21 de diciembre de 2005

LECTOR LUDI-4

2666 y La comedia literaria de Roberto Bolaño

Por Iván Rodrigo García Palacios

2666
Autor: Roberto Bolaño
Anagrama, Barcelona, 2004 (1125 p.)
De haberle alcanzado la vida, Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-España, 2003) posiblemente hubiera alcanzado a escribir su Comedia Literaria de igual o mayor tamaño que la Comedia Humana de Balzac, y de su misma importancia para literatura universal del siglo XX.
Pero si no lo logró, al menos lo intento, prueba de ello, además de su obra publicada en vida, es 2666, la inmensa novela (en todos los sentidos) en la que trabajó intensamente durante sus últimos años, cuando ya sabía que moriría irremediablemente y que dejó casi terminada, por lo menos en la parte que ahora publica Editorial Anagrama, pues parece, según lo había comentado a algún amigo, que además de otros significados, el título, 2666, también sería el número de páginas que tendría de extensión.
Y es que la literatura de Bolaño, un género particular como el de los grandes, iba camino de convertirse en la gran comedia, al igual que las dos comedias que la precedían, en la que, además de la tragicomedia humana y su macabra historia del poder, Bolaño la emprendía con la literatura y los literatos, no sé si contra, pero por lo menos con una crítica corrosiva que mostraba el oro y el cobre en la carne viva y lacerada de aquellas obras y los autores a los que sometía a la aguda experiencia de su lectura, que en su columna periodística Entre paréntesis, hacía de forma directa y que en sus novelas y cuentos, sin excepción, se convertía en una forma paródica de crítica e historia literaria, de la que La literatura nazi en América y Los detectives salvajes, son dos buenos ejemplos y que en 2666, llega a su máxima expresión. Por supuesto, los lectores ludi podrán divertirse de lo lindo desentrañando toda aquella intertextualidad que, con rica ironía y cínica visión, Bolaño utiliza deliberadamente para desnudar a los emperadores de la literatura: escritores, editores y críticos, por igual.
Voy a utilizar sólo tres de sus obras, las ya mencionadas: La literatura nazi en América, Los detectives salvajes y 2666, para mostrar algo de lo dicho.
En La literatura nazi en América, a manera de manual o diccionario literario de autores y obras hipotéticos, Bolaño hace un recorrido por los escritores americanos del siglo XX, que mientras el continente era arrasado por los poderes coloniales, ellos se amancebaban, de facto o eufemísticamente, con el poder, mientras creaban una obra que les garantizara las mieles del éxito editorial y económico, hasta el punto de crear sociedades anónimas del muto elogio, en las que de manera nada disimulada participaban las grandes casas editoriales españolas y latinoamericanas. Los lectores ludi gozarán desvelando las identidades reales y sus obras, de aquellos ridículos escritorzuelos disfrazados de la sátira bien picaresca de Bolaño.
Los detectives salvajes, es una salvaje sátira sobre los poetas latinoamericanos y sobre las miserias de la industria editorial hispanoamericana, en la que los lectores ludi encontrarán que Bolaño no deja títere con cabeza.
Y, en 2666, la cosa es mucho más amplia, porque al tiempo que toma como gran estructura sistemática un extenso pedazo de la historia literaria universal, la emprende, en primer lugar, con los críticos literarios y sus manías de descubridores de tesoros fabulosos que legitiman a través del parasitario sistema académico universitario que se nutre de publicaciones exclusivas, congresos y camarillas, patrocinadas por los ingentes e inútiles presupuestos de las universidades del primer mundo, que a su vez se nutren de ellos para poder atraer a los ingenuos jóvenes que quieren llegar a ser como los miembros de aquellas cofradías elitistas: un jet set de la literatura mediatizada y mediática.
De ese jet set, una cara es la de los cuatro profesores de literatura, Jean-Claude Pelletier (francés), Piero Morini (italiano), Manuel Espinoza (español) y Liz Norton (inglesa) (los lectores ludi podrán divertirse descifrando el origen y significados de estos nombres), que fincan su éxito y prestigio en la obra y el descubrimiento de la figura e identidad del misterioso escritor alemán, Beno von Archimboldi, y quienes viven su propia aventura amorosa en el recorrido de sus investigaciones y expediciones arqueo literarias. Ellos son la cara de la comedia.
La otra cara, o contra cara, la cara de la tragedia, la pone Amalfitano, un chileno errante, “un náufrago, un tipo descuidadamente vestido, profesor inexistente de una universidad inexistente, el soldado raso de una batalla perdida de antemano contra la barbarie, o, en términos menos melodramáticos, como lo que finalmente era, un melancólico profesor de filosofía pasturando en su propio campo... etc.”, con quien tres de los profesores europeos se encuentran en Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez), en la frontera de México y Estados Unidos, a donde van a buscar a Beno von Archimboldi.
Y es Santa Teresa, o Ciudad Juárez, como ya se dijo, el otro gran escenario de 2666 y en el que se escribe la otra historia de una Historia Clandestina (ambas con mayúscula), la de los ya innumerables e impunes crímenes contra mujeres que por más de diez años se han venido cometiendo en esa región de México y que sólo en los últimos tiempos han empezado a llamar la atención sobre sus oscuras y atávicas relaciones con el poder y como flagrantes atentados contra los derechos y la dignidad humana. En La parte de los crímenes, Bolaño no escatima en nada la esencia de su escritura.
Y, pero no finalmente, en este extenso cuento, Bolaño también satiriza y desnuda los trucos e intrigas del poder y la miseria de la industria editorial...
Pero, todo ello será materia para que los lectores ludi se puedan dar un extenso y delicioso banquete de la mejor literatura latinoamericana, lástima que Roberto Bolaño ya no esté con nosotros.

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