4 de enero de 2006

LECTOR LUDI-14

Pequeñas reseñas
Algunas novedades bibliográficas NO muy populares para los medios de comunicación

* El pergamino de la seducción, de Gioconda Belli;
* El maestro del Go, de Yasunari Kawabata;
* La náusea, Jean-Paul Sartre.


Por Iván Rodrigo García Palacios

Luego de más de quince años de reseñador profesional para El Colombiano y ya disfrutando de mi tiempo de jubilado, pensé que me había librado del vicio de escribir aquellas pequeñas reseñas promocionales e informativas, pero, después de pensarlo un rato, me di cuenta de que, también, las circunstancias habían cambiado, ya no tendría que reseñar todos aquellos libros que me enviaban para que les hiciera la respectiva nota divulgativa, como fue la política editorial que mantuve por todo ese tiempo para el Ex-libris, sin casi excepción y, que ahora, podría reseñar sólo aquellos libros que me provocaran y con las condiciones que yo mismo me impusiera: algo así como escribir la descripción breve de los libros que adquiría para que, al mismo tiempo, se convirtieran en las fichas del catálogo de mi biblioteca, como lo soñé desde el momento en que me inicié en ese delicioso y envidiado oficio, del que descubrí y experimenté sus agonías y éxtasis... y ese es otro cuento.

Así que y pasada esta explicación no pedida, los libros seleccionados:

El pergamino de la seducción
Autora: Gioconda Belli
Editorial Seix Barral, Bogotá, 2005 (331 p.)

Cuando leí hace más de quince años la primera novela de Gioconda Belli (Managua, 1949), La mujer habitada (1988), ella era más conocida por sus actividades guerrilleras en Nicaragua y por su obra poética, que habría adquirido reconocimiento internacional, al mismo tiempo que me encantó su forma de contar, me asombró esa forma suya de hacer literatura de la buena a partir de aquellos difíciles temas sobre la revolución social en Latinoamérica, a los que ya tantos habían convertido en panfletos o proclamas de proselitismo político y, consecuentemente, en mala literatura.

La literatura de Gioconda Belli era y continuaría siendo literatura en todo el sentido de la palabra, tal y como lo demostró con las novelas siguientes: Sofía de los presagios (1990), Waslala (1996), o el cuento para niños, El taller de las mariposas (1992), o ser capaz de crear un bello libro de memorias con El país bajo mi piel (2001), superando las limitaciones sentimentales de ese género. De su poesía no hablo,
doctores tiene la madre de las musas...

Pues bien, acaba de ser publicada su novela, El pergamino de la seducción, en la cual, si bien aparentemente, se aleja de aquellos temas de la identidad y la lucha nicaragüense, profundiza un poco más en aquel asunto que ha sido constante de su narrativa y poesía: el ser y la sustancia de la mujer en el mundo que le ha correspondido, sólo que ahora su exploración de la feminidad la hace por medio (y cuado digo medio quiero significar médium) de una figura histórica a la que rescata de las garras de la leyenda absurda que crearon los poderosos de su época para arrebatarle el poder y ridiculizar su amor y sus vanos intentos por colocar a la mujer a la altura de sus derechos humanos, se trata de Juana, a la que injustamente llamaron la Loca.

Para reivindicar aquella bella y enamorada Juana, hace que Lucía se convierta en la médium de Manuel, un historiador español especializado en Juana la Loca y lejano descendiente de la familia de aristócratas a quienes se encargó mantener a la reina aislada del mundo, mientras los válidos de la corte española controlaban el poder del imperio.

Lucía, la narradora y una joven huérfana de diecisiete años que después de perder a los nueve a sus padres, es llevada por sus abuelos a un internado en Madrid, experimentará en sus trances la iniciación y desarrollo de su feminidad por medio de eso que ahora llaman regresión, a la vida de Juana la Loca, guiada por Manuel, con quien vivirá, al mismo tiempo, su primer amor, idéntico al de Juana y Felipe el Hermoso, e igual, otra historia de amor trágico.

En fin, si bien la novela cuenta y reivindica una verdadera historia de Juana la Loca, que amerita su lectura, es la historia de Lucía, que con la luz de su nombre, iluminará a las jóvenes lectoras, y por qué no, a los jóvenes lectores, sobre el ser mujer, y lo mejor, para leer buena literatura, infinitamente apartada de esas descargas sentimentaloides del corte de Corín Tellado, de la Allende, la Serrano y otras cuantas escritoras recientes más interesadas en la celebridad y el mercadeo, como bien lo denunciaba el chileno Roberto Bolaño.

El maestro de Go
Autor: Yasunari Kawabata
Emecé Editores, Buenos Aires, 2005 (205 p.)

La historia de esta novela es tan interesante como ella misma. Fue reelaborada a partir de las 64 entregas periodísticas escritas por el japonés y Premio Nobel Yasunari Kawabata (1899-1972), para un periódico de Tokio que le encargó cubrir el último campeonato de Go, al estilo tradicional, realizado en el segundo semestre de 1938 y que duró seis meses, entre el último maestro del Go, Shusai, de sesenta y seis años y el joven Otake, de treinta años, el primer maestro del Go deportivo, en que se convertiría ese juego a partir de entonces.

Conservando la esencia de su origen periodístico y trascendiendo a las alturas literarias de Kawabata, en esta novela se narra la historia de ese interminable juego y la experiencia humana de sus protagonistas, incluido el propio escritor, al mismo tiempo que va explicando la naturaleza del juego como ese hilo misterioso que une vida y juego. La novela se inicia con la noticia de la muerte del maestro de Go, Suazi, el 18 de enero de 1940, en medio de la Segunda Guerra Mundial, como un escenario que marca el fin del Japón antiguo y se ve obligado a entrar en el futuro.

Además de lectura para admirar a Kawabata, recomiendo El maestro de Go como lectura fundamental a los jóvenes periodistas, quienes encontrarán en sus páginas una escuela de singulares enseñanzas para el ejercicio de su oficio, así como de lecciones de vida que si se conocen desde ahora, costarán menos dolores aprenderlas obligatoriamente en el resto de la existencia.

La náusea
Autor: Jean-Paul Sartre
Editorial Sol90/El Colombiano, Medellín, 2004 (172 p.)

Esta reseña se justifica por una razón muy práctica, por muchos años fue difícil encontrar ejemplares de la más célebre e influyente novela del filósofo francés Jean-Paul Sartre, cuyos derechos los tenía la Editorial Losada de la Argentina, y que yo sepa, no volvió a realizar reediciones de la misma, así que los interesados en leerla, tenían que rebuscarse ejemplares viejos en bibliotecas y anticuarias, muchas veces sin suerte, ya que en su momento se le consideró una de esas lecturas peligrosas que no debieran estar en las bibliotecas públicas “políticamente correctas”, como se dice hoy, y mucho menos en las de aquellas gentes de bien, así que los pocos ejemplares circulaban desgastados de mano en mano.

Pero los tiempos han pasado, y si bien, a Sartre no se le han reivindicado del todo sus condenas morales y políticas, parece ser que si se le están reconociendo, tanto en Francia como en el resto del mundo, sus méritos literarios, en especial de su novela La náusea, a la que la crítica está considerando una novela precursora de la literatura de la segunda mitad del siglo XX, hasta el punto de llegar a considerar su importancia literaria del mismo tamaño de su importancia filosófica.

En fin, lo importante y para mayor paradoja, fue el periódico medellinense, El Colombiano, el que se encargó de hacer una amplia y económica difusión de una muy bien editada reimpresión de La náusea, rescatándola para el gusto los nuevos lectores y facilidad de aquellos que deseaban estudiarla.

Ahora y para complementar esta reseña, reproduzco lo que escribí sobre Sartre y su literatura en mi Lector Ludi-12, sobre la aproximación a la filosofía por las más importantes novelas de filósofos novelistas y que espero antoje a los lectores de estas reseñas.

A las vidas y las obras de Jean Paul Sartre (1905-1980) y Albert Camus (1913-1960), se les puede aplicar con justicia el concepto de paralelismo: corrieron equidistantes pero sin posibilidad alguna de encontrarse, pues, a pesar la espesa fama, la presunta similitud de sus ideas filosóficas e ideológicas y algunas coincidencias históricas, que los medios de comunicación, en su prisa irreflexiva, les otorgaron sin fundamento, las diferencias son más notorias que las semejanzas, en especial en lo del existencialismo, salvo en una igualdad que sólo los enaltece pero no los acerca: fueron dos magníficos filósofos novelistas, y escribieron las novelas, que en la historia de la literatura universal, encarnarían el modelo de filosofía novelada, sin que ello signifique detrimento alguno para la filosofía o la novela.

La obra filosófico-literaria de Sartre estaría representada por sus dos novelas, La náusea y Los caminos de la libertad, y sus obras de teatro, las que la crítica ha exaltado y denigrado con suficiencia, y que en la actualidad ha venido a reivindicar, con justicia, también, por su excelencia literaria, tan innegable, que bien valdría la pena volver a leer y descubrir lo que significaron sus anticipaciones para la narrativa posterior.

Pero, ¿cuál es la filosofía de las novelas de Sartre? Véase lo que dice Álvaro Restrepo Betancur, en Sartre a través de La náusea:

“Una es la clave del pensamiento filosófico de Sartre: el dualismo onto-fenomenológico del en-sí y del para-sí. La “unión específica” de estas dos regiones del Ser es lo que constituye la totalidad, lo concreto, esto es: el hombre como “ser-en-el-mundo”.

En su “grueso libro de filosofía, El ser y la nada, Sartre hace el develamiento del sentido de estas dos regiones del Ser en cuya “unión sintética” se muestra la totalidad de la existencia.

“El ser es. El ser es en sí. El ser es lo que es”.

Tal es la fórmula definitoria del ser utilizada por Sartre. La primera característica del ser contenida en la fórmula que lo define, “el ser es”, apunta hacia el carácter absurdo de la existencia. El ser existe innecesariamente, de ahí que ante la presencia de la conciencia, el ser está “de más”. Absurdo, innecesario, increado, el ser es.

Roquentin, portavoz de este pensamiento sartriano, descubre en La náusea esta absurdidad e innecesariedad del ser que lo circunda:
“Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros; cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto a los otros. De más: fue la única relación que pude establecer entre los árboles, las verjas, los guijarros”.

Hasta aquí la cita, y de nuevo la invitación a leer al Sartre novelista y al dramaturgo, de “el infierno son los otros”, en su obra Las moscas, lecturas para pensar en las inquietudes del existir.

Continuaré próximamente.

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