14 de agosto de 2006

LECTOR LUDI-33

La educación como sistema deshumanizador de los niños

- Los niños son niños y no pequeños adultos
- Los niños, materia prima para los molinos de la economía.

Por Iván Rodrigo García Palacios

Releo aquellos libros que en mi juventud leía desesperadamente buscando la sabiduría para enfrentar y resolver los pequeños grandes dilemas y angustias que me afectaban y me deprimían a mis catorce, quince, ... años, y me pregunto ¿por qué no podía pensar y actuar en ese entonces como ahora, inspirado por esas mismas palabras que todavía me parecen sabias o dañinas? ¿Cuáles son las diferencias que, comprendiendo, aceptando o rechazando, lo mismo ayer que hoy, mis sentimientos y actos sean tan distintos? ¿Es necesario recorrer todo el camino para poder ver, o es que algo estuvo mal entonces que nublaba el entendimiento? Y, ¿cuál será esa niebla que enceguece como para pensar en poder evitar que ese velo entorpezca la existencia de mi hijo?

De algo tiene que servir el haber leído tanto de tantas ciencias y tantas sabidurías, así como de preciarme de haber formado mis propias ideas y formas de entender la existencia y al mundo.

De todas maneras, por lo menos, la idea de que iguales riesgos enfrentaría la vida de mi hijo si lo sometía a las reglas del sistema, como si, como decidimos, le daríamos la oportunidad de desarrollarse en unas condiciones al margen, con la mínima exposición a las creencias, las ideologías y las supersticiones de la cultura, así como con la condición de explicárselo todo con el mayor sentido crítico.

Al fin y al cabo, en la confrontación de tantas lecturas e ideas contradictorias, pude sintetizar una especie de modelo, que sin privar a mi hijo, en lo posible, de nada de lo que ofrece la civilización, él pudiera tomar aquello en el gusto y orden que mejor le conviniera.

Como para empezar un catálogo, los cuentos y la introducción al Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, si se leen cuidadosamente, son una fuente de sabiduría sobre la mente original de los niños y la mejor forma de orientar y facilitar su desarrollo, así como a la filosofía que puede inspirar su vida mayor para defenderse de esa estupidez que Erasmo advierte, describe y critica en El Elogio.

Esas debieran ser las primeras lecturas críticas y obligatorias para aquellos padres que desean, muchas veces más con las mejores intenciones, para que sus hijos no tengan que pasar por los mismos infiernos que ellos. Debiera existir una educación obligatoria y gratuita para que los padres aprendan a ser buenos padres y, así, los niños sean y crezcan lo más felices que se pueda.

Porque, para desgracia de los niños, ellos son sólo niños para algunas cosas, o pequeños adultos, como siempre ha pretendido la ancestral cultura que ha institucionalizado el trauma que produce la "coraza psicológica" ("adormecimiento de emociones positivas e incluso adicción al dolor") que describiera W. Reich cuando se sublevó contra las mentiras y estupideces de S. Freud y las sectas psicoanalíticas que lo han perpetuado, negando, hasta hoy, la teoría de la seducción.

Las ideas de Wilde, como la de algunos otros pocos que habría que saber buscar en la literatura y las ciencias humanas, anteriores y posteriores, sientan el principio de que los niños son niños y que de ahí en adelante, ser lo que se es, en cada momento con sus circunstancias y condiciones, son la única manera para no ser condenado a la "caverna del mito platónico".

Pero, la estupidez es como la Hidra venenosa que por cada cabeza que se le corta, se reproducen siete... cada vez peores.

LA PERVERSIDAD EDUCATIVA

Para muestra, "un botón". Sin necesidad de hablar sobre los abusos y maltratos a que se somete a los niños, que de vez en cuando ponen de moda los medios de comunicación y sobre los que existe más que suficiente ilustración, se me ocurre pensar sobre la magnífica estupidez que el actual neo liberalismo económico heredó, transformó y disimuló, a partir del legado del viejo liberalismo: la explotación del trabajo infantil.

Claro, todavía muchos niños son masacrados, disimuladamente, en miles de formas denigrantes de trabajo y los sobrevivientes son explotados por el resto de sus existencias. Pero, esta explotación fue extendida a la casi totalidad de los niños del mundo aplicando, a costumbres ancestrales que parecían superados, los refinamientos de ideologías cada vez más subliminales.

En la antigüedad los niños eran iniciados, desde que nacían, para el destino que les correspondería: cazadores-guerreros, la mayor parte de las veces. Hoy, pareciera que esa predestinación hubiera sido abolida. Nada más falso, la mentira ha sido convertida en falsa verdad.

En uno de sus ensayos, el pensador francés, Michel Serres, explica la perversidad de que cada vez se inicie el proceso de escolarización de los niños a menor edad:

Mientras más temprano se inicien y terminen los estudios, más tiempo y energía laboral tendrán para ser explotados y, como ya la expectativa de vida es mayor, la edad de jubilación será más tardía. ¡La ecuación utilitaria perfecta!

Hace unos cincuenta años, en el caso colombiano, la edad a la que se autorizaba la iniciación escolar estaba establecida por la ley en los ocho años. Claro que, para esa época ya se estaba, disimuladamente, autorizando y poniendo de moda, enviar a los niños un par de años antes a lo que se denominaba el "Kinder", sin que todavía fuera obligatorio.

Lentamente, el sistema se fue acomodando a sus ambiciones, el "kinder" es obligatorio para poder iniciar la primaria y la edad establecida está entre los cuatro y los cinco años. Pero, la moda de hoy es que los niños, casi que sin cumplir el primer año de vida, ya son materia prima de salas cuna, guarderías y "prekinder".

Y, en el otro extremo, los estudios profesionales se especializaron, estratificaron y acotaron, de tal manera que con dos años se es tecnólogo y para profesionalizarse son necesarios otros dos y algunos más para especializarse. La educación se convirtió en mercancía de poca calidad y alto costo. Y, ello sin hablar, de la piratería educativa que es lo que llaman educación no formal.

Una operación aritmética sencilla permite deducir que si se inicia la primaria a los ocho años los nuevos profesionales estarían entrando al mercado laboral aproximadamente a los veinticuatro o veinticinco años (personas un poco más maduras), de acuerdo con el sistema educativo que establecía cinco años de primaria, seis de bachillerato y cinco de estudios profesionales, para luego continuar con las especializaciones.

En el nuevo sistema, la edad promedio de iniciación laboral es aproximadamente de veinte años. Carne tierna para los molinos de la economía. ¿Cuánta madurez se puede esperar de esos jóvenes? ¿Qué vida emocional les espera?

Una mirada alrededor es suficiente para comprender ese espectáculo dantesco en que vivimos: Niños y jóvenes madurados biches, como se estilaba decir.

¡Cuánta locura! ¡Cuánto dolor!... sin necesidad.

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