21 de enero de 2006

LECTOR LUDI-24

Salvado por Bartleby

* Una reseña a la novela de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía (*)
* ... para exorcizar la posesión por la obra de Fernando González, con el "preferiría no hacerlo"

Por Iván Rodrigo García Palacios

Pareciera que el haber re-caído en posesión por la obra de Fernando González, de la cual es indeseable e imposible exorcizarse, alcancé la frontera en la cual lo lúdico cede su gozo para trasmutarse en plomo, venenoso y pesado. A lo que, mi sistema inmunológico, optó por defenderme con la solución del escribiente Bartleby, y prefirió no seguir haciéndolo; decidió dejar que se restableciera el estado de AMENCIA. En esas estoy.

Y ya que todo tejo trae su aparejo, por estos días me encontré la novela de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, que me atrajo, pues, desde que leí el Bartleby de Melville, también quedé poseído por ese opuesto de don Quijote, cuya sabiduría es no hacer nada.

Así que para ir saliendo de mi letargo, empecemos por la que ya es frase de cajón: las novelas de Vila-Matas son algo así como ensayos novelados o viceversa, y como me tienen sin cuidado las taxonomías y me inclino hacia lo metafísicamente estético, prefiero degustar esas narraciones como la obra de un gran chef que ofrece un amplio bufet de autores y obras relacionados íntimamente por sus características y sus sustancias más profundas y misteriosas, incitando a la lectura de gourmet o de LECTOR LUDI.

Bien, Bartleby y compañía, es la novela que narra la investigación que un extraño jorobado emprende sobre la vida y obra de aquellos escritores que, luego de haber escrito grandes obras, por causas, unas más desconocidas que otras, dejan de escribir o desaparecen en el anonimato del mundo y su masa humana, así como también la de algunos otros personajes, que no habiendo escrito libro alguno, pero que por sus circunstancias debieron haber sido grandes escritores, "creadores que han optado por no crear", que define el jorobado investigador, deben figurar en la historia de la literatura universal, con todos los derechos y méritos.

El motivo del que se vale el jorobado es el Bartleby de Melville, relato que por supuesto, es preferible leer previamente como condición suficiente, así no necesaria, para mejor acomodarse en el sillón de lectura. Y, de ahí en adelante, se emprende el viaje que propone la novela:

"Me dispongo, pues, a pasear por el laberinto del No, por los senderos de la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas: una tendencia en la que se encuentra el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria; una tendencia que se pregunta qué es la escritura y dónde está y que merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y que dice la verdad sobre el estado de pronóstico grave -pero sumamente estimulante- de la literatura de este fin de milenio.
Sólo de la pulsión negativa, sólo del laberinto del No puede surgir la escritura por venir. Pero ¿cómo será esa literatura? Hace poco, con cierta malicia, me lo preguntó un compañero de oficina.
- No lo sé -le dije-. Si lo supiera, lo haría yo mismo".

Esa es la exploración de ese laberinto del No que hace el jorobado para ir mostrando y relacionando la vida y obra de muchos de esos grandes escritores que súbitamente dejaron de escribir, así como de aquellos que nunca escribieron pero fueron grandes por ello. El lector se encontrará, además de Melville, con Hawthorne, Wilde, Rulfo, Rimbaud, Salinger, Tolstoi, Wittgenstein, Traven, Maupassant, Walser, Pessoa, Virgilio Piñera, Pynchon etc., al igual que con los excéntricos e inmortales personajes que crearon, para mayor asombro... y con uno que otro personaje de la propia imaginación de Vila-Matas, como Paranóico, ese pobre ser enajenado, pues Saramago le roba sus novelas. Y, por supuesto, aquellos que cada quien piense que faltan en la investigación del jorobado.

Desde mi punto de LECTOR LUDI, esta novela es una incitación a una doble lectura. La una, la de las obras de esos escritores, algunos de los cuales son verdaderas novedades, al mismo tiempo que a pensar o imaginar en aquellas que dejaron de escribir. La otra, a descubrir la extraña causa que los indujo a dejar de escribir, o a no escribir nunca nada.

O, para concluir, como dice el mismo Vila-Matas:

"Me parece que para mí, rastreador del No y de los eclipses literarios, los versos de Dylan Thomas son bien fáciles de modificar: "Alguna certeza debe existir,/ sin no de escribir, al menos de no escribir".

Y agrego, para el manual del LECTOR LUDI: El placer de leer sobre el arte de escribir, al fin y al cabo, casi todo buen lector es una larva de escritor.

Ya y para no exagerar en mi primer sesión de terapia, prefiero detener la escritura... por hoy.

(*) Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, Colección Quinteto, Barcelona, 2002 (218 p.)

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