos y procesos que van de lo simple a lo complejo y que actúan simultáneamente según la sencillez o complejidad del organismo.
Estas reacciones, de lo simple a lo complejo, son:
"1. Respuestas inmunes, reflejos básicos, regulación metabólica.
2. Comportamientos de placer y dolor.
3. Instintos, apetitos y motivaciones.
4. Emociones, deseos, pasiones o afectos (ver Spinoza, Ética, para los afectos).
5. Sentimientos".
(Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 40).

Como se puede ver, el deseo, como tal, es todavía un mecanismo que, por su complejidad, necesariamente funciona entre lo fisiológico y lo mental.
Por su parte, el anhelo, como el mismo Antonio Damasio lo propone, es algo "más allá", por sobre y superior a esta escala:
"El anhelo es un rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el diseño del cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra, no menos que los rasgos profundos que nos conducen con gran curiosidad hacia una exploración sistemática de nuestro propio ser y del mundo que lo rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a construir explicaciones para los objetos y situaciones de este mundo" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos..., p. 249).

En este punto, la propuesta de Antonio Damasio se adapta, conecta y corresponde con mi idea:
El espíritu es un anhelo de futuro

Es de la carne (materia y energía organizadas) de donde emergen los anhelos y las obras de los Homo-Humanos, pero sólo será del espíritu su bondad o perversión: ángel y demonio.
Las ciencias del "más acá", las del "más allá" y las del "punto medio", exploran lo desconocido en su afán por desvelar el enigma de la vida y el sentido de ser humanos. Las primeras, desde la carne, las segundas, desde el alma y las terceras, desde el espíritu del mundo. Esas búsquedas, al parecer, se orientan en direcciones contrarias en ese eterno cíclo en el que al fin se reunirán ante el portón que Nietzsche llamó "instante" y es ese momento del que Santayana dice que el espíritu emana de la vida natural (Georges Santayana: Platonismo y vida espiritual, Trotta, Madrid, 2006, p. 57).
Hasta entonces y hasta que esas ciencias recorran sus caminos y se produzca el encuentro, he aquí unas miradas a los paisajes del espíritu.
Desde los remotos tiempos de la humanidad, los Homo-Humanos se han asombrado ante aquellas fuerzas y poderes que los superan y a las que han llamado espíritus.
Espíritus han sido las manifestaciones extraordinarias de la Naturaleza y sus criaturas, así como de todos aquellos fenómenos para los que, en ese momento, se carece de explicaciones y se las considera sobrenaturales.
Pero, también, espíritu se ha denominado a aquellos estados en los cuales los Homo-Humanos, individual o colectivamente, superan su débil y frágil condición. La historia de la humanidad es un extenso catálogo de actos de superación heroica. Pueblos e individuos que, desde casi la nada, han alcanzado metas y objetivos supremos o macabros.
De griegos y romanos y de aquellos que heredaron su espíritu, para localizarnos en Occidente, se sabe que espíritu fueron aquellas manifestaciones, numen o "soplo", de fuerzas y poderes superiores al común de los humanos y a las que asociaron con posesiones de dioses y demones. Héroes y "maniáticos" poseídos por una locura sagrada que los impulsaba a realizar actos supremos de bondad o perversión y es por ello que el espíritu ha sido considerado, desde antes y desde entonces, un poder y una fuerza moral. Moral que sólo me interesa considerar en su aspecto de superación de la condición humana y no de las confusiones del bien y mal.
A manera de lectura ilustrativa, sugiero la Paideia, de Werner Jaeger, sobre el origen y desarrollo del espíritu griego.
Y es en esa "locura sagrada", matriz de la sabiduría que explica Sócrates en Fedro, en la que el anhelo se trasforma en espíritu. Anhelo que es ese impulso y deseo vehemente por lograr algo y en el que se involucran y superan todas las energías y habilidades del cuerpo y de sus estados mentales.
Anhelo que, para las ciencias del "más acá", es lo ya citado atrás del neurocientífico Antonio Damasio.
Anhelo que, para las ciencias del "más allá", unas veces más cercanas a la carne y otras a lo que se llama alma, pero que es y continúa siendo espíritu, es esa fuerza y poder extraordinarios.
Ese espíritu fue claro y trasparente para griegos, romanos y orientales. Sin embargo, se complicó en el territorio de las religiones monoteístas con sus mundos sobrenaturales, que hicieron difíciles y peligrosas las manifestaciones y creencias en aquel espíritu, en ese espíritu que ellos sentían arder en su cuerpo y mente.
Por ejemplo, para Dante y el espíritu del enamoramiento, el de la necesaria compañía:
"Y digo en verdad que a la sazón el espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza, que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones. Temblando, dije estas palabras: "He aquí un dios más fuerte que yo, que viene a dominarme" (Ecce deus fortior me, veniens dominabitur mihi). En aquel punto, el espíritu animal, que mora en la elevada cámara adonde todos los espíritus sensitivos del hombre llevan sus percepciones, empezó a maravillarme en gran manera, y dirigiéndose especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras: Se ha mostrado vuestra felicidad" (Apparuit jam beatitudo vestra). Y a su vez el espíritu natural, que reside donde se elabora nuestro alimento, comenzó a llorar, y, llorando, dijo estas palabras: "Ay de mí, que en adelante seré entorpecido a menudo" (Heu miser! quia frequenter impeditus ero deinceps!)" (Dante, Vida nueva).

De Dante a Giordano Bruno y el "espíritu de todas las cosas":
"El intelecto produce el espíritu; éste emana del intelecto como el fulgor emana de la luz. Y este fulgor colma de sí al universo, se difunde totalmente en todas las cosas y, así como el intelecto entiende todo en todo, así el espíritu ama y opera todo en todo. Lo definimos por tanto alma del mundo y espíritu de todas las cosas... Inicia, cumple y afina la propia obra, no según un movimiento local y como si procediera por fases sucesivas, sino según la naturaleza del propio ser presente por todas partes e íntimamente unido a las cosas, que pone a los entes en una sucesión ordenada según a la condición de éstos... Así este artista perfectísimo y eterno produce todo con una simple mirada, sin tener que aplicarse con diligencia" (Giordano Bruno, La lámpara de las treinta estatuas).

De Bruno a Spinoza, en los territorios del alma (mens), es el "conatus":
"PROPOSICIÓN IX
El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Ética, II).

Lo que se explicaría, también y según Spinoza, que el hombre se defina por su anhelo y, en general, todas las cosas por su conatus.
Esta ley del conatus es general para toda la naturaleza, aunque sólo en el hombre alcance la dimensión «psicológica» que la palabra «esfuerzo» parece conllevar.
Y de Spinoza, a Nietzsche, el filósofo del instinto:
"Basta amar, odiar, anhelar, o simplemente sentir, para que enseguida nos sobrevengan el espíritu y la fuerza del sueño y subamos por los más peligrosos caminos"(Friedrich Nietzsche, Gaya ciencia, Aforismo 58).

Y así sucesivamente, en la alternancia simultanea y permanente, eterna e infinita, del laberinto dionisiaco y el enigma apolíneo.
Esto es lo aterrador, hoy como hace 2.500 años, continuamos inmersos en la misma pesadilla: O un hombre producido y programado en los talleres de la naturaleza. O un hombre engendrado y dotado por Ideas en y hacia un lugar sobrenatural.
Lo uno y lo otro, laberinto y enigma, que se resuelven, tal como lo propone Aristóteles, en el espíritu y en la amistad:
108 Aristóteles, Fís. Γ 4, 203 b 7
"... lo infinito no tiene principio..., sino que parece ser ello el principio de los demás seres y que todo lo abarca y todo lo gobierna, como afirman cuantos no postulan otras causas fuera de lo infinito, tales como el espíritu o la amistad; el infinito, además, es un ser divino, pues es inmortal e Indestructible, como afirman Anaximandro y la mayoría de los físicos teóricos" (C. S. Kirk, J. E. Raven Y M. Schofield, Los Filósofos Presocráticos, I).

Eternidad e infinito aquí y ahora, instante del eterno retorno.
Es necesario "recuperar el pasado ... y dirigir la atención hacia el futuro", para aprehender, de nuevo, las Sabidurías de los sabios. Te repito esta cita de mi Carta eleusina -1:
"La salvación consiste en recuperar el pasado, porque precisamente ahí es donde se disipan todas las apariencias y se nos da la posibilidad de ver al dios y, en consecuencia, de trasformarnos a nosotros mismos en seres divinos. Y ese es Dionisios. A eso alude la profecía que subyace en Epiménides. En cambio, Apolo dirige la atención hacia el futuro, pues su instrumento es la palabra; y la palabra saca a la luz ciertos aspectos de lo oculto mediante una difusión clarificadora -donde la palabra que interpreta es a su vez, interpretada- y en la dirección que manifiesta lo abstracto. Pero para Epiménides -y para los griegos que alcanzaron el conocimiento- el futuro entero está ya contenido en el pasado primigenio, de modo que la comprensión que se puede obtener sobre el futuro lejano depende de la visión del pasado divino que en él se manifiesta". (Giorgio Colli, La sabiduría griega, II, Trotta, Madrid p. 16).

Ya habrá oportunidad para que miremos en ese "pasado primigenio y divino" que condiciona "el futuro lejano", tal y como me lo planteo en lo que llamo Lectura Lúdica.
(Escribí para mí, para ti, para quien sea),

"Que sigas bien"
Iván Rodrigo García Palacios.





9 de septiembre de 2010




Carta eleusina No. 2

Por Iván Rodrigo García Palacios

Apreciado Lucilio, "te saludo"
Despertó mi interés el que, de la serie de asuntos que de manera introductoria te expuse en mi primera Carta eleusina, privilegiaras el aspecto "casi mitológico" de la iniciación en lo mistérico de las celebraciones eleusinas, por sobre el contenido de lo vital, de lo saludable y de lo cognoscitivo, de lo individual y de lo colectivo, ya que por ello eran consideradas fuente de sabiduría y de "experiencias de satisfacción y de felicidad" en "el aquí y el ahora" y "del pasado para el de ahí en adelante", que era por y para lo que se festejaba.
¿Será, acaso, lo que Nietzsche intuyó tras el misterio y lo que sintió del "eterno retorno de lo mismo"? ¿Será ese "el conocimiento" del que él habla?
Creo que sí, basta con leer en los fragmentos póstumos el primer proyecto: El retorno de lo mismo, el que Nietzsche escribiera a los pocos días de concebir el "eterno retorno" en la roca de Surlei.
Sé que a través de los siglos ese es el aspecto que ha fascinado, por su enigma, secreto y misterio, a aquellos que miran la historia de los antiguos griegos y la mitifican. Sin embargo, "a la luz" de las recientes investigaciones, la cosa era misteriosa porque el acceso a los estados místicos del éxtasis estaba sólo reservado a los "iniciados", quienes debían guardar absoluto secreto a costa de sus vidas. Era algo así como lo que hacen las sectas, organizaciones y mafias secretas: cátaros, masones, "Cosa Nostra" y tantas otras mafias de toda clase y motivos que sus razones elitistas y de compromiso tenían.
Lo cierto es que la experiencia íntima de los estados místicos y de éxtasis, es inefable, inexpresable y un "conocimiento incomunicable" y que, el enigma de ese "conocimiento" presupone una condición del éxtasis, pero sé que no es tan misterioso el método por el cual acceder a tales estados y poder "conocer". La sola "búsqueda" de tal método, es ya una labor que depara salud y gozo.
Es un asunto de "cosa" y "palabra", como te lo escribí en mi primera carta.
Los griegos lo tenían claro:
"Nosotros no revelamos a quien se nos acerca las cosas que son , sino las palabras, que son cosas distintas de las cosas reales" (Georgias).

Plotino, con quien Nietzsche comparte intereses sobre los asuntos del cuerpo, lo expresa como experiencia mística:
"Muchas veces, despertándome de mi cuerpo a mí mismo, saliéndome de las otras cosas y entrando en mí mismo, al contemplar entonces una belleza maravillosa y convencerme de que pertenezco a lo más alto en el mundo superior, habiendo vivido la vida más noble, habiéndome convertido en idéntico a lo divino y fijado en él, ejercitando esta actividad suprema y situándome por encima de cualquier otra realidad espiritual, cuando luego, tras esa estancia en la región divina desciendo del Intelecto al raciocinio, me pregunto cómo ha sido posible, y también esta vez, descender de este modo, cómo es posible que mi alma haya llegado jamás a estar dentro de un cuerpo si ya, desde que está en un cuerpo, el alma es tal como se me manifestó" (Plotino, Eneadas, IV, 8, 1,1.).

Vico, siguiendo a Aristóteles, lo explica en su Ciencia nueva:
"(...) los primeros hombres, como niños del genero humano (...) tuvieron una necesidad natural de fingir los carácteres poéticos que son géneros o universales fantásticos, para reducir a ellos, como modelos ciertos, o retratos ideales, todas las sabidurías particulares a sus géneros semejantes" (Giambattista Vico, Ciencia nueva).

Qué decir de los filósofos y místicos al-Andaluses y musulmanes cuyas obras son guías detalladas para recorrer ese "camino justo" de preparación para el "iniciado" hacia la experiencia mística y la búsqueda del "conocimiento": Avempace, Avicena, al-Farabi, al-Gazali, Ibn-Tufayl y otros.
Tal es lo que se propone Ibn-Tufayl, en su libro El filósofo autodidacto, al explicar el éxtasis, en el que también incluye las opiniones de Avenpace y Avicena:
"Motivo ocasional de este libro: el éxtasis
Me pediste, hermano sincero (Dios te dé la inmortalidad eterna y te haga gozar la perpetua felicidad), que te comunicase aquellos misterios de la Sabiduría iluminativa que me fuera posible divulgar, los cuales menciona el maestro y príncipe [de los filósofos] Abu Ali b. Sina. Has de saber, pues, que el que quiera alcanzar la verdad pura, debe estudiar estos secretos y esforzarse por conocerlos. Tu pregunta ha sugerido en mi ánimo una noble idea, que me ha conducido a la visión intuitiva de un estado [místico o éxtasis], que antes no experimenté, y me ha llevado a un término tan maravilloso, que ni lengua alguna podría describir [su naturaleza] ni razonamiento alguno demostrar [su existencia], porque es de una categoría y de un mundo completamente distinto de ellas; sólo que la alegría, contento y placer que este estado lleva consigo, no permiten que la persona que a él llega o que alcanza algunos de sus grados, pueda ocultarlo y guardarlo secreto, sino que, dominado por la emoción, el entusiasmo, la alegría y la satisfacción, se inclina a manifestarlo, de una manera vaga e indistinta. Si es hombre inculto, habla de él sin tino, hasta llegar a decir alguno, a propósito de este estado: «¡Glorificado sea yo! ¡Cuán grande es mi condición!». Otro dijo: «Yo soy la Verdad». Y otro: «No hay, bajo estos vestidos, sino Dios».
El maestro Abu Hamid al-Gazali [Algazel], cuando alcanzó este estado, aplicóle el verso siguiente:
Sea lo que quiera (que yo no he de decirlo), cree tú que es un bien y no pidas de él noticias.
Pero este [filósofo] era experto tan sólo en los conocimientos racionales y estaba versado únicamente en las ciencias" (Ibn Tufayl, El filósofo autodidacto, Trotta, Madrid, 1995, p. 31).
Por supuesto, tampoco hay que olvidarse de los Upanishads y otros referentes orientales que el mismo Nietzsche ya cita en aquellos primeros apuntes de 1881.
Por ejemplo, esto dice el Kena Upanishad:
"¿Animada e impulsada por quién la mente se eleva? ¿Dirigida por quién la vida se mueve por primera vez? ¿Animados por quién dicen esta palabra? ¿Qué dios controla la vista y el oído?
Es del oído el oído, de la mente la mente, de la palabra la palabra, del aliento el aliento, de la vista la vista. Los sabios renunciando, al dejar este mundo, devienen inmortales.
No llega allí el ojo, no llega allí la palabra y tampoco la mente. No sabemos, no entendemos como puede esto ser enseñado.
Diferente es en verdad a lo conocido y superior aún a lo desconocido. Así escuchamos de los antiguos quienes esto nos explicaron.
Aquello no expresado por la palabra sino por lo cual la palabra se expresa: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que no se piensa con la mente sino por lo cual, dijeron, la mente piensa: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que con el ojo no se ve sino por lo cual los ojos ven: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que con el oído no se oye sino por lo cual el oído oye: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian.
Aquello que la vida no anima sino por lo cual la vida es animada: Eso es en verdad Brahman ¡Entiéndelo! No lo que aquí reverencian" (Kena Upanishad, Sección I).
No son los únicos autores y antecedentes, la lista es extensa, pero sustanciosa, y en ella se debe incluir los solares místicos del Mediterráneo, los oscuros místicos del Norte de Europa, los místicos del desierto persa, así como a Zaratustra y Gilgamesh.
Todo esto y mucho más, lo intuyó Nietzsche desde temprano, como citaré más adelante.
Por otra parte y ya en los territorios del "más acá", habrá oportunidad para revisar las lecturas literarias, filosóficas, científicas, teológicas, políticas, sociales, etc. que Nietzsche devoró, unas veces con método, pero, la mayor parte, con gula descontrolada. Nietzsche fue un Lector Ludi, apolíneo y dionisíaco, trágico y voraz.

***

Vistas las cosas de esa manera y explorando y frivolizando un poco la nueva información, se sabe que aquellas celebraciones eleusinas eran una fiesta de fin de verano en la que se celebraba a la vida como sabiduría y ese era el gran misterio: el poder de la música, la danza, la poesía, la "contemplación", para provocar la "visión suprema": el juego en el que los dioses, sin negar el dolor, lo minimizan, le anteponen un rival que le proporciona alegrías a la vida:
"El juego no es únicamente sueño, sino vigilia, no es apariencia más de cuanto lo sea la violencia del dolor, es un aspecto positivo de la vida que emerge de las islas griegas, es vida triunfante que consigue equilibrar el peso de la necesidad y del esfuerzo" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, pp. 116-117).

Lo que bien explica aquello que Nietzsche escribió sobre el juego en su primer proyecto: El retorno de los mismo, un poco después de su experiencia extraordinaria en la roca de Surlei, el 6 de agosto de 1881:
"¿Qué aspecto toma esta vida respecto a su suma de bienestar? Un juego de niños, hacia el que el ojo del sabio dirige la mirada y que consiste en tener control sobre éste y aquel estado - y sobre la muerte, si algo así no resultara posible" (Nietzsche, Fragmentos póstumos (traducción de la edición crítica de Giorgio Colli y Mazzino Montinari), Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1992, p. 164).

El festival eleusino se trataba de una celebración colectiva de experiencias individuales. Una fiesta en el sentido nietzscheano: expresión de gratitud a los dioses de la vida y la sabiduría; el equilibrio de la vida, la muerte y la resurrección, en el éxtasis: Dionisios y Apolo.
Estas fiestas o festivales tenían dos escenarios, el uno público, en el que participaban todos los que querían asistir y un recinto privado, reservado a los "iniciados", a aquellos que se sometían a un proceso de preparación y selección y para la realización, en total secreto, de los actos mediante los cuales era posible alcanzar el estado de éxtasis. El secreto y el misterio se explican porque tales estados debieron ser manejados de manera controlada para evitar consecuencias peligrosas o, simplemente, por esa necesidad de misterioso secretismo, pertenencia, importancia y solidaridad de pares que tenemos los humanos. En fin, un asunto para tratar en otra oportunidad.
Lo que me interesa ahora es insistir en los aspectos vital, saludable y cognoscitivo de esas celebraciones eleusinas.
Vital y saludable, porque allí se celebraba la sabiduría de la vida, porque, luego de un año de trabajos y esfuerzos, era necesario que las gentes recobraran la alegría de vivir, expresaran su gratitud y se prepararan para el encierro del invierno.
Y es cognoscitivo, porque "el conocimiento" que allí se manifestaba y obtenía, era la fuente de esa sabiduría que los griegos desarrollaron y la que luego, Platón y sus descendientes, volvieron filosofía, por los motivos que la historia explica con amplitud, tal y como podrás notar más adelante en la cita que te transcribo.
Aquí tenemos dos asuntos que es necesario explorar. El uno, el de lo vital y saludable, que desborda el motivo de esta segunda carta y que todavía es motivo de trabajos y esfuerzos en progreso, por lo cual, apenas lo voy caminando, como dijera el poeta: "se hace camino al andar".
Para el otro, el cognoscitivo, me atrevo a trascribir uno de los aforismo de Giorgio Colli en su libro Después de Nietzsche -me gusta escuchar a los maestros- y que, como podrás notar, explica mejor ese asunto del conocimiento y la sabiduría de los más antiguos griegos:
"El gran pensamiento
Reconocer la animalidad en el hombre, no sólo eso, sino afirmar en la animalidad la esencia del hombre: ése es el pensamiento grave, decisivo, precursor de tempestades, el pensamiento frente al cual todo el resto de la filosofía moderna queda reducido a hipocresía. Lo enunció Schopenhauer, y Nietzsche fue el único exégeta auténtico, verificándolo en el campo de los acontecimientos humanos. La oscura raíz de la animalidad, la ciega voluntad de vivir se trasluce de los mitos de las religiones antiguas. La matriz india es evocada por Schopenhauer; el símbolo de aquella intuición total, unitaria, de la vida es el dios reivindicado por Nietzsche. Dionisios tuvo una representación taurina (como Osiris se identificó con Apis), fue el "señor de los animales feroces", el devorador de carne cruda, el lacerador de las criaturas, el cazador Zagreus; su séquito estuvo compuesto por seres mitad hombres, mitad caballos, por ménades delirantes, vestidas con pieles de leopardo, que descuartizaban cervatillos y cabritos. Y en su origen la máscara simboliza el animalizarse del hombre: en los "komoi" primitivos los seguidores de Dionisios aparecían disfrazados de animales. El "pathos" dionisíaco es lo contrario de la compasión cristiana: mientras en ésta la participación en el sufrimiento conserva íntegra la individualidad de quien experimenta la piedad, aquél se desencadena a través de la ruptura de la individuación, y entonces el tiaso de Dionisios vive directamente, y no desde fuera, la unidad entre hombre y animal. La íntima laceración de la voluntad de vivir se manifiesta en la perenne fragilidad, en el tejido trágico de los impulsos animales en lucha; el poseído por el dios vive consecutivamente la angustia de la víctima acosada y la crueldad del sanguinario perseguidor: las dos partes se entrelazan en la pasión dionisíaca. Nietzsche conocía con lagunas los testimonios históricos sobre la religión de Dionisios, pero integró, extrajo de manera exhaustiva el significado del Dios, con adivinación deslumbrante. Combatiendo al cristianismo combatía la falsa religión, la religión racionalista, antropocéntrica, que concedió al hombre una posición aislada en el mundo, y para poder hacerlo negó la animalidad en el hombre. Durante muchos siglos los filósofos estuvieron sometidos a la maldición de este juicio -y todavía lo están- y soñaron con soluciones segregacionistas, racionalistas (basadas en lo que nos pertenece sólo a nosotros), "humanas". Descartes nos dijo que los animales sólo son pedacitos de espacio. Por eso Nietzsche, que utilizó todos los medios a su alcance para que los hombres escucharan de su boca esta verdad (divulgando a Schopenhauer, que desdeñosamente se había mantenido aparte), aparece ante nosotros como un "liberador", para usar un epíteto con el que los griegos designaban a Dionisios" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, Barcelona, 2000, pp. 76-77).
Me imagino, con justificada intuición, que esto era lo que se ocultaba tras el velo de los misterios de Eleusis: ese "instante" apolíneo y dionisíaco, el éxtasis en el cual "se contempla y se siente" la total "ausencia" del espacio-tiempo, de la necesidad y de la acción, y se accede a ser "uno con todo", como, mucho después, lo expresara Hölderlin:
“Ser uno con todo, esa es la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al Todo de la Naturaleza, ésta es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.
¡Ser uno con todo lo viviente!
(...)
Formar un solo ser con todo lo que vive, ¿no es vivir como los dioses y poseer el cielo en la tierra?” (Hölderlin, Hiperión, segunda carta de Hiperión a Belarmino).
O, para ser tan aventurero como mis hipótesis descabelladas, es "contemplar" ese único "instante" en el que hombres y mujeres son Uno y lo mismo. Ese "instante" en el cual el estado místico del éxtasis y el enamoramiento son una y la misma cosa, que los hace ser iguales sin dejar de ser Uno y Otro, como puede comprobarse en las "experiencias" de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz:
"Búscame en ti", escribe Teresa de Jesús; "Búscate en mí", escribe Juan de la Cruz. Lo que no es lo mismo, pero ese es otro tema.
Porque el enamoramiento, como el estado místico del éxtasis, es ese estado natural de trasformación que por necesidad se desata en el campo fértil y abonado del cuerpo, de la mente y del espíritu, del Homo-Humano, al impacto de una visión maravillosa que inflama con "ferino furor" y cuya contemplación hace Ser y Estar al sí-mismo más cercano a trasmutarse en un dios, como intentan expresarlo, atónitos, místicos, poetas y filósofos y que ahora, las neurociencias, exploran con temor y temblor. Los "sabios" lo "conocen", cada cual a su manera.
El enamoramiento es ese momento en el que el Homo-Humano se hace, en cuerpo, en mente y en espíritu, original, total y, tal como lo fuera en el principio, vuelve a contemplar las maravillas de la vida y del universo como la primera vez: el enamoramiento, así como el estado místico del éxtasis, son una hierofanía, una revelación que provoca un renacimiento. O, ¿será resurrección?, como prefería decir Nietzsche.
Sin llamarlo enamoramiento, místicos, filósofos y poetas hablan de un estado en el cual, extática, dolorosa y maravillosamente, le es permitido al Homo-Humano contemplar y acceder a la Sabiduría.
Así se explica el que Platón denominara "doctrina del amor" a la "iniciación" eleusina, porque los más antiguos griegos habían "conocido" que era posible provocar tanto el enamoramiento como el estado místico del éxtasis, lo mistérico.
Ese debió haber sido el gran misterio y secreto de Eleusis: el poder y el conocimiento capaz de inducir el retorno, por un instante, al "instante" de ese estado primordial y emerger de él sano en cuerpo, mente y espíritu.
Porque es necesario sanar cuerpo, mente y espíritu antes de proceder a organizar de nuevo el pensamiento. Esto es lo que enseñan Hölderlin y Nietzsche: Zaratustra con velado pragmatismo y, quizás, con menor intensidad que el Empédocles y el Hiperión de Hölderlin, más poéticos, herméticos y esotéricos.
¿Será posible, con toda la información ahora disponible, redescubrir ese poder y ese conocimiento, esa fuente de salud corporal, mental y espiritual que no requiere de consumir drogas o sustancia psicotrópica alguna?
Por lo que se ha investigado, las sustancias que se consumían en las celebraciones eleusinas no tenían la capacidad de producir estados alterados y que estos debieron producirse como consecuencia de la preparación a la que eran sometidos los "iniciados".
Creo que si es posible y como te lo escribí de manera introductoria en mi primera carta, es necesario hacerlo y para lograrlo se debe cumplir la misma recomendación de Platón a Sócrates:
"... -con tal de que se siga el camino justo-" (Platón, Banquete, 209e).

He ahí el problema. Ni "el camino justo" ni la "experiencia" ni el "conocimiento", son algo que se pueda revelar, vulgarizándolos o comercializándolos, como, en su momento se acusó a Esquilo de hacerlo o como luego trataron de hacer religiones, filosofías, falsos profetas y curanderos. O como hoy lo hacen los charlatanes vendedores de auto-ayudas, místicas y angelologías, entre tantos otros productos que sólo buscan satisfacer las novelerías del consumismo y llenar las arcas de los mercaderes.
Sin embargo y como lo dije antes, si la mente humana lo ha inventado, la mente humana puede desvelarlo, reproducirlo, comunicarlo, sólo que, para ello, dependerá de las cualidades y calidades de aquellos qué lo hagan y de los medios que utilicen.
De eso se trata todo esto: es arqueología y es Lectura Lúdica. Esa Lectura Lúdica que es mística, que extasía y enamora; esa que provoca las cuatro "manías" socráticas (Platón, Fedro: 265 a-b); esa que es la fuente de la salud que sólo a la condición humana le es dado "contemplar". Lectura Lúdica que es: "Ser uno con todo", entrar en el sí-mismo"; "visión intuitiva"; lectura de y con todos los sentidos, con la mente y con el espíritu; esa que revela las cosas; esa que otorga sentido a la palabra poética... en fin: "contemplar".
Lograr esa "contemplación" es lo que Nietzsche propone y "grita" con su Superhombre, su "eterno retorno de lo mismo", su "Dios ha muerto", y de lo cual, Zaratustra, es "el Señor" y "El Maestro".
Él lo intuía desde sus ya remotas lecciones de Basilea sobre la retórica, que aquel "conocimiento" era y estaba en el sí-mismo y sólo era posible comunicarlo por medio de la poesía:
"No son las cosas quienes entran en nuestra consciencia, sino la manera en que estamos frente frente a ellas, lo que los griegos llamaban el pitzanon. El lenguaje es retórica, pues quiere trasmitir sólo una doxa, no una episteme".
(...)
Todas las palabras son, en sí y en relación con su significado, tropos, representan en vez del proceso real una imagen sonora que se apaga en el tiempo (...) Los tropos no se suman a las palabras de vez en cuando, sino que son su naturaleza más propia. No hay un significado auténtico que sólo se transfiere en casos especiales" (Nietzsche, Retórica).
En consecuencia y consciente del esotérico conocimiento que iba a trasmitir, Nietzsche -ya "maduro e iniciado"-, recurrió al hermético lenguaje de la música y de la poesía para que Zaratustra "anunciara" esa mistérica doctrina, la que los hombres tendrán que aprender
"(...) a oír con los ojos?" (Z, I, Prólogo, 5).

¿No son, acaso, música y poesía, el portal de acceso a lo inefable?:
"Nosotros somos notas vivas sonando conjuntamente en tu armonía, ¡oh, naturaleza" (Hölderlin, Hiperión, Libro 4, ultima carta a Belarmino).

Por esto, y por mucho más, es por lo que considero a Así habló Zaratustra la inexplorada Guía de "iniciados" a Superhombres que, con mi método de Lectura Lúdica y, aprovechando el acompañamiento espiritual que me ofreces con tu poema (descifrar lo que está oculto, este es el sentido de la vida), voy desvelando en un juego, en una fiesta eleusina, en una "experiencia" de gozo y místico éxtasis.
Y, porque esto es así y para que me "escuches con tus ojos", repito, recito y canto, como mías, las palabras de Zaratustra, con lo que voy a llamar: La canción del "iniciado":
"Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza.
Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!
Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!
¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.»
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra" (Z, I, Prólogo, 1).
Esta es la misma canción que deberá empezar por cantar todo aquel que aspire a las "experiencias" "de satisfacción y de felicidad" que ofrecen los misterios eleusinos o, para el caso, zaratustrinos: águilas y serpientes, trasformaciones en camellos, leones y niños, visiones y enigmas, canciones y todo lo demás.
Para respaldar lo dicho, de nuevo la escritura del maestro. Otro de los aforismos de Giorgio Colli:
"Una indicación reveladora
En un fragmento escrito en 1883, Nietzsche declara haber descubierto el secreto del universo griego. Los griegos creían en el eterno retorno, porque la fe en los misterios significa precisamente eso. La observación es importante sobre todo como testimonio de la relampagueante penetración histórica de Nietzsche (aunque no considere oportuno divulgar dicha intuición): el vértice de lo griego habrá que buscarlo en el éxtasis colectivo, en el conocimiento místico de Eleusis. Y se puede tener la certeza de que al establecer semejante relación Nietzsche no pensaba en los ritos agrarios y en el ritmo cíclico de la vegetación. Pero más importante todavía es la revelación personal, algo similar a la séptima carta platónica: la doctrina suprema de Nietzsche es una fulguración mística, una visión que libera de cualquier aflicción y de cualquier deseo, incluso de la individuación. Después de esa experiencia todas la ideas, discusiones, doctrinas de Nietzsche no serán más que una comedia de la seriedad" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, Barcelona, 2000, p. 151).
Ese es el secreto del universo griego que Nietzsche descubrió e interpretó cabalmente en ese primer proyecto: El retorno de lo mismo, que te cité atrás.
En fin, ya habrá oportunidad de otras cartas y charlas y antes de despedirme y por ahora, quería decirte:
En tus poemas pre-siento el camino que sigues hacia "la cima de los pensamientos y la cumbre de la inefable montaña", allí en donde el cielo y la tierra, el poeta y el filósofo, "son Uno con Todo".
La alegría de tu lectura es para mí, porque, como también te lo dije, es un gozo escribir con los amigos.
Y, como el asunto es un camino que se hace, seguiré escribiendo mis cartas y gozaré como un niño cuando estemos juntos tomándonos ese tinto, no por mi sabiduría, sino por la alegría de una rica charla entre amigos.
(Escribí para mí, para ti, para quien sea),

"Que sigas bien"
Iván Rodrigo García Palacios.

3 de septiembre de 2010

PS. Carta eleusina No. 1


Por Iván Rodrigo García Palacios


Apreciado Lucilio, "te saludo"

Estando en la escritura de mi Carta eleusina No. 2, me "asaltaban" asuntos sobre lo ya escrito, lo que escribía y lo por escribir y sentí la necesidad imperiosa de expandir sobre lo escrito, aunque no estoy seguro de si con ello se expandía claridad, porque en los asuntos sobre filosofía y filósofos son tan complicadas las cosas con eso de la interpretación de lo qué se dice, lo qué se quiere decir o lo qué significan las palabras y conceptos, así como lo qué interpretan los exégetas.
Por eso y consultando sobre lo qué significa y quiere significar Nietzsche con algunas de sus palabras y lo que yo creo qué significan, me dedico a explorar y repasar los libros de los maestros, que es lo que ahora te trascribo.
Tal es el caso con la lectura del Nietzsche de Heidegger, ese libro en el que se recopilaron las lecciones en la Universidad de Friburgo de 1936 a 1940, libro y lecciones con las cuales hay que tener especial cuidado, pues no debe olvidarse que ellas fueron dictadas en el período del pleno apogeo del régimen Nazi y en el momento en el que Elizabeth Foster-Nietzsche, con su Archivo Nietzsche, logró que Hitler aceptara las ideas y la figura del Nietzsche que ella se había confeccionado a su medida: antisemita y profeta de la supremacía aria, convirtiéndolo en paradigma del nazismo del que Heidegger todavía cargaba con la marca de la cruz gamada en su frente que él se había ungido en 1933. Y, por supuesto, el libro fue compuesto y editado para su publicación luego de la caída del régimen.
Sin embargo y aun así, es interesante lo que en ese momento Heidegger dijo e interpretó de Nietzsche, su vida y su obra, cernidas las ideologías, porque con ello, el "gran maestro de Alemania", "casi" determinó y "casi" determina todavía las interpretaciones que se hacen de la vida y la obra de Nietzsche.
Pero, en lo que a mi concierne y por el momento, sólo me interesaba, ahora y específicamente, consultar en lo que se relaciona con los asuntos de "trasformarse en niño", "inocencia", "juego" y "olvido", en De las tres trasformaciones de Así habló Zaratustra y en los textos de los proyectos y notas (rescatadas póstumamente) que Nietzsche escribió en sus cuadernos a partir de agosto de 1881 sobre el eterno retorno de lo mismo y antes de escribir Así habló Zaratustra y que te trascribo a continuación:
"El segundo proyecto invierte el orden de los pensamientos principales al comenzar con el del eterno retorno. Dice así (XII, 426):
«1) El conocimiento más poderoso.
2) Las opiniones y los errores transforman al hombre y le dan las pulsiones, o bien: los errores incorporados.
3) La necesidad y la inocencia.
4) El juego de la vida.»
Este proyecto también proporciona algunas indicaciones en otro respecto: «La necesidad» no se refiere a cualquier necesidad sino a la del ente en su totalidad. «El juego de la vida» nos recuerda inmediatamente una sentencia de Heráclito, el pensador al que Nietzsche se σεία más próximo: αιών παΐςέστι παίδων, πεσσεύων ποαδοςή βασιΛηίη (fr. 52). «El eón es un niño que juega, jugando con fichas sobre un tablero; de un niño es el dominio» (sobre el ente en su totalidad).
Con eso se indica: el ente en su totalidad está dominado por la in-nocencia [Un-schuld]. La totalidad es αιών. Es prácticamente imposible traducir esta palabra de manera adecuada. Alude a la totalidad del mundo, pero, a la vez, tomada como tiempo y referida por medio de éste a nuestra «vida», alude al transcurso vital mismo. Se suele determinar el significado de αιών del siguiente modo: Eon alude al «tiempo» del «cosmos», es decir de la naturaleza, que se mueve en el tiempo que mide la física. De este tiempo se distingue el tiempo de nuestras «vivencias». Pero lo que se nombra con αιών está más acá de ese tipo de distinciones. Asimismo, se piensa el κόσμος muy pobremente cuando se lo representa de modo cosmológico.
El uso que hace Nietzsche de la palabra «vida» es ambiguo. Nombra la totalidad del ente y, al mismo tiempo, nuestro modo de estar «entremezclados» en esa totalidad. Una ambigüedad análoga se da al hablar de «juego» (cfr. la primera de las «Canciones del Príncipe Vogelfrei»: «A Goethe»; apéndice a la segunda edición de La gaya ciencia, 1887; v. t. II, págs. 380 s.)".
Martin Heidegger, Nietzsche, Vol. I, Destino, Barcelona, 2000, pp. 272-273.
(Añado y aclaro: las citas que hace Heidegger corresponden a la «edición en gran octavo» de las obras completas de Nietzsche, basada en los trabajos de Peter Gast y en el Archivo Nietzsche-Foster-Nietzsche y que fuera la oficial hasta 1964, cuando comienza a aparecer la edición crítica de G. Colli y M. Montinari, que la remplazó).

Esa es una interesante interpretación sobre esas palabras que considero primordiales, para mi propósito, en el discurso de Zaratustra: De las tres trasformaciones: niño, inocencia y juego. Queda pendiente: olvido:
"Lo bello es ese movimiento en sí mismo antagónico que se compromete en la apariencia sensible más cercana y, al hacerlo, se eleva al mismo tiempo hacia el ser: es lo que cautiva y arrebata [das Berückend-Entrückende]. Es lo bello, por lo tanto, lo que nos arranca del olvido del ser y nos proporciona la mirada a él" (Martin Heidegger, Nietzsche,Vol. I, pp. 186-187).

Otro de los asuntos de mi atención inmediata y el que apenas voy cartografiando paso a paso, es el relacionado con el propósito que, entre tantos que tiene, yo le atribuyo a Así habló Zaratustra como Guía de "iniciados" a Superhombre, es decir, qué, cómo, porqué, etc., esa guía funciona, según se lo pregunta Nietzsche:
"¿Qué haremos con el resto de nuestras vidas, nosotros que hemos pasado la mayor parte de ella en la ignorancia mas esencial?"

Y tal y como él lo expresa en el punto quinto del proyecto que a continuación trascribo en la cita con la que Heidegger lo interpreta, y que, a su vez, conecta con el ya trascrito.
Sobre los tantos propósitos que Heidegger interpreta del eterno retorno de lo mismo nietzscheano de antes de Así habló Zaratustra, así como sobre lo relacionado con lo de mi Guía y lo que Nietzsche incorpora en Así habló Zaratustra, que expurgo porque, después de Así habló Zaratustra, Nietzsche fue variando y ampliando el propósito del eterno retorno, dice Heidegger, en las páginas 269-271 y antes de la anterior cita, lo siguiente:
"Las cuatro notas de agosto de 1881
Consideremos ahora las cuatro notas referentes a la doctrina del eterno retorno de agosto de 1881. Estas notas constituyen a la vez esbozos para una obra, con lo que ya resulta visible el alcance que Nietzsche le otorga al pensamiento del eterno retorno de lo mismo. Las notas datan de un año antes de su primera comunicación en la Gaya ciencia y señalan ya el camino que seguirá en lo sucesivo todo el tratamiento de la doctrina del eterno retorno. De este modo se confirma al mismo tiempo lo que dice el propio Nietzsche sobre Así habló Zaratustra en Ecce homo: que el pensamiento del eterno retorno es «la concepción fundamental de la obra». El primer esbozo reza así (XII, 425):
«EL RETORNO DE LO MISMO
Proyecto
1) La incorporación de los errores fundamentales.
2) La incorporación de las pasiones.
3) La incorporación del saber y del saber que renuncia. (Pasión del conocimiento) .
4) El inocente. El individuo como experimento. El aligeramiento de la vida, rebajamiento, debilitamiento: transición.
5) El nuevo peso: el eterno retorno de lo mismo. Infinita importancia de nuestro saber, nuestro errar, nuestras costumbres, nuestros modos de vida, para todo lo venidero. ¿Qué haremos con el resto de nuestras vidas, nosotros que hemos pasado la mayor parte de ella en la ignorancia mas esencial? Enseñaremos la doctrina, es el medio más fuerte para incorporarla nosotros mismos. Nuestro tipo de bienaventuranza como maestros de la mayor doctrina.
Comienzos de agosto de 1881 en Sils-Maria, a 6.000 pies sobre el nivel del mar y mucho más alto sobre todas las cosas humanas.»
(Añado esta nota que considero importante: Este proyecto está notado como 11 [141], primavera-otoño 1881, en la edición crítica de las obras de Nietzsche de G. Colli y M. Montinari, según la publicación: Fragmentos póstumos que hiciera el Grupo Editorial Norma en su colección Cara y Cruz, Bogotá, 1992, p. 163).

Ya el hecho de que Nietzsche registre explícitamente la fecha de la nota es un indicio de lo inusual de su contenido y de su propósito. La doctrina es comprendida desde su enseñanza y desde aquel que la enseñará.

El título del «proyecto» refiere inmediatamente al conjunto. Y sin embargo, sólo se habla del eterno retorno en el punto 5, e incluso allí no se dice nada sobre su contenido, ni siquiera en forma de esbozo. Por el contrario, la palabra directriz del proyecto es «incorporación» [Einverleibung], La doctrina es llamada «la mayor doctrina» y «el nuevo peso». Entonces aparece súbitamente la pregunta: «¿Qué haremos con el resto de nuestra vida?». Se trata, por lo tanto, de un corte decisivo de la vida, que separa lo anterior (lo transcurrido) del «resto» que aún queda. Evidentemente, el corte es provocado por el pensamiento del eterno retorno, que todo lo transforma. No obstante, lo que se encuentra antes de este corte y lo que le sigue no están separados de manera cuantitativa. Lo ocurrido antes no queda apartado. El punto 5 está precedido de otros cuatro y el 4 termina con la indicación: «transición». Por muy nueva que sea, la doctrina del eterno retorno no sale del vacío sino que está sujeta a una «transición». Cuando esperamos que se explicite ante todo el contenido esencial de la doctrina y, sobre todo, que se la fundamente y que se aporten indicaciones en ese sentido, de lo único de que se trata es, podríamos decir, del efecto que tiene la doctrina sobre los hombres y, en especial, o exclusivamente, sobre el propio maestro que la enseña; de la «incorporación» del nuevo saber y de su enseñanza como un nuevo tipo de bienaventuranza. De Así habló Zaratustra ya sabemos lo esencial que es la cuestión de la «incorporación» del pensamiento del eterno retorno y que Zaratustra sólo se vuelve un convaleciente después de haber incorporado lo más importante de él. Si seguimos el significado de la palabra, llegamos a la idea de «comer», ingerir y digerir. Lo incorporado es lo que hace que el cuerpo —el vivir corporalmente [das Leiben]— esté más firme, erguido y seguro, es al mismo tiempo aquello con lo que hemos acabado y que nos determina en el futuro, la sabia de la que extraemos las fuerzas. Incorporar el pensamiento quiere decir aquí: llevar a cabo el pensar del pensamiento de manera tal que se convierta de antemano en la posición fundamental respecto del ente en su totalidad y, en cuanto tal, domine por anticipado a todo pensamiento singular. Sólo si el pensamiento se ha convertido en la actitud fundamental de todo pensar, se ha tomado posesión de él en conformidad con su esencia, es decir, se lo ha incorporado.

La decisiva meditación del proyecto titulado «El retorno de lo mismo» se dirige inmediatamente a la «incorporación».
Martin Heidegger, Nietzsche, Vol. I, Destino, Barcelona, 2000, pp. 269-271.
Como lo puedes notar, el asunto, como lo plantea Heidegger, también me habla de tu Terapia dialógica y del Tercer mundo del diálogo.

En fin, "el camino es largo y culebrero". Heidegger no es el único de los interpretes de Nietzsche que han visto, sin revelarlo como "conocimiento" para la "contemplación" y el funcionamiento práctico de la existencia, eso que Nietzsche "incorpora" en Así habló Zaratustra, así y luego lo hubiera desarrollando hasta perderse en la complejidad y en la imposibilidad.
Por fortuna y a partir de esas visiones, es posible saber que el asunto está allí y que es posible proponer una solución del enigma.
Por cualquiera sean los motivos, es lo que voy tratando de hacer y para lo que estas cartas eleusinas son poderosa motivación que estimulan, precisan y concretan mis averiguaciones, estudios y escrituras. Ahí está la alegría de escribir con los amigos.

(Escribí para mí, para ti, para quien sea)

"Que sigas bien",
Iván Rodrigo García Palacios.

14 de agosto de 2010




Carta eleusina:
Guía de "iniciados" de Zaratustra


Iván Rodrigo García Palacios

"Si con razón reprueba en aquella carta Epicuro a quienes dicen que los sabios se bastan a si mismos y por ende no necesitan de amigos, deseas saber. En efecto, Estilpón es objetado por Epicuro, como así también lo son aquellos para quienes la visión del sumo bien es la de un espíribu impasible" (Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio, No. 9).

Apreciado Lucilio, "te saludo"

Leí con gusto y detenimiento la Terapia dialógica (2) y la tomé como si respondieras a mis inquietudes del otro día y, si así fuera, me pareció oportuno responderte con algunas de mis consideraciones, las cuales se corresponden con la búsqueda de una "vía" para vivir con bienestar, satisfacción e inspiración, como lo podrás notar por las prolijas lecturas que te cito, incluidas mis reflexiones y lecturas sobre esos inquietantes y reveladores aspectos neurocientíticos de la indivisible unidad de cuerpo, mente y espíritu, unidad a la que la cultura occidental, por más de dos mil años, ha fragmentado en los mil y un añicos de los espejos: sus palabras, el "Logos/Verbo", esa polémica sin fin en la que no voy a entrar. Así como también incluyo algo de mis reflexiones sobre "el hombre demediado, por lo mediado" y otros asuntos relacionados. En fin.
Te cuento que leí lo que me sugeriste de Mónica Cavallé sobre De las tres trasformaciones de Así habló Zaratustra, junto con otros de sus textos, pero poco más tienen que ver con las ideas que te comenté y las que más adelante te expongo en mayor detalle.
Eso sí, me parecieron filosóficamente interesantes, porque exploran y explotan los apolíneos terrenos de la palabra, del "Logos/Verbo", en esas modalidades platónico-socráticas de la "medicina del alma" que son el asesoramiento filosófico, la terapéutica filosófica y la filosofía práctica, etc.
Modalidades filosóficas esas que, por contraposición, no se aventuran a explorar en los dionisíacos terrenos del sentir, a los que se dirigen los poderes sanadores y salvíficos, nunca terapéuticos, de los misterios eleusinos; esos "conocimientos" a los que, me imagino, se los ignora por lo mistéricos y secretos.
Son esos los "conocimientos" que Platón le propusiera a Sócrates y que él explica y emplea en Banquete, Fedro y en otros de sus Diálogos y Cartas, porque él, al igual que Aristóteles y tantos otros "sabios", no los consideraron ni extraños ni ajenos ni contrarios ni contradictorios, para el "cuidado del alma" y con el "buen sentir y pensar", más bien, para ellos, eran "experiencias" "de satisfacción y de felicidad":
"Pues bien, querido Sócrates, tal vez tu también puedas ser iniciado en esta doctrina del amor; pero llegar al grado más perfecto de la contemplación mistérica, que es la meta de todo lo dicho -con tal de que se siga el camino justo- no sé si serás capaz de alcanzarlo" (Platón, Banquete, 209e).

Claro, sobre ese asunto habría que escribir también lo mismo que escribió Platón:
"Desde luego que yo no he escrito nada sobre esas cosas, y nunca lo escribiré; porque este conocimiento no es en modo alguno comunicable, como otros, sino que sólo después de una intensa familiaridad con el objeto y después de haber convivido largo tiempo con él, de repente -como luz que brota de una llama palpitante- surge en el espíritu y el mismo se alimenta de sus propias virtualidades" (Platón, Séptima carta, 341 c-d).

Pienso que ese incomunicable conocimiento hace parte de esa sabiduría secreta de Platón, de la que escribió Giovanni Reale, lo mismo que también puede hacerse extensivo a Aristóteles y, desde él, a tantos otros "sabios", hasta llegar a Plotino y más acá.
Porque la cosa era seria, puesto que, hasta el serio y respetado Aristóteles, terció en el asunto con igual devoción, aceptación y secreto y lo compartió y experimentó con los suyos:
"(...) aquellos cuya vida, por ser participación en los misterios e iniciación consumada, debe estar llena de satisfacción y de felicidad ... Después nos sentaremos aquí abajo en religioso silencio y con toda dignidad; porque nadie se lamenta de ser iniciado" (Aristóteles, Sobre la filosofía, fr. 14).

A lo que agrega:
"(...) como sostiene Aristóteles, que los iniciados no deben aprender otra cosa, sino experimentar una emoción y quedarse en un determinado estado, evidentemente después de haber sido capacitados para eso".
"(...) lo que pertenece a la enseñanza y lo que se refiere a la iniciación. Porque lo primero se hace presente al hombre a través del oído, pero lo segundo sólo cuando la mente experimenta una súbita iluminación; eso es lo que llamó Aristóteles mistérico y semejante a las iniciaciones de Eleusis (porque en ellas el iniciado quedaba marcado con respecto a las visiones, pero no recibía una enseñanza" (Aristóteles, Sobre la filosofía, fr. 15).
"Pero podría ser que uno ignorara lo que hace, por ejemplo ... o que no supiera que se trataba de secretos incomunicables, como decía Esquilo a propósito de los misterios..." (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1111 a 8-10).
Esto de los misterios eleusinos, si bien era un secreto, fue un asunto en el que no sólo se involucraron las mentes superiores de la antigua Grecia, sino que, también, como ahora lo demuestran algunos especialistas, tienen que ver ("contemplar") con el origen de esa sabiduría griega, cuya herencia satanizó el cristianismo.
No hay que olvidar que los mitos y las celebraciones a Dionisios, Apolo y a esa constelación de dioses, además de superstición, inspiraron y fueron motivo de "conocimiento" y del "Logos/Verbo":
Homero, los poetas, los mal llamados filósofos presocráticos, Heródoto, los dramaturgos: Esquilo, quien fuera acusado de revelar el misterio (Agamenón, Cretenses, Hipólito, El cíclope, Hipsípila, Ifigenia en Áulide, Bacantes, Polieidos), Sófocles (Antígona, Edipo en Colono), Eurípides (Heracles, Alcestes), Aristófanes (Las ranas, Las aves), todos ellos incorporaron esos misterios en sus escrituras, tragedias y comedias.
Y, como ese era de verdad un asunto importante, la "iniciación" eleusina y sus misterios se mantuvo en secreto y casi inmodificada, por más de mil años en Grecia, en el helenismo, en Roma y hasta Plotino en el siglo III, época en la que los padres cristianos la estigmatizaron y demonizaron con cruel escarnio; por ese motivo, los misterios se refugiaron en las profundas cavernas de la clandestinidad, haciendo episódicas reapariciones en tiempos más cercanos, pero ya con otras formas y expresiones, tal la excepcional Guía de iniciados a Superhombre de Zaratustra, de la que más adelante te escribo.
Es que el asunto de los misterios eleusinos tiene profundas raíces y es necesario remontarse a las fuentes, a los propios misterios eleusinos, los que pienso, se originaron en la desaparecida civilización minóica, pero ese es otro asunto. Son esas las mismas fuentes donde Platón, ya actuando como el inventor de la filosofía, Aristóteles, el filósofo por excelencia y todos los que les antecedieron y les siguieron, se inspiraron para formular, ésta sí, ya una terapéutica, como la de los asesores filosóficos contemporáneos y "Ab uno disce omnes".
El texto más antiguo sobre los misterios eleusinos, es el Himno a Deméter, del siglo VII a. C.:
"Dichoso, entre los habitantes de la tierra, el que ha visto estas cosas" (Homero, Himno a Deméter).

A lo que Píndaro precisa y corrobora:
"Dichoso el que entra bajo la tierra, después de haber visto estas cosas;
conoce el fin de la vida,
y conoce su principio, el que le dio Zeus" (Píndaro. fr. 137).

Asunto que Giorgio Colli presenta así:
"No cabe duda que la celebración de los misterios de Eleusis -uno de los momentos cumbre de la vida griega, que tenía lugar todos los años hacia finales de verano- era una fiesta del conocimiento" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trotta, Madrid, 2008, p. 30).

Luego, Giorgio Colli comenta antes de proceder a despejar su incredulidad:
"Realmente parece difícil imaginar -aunque es cierto que los poetas exageran- que la contemplación de la mera imagen de una diosa pueda proporcionar a un gran número de iniciados el conocimiento del principio y del fin de la vida" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trotta, Madrid, 2008, p. 30).

Por lo que se sabe y tal y como lo presenta Karl Kerényi, la celebración y los ritos secretos, de la fiesta anual del otoño, mes del Boedromion, en Eleusis, se desarrollaba en tres etapas. La primera, correspondía al año de preparación, purificaciones y selección de los iniciados. La segunda, apolínea, de la palabra, previa al rito principal, con poesía, música y cánticos de Orfeo, en la que se alcazaba el estado epóptico. La tercera, dionisíaca, la representación prevalentemente mímica del mito de las dos diosas, Deméter y Kore, hasta alcanzar el estado de visión, epópteia, este último, si presidido por Dionisios.
Nótese que, en el punto principal de la tercera y definitiva etapa, se excluye el uso de palabras y, en su lugar, se recrean imágenes e imitaciones. Esto es fundamental en la operación cognoscitiva. Esa es la acción dionisiaca: un estado de iluminación, satisfacción y felicidad, incomunicable que, sin embargo, sólo puede expresarse en palabras, lo que, en la explicación de Giorgio Colli, parece conectado a la Terapia dialógica:
"Como ya se ha indicado antes, los presupuestos de Orfeo son Dionisios y Eleusis: Orfeo cuenta la historia del dios, y así conduce al conocimiento supremo. Pero otra característica de Orfeo es la música: toca la lira y canta. Por eso, con él se manifiesta Apolo, en su aspecto benigno, bajo la figura de "el salvador de Dionisios". Por otra parte, la poesía es palabra; y la palabra es el dominio de Apolo. Pero la palabra no puede expresar la epópteia, la visión suprema de Eleusis, sino solamente prepararla, sugerirla, tal vez incluso suscitarla; y eso es también característica de Apolo, de su naturaleza oblicua, indirecta, ambigua, aunque -esta vez- con una intención benévola, excitante. Orfeo es el servidor de Apolo -incluso se dice que es su hijo- y urdió historias de dioses que encubren la sabiduría" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, pp. 40-41).

Ahora bien y para situar el asunto en su contexto, te recuerdo la cita que ya te había enviado del libro La sabiduría griega, de Giorgio Colli:
"¿Por qué empiezo precisamente con Dionisios esta presentación de la sabiduría griega? Pues, sencillamente, porque con Dionisios la vida se muestra como sabiduría, sin renunciar a su torbellino vital: ahí está el secreto. En Grecia, un dios nace de una contemplación entusiasta de la vida, de un fragmento de vida que se pretende inmovilizar. Y esto ya es, en sí mismo, conocimiento. Pero Dionisios nace de una contemplación de la vida entera, en su inmensa amplitud. Pues bien, ¿cómo es posible abarcar toda la vida, en una visión de conjunto? Esa es precisamente la presunción más arrogante del conocimiento. Si se vive, es que se está dentro de una determinada vida. Pero pretender situarse dentro de toda la vida en su conjunto es exactamente lo que provoca el nacimiento de Dionisios, como el dios de donde brota la sabiduría" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, p. 15).

A la que añado:
"Igual que en la tragedia -como afirma Nietzsche- la excitación y la embriaguez extática de Dionisios se vierten en un mundo apolíneo de imágenes, es decir, en una serie de manifestaciones de Apolo que confieren a Dionisios un carácter de objetividad, así también en la poesía órfica podemos encontrar una relación análoga entre contenido dionisíaco y la forma apolínea" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, p. 41).

Espero que estaremos de acuerdo y me lanzo "al más allá":
El conocimiento místico/mántico (ese que es conocimiento indirecto, ya que su naturaleza exige el carácter inmediato y el que no es posible "proferirlo", puesto que su realidad es ajena a la palabra), es tanto o más real y operativo para cuerpo, mente y espíritu, que el conocimiento del "Logos/Verbo". Sentir y "Logos/Verbo", son los pasos complementarios hacia la sabiduría de la vida.

Para afirmarlo, me apoyo en una reconocida autoridad, Raimon Panikkar, cuando dice, refiriéndose a la búsqueda del conocimiento por la mística:
"Esto es lo que pretendía la Filosofía en sus mejores momentos. Se hablaba entonces de Filosofía como arte y ciencia de Vida, como actividad contemplativa y aprendizaje de Sabiduría: ars vitae (Seneca), cultura animi (Cicerón), vera religio (Escoto Eurígena) o más recientemente “el fin propio de todo filósofo es la intuición mística” (Nietzsche)" (Raimon Panikkar, De la Mística. Experiencia plena de la Vida, Herder, Barcelona, 2005, p. 180).

Sentir, mística/mántica y "Logos/Verbo". Bien sabían los griegos que Dionisios y Apolo debían ser y estar en equilibrada fusión y polaridad como condición necesaria para la salud individual y colectiva y, por ello, también buscaron el equilibrio de la unidad y la polaridad de las dos sabidurías: la sabiduría de Dionisios, la del sentir, de la visión, del conocimiento inmediato e incomunicable, del recuerdo, del pasado. Y la sabiduría de Apolo, de la palabra, del "Logos/Verbo", que es futuro, que es comunicable, pero dependiente de la interpretación.
Ese es el equilibro que alcanzó Epiménides, el ascético cretense que profetizó, con diez años de anticipación, el destino de Atenas frente los persas, y que llevó, por encargo del sabio político Solón, sus sabidurías dionisiaca y apolínea a Atenas para purificarla y restaurar, en el ánimo de los atenienses, la tranquilidad y la sabiduría del gozo primitivo:
"(...) Epiménides es un verdadero interprete, con la distancia que con respecto a la sacralidad posee un individuo que reflexiona sobre la palabra del dios, como una especie de contraposición con el propio dios en una lucha de sutilezas en la que empieza a tomar forma el arma del "Logos/Verbo". Pero aun aquí, en la esfera de la adivinación que parece propia de Apolo, Epiménides deja traslucir una anomalía. Sabemos de buenas fuentes que su enorme capacidad adivinatoria no se refería al futuro, sino más bien al pasado. Vienen a la mente no sólo el mundo mistérico, que se refleja en la poesía órfica, sino también el especial relieve que se atribuye a la memoria como potencia catártica. La salvación consiste en recuperar el pasado, porque precisamente ahí es donde se disipan todas las apariencias y se nos da la posibilidad de ver al dios y, en consecuencia, de trasformarnos a nosotros mismos en seres divinos. Y ese es Dionisios. A eso alude la profecía que subyace en Epiménides. En cambio, Apolo dirige la atención hacia el futuro, pues su instrumento es la palabra; y la palabra saca a la luz ciertos aspectos de lo oculto mediante una difusión clarificadora -donde la palabra que interpreta es a su vez, interpretada- y en la dirección que manifiesta lo abstracto. Pero para Epiménides -y para los griegos que alcanzaron el conocimiento- el futuro entero está ya contenido en el pasado primigenio, de modo que la comprensión que se puede obtener sobre el futuro lejano depende de la visión del pasado divino que en él se manifiesta". (Giorgio Colli, La sabiduría griega, II, Trotta, Madrid p. 16).
Ese es el armónico equilibrio que, desde entonces y en adelante, se trasmiten los sabios: griegos, helénicos, romanos, latinos, italianos, Bruno, Spinoza y otros cuantos y que es el que, el mismo Nietzsche, trata de infundir entre los "furores" de instintos y pasiones, con la voluntad del espíritu, en su Guía de iniciados a Superhombres de Zaratustra.
Y, ya que estamos en compañía de Nietzsche, hay que recordar que él, en su juventud y en compañía de su entrañable amigo, Erwin Rohde, se remontó, en su búsqueda del origen de la tragedia, a las fuentes dionisíacas y apolíneas de la sabiduría y la filosofía griega: Homero y la épica, los poetas órficos y líricos, los dramaturgos y, por supuesto, los mal llamados presocráticos, entre ellos, Epiménides, Anaximandro, Heráclito, Parménides, Empédocles, Ferecides y su alumno Pitágoras y a los fundadores de la filosofía occidental: Sócrates, Platón, Aristóteles & Co.
Además, Nietzsche, también fue acucioso explorador del misticismo cognoscitivo oriental, de los Upanishads, de los pitagóricos, de Platón, de Plotino, de Bruno, de Spinoza, de los españoles, de los alemanes, etc. Además de su acucioso interés por las ciencias de su época que bien nutrieron algunas de sus ideas: Darwin y el evolucionismo sociológico, la física y la especulación cósmica, etc.
Y, por supuesto, sus atracciones e intereses de juventud y formación: la teología, Hölderlin, Wagner y la música, la literatua (Goethe, Dostoievski, etc.), los románticos, Schopenhauer y la filosofía alemana, italiana, francesa, inglesa. Nietzsche fue un estudioso y lector voraz.
Esa fue "la materia", acrecentada con la infinidad de otras "materias" procedentes de múltiples fuentes, antiguas y contemporáneas que en 1882, Nietzsche "destiló", "purificó" y "sublimó", en el crisol alquímico de su sí-mismo, para fundirla con "el furor" del enamoramiento por Lou Andreas Salomé e intuir la revelación que originaría y nutriría la escritura de su Guía de iniciados de Superhombres que es Así habló Zaratustra.
Ese era el espíritu de los comentarios que te hice por teléfono y que, pienso, motivaron tu texto y que, ahora, motivan mi respuesta, a la que, desde entonces, me comprometí y emprendí.
Antes de hablarte del poema de Nietzsche y de la Guía de iniciados a Superhombre de Zaratustra, voy a intentar parar los dados en el "instante", y tratar de establecer equilibrio entre mántica, profecía, "manía", salud y episteme, así como con las formas de locura que a los elegidos afecta, con la debida iniciación y el debido recogimiento:
"SÓCRATES: Pero hay dos formas de locura; una debida a enfermedades humanas, y otra que tiene lugar por un cambio que hace la divinidad en los usos establecidos.
FEDRO: Así es.
SÓCRATES: En la divina, distinguíamos cuatro partes, correspondientes a cuatro divinidades, asignando a Apolo la inspiración profética, a Dioniso la mística (mántica), a las Musas la poética, y la cuarta, la locura erótica, que dijimos ser la más excelsa, a Afrodita y a Eros" (Platón, Fedro: 265 a-b).


¿Dónde está la sabiduría que
hemos perdido con el conocimiento?
¿Y dónde está el conocimiento que
hemos perdido con la información?
(T.S. Eliot, La roca).

Considera que ātman es el dueño de la carroza
y el cuerpo es la carroza.
Considera que buddhi es el auriga
y manas (mente) las riendas.
A los sentidos los llaman caballos,
y a los objetos de los sentidos sus pastizales.
Al ātman en conjunción con los sentidos y la mente
los sabios lo llaman el sujeto de la experiencia.
(Kaṭha Upaniṣad, 3. 3-4).

"Recuérdese, a este respecto, que aun aquí abajo, cuando se ejerce una actividad contemplativa y, sobre todo, cuando ésta se realiza con suma claridad, no se vuelve uno hacia sí mismo a través de un acto de pensamiento, sino que se posee uno a sí mismo, y la actividad contemplativa se dirige por completo hacia el objeto, y nos transformamos en ese objeto [...] ya no se es uno mismo sino de un modo potencial" (Plotino, IV, 4,2, 3.).

"Si quiero averiguar si alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de mi cara a la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón coincidentes con la expresión de mi cara" (Edagar Allan Poe, La carta robada).

No hay mente en blanco, antes que las palabras existieran y mucho antes de nombrarlos, los Homo-Humanos, en los otros y en el mundo, ya "sentían" y pensaban, ya eran y estaban allí, en ellos-mismos, se "conocían" y "se reconocían" y los "conocían" y tenían "ideas" de sí-mismos, de los otros y del mundo. Ellos eran y estaban en sí-mismos, en los otros y en el mundo, como unidad de cuerpo, mente y espíritu; también, cielo y tierra eran uno y lo mismo.
Antes que inventar las palabras, los Homo-Humanos tuvieron que inventarse a "sí-mismos" en el espejo de los otros y del mundo.
Los Homo-Humanos se sentían y pensaban, se conocían y se reconocían a sí-mismos, a los otros y al mundo y se comunicaban por medio de los instrumentos y herramientas que la Naturaleza les había desarrollado y, con y por ellos, inventaron las palabras, los lenguajes, los idiomas, la escritura, los números, las culturas, etc., para nombrar lo que inventaban como "extensiones" de sí mismos, como lo propusiera M. McLuhan y con el fin de ayudarse en la realización de los imperativos naturales de sobrevivir, reproducirse y adaptarse: tiempo, necesidad y acción.
Eso es lo que los filósofos han tratado de averiguar por siglos y lo que, ahora, los neurocientíficos (como Antonio Damasio, en sus libros, El error de Descartes y En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, y Marco Iacoboni, en su libro, Las neuronas espejo. Empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entender a los otros), están demostrando: los fundamentos neurobiológicos de la indivisible unidad de cuerpo, mente y espíritu; de la imperativa necesidad de "los otros" y del mundo para el desarrollo de la conciencia, del sentido del "Yo", del consciente y el inconsciente, de la intencionalidad, del desarrollo del lenguaje, del sentir y los sentimientos, del actuar y la acción, en fin, de la cultura.
Sólo que las palabras fueron un invento tan poderoso que terminó por suplantar al Homo-Humano, por esclavizarlo, por alienarlo, por escindirlo, por insensibilizarlo, por convertirlo en los añicos del espejo de sus palabras.
Sobre este negocio de la filosofía de las palabras, prefiero a los humanistas italianos, más cercanos a la naturaleza humana, antes que, sin ignorarlos, a los hermeneutas alemanes, idealistas y racionalistas. Sobre este asunto me gusta mucho la obra de Ernesto Grassi, en la que reivindica ese Humanismo "de la unidad de palabra y cosa" y hace la crítica a su maestro, Heidegger y a su "casa del ser", tan racional y lógica, así como también a sus antecesores y descendientes:
"En la tradición humanista italiana aparece una y otra vez la tesis fundamental de la conexión íntima entre la experiencia personal y el pensamiento teórico, pues se sabe que los problemas que afectan realmente a las personas no se pueden ni deben plantearse de una manera abstracta y puramente formal. Si tienen sentido las preguntas que nos apremian, han de tener un presupuesto existencial, que hay que sacar a la luz a toda costa" (Ernesto Grassi, El poder de la fantasía. Observaciones sobre la historia del pensamiento occidental, Anthropos, Barcelona, 2003, p. 6).

Por ello, y en ese contexto, se puede "contemplar" y decir que: cuando el pensamiento está vacío ... pero de palabras, no deja de ser pensamiento, porque tampoco las palabras son sólo el pensamiento:
"Pero un cuerpo no es limitado por un pensamiento, ni un pensamiento por un cuerpo" (Spinoza, Ética, De Dios).

El pensamiento y el pensar son cualidades naturales del Homo-Humano, son organización, orden, interpretación, de la información. El Homo-Humano es un todo de cuerpo y cerebro; de pensamiento y pensar; de mente y espíritu, los que, a su vez, son: exploración y anhelo de conocimiento que, a su vez, son impulso para la acción. Nada de ello es invento ni de la palabra ni de la cultura, ambas, son resultado.
Las palabras, el pensar y el pensamiento, no son ni el sí-mismo ni los otros ni el mundo ni "las ideas"; las palabras, el pensar y el pensamiento no son ni el tiempo ni la necesidad ni la acción ni el actuar; las palabras, el pensar y el pensamiento no son ni el cuerpo, ni la mente ni el espíritu; las palabras son formas, representaciones; el pensamiento son la organización, el orden, la interpretación, de las representaciones y de "las ideas" y esa función y ese proceso, son el pensar.
Todo ello son representaciones de cuerpos que sienten porque:
"Los sentimientos de dolor o placer, o de alguna cualidad intermedia, son los cimientos de nuestra mente" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos).

Mente y cuerpo que, como definía Spinoza, son atributos paralelos, manifestaciones, de la misma sustancia (Ética, parte I), para luego agregar:
"La mente (mens) humana es la idea del cuerpo humano" (Spinoza, Ética, parte II).
En consecuencia y como la actual neurobiología lo está demostrando, mente, cuerpo y espíritu, son aspectos, sólo separados teóricamente, de una misma naturaleza que se manifiestan en total unidad, conexión, correspondencia y relación, de tal manera que lo que sucede en el cuerpo afecta a la mente y al espíritu y viceversa.
Esas representaciones y esas "ideas", también son afectadas por "el sentir": el instinto, la emoción, el deseo, el sentimiento, el anhelo, en la actividad homeodinámica y por el "Logos/Verbo", en la actividad intelectual. Pero las palabras no son ni el instinto ni la emoción ni el deseo ni el sentimiento ni el anhelo, pero, estos, si se expresan por representaciones.
Las palabras son "Logos/Verbo".
Las palabras no son ni la sabiduría ni el conocimiento ni el pensamiento ni la memoria ni el recuerdo, ni el espíritu ni la comunicación; son herramientas, instrumentos para la organización, la interpretación, la memorización, el recordar, la comunicación; son esa información de la que habla el poema de T.S. Eliot; son esas "extensiones" de que habla M. McLuhan, como lo anoté atrás.
Las palabras nombran; el pensamiento las ordena, las organiza, las interpreta, las proyecta, las memoriza, las recuerda, para señalar y proyectar sobre el tiempo, la necesidad y la acción.
Y, ¿el espíritu? Es emanación, anhelo, "conatus", intencionalidad, afecto.
Según George Santayana:
"El espíritu es una emanación de la vida natural" (Georges Santayana: Platonismo y vida espiritual).

Espíritu que, para las ciencias del "más acá", es anhelo, el que es, según el neurocientífico Antonio Damasio:
"El anhelo es un rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el diseño del cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra, no menos que los rasgos profundos que nos conducen con gran curiosidad hacia una exploración sistemática de nuestro propio ser y del mundo que lo rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a construir explicaciones para los objetos y situaciones de este mundo" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los sentimientos).

Anhelo que en los territorios del alma (mens) de Spinoza, es el "conatus":
"PROPOSICIÓN IX
El alma, ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Spinoza, Ética, II).

Anhelo que para Nietzsche es:
"Basta amar, odiar, anhelar, o simplemente sentir, para que enseguida nos sobrevengan el espíritu y la fuerza del sueño y subamos por los más peligrosos caminos"(Friedrich Nietzsche, Gaya ciencia, Aforismo 58).

Creo que por esta cita viene al caso una digresión: Como se puede notar por fecha, Nietzsche, desde antes de Así habló Zaratustra, ya había "iniciado su viaje" por "la vía", "el camino", "los senderos", que lo conducirán hasta "la llama", "la iluminación", esa que, en su enamoramiento por Lou, le permitirán "contemplar" la "fuente de Diana":
"Ninguno cree posible ver el sol, el universal Apolo y luz absoluta, excelentísima y suprema especie; mas sí ciertamente su sombra, su Diana, el mundo, el universo, la naturaleza que se halla en las cosas, la luz que se oculta en la opacidad de la materia (es decir, aquella misma en tanto que resplandece en las tinieblas). De los muchos, pues, que por las dichas y otras vías vagan por esta desierta selva, poquísimos son los que acceden hasta la fuente de Diana" (Los Heroicos Furores, II, 2).

¿Serán "las dichas y otras vías" que menciona Bruno, eleusinas? No hay que olvidar que él trabajó y escribió sobre esos temas mistéricos y herméticos que lo llevaron a la hoguera.
De retorno al tema:
Y, para darle al tema del anhelo una perspectiva desde el punto de vista de la filosofía de la mente, bien vale la pena reflexionar sobre lo que dice John S. Searle sobre el asunto de la intencionalidad, a la que define:
"La intencionalidad es la propiedad de la mente por la cual esta se dirige, se refiere o alude a objetos y situaciones del mundo independiente de sí misma" (John R. Searle, La mente. Una breve introducción, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2006, pp. 205 y ss).

En el contexto de todo lo anterior, no se puede afirmar que son las palabras las que enferman o curan, las que hieren o alivian, las que oscurecen o aclaran, a la mente, al pensamiento, a "las ideas", al espíritu, pueden participar, pero este otro asunto.
En cambio, si lo son, cuando se infectan, las heridas infligidas al cuerpo, a la mente y al espíritu, por aquellos eventos que violentan su naturaleza; son, así mismo, las cicatrices, las huellas, esas marcas de representación que ellas provocan junto con todo lo demás que afecta al Homo-Humano y, de las cuales, las palabras son sólo un nombre, un concepto, una representación, pero también, un recuerdo.
Son esas representaciones, esos sentimientos de placer y dolor, que se memorizan y se evocan durante los procesos cerebrales, mentales, emocionales y sentimentales, de cada individuo, determinando su reactividad y su estado físico y anímico. Sobre esto tratan las investigaciones de los neurocientíficos Antonio Damasio, Marco Iacoboni y muchos otros.
A propósito, en cuestiones de psicologías, prefiero al americano William James y al ruso Lev Vigotski, y sus sucesores y, por supuesto, a la nueva neuropsicología. Y en las letras y las artes... "al infinito y más allá".
Ahora bien, si las palabras enferman, es porque el hombre las convirtió en su sí-mismo y, con ellas, escindió su cuerpo, su mente y su espíritu; separó la tierra y el cielo:
"Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser escindido, híbrido de planta y fantasma" (Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Prólogo, 3).

Así que, para curar una enfermedad, aliviar una herida, aclarar una oscuridad en la mente y en el espíritu, no es, necesariamente, el procedimiento para lograrlo, la resemantización, la deconstrucción o reconstrucción de las palabras, ni de los conceptos ni de los recuerdos, porque, para ello y antes de ello, es necesario reparar y recalibrar la mecánica homeostática, armonizar la homeodinámica, regenerar y generar las imágenes saludables del cuerpo, del cerebro, de la mente, del espíritu, para, así, restaurar un cuerpo, un cerebro, una mente, un pensamiento, un espíritu, saludables y vitales. Esto bien lo explican Antonio Damasio y Marco Iacoboni.
Para aliviar o curar la enfermedad, antes es necesario restituir al hombre en su unidad, a su ser y estar de antes de las palabras, que se conozca y reconozca en su sí-mismo como "su" cuerpo, mente y espíritu, únicos y unidos, que sepa que él es tierra y cielo: memoria y recuerdo y la purificadora catarsis.
Para decirlo con las palabras de uno de esos humanistas italianos y casi tocayo tuyo, Hugo de San Víctor (1096-1141), citado por Ernesto Grasi:
"El filósofo sólo conoce el significado de las palabras (solam vocum significationenm), pero mucho más importante que el significado de las palabras es el de las cosas, pues el significado de las palabras depende del uso (quia hanc usus instiuit) y el significado de las cosas está establecido por la naturaleza misma (illiam naturam dictavit) (...) La sabiduría de la mente es una palabra interior (ratio mentis instrinsecum verbum est) que se manifiesta mediante el sonido de la voz, es decir, mediante una palabra exterior (somo vocis, id est, verbo extrinseco, manifestartur)" (Hugo de San Víctor, Didascalicon, citado de: Ernesto Grassi, El poder de la fantasía, p. 78).

Y, luego, sí, hablar, que las palabras, como en tu terapia dialógica, se constituyan en unidad de palabra y cosa y contribuyan a la restitución de la unidad: cuerpo, mente y espíritu:
"El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad" (Z, I, De los despreciadores del cuerpo).

O, como lo explica Ernesto Grassi:
"De lo que se trata es de identificar esa "fuerza primitiva" que quiebra la unidad del círculo biológico de función y al mismo tiempo conduce al ser humano al lenguaje, a la palabra. Pues es mediante la palabra como el ser humano consigue superar su "extrañamiento" frente a la naturaleza (la vivencia inquietante que Freud caracteriza como un rasgo fundamental de la situación humana) al corresponder a la necesidad de hacer aparecer un mundo propio" (Ernesto Grassi, El poder de la fantasía, p. 227).

Esto lo aprendió Nietzsche de los antiguos "sabios" y lo expuso Zaratustra en su Guía de iniciados a Superhombres como hermético misterio eleusino:
"Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo" (Z, De las tres trasformaciones).

Y Zaratustra fue médico de su sí-mismo, "retirado del mundo conquista ahora su mundo":
"¿Qué ocurrió, hermanos míos? Yo me superé a mí mismo, al ser que sufría, yo llevé mi ceniza a la montaña, inventé para mí una llama más luminosa. ¡Y he aquí que el fantasma se me desvaneció! " (Z, De los trasmundanos , I).

Zaratustra, con la debida preparación, se acoge a "la luz y a la llama" de Platón en su Séptima carta, ya citada:
"(...) como luz que brota de una llama palpitante"

Y, por supuesto, con el debido recogimiento, "contempla" el objeto de su búsqueda en la iluminación de la que escribiera Aristóteles:
"(...) sólo cuando la mente experimenta una súbita iluminación".

Eso fue lo que Zaratustra quiso enseñar a los hombres:

"Cómo se llega a ser lo que se es"
(Ecce homo, Por qué soy tan inteligente, IX).
***
"Yo quiero enseñar a los hombres el sentido de su ser: ese sentido es el superhombre, el rayo que brota de la oscura nube que es el hombre." (Z, Prólogo, VII).
***
"El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra!
¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.
Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan! " (Z, Prólogo, III).
***
"Mirad, yo os enseño el superhombre: ¡él es ese rayo, él es esa demencia! (Z, Prólogo, III).
***
"El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, - una cuerda sobre un abismo.
"Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso". (Z, Prólogo, IV).

Sin embargo, Nietzsche y Zaratustra fueron el hazmerreír de los predicadores de la palabra:
"Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras contempló de nuevo el pueblo y calló:
«Ahí están», dijo a su corazón, «y se ríen: no me entienden, no soy yo la boca para estos oídos.
¿Habrá que romperles antes los oídos, para que aprendan a oír con los ojos? ¿Habrá que atronar igual que timbales y que predicadores de penitencia? ¿O acaso creen tan sólo al que balbucea?
Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso que los llena de orgullo? Cultural lo llaman, es lo que los distingue de los cabreros.
Por esto no les gusta oír, referida a ellos, la palabra Vesprecid. Voy a hablar, pues, a su orgullo.
"Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre» (Z, Prólogo, V).

Nietzsche lo advierte; para emprender la Guía de iniciados a Superhombres, es necesario que los hombres "(...) aprendan a oír con los ojos", con todos los sentidos; beber el agua del Leteo, olvido y vida nueva: restauración del recuerdo y proyección del "Logos/Verbo": tiempo, necesidad y acción; pasado, presente y futuro, en el mismo "instante": el "eterno retorno de lo mismo".
Porque, y más asombroso todavía, es la relación sustancial entre Zaratustra y la idea del "eterno retorno de lo mismo", fundamento filosófico del poema y de la que, al contrario de la interpretación cosmológica que comúnmente se le ha dado, Alexander Nehamas afirma y explica lo siguiente:
"El eterno retorno no es por tanto una teoría del universo, sino una visión de la vida ideal. Sostiene que una vida se justifica únicamente si uno desea repetir la misma vida que ya le ha sido dada, ya que como demuestra la voluntad de poder, ninguna otra vida es posible. El eterno retorno afirma, pues, que nuestra vida sólo tendrá justificación si se modela de tal forma que nuestro deseo sea repetirla exactamente tal como ya ha sucedido" (Alexander Nehamas, Nietzsche, la vida como literatura, Turner/Fondo de Cultura Económica, México, 2002, p. 203).

A partir de todo lo anterior, todas las terapéuticas serán buenas y útiles para el alivio de la enfermedad individual y de "la enfermedad de nuestro tiempo".
Despertar al Superhombre:
"Zaratustra está transformado, Zaratustra se ha convertido en un niño, Zaratustra es un despierto ("el Despierto" también se llamaba a Buda): ¿qué quieres hacer ahora entre los que duermen? " (Z, Prólogo, I).

Porque, es el Superhombre quien debe seguir el camino del creador, el que con su voluntad de poder se hace libre como el niño que juega, "una rueda que se mueve por sí misma", ya no "camello" alienado, ya no "león" resentido:
"Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino hacia ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma ¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un ambicioso!
Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y producen un vacío aún mayor. ¿Libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó de sí su último valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben anunciarme con claridad: ¿libre para qué? " (Z, I, Del camino del creador).

La respuesta a esa última pregunta es la conquista que debe realizar el Superhombre:
"Prestad atención, hermanos míos, a todas las horas en que vuestro espíritu quiere hablar por símbolos: allí está el origen de vuestra virtud.
Elevado está entonces vuestro cuerpo, y resucitado; con sus delicias cautiva al espíritu, para que éste se convierta en creador y en apreciador y en amante y en benefactor de todas las cosas.
Cuando vuestro corazón hierve, ancho y lleno, igual que el río, siendo una bendición y un peligro para quienes habitan a su orilla: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando estáis por encima de la alabanza y de la censura, y vuestra voluntad quiere dar órdenes a todas las cosas, como voluntad que es de un amante: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando despreciáis lo agradable y la cama blanda, y no podéis acostaros a suficiente distancia de los comodones: allí está el origen de vuestra virtud.
Cuando no tenéis más que una sola voluntad, y ese viraje de toda necesidad se llama para vosotros necesidad: allí está el origen de vuestra virtud.
¡En verdad, ella es un nuevo bien y un nuevo mal! ¡En verdad, es un nuevo y profundo murmullo, y la voz de un nuevo manantial!
Poder es ésa nueva virtud; un pensamiento dominante es, y, en torno a él, un alma inteligente: un sol de oro y, en torno a él, la serpiente del conocimiento" (Z, I, De la virtud que hace regalos).
Quien se decida a esculpir su "sí-mismo", paso a paso y según la guía que Nietzsche ofrece en Así habló Zaratustra, habrá tallado y escrito, en su "sí-mismo", la piedra filosofal de su propio destino: la materia de su propia sabiduría: su propia voluntad de poder.
Habrá alcanzado "su conocimiento", y repito la cita de Platón:
"(...) este conocimiento no es en modo alguno comunicable, como otros, sino que sólo después de una intensa familiaridad con el objeto y después de haber convivido largo tiempo con él, de repente -como luz que brota de una llama palpitante- surge en el espíritu y él mismo se alimenta de sus propias virtualidades" (Platón, Séptima carta, 341 c-d).

Eso es, también, Así habló Zaratustra, un "conocimiento" que no es posible comunicar como los otros, como el de las otras ciencias, que sólo es comunicable por medio de la poesía "aunque es cierto que los poetas exageran".
Porque la poesía es la palabra de la mística/mántica y del enamoramiento, porque ambos estados, cuando nos suceden, son lo mismo y se corresponden para el cuerpo, la mente y el espíritu y es, por ello, que al contemplar la diosa, se es poseído por el "Poder es ésa nueva virtud", de la que habla Nietzsche. Poder mediante el cual hay que superar aquella amenaza que él vuelve a denunciar poco antes de ser doblegado en el Silencio:
"(...) que la vida ya no reside en el todo. La palabra se vuelve soberana y sale de la frase, la frase salta y oscurece el sentido de la página, la página gana vida a costa del todo: el todo ya no es todo" (Nietzsche, El caso Wagner).

En fin, estos temas y estos asuntos, son una "Historia interminable", como la de Michael Ende, de escrituras, no de dos, sino de mil colores, ese libro de las dos serpientes entrelazadas y los mil y un libros más, por los que se entra en "Fantasía" a buscar la fuente del Agua de la Vida y de la que, quienes regresan, porque encuentran amigos allí, "devuelven la salud a ambos mundos", porque, cuando se entrelazan, como las dos serpientes, los círculos: el círculo de los códigos biológicos y el círculo de los códigos culturales, se abre "el claro" en la selva y se da paso a la "Lichtung" de Heidegger, esa que "es lo abierto para todo lo presente y lo ausente".
Aun queda mucho por "aclarar", pero, con esto, espero haber justificado el enigmático comentario que coloque en tu blog:
"Gracias, me tomo esta explicación como algo personal, pero...: también, tampoco y a veces. Yo soy eleusino".

Es un gozo escribir con los amigos y, no porque me considere sabio, sino feliz, te trascribo otras dos citas de Séneca a Lucilo, de nuevo, de su novena carta:
"El sabio se basta a sí mismo". Esto, mi Lucilio, es interpretado erróneamente por la mayoría: al sabio lo relegan de todos lados y lo confinan dentro de su piel. Debe distinguirse en efecto qué significa esta locución y cual es su alcance: el sabio se basta a sí mismo para vivir feliz, no para vivir; para esto último necesita en efecto de muchas cosas; para lo primero, sólo de un espíritu sano, derecho y desdeñoso de la fortuna.
(...)
De seguro que, cuando le es permitido ordenar por su arbitrio sus cosas, el sabio se basta a sí mismo pero toma mujer, se basta a sí mismo y cría hijos; se basta a si mismo y sin embargo no viviría si hubiere de vivir sin los hombres. Hacia la amistad no lo lleva ninguna conveniencia propia, sino el impuso natural, porque entre las cosas que para nosotros poseen innata dulzura, se encuentra la amistad. Tan grande como el odio a la soledad es la voluntad de vida social y así como la naturaleza concilia al hombre con el hombre, ínsito llevamos el aguijón que nos hace ávidos de amistad" (Lucio Anneo Séneca, Cartas a Lucilio, No. 9).
"Que sigas bien" (Escribí para mí, para ti, para quien sea),
Iván Rodrigo García Palacios.

Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

Lectura en grupo. https://elpais.com/elpais/2014/12/12/album/1418422523_273005.html Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, ch...