23 de febrero de 2012

Ramón María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez: fagocitadores fagocitados


Malcolm Lowry en París.


Iván Rodrigo García Palacios
Ramón María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry,
Juan Rulfo y Gabriel García Márquez:
fagocitadores fagocitados


En la evolución cultural como en la evolución biológica, las nuevas y asombrosas expresiones del arte y de la vida se producen a partir de las mutaciones sucedidas en la materia anterior ya evolucionada. Mediante la investigación genética cultural y biológica es posible identificar, aun cuando no siempre en su totalidad, a esas materias y a sus posteriores y novedosas expresiones, porque, si bien muchas son evidentes, sobre otras hay que intuir y especular de manera más lúdica que científica, hasta tanto sea posible una certera demostración.
En ese contexto, Malcolm Lowry, el artista, no es excepción a esa ley de la Naturaleza. Él fue un voraz fagocitador y metabolizador de las materias y experiencias de sí mismo, de sus amigos, de sus esposas y de todos aquellos con los que tuvo contacto, así como de sus lecturas y de toda la realidad de sus circunstancias, materias y experiencias que luego asimiló en su escritura y en sus obras, tal y como lo demuestran sus biógrafos Douglas Day, Conrad Knickerbocker y Gordon Bowker.
Advierto que prefiero los términos fagocitador y metabolizador, al de "canibalismo psicológico" que es el que emplea su biógrafo Douglas Day al referirse a las relaciones de Lowry con Conrad Aiken.
Pero, también, la vida y la obra de Malcolm Lowry fue materia fagocitada y metabolizada por otros artistas posteriores y, en particular, en los casos de algunos escritores íntimamente relacionados con México, sobre los que voy a intuir y a especular.
Lowry, como todos los artistas, mostró de manera evidente en sus obras muchas de las materias que fagocitó y metabolizó, ya suficientemente estudiadas, pero también son muchas otras las que ocultó, hasta el punto que es "casi" imposible encontrarlas y demostrarlas ... salvo a través de la aventura de una Lectura Lúdica que, sin más compromiso que el juego, convoque y provoque otras lecturas igual de gozosas como la mía o quizás más serias y académicas para bien o para mal de las hipótesis que propongo.
Para empezar por una de esas materias ocultas fagocitadas y metabolizadas por Lowry, mera atracción electiva de circunstancias, tiempo y lugar, he puesto mis ojos en la obra de un caro y extraño personaje a la literatura mexicana: Don Ramón María del Valle-Inclán, otro gran fagocitador él, de cuya obra también se alimentarán, además de Lowry y, entre muchos otros, dos escritores: Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, sobre los que también voy a intuir y a especular.
¿Existen conexiones reales, posibles o hipotéticas, entre Tirano Banderas y otras obras de don Ramón María del Valle-Inclán, con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry; con Pedro Páramo y otras obras, de Juan Rulfo, y con Cien años de soledad y otras obras de Gabriel García Márquez, así como de las obras de Rulfo y García Márquez con Bajo el volcán y con la vida y la obra de Malcolm Lowry?
¿Es apropiado plantearse una hipótesis como esa?
En el ámbito de la LECTURA LÚDICA, ¡Sí!, porque esa lectura es el gozoso placer de retornar a jugar con el fuego secreto del paraíso, del misterio y de lo desconocido, donde todo se origina y porque también se inspira en el viejo consejo de Darwin: lo importante es aventurarse a formular hipótesis, en este caso, por la lógica del "razonamiento por abducción", de Charles S. Peirce, ese razonamiento que parte del principio de que también un nuevo conocimiento aparece en la construcción de una hipótesis por la imaginación (1). O, para ser más serios, pensando lo que pensaron de la literatura Jorge Luis Borges y Gérard Genette (2).
Es por ese sendero que se ingresa en el reino de la imaginación, la intuición, la adivinación, aquel en el donde los genios de las ciencias y las artes contemplan por primera vez las maravillas de todo aquello que, con el "furor" de su entusiasmo y con el esfuerzo de sus mentes, trasformarán en obra maestra, porque sólo aquellos que se atreven a jugar con el fuego secreto entran en aquel paraíso.
Sin pretender de otra cosa y por ser sólo un LECTOR LUDI, me atrevo a pensar y a proponer estas hipótesis descabellada, sin mayores atributos que los de un jugador que emprende un juego sin fin, nuevo, cuyas reglas y resultados se construyen al jugar, porque, al fin, lo que hace el LECTOR LUDI, es lo mismo que, así no lo reconozcan, hacen los críticos académicos: inventar sus propios juegos interpretativos sobre los inventos imaginativos y racionales de escritores y filósofos.
I. Los delirios de Valle-Inclán en Malcolm Lowry

Sería inconcebible negar que en el México donde Malcolm Lowry escribió Bajo el volcán, Juan Rulfo escribió su obra y Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, ellos tres no hubieran realizado una epifánica, asombrada, pasional y nutritiva lectura de Tirano Banderas y de otras obras de don Ramón María del Valle-Inclán, máxime que esa novela es, por tema, contenido y escenario, mexicana y fue, por escritura, vanguardia en lo mejor de literatura europea de su época. Tirano Banderas fue lectura de culto en el ámbito intelectual mexicano desde su publicación en 1926.
En esas mismas condiciones y por orden de prelación cronológica, es innegable que Juan Rulfo leyera Bajo el volcán y que Gabriel García Márquez leyera, también, Bajo el volcán y sobre Malcolm Lowry -él así lo reconoce y ha dicho que fue una novela a la que desmontó y volvió a montar como a una máquina literaria-, así como también leyó la obra de Juan Rulfo, la que se aprendió de memoria.
Aceptado que ellos realizaron tales lecturas, es del caso pensar que las mismas provocaron los más asombrosos efectos. Al hacer una lectura lúdica de sus obras parece que ellos estuvieran escribiendo, a su propio genio, modo y estilo, con aquella estética que don Ramón María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia:
"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
Sobre lo que luego agregó en el prólogo de Los cuernos de don Friolera:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos".
***
Quizás las conexiones más difíciles de mostrar sean aquellas que se puedan establecer entre Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán, su Tirano banderas y algunas de sus otras obras. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que para la época de 1936-1937, cuando Malcolm Lowry se radicó en Cuernavaca, no sólo estaba interesado por los sucesos de la Guerra Civil Española, sino que, en Bajo el volcán, hace notables referencias de autores y obras de la literatura española y mexicana, por ejemplo, Cervantes y Fray Luis de León.
Como material de ilustración literaria sobre México, Malcolm Lowry debió leer una traducción al inglés de Tirano Banderas, junto con algunas otras obras de la literatura mexicana, por recomendación en la librería American Book Store de la avenida Madero, de Ciudad de México, la que visitaba, durante su estancia allí entre 1936 y 1937, cada que iba desde Cuernavaca a recoger el dinero del giro, es decir, antes y durante la escritura del primer cuento de Bajo el volcán y del primer manuscrito de la novela.
Hay que recordar que Malcolm Lowry no sólo era un lector voraz, si no también un escritor fagocitador y metabolizador, que se devoraba en sus escritos la realidad en la que habitaba y se movía; las conversaciones con sus amigos y las demás personas; los escritos y cartas de sus esposas y de sus amigos; sus lecturas, lo que se publicaba en periódicos y revistas, así como su propia vida y la de aquellos a los que se acercaba o se le acercaban, todo ello era convertido, casi textualmente, en materia de su escritura y de sus obras.
Así que no es de extrañar que a Malcolm Lowry las definiciones estéticas, asunto sobre el que vivía obsesionado, así como la obra de don Ramón María del Valle-Inclán, le hubieran impresionado, hasta el punto de tomar de sus materias algunas para Bajo el volcán, para el caso, esa estética de esperpentos y fantoches, a la que se acomoda con precisión.
Llaman notoriamente la atención las trasposiciones que pueden identificarse y establecerse entre algunas escenas y motivos de Tirano Banderas en Bajo el volcán.
Algunas de las más notables son:
1. Ambas novelas se desarrollan el día de Todos los Santos y de Difuntos.
Tirano Banderas, el 1 y 2 de noviembre, en un período de menos de cuarenta y ocho horas.
Bajo el volcán, entre el 1 y 2 de noviembre, en un período de doce horas.
De esta forma también se establecen otras conexiones entre los significados y estructuras que ambos autores le asignan a estas fechas y celebraciones en sus novelas, las que tienen que ser más que casuales, como se verá más adelante, sin importar que a esas fechas, además, se las relacione con otros eventos del viaje de Malcolm Lowry a México.
2. Las escenas de Nachito Veguillas y Lupita, la Romántica, en Tirano Banderas: Tercera parte, Libro segundo, Luces de ánimas, pp. 72-81. Y la de Geofrey Firmin, el cónsul, y María, en Bajo el volcán: Páginas: 386 a 392.
3. El TioVivo, ese mismo aparato que con el nombre de La máquina infernal, aparece en Bajo el volcán, el cual es de especial importancia simbólica y estructural para ambas novelas.
En Tirano Banderas, dos escenas están marcadas por el TioVivo.
La primera, luego de la escena entre Nachito Veguillas y Lupita, la Romántica y con las luces del alba con las que ya se apagaban las luminarias de la feria:
"Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias: El TioVivo daba la última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El ciego lechuzo y la chica amortajada llevan fosco rosmar, claveteado entre las cuatro pisadas" (TB, III, libro segundo, Luces de ánimas, p. 76).
Hacia el final la novela, en la escena de La terraza del club, en la cual los embajadores de Uruguay, Ecuador y, luego, el embajador japonés, hablan sobre la situación de la revolución y de las medidas del presidente mexicano, criticando las posturas e intereses de los embajadores de Inglaterra y España, frente al asunto y justo luego de comentar la improbabilidad de que el Doctor Banderas ordene cerrar los expendios de bebidas, vuelve a aparecer un tiovivo:
"Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños, concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba el negro perfil de su arquitectura San Martín de los Mostenses. (TB, VII, La terraza del club, libro segundo, p. 203).
Para mayor asombro, estas ferias en Tirano Banderas, no son otras que las del día de Todos los Santos y de Difuntos, o sea, el mismo día en que se narra Bajo el volcán. En ambas novelas, un circo y un día de alucinatoria confusión y delirio llevados al extremo ... de la escritura.
En Bajo el volcán, ese TioVivo aparece con el nombre de La máquina infernal, como referencia a la obra del mismo título de Jean Coucteau, en la escena del Capítulo 7, pp. 254-258, la misma que establece otra conexión con Tirano Banderas, esta vez entre los delirios y las alucinaciones del embajador de España, el Barón de Benicarlés, en Tirano Banderas, con los delirios de Geofrey Firmin, El Cónsul, encaramado en ese TioVivo, en Bajo el volcán.
En tales delirios se trata también de ese "penetrar en la conciencia de un personaje" -el Barón de Benicarlés- para ofrecernos los "toboganes" de su pensamiento", esos "toboganes de sombra" de don Ramón María del Valle-Inclán (3), de igual manera que Malcolm Lowry penetra en la conciencia y en los "toboganes de sombra del pensamiento" de Geofrey Firmin.
Los delirios y las alucinaciones de El Barón de Benicarlés, ministro (embajador) de España ante Santa Fe de Tierra Firme (Punta de las Serpientes), aparecen en Tirano Banderas, Parte VI, Libro tercero: La nota, p. 181-182, cuando se dirige hacia la Legación inglesa.
Y, los delirios del cónsul, leer Bajo el volcán, Capítulo 7 y, como ya dije, las páginas 254-258: Hay que recordar que Geofrey Firmin es cónsul destituido de Inglaterra.
Esos delirios se suceden:
En Tirano Banderas, es la consola y el coche del Barón de Benicarlés:
"El Ministro de España, apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con claras palabras mentales: —Si surge una fórmula, no puedo singularizarme, cubrirme de ridículo por cuatro abarroteros".
Lo que es traspuesto, en Bajo el volcán, a ese "confesionario" en el que Geofrey Firmin,
"El cónsul, como aquel pobre loco que traía la luz al mundo, permaneció colgado sobre el vacío, boca abajo, con sólo un fragmento de alambre trenzado entre él y la muerte" (BV, VII, p. 255).
En fin, una lectura comparada de las dos novelas mostrará al Lector Ludi muchas otras "biblofagias" de Malcolm Lowry a la narración de don Ramón María del Valle-Inclán.
II. Del amor y otros asuntos:
de Malcolm Lowry a Juan Rulfo
y a Gabriel García Márquez

En la literatura, como en la materia de los seres vivos, nada es ni inocente ni ingenuo; todo tiene causa y efecto, propósito y utilidad, conexión y correspondencia, nexo y relación, orden y caos; a lo más, entropía y evolución, reproducción y mutación. Pero, lo mejor de todo, es que la literatura, como todas las artes, es el juego que explora, con los lenguajes de la imaginación, aquellos misterios de la naturaleza humana para los cuales los lenguajes de la razón todavía carecen de explicación.
Es por ello que la escritura y la lectura de la literatura son actividades que al LECTOR LUDI le permiten imaginar, analizar... jugar.
Jugar. De eso se trata en lo siguiente.
Al final del capítulo IX de la novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, en tres breves párrafos, Lowry crea una poderosa imagen literaria que, como toda la materia de esa novela, está revestida de inmenso poder simbólico, el cual no viene al caso exponer ahora en la exploración que emprendo. Mi atención está enfocada a otros asuntos.
Comienzo por transcribir esos tres párrafos:
"Ahora en la plaza sus propias sombras se dirigían hacia las puertas gemelas de la taberna Todos Contentos y Yo También: bajo las puertas advirtieron lo que parecía ser el extremo inferior de una muleta: alguien que se marchaba. La muleta no se movía; su propietario discutía tras la puerta. Tal vez una última copa. Luego, desapareció: tiraron de una de las puertas y algo salió.
Doblado, gimiendo bajo el peso, un indio viejo y cojo llevaba sobre las espaldas, mediante una correa que pasaba por la frente, a otro pobre indio aún más viejo y decrépito que él. Llevaba al anciano con sus muletas, y cada uno de sus miembros temblaban bajo este peso del pasado; llevaba la carga de los dos.
Los tres permanecieron contemplando al indio que desapareció con el anciano al girar en una curva del camino, adentrándose en la noche y arrastrando en el polvo gris y blanco sus míseras sandalias" (BV: p. 316) (4).
En el cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros, publicado por primera vez en la primera edición de El llano en llamas, de 1953, se relata el viaje de un viejo con el cuerpo de su hijo Ignacio a las espaldas, buscando un pueblo en la oscuridad de la noche a la luz de la luna, la primera descripción ambiental que hace Juan Rulfo, es la siguiente:
"La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
"La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda" (5).
Muchos años después diría Juan Rulfo:
"[...] un cuento, Luvina, me dio la clave" (6).
Con ello se refería a la clave que le permitiría escribir Pedro Páramo. Luvina fue publicado, al igual que No oyes ladrar los perros, en la primera edición de El llano en llamas de 1953.
En septiembre de 1953, Juan Rulfo ingresó como becario al Centro Mexicano de Escritores:
"Hacía años que trabajaba en una novela y esperaba que su incorporación al Centro en calidad de becario le ayudara a sacarla adelante.
El Centro Mexicano de Escritores nació por iniciativa de la novelista norteamericana Margaret Shedd, quien consiguió dinero de la Fundación Rockefeller para apoyar mediante becas a los escritores mexicanos" (7).
Juan Rulfo, según sus propias palabras y para rechazar la crítica que le hiciera uno de sus compañeros en el Centro, cuando leyó allí los primeros manuscritos de Pedro Páramo, quien le recomendó que antes de escribir novelas primero tendría que leer muchas novelas, dijo:
"Leer novelas es lo que [he] hecho toda mi vida" (8).
Juan Rulfo fue un lector exhaustivo de novelas y novelísticas. Además de literatura en español, leyó, en el inglés original, buena parte de la mejor literatura y narrativa de los escritores estadounidenses e ingleses contemporáneos: James Joyce, William Faulkner, John Steinbeck y quién sabe cuantos más en un largo etcétera y, como debe suponerse, a Malcolm Lowry. Así como, en versiones al español, otras literaturas y narrativas de todo el mundo que no viene al caso mencionar.
Lo cierto es que, dada la íntima relación con México, Juan Rulfo debió haber leído, en esa época, de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, publicada en inglés en 1947, la que "fue un éxito de la crítica en Estados Unidos y estuvo en las listas de best-sellers" (9). La primera versión en español sólo fue publicada por Ediciones Era en 1964.
Para tener en cuenta y sin intención de ofender, el que Juan Rulfo fuera dipsómano, como lo fuera Malcolm Lowry, debió haber sido un motivo de interés y curiosidad, máxime si, Bajo el volcán, es de por sí la expresión artística de un delirium tremens. Quizás una cualidad cuya importancia se juzgará por los resultados y no por el chisme.
Hasta el momento y por más que he buscado, no he encontrado ningún testimonio directo que me confirme que Juan Rulfo hiciera esa lectura de Bajo el volcán. Sin embargo y dadas las circunstancias de proximidad, importancia y atracciones afectivas, es imposible que no la hubiera leído entre 1947 y 1953. Son inextricables los motivos por los cuales los escritores ocultan o niegan algunas de sus lecturas primordiales. Juan Rulfo no es la excepción.
Lo que si he encontrado y así sea poco, son algunas referencias sobre las posibles conexiones, correspondencias, nexos y relaciones de la obra de Juan Rulfo con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.
La primera y más significativa, de Octavio Paz, en Corriente alterna, 1967:
"JUAN RULFO: REGRESO AL PARAÍSO
"Si el tema de Malcolm Lowry es el de la expulsión del paraíso, el de la novela de Juan Rulfo (Pedro Páramo) es el del regreso. Por eso el héroe es un muerto: sólo después de morir podemos volver al edén nativo. Pero el personaje de Rulfo regresa a un jardín calcinado, a un paisaje lunar, al verdadero infierno. El tema del regreso se convierte en el de la condenación; el viaje a la casa patriarcal de Pedro Páramo es una nueva versión de la peregrinación del alma en pena.
Simbolismo -¿inconsciente?- del título: Pedro, el fundador, la piedra, el origen, el padre, guardián y señor del paraíso, ha muerto; Páramo es su antiguo jardín, hoy llano seco, sed y sequía, cuchicheo de sombras y eterna incomunicación. El Jardín del Señor: el Páramo de Pedro. Juan Rulfo es el único novelista mexicano que nos ha dado una imagen -no una descripción- de nuestro paisaje. Como en el caso de Lawrence y Lowry, no nos ha entregado un documento fotográfico o una pintura impresionista sino que sus intuiciones y obsesiones personales han encarnado en la piedra, el polvo, el pirú. Su visión de este mundo es, en realidad, visión de otro mundo".
La segunda, la de Óscar Brando, en su artículo El otro Juan Rulfo:
"Pero si se quiere un caso próximo a Rulfo en el tiempo y en el espacio piénsese en Malcolm Lowry y su novela Bajo el volcán. El ingreso al mundo de los muertos, que tenía una larga tradición literaria (sobre todo por La divina Comedia) estaba prefigurado en el extenso drama del capítulo 15 de Ulises" (10).
Y, la tercera, es de Sonia L. Mattalía Alonso, en su ensayo: Contigüidad de los textos: Juan Rulfo/Malcolm Lowry, publicado en el número especial sobre Juan Rulfo de la revista española Cuadernos Hispanoamericanos, No. 421-423 (1985), pp. 205-214.
Explicación necesaria
Cuando en el primer semestre de 2008, escribí las primeras versiones de estos textos, no puede encontrar el texto de Sonia L. Mattalía Alonso, al que sólo ahora he podido acceder en la hemeroteca de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Medellín.
Hago esta explicación, porque, al leer ese texto, me asombraron las conexiones, correspondencias y relaciones, entre algunos de sus asuntos y los que yo trataba, con veinticinco años de distancia.
Lo primero. Estoy de acuerdo con su afirmación sobre las "influencias improbables" de Malcolm Lowry en Juan Rulfo, porque el concepto de influencia ha sido sobrevalorado y, en un sentido más amplio, la sola lectura atenta y pasional de un texto, basta para provocar y producir un impacto duradero y germinal en el lector, máxime si se trata de un artista sensible como Juan Rulfo. Así que, lo que para ella es contigüidad, para mi es consanguinidad.
En tal sentido, Rulfo no fue, propiamente hablando, influenciado por Lowry, más bien, fue una más, aunque significativa, de las lecturas que preñaron sus escrituras.
Así que asumo que la Contigüidad de los textos..., que ella propone, se equipara a mi propuesta de evolución cultural, en la que tampoco contemplo el concepto de influencia, sino el hecho de que las ideas también se fagocitan y metabolizan, preñan y alimentan, al lector y al escritor. Tal es el caso del asunto de la muerte y el de los personajes muertos que hablan de los vivos. Asunto que, para mi gusto, tiene su germinación, tanto para Lowry como para Rulfo, en la estética de don Ramón María del Valle-Inclán, conexión sobre la que yo sepa, nadie ha escrito.
Una lectura del texto de Sonia L. Mattalía Alonso, permitirá establecer tales correspondencias y conexiones entre nuestros propósitos. Por ejemplo, cuando ella propone la siguiente solidaridad textual:
"Textos solidarios: Bajo el volcán, una visión subjetiva de la agonía; Pedro Páramo, una visión subjetiva de la muerte".
De alguna manera, ambos coincidimos en lo que ella misma escribe:
"No hablamos de influencias improbables, sí de márgenes de confluencia, y, entre estos textos, el discurso crítico actuando como metáfora de unión".
Lo segundo. Me asombró el que ella también, así fuera con un propósito diferente, tomara la cita de Bajo el volcán, en la que un indio carga a otro y la relaciona con el cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros. Por mi parte, esa imagen la asumo como la conexión, correspondencia y relación, de la lectura que hizo Rulfo a la novela de Lowry.
Y lo tercero. Hago mía la frase con la que Sonia Mattalía Alonso cierra su texto:
"Rulfo/Lowry: escrituras excesivas, lineas divergentes, de las cuales algunos puntos hemos pretendido anudar, intentando conmemorar el tenso placer de la lectura".
Al fin y al cabo, de esa manera también se anuda con mi propuesta de Lectura Lúdica.
Concluida esta explicación, continúo con mis asuntos.
***
Ahora, es del caso examinar esa literatura en la que los personajes son los muertos que hablan de los vivos, de acuerdo con la estética de don Ramón María del Valle-Inclán, ya citado atrás:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos" (Los cuernos de don Friolera).
Para Juan Rulfo, los muertos fueron personajes primordiales desde su infancia, pero fue ya en su narrativa y poesía que se transformaron en personajes esenciales. Quizás inspirado por Dante y algunos otros grandes maestros de la literatura universal. Sin embargo, me gusta pensar que, además de la estética de don Ramón María del Valle-Inclán, fue en Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, también él un devoto dantiano, donde Rulfo descubriera que en la literatura los muertos podrían ser protagonistas, habitantes simultáneos en ambos mundos que, al parecer, son uno y el mismo.
Eso es exacto lo que hizo Malcolm Lowry en Bajo el volcán. Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, retornan, un años después de muertos, para que sean relatadas las tragedias de sus existencias en el tiempo de las últimas doce horas de sus vidas y mientras se desplazan en aquel dantesco, desolado y onírico escenario mexicano de Cuernavaca, la ciudad cuyo nombre náhuatl es Quauhnáhuac y que significa: "cerca de las montañas boscosas", el cual está poblado por seres que devienen, ellos mismos, entre vivos y muertos. O un vivo, como M. Laruelle, testigo de la tragedia y propiciador de la narración.
Los muertos y los dantescos y desolados escenarios de Malcolm Lowry y de Juan Rulfo, les son propios y originales, sin embargo, como los de Dante, están conectados por ese hilo de tinta evolutivo que recorre toda la vida y la literatura universal desde el primordial y mítico origen.
Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, Quauhnáhuac, al igual que Pedro Páramo, Susana San Juan y Comala, nacieron para la literatura en ese río heraclitiano en cuyas aguas o tintas o sangres, siempre las mismas, siempre otras, fluye la historia de la vida y de las artes del Homo-Humano.
Una historia que fluye hacia todas las historias como lo anticiparan Jorge Luis Borges y Gérard Genette.
... a Gabriel García Márquez
En 1962, Gabriel García Márquez descubre asombrado y fascinado la obra, los cuentos y las novelas, de Juan Rulfo, hasta el punto de aprendérsela de memoria.
Dos años después, en 1964, según lo cuenta el mismo Gabriel García Márquez:
"Más tarde, Carlos Velo y Carlos Fuentes me invitaron a hacer una revisión crítica de la primera adaptación de Pedro Páramo para el cine" (11).
Tanto Carlos Fuentes como Carlos Velo, eran amigos cercanos a Juan Rulfo, a su familia y a su casa, lo que permite pensar que fue en aquel tiempo de 1964 cuando Gabriel García Márquez conoció personalmente a Juan Rulfo y que, con plena seguridad, en sus conversaciones intercambiaron confidencias literarias, de las cuales no debió ser ajena la obra de Malcolm Lowry, de quien por esos días se publicó en México la primera versión al español de Bajo el volcán, así como aquel número especial dedicado a Malcolm Lowry, a su obra y a su vida, por la Revista de la Universidad de México, provocando revuelo en el ámbito intelectual y cinematográfico mexicano (12).
Las consecuencias de estos y otros eventos sobre el origen y el "nacimiento" de Cien Años de soledad, ya las he presentado en mis libros: Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad y Mitos y leyendas sobre Cien años de soledad (13).
III. Muchos años después...

Así que doy un salto hasta El otoño del patriarca, publicada en 1975.
En 1982 Gabriel García Márquez le dijo a Plinio Apuleyo Mendoza:
"- Me has dicho que todos tus libros tienen como punto de partida una imagen visual. ¿Cuál fue la imagen de El otoño del patriarca?"
"- Es la imagen de un dictador muy viejo, inconcebiblemente viejo que se queda sólo en un palacio lleno de vacas" (14).
En Pedro Páramo, de Juan Rulfo, esa imagen es la de un cacique rural mexicano, dueño de la vida, honra y bienes, en Comala:
"Pedro Páramo estaba sentado en un viejo equipal, junto a la puerta grande de la Media Luna, poco antes de que se fuera la última sombra de la noche" (Toda la obra, p. 296).
El patriarca de Gabriel García Márquez:
"La segunda vez que lo encontraron carcomido por los gallinazos en la misma oficina, con la misma ropa y en la misma posición, ninguno de nosotros era bastante viejo para recordar lo que ocurrió la primera vez, pero sabíamos que ninguna evidencia de su muerte era terminante, pues siempre había otra verdad detrás de la verdad" (15).
Y así ese patriarca, a quien lo habían encontrado una primera vez y lo volverán a encontrar en otras ocasiones hasta su muerte... definitiva, se conecta y corresponde con la segunda vez que aparece Pedro Páramo sentado en el viejo equipal:
"Allá atrás, Pedro Páramo, sentado en su equipal, miró el cortejo que se iba hacia el pueblo. Sintió que su mano izquierda, al querer levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos. Vio cómo se sacudía el paraíso dejando caer sus hojas" (Toda la obra, p. 302).
Ambos, cacique y patriarca, muriéndose a pedazos.
Retrocediendo hasta aquel otro dictador: para Malcolm Lowry su dictador es aquel que recuerda el señor Bustamante en el capítulo I, una especie de "Gran Hermano" criollo:
"El señor Bustamante, que era mayor de lo que parecía, recordaba los tiempos de Porfirio Díaz, la época en la cual en los Estados Unidos cada pueblecillo de la frontera mexicana tenía un "cónsul" [...] mantenidos por Díaz. Claro está que no eran cónsules sino espías" (BV: cap. I, p. 51).
Claro que en los demás capítulos de Bajo el volcán, Malcolm Lowry denuncia los terrores de esa peste universal que los fascistas extienden desde Europa y a la que se propone combatir en España, Hugh, el hermanastro de El Cónsul, de ahí la reiterada mención de:
"La batalla del Ebro".
Denuncia que se vuelve delirante en el capítulo XII y que conduce al trágico desenlace de las muertes de El Cónsul e Ivonne.
Además de un modelo de dictador, Malcolm Lowry se propuso desvelar los terrores ideológicos del fascismo.
Sin embargo, es necesario remontarse todavía mucho más en el tiempo para presenciar el nacimiento del modelo de estos dictadores de Malcolm Lowry, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y de otros.
Aun cuando no lo reconocieran abiertamente, los novelistas latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX, le debían, en buena parte, a don Ramón María Valle-Inclán, el modelo fundador de sus personajes-dictadores, pero, de manera más primordial, es en el Tirano Banderas, retrato y espejo, en el que se contemplaron los dictadores de Malcolm Lowry y, de forma particular y evidente, los de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. Don Ramón María del Valle-Inclán, también él un excelso fagocitador, se alimentó para su Santos Banderas de las crónicas a cerca de Lope de Aguirre (16), así como de muchas otras referencias.
Gabriel García Márquez niega toda conexión de Tirano Banderas con El otoño del patriarca, pero, con Cien años de soledad, la historia puede ser otra y más entrañada (17).
En México, cuando Gabriel García Márquez estaba terminando de escribir los cuentos de Los funerales de la Mama Grande (1962), comenzó la escritura de una novela titulada El otoño del patriarca, cuyo título es casi lo único que tiene en común con la novela publicada en 1975. Esta escritura fue desechada cuando irrumpió "el tono" de Cien años de soledad, según se lo contó a Plinio Apuleyo Mendoza, información que algunos biógrafos han pretendido negar y contradecir, lo cual es inaceptable dada la íntima amistad que los unía hasta esa época:
"PAM: - Sé que llevabas bastante tiempo trabajando El otoño del patriarca, cuando lo interrumpiste para escribir Cien años de soledad. ¿Por qué lo hiciste? No es frecuente interrumpir un libro para escribir otro.
GGM: - La interrupción se debió a que estaba escribiendo El otoño sin saber muy bien cómo era, y por consiguiente no lograba meterme a fondo. En cambio, Cien años, que era un proyecto más antiguo y muchas veces intentado, volvió a irrumpir de pronto con la única solución que me faltaba: el tono. En todo caso, no era la primera vez que me pasaba. También interrumpí La mala hora, en París, en 1955, para escribir El coronel no tiene quien le escriba, que era un libro distinto incrustado dentro, y que no me dejaba avanzar. Como escritor, tengo la misma norma que como lector: cuando un libro deja de interesarme, lo dejo. Siempre, en ambos casos, hay un momento mejor para enfrentarlo" (18).
En ese primer intento de escritura de El otoño del patriarca sí que debió rondar la presencia de Tirano Banderas y su personaje, el Coronelito Domiciano de la Gándara, el mismo que escapó al fusilamiento y triunfó en su revolución, algo que ya es imposible de probar, porque aquel manuscrito de 300 páginas de García Márquez desapareció en 1965, en las vísperas de iniciar la escritura de Cien años de soledad.
Lo que sí se puede abducir, tal y como Gabriel García Márquez se lo contó, también, a Plinio Apuleyo Mendoza, es que, en aquella versión de El otoño del patriarca, el protagonista era un coronel Aureliano Buendía que se había convertido en dictador luego de ganar una guerra civil y dar un golpe de estado:
"PAM: - Y las treinta y dos guerras perdidas del coronel pueden expresar nuestras frustraciones políticas. ¿Qué hubiese ocurrido, a propósito, si el coronel Aureliano Buendía hubiese triunfado?
GGM: -Se habría parecido enormemente al patriarca. En un momento dado, escribiendo la novela, tuve la tentación de que el coronel se tomara el poder. De haber sido así, en vez de Cien años de soledad habría escrito El otoño del patriarca" (19).
Ese coronel Aureliano Buendía del primer El otoño del patriarca, es el mismo que, transpuesto a Cien años de soledad, se transforma en el guerrero que es derrotado en las treinta y dos guerras civiles que emprendió y que, por esa tragedia, determinó la escritura de la novela.
Así como de Tirano Banderas se inspira, en parte, el coronel Aureliano Buendía, también lo hace Melquíades, el que debió inspirarse en ese fantoche que es el Doctor Polaco, "un descendiente venido a menos de José Balsamo" (TB, VII, Libro tercero, p. 205), que a su vez se corresponde con Joseph Balsamo: Mémoires d'un médecin, de Alejandro Dumas, padre, que, a su vez, se inspiró en el Conde Alessandro di Cagliostro y Nostradamus.
***
Así es el Tirano Banderas de Ramón María del Valle-Inclán en el que se contemplan Pedro Páramo, el coronel Aureliano Buendía y El Patriarca:
"Inmóvil y taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo de guardias en la campa barcina del convento, aparece una calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la guerra a los españoles, y de aquellas campañas veníale la costumbre de rumiar coca, por donde en las comisuras de los labios tenía siempre una salivilla de verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en una inmovilidad de corneja sagrada, está mirando las escuadras de indios, soturnos en la cruel indiferencia del dolor de la muerte (...) Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un lechuzo" (TB, pp. 10-11 y 12) (20).
Y en ellos también se expresa, en la más asombrosa de las conexiones, esa estética de esperpentos y fantoches de don Ramón María del Valle-Inclán, en la que los muertos conversan sobre los vivos.
¿Por qué, al hacer una lectura lúdica de las obras de Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, pareciera que ellos estuvieran escribiendo, a su propio genio, modo y estilo, en aquella estética que don Ramón María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia, ya citada antes y que reitero por su importancia?:
"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
A lo que después agregó, en el prólogo de Los cuernos de don Friolera, lo ya también citado atrás:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos".
Porque las coincidencias son causalidades.
Amores consanguíneos
Y un segundo salto hasta 1985 para establecer las conexiones, correspondencias, nexos y relaciones entre los trágicos amores en Tirano Banderas, Bajo el volcán, Pedro Páramo y El amor en los tiempos de cólera.
Don Ramón María del Valle-Inclán inspira los amores de los personajes de Tirano Banderas en el poeta romántico español José de Espronceda (21):
"Nacho Veguillas también tenía el vino sentimental de boca babosa y ojos tiernos. Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta su aria en la Recámara Verde:
¡Dame tu amor, lirio caído en el fango!
Ensoñó la manflota:
¡Canela! ¡Y decís vos que no sos romántico!
¡Ángel puro de amor, que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y redimiré tu alma virginal! ¡Taracena! ¡Taracena!" (TB, III, Libro segundo/Luces de ánimas, V).
Para Malcolm Lowry, en Bajo el volcán, la tragedia del amor esta signada por un verso de Fray Luis de León: el poeta-sacerdote ascético español del siglo XVI quien fuera condenado por la Inquisición por traducir al español el Cantar de los Cantares:
"No se puede vivir sin amar" eran las palabras escritas en la casa" (BV: cap. I, p. 26 y cap. VII, p. 242).
El mismo verso que permite también establecer las conexiones, correspondencias, nexos y relaciones con el incesto, pero esa es otra historia.
En 1980, cuando el homenaje nacional a Juan Rulfo, Gabriel García Márquez escribió:
"El otro problema -inseparable del anterior- era el de las edades. En toda su obra, Juan Rulfo ha tenido el cuidado de ser muy descuidado en cuanto a los tiempos de sus criaturas. Narciso Costa Ros ha hecho hace poco una tentativa fascinante de establecerlos en Pedro Páramo. Yo siempre había pensado, por pura intuición poética, que cuando Pedro Páramo logró por fin llevar a Susana San Juan a su vasto reino de la Media Luna, ella era ya una mujer de sesenta y dos años. Pedro Páramo debía ser unos cinco años mayor que ella. En realidad, el drama me parecía más grande, más terrible y hermoso, si se precipitaba por el despeñadero de una pasión senil sin alivio. Las edades establecidas para ambos por Costa Ros no son las mismas, pero no están muy lejos de las que yo había supuesto. Semejante grandeza poética era impensable en el cine. En las salas oscuras, los amores de ancianos no conmueven a nadie" (22).
Ese amor senil de Pedro Páramo por Susana San Juan, será reivindicado por Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del cólera.
Prefiero creer que lo que Gabriel García Márquez reivindica es el truncado amor de Susana San Juan y Florencio (¿traspuesto en Florentino?).
Acepto que la erótica y los amores literarios de Malcolm Lowry y Juan Rulfo son diametralmente opuestos al erotismo y al amor en la escritura de Ramón María del Valle-Inclán y de Gabriel García Márquez y, quizás por ello, comparables.
Sin embargo, en un punto si coinciden los cuatro: las mujeres y los hombres aman de manera diametralmente diferente: las mujeres, desde lo profundo de su esencia de mujeres. Los hombres, desde la posesión de la mujer amada, tal y como ha sido convertida en símbolo emblemático por la cultura y las religiones occidentales.
Para Susana San Juan, la erótica de su amor es una íntima, dulce y tierna calidez, tal y como lo expresan sus inaudibles murmullos frente al padre Rentería y dirigidos al asesinado Florencio:
"Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimiendo mis labios..." (Toda la obra, p. 292).
(...)
"Él me cobijaba entre sus brazos. Me daba amor" (Toda la obra, p. 293).
Igual sucede para Ivonne y Fermina.
Para el caso de los amores de Florentino Ariza y Fermina Daza, estos están dominados por un violento pero lánguido erotismo, ardiente y sexual, pero ya impotente, tal y como lo expresa Florentino Ariza:
"Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor" (23).
Y, por supuesto, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, comparten en las tres novelas el triángulo amoroso y algo más: el incesto, lo que las conecta, corresponde y traspone:
Geoffrey Firmin, El Cónsul, Ivonne y M. Laruelle, así como Hugh, el incestuoso hermano, en Bajo el volcán.
Pedro Páramo, Susana San Juan y Florencio, en Pedro Páramo.
Y, Juvenal Urbino, Fermina Daza y Florentino Ariza, en El amor en los tiempos del cólera.
Los dos primeros, amores trágicos y macabros, el último, como diría su autor, "desmadrado".
El triángulo amoroso y el incesto, son las circunstancias en las cuales se manifiesta el afán posesivo del amor y la erótica de los hombres. En cambio, para las mujeres, es la anulación de su esencia y dignidad. Asuntos estos que han sido expresados con suficiente claridad en las narrativas de don Ramón María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
Y de Gabriel García Márquez se alimentarán la generaciones venideras.
En fin, imágenes literarias, dictadores, amores, etc., para jugar a desentrañar aquellos otros misterios de la literatura que la crítica, tan seria ella, desecha por considerarlos poco académicos. Allá ellos, así como me interesan sus mecánicos ensayos, por mi parte, gozo mucho más inventando mis hipótesis descabelladas.
Y, para dejar abierto el juego, se me ocurre preguntarme si podrían existir conexiones, correspondencias, nexos o relaciones entre ese rompecabezas estructural que es Pedro Páramo con ese otro rompecabezas extraordinario que será Rayuela, de Julio Cortázar.
Me parece extraño que en sus escritos críticos, políticos, conferencias, cartas, etc., Julio Cortázar mencione reiteradamente a los mismos escritores de los considerados del "boom" y, por ninguna parte, mencione para nada a Juan Rulfo, aún y cuando se refiera específicamente a la narrativa contemporánea mexicana. Por algo fue.
Otra aventura para LECTORES LUDI.
NOTAS
(1) Cita tomada de: Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie La Granada Entreabierta, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999, pp. 66-67.
(2) Gérard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Taurus, Madrid, 1989, p. 497.
(3) Juan Rodríguez, Introducción a la edición comentada de Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, p. XXI.
(4) Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Tusquets, Barcelona, 1997. Todas las citas corresponden a esta edición.
(5) Juan Rulfo, Toda la obra: No oyes ladrar los perros, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 134. Todas las citas corresponden a esta edición.
(6) Juan Rulfo: La literatura es una mentira que dice la verdad. Una conversación con Ernesto González Bermejo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, LLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 462.
(7) Sergio López Mena, Así nacieron El llano en llamas y Pedro Páramo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 510.
(8) Juan Rulfo, "Pedro Páramo, treinta años después", Cuadernos Hispanoamericanos 421-423 (1985), p. 6. Citado por: Samuel Gordon en Juan Rulfo: una conversación hecha de muchas. Diálogo entre textos, pre-textos y para-textos. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 514.
(9) Conrad Knickerbocker, San Malcolm entre los pájaros, Revista Quimera, No. 53, p. 12.
(10) Encontrado en:
http://www.diarioelpais.com/suplementos/cultural_00_10_13/index.phtml?3
(11) Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 902 (publicado por primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(12) Del catalogo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, las siguientes entradas para escritos de Malcolm Lowry y artículos sobre su obra, traducidos al español y publicados en México en 1964:
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Poemas / Malcolm Lowry; traducción de José Emilio Pacheco. -- p. 28. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el volcán / Malcolm Lowry; traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- México: Era, 1964. Traducción de: Under the Volcano.
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el volcán (cuento) / Malcolm Lowry; traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- p. 4-9. -- en Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Schaljkwijk, Bob. El volcán de Quaunhnáhuac / Bob Schaljkwijk. -- p. 23-27. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
Fotografías de Cuernavaca, representando el ambiente en que se desarrolla Under the Volcano. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Tres cartas inéditas de Malcolm Lowry. -- p. 29-33. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Memorial: carta (de Malcolm Lowry) dirigida a Ronald Paulton, Dollarton, Columbia Británica, Canadá, junio 15 de 1964. -- p. 13-22. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
- Xirau, Ramón. Malcolm Lowry: intención de una obra incompleta / Ramón Xirau. -- p. 34-35. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
(13) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
---- Iván Rodrigo García Palacios, Mitos y leyendas sobre Cien años de soledad:
http://mitosyleyendasobrecienaosdesoledad.blogspot.com/
(14) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba. Conversaciones con Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998 (primera edición, 1982), p. 121.
(15) Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1996, p. 53.
(16) Citado por Juan Rodríguez en la edición crítica: Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, nota 113. Y no son sólo estas las únicas referencias a otros personajes y a otras obras.
(17) Iván Rodrigo García Palacios, Mitos y leyendas sobre Cien años de soledad:
http://mitosyleyendasobrecienaosdesoledad.blogspot.com/
(18) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998, p. 122:
(19) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez, p. 106.
(20) Ramón María Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, pp. 10-11 y 12.
(21) Ver notas 47 y 48: Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, edición crítica de Juan Rodríguez.
(22) Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 903 (publicado por primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(23) Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, Oveja Negra, Bogotá, 1985, 1a. edición, p. 462.

Medellín, 1 de agosto 2011




Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

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