22 de diciembre de 2005

LECTOR LUDI-5

Los amores de Kafka y de cómo algunas grandes obras maestras se crean por despecho amoroso

Por Iván Rodrigo García Palacios

Kafka y las muchachas
Autor: Daniel Desmarquest
Editorial Edaf, Madrid, 2002 (299 p.)

Fueron dos grandes mis sorpresas con Kafka y las muchachas. La primera, que confirmaba mi hipótesis descabellada, publicada en el Literario Dominical de El Colombiano del 1º de agosto de 2004. La segunda, que confirmaba algo que yo andaba pensado sobre la obra de Kafka.

Sobra advertir que con anterioridad a la lectura del libro del francés Daniel Desmarquest desconocía cualquier referencia a ambos temas en la literatura especializada, pero, mejor, con mi asombro me alegró saber que un estudioso los tratara y así me confirmara que mis juegos con la literatura fueran más acertados.

Debo también comentar que mi interés por Kafka y su obra se me volvió a despertar después de muchos años, gracias al ensayo de Guillermo Sánchez Trujillo sobre las relaciones de El proceso con Crimen y castigo de Dostoievski, publicado, también en el Literario Dominical de El Colombiano, pero en agosto 24 de 2004. Lo que, en principio, no tenía nada que ver con el Zaratustra de Nietzsche, pero que ahora, como todo en la buena literatura, termina por estar comunicado por misteriosos vasos comunicantes que son un juego de exploración para los Lectores Ludi, así algunos académicos les apliquen sicologías y filosofías confusas, u otros, les resten toda importancia. Para mí siempre han sido un juego cuya trascendencia cada lector sabrá aprovechar. De eso es lo que se trata en esta nota.

KAFKA Y ZARATUSTRA
Mi amor platónico por Lou Andreas-Salomé me había hecho conocer que ella tuvo un encuentro con Nietzsche en el verano de 1882 en Roma, donde parece que ambos se entusiasmaron el uno con el otro, y que concluye tragicómicamente en Monte Sacro, en una isla de un lago cercano a Orta en el norte de Italia, luego de lo cual el filósofo pide casarse con la bella joven y es rechazado dos veces. Por otra parte, por mi afición por la vida y obra de Nietzsche sabía que Así habló Zaratustra fue escrito en el invierno de 1882-1883, lo que me llevó a la hipótesis descabellada de que ambas cosas podrían tener alguna relación. Y esa fue la intuición que traté de mostrar en el artículo ya citado.

De ahí que mi sorpresa fuera grande y grata al leer en Kafka y las muchachas:

“Por esos mismos días, mientras en lo más profundo del bosque Roztok el joven Kafka encandila a una chiquilla con los versículos de Zaratustra, Nietzsche muere en Weimar, aquel 28 de agosto del año 1900, diez años después de desplomarse en una calle de Turín. El dios “azar” no escatima los signos: este libro, que apareció en 1883, el año del nacimiento de Franz, ¿no tiene su origen en la herida que Lou, la muchacha rusa que se parece como una hermana a la futura Milena de Kafka, le inflingió al filósofo? Pese a ellas y a sus traiciones, las muchachas tienen el poder de suscitar libros que, en un hermoso día de verano, se entregan a otras muchachas”.

Lo anterior y otras cuantas cosas que escribe Daniel Desmarquest en las páginas 24 y 25 de su libro sobre los vasos comunicantes Kafka- Nietzsche, hacen pensar, además, ¿cuántas muchas otras bellas muchachas han sido y serán las musas inspiradoras, con los dolorosos sufrimientos del despecho amoroso, de otras tantas grandes obras maestras? Y esos son juegos para los Lectores Ludi.

KAFKA Y LAS MUCHACHAS
El ensayo de Guillermo Sánchez Trujillo sobre Kafka mostraba los vasos comunicantes de algunos personajes femeninos de Crimen y castigo con los de El proceso, así como la resolución literaria a la presunta relación incestuosa de Kafka con su hermana Ottla. Por otra parte, estaba el ensayo de Elías Canetti, El otro proceso de Kafka, que asociaba El proceso con el complejo noviazgo y rompimiento del mismo entre Kafka y Felice Bauer.

En fin, sobre este tema son muchas y deliciosas interpretaciones que se han hecho, a las que se suman las de Daniel Desmarquest, que les agrega su investigación íntima en las correspondencias, los diarios y su presencia en las novelas y otros relatos, entre las que menciono de paso, para que cada lector haga su lectura, la presencia de Milena y Julie en El castillo, o la de la señora Tschissik y Grete en América, o la misteriosa Z...

Otras muchachas, como Dora, la de los últimos días de Kafka, más anticipada en los relatos, fueron motivo para intensas sensaciones, unas placenteras otras dolorosas, del escritor, y con todas ellas Daniel Desmarquest reconstruye la compleja naturaleza sexual que motivaba e inhibía la trágica existencia del Franz Kafka que se debatía entre lo sublime de las muchachas que no deberían tener sexo y los reclamos impetuosos de la carne que las hacía repulsivas y que a él lo sumían en las tinieblas y la depresión que lo impulsaban a escribir las más extraordinarias novelas inconclusas, inconclusos como son todos los asuntos del amor despechado, y los más bellos y fantásticos relatos de la literatura universal.

Algo así como que la escritura de Kafka era un arreglo de cuentas del escritor con sus fantasmas eróticos. Esa es la revelación que ofrece el libro Kafka y las muchachas, y que, no sé todavía, si me dejó sin tema o me alegró para enfrentar esa nueva lectura de sus obras que me mostrara el tono erótico que no percibí en aquella ya lejana y juvenil lectura.

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