13 de octubre de 2006

LECTOR LUDI-38

La historia cultural colombiana, entre el "espíritu de frustración" y la resignación católica

- Lamentos al rededor de una reseña
- Sugerencias para una lectura de nuestro "espíritu de frustración"
- La censura y el comadreo cultural

Por Iván Rodrigo García Palacios

Título: Tumbas sin sosiego, revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano
Autor: Rafael Rojas
Editorial: Anagrama, Barcelona, (2006), 508 p.

Leyendo el libro del cubano Rafael Rojas, "Tumbas sin sosiego, revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano" (Anagrama, Barcelona, 2006), que analiza esa otra guerra, la de la memoria, en la que los cubanos -los del exilio, los de la isla y los de las nuevas generaciones que, tanto adentro como afuera, ya son otros cubanos- se disputan, a muerte, al igual que en lo político -o, ¿será que todo es política?-, el derecho a considerarse los legítimos herederos y dueños del imaginario de su identidad y de su historia. O, por el contrario, a sentir que el tal legado se ha perdido, usurpado y olvidado, en una historia de quinientos años de conquistas, expropiaciones, dictaduras y totalitarismos.

En este amplio trabajo, Rafael Rojas, analiza las relaciones del imaginario cubano, en los últimos ciento y pico de años, con la cultura, los intelectuales de las distintas épocas, el poder, la política, la religión, etc., para mirar el gran escenario en el cual se debaten las diversas representaciones del pueblo de la Cuba actual -al interior y al exterior-, y lo qué le espera en un cercano futuro.

Es un libro delicioso para aquellos LECTOR LUDI aficionados a conocer los entresijos de la historia y, mucho más, la de los pueblos cercanos, tan parecida, en tantas cosas, a la colombiana. O que, por lo menos, invite a pensar que la tragedia de los pueblos de América Latina se parece y relaciona en una espiral de vasos comunicantes de nunca acabar.

UN MURO DE LAMENTACIONES

Es en ese sentido que expreso mis lamentos sin cura ni remedio.

Plantea, Rafael Rojas, el "espíritu de frustración" que se ha ido asentando en la mente de los cubanos ante el fracaso de las revoluciones que han marcado la historia de Cuba desde el intento separatista de 1868, que en 1895 se mitifican en la figura de José Martí, la misma que ha sido usurpada por las revoluciones del siglo XX -republicanas, socialistas y comunistas-, que culminan en 1959, con el derrocamiento de Batista por parte de Fidel Castro y sus guerrilleros y que instaura su gobierno comunista, ahora ya en vísperas de no se sabe qué.

A ese "espíritu de frustración" se agrega, entre muchas otras cosas, la idea o ideología de la resignación católica impuesta por los españoles a todas las gentes del imperio desde su descubrimiento y conquista en 1492 y subvertida, a medias, por las luchas independentistas del siglo XIX. Ideología que nace con la formación de la iglesia católica en la Edad Media y se rompe con la Reforma, que separa religión y política, con la consecuencia de separar las visiones de la conformación y manejo del Estado y el gobierno, en los pueblos anglosajones, pero mantiene el estado de sumisión, a una y otra, en los pueblos dominados por poderes afectos al catolicismo bajo la hegemonía española.

En fin, una más entre las múltiples hipótesis propuestas para entender y explicar la naturaleza de las identidades míticas y culturales de los pueblos occidentales y tropicales en su comportamiento individual, social y político. Múltiples hipótesis que han incluido tan diversos elementos de explicación como la genética, la geografía, el clima, la geología, la economía, etc., y de las que podría decirse con Quevedo: "Todo depende del color del cristal con que se mire".

LA FRUSTRACIÓN COLOMBIANA

Independiente de lo anterior y aparte de las diferencias y las similitudes entre los cubanos y su historia con los colombianos y la suya, se me ocurre pensar, a través del modelo de Rafael Rojas, que si bien los casos son diferentes, el "espíritu de frustración" y resignación católica, pueden ser los mismos, con la diferencia histórica de que en Cuba las revoluciones han estado separadas por significativos períodos temporales, pero que para el caso colombiano se podría decir que, dada la sucesión ininterrumpida de frustradas, pequeñas o grandes, revueltas, rebeliones y revoluciones (para no hablar de esos tremendos desbarajustes que causan las guerras de todo tipo de grupos mafiosos y de delincuencia organizada que ocasionalmente se desbordan en su poder e intereses hasta poner en vilo a la sociedad, el estado y los gobiernos), ese "espíritu de frustración" es un continuo emocional e histórico, al que, ni el más obcecado optimista, se atrevería a fijarle un final.

En esas condiciones, me atrevo a decir que, mítica, cultural, políticamente, etc., en Colombia somos como un nadie en la mitad de ninguna parte. Un pueblo resignado y frustrado, siempre a la espera y sin esperanza, sin tan siquiera mitologías de redención. Un pueblo de gentes resignadas a esperar que el día de mañana no sea peor que el de hoy: Macondo, Los Buendía, los Cien y más años de soledad, de los que dan cuenta literatura y poesía. En fin, casi un pueblo sin memoria...

... ¿La memoria colombiana? O, un revoltijo en el que todos quieren meter la mano para sus propios intereses. O, una peste de olvidos sucesivos que ni peste del olvido de Macondo.

O, sino, hágase sólo el análisis crítico de la historia de la literatura y la poesía colombiana, siempre frustrada en los escamoteos, ya por dos siglos, de la identidad mítica y cultural, en las incontables guerras civiles de pequeñas elites burguesas arribistas, emergentes, corruptas, mafiosas, delincuenciales, por pequeños y mezquinos intereses, en una lucha sin fin por tomarse el poder político y económico total, sin lograrlo nunca y arrasando de paso, anímica, física y culturalmente, al pueblo, al país, a la nación, al Estado y a cualquier posibilidad de esperanza.

Para mencionar sólo algunos ejemplos en esa historia y dejar abierta la lista, para que cada cual realice su propia lectura crítica, sugiero las obras de Rafael Pombo, Vargas Vila, José Asunción Silva, Tomás Carrasquilla, León de Greiff, Fernando González, Porfirio Barba Jacob, J. A. Osorio Lizarazo, César Uribe Piedrahita, Gabriel García Márquez, Héctor Rojas Erazo, Arturo Echeverri Mejía, Manuel Mejía Vallejo, Pedro Gómez Valderrama, Germán Espinosa, Fernando Vallejo, Tomás González, Efraim Medina Reyes...

Representan distintas épocas y frustraciones de la historia cultural colombiana. Son todos los que son, pero cada cual puede hacer su propia lista y lectura.

LA CENSURA

El más conocido instrumento del escamoteo cultural y propiamente literario, ha sido la aplicación de mecanismos de censura, que tanto en Colombia como en la Cuba de las dictaduras y la revolución de Fidel Castro, se ha aplicado en sus diferentes niveles, desde la marginación y aislamiento de escritores, poetas e intelectuales, hasta la represión total, encarcelamiento, destierro y hasta asesinato.

Pero existe un mecanismo de censura, que si bien existe en casi todas partes, en Colombia se destaca por su fastidiosa y cursi aplicación, y ese es el de las camarillas y "roscas", círculos de amigos privilegiados que se autoelogian y se autolegitiman para beneficiarse y aprovecharse de los recursos disponibles, tanto privados como estatales.

El ejemplo más grotesco es el del expresidente colombiano, Belisario Betancur Cuartas, que aprovechando su condición e influencias, se convirtió en dueño y dictador de las instituciones estatales dedicadas al fomento y apoyo de las actividades culturales y artísticas colombianas y, sólo aquellos de su camarilla y "rosca", disfrutan del tal fomento y apoyo. Suyo parece ser el Ministerio de la Cultura.

En fin, un cuento de nunca acabar.

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