M.
C. Escher, grabado.
https://blogs.scientificamerican.com/illusion-chasers/m-c-eschers-exhibition-in-brooklyn-opened-my-eyes/
Cartas
Abelardinas - 3
Abelardo
Luego
de la lectura a Spinoza, hablemos de la escritura.
“La escritura es una invención
notable, porque permite fijar la palabra sobre un soporte permanente.
Es como afirma el proverbio latino: “Las palabras vuelan, pero lo
escrito queda”. La escritura se parece a un código secreto que
encripta los sonidos, las sílabas o las palabras de una lengua. Como
ocurre con cualquier código secreto, descifrarlo requiere
aprendizaje. Un buen lector es un descifrador experto” (Stanislas
Dehaene, Aprender a leer. De las ciencias cognitivas al aula, Siglo
XXI Editores, Buenos Aires, 2015, p. 21).
Ya
sabes que me preocupan más los asuntos de la escritura que los de la
lectura. En general en los ámbitos intelectuales y educativos hay
más preocupación por lo contrario como si fuera un asunto de
jerarquías o primacías o precedencias … Y, hablando de esto
último, como en el cuento del huevo y la gallina, habría que
preguntar qué fue primero, la lectura o la escritura. Y, por
supuesto, habría que preguntar cuál de las dos es más importante,
pero no, eso lo digo como una ironía.
Así
que más bien me pongo en la labor de elaborar algunos comentarios
sobre ese asunto de las precedencias.
Lo
primero que se me ocurre decir es que las cosas funcionan, según lo
han mostrado las ciencias, porque del habla se inventó la escritura
y que, por lo tanto, la lectura sería el proceso contrario, de la
escritura al habla. Eso se explica porque la escritura es la
representación gráfica de los sonidos del habla y, por lo tanto, la
lectura será el proceso de dar los sonidos del habla a esas
representaciones gráficas que son las letras y, con ellas, las
palabras.
Pero
la cosa no es tan sencilla cuando se entra en los territorios de las
neurociencias. Según mis lecturas sobre esos asuntos, me parece que
tanto en la lectura como en la escritura el cerebro funciona de
manera simultánea con diversos circuitos, áreas y procesos, al
igual que lo hace en otras actividades físicas y mentales. Pero,
para el caso y como dije antes, me da la impresión de que ambos
procesos son un proceso reversible de una misma actividad. Me
explico.
El
ser humano hace solo aquello para lo que lo dotan los mecanismos
desarrollados por la evolución, una evolución que está sometida a
las leyes de la naturaleza, pero la que también ha dotado a los
humanos para que afecten su mecánica y funcionamiento.
Y
todo lo que hace e inventa el ser humano lo hace y lo inventa porque
las estructuras del cerebro han evolucionado para hacerlo. Las
neurociencias han demostrado que en el cerebro no existen áreas o
sectores específicamente diseñados para el desarrollo de la
escritura y la lectura. Pero si que existen áreas y sectores
dispuestos por la evolución para el desarrollo y manejo del
lenguaje.
En
consecuencia, la invención de la escritura y, obvio, de la lectura,
es algo nuevo en los desarrollos del cerebro y se ha logrado porque
su constitución le ha permitido aprovechar la utilización de partes
existentes para la invención, el desarrollo y el manejo de las
habilidades de la escritura y la lectura a partir de las
características de las neuronas, tal el caso de la plasticidad
sináptica, es decir, las posibilidades de las neuronas para cambiar
y adaptarse a nuevas funciones y actividades. La otra, la que propone
Stanislas Dehaene, como “reciclaje neuronal”, o sea, que a partir
de esa plasticidad sináptica las neuronas y los circuitos pueden
cambiar de funciones y actividades ya en desuso para desarrollar
nuevos usos. En estas cosas habría que pensar en la epigenética y
en otros asuntos evolutivos, tal el caso del “efecto Baldwin”, es
decir, de como el aprendizaje se hace instinto a lo largo de la
evolución .
“Carmen no tiene una formación
científica, pero tampoco le hace ninguna falta. Hace unos años me
dijo: «Ya sé que todo eso son instintos, pero tengo la impresión
de que lo que ahora son instintos fueron antes habilidades
aprendidas». Supe mucho después que esa idea se llamaba efecto
Baldwin, y que los científicos de la computación han derrochado
ríos de líneas de programación sobre ella. Cuando un ordenador
logre pensar, será posiblemente gracias al efecto Baldwin (creo que
también se debe a ese efecto el hecho de que nosotros pensemos). El
efecto Baldwin —el aprendizaje se hace instinto a lo largo de la
evolución— no parece darwinismo, pero lo es estrictamente, y eso
explica en parte que Carmen diera con la idea sin haberla leído en
ningún lado” (Javier Sanpedro, Deconstruyendo a Darwin. Los
enigmas de la evolución a la luz de la nueva genética).
Así
pues que inventamos la escritura y la lectura no hace mucho tiempo y
todo porque el cerebro evolucionado de los homínidos y de los
primates había desarrollado las habilidades de reconocer, organizar
y dar representación gráfica a los objetos diversos del ambiente y
de su propio cuerpo. Lo otro, porque se desarrolló la habilidad de
dar representación gráfica a los sonidos del habla y viceversa. Y
de lo uno y lo otro a los sistemas de escritura y, por supuesto, a la
lectura.
“No nacimos para leer. Los seres
humanos inventamos la lectura hace apenas unos milenios. Y con ese
invento modificamos la propia organización de nuestro cerebro, lo
que a su vez amplió nuestra capacidad de pensar, que por su parte
alteró la evolución intelectual de nuestra especie. La lectura es
uno de los inventos más notables de la historia, una de cuyas
consecuencias es precisamente la posibilidad de dejar constancia de
esta última. El invento de nuestros antepasados pudo aparecer sólo
gracias a la extraordinaria capacidad del cerebro humano para
establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes, un
proceso posible gracias a la capacidad cerebral de moldearse de
acuerdo a la experiencia. Esta plasticidad intrínseca del cerebro
constituye la base de casi todo cuanto somos y de lo que podemos
llegar a ser” (Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y
ciencia del cerebro y la lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008, p.
19).
En
fin, como sea, en ese asunto como en el viejo dicho del catecismo del
Padre Astete, doctores tienen las ciencias, o sea, que hay mucha
información adecuada para los interesados en seguir por ahí. Yo,
por mi parte, lo dejo así.
Lo
que ahora me interesa es otro asunto relacionado.
Pareciera
que hablar de la escritura es algo superfluo como si la lectura fuera
“el asunto” y la escritura fuera un apéndice. Nada más injusto,
como proceso cerebral y como actividad expresiva, la escritura es
tanto o más compleja y significativa para la vida humana que la
creatividad o el raciocinio o que la misma lectura.
Para
empezar. La escritura es la expresión del pensamiento en un código
que la soporta, la conserva y la somete a la lectura. Por contraste,
la lectura es el descifrar ese código, dar sentido a lo allí
expresado y a la interpretación que de ello se haga. Interpretación
que es o comprender lo que dice el escritor, la lectura corriente. O
es debatir lo que dijo el escritor y proponer una nueva escritura o
nuevas ideas.
Y
ahí es donde empieza lo difícil. Se insiste en que el buen lector
es aquel que logra una buena comprensión del texto leído. Eso está
bien, de eso se trata. Pero tengo otro par de inquietudes, las mismas
que tenía Platón y que expresó en la última parte del Fedro.
Claro que Platón también expresó otras inquietudes en La República
cuando se refiere a los poetas, pero ese un asunto posterior y que
Iris Murdoch trató de bella manera en sus conferencias en Las
Romanes Lecture en Oxford y publicadas en libro: El fuego y el sol.
En
particular, lo que preocupaba a Platón era aquello de que la
escritura era simplemente un artefacto nemotécnico y que el lector
no podría aprehender aquello que se ha dado en llamar “la
sabiduría secreta de Platón”, es decir, aquellos aspectos en la
elaboración y desarrollo del pensamiento del escritor que, por más
que se quiera, le queda tan difícil expresar a la escritura.
La
otra, que la sola lectura no era suficiente para que el lector
emprendiera su propio proceso de pensamiento “más allá” del
pensamiento del escritor, es decir, a elaborar, desarrollar y
expresar sus propias ideas en la búsqueda del conocimiento como como
tal es esa participación de cada persona en la evolución de la
cultura humana y en el proceso acumulativo del saber.
Y
aquí es donde las actuales investigaciones de la neurociencia están
mostrando la naturaleza y el funcionamiento del cerebro lector, tal y
como lo hacen Maryanne Wolf y Stanislas Dehaene, por ejemplo y,
aunque ambos reconocen la importancia de la escritura, sus
conclusiones están dirigidas al desarrollo de la lectura en especial
para los niños. Remito a las citas, la una de Stanislas Dehaene es
el epígrafe de este texto, la otra, la de Maryanne Wolf que reconoce
la importancia de la escritura en el desarrollo intelectual de la
humanidad, pero, en lugar de estudiar el cómo aprendemos a escribir,
se dedica al cómo aprendemos a leer, según la cita anterior. Esto
dice de la escritura:
“Si
echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha
fomentado el desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad
no fue el primer alfabeto, ni siquiera la repetición óptima de un
alfabeto, sino la escritura en sí. Como el psicólogo ruso del siglo
XX Lev Vigotsky decía, el acto de poner la palabras y los
pensamientos por escrito estimula y en sí mismo cambia las ideas
(Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje). A medida que los humanos
fueron aprendiendo a utilizar la lengua escrita cada vez con más
precisión para trasmitir sus ideas, su capacidad para el pensamiento
abstracto y las ideas novedosas se incrementó” (Maryanne Wolf,
Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura,
Ediciones B, Barcelona, 2008, p. 86).
Por
mi parte y como ya he dicho, mi interés se dirige al aspecto
creativo de la escritura y ahora expreso una de mis razones para
ello. Si bien la lectura enriquece intelectualmente al lector y lo
hace más universal en su compresión de sí mismo, de los otros y
del mundo, al mismo tiempo que lo dota de una mejor apreciación de
sus propios sentimientos y los de los demás, es la escritura la
mejor forma de aprender a ser, como diría un filósofo. La escritura
es el mejor método de expresarse, de pensar de forma organizada y
profunda, pues la escritura exige que el escritor produzca, organice,
exponga, sus pensamientos, ideas, sentimientos, imaginaciones, etc.
de tal manera que el lector pueda captarlos y comprenderlos de igual
manera. He ahí la magia de la escritura, es la acción por medio de
la cual “nos creamos” a nosotros mismos y, por la lectura,
conocemos a los otros, o como en el verso de Quevedo, “escuchamos a
los muertos con los ojos”, y compartimos nuestros propios
pensamientos, ideas, sentimientos de forma original o, para decirlo
con Spinoza, somos capaces de producir conocimiento.
Mejor
dicho, que eso que se pretende que logre el buen lector lo logre el
buen escritor en mayor abundancia.
Algo
así, el escritor es el constructor de nuevos mundos y el lector es
su inquilino.
Y
aclaro. No pretendo que la enseñanza y estimulación a la escritura
produzca genios como Cervantes, Shakespeare, Dante, etc., pero si que
aquellos que tienen dotes para ser buenos escritores tengan mayores
oportunidades para desarrollar sus habilidades creativas y estéticas,
pero aun mejor, para exponerla con claridad y belleza. O sea, eso que
dice Maryanne Wolf al final de la cita anterior.
Y
espero que mi escritura hubiera cumplido con mis deseos.
Salud
y alegría,
Iván
Rodrigo.
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