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Malcolm Lowry en París. |
Iván
Rodrigo García Palacios
Ramón
María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry,
Juan
Rulfo y Gabriel García Márquez:
fagocitadores
fagocitados
En
la evolución cultural como en la evolución biológica, las nuevas y
asombrosas expresiones del arte y de la vida se producen a partir de
las mutaciones sucedidas en la materia anterior ya evolucionada.
Mediante la investigación genética cultural y biológica es posible
identificar, aun cuando no siempre en su totalidad, a esas materias y
a sus posteriores y novedosas expresiones, porque, si bien muchas son
evidentes, sobre otras hay que intuir y especular de manera más
lúdica que científica, hasta tanto sea posible una certera
demostración.
En
ese contexto, Malcolm Lowry, el artista, no es excepción a esa ley
de la Naturaleza. Él fue un voraz fagocitador y metabolizador de las
materias y experiencias de sí mismo, de sus amigos, de sus esposas y
de todos aquellos con los que tuvo contacto, así como de sus
lecturas y de toda la realidad de sus circunstancias, materias y
experiencias que luego asimiló en su escritura y en sus obras, tal y
como lo demuestran sus biógrafos Douglas Day, Conrad Knickerbocker y
Gordon Bowker.
Advierto
que prefiero los términos fagocitador y metabolizador, al de
"canibalismo psicológico" que es el que emplea su biógrafo
Douglas Day al referirse a las relaciones de Lowry con Conrad Aiken.
Pero,
también, la vida y la obra de Malcolm Lowry fue materia fagocitada y
metabolizada por otros artistas posteriores y, en particular, en los
casos de algunos escritores íntimamente relacionados con México,
sobre los que voy a intuir y a especular.
Lowry,
como todos los artistas, mostró de manera evidente en sus obras
muchas de las materias que fagocitó y metabolizó, ya
suficientemente estudiadas, pero también son muchas otras las que
ocultó, hasta el punto que es "casi" imposible
encontrarlas y demostrarlas ... salvo a través de la aventura de una
Lectura Lúdica que, sin más compromiso que el juego, convoque y
provoque otras lecturas igual de gozosas como la mía o quizás más
serias y académicas para bien o para mal de las hipótesis que
propongo.
Para empezar por una de esas
materias ocultas fagocitadas y metabolizadas por Lowry, mera
atracción electiva de circunstancias, tiempo y lugar, he puesto mis
ojos en la obra de un caro y extraño personaje a la literatura
mexicana: Don Ramón María del Valle-Inclán, otro gran fagocitador
él, de cuya obra también se alimentarán, además de Lowry y, entre
muchos otros, dos escritores: Juan Rulfo y Gabriel García Márquez,
sobre los que también voy a intuir y a especular.
¿Existen
conexiones reales, posibles o hipotéticas, entre Tirano
Banderas y otras obras de don
Ramón María del Valle-Inclán, con Bajo el volcán,
de Malcolm Lowry; con Pedro Páramo
y otras obras, de Juan Rulfo, y con Cien años de soledad
y otras obras de Gabriel García Márquez, así como de las obras de
Rulfo y García Márquez con Bajo
el volcán y con la
vida y la obra de Malcolm Lowry?
¿Es apropiado plantearse
una hipótesis como esa?
En
el ámbito de la LECTURA LÚDICA, ¡Sí!, porque esa lectura es el
gozoso placer de retornar a jugar con el fuego secreto del paraíso,
del misterio y de lo desconocido, donde todo se origina y porque
también se inspira en el viejo consejo de Darwin: lo importante es
aventurarse a formular hipótesis, en este caso, por la lógica del
"razonamiento por abducción", de Charles S. Peirce, ese
razonamiento que parte del principio de que también un nuevo
conocimiento aparece en la construcción de una hipótesis por la
imaginación (1).
O, para ser más serios, pensando lo que pensaron de la literatura
Jorge Luis Borges y Gérard Genette (2).
Es por ese sendero que se
ingresa en el reino de la imaginación, la intuición, la
adivinación, aquel en el donde los genios de las ciencias y las
artes contemplan por primera vez las maravillas de todo aquello que,
con el "furor" de su entusiasmo y con el esfuerzo de sus
mentes, trasformarán en obra maestra, porque sólo aquellos que se
atreven a jugar con el fuego secreto entran en aquel paraíso.
Sin pretender de otra cosa y
por ser sólo un LECTOR LUDI, me atrevo a pensar y a proponer estas
hipótesis descabellada, sin mayores atributos que los de un jugador
que emprende un juego sin fin, nuevo, cuyas reglas y resultados se
construyen al jugar, porque, al fin, lo que hace el LECTOR LUDI, es
lo mismo que, así no lo reconozcan, hacen los críticos académicos:
inventar sus propios juegos interpretativos sobre los inventos
imaginativos y racionales de escritores y filósofos.
I.
Los delirios de Valle-Inclán en Malcolm Lowry
Sería inconcebible negar
que en el México donde Malcolm Lowry escribió Bajo el volcán,
Juan Rulfo escribió su obra y Gabriel García Márquez escribió
Cien años de soledad, ellos tres no hubieran realizado una
epifánica, asombrada, pasional y nutritiva lectura de Tirano
Banderas y de otras obras de don Ramón María del Valle-Inclán,
máxime que esa novela es, por tema, contenido y escenario, mexicana
y fue, por escritura, vanguardia en lo mejor de literatura europea de
su época. Tirano Banderas fue lectura de culto en el ámbito
intelectual mexicano desde su publicación en 1926.
En esas mismas condiciones y
por orden de prelación cronológica, es innegable que Juan Rulfo
leyera Bajo el volcán y que Gabriel García Márquez leyera,
también, Bajo el volcán y sobre Malcolm Lowry -él así lo
reconoce y ha dicho que fue una novela a la que desmontó y volvió a
montar como a una máquina literaria-, así como también leyó la
obra de Juan Rulfo, la que se aprendió de memoria.
Aceptado que ellos
realizaron tales lecturas, es del caso pensar que las mismas
provocaron los más asombrosos efectos. Al hacer una lectura lúdica
de sus obras parece que ellos estuvieran escribiendo, a su propio
genio, modo y estilo, con aquella estética que don Ramón María del
Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en
la Escena XII, de Luces de bohemia:
"Los héroes clásicos
reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de
la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada".
Sobre lo que luego agregó
en el prólogo de Los cuernos de don Friolera:
"Mi estética es una
superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones
de los muertos, al contarse historias de los vivos".
***
Quizás las conexiones más
difíciles de mostrar sean aquellas que se puedan establecer entre
Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán, su Tirano
banderas y algunas de sus otras obras. Sin embargo, es necesario
tener en cuenta que para la época de 1936-1937, cuando Malcolm Lowry
se radicó en Cuernavaca, no sólo estaba interesado por los sucesos
de la Guerra Civil Española, sino que, en Bajo el volcán,
hace notables referencias de autores y obras de la literatura
española y mexicana, por ejemplo, Cervantes y Fray Luis de León.
Como material de ilustración
literaria sobre México, Malcolm Lowry debió leer una traducción al
inglés de Tirano Banderas, junto con algunas otras obras de
la literatura mexicana, por recomendación en la librería American
Book Store de la avenida Madero, de Ciudad de México, la que
visitaba, durante su estancia allí entre 1936 y 1937, cada que iba
desde Cuernavaca a recoger el dinero del giro, es decir, antes y
durante la escritura del primer cuento de Bajo el volcán y
del primer manuscrito de la novela.
Hay que recordar que Malcolm
Lowry no sólo era un lector voraz, si no también un escritor
fagocitador y metabolizador, que se devoraba en sus escritos la
realidad en la que habitaba y se movía; las conversaciones con sus
amigos y las demás personas; los escritos y cartas de sus esposas y
de sus amigos; sus lecturas, lo que se publicaba en periódicos y
revistas, así como su propia vida y la de aquellos a los que se
acercaba o se le acercaban, todo ello era convertido, casi
textualmente, en materia de su escritura y de sus obras.
Así que no es de extrañar
que a Malcolm Lowry las definiciones estéticas, asunto sobre el que
vivía obsesionado, así como la obra de don Ramón María del
Valle-Inclán, le hubieran impresionado, hasta el punto de tomar de
sus materias algunas para Bajo el volcán,
para el caso, esa estética de esperpentos y fantoches, a la que se
acomoda con precisión.
Llaman notoriamente la
atención las trasposiciones que pueden identificarse y establecerse
entre algunas escenas y motivos de Tirano Banderas en Bajo
el volcán.
Algunas de las más notables
son:
1. Ambas novelas se
desarrollan el día de Todos los Santos y de Difuntos.
Tirano Banderas,
el 1 y 2 de noviembre, en un período de menos de cuarenta y ocho
horas.
Bajo el volcán,
entre el 1 y 2 de noviembre, en un período de doce horas.
De esta forma también se
establecen otras conexiones entre los significados y estructuras que
ambos autores le asignan a estas fechas y celebraciones en sus
novelas, las que tienen que ser más que casuales, como se verá más
adelante, sin importar que a esas fechas, además, se las relacione
con otros eventos del viaje de Malcolm Lowry a México.
2. Las escenas de Nachito
Veguillas y Lupita, la Romántica, en Tirano Banderas:
Tercera parte, Libro segundo, Luces de
ánimas, pp. 72-81. Y la de
Geofrey Firmin, el cónsul, y María, en Bajo el volcán:
Páginas: 386 a 392.
3. El TioVivo, ese mismo
aparato que con el nombre de La máquina infernal,
aparece en Bajo el volcán, el cual es de especial
importancia simbólica y estructural para ambas novelas.
En Tirano Banderas, dos
escenas están marcadas por el TioVivo.
La primera, luego de la
escena entre Nachito Veguillas y Lupita, la Romántica y con las
luces del alba con las que ya se apagaban las luminarias de la feria:
"Con
las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica
amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se
apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de
ferias: El TioVivo daba la última vuelta en una gran boqueada de
candilejas. El ciego lechuzo y la chica amortajada llevan fosco
rosmar, claveteado entre las cuatro pisadas" (TB, III, libro
segundo, Luces de ánimas, p. 76).
Hacia
el final la novela, en la escena de La terraza del club, en la
cual los embajadores de Uruguay, Ecuador y, luego, el embajador
japonés, hablan sobre la situación de la revolución y de las
medidas del presidente mexicano, criticando las posturas e intereses
de los embajadores de Inglaterra y España, frente al asunto y justo
luego de comentar la improbabilidad de que el Doctor Banderas ordene
cerrar los expendios de bebidas, vuelve a aparecer un tiovivo:
"Llegaban
ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de farolillos, a
lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un tiovivo. Su
grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los gatos sobre
el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños, concertados
con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las cuerdas
de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba el
negro perfil de su arquitectura San Martín de los Mostenses. (TB,
VII, La terraza del club, libro segundo, p. 203).
Para mayor asombro, estas
ferias en Tirano Banderas, no son otras que las del día de
Todos los Santos y de Difuntos, o sea, el mismo día en que se narra
Bajo el volcán. En ambas novelas, un circo y un día de
alucinatoria confusión y delirio llevados al extremo ... de la
escritura.
En Bajo el volcán,
ese TioVivo aparece con el nombre de La
máquina infernal, como referencia a
la obra del mismo título de Jean Coucteau, en la escena del Capítulo
7, pp. 254-258, la misma que establece otra conexión con Tirano
Banderas, esta vez entre los
delirios y las alucinaciones del embajador de España, el Barón de
Benicarlés, en Tirano Banderas,
con los delirios de Geofrey
Firmin, El Cónsul, encaramado en ese TioVivo, en Bajo
el volcán.
En
tales delirios se trata también de ese "penetrar en la
conciencia de un personaje" -el Barón de Benicarlés- para
ofrecernos los "toboganes" de su pensamiento", esos
"toboganes de sombra" de don Ramón María del Valle-Inclán
(3), de igual manera que Malcolm Lowry penetra en la conciencia y en
los "toboganes de sombra del pensamiento" de Geofrey
Firmin.
Los delirios y las
alucinaciones de El Barón de Benicarlés, ministro (embajador) de
España ante Santa Fe de Tierra Firme (Punta de las Serpientes),
aparecen en Tirano Banderas,
Parte VI, Libro tercero: La
nota,
p. 181-182, cuando se dirige hacia la Legación inglesa.
Y, los
delirios del cónsul, leer Bajo el volcán, Capítulo 7 y,
como ya dije, las páginas 254-258: Hay que recordar que Geofrey
Firmin es cónsul destituido de Inglaterra.
Esos
delirios se suceden:
En
Tirano Banderas, es la consola y el coche del Barón de
Benicarlés:
"El
Ministro de España, apoyando el pie en el estribo, diseñaba su
pensamiento con claras palabras mentales: —Si surge una fórmula,
no puedo singularizarme, cubrirme de ridículo por cuatro
abarroteros".
Lo
que es traspuesto, en Bajo el volcán, a ese "confesionario"
en el que Geofrey Firmin,
"El
cónsul, como aquel pobre loco que traía la luz al mundo, permaneció
colgado sobre el vacío, boca abajo, con sólo un fragmento de
alambre trenzado entre él y la muerte" (BV, VII, p. 255).
En fin, una lectura
comparada de las dos novelas mostrará al Lector Ludi muchas otras
"biblofagias" de Malcolm Lowry a la narración de don Ramón
María del Valle-Inclán.
II.
Del amor y otros asuntos:
de
Malcolm Lowry a
Juan Rulfo
y
a Gabriel García Márquez
En
la literatura, como en la materia de los seres vivos, nada es ni
inocente ni ingenuo; todo tiene causa y efecto, propósito y
utilidad, conexión y correspondencia, nexo y relación, orden y
caos; a lo más, entropía y evolución, reproducción y mutación.
Pero, lo mejor de todo, es que la literatura, como todas las artes,
es el juego que explora, con los lenguajes de la imaginación,
aquellos misterios de la naturaleza humana para los cuales los
lenguajes de la razón todavía carecen de explicación.
Es
por ello que la escritura y la lectura de la literatura son
actividades que al LECTOR LUDI le permiten imaginar, analizar...
jugar.
Jugar.
De eso se trata en lo siguiente.
Al
final del capítulo IX de la novela de Malcolm Lowry, Bajo el
volcán, en tres breves párrafos, Lowry crea una poderosa imagen
literaria que, como toda la materia de esa novela, está revestida de
inmenso poder simbólico, el cual no viene al caso exponer ahora en
la exploración que emprendo. Mi atención está enfocada a otros
asuntos.
Comienzo
por transcribir esos tres párrafos:
"Ahora en la plaza sus
propias sombras se dirigían hacia las puertas gemelas de la taberna
Todos Contentos y Yo También: bajo las puertas advirtieron lo
que parecía ser el extremo inferior de una muleta: alguien que se
marchaba. La muleta no se movía; su propietario discutía tras la
puerta. Tal vez una última copa. Luego, desapareció: tiraron de una
de las puertas y algo salió.
Doblado, gimiendo bajo el
peso, un indio viejo y cojo llevaba sobre las espaldas, mediante una
correa que pasaba por la frente, a otro pobre indio aún más viejo y
decrépito que él. Llevaba al anciano con sus muletas, y cada uno de
sus miembros temblaban bajo este peso del pasado; llevaba la carga de
los dos.
Los tres permanecieron
contemplando al indio que desapareció con el anciano al girar en una
curva del camino, adentrándose en la noche y arrastrando en el polvo
gris y blanco sus míseras sandalias" (BV: p. 316) (4).
En
el cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros, publicado
por primera vez en la primera edición de El llano en llamas,
de 1953, se relata el viaje de un viejo con el cuerpo de su hijo
Ignacio a las espaldas, buscando un pueblo en la oscuridad de la
noche a la luz de la luna, la primera descripción ambiental que hace
Juan Rulfo, es la siguiente:
"La sombra larga y
negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose
a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla
del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
"La luna venía
saliendo de la tierra, como una llamarada redonda" (5).
Muchos
años después diría Juan Rulfo:
"[...] un cuento,
Luvina, me dio la clave" (6).
Con
ello se refería a la clave que le permitiría escribir Pedro
Páramo. Luvina fue publicado, al igual que No oyes
ladrar los perros, en la primera edición de El llano en
llamas de 1953.
En
septiembre de 1953, Juan Rulfo ingresó como becario al Centro
Mexicano de Escritores:
"Hacía años que
trabajaba en una novela y esperaba que su incorporación al Centro en
calidad de becario le ayudara a sacarla adelante.
El Centro Mexicano de
Escritores nació por iniciativa de la novelista norteamericana
Margaret Shedd, quien consiguió dinero de la Fundación Rockefeller
para apoyar mediante becas a los escritores mexicanos" (7).
Juan
Rulfo, según sus propias palabras y para rechazar la crítica que le
hiciera uno de sus compañeros en el Centro, cuando leyó allí los
primeros manuscritos de Pedro Páramo,
quien le recomendó que antes de escribir novelas primero tendría
que leer muchas novelas, dijo:
"Leer novelas es lo que
[he] hecho toda mi vida" (8).
Juan
Rulfo fue un lector exhaustivo de novelas y novelísticas. Además de
literatura en español, leyó, en el inglés original, buena parte
de la mejor literatura y narrativa de los escritores estadounidenses
e ingleses contemporáneos: James Joyce, William Faulkner, John
Steinbeck y quién sabe cuantos más en un largo etcétera y, como
debe suponerse, a Malcolm Lowry. Así como, en versiones al español,
otras literaturas y narrativas de todo el mundo que no viene al caso
mencionar.
Lo
cierto es que, dada la íntima relación con México, Juan Rulfo
debió haber leído, en esa época, de Malcolm Lowry, Bajo el
volcán, publicada en inglés en 1947, la que "fue un éxito
de la crítica en Estados Unidos y estuvo en las listas de
best-sellers" (9). La primera versión en español sólo fue
publicada por Ediciones Era en 1964.
Para
tener en cuenta y sin intención de ofender, el que Juan Rulfo fuera
dipsómano, como lo fuera Malcolm Lowry, debió haber sido un motivo
de interés y curiosidad, máxime si, Bajo el volcán, es de
por sí la expresión artística de un delirium tremens.
Quizás una cualidad cuya importancia se juzgará por los resultados
y no por el chisme.
Hasta
el momento y por más que he buscado, no he encontrado ningún
testimonio directo que me confirme que Juan Rulfo hiciera esa lectura
de Bajo el volcán. Sin embargo y dadas las circunstancias de
proximidad, importancia y atracciones afectivas, es imposible que no
la hubiera leído entre 1947 y 1953. Son inextricables los motivos
por los cuales los escritores ocultan o niegan algunas de sus
lecturas primordiales. Juan Rulfo no es la excepción.
Lo
que si he encontrado y así sea poco, son algunas referencias sobre
las posibles conexiones, correspondencias, nexos y relaciones de la
obra de Juan Rulfo con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.
La
primera y más significativa, de Octavio Paz, en Corriente
alterna, 1967:
"JUAN RULFO: REGRESO AL
PARAÍSO
"Si el tema de Malcolm
Lowry es el de la expulsión del paraíso, el de la novela de Juan
Rulfo (Pedro Páramo) es el del regreso. Por eso el héroe es
un muerto: sólo después de morir podemos volver al edén nativo.
Pero el personaje de Rulfo regresa a un jardín calcinado, a un
paisaje lunar, al verdadero infierno. El tema del regreso se
convierte en el de la condenación; el viaje a la casa patriarcal de
Pedro Páramo es una nueva versión de la peregrinación del alma en
pena.
Simbolismo -¿inconsciente?-
del título: Pedro, el fundador, la piedra, el origen, el padre,
guardián y señor del paraíso, ha muerto; Páramo es su antiguo
jardín, hoy llano seco, sed y sequía, cuchicheo de sombras y eterna
incomunicación. El Jardín del Señor: el Páramo de Pedro. Juan
Rulfo es el único novelista mexicano que nos ha dado una imagen -no
una descripción- de nuestro paisaje. Como en el caso de Lawrence y
Lowry, no nos ha entregado un documento fotográfico o una pintura
impresionista sino que sus intuiciones y obsesiones personales han
encarnado en la piedra, el polvo, el pirú. Su visión de este mundo
es, en realidad, visión de otro mundo".
La
segunda, la de Óscar Brando, en su artículo El otro Juan Rulfo:
"Pero si se quiere un
caso próximo a Rulfo en el tiempo y en el espacio piénsese en
Malcolm Lowry y su novela Bajo el volcán. El ingreso al mundo
de los muertos, que tenía una larga tradición literaria (sobre todo
por La divina Comedia) estaba prefigurado en el extenso drama
del capítulo 15 de Ulises" (10).
Y,
la tercera, es de Sonia L. Mattalía Alonso, en su ensayo:
Contigüidad de los textos: Juan Rulfo/Malcolm Lowry,
publicado en el número especial sobre Juan Rulfo de la revista
española Cuadernos Hispanoamericanos, No. 421-423 (1985), pp.
205-214.
Explicación
necesaria
Cuando
en el primer semestre de 2008, escribí las primeras versiones de
estos textos, no puede encontrar el texto de Sonia L. Mattalía
Alonso, al que sólo ahora he podido acceder en la hemeroteca de la
Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Medellín.
Hago
esta explicación, porque, al leer ese texto, me asombraron las
conexiones, correspondencias y relaciones, entre algunos de sus
asuntos y los que yo trataba, con veinticinco años de distancia.
Lo
primero. Estoy de acuerdo con su afirmación sobre las "influencias
improbables" de Malcolm Lowry en Juan Rulfo, porque el concepto
de influencia ha sido sobrevalorado y, en un sentido más amplio, la
sola lectura atenta y pasional de un texto, basta para provocar y
producir un impacto duradero y germinal en el lector, máxime si se
trata de un artista sensible como Juan Rulfo. Así que, lo que para
ella es contigüidad, para mi
es consanguinidad.
En
tal sentido, Rulfo no fue, propiamente hablando, influenciado por
Lowry, más bien, fue una más, aunque significativa, de las lecturas
que preñaron sus escrituras.
Así
que asumo que la Contigüidad de los textos...,
que ella propone, se equipara a mi propuesta de evolución cultural,
en la que tampoco contemplo el concepto de influencia, sino el hecho
de que las ideas también se fagocitan y metabolizan, preñan y
alimentan, al lector y al escritor. Tal es el caso del asunto de la
muerte y el de los personajes muertos que hablan de los vivos. Asunto
que, para mi gusto, tiene su germinación, tanto para Lowry como para
Rulfo, en la estética de don Ramón María del Valle-Inclán,
conexión sobre la que yo sepa, nadie ha escrito.
Una lectura del texto de
Sonia L. Mattalía Alonso, permitirá establecer tales
correspondencias y conexiones entre nuestros propósitos. Por
ejemplo, cuando ella propone la siguiente solidaridad textual:
"Textos
solidarios: Bajo el volcán,
una visión subjetiva de la agonía; Pedro Páramo,
una visión subjetiva de la muerte".
De alguna manera, ambos
coincidimos en lo que ella misma escribe:
"No hablamos de
influencias improbables, sí de márgenes de confluencia, y, entre
estos textos, el discurso crítico actuando como metáfora de unión".
Lo
segundo. Me asombró el que ella también, así fuera con un
propósito diferente, tomara la cita de Bajo el volcán,
en la que un indio carga a otro y la relaciona con el cuento de Juan
Rulfo, No oyes ladrar los perros.
Por mi parte, esa imagen la asumo como la conexión, correspondencia
y relación, de la lectura que hizo Rulfo a la novela de Lowry.
Y lo tercero. Hago mía la
frase con la que Sonia Mattalía Alonso cierra su texto:
"Rulfo/Lowry:
escrituras excesivas, lineas divergentes, de las cuales algunos
puntos hemos pretendido anudar, intentando conmemorar el tenso placer
de la lectura".
Al fin y al cabo, de esa
manera también se anuda con mi propuesta de Lectura Lúdica.
Concluida esta explicación,
continúo con mis asuntos.
***
Ahora,
es del caso examinar esa literatura en la que los personajes son los
muertos que hablan de los vivos, de acuerdo con la estética de don
Ramón María del Valle-Inclán, ya citado atrás:
"Mi estética es una
superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones
de los muertos, al contarse historias de los vivos" (Los
cuernos de don Friolera).
Para
Juan Rulfo, los muertos fueron personajes primordiales desde su
infancia, pero fue ya en su narrativa y poesía que se transformaron
en personajes esenciales. Quizás inspirado por Dante y algunos otros
grandes maestros de la literatura universal. Sin embargo, me gusta
pensar que, además de la estética de don Ramón María del
Valle-Inclán, fue en Bajo el volcán, de Malcolm Lowry,
también él un devoto dantiano, donde Rulfo descubriera que en la
literatura los muertos podrían ser protagonistas, habitantes
simultáneos en ambos mundos que, al parecer, son uno y el mismo.
Eso
es exacto lo que hizo Malcolm Lowry en Bajo el volcán.
Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, retornan, un años después de
muertos, para que sean relatadas las tragedias de sus existencias en
el tiempo de las últimas doce horas de sus vidas y mientras se
desplazan en aquel dantesco, desolado y onírico escenario mexicano
de Cuernavaca, la ciudad cuyo nombre náhuatl
es Quauhnáhuac
y que significa: "cerca de las montañas boscosas", el cual
está poblado por seres que devienen, ellos mismos, entre
vivos y muertos. O un vivo, como M. Laruelle, testigo de la tragedia
y propiciador de la narración.
Los
muertos y los dantescos y desolados escenarios de Malcolm Lowry y de
Juan Rulfo, les son propios y originales, sin embargo, como los de
Dante, están conectados por ese hilo de tinta evolutivo que recorre
toda la vida y la literatura universal desde el primordial y mítico
origen.
Geoffrey
Firmin, El Cónsul, e Ivonne, Quauhnáhuac, al igual que Pedro
Páramo, Susana San Juan
y Comala, nacieron para la literatura en ese río heraclitiano en
cuyas aguas o tintas o sangres, siempre las mismas, siempre otras,
fluye la historia de la vida y de las artes del Homo-Humano.
Una
historia que fluye hacia todas las historias como lo anticiparan
Jorge Luis Borges y Gérard Genette.
...
a Gabriel García Márquez
En
1962, Gabriel García Márquez descubre asombrado y fascinado la
obra, los cuentos y las novelas, de Juan Rulfo, hasta el punto de
aprendérsela de memoria.
Dos
años después, en 1964, según lo cuenta el mismo Gabriel García
Márquez:
"Más tarde, Carlos
Velo y Carlos Fuentes me invitaron a hacer una revisión crítica de
la primera adaptación de Pedro Páramo para el cine"
(11).
Tanto
Carlos Fuentes como Carlos Velo, eran amigos cercanos a Juan Rulfo, a
su familia y a su casa, lo que permite pensar que fue en aquel tiempo
de 1964 cuando Gabriel García Márquez conoció personalmente a Juan
Rulfo y que, con plena seguridad, en sus conversaciones
intercambiaron confidencias literarias, de las cuales no debió ser
ajena la obra de Malcolm Lowry, de quien por esos días se publicó
en México la primera versión al español de Bajo el volcán,
así como aquel número especial dedicado a Malcolm Lowry, a
su obra y a su vida, por la Revista de la Universidad de México,
provocando revuelo en el ámbito intelectual y cinematográfico
mexicano (12).
Las
consecuencias de estos y otros eventos sobre el origen y el
"nacimiento" de Cien Años de soledad, ya las he
presentado en mis libros: Desde las entrañas de Bajo el volcán
al "furor" de Cien años de soledad y Mitos y
leyendas sobre Cien años de soledad (13).
III.
Muchos años después...
Así
que doy un salto hasta El otoño del patriarca, publicada en
1975.
En
1982 Gabriel García Márquez le dijo a Plinio Apuleyo Mendoza:
"-
Me has dicho que todos tus libros tienen como punto de partida una
imagen visual. ¿Cuál fue la imagen de El otoño del patriarca?"
"-
Es la imagen de un dictador muy viejo, inconcebiblemente viejo que se
queda sólo en un palacio lleno de vacas" (14).
En
Pedro Páramo, de Juan Rulfo,
esa imagen es la de un cacique rural mexicano, dueño de la vida,
honra y bienes, en Comala:
"Pedro Páramo estaba
sentado en un viejo equipal, junto a la puerta grande de la Media
Luna, poco antes de que se fuera la última sombra de la noche"
(Toda la obra, p. 296).
El
patriarca de Gabriel García Márquez:
"La segunda vez que lo
encontraron carcomido por los gallinazos en la misma oficina, con la
misma ropa y en la misma posición, ninguno de nosotros era bastante
viejo para recordar lo que ocurrió la primera vez, pero sabíamos
que ninguna evidencia de su muerte era terminante, pues siempre había
otra verdad detrás de la verdad" (15).
Y
así ese patriarca, a quien lo habían encontrado una primera vez y
lo volverán a encontrar en otras ocasiones hasta su muerte...
definitiva, se conecta y corresponde con la segunda vez que aparece
Pedro Páramo sentado en el viejo equipal:
"Allá atrás, Pedro
Páramo, sentado en su equipal, miró el cortejo que se iba hacia el
pueblo. Sintió que su mano izquierda, al querer levantarse, caía
muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba
acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos. Vio cómo
se sacudía el paraíso dejando caer sus hojas" (Toda la
obra, p. 302).
Ambos,
cacique y patriarca, muriéndose a pedazos.
Retrocediendo
hasta aquel otro dictador: para Malcolm Lowry su dictador es aquel
que recuerda el señor Bustamante en el capítulo I, una especie de
"Gran Hermano" criollo:
"El señor Bustamante,
que era mayor de lo que parecía, recordaba los tiempos de Porfirio
Díaz, la época en la cual en los Estados Unidos cada pueblecillo de
la frontera mexicana tenía un "cónsul" [...] mantenidos
por Díaz. Claro está que no eran cónsules sino espías" (BV:
cap. I, p. 51).
Claro
que en los demás capítulos de Bajo el volcán, Malcolm Lowry
denuncia los terrores de esa peste universal que los fascistas
extienden desde Europa y a la que se propone combatir en España,
Hugh, el hermanastro de El Cónsul, de ahí la reiterada mención
de:
"La batalla del Ebro".
Denuncia
que se vuelve delirante en el capítulo XII y que conduce al trágico
desenlace de las muertes de El Cónsul e Ivonne.
Además
de un modelo de dictador, Malcolm Lowry se propuso desvelar los
terrores ideológicos del fascismo.
Sin
embargo, es necesario remontarse todavía mucho más en el tiempo
para presenciar el nacimiento del modelo de estos dictadores de
Malcolm Lowry, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y
de otros.
Aun
cuando no lo reconocieran abiertamente, los novelistas
latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX, le debían, en
buena parte, a don Ramón María Valle-Inclán, el modelo fundador de
sus personajes-dictadores, pero, de manera más primordial, es en el
Tirano Banderas, retrato y espejo, en el que se contemplaron
los dictadores de Malcolm Lowry y, de forma particular y evidente,
los de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. Don Ramón María del
Valle-Inclán, también él un excelso fagocitador, se alimentó para
su Santos Banderas de las crónicas a cerca de Lope de Aguirre (16),
así como de muchas otras referencias.
Gabriel
García Márquez niega toda conexión de Tirano Banderas con
El otoño del patriarca, pero, con Cien años de soledad,
la historia puede ser otra y más entrañada (17).
En
México, cuando Gabriel García Márquez estaba terminando de
escribir los cuentos de Los funerales de la Mama Grande (1962),
comenzó la escritura de una novela titulada El otoño del
patriarca, cuyo título es casi lo único que tiene en común con
la novela publicada en 1975. Esta escritura fue desechada cuando
irrumpió "el tono" de Cien años de soledad, según
se lo contó a Plinio Apuleyo Mendoza, información que algunos
biógrafos han pretendido negar y contradecir, lo cual es inaceptable
dada la íntima amistad que los unía hasta esa época:
"PAM: - Sé que
llevabas bastante tiempo trabajando El otoño del patriarca, cuando
lo interrumpiste para escribir Cien años de soledad. ¿Por qué lo
hiciste? No es frecuente interrumpir un libro para escribir otro.
GGM: - La interrupción se
debió a que estaba escribiendo El otoño sin saber muy bien cómo
era, y por consiguiente no lograba meterme a fondo. En cambio, Cien
años, que era un proyecto más antiguo y muchas veces intentado,
volvió a irrumpir de pronto con la única solución que me faltaba:
el tono. En todo caso, no era la primera vez que me pasaba. También
interrumpí La mala hora, en París, en 1955, para escribir El
coronel no tiene quien le escriba, que era un libro distinto
incrustado dentro, y que no me dejaba avanzar. Como escritor, tengo
la misma norma que como lector: cuando un libro deja de interesarme,
lo dejo. Siempre, en ambos casos, hay un momento mejor para
enfrentarlo" (18).
En
ese primer intento de escritura de El otoño del patriarca sí
que debió rondar la presencia de Tirano Banderas y su
personaje, el Coronelito Domiciano de la Gándara, el mismo que
escapó al fusilamiento y triunfó en su revolución, algo que ya es
imposible de probar, porque aquel manuscrito de 300 páginas de
García Márquez desapareció en 1965, en las vísperas de iniciar la
escritura de Cien años de soledad.
Lo
que sí se puede abducir, tal y como Gabriel García Márquez se lo
contó, también, a Plinio Apuleyo Mendoza, es que, en aquella
versión de El otoño del patriarca, el protagonista era un
coronel Aureliano Buendía que se había convertido en dictador luego
de ganar una guerra civil y dar un golpe de estado:
"PAM: - Y las treinta y
dos guerras perdidas del coronel pueden expresar nuestras
frustraciones políticas. ¿Qué hubiese ocurrido, a propósito, si
el coronel Aureliano Buendía hubiese triunfado?
GGM: -Se habría parecido
enormemente al patriarca. En un momento dado, escribiendo la novela,
tuve la tentación de que el coronel se tomara el poder. De haber
sido así, en vez de Cien años de soledad habría escrito El
otoño del patriarca" (19).
Ese
coronel Aureliano Buendía del primer El otoño del patriarca,
es el mismo que, transpuesto a Cien años de soledad, se
transforma en el guerrero que es derrotado en las treinta y dos
guerras civiles que emprendió y que, por esa tragedia, determinó la
escritura de la novela.
Así
como de Tirano Banderas se inspira, en parte, el coronel
Aureliano Buendía, también lo hace Melquíades, el que debió
inspirarse en ese fantoche que es el Doctor Polaco, "un
descendiente venido a menos de José Balsamo" (TB, VII, Libro
tercero, p. 205), que a su vez se corresponde con Joseph Balsamo:
Mémoires d'un médecin, de Alejandro Dumas, padre, que, a su
vez, se inspiró en el Conde Alessandro di Cagliostro y Nostradamus.
***
Así
es el Tirano Banderas de Ramón María del Valle-Inclán en el que se
contemplan Pedro Páramo, el coronel Aureliano Buendía y El
Patriarca:
"Inmóvil y taciturno,
agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo de
guardias en la campa barcina del convento, aparece una calavera con
antiparras negras y corbatín de clérigo. En el Perú había hecho
la guerra a los españoles, y de aquellas campañas veníale la
costumbre de rumiar coca, por donde en las comisuras de los labios
tenía siempre una salivilla de verde veneno. Desde la remota
ventana, agaritado en una inmovilidad de corneja sagrada, está
mirando las escuadras de indios, soturnos en la cruel indiferencia
del dolor de la muerte (...) Tirano Banderas, en la remota ventana,
era siempre el garabato de un lechuzo" (TB, pp. 10-11 y 12)
(20).
Y
en ellos también se expresa, en la más asombrosa de las conexiones,
esa estética de esperpentos y fantoches de don Ramón María del
Valle-Inclán, en la que los muertos conversan sobre los vivos.
¿Por qué, al hacer una
lectura lúdica de las obras de Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel
García Márquez, pareciera que ellos estuvieran escribiendo, a su
propio genio, modo y estilo, en aquella estética que don Ramón
María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y
fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia,
ya citada antes y que reitero por su importancia?:
"Los héroes clásicos
reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de
la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada".
A lo que después agregó,
en el prólogo de Los cuernos de don Friolera,
lo ya también citado atrás:
"Mi estética es una
superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones
de los muertos, al contarse historias de los vivos".
Porque
las coincidencias son causalidades.
Amores
consanguíneos
Y
un segundo salto hasta 1985 para establecer las conexiones,
correspondencias, nexos y relaciones entre los trágicos amores en
Tirano Banderas, Bajo el volcán, Pedro Páramo
y El amor en los tiempos de cólera.
Don
Ramón María del Valle-Inclán inspira los amores de los personajes
de Tirano Banderas en el poeta romántico español José de
Espronceda (21):
"Nacho Veguillas
también tenía el vino sentimental de boca babosa y ojos tiernos.
Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta su aria en la
Recámara Verde:
—¡Dame
tu amor, lirio caído en el fango!
Ensoñó la manflota:
—¡Canela!
¡Y decís vos que no sos romántico!
—¡Ángel puro de amor,
que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y redimiré tu alma
virginal! ¡Taracena! ¡Taracena!" (TB, III, Libro segundo/Luces
de ánimas, V).
Para
Malcolm Lowry, en Bajo el volcán, la tragedia del amor esta
signada por un verso de Fray Luis de León: el poeta-sacerdote
ascético español del siglo XVI quien fuera condenado por la
Inquisición por traducir al español el Cantar de los Cantares:
"No se puede vivir sin
amar" eran las palabras escritas en la casa" (BV:
cap. I, p. 26 y cap. VII, p. 242).
El
mismo verso que permite también establecer las conexiones,
correspondencias, nexos y relaciones con el incesto, pero esa es otra
historia.
En
1980, cuando el homenaje nacional a Juan Rulfo, Gabriel García
Márquez escribió:
"El otro problema
-inseparable del anterior- era el de las edades. En toda su obra,
Juan Rulfo ha tenido el cuidado de ser muy descuidado en cuanto a los
tiempos de sus criaturas. Narciso Costa Ros ha hecho hace poco una
tentativa fascinante de establecerlos en Pedro Páramo. Yo
siempre había pensado, por pura intuición poética, que cuando
Pedro Páramo logró por fin llevar a Susana San Juan a su vasto
reino de la Media Luna, ella era ya una mujer de sesenta y dos años.
Pedro Páramo debía ser unos cinco años mayor que ella. En
realidad, el drama me parecía más grande, más terrible y hermoso,
si se precipitaba por el despeñadero de una pasión senil sin
alivio. Las edades establecidas para ambos por Costa Ros no son las
mismas, pero no están muy lejos de las que yo había supuesto.
Semejante grandeza poética era impensable en el cine. En las salas
oscuras, los amores de ancianos no conmueven a nadie" (22).
Ese
amor senil de Pedro Páramo por Susana San Juan, será reivindicado
por Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del
cólera.
Prefiero
creer que lo que Gabriel García Márquez reivindica es el truncado
amor de Susana San Juan y Florencio (¿traspuesto en Florentino?).
Acepto
que la erótica y los amores literarios de Malcolm Lowry y Juan Rulfo
son diametralmente opuestos al erotismo y al amor en la escritura de
Ramón María del Valle-Inclán y de Gabriel García Márquez y,
quizás por ello, comparables.
Sin
embargo, en un punto si coinciden los cuatro: las mujeres y los
hombres aman de manera diametralmente diferente: las mujeres, desde
lo profundo de su esencia de mujeres. Los hombres, desde la posesión
de la mujer amada, tal y como ha sido convertida en símbolo
emblemático por la cultura y las religiones occidentales.
Para
Susana San Juan, la erótica de su amor es una íntima, dulce y
tierna calidez, tal y como lo expresan sus inaudibles murmullos
frente al padre Rentería y dirigidos al asesinado Florencio:
"Tengo
la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si
mordieran oprimiendo mis labios..." (Toda la obra, p.
292).
(...)
"Él
me cobijaba entre sus brazos. Me daba amor" (Toda la obra,
p. 293).
Igual
sucede para Ivonne y Fermina.
Para
el caso de los amores de Florentino Ariza y Fermina Daza, estos están
dominados por un violento pero lánguido erotismo, ardiente y sexual,
pero ya impotente, tal y como lo expresa Florentino Ariza:
"Demasiado amor es tan
malo para esto como la falta de amor" (23).
Y,
por supuesto, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez,
comparten en las tres novelas el triángulo amoroso y algo más: el
incesto, lo que las conecta, corresponde y traspone:
Geoffrey
Firmin, El Cónsul, Ivonne y M. Laruelle, así como Hugh, el
incestuoso hermano, en Bajo el volcán.
Pedro
Páramo, Susana San Juan y Florencio, en Pedro Páramo.
Y,
Juvenal Urbino, Fermina Daza y Florentino Ariza, en El amor en los
tiempos del cólera.
Los
dos primeros, amores trágicos y macabros, el último, como diría su
autor, "desmadrado".
El
triángulo amoroso y el incesto, son las circunstancias en las cuales
se manifiesta el afán posesivo del amor y la erótica de los
hombres. En cambio, para las mujeres, es la anulación de su esencia
y dignidad. Asuntos estos que han sido expresados con suficiente
claridad en las narrativas de don Ramón María del Valle-Inclán,
Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
Y
de Gabriel García Márquez se alimentarán la generaciones
venideras.
En
fin, imágenes literarias, dictadores, amores, etc., para jugar a
desentrañar aquellos otros misterios de la literatura que la
crítica, tan seria ella, desecha por considerarlos poco académicos.
Allá ellos, así como me interesan sus mecánicos ensayos, por mi
parte, gozo mucho más inventando mis hipótesis descabelladas.
Y,
para dejar abierto el juego, se me ocurre preguntarme si podrían
existir conexiones, correspondencias, nexos o relaciones entre ese
rompecabezas estructural que es Pedro Páramo con ese otro
rompecabezas extraordinario que será Rayuela, de Julio
Cortázar.
Me
parece extraño que en sus escritos críticos, políticos,
conferencias, cartas, etc., Julio Cortázar mencione reiteradamente a
los mismos escritores de los considerados del "boom" y, por
ninguna parte, mencione para nada a Juan Rulfo, aún y cuando se
refiera específicamente a la narrativa contemporánea mexicana. Por
algo fue.
Otra
aventura para LECTORES LUDI.
NOTAS
(1) Cita tomada de: Carlos
Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega &
Co. Unltd., Serie La Granada Entreabierta, 86, Instituto Caro y
Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999, pp. 66-67.
(2) Gérard Genette,
Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Taurus, Madrid,
1989, p. 497.
(3) Juan Rodríguez,
Introducción a la edición comentada de Tirano Banderas,
Planeta, Barcelona, 1994, p. XXI.
(4)
Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Tusquets, Barcelona, 1997.
Todas las citas corresponden a esta edición.
(5)
Juan Rulfo, Toda la obra: No oyes ladrar los perros, ALLCA XX
/ Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17,
1996, p. 134. Todas las citas corresponden a esta edición.
(6)
Juan Rulfo: La literatura es una mentira que dice la verdad. Una
conversación con Ernesto González Bermejo. En: Juan Rulfo, Toda
la obra, LLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección
Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 462.
(7)
Sergio López Mena, Así nacieron El llano en llamas y Pedro
Páramo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de
Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p.
510.
(8)
Juan Rulfo, "Pedro Páramo, treinta años después",
Cuadernos Hispanoamericanos 421-423 (1985), p. 6. Citado por: Samuel
Gordon en Juan Rulfo: una conversación hecha de muchas. Diálogo
entre textos, pre-textos y para-textos. En: Juan Rulfo, Toda
la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección
Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 514.
(9)
Conrad Knickerbocker, San Malcolm entre los pájaros, Revista
Quimera, No. 53, p. 12.
(10)
Encontrado en:
http://www.diarioelpais.com/suplementos/cultural_00_10_13/index.phtml?3
(11)
Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan
Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica,
Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 902 (publicado por
primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto
Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(12)
Del catalogo de la Biblioteca del Congreso de
los Estados Unidos, las siguientes entradas para escritos de Malcolm
Lowry y artículos sobre su obra, traducidos al español y publicados
en México en 1964:
-
Lowry, Malcolm, 1909-1957. Poemas /
Malcolm Lowry; traducción de José
Emilio Pacheco. -- p. 28. -- En Revista de la Universidad de México.
-- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
-
Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el
volcán / Malcolm Lowry; traducción
de Raúl Ortiz y Ortiz. -- México: Era, 1964. Traducción de: Under
the Volcano.
-
Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el
volcán (cuento) / Malcolm Lowry;
traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- p. 4-9. -- en Revista de la
Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
-
Schaljkwijk, Bob. El volcán de
Quaunhnáhuac / Bob Schaljkwijk. --
p. 23-27. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3
(noviembre de 1964).
Fotografías
de Cuernavaca, representando el ambiente en que se desarrolla Under
the Volcano. En Revista de la
Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
-
Lowry, Malcolm, 1909-1957. Tres
cartas inéditas de Malcolm Lowry.
-- p. 29-33. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19,
no. 3 (noviembre de 1964).
-
Lowry, Malcolm, 1909-1957. Memorial:
carta (de Malcolm Lowry) dirigida a Ronald Paulton, Dollarton,
Columbia Británica, Canadá, junio 15 de 1964.
-- p. 13-22. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19,
no. 3 (noviembre de 1964)
-
Xirau, Ramón. Malcolm Lowry:
intención de una obra incompleta / Ramón Xirau.
-- p. 34-35. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19,
no. 3 (noviembre de 1964).
(13)
Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el
volcán al "furor" de Cien años de soledad:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
----
Iván Rodrigo García Palacios, Mitos y leyendas sobre Cien años
de soledad:
http://mitosyleyendasobrecienaosdesoledad.blogspot.com/
(14)
Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba. Conversaciones con
Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998
(primera edición, 1982), p. 121.
(15)
Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca, Grupo
Editorial Norma, Bogotá, 1996, p. 53.
(16)
Citado por Juan Rodríguez en la edición crítica: Ramón María del
Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, nota 113. Y
no son sólo estas las únicas referencias a otros personajes y a
otras obras.
(17)
Iván Rodrigo García Palacios, Mitos y leyendas sobre Cien años
de soledad:
http://mitosyleyendasobrecienaosdesoledad.blogspot.com/
(18)
Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la
guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez,
Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998, p. 122:
(19)
Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la
guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez,
p. 106.
(20)
Ramón María Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta,
Barcelona, 1994, pp. 10-11 y 12.
(21)
Ver notas 47 y 48: Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas,
Planeta, Barcelona, 1994, edición crítica de Juan Rodríguez.
(22)
Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan
Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica,
Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 903 (publicado por
primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México,
Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(23)
Gabriel García Márquez, El
amor en los tiempos del cólera,
Oveja Negra, Bogotá, 1985, 1a. edición, p. 462.
Medellín, 1 de agosto 2011