8 de octubre de 2006

LECTOR LUDI-37

La Solidaridad como Razón,
única defensa real

contra el miedo y la necesidad


- El universo es la constante cópula de materia y energía
- Como Razón, la Solidaridad es el primer conocimiento de lo real
- La Razón Solidaria: Conocerse, conocer al otro, conocer al mundo, e imaginar...
- Y, luego, unirlo todo para repartirlo, por igual, entre todos.
-Del paraíso perdido de la solidaridad, a la tierra prometida del poder

Por Iván Rodrigo García Palacios

"Alid ex alio reficit natura, nec ullam
Rem gigni patitur, nisi morte adiunta aliena"
Lucrecio, I, 264,265 (*)


UN PAR DE PARÁBOLAS

Dos hombres, en medio de ninguna parte y en estado de casi total de inanición, sólo tienen un pedazo de pan y un trago de agua.

Las probabilidades, en diferentes grados, son: o sólo uno come y bebe, o se reparten el magro alimento y bebida.

Hace setenta mil años la especie humana estuvo al borde de la extinción, sólo un pequeño grupo de dos o tres mil Homo Sapiens Sapiens, sobrevivientes de un gigantesco cataclismo, se refugiaron en los acantilados de una remota región del extremo sur de África y, cuando las condiciones fueron convenientes, empezaron a migrar hacia el norte, como Homo-Humanos (hombres modernos). La actual humanidad.

¿Cómo lograron sobrevivir? La única explicación humana, es que repartieron el magro alimento y se protegieron entre ellos, construyendo, con las capacidades y potencialidades recientemente adquiridas, una "burbuja" mental y emocional que los convocaba a alcanzar el propósito inevitable de sobrevivir y mejorar sus condiciones de sobrevivencia y reproducción, fines fundamentales para la vida.

Posteriormente, a estos fines fundamentales, se agregaron otros fines, creados por la mente y para complementar a los anteriores: la superación del dolor y el miedo; disfrutar el bienestar y el placer; vencer la muerte. En fin, la imaginación continúa siendo el límite.

La Solidaridad no es ni emoción, ni pasión, ni sentimiento, es una propiedad de la materia y de la energía que rompen la inercia para unirse y formar nuevos objetos. Cuando materia y energía se transforman en materia viva, en ser vivo, en organismo y, específicamente, en Homo-Humano, adquieren una nueva dimensión, una dinámica, que sólo la mente humana puede dirigir hacia la construcción o la destrucción. Razón, Voluntad y Acción, en armonía y conflicto.

Pero, así como las leyes de la Solidaridad, físicas, químicas, biológicas y, las que rigen lo humano, conducen a la unión que produce un orden, igualmente, es propiedad de la materia y de la energía el que se separe esa unidad y se produzca una ruptura del orden. Esas son las leyes de lo que llamo el Egoísmo, el que se rige por las leyes contrarias a las de la Solidaridad y que, en su actuar, conducen de regreso la materia a la materia y la energía a la energía.

Como todo en el universo, construir y destruir es la constante y, en los intermedios del tiempo y el espacio, la existencia de los seres y de los objetos, en el juego de la cópula constante e inconmensurable de materia y energía.

La condición humana no es ajena a estas leyes, sólo que el Homo-Humano tiene el poder de intervenir y alterar aquellas condiciones para su beneficio o su perjuicio y, fue así, como en el devenir histórico, se encargó de que se fuera disolviendo aquella Solidaridad primigenia de los humanos, la sustancia primordial de aquel vínculo original, para irla remplazando, ya no por la unión voluntaria, sino por la reunión obligada, por la imposición, por la fuerza, por el poder. Y, el Ser Humanos, dejó de ser humanidad, para convertirse en multitud de humanos solitarios.

SOLIDARIDAD BIOLÓGICA

La Solidaridad, como una cualidad primordial de la materia y la energía orgánica, se despliega en la historia de la humanidad en el momento de la unión de las dos primeras partículas vivas y, a partir de entonces, la vida en la tierra ha evolucionado por esa unión solidaria, hasta alcanzar, con el cerebro, la máxima complejidad, conocida hasta el momento.

Pero, una es la solidaridad de la materia y la energía inertes u orgánicas, regida exclusivamente por las leyes biológicas, físicas y químicas y, otra es la Solidaridad consciente del cerebro que, a esas leyes primordiales, agrega otras leyes, las leyes de la especie, a las que ya puede controlar y modificar.

Es necesario que las especies con cerebro posean conciencia. Conciencia mínima de solidaridad de especie que, a medida que el cerebro se hace más complejo, expande su grado de complejidad, la misma complejidad variable de la solidaridad que se puede observar en todas y cada una de las especies animales y que, en el Homo-Humano, llega hasta las fronteras más lejanas: la imaginación y la metafísica.

Y, es aquí, donde la Solidaridad, más que un conocer, es un reconocer y reconocerse en los Otros. Reconocer que se es parte de un todo en el que cada cual es diferente pero que en su totalidad conforman un Uno, "El Todo es Uno", que dijera el viejo Jenófanes. Un Uno en el que cada individuo realiza su destino, el de la especie y el de las comunidades que conforma.

Células que forman órganos, órganos que conforman un cuerpo, cuerpos que engendran cuerpos; mí cuerpo y mí mente, que ya no están solos y atemorizados.

Porque la Solidaridad es, biológica y mentalmente, unión contra el miedo y la necesidad.

Porque, para vencer el miedo y la necesidad, es necesario ser solidarios, en principio, sólo solidarios.

Porque a la Solidaridad se la ha confundido o atado con otras pasiones, sentimientos e intereses de humanidad: la compasión, la piedad, la caridad, el altruismo, en fin, que, sin ser necesarias para los fines de la Solidaridad, la adornan y extienden su sentido más allá, a regiones donde la razón no alcanza, pero en las cuales, el Ser Humanos, se manifiesta como la realidad existente, total, que la razón no puede ni describir ni explicar. Ese momento, en cualquier parte del tiempo de la historia de la humanidad, en que dos humanos se reconocen y deciden que se necesitan, incondicionalmente, para ser y sobrevivir.

O, mejor, hasta el punto que aquellos dos hombres decidan conscientemente, repartir o no, el pan y el agua... sólo porque saben que se necesitan, el uno al otro, para Ser Humanos. Y, en ese instante, suspenden los cauces de la historia y subvierten las leyes de las religiones, los poderes, las ideologías y nace otra historia y otra humanidad. Y, para ello, la Razón no posee razones.

Porque la Ley de la Solidaridad, concreta y real como ella, es enfrentarse a la Ley del Egoísmo y, por el imperativo de sobrevivir, compartiendo miedo y necesidad, neutralizarlo. Es ese egoísmo, igualmente, biológico, regido por sus leyes e incluido en la mente con las mismas condiciones, es decir que, igualmente, se relaciona y confunde con las pasiones y los sentimientos negativos.

Y, he dicho repartir y no compartir. Sobrevivir es una necesidad imperante que necesita imperantemente de la Solidaridad, así y todo, la condición humana combina la necesidad con la sensibilidad...

... Y, aquí empieza el territorio de las emociones, las pasiones, los sentimientos, en fin, aquellos lugares misteriosos a la razón, pero sustanciales al sentido de la vida y el existir.

DEL PARAÍSO PERDIDO...

En la historia de la Solidaridad puede pensarse que existió un punto de quiebre en el cual se definió y categorizó su ejercicio: el momento de la expulsión del paraíso.

De la antigua Solidaridad Ideal que sólo repartía el pan y el agua y apaciguaba el miedo y la necesidad, se pasó a establecer distintos tipos de congregación: por conveniencia o por jerarquía o por la fuerza.

La Solidaridad es la decisión voluntaria y espontánea de unir fortalezas y debilidades para así enfrentar al miedo y la necesidad. Es la "Ley de la Madre", que reparte por igual y porque sí. La solidaridad, une.

Por su parte, la congregación, que si bien puede tener un origen solidario, se mantiene unida por el compromiso, la obligación, la ideología, impuestos por la fuerza y la violencia. Esa es la "Ley del Padre", que comparte -no que reparte- por las normas de la justicia que ella misma ha dictado. La congregación, reúne.

Es ese instante, el de la imposición de la "Ley del Padre", en el cual el humano se queda sólo, esa soledad de uno en medio de la multitud. Ha perdido el paraíso de la Solidaridad, ese territorio de la nostalgia que da origen a lo sagrado y, al cual y desde su expulsión, el Homo-Humano busca, "casi" que inútilmente, regresar por toda clase de caminos y senderos: el sometimiento y adoración a dioses y héroes; el dominio de la vida y la materia; la imaginación de supra o inframundos; la soberbia de considerarse dios o demonio o, al menos, ángel.

Todo inútil, la puerta del paraíso se cerró indefinidamente en el momento en que se consideró que, a pesar de saber que, siendo hijos de una misma madre, unos son superiores a otros y que estos otros son de libre disposición y utilización, herramientas creadas por la mente para enfrentar el miedo y la necesidad de uno en perjuicio del otro.

... A LA TIERRA PROMETIDA

Pero, así como la "Ley de la Madre" se fundaba sobre el paraíso, real y concreto, de la Solidaridad, la "Ley del Padre" debió sustituirlo, en el imaginario, no por una realidad concreta, que no podía efectivamente ofrecer, si no por una promesa, imposible de cumplir, suficiente para congregar y esclavizar: el mito de la tierra prometida. Un mito que sustituye a otro, instrumentalizándolo tal cual como el original.

Una tierra prometida que escamoteaba aquella Solidaridad, capaz de enfrentar el miedo y la necesidad con el poder de la unión de fortalezas y debilidades del "uno para todos y todos para uno", para remplazarla por espejismos de poder jerarquizado de castas, de guerreros y de sacerdotes. Los primeros con sus ideologías, los segundos, con sus patriotismos y, los terceros, con sus cielos e infiernos. Y, todos ellos reunidos, al costo del dolor y la penuria de los ingenuos y de los inocentes.

La tierra prometida, un lugar sin lugar en el cual el miedo y la necesidad han sido trasladados del mundo exterior al interior de las frágiles mentes humanas, como instrumentos de dominación y explotación.

Desde aquel entonces, el Homo-Humano es un nómada, un exiliado del paraíso que se siente extraño en todo lugar y en todo tiempo desde el instante mismo en que es expulsado de las entrañas de la madre y es condenado a buscar una tierra prometida que no existe mas que en el deseo de su imaginación, pero que por alcanzarla y conquistarla ha masacrado y ha sido masacrado por miles de años.

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(*) "Luego ningunos cuerpos se aniquilan:
Pues la naturaleza los rehace,
Y con la muerte de unos otros engendra".

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