Iván
Rodrigo García Palacios
Sensaciones
epicúreas
Henri Matisse, La alegría
de vivir.
Contenido:
Introducción
1.
En El Jardín de Epicuro
2.
La pedagogía epicúrea
3.
Sentir y conciencia
4.
Atracción-rechazo: placer-dolor: entusiasmo-miedo
5.
Entusiasmo, el regocijo del aliento vital
6.
Yo soy el esclavo de mis miedos
7.
La amistad y la solidaridad
***
Introducción
Para Epicuro, “el
filosofar”, “el conocer”, “la felicidad”, son estados
vitales y existenciales (no confundir estados con actividades),
íntimamente conectados, que el Homo-Humano alcanza en “la
contemplación” y en la buena compañía, cuando el conocimiento,
aquello que él descubre en “lo desconocido”, se trasforma en
“los cimientos” de su Ser y Estar en el mundo, logrando de esa
manera una vida y una existencia saludable, imperturbable y libre, es
decir, el verdadero espíritu de la naturaleza humana.
También, para Epicuro,
tales estados se desarrollan desde el mismo comienzo de la existencia
y no es necesario esperar a ser adultos para empezar a filosofar, a
conocer y a ser felices, como lo exigían Platón, Aristóteles y,
desde ellos, todos los sistemas educativos que forman Homo-Humanos
con oficio pero sin espíritu.
Mi propósito no es el de
actualizar, que bien lo ameritan, las propuestas de Epicuro, si no el
de invitar a realizar una exploración por ese pensamiento que hace
parte de la historia del espíritu de la humanidad y al que el poder
y las ideologías posteriores se empeñaron en exterminar de la
conciencia porque desvelaba sus engaños, engaños que buena falta
hace desvelar hoy cuando todavía los poderes y las ideologías
persisten en condenar a los Homo-Humanos a los infiernos de la
ignorancia y de la superstición por el miedo a “lo desconocido”
y por la esclavitud a la que los someten los vanos e ilimitados
deseos. Además, para reconocer en las propuestas de Epicuro aquellas
intuiciones que aun en su ingenuidad exploraban en aquellos
territorios que las ciencias actuales están demostrando en su
validez.
Por ejemplo, casi 2.500 años
antes que las neurociencias empezaran a demostrar que las sensaciones
son la primera y primordial aprehensión con las que los Homo-Humanos
se extrañan, modelan y se apropian del mundo, Epicuro las proponía
como el primer criterio de verdad, junto con las prenociones, las
afectaciones y las proyecciones imaginativas.
Igual anticipación realizó
Epicuro en la comprensión y en la acción de las manifestaciones del
placer y del dolor, del ejercicio de la amistad, de la solidaridad y
de la lucha contra la superstición y la ignorancia, asuntos que él
propuso, practicó y enseñó, pero los que, las filosofías, las
ciencias y las ideologías, hasta el día de hoy, aun son temerosas a
proponer como fundamentos primordiales de una sana y feliz vida
individual y social, porque van en contra de los intereses de los
poderosos y de las ideologías que imponen su dominio y sometimiento
por medio del miedo.
Y con razón, porque las
propuestas vitales y existenciales, prácticas y teóricas, de
Epicuro para ser felices, imperturbables y libres de los miedos y
temores con los que la ignorancia impone la superstición, son una
amenaza real y concreta que subvierten al poder y a las ideologías
de dominio por las que a los Homo-Humanos se les alienan y enajenan
la conciencia, la voluntad y la actividad, para que los poderosos los
exploten a su arbitrio y para su beneficio.
Para que los Homo-Humanos
alcancen el estado de imperturbabilidad y logren ser libres tanto del
temor a las acciones ineludibles de la naturaleza como al de las
manipulaciones de los poderosos y de las ideologías, Epicuro propuso
y enseñó, como un todo indivisible, sus doctrinas sobre el conocer
la naturaleza de la Naturaleza, la naturaleza de la existencia y
sobre el bien vivir, como fundamentos por medio de los cuales superar
el miedo a lo desconocido y a no caer en la adicción a los vanos e
ilimitados deseos.
Si bien Epicuro no
desarrolló una teoría del conocimiento de manera acabada, sus
enseñanzas y las formas de impartirlas, en las que teoría y
práctica se conjugan, son una pedagogía que iba más allá de la
tradicional paideia griega: la de la poesía, los sofistas, la
Academia, el Liceo, la Stoa, el escepticismo, etc. Es por ello que la
pedagogía epicúrea, mirada a la luz de los actuales avances de las
ciencias, se corresponde de manera acertada con la naturaleza del
aprendizaje del Homo-Humano.
De acuerdo con Epicuro y
según los actuales descubrimientos de las neurociencias, el proceso
de aprendizaje y desarrollo del conocimiento se inicia con el sentir,
las sensaciones y, a partir de allí, el cerebro procede a imaginar,
ordenar, nombrar, representar, pensar, decidir, actuar, memorizar, de
manera sucesiva y acumulativa, es decir, conocer, es hacer parte del
Ser lo que se siente y, el conocimiento, es “el cimiento” del
Estar en el mundo.
Parodiando a Descartes, se
podría decir que Epicuro lo hubiera expresado así:
Siento luego existo.
Existo luego pienso.
Pienso luego soy.
Pero, independiente del
valor o de la validez científica de las doctrinas epicúreas,
extensamente discutidas y estigmatizadas, mi interés se dirige a
sugerir su lectura y su estudio por el beneficio y la bondad que en
la actualidad pudiera obtener cada persona de su visión del mundo y
del propósito que se propone para la existencia: el conocimiento de
la naturaleza de la Naturaleza y el conocimiento de la naturaleza de
la existencia como fundamentos por medio de los cuales alcanzar una
vida libre de miedo, imperturbable y saludable, porque, para ello, es
necesario tener un sentido de la propia existencia que la haga libre
de la ignorancia, de la superstición, de los vanos e ilimitados
deseos, del miedo, con los que los poderosos y las ideologías nos
someten, dominan y explotan como a animales domésticos.
Por ello, propongo seguir,
como acción liberadora, el consejo que Epicuro ofrece en su Epístola
a Meneceo:
“(122) Que nadie,
mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a
viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del
alma, nunca se es ni demasiado viejo ni joven.
Quien afirma que aún no le
ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que
para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó
atrás. Así pues, practiquen la filosofía tanto el joven como el
viejo; uno, para que, aún envejeciendo, pueda mantenerse joven en su
felicidad gracias a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda
ser joven y viejo a la vez mostrando su serenidad frente al porvenir.
Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos reportan
felicidad, porque, si disfrutamos de ella, lo poseemos todo y, si nos
falta, hacemos todo lo posible para obtenerla” 1
Pero, es necesario advertir
que el epicureísmo no es ninguna terapia de medicina para el alma
como las que ofrecían los filósofos y las escuelas filosóficas
griegas anteriores o contemporáneas de Epicuro o como las terapias
psicológicas y filosóficas actuales.
Si se ha entendido bien,
para Epicuro “el filosofar” es vivir en un estado de vida
natural en el que se procura “la felicidad”, es decir, la
ausencia del dolor, dolor físico, mental o anímico, por “el
conocer”. Estado que se alcanza llevando a cabo una existencia,
desde el nacimiento hasta la disgregación final de los átomos del
cuerpo, acorde con las leyes de la Naturaleza y con la naturaleza del
Ser humanos, mientras se convive en una comunidad de amistad y
solidaridad regida por los sentimientos y por unos sencillos pactos
comunes. Comunidad en la que también se “contempla”, se
reflexiona e investiga sobre la naturaleza de la Naturaleza y sobre
la naturaleza de la existencia a partir de los principios propuestos
por el maestro y desarrollados por los discípulos.
Ese es “El Jardín de
Epicuro”.
1.
En El Jardín de Epicuro
La
vida cotidiana de Epicuro y la de los miembros de su comunidad bien
se puede deducir a partir de la lectura de sus obras, las de sus
discípulos y las de Lucrecio y Diógenes Laercio y otros biógrafos.
La
del Jardín fue una comunidad aislada de toda relación con la polis,
conformada por personas que, sin diferencias de edad, sexo, raza,
condición o clase socio-económica, convivían como amigos, unidos
por una solidaridad muy específicamente definida y sin otra
jerarquía entre ellos que la de maestros y discípulos, todos
comprometidos con la autosuficiencia doméstica y con la reflexión
sobre las doctrinas del maestro.
Porque
para Epicuro la práctica de la actividad doméstica era igual de
fundamental en el desarrollo de las teorías, pues, el vital y
acertado conocimiento de la naturaleza, era el elemento en el que se
sustentaba el poder de cada persona para llevar una vida feliz, libre
e imperturbable.
Eso
también puede ayudar a explicar el por qué Epicuro, en su obra
conocida y según los testimonios de sus discípulos y biógrafos, no
desarrolló ni concretó un sistema acabado y completo de sus teorías
físicas, lógicas y éticas. Porque él, a diferencia de Platón,
Aristóteles y los maestros de las escuelas filosóficas de su
tiempo, autores de complejas teorías y elaborados tratados, no
consideraba ni al conocimiento ni a la existencia como algo acabado y
completo, sino como algo dinámico y en permanente trasformación y
desarrollo, por lo que era necesario reflexionar, conocer, practicar
y desarrollar constantemente.
Según
Epicuro, los Homo-Humanos decidimos o ser esclavos y víctimas de la
ignorancia y la superstición o ser dueños de nuestro cuerpo y
artífices de nuestra existencia por medio del conocimiento, es lo
que enseña y enseña a aprender en los pocos escritos rescatados y
conservados de su extensa obra y enseñanzas. O vivir en El Infierno
de muerte y dioses o en “El Jardín” de la la vida, de la
imperturbabilidad (ataraxia) y de los amigos solidarios. Esto
lo propuso hace casi veinticinco siglos y las cosas siguen igual o
peor.
2.
La pedagogía epicúrea
Epicuro
expuso su paideia o pedagogía para aprender y comprender su
pensamiento en sus epístolas y máximas de manera sencilla y
sucinta. En su Epístola a Heródoto resume en los primeros párrafos
su pedagogía y, en el resto de la epístola, su filosofía natural y
existencial, su lógica y su ética, las cuales son una unidad
indivisible e inseparable. En su Testamento, sus Epístolas a Meneceo
y a Pitocles, las Máximas capitales, las Sentencias vaticanas y
otros fragmentos, enseña sobre por qué no temer ni a los dioses ni
a la muerte, así cómo a llevar una vida saludable e imperturbable.
También son documentos fundamentales, el poema de Tito Lucrecio
Caro, De rerum natura y el Libro X de las Vidas de los filósofos
ilustres, de Diógenes Laercio, en el cual se preservaron los pocos
escritos conservados de Epicuro. Igual, las opiniones de sus
contradictores y sus enemigos filosóficos y teológicos.
Ya
que, tanto esas epístolas como el resto de su obra conservada, son,
además de breves, suficiente ilustración, me abstendré de
explicaciones y comentarios, existe abundante y buena bibliografía
al respecto. Lo que me interesa y en adelante expondré, es la
interpretación, a partir de los conocimientos actuales, sobre
aquellos asuntos que para Epicuro fueron fundamentales: la sensación,
el placer y el dolor, el entusiasmo y el miedo, la amistad y la
solidaridad, como fundamentos para el conocer y el vivir una
existencia imperturbable y saludable.
A
continuación, propongo mi interpretación a la pedagogía de Epicuro
y reproduzco, a manera de ilustración, los primeros párrafos de la
Epístola a Heródoto.
En
los primeros párrafos de la Epístola a Heródoto, Epicuro propone
de manera sencilla y breve la pedagogía que deben seguir aquellos
que desean dedicarse al estudio de la naturaleza de la Naturaleza y
de la naturaleza de la existencia, con la finalidad de alcanzar una
vida libre, saludable e imperturbable, asuntos estos que están en
íntima correspondencia los unos con los otros, porque, conocer la
naturaleza de la Naturaleza, es conocer la naturaleza de la
existencia, esa existencia sobre cuya teoría y práctica se
reflexionaba y ejercitaba en El Jardín.
Ateniéndose
al propósito de la Epístola a Heródoto, es necesario considerar
que Epicuro compendia los aspectos generales de su pedagogía, los
cuales, como todos los demás asuntos tratados en la carta, debieron
haber sido expuestos de manera amplia y particular en otra de sus
obras como todos los demás.
Sin
embargo y a diferencia de todos los demás asuntos de la epístola,
esa pedagogía ha pasado inadvertida para sus estudiosos e
interpretes, porque no han considerado que lo primero y lo que
Epicuro antepone al estudio de sus teorías, es el cómo se debe
enseñar y el cómo se aprende, es decir, los fundamentos de su
pedagogía, que es lo primero que él compendia y explica antes de
proceder a compendiar sus teorías. Valga la pena aclarar que
Diógenes Laercio si interpretó correctamente la pedagogía
epicúrea, pero su interpretación fue también ignorada.
Esa
situación de inadvertencia o ignorancia podría deberse a dos
motivos, el primero, todos los que se han interesado por las
propuestas epicúreas, han partido del supuesto de que los procesos
de enseñanza y aprendizaje se realizan por el desarrollo mecánico
de la razón: memorizar, comprender e interpretar, algo que, si bien
ha cambiado en las últimas décadas con la aplicación a las
pedagogías de algunos elementos lúdicos y la aceptación de la
existencia de otras inteligencias diferentes de las inteligencias
lógico-matemáticas, todavía no se ha considerado el verdadero
sentido y propósito de la pedagogía epicúrea.
El
segundo, que todos los interpretes se han interesado sólo por la
comprensión e interpretación de las teorías físicas, lógicas y
éticas de Epicuro, sin tener en cuenta que para él lo más
importante es alcanzar, a través del estudio y del conocimiento, el
estado de imperturbabilidad, libre de miedos, es decir, el estado de
felicidad, porque el estudio y el conocimiento son los medios y no el
fin.
En
este contexto y a diferencia de cualquiera otra pedagogía, para
Epicuro el fin es y está en en el mismo principio: la enseñanza y
el aprendizaje se desarrollan a partir del sentir para luego
desarrollar el pensar. Es decir, se parte del estado natural del
cuerpo que siente el mundo y que alcanza su estado de
imperturbabilidad porque conoce y siente el lugar en el que habita de
acuerdo con su naturaleza y con la naturaleza del mundo.
Si se hace una lectura
adecuada de la epístola, se advierte que Epicuro inicia con una
introducción en la cual explica el propósito de su compendio como
un resumen útil y práctico para recordar, permanentemente y de
manera general, los aspectos particulares que ya han sido estudiados
y aprendidos en las obras especializadas, pues así se podrá avanzar
rápidamente en los estudios e investigaciones.
Una vez concluida la
introducción y antes de proceder a resumir sus teorías, Epicuro
inicia con el asunto más importante de sus propuestas, su pedagogía,
es decir, qué, cómo y porqué, enseñar y aprender:
“Primero, por cierto, es
preciso, Heródoto, haber ya captado lo que subyace a las palabras”.
Porque, eso que subyace a
las palabras es:
“Y es preciso además
preservar totalmente tanto las sensaciones como simplemente las
presentes proyecciones aprehensivas, ya de la reflexión, ya de
cualquiera otro de los criterios, e igualmente las pasiones que
[actualmente] se hallan presentes [en nosotros], a fin de que
tengamos [algo] mediante lo cual inferir por indicios tanto lo que
espera [confirmación] como lo no evidente”.
A partir de allí, lo que
sigue es sentir y pensar.
***
“Epístola a Heródoto
(fragmento) 2
(35) 3
Epicuro saluda a Heródoto.
A quienes no puedan,
Heródoto, precisar 4
cada una de las cuestiones descritas por nosotros acerca de la
naturaleza ni examinar con atención los libros mayores de los que
[hemos] compilado les preparé un epítome de [mi] obra toda para que
retengan de modo suficiente el recuerdo de las opiniones 5
más generales, a fin de que puedan ayudarse a cada preciso momento
en las cuestiones más decisivas 6
en la medida que se apliquen a la especulación acerca de la
naturaleza.
Además, a quienes han
progresado de modo suficiente en la revisión de las cuestiones todas
les es preciso recordar un esbozo 7
elemental de [mi] obra toda, pues precisamos 8
más a menudo de una aprehensión 9
de conjunto, mas no (36) igualmente [de una] detallada. Así
pues, hay que dirigirse continuamente hacia tales cuestiones
producir en el recuerdo aquello a partir de lo cual tal aprehensión
tendrá más autoridad 10
sobre los hechos 11,
además de [poder] alcanzar todo conocimiento exacto en detalle una
vez bien comprendidos 12
y recordados los esbozos más generales. Puesto que para el
perfectamente iniciado [en este estudio] el poder servirse
rápidamente de aprehensiones, una vez reducidas cada una de las
cuestiones 13
a simples principios elementales y fórmulas, constituye lo más
decisivo de todo conocimiento exacto, pues la concentración de un
repaso continuo de las materias todas no puede generar conocimiento 14
si no puede abarcar en sí misma, mediante breves fórmulas, todo lo
que [anteriormente] se hubiera precisado en (37) detalle. Es
por esto que, al ser ciertamente útil un método tal a todos los
familiarizados con el estudio de la naturaleza, [yo], que recomiendo
el ejercicio continuo en este estudio y que disfruto en grado sumo de
una vida tal, produje para ti este epítome y exposición elemental
de las opiniones todas.
Primero, por cierto, es
preciso, Heródoto, haber ya captado 15
lo que subyace a las palabras 16
para que refiriéndonos a ello podamos juzgar las cuestiones que son
objeto de opinión 17,
las relativas a la investigación o a cuanto se mantiene en duda, a
fin de que todas las cuestiones no , para nosotros
que demostramos, indeterminadas al infinito ni tengamos palabras (38)
vacías, pues es de necesidad observar 18
la primera noción de cada palabra y no precisar de ninguna
demostración adicional si efectivamente vamos a tener algo a lo que
referir las cuestiones relativas a la investigación, lo que se
mantiene en duda o las cuestiones que son objeto de opinión. Y es
preciso además preservar totalmente tanto las sensaciones 19
como simplemente las presentes proyecciones aprehensivas 20,
ya de la reflexión, ya de cualquiera otro de los criterios, e
igualmente las pasiones que [actualmente] se hallan presentes 21
[en nosotros], a fin de que tengamos [algo] mediante lo cual inferir
por indicios tanto lo que espera [confirmación] 22
como lo no evidente.
Y habiendo distinguido estas
cosas, reparar 23
ahora en lo no evidente. Primero, que nada deviene a partir de lo no
ente, pues todo devendría de todo, sin precisar además [en] nada de
semillas. (39) Y si lo que desaparece se corrompiese hacia lo
no ente, todas las cosas [reales] 24
se habrían ya destruido, al no existir algo en lo cual disolverse.
Y en verdad, además, el universo 25
(22) fue siempre tal como es ahora y siempre será tal, pues no
existe nada hacia lo cual [pueda] cambiar. Pues no existe nada además
del universo que, habiendo ingresado a éste, pudiera producir
cambio”.
3.
Sentir y conciencia
Como
lo dijo Epicuro, de acuerdo con la interpretación de Diógenes
Laercio, y lo que las actuales neurociencias están demostrando, es
que el Homo-Humano empieza a construir su Ser y Estar en el mundo
desde el sentir, desde la sensación:
“(31) [...] los
criterios de la verdad son las sensaciones (aistheseis), las
prenociones (prolépseis) y las afectaciones (páthe),
y los epicúreos añaden las proyecciones imaginativas de la mente
(phantastikaí epibolaí tês dianoías)” 26
Más adelante agrega:
“(33) La prólepsis
(impresión, impronta, “imprintig”), dicen los epicúreos,
es como una comprensión (katálepsis), una opinión recta, un
pensamiento (énnoia), una noción general que está en
nosotros como un recuerdo (mnéme), de lo que muchas veces se
nos ha presentado desde fuera. Por ejemplo, aquello que se me está
presentado de esa manera es un hombre. Porque en el momento mismo en
que se dice hombre, gracias a la prólepsis, se piensa, al
mismo tiempo, en su imagen genérica (týpos), según las
sensaciones que antes se han tenido. Para todo hombre, pues, aquello
que es primeramente significado en él se nos presenta como evidente.
Y nosotros no podríamos llevar adelante investigación alguna, si no
tuviéramos ya de antemano algún conocimiento. Por ejemplo, cuando
decimos: ¿aquello que hay allí es un caballo o un buey? Porque para
hacer tal pregunta es preciso haber conocido alguna vez la forma
(morphé) de caballo o de buey. No podríamos, pues, nombrar
cosa alguna, si antes no conociésemos, por medio de la prólepsis,
su imagen genérica, su týpos. Las prolépseis son,
pues, evidentes” 27
Al
final de sus comentarios, Diógenes Laercio establece la diferencia
entre el conocer por las sensaciones y la opinión que se forma a
partir de ellas:
(34) »La opinión la
califican de suposición, y la consideran verdadera y falsa. Si es
confirmada por otros testimonios y no resulta contradicha por
ninguno, es verdadera. Pero si no es confirmada por testimonios y es
contradicha, resulta falsa. Por eso introdujeron la calificación de
“en expectativa”, por ejemplo en expectativa de acercarse a la
torre y conocer cómo es de cerca.
»Dicen que hay dos
afecciones, el placer y el dolor, que se presentan a todo ser vivo, y
el uno es connatural y el otro extraño. Por uno y otro decidimos
nuestras elecciones y rechazos.
»Y que entre las
investigaciones las unas versan sobre los hechos, y las otras, sobre
la palabrería huera» 28
***
Determinar
el origen del universo y de todo lo que en él es y existe supone
enfrentarse a un doble salto al vacío. Por una parte, un salto al
vacío metafísico de la previa existencia de un creador, una causa
primera y, por la otra, un salto al vacío físico que plantea
Stephen W. Hawking: nada existía y todo comenzó a existir. Una nada
creada y una nada increada.
Lo
cierto es que el universo existe y que en él yo existo, siento y
tengo conciencia. Es sobre ese existir, sentir y el tener conciencia
lo que ahora me interesa explorar.
Ya
las neurociencias están cerca de mostrar qué son, porqué y cómo
funcionan y para qué sirven, las sensaciones y la conciencia en los
seres vivos, así que, mientras eso sucede, cualquier exploración
que se realice sobre ellas, será necesario referirla, por una parte,
a aquello que ya está establecido y, por la otra, a los supuestos
que de ello puedan deducirse. En consecuencia, el único punto de
partida cierto desde el que se puede iniciar una exploración sobre
las sensaciones y la conciencia, es el hecho de que los seres vivos
están compuestos de materia y energía organizadas y que, por tanto,
su Ser y Estar en el mundo, son el resultado de las propiedades y
cualidades de esa materia y energía.
Si
se parte del hecho cierto de que es propiedad de la materia el
reaccionar: atraer, rechazar y trasformarse y que en ese reaccionar
se originan todas las propiedades y cualidades de la materia del
universo, se puede decir que es en la reactividad en donde se origina
la cualidad primordial del sentir como propiedad de la materia viva,
entonces, se puede decir que la conciencia es sentir que se siente.
Saltando
por sobre todas las manifestaciones de la materia en el universo y
partiendo de la manifestación de esa materia como la materia viva
que es el Homo-Humano, se puede decir que éste es una manifestación
en la cual la materia se siente a sí misma, sabe que se siente y
memoriza y tiene recuerdos de lo sentido y que con ese saber inventa
un nombre y un sentido para ese sentir. Esa sensación es la
conciencia y la acción de nominar es el consciente. El sentido que
se le da a ese sentir, es ya un invento más complejo.
Permaneciendo
en ese nominalismo, los nombres para las reacciones de la materia
viva en el Homo-Humano, son placer y dolor y las trasformaciones son
las acciones que esa materia ejecuta para mantenerse, permanecer, el
“conatus” de Spinoza:
“PROPOSICIÓN
VI
Cada cosa se esfuerza,
cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser.
PROPOSICIÓN
VII
El esfuerzo con que cada
cosa intenta perseverar en su ser no es nada distinto de la esencia
actual de la cosa misma.
PROPOSICIÓN
VIII
El esfuerzo con que cada
cosa intenta perseverar en su ser no implica tiempo alguno finito,
sino indefinido” 29
Las
reacciones, la reactividad, se producen y organizan por códigos 30
físico-químicos de atracción - rechazo. Las sensaciones 31
parten de esos códigos para organizarse en códigos sensoriales
(qualia) 32
en los que las células se especializan (por estos códigos, al igual
que se hace con los lenguajes, se conservaría la memoria). ¿Serán
esos qualia “las sutiles partículas” con las que, según
Epicuro, el alma experimenta las sensaciones? 33
El
cerebro, como tal, y el organismo, en general, se organizan y
funcionan de acuerdo con esos códigos. Para empezar, la primera
organización es y está determinada por el código genético, el
genoma, a partir del cual se desarrollan todos los demás códigos.
Todas
y cada una de las células, individual o colectivamente, tienen,
hacen parte y construyen esos códigos y se especializan en ellos.
Las hay que son especializadas desde su generación, las hay que se
irán especializando una vez son activadas por estímulos y las hay
pueden cambiar de especialización. Esta plasticidad 34,
“modelaje”, se sucede por el proceso de “imprintig” y
por la epigenética, así como también por la acción voluntaria del
individuo y por los efectos del Ser y Estar en el mundo.
Lo
anterior explica por qué el cerebro es un gran mecanismo de
codificación y decodificación de todo lo que el cuerpo siente,
sentir que codifica y decodifica para que funcione organizado;
organización que puede ser más o menos permanente, es decir,
construye, mantiene, trasforma o desarrolla nuevos códigos que
permanecen y evolucionan.
A
partir de allí se forma la mente, que es la personalización del
cerebro 35,
porque la plasticidad del cerebro permite que la mente se
personalice, es decir, cada individuo será único, así comparta
rasgos biológicos y psicológicos con los demás miembros de su
especie.
Serán
esos códigos los que se traducirán como imágenes y lenguajes cada
vez más complejos, en la medida en la que el cerebro y el organismo
se hacen más complejos. Y serán también, tales códigos, con los
que los Homo-Humanos desarrollan y construyen, en el espacio y en el
tiempo, las extensiones 36
de sí mismos, a partir de su propia materia y con la materia del
mundo en el que habita: su Ser y Estar en el mundo.
La
primera de esas extensiones es, sin lugar a dudas, la conciencia, es
decir, la propiedad de sentir que se siente y que se tiene memoria de
ese sentir.
De
ahí en adelante, las extensiones que ha desarrollado y construido el
Homo-Humano son incontables, es una historia que es la historia de su
cuerpo y de la humanidad.
Con los sentidos el
Homo-Humano crea la realidad 37,
eso que se llama Ser y Mundo, e inventa los códigos para nombrarlos
y los objetos para manipularlos y organizarlos a su imagen y
semejanza: Yo, el otro, sujetos, objetos, colores, formas, imágenes,
calor, frío, sabores, sonidos, olores, espacio, tiempo, imaginación,
pensamiento, conceptos, lenguajes (señas, señales, signos,
símbolos, códigos, números, palabras, etc.), ciencias, filosofías,
artes, artefactos concretos y abstractos, máquinas y culturas, en
fin, todas las herramientas habidas y por haber con las que el
Homo-Humano siente y explica que él Es y Existe.
4.
Atracción-rechazo: placer-dolor: entusiasmo-miedo
Hasta
ahora, las ciencias han demostrado que los Homo-Humanos son
conscientes de su conciencia, es decir, que han construido los
códigos y las extensiones de sí mismos mediante los cuales nominan,
interpretan y recuerdan, sus propias sensaciones, las sensaciones de
los otros y las comparten entre sí. A partir de esos procesos han
construido su Ser y Estar en el mundo, individuales y colectivos, los
que, como todo en el universo, están en permanente cambio y
evolución.
Como
ya se dijo antes, las sensaciones son las manifestaciones de la
reactividad de la materia: atracción-rechazo, las que en la materia
orgánica se manifiestan como placer-dolor, las mismas que el
Homo-Humano también ha interpretado y nominado como entusiasmo-miedo
38
y, a partir de allí, ha construido el consciente y todas las
extensiones de sí mismo con las que manifiesta y se manifiesta su
Ser y Estar en el mundo.
La
reactividad, en su funcionamiento primordial, es la expresión de un
código físico-químico de atracción-rechazo por el que se afecta y
se trasforma el estado de la materia. Como placer-dolor, esa
reactividad es un código que informa a la materia sus estados de
estabilidad y cambio. Como actividad consciente, el Homo-Humano ha
codificado y nominado a algunas de sus reacciones como
entusiasmo-miedo, o sea, ha codificado y nominado aquello que le
informa su cuerpo y a su cuerpo de que disfruta de estados de
estabilidad o que su estado está siendo afectado y trasformado por
materia o por códigos externos.
También,
como mecanismos de recompensa-castigo, tanto el placer y el dolor
como el entusiasmo y el miedo, operan de formas y maneras
diferenciadas, según sus causas, intensidad y duración.
En
fin, lo anterior no son más que la simplificaciones de asuntos que
las ciencias explican y explicarán más detalladamente, lo que me
interesa es reflexionar sobre algunas de las interpretaciones y
extensiones que el Homo-Humano ha construido a partir del entusiasmo
y del miedo.
En
términos generales, el entusiasmo y el miedo han sido interpretados
y convertidos en las extensiones de estados ideales completamente
ajenos a la realidad del Ser y Estar en el mundo de los Homo-Humanos
y por medio de los cuales se han manipulado sus manifestaciones como
premios o castigos de mecanismos de sometimiento y dominio.
***
Si
el entusiasmo es una manifestación del placer, el miedo será la del
dolor.
Tanto
el entusiasmo como el miedo están inscritos como propiedades y
cualidades de mi carne, el primero informa y expresa sobre la salud
del cuerpo, el segundo, informa y expresa sobre los riesgos y
peligros que lo amenazan.
El
entusiasmo expresa la potencia del cuerpo, el miedo es la expresión
de su fragilidad.
En
términos de experiencias, se podría decir que mi cuerpo y yo somos
más propensos al miedo que al entusiasmo, de ahí que se pueda
pensar que el miedo, más que el entusiasmo, afecta al Homo-Humano y
que es más por miedo, que por el entusiasmo, por lo que los
instintos, los deseos y la voluntad actúan.
5.
Entusiasmo, el regocijo del aliento vital
Para
dejarlo claro desde ahora. El entusiasmo del que voy a hablar poco o
nada tiene que ver con los conceptos y estados de frenesí,
embriaguez, exaltación, inspiración, delirio, ilusión, etc., con
los que se le asocia, funde y confunde, como locura divina, estado
alterado de ánimo o de consciencia, experiencia mística o de
éxtasis o los similares, todos ellos asociados con asuntos sagrados
o religiosos y con sus manifestaciones de exaltación física o
psicológica, colectiva o individual. Esas fusiones y confusiones
también se extienden a aquellas manifestaciones asociadas con
eventos políticos, deportivos, festivos, etc.
El
entusiasmo al que me refiero es la sensación placentera de plena
satisfacción anímica y plenitud vital que se experimenta al momento
de emprender y estar realizando una acción o actividad física o
mental que provoca placer a pesar del esfuerzo y que produce un
estado de alegría y regocijo al momento de alcanzar el resultado
esperado o que impulsa a continuar hasta lograrlo.
Por
ser una experiencia y un estado fisiológico y psicológico que puede
alcanzar una alta intensidad que se manifiesta y afecta la totalidad
del cuerpo y del ánimo, es que se le ha fundido y confundido con
estados alterados tanto de conciencia como psicosomáticos.
El
entusiasmo es una experiencia que se puede provocar también por
medios artificiales externos, pero mucho mejor y más saludable será
el que se suceda de manera natural y voluntaria.
Ahora
bien, el entusiasmo es un estado natural cuya función biológica es
informar al cuerpo y a la mente de que se está en la plenitud de las
condiciones fisiológicas y anímicas, suficientes y necesarias para
actuar, al mismo tiempo que es también una recompensa placentera,
fisiológica y anímica.
Visto
así, el entusiasmo es un estado hacia el cual el cuerpo, la mente y
el ánimo, dirigen sus funciones tratando de mantenerse en permanente
equilibrio dentro de unos parámetros fisiológicos y anímicos en
constante cambio. En otras palabras, el entusiasmo es un indicador de
la homeodinámica de cuerpo y mente.
Las
ciencias han demostrado de muchas maneras que mantener una vida
activa, dinámica y entusiasta, incrementa las probabilidades de una
vida saludable, porque se optimiza la gestión de los recursos y
porque el sistema inmunológico funciona con mayor agilidad y
eficiencia.
Como
estado de conciencia, el entusiasmo es un estado placentero que el
Homo-Humano desea conscientemente mantener permanente como estado
saludable del cuerpo y de la mente.
Sin
embargo, también se sabe que el entusiasmo es un estado ondulante
que se sucede desde el principio hasta el fin de la vida, pero el que
y dada la complejidad y la sensibilidad extrema de los indicadores
homeodinámicos, es difícil, pero no imposible, conocer y hacer
funcionar en los procesos fisiológicos y en los estados conscientes
adecuados para lograrlo.
Las
ciencias biológicas han alcanzado amplios y precisos conocimientos
sobre el funcionamiento del cuerpo y de la mente, así como de la
intervención sobre sus procesos. Por su parte, las ciencias del
comportamiento humano han sido más lentas en asumir, elaborar y
desarrollar, como propios, los conocimientos de las ciencias
biológicas, porque todavía consideran que lo humano es una
excepción y que, por tanto, no puede estar determinado por lo
biológico, lo cual carece de fundamentos tal y como puede leerse en
las referencias bibliográficas que sugiero a continuación 39.
Por
fortuna, ese prejuicio de excepcionalidad de lo humano se está
erradicando y ya son muchos los científicos y filósofos de la
naturaleza humana que están revisando y actualizando los principios
y materias sobre los que se han fundamentado sus conceptos e
hipótesis sobre la naturaleza humana, así se sientan temerosos e
inseguros para teorizar sobre las que, reverentemente, todavía
llaman cualidades superiores del Homo-Humano.
Una
de esas funciones superiores del cuerpo y de la mente del Homo-Humano
que todavía atemorizan a científicos y filósofos, es la de la
intencionalidad, las motivaciones para actuar y pensar, las causas
que las desatan, los estados que las provocan, los mecanismos que las
controlan, los premios y castigos que las afectan, etc., aunque ya
aceptan que es posible manipularlas y así lo hacen.
El
entusiasmo es una de esas funciones superiores de la motivación que
involucra la totalidad del cuerpo y de la mente del Homo-Humano, pero
la que, por su complejidad, ha sido motivo de prejuicios y
confusiones, pero también materia de reflexión en la que los más
sabios desde la antigüedad intuyeron su verdadera naturaleza;
intuiciones que si bien han sido negadas, reprimidas,
malinterpretadas y hasta perseguidas, al reconsiderarlas, a partir
de los actuales conocimientos, recobran su plena validez
anticipatoria y precursora.
Una
mirada a la historia de la humanidad muestra que los Homo-Humanos,
desde que son tales, inventaron, realizaron y conservaron prácticas
mediante las cuales propiciar y festejar su aliento vital y con las
que, si bien y por un lado, se han manipulado los unos a los otros,
también y por fortuna, han conservado y desarrollado lo mejor de su
humanidad: la expresión de su sentir como punto de partida de su
pensar.
El
sentir, como objeto de conocimiento, es más claro, aun cuando no
menos complejo, para las ciencias que para las filosofías.
Para
las ciencias biológicas es claro que el sentir se corresponde con
las sensaciones y con las reacciones que estas provocan, tanto desde
los aspectos meramente físicos-químicos, como hasta los ya más
complejos aspectos fisiológicos y mentales.
Por
el contrario, las filosofías y las ciencias de lo humano, todavía
son tímidas en sus consideraciones sobre los más complejos asuntos
de la naturaleza que hacen humano al Homo-Humano.
Las
filosofías se complican en elaboradas interpretaciones esencialistas
y trascendentalistas sobre el origen, la esencia, la trascendencia,
la razón y las consecuencias del sentir y de las sensaciones, hasta
el punto de no considerar relación, conexión o correspondencia
alguna entre lo fisiológico y lo mental, los sentidos y los
sentimientos, etc., con aquello que conceptualizan como lo sensible,
hasta el punto de negar o, al menos, ignorar, que lo uno y lo otro
son una y la misma cosa. Las filosofías permanecen aferradas en
mantener la inexistente dualidad de cuerpo y alma, así como de la
existencia de un también inexistente “más allá” de la
naturaleza humana que, según ellas, hace que el Homo-Humano sea una
excepción en el universo.
Por
cualquier lado que se le contemple, lo que hace humano al Homo-Humano
es la conciencia que se hace consciente de sentir.
Como
ya se dijo antes, sentir es una cualidad constitutiva de la materia;
cualidad que, en su mínima expresión, se manifiesta como la
propiedad que tiene la materia de reaccionar, por atracción y
rechazo, en sí misma y con la demás materia.
A
partir de esa reactividad, la materia se organiza y desorganiza en
objetos más complejos y cuanto más complejos los objeto, más
compleja será esa reactividad.
Esa
complejidad es la que se da en los seres vivos y, en el mayor grado
conocido, la que se presenta en los Homo-Humanos, en quienes el
sentir se hace conciencia y esa conciencia se inventa el consciente.
En
fin, los asuntos que ahora me importan son los de las manifestaciones
y las expresiones del sentir y del entusiasmo como una de las
manifestaciones de ese sentir.
En
la complejidad fisiológica y mental del Homo-Humano, la plenitud del
aliento vital se siente como una sensación placentera que provoca la
manifestación y expresión vital, mental y anímica de entusiasmo,
el que impulsa y estimula a la acción, a actuar en concordancia y
correspondencia con aquello que lo provoca y con el resultado de la
acción que se realiza.
Sobre
la naturaleza biológica del Homo-Humano ya existen y cada día se
suceden, impresionantes descubrimientos por parte de las ciencias, a
los cuales remito a los interesados.
6.
Yo soy el esclavo de mis miedos
Como
antes reflexioné sobre el entusiasmo, ahora voy a reflexionar sobre
el miedo, esa violenta reacción mediante la cual la conciencia
humana enfrenta y rechaza el dolor.
El
dolor y el miedo, a diferencia del placer y el entusiasmo, son
estados más comunes y perdurables que los del placer y del
entusiasmo que son efímeros, volátiles y que cuestan esfuerzo. Es
tan poderoso y determinante el dolor que la misma expectación por el
placer genera y provoca dolor y miedo.
Por
ello, parece que son el dolor y el miedo los ámbitos en los que los
Homo-Humanos habitan y contra los cuales deben luchar.
Como
mecanismos evolutivos de supervivencia, el placer y el dolor, el
entusiasmo y el miedo, operan como recompensa o castigo; recompensa
por los logros positivos y efectivos del esfuerzo y castiga por los
errores y fracasos.
El
miedo, por su origen en el dolor, es, tanto como reacción
fisiológica o como estado anímico, más persistente en la memoria
que el entusiasmo, razón por la cual se asienta con mayor intensidad
y permanencia en la memoria de los sentimientos, hasta originar y
mantener estados de alarma y temor, a veces, infundados por causas
reales, pero sí por causas imaginarias que se extienden a las
proyecciones anímicas. Eso explica lo que podría denominarse un
estado de “miedo metafísico”, es decir, miedo a lo desconocido,
el que, por más que se quiera, no tiene un equivalente ni
fisiológico ni anímico, en los estados de placer y menos, de
entusiasmo, así se les atribuya a los estados místicos algún
componente metafísico.
Es
por ello que, el miedo a lo desconocido, a los dioses y a una vida
eterna de castigos y sufrimientos en el infierno, es más poderoso
que la misma aspiración a esa misma vida eterna en los placeres de
la gloria de los justos.
Eso
es razonable, puesto que el placer y el entusiasmo son estados que no
comportan, como el dolor y el miedo, amenaza o riesgo para la
integridad y la supervivencia.
Cuando
las neurociencias se refieren al miedo la definen como una emoción
que es a su vez la reacción a estímulos emocionalmente competentes
40
que bien pueden ser generados o por acontecimientos externos al
cuerpo o por la evocación de imágenes, situaciones o
acontecimientos concretos, pasados o imaginados. Esa reacción es una
respuesta que se corresponde con un proceso biológico determinado en
el cerebro pero cuyas activaciones y respuestas afectan y se
manifiestan de forma propia y particular en el cuerpo y en el estado
de ánimo de cada persona.
Por
su parte, cuando Epicuro se refiere al miedo, lo hace sobre el estado
fisiológico y anímico que afecta y se manifiesta en una persona que
se siente amenazada por situaciones imaginadas y desconocidas para
las que carece de una explicación cierta. Por eso, para él, el
miedo desaparece y cesa su afectación en el momento en que se
explica y se acepta una explicación cierta para aquello que se
considera una amenaza o para todo aquello que se considera
desconocido.
Valga
la aclaración, cuando Epicuro se refiere al miedo, lo hace sobre ese
que denominé “miedo metafísico” y no a las reacciones de miedo
ante las situaciones y los acontecimientos concretos que atentan
contra la integridad física del individuo. Aunque si reconoce que
ese “miedo metafísico” es un estado que afecta al cuerpo y al
ánimo y que puede provocar la enfermedad y la muerte, lo que las
ciencias de la salud actuales están demostrando de manera positiva.
Para
Epicuro las causas evidentes de ese “miedo metafísico” son el
miedo a la muerte y el miedo a los dioses, los que bien explica y
enseña a superar en sus epístolas.
A
manera de curiosidad se me ocurre sugerir que las mejores expresiones
literarias de ese “miedo metafísico” se encuentran en las obras
de Dostoievski
y Kafka.
La
mejor definición del “miedo metafísico” la propuso Dostoievski,
al que llamó “terror místico”, en Humillado y ofendidos:
"Se trata de un miedo
profundo y torturante que yo mismo no acierto a definir, hacia algo
inconcebible e inexistente en el orden de las cosas, pero que parece
presto a realizarse de un momento a otro y que, como para mofarse de
todos los conceptos de la razón, va a plantarse ante mí como un
hecho irrefutable, pavoroso, deforme e inexorable. Es un temor que
suele ir acrecentándose más y más, pese a todos los razonamientos
de la mente, de suerte que la inteligencia, no obstante alcanzar en
esos momentos su máxima lucidez, se ve en la imposibilidad de
contrarrestar las sensaciones. No se presta oído a la razón, que se
convierte en algo inútil, y este desdoblamiento acentúa más aún
la azorada angustia de la espera. Creo que, en cierto modo, este
miedo es el mismo que el de las personas que temen a los difuntos.
Pero, en la angustia mía, lo incierto del peligro agrava mi
tormento" 41.
De
esta manera queda planteado el asunto:
Yo
soy el esclavo de mis miedos.
7.
La amistad y la solidaridad
“La amistad hace su ronda
al rededor del mundo y, como un heraldo, nos convoca a todos a que
nos despertemos para colaborar en la mutua felicidad” (Epicuro,
Gnomonologio Vaticano, 52).
Sólo en la solidaridad42
de los amigos podré salvarme y ellos también.
Son incontables los eventos
históricos en los cuales las comunidades de amigos solidarios han
salvado a la humanidad, casi que me atrevería a decir que ha sido
por esas comunidades de amigos que la humanidad todavía existe.
Pero, esa es otra historia.
La historia que me interesa
es la de ahora, la que me afecta y te afecta y afecta a todos los que
conozco y no conozco, en fin, la que está “aquí y ahora” y por
todas partes. Esa historia que me vive con y contra mi voluntad, la
que determina mis decisiones y actos, desde el más mínimo hasta el
más trascendental, la que hace que mi día sea un buen o mal día y
que, en la suma de mis días, hace que mi vida sea encantadora o
desastrosa o sólo un lugar común o una vida común, con sus altas y
bajas y, al final, nada del otro mundo, porque y precisamente por
ello, mi vida no la vivo yo, sino que me la vive esa historia que ha
sido escrita para mi y para todos, desde eso que llamamos “la
cultura” (abstracta, metafísica y ontológica), esa en la que se
producen, reproducen y trasmiten, las normas -escritas o no- de lo
que debo ser y hacer, ese “sistema de abstracciones” que
llamamos: creencias, religiones, política, en fin, ideologías, que
de una u otra manera dictan, imponen y condicionan mi Ser y Estar en
el mundo.
Y es desde ahí donde debo
volver a empezar a vivir mi propia vida, mi propia historia, desde
esa pregunta que se hiciera Epicuro: ¿Cómo vivir?, a la que él
responde en sus cartas y máximas, porque, como lo escribe Emilio
Lledó:
“[...] ya que aquel
filósofo (Epicuro) que pensó, por primera vez, que había que crear
un “orden del pensamiento”, pero que ese orden sólo podía
establecerse si, de verdad, si implantaba sobre una teoría del “más
acá”, cuyo centro era el cuerpo. Educarlo era, pues,
aceptarlo; reconocer que en él reside toda posibilidad de sentido en
la vida y toda esperanza de hacer una cultura que no sea ya una
cultura de logos, sino de cuerpos” (Emilio Lledó, El
epicureísmo, Taurus, Madrid, 1995, p. 133).
Y esto es lo que escribió
Epicuro:
“El que pone oído a la
naturaleza y no a las varias opiniones será siempre autosuficiente.
Porque con relación a aquello que “por naturaleza” es
suficiente, la más mínima adquisición es riqueza, y con relación
a los deseos ilimitados la mayor riqueza es pobreza”.
Para pasar de las palabras a
la acción o como le gusta decir a los intelectuales, de la teoría a
la práctica, vuelvo a citar a Emilio Lledó:
“Ante un ser atado a
destinos incomprensibles, a caprichos o designios de complicadas
divinidades, los griegos descubrieron una palabra que expresaba la
independencia de esos “hados”: libertad, eleuthería, y un
camino para conseguirla: construcción de la intimidad,
estructuración y organización y creación de la mente, en una
palabra, paideia” (Emilio Lledó, El epicureísmo, Taurus,
Madrid, 1995, p. 130).
Y esa paideia, la de
Epicuro y no la de la areté o de la “excelencia” de los
otros griegos, empieza conmigo mismo y yo la hago extensiva a mis
amigos:
Lo primero, es saber por
cierto que yo soy mi cuerpo y mis extensiones sobre el mundo -esas de
que habló Marshall McLuhan-, que mi cuerpo es mi Ser y Estar en el
mundo. Que el mundo es como yo lo siento y lo vivo. Vivo en el mundo
que mis sensaciones construyen a imagen y semejanza de mi mente.
Segundo, que los poderosos y
los corruptos inventan mundos terrenales y trascendentales que me
niegan mi cuerpo y disuelven en ilusiones mi Ser y Estar en el mundo,
por medio de engaños y mentiras que me hacen temer a los dioses y a
la muerte, desear ilimitadamente, etc., cuando ni los unos ni la otra
existen y los deseos ilimitados son una pesadilla.
En consecuencia, para
enfrentar los engaños y mentiras de los poderosos y los corruptos,
yo no me engaño, no engaño a los demás y no dejo que me engañen.
Así mismo, procuro que mis amigos no se engañen, no engañen a los
demás y no se dejen engañar.
Y así, entre amigos,
construimos nuestro propio mundo de libertad y bienestar. No digo
felicidad como lo hace Epicuro, porque esa palabra, tanto como
libertad, está llena de cargas ideológicas, pero, en la primera,
más complicadas de deshacer que en la segunda.
Es por eso que soy un hombre
libre, tal y como lo propone Epicuro y hago de sus enseñanzas una
paideia para mí y para compartir con mis amigos. Soy un
hombre libre que es lo más cercano a ser un dios y a estar con
dioses entre los hombres.
No es una labor sencilla,
pero, si en cualquier momento, detengo todo en mi y a mí alrededor,
para conocer y reconocer el punto donde estoy parado, ya podré
empezar a saber y decidir para donde ir. Porque no es sabio el que
sabe a donde ir, sino aquel que sabe donde está y decide donde ir.
Como lo sugiere Walter Otto:
“Para Epicuro la ciencia
carece de sentido y sólo encuentra una finalidad al servir a un
propósito más alto: la libertad humana.
En la libertad se muestra la
dignidad del hombre. Para Epicuro el verdadero sabio es el hombre
libre que se levanta sobre el dominio del miedo, de las esperanzas y
de las ideas irracionales nacidas del sufrimiento. En la libertad,
Epicuro cree reconocer claramente el bien más alto del existir, y en
ella funda el camino que guiará la vida del sabio hacia la cercanía
con los dioses y que le otorga la posibilidad de tener una vigorosa
amistad con ellos pese a su lejanía. Acerca de los verdaderos sabios
podríamos terminar diciendo que Epicuro vivía como un dios entre
mortales (Diog. 10, 135)”.
Con esta figura del sabio,
Epicuro se eleva por encima de la filosofía. El explica claramente
(Diog. 10, 132) que el “pensamiento razonable”, y su
correspondiente postura práctica, se encuentran más allá de la
filosofía.
El hombre superior o sabio
epicúreo contradice claramente el materialismo radical, de tal
manera que podríamos llegar a pensar que Epicuro fue llamado a la
existencia tan sólo con el propósito de promulgar la libertad. El
valor científico de su pensamiento queda al margen, ya que su valor
radica en poder liberar al hombre de la ciega creencia en las fuerzas
severas que le impiden la dicha y lo amenazan incesantemente”
(Walter Otto, Epicuro, Sexto Piso, México, 2005, pp. 40-42).
Y ya que Walter Otto
menciona el asunto de los dioses, es necesario aclarar que para
Epicuro, estos no tenían nada que ver ni con los Homo-Humanos ni con
el Mundo, ni con el cosmos. A diferencia de Nietzsche, que los
declara muertos, él los coloca lejos y ajenos a todo lo que nos
afecta y, más bien, los sugiere como modelos a imitar, pues estos
son, precisamente, seres imperturbables y felices, que para nada se
interesan en los asuntos de los Homo-Humanos, porque, si se
interesaran y se inmiscuyeran, no serían ni imperturbables ni
felices.
Por el contrario, los dioses
y la muerte ante los que los Homo-Humanos se arrodillan y tanto
temen, si son para Epicuro, como para Nietzsche, los mayores engaños
que los poderosos y los corruptos les hayan impuesto.
Ya que estoy hablando sobre
la paideia epicúrea, como una invitación a profundizar sobre
ella, es importante aclarar que no debe tomarse de manera literal la
sugerencia de Walter Otto con referencia a dejar al margen el valor
científico del pensamiento de Epicuro, porque y sin exageraciones,
en sus propuestas científicas pueden advertirse ideas que las
ciencias actuales están demostrando como válidas y no sólo la más
célebre, su teoría de los átomos. Son ideas que las ideologías,
todavía hoy, se empeñan en estigmatizar como una forma de mantener
a la humanidad sometida a la superstición y en la ignorancia.
Para mostrar sólo un buen
ejemplo, de los muchos otros que se podrían exponer, las más
avanzadas de las neurociencias actuales están investigando sobre las
sensaciones y los fenómenos cerebrales y neuronales que las provocan
y manejan, así como sobre sus funciones y su importancia, no sólo
para la supervivencia de la especie, sino también y lo más
asombroso, para el desarrollo de lo humano y de lo intelectual, del
Homo-Humano en su integridad.
Esas investigaciones
neurocientíficas comparten, en buena parte, el modelo que Epicuro
elaboró de una epistemología que partía de la sensación como
criterio de conocimiento y verdad, según lo ya citado:
“[...] los criterios de la
verdad son las sensaciones (aistheseis), las prenociones
(prolépseis) y las afectaciones (páthe), y los
epicúreos añaden las proyecciones imaginativas de la mente
(phantastikaí epibolaí tês dianoías)” (Diógenes
Laercio, Vida de Epicuro, Libro X, de las Vidas de los filósofos
ilustres, citado por Emilio Lledó, El epicureismo, Taurus, Madrid,
1995, pp. 93-94).
Pero lo más importante,
para mí, como persona que siente, piensa y anhela vivir libre e
imperturbable, pero, al mismo tiempo, inmerso y comprometido con mi
Ser y Estar en el mundo, es saber que tanto las propuestas
científicas epicúreas, por arcaicas que lo parezcan, como los
actuales descubrimientos de las neurociencias, confirman que es el
sentir y el buen desarrollo de ese sentir, lo que me hace pensar y
saber que las cosas funcionan así, lo cual me hace más fácil el
hacer que mi existencia sea mucho mejor, porque mis conocimientos son
reales, por más abstracciones que de ellos haga y porque, si bien
las palabras siempre mienten, mi cuerpo nunca lo hace.
El método científico
epicúreo es exactamente el mismo que el aplicado por la ciencia
actual: nada de lo que no pueda probarse su existencia, existe.
Sería oportuno escribir
también sobre eso que llamamos “Espíritu”, pero, como ya lo he
escrito en mis Cartas eleusinas, te remito de nuevo a ellas, además,
ese es un asunto del que nunca se termina de hablar, así que habrá
otras oportunidades.
En fin ...
Dispénsame por tan extensa
parrafada, mi propósito era decirte que si queremos hacer del mundo
un hogar un poco mejor, es necesario empezar por hacernos nosotros
mismos un poco mejores y para lograrlo debemos empezar por aprender
-aprendiendo se cambia- qué cosa, en realidad, somos nosotros y
porqué y cómo funcionamos; qué cosa, en realidad, es el mundo y
porqué y cómo funciona, y así formarnos y tener una visión más
real de nosotros y del mundo, que es lo que queremos compartir con
los amigos.
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Medellín,
16 de octubre 2012
1
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Jufresa, Tecnos, Madrid, 2005, pp.57-58.
2
Epicuro: Epístola a Heródoto, introducción, traducción y notas,
Sebastián Caro, universidad de chile (sacaro@uc.cl)
Trinidad Silva, pontificia universidad católica de chile
(tsilva1@uc.cl):
http://www.erevistas.csic.es/ficha_articulo.php?url=oai_revista401:71&oai_iden=oai_revista401
3
Esta numeración en negrilla y entre paréntesis, se corresponde a
la numeración
utilizada por los traductores de Diógenes
Laercio, Vida de Epicuro, Libro X, de las Vidas de los filósofos
ilustres.
4
ἐξακριβοῦν, precisar en el sentido transitivo de fijar o
determinar de un modo preciso, expresar con exactitud y completos
los detalles y circunstancias de algo. Respecto del uso intransitivo
de precisar, véase nota 6 infra.
5
δόξα en el sentido general de noción, opinión o juicio más o
menos fundado (compárese la obra atribuida a Epicuro Κύριαι
∆όξαι, i.e. Sentencias o Máximas Capitales). Respecto del uso
específico que el término adquiere en el marco del Canon o
procedimiento cognoscitivo, véase § 50 ss.
6
κύριος, decisivo en cuanto a que decide el curso de una cosa
trascendental, es decir, que constituye un objeto fundamental o
dominante sobre determinado ámbito.
7
τύπος. Véase el punto 4.7 de la introducción.
8
Mediante la voz media del verbo δεῖν rigiendo genitivo
indicamos la acción de precisar en el sentido intransitivo de ser
necesario o imprescindible, del cual proviene la forma impersonal
δεῖ, lit. se precisa o es preciso.
9
Véase el punto 4.6 de la introducción.
10
ἡ κυριωτάτη ἐπιβολὴ ἔσται, lit. la
aprehensión será más dominante.
11
πρᾶγμα, hecho, acto, esto es, el resultado concreto de una
πρᾶξις, es decir, una cosa realizada o real y no meramente
una cosa, como suele traducirse.
12
Resulta fundamental hacer notar, en vista de una adecuada
comprensión de nuestra versión del texto, que por el verbo
περιλαμβάνειν entendemos comprender no necesariamente
en el sentido metafórico de entender, alcanzar o penetrar mediante
la razón, sino en el más físico, por decirlo así, y amplio de
abrazar o abarcar algo por todas partes. Véase nota 25.
13
Leemos, siguiendo a Usener, ἑκάστων [...] ἀναγομένων,
frente a la lectura de Von der Mühll καὶ [...] συναγομένοις.
14
οὐ [...] οἷον [...] εἰδέναι, lit. no es tal de
saber. Sin embargo, la lectura de Usener οὐ [...] οἷον [...]
εἶναι μὴ δυναμένου hace variar un tanto el sentido
del pasaje: pues la concentración del repaso continuo de las
materias todas no puede ser de (o pertenecer a) quien no puede
abarcar en sí mismo, mediante breves fórmulas, todo lo que
[anteriormente] se hubiera precisado en detalle. No obstante la
pequeña diferencia que presentan ambas lecturas, el propósito
central del pasaje continúa siendo evidentemente el mismo.
15
λαμβάνειν, captar en el sentido metafórico de aprehender o
percibir mediante la razón el sentido de una cosa.
16
φθόγγος, se refiere a todo sonido claro y distinto,
especialmente la voz del hombre, es decir, la palabra.
17
τὰ δοξαζόμενα, los supuestos elaborados por la facultad
mental de la opinión (δόξα). Véase § 50 ss.
18
βλέπειν (generalmente medio en griego postclásico), ver,
mirar. No obstante, aquí parece querer significarse además la
necesidad de aceptar o conservar tal primera noción (ἐννόημα),
razón por la cual el verbo observar cubriría perfectamente ambos
campos de significación, pues indica, por un lado, la acción de
examinar atentamente y, por otro, la de guardar y cumplir
exactamente lo que se manda y ordena.
19
Esta vez la diferente lectura de Usener ἔπειτα κατὰ τὰς
αἰσθήσεις δεῖ πάντα τηρεῖν, por lo tanto
es preciso preservar todas las cosas en relación a las sensaciones,
revela una variación bastante más sustancial en lo que al sentido
del pasaje y, lo que es más, al Canon epicúreo se refiere, pues lo
que se estaría señalando es que todos los criterios de verdad en
cuestión deben referirse de algún modo a las sensaciones. Por su
parte, la lectura de Von der Mühll parece no ir tan lejos,
estableciendo un mismo nivel para los diversos criterios.
20
La expresión τὰς παρούσας ἐπιβολάς se refiere
a tales proyecciones en cuanto buscan aprehender lo presente (τὸ
παρόν), es decir, aquello que por su cercanía se constituye en
un objeto de percepción claro y distinto (ἐναργές), cuya
aprehensión, de acuerdo al Canon epicúreo, es necesariamente
verdadera. Respecto de ἐπιβολή, véase el punto 4.6 de la
introducción.
21
La expresión τὰ ὑπάρχοντα πάθη hace referencia a
las pasiones que en el momento se encuentran actuando en nosotros.
22
El conocimiento anticipado más o menos carente de contenido
sensible efectivo es lo que Epicuro denomina τὸ προσμένον,
esto es, aquella inferencia que espera la confirmación
(ἐπιμαρτύρησις) por parte de la sensación, garantía
única de verdad.
23
συνορᾶν, reparar en el sentido de advertir, fijarse, notar,
observar o percatarse. Cf. § 76 ss.
24
Véase nota 9.
25
τὸ πᾶν, lit. el todo, en el sentido generalísimo de ámbito
en que ocurren la totalidad de los hechos humanos, cósmicos y
divinos.
26
Diógenes Laercio, Vida de Epicuro, Libro X, de las Vidas de los
filósofos ilustres, citado por Emilio Lledó, El epicureísmo,
Taurus, Madrid, 1995, pp. 87.
27
Diógenes Laercio, Vida de Epicuro, Libro X, de las Vidas de los
filósofos ilustres, citado por Emilio Lledó, El epicureismo,
Taurus, Madrid, 1995, pp. 93-94.
28
Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos más ilustres, Traducción
del griego: Carlos García Gual, Alianza, Madrid, 2007.
29
Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico.
30
Sobre los códigos físico-químicos, ver: Susan Greenfield,
¡Piensa! ¿Qué significa ser humano en un mundo en cambio?
Ediciones B, Barcelona, 2009, p. 36:
“[...]
la acción física de un neurotransmisor (…), su función real es
más bien la propia de un lenguaje: un medio indirecto de
comunicación. Los transmisores, como los lenguajes, son de muchos
tipos distintos, y como los lenguajes encajan en una taxonomía,
aunque en el caso de los transmisores ésta se basa en la identidad
química, de un gas diminuto como el óxido nítrico a un gran
fragmento de proteína, un péptido como el opiáceo natural de la
encefalina. Pero lo más importante de todas estas artimañas
bioquímicas es que la neurona es mucho más que una estación de
transmisión pasiva”.
31
Sobre las sensaciones, ver Antonio Damasio, Y el cerebro creó al
hombre, Destino, Barcelona, 2010.
32
Sobre los qualia, ver: Rodolfo Llinás, “I of the Vortex:
From Neurons to Self”, Bradford Books, MIT Press, MA, 2001.
Antonio
Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona, 2010, pp.
380 y ss.
John
R. Searle, La mente. Una breve introducción, Grupo Editorial Norma,
Bogotá, 2006, p. 174.
33
Epicuro, Epístola a Heródoto, (63-68 y ss.).
34
Susan Greenfield, ¡Piensa! ¿Qué significa ser humano en un mundo
en cambio? Ediciones B, Barcelona, 2009, p. 37-38.
35
Susan Greenfield, ¡Piensa! ¿Qué significa ser humano en un mundo
en cambio? Ediciones B, Barcelona, 2009, p. 97:
“La mente es la
personalización del cerebro a través de una conectividad neuronal
única, impulsada a su vez por experiencias únicas; si es así,
estarán de acuerdo en que si tenemos acceso directo al cerebro, y
cambiamos su configuración física, trasformaremos inevitablemente
la mente”.
36
Ver: Marshall McLuhan.
37
Ver: Ramón Román Alcalá, El enigma de la Academia de Platón.
Escépticos contra dogmáticos en la Grecia Clásica, Berenice,
Córdoba, 2007, nota: p. 61.
38
Antonio Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona,
2010, pp. 180-182 y 197-198.
39
Jean-Marie Schaeffer, El fin de la excepción
humana, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009, pp. 13 y
22.
-
Ramón Román Alcalá, El enigma de la Academia de Platón.
Escépticos contra dogmáticos en la Grecia Clásica, Berenice,
Córdoba, 2007, nota: p. 61.
-
Antonio Damasio, El error de Descartes, Crítica, Barcelona, 2003.
40
Antonio Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona,
2010, pp. 178-192.
41
Fiódor Mijáilovich Dostoievski, Humillados y ofendidos, Juventud,
Barcelona, 2003, p. 58.
42
Solidaridad: es la unión voluntaria de las fuerzas individuales en
un grupo o comunidad para enfrentar, unidos, al miedo y al peligro y
así satisfacer las necesidades, individuales y colectivas, de
todos, con equidad.
1 comentario:
¿ Qué soy ?¿ Qué cosa es el mundo ? ¿Cómo me relaciono con él? Buena tanda de preguntas para reconectarse con la realidad después de un puente festivo consagrado- en el sentido literal- a honrar el legado de Epicuro.
Ahora bien : Como sucede con tantas otras cosas sabias y entrañables ( como libertad y conocimiento, por ejemplo) los poderes fácticos se encargaron de desvirtuar el sentido del concepto, para reducirlo a los placeres derivados del estímulo mecanicista de lo sensorial para ponerlo al servicio del mercado.
Volver a Epicuro implica entonces desandar el camino, buscándolo ya no en el afuera de los objetos, si no en el adentro de las revelaciones.
Consérvate lúcido.
Gustavo
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