Spinoza
(http://ciacentro.org.ar/node/2318)
Cartas
Abelardinas- 2
“En
el Tratado de la reforma del entendimiento, Spinoza define el método
como “conocimiento reflexivo, o una idea de una idea; y dado que no
hay una idea de una idea a menos que haya primero una idea, no habrá
método a menos que haya primero una idea” (Warren Montag, Cuerpos,
masa y poder. Spinoza y sus contemporáneos, Tierradenadie Ediciones,
Madrid, 2005, p. 23).
Medellín,
jueves 21 de marzo 2019
Abelardo
La
lectura de la Ética demostrada según el modo geométrico de Barush
Spinoza es uno de los más fascinantes y asombrosos desafíos que un
buen lector pueda enfrentar, por un lado, es arduo seguir, armar y
comprender aquel laberinto de definiciones, proposiciones, axiomas,
escolios, corolarios. Por el otro lado, la forma como Spinoza los
remite entre paréntesis y atravesados en el texto como si de notas
de pie de página se tratara con el fin de sustentar, complementar,
esclarecer y demostrar los argumentos con los que va construyendo su
pensamiento y con los que va dándole forma a esa estructura de
demostraciones que es la Ética, un diseño original para el saber
pensar que es necesario aprender a descifrar y a manejar para sacarle
el máximo provecho, que no es poco.
Pero,
una vez comprendido el meollo del asunto, en particular y en general,
y con el apoyo de las otras obras del autor y de algunos y bien
escogidos escritos de los buenos estudiosos de su vida y filosofía
(de los que iré nombrando algunos), el perseverante lector se
encontrará con la mayor alegría, o sea y según el mismo Spinoza,
con una mayor potencia de su esencia y capacidad de actuar. Algo así
como un lector spinoziano, que es aquel cuya felicidad es el la
búsqueda del conocimiento.
Pues
bien y para empezar a nombrar los lectores spinozainos prometidos. El
francés Laurent Bove y su libro La estrategia del conatus.
Afirmación y resistencia en Spinoza (1996, traducción al español
de 2009), así como en sus otros ensayos sobre Spinoza ha realizado
la lectura que yo hubiera querido hacer, me explico.
Para
mi, la Ética demostrada según el orden geométrico, es, además de
la exposición rigurosa del pensamiento de Spinoza con una escritura
estricta y sin adornos, la guía para trazar un holograma conceptual
como si se tratara de un cuerpo trasparente, pero vivo, al que se
puede contemplar en su funcionamiento tanto interior como exterior y
que, a su vez, construye una figura geométrica de gran complejidad
y, me imagino, de asombrosa belleza.
Pero,
si bien Laurent Bove no dibuja aquel holograma, si expone y explica
el pensamiento expuesto por Spinoza en su obra como una guía para
que el buen lector y el Lector Ludí construyan la imagen de esa
figura geométrica, así sea imaginaria y a su imagen y semejanza.
Y,
lo mejor, Laurent Bove ha hecho algo mejor, ha seleccionado y
destacado de manera independiente aquellos asuntos fundamentales del
pensamiento de Spinoza como si se tratara de bloques fundamentales
para la construcción de aquel edificio conceptual y así cada lector
realice su propio ensamble y construcción.
Y
el asombro llega cuando al ir haciendo la lectura de Spinoza se van
estableciendo los descubrimientos que Spinoza anticipó sobre la
naturaleza humana y, en particular, sobre el cuerpo humano y los que
las neurociencias y otras ciencias han venido esclareciendo. Y no
solo eso, agregar también las propuestas que hizo para las otras
ciencias, en particular, para las ciencias exactas y no pocas para
las ciencias biológicas y humanísticas.
Por
ejemplo, para las neurociencias. Antonio Damasio en su libro En busca
de Spinoza se refiere a lo que el filósofo dice en su Ética sobre
la naturaleza del cuerpo (E, II, Postulados), tal el que la mente es
la imagen del cuerpo, así como afirma la la unidad indivisible de
cuerpo y mente. Asuntos todos ellos que inspiraron sus
investigaciones sobre las funciones del cerebro y sus consecuencias
en la acción y comportamientos humanos.
Pero
que sea el mismo Antonio Damasio el que lo diga con sus propias
palabras tomadas de su libro En busca de Spinoza:
“Considere el lector las palabras
exactas de Spinoza: «El objeto de la idea que constituye la mente
humana es el cuerpo», que aparecen en la proposición 13 de la parte
11 de la Ética. 22 La afirmación se escribe de otra manera y se
complica en otras proposiciones. Por ejemplo, en la prueba de la
proposición 19, Spinoza dice: «La mente humana es la idea o
conocimiento mismo del cuerpo humano». En la proposición 23,
afirma: «La mente no tiene la capacidad de percibir ... excepto en
la medida en que percibe las ideas de las modificaciones (afecciones)
del cuerpo».
Considérense, además, los siguientes
pasajes relevantes, todos ellos de la parte II de la Ética:
a) El objeto de la idea que constituye
la mente humana es el cuerpo, y el cuerpo tal como existe realmente
... Por lo cual, el objeto de nuestra mente es el cuerpo tal como
existe, y nada más ... (De la prueba que sigue a la proposición
13.)
b) De esta forma comprendemos, no sólo
que la mente humana está unida al cuerpo, sino también la
naturaleza de la unión entre mente y cuerpo (y)
c) ... con el fin de determinar si es
que acaso la mente humana difiere de otras cosas, y si acaso las
sobrepasa, es necesario que conozcamos la naturaleza de su objeto, es
decir, del cuerpo humano. Cuál sea su naturaleza, no soy capaz de
explicarlo aquí, ni el que yo lo hiciera sería necesario para la
prueba de lo que propongo. Sólo diré generalmente que en la misma
proporción en que cualquier cuerpo dado es más capaz que otros para
realizar muchas acciones o recibir muchas impresiones de una vez,
también lo está la mente, de la que es el objeto, más capaz que
otras para formar muchas percepciones simultáneas ... (De la nota
que sigue a la proposición 13.)
Este último concepto se plasma de
forma resonante en la proposición 15: «La mente humana es capaz de
percibir un gran número de cosas, y lo es en la misma proporción en
que su cuerpo es capaz de recibir un gran número de impresiones».
Quizá más importante todavía,
considere el lector la proposición 26: «La mente humana no percibe
ningún cuerpo externo como si existiera realmente, excepto a través
de las ideas de las modificaciones (afecciones) de su propio cuerpo»
(Antonio Damasio, En búsqueda de Spinoza. Neurobiología de la
emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 201).
Otro
caso, tanto más asombroso, es el del descubrimiento de las
denominadas “neuronas espejo” por los neurocientíficos Giacomo
Rizzolatti, Vittorio Gallese, Luciano Fadiga y Leo Fogassi, que
palabras más o palabras menos ya había sido propuesto por Spinoza
en la Ética:
PROPOSICIÓN
XXVII
“Por el hecho de imaginar que
experimenta algún afecto una cosa semejante a nosotros, y sobre la
cual no hemos proyectado afecto alguno, experimentamos nosotros un
afecto semejante” (Ética, III, 27).
Si
se lee con atención lo que dice Laurent Bove en el capítulo 3 de su
libro sobre ese asunto, se puede deducir la notable influencia que
Spinoza tuvo sobre científicos, filósofos, artistas y otros, en los
siglos que le siguieron. Para una mayor información, leer le volumen
IV de la obra que León Dujovne realizó sobre la vida, obra y época
de Spinoza en el que habla específicamente de sus influencias.
Para
mostrar algo de esa influencia. El neurocientífico Marco Iacoboni en
su libro Las neuronas espejo, hace una referencia a la anticipación
que Edgar Allan Poe y otros tuvieron del funcionamiento de lo que se
denominarán “neuronas espejo” y los comportamientos que
manejan:
“En su famoso cuento “La carta
robada”, Edgar Allan Poe escribe, a través de las palabras del
protagonista C. August Dupin: “Si quiero averiguar si alguien es
inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles son sus
pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la expresión de
mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué pensamientos o
sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón, coincidentes con la
∗ expresión de mi cara”. ¡Cuánta preciencia! Poe no podría
haber elegido una mejor manera de penetrar en la vida interna de sus
personajes. Sin embargo, no fue el único. En la literatura
científica sobre las emociones, la teoría de que la experiencia
emocional cobra forma mediante los cambios de la musculatura facial
–la “hipótesis de la retroalimentación facial”– tiene
muchos antecedentes. Charles Darwin y William James fueron dos de los
primeros en escribir sobre el tema (aunque Poe se adelantó a ambos
por varias décadas). Darwin escribe: “La expresión libre de una
emoción se intensifica por medio de signos externos. Por otro lado,
la represión de todos sus signos exteriores suaviza nuestra
emoción”. Para James, el fenómeno significa que “nuestra vida
mental está entretejida con nuestro marco corpóreo, en el sentido
más literal del término” (Marco Iacob0ni, Las neuronas espejo.
Empatía, neuropolítica, autismo, imitación, o de cómo entendemos
a los otros, Katz, Buenos Aires, 2009, pp. 120-121).
Más
allá de estas referencias, es bueno tener en cuenta que los
neurocientíficos mencionados atrás poseían también una sólida
formación filosófica y humanística.
Igual
puede decirse de Jean Pierre Changeux quien no solo reconoce la
influencia de Spinoza sobre su trabajo, si no que también hizo buen
uso de Demócrito, Epicuro y Lucrecio para inspirar su trabajo
neurocientífico, los mismos que habían inspirado el pensamiento de
Spinoza.
Y
no fueron sólo ellos.
Pero
también es del caso hacer una crítica a los filósofos actuales, a
los que pareciera que menosprecian las enseñanzas de Spinoza y a los
que todos estos descubrimientos y desarrollos científicos sobre el
cerebro y las incidencias en la actividad cerebral y, por ende, en el
comportamiento humano individual y colectivo, los estuviera dejando
“pasmados” y ya no se atreven a especular y mucho menos a
intentar proponer sus propias explicaciones o, al menos, a proponer
sus propias hipótesis sobre el origen y finalidad de la acción y
comportamiento humano, pues temen que las ciencias contradigan sus
propuestas teóricas y, no se diga, las empíricas.
Se
puede decir que, por un lado, las teorías evolutivas y, por el otro,
las ciencias del cerebro, los amenazan con demostrar la certeza de lo
que dijo Spinoza sobre la sustancia y la “causa sui”.
Pero, por sobre todo, la alegría que provoca la gran labor, esa que
es el conquistar el conocimiento como lo propuso Spinoza.
Y
para finalizar de manera expedita. De entre las muchas e importantes
explicaciones que ofrece el libro de Laurent Bove, me gustaría
destacar las que hace en el capítulo IV sobre la alegría, a la que
Spinoza considera el alimento de la vitalidad, la potencia de la
vida, de la salud del cuerpo y la del espíritu:
“Dice Spinoza que la Hilaritas, es
decir, el Regocijo o Jubilo, es una alegría que expresa un perfecto
equilibrio afectivo de las partes del Cuerpo (y habría que decir que
de todas las partes de nuestro ser) que están, en ese afecto,
afectadas de igual o parecido modo)” (Lauren Bove, La estrategia
del conatus. Afirmación y resistencia en Spinoza,
Tierradenadie Ediciones, Madrid, 2009, p. 113).
Pero
también y quizás el asunto principal del libro, es ofrecer una
explicación a las propuestas políticas de Spinoza, tal y como lo
anuncia en el mismo subtítulo del libro: La estrategia del conatus.
Afirmación y resistencia. Se puede decir que es una revaloración
del Spinoza político, más allá y en una dirección diferente a la
realizada por los neo-marxistas a partir de lo dicho por Althusser de
Spinoza, su filosofía y sus propuestas políticas. Algunos de
aquellos neomarxistas: los franceses Etienne Balibar, Pierre François
Moreau, Pierre Macherey, Martial Gueroult, Alexandre Matheron. O los
italianos: Antonio Negri, Emilia Giancotti, Paolo Virno, Augusto
llluminati, Vittorio Morfino, Filippo del Lucchese, Stefano
Visentin. Y, por supuesto, el autor de la cita del epígrafe, Warren
Montag. Por contraste, la lectura de Spinoza por parte de Gilles
Deleuze de la que hablar requiere de otro empeño.
Y
para concluir, en términos generales, lo que Laurent Bove propone es
una lectura de la filosofía y de las propuestas políticas de
Spinoza a partir de lo que él considera el punto de apoyo sobre el
que Spinoza soporta sus propuestas para mover a ser libres y a la
búsqueda del conocimiento: la “causa sui” y, luego, la
sustancia: “Deus sive natura”.
Por
aquello que dice Spinoza:
“Los hombres luchan por su
esclavitud (servidumbre) como si se tratara de su salvación”
(Spinoza, Tratado Teológico-Político, Prefacio, I).
Y
lo que luego complementa al iniciar la conclusión de su libro cuando
Laurent Bove dice:
“Tanto en el ámbito político, como
en el ámbito ético, el proyecto filosófico spinozista es siempre
acercarnos lo más posible al movimiento real de la autoreproducción
de lo Real. Filosofía naturalista de la causa sui, el
spinozismo, en su posición inmanentista radical es también la
filosofía por excelencia del movimiento real – o, lo que es lo
mismo, una filosofía de la sustancia -. Porque la “sustancia” es
ese movimiento autonormativo, autoorganizador, autoconstitutivo “sin
principio ni fin”, que (se) produce en una infinitud infinita de
maneras (y según) una infinidad de cosas. Y esa realidad dinámica
(en su complejidad casual), tanto para los hombres como para los
pueblos, tanto para los cuerpos como para las ideas, es la Libertad,
porque la libertad es movimiento” (Lauren Bove, La estrategia del
conatus. Afirmación y resistencia en Spinoza, Tierradenadie
Ediciones, Madrid, 2009, p. 331).
Mejor dicho, más allá de las lecturas
especializadas a la filosofía de Spinoza, propongo una lectura
lúdica, es decir, esa lectura que es un viaje al conocimiento, que
es alegría y que aumenta la potencia de ser, estar, actuar y ser
libre.
Salud y alegría,
Iván
Rodrigo.
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