27 de junio de 2016

LECTOR LUDI N.o 86 Eros, el demonio del deseo



Hieronymus Bosch, Mesa de los pecados capitales
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Lector Ludi No. 86
Por Iván Rodrigo García Palacios
Eros, el demonio del deseo


"-¿Qué puede ser, entonces, Eros? -dije yo-. ¿Un mortal?
[...]
-Un gran demon, Sócrates. Pues también todo lo demónico está entre la divinidad y lo mortal" (Platón, Banquete, 202 d-e).


"I.— El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en ella" (Baruch Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico, Definiciones de los afectos, I, traducción de Vidal Peña, 1980).


El deseo es la representación anticipada (mapas sensoriales) de las trasformaciones provocadas en el cuerpo por las reacciones emotivas (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 53).


El deseo es ese primitivo poder que anticipa, provoca, domina, impulsa, dirige, decide, la acción, la imaginación y el pensamiento del cuerpo humano, bien por necesidad o bien por deliberación. Para Buda, el deseo era la causa del sufrimiento. Para Platón, era Eros, ese daimon de las locuras divinas. Para los cristianos, es el enemigo de la carne, el instigador del pecado y causante de la perdición del alma ... Y, en general, el deseo ha sido considerado un demonio de placer y perdición.
En la actualidad, el deseo ha dejado de ser un misterio, porque ha sido convertido en mercancía por las leyes del mercado que ya lo incluyen como uno más de los "commodities" que se compran y se venden en los mercados de bienes y servicios. El deseo ha pasado a ser uno más de los productos desarrollados por la ingeniería social y así se ha logrando realizar un antiguo deseo de los poderosos, ese en el que sueñan con tener en sus manos el poder y las fuerzas con las cuales dominar, manipular, enajenar y alienar al deseo, esa fuerza que provoca, impulsa y dirige la voluntad, la acción y el pensamiento de las personas.


Herramientas
El desarrollo acelerado de las ciencias y de las tecnologías ha permitido que se elaboren herramientas poderosas con las cuales integrar, manejar, usar, controlar y almacenar inmensas cantidades de datos 1, hasta el punto que, en lo que se refiere a las cosas del comportamiento humano, estas ciencias y tecnologías han logrado anticipar, provocar, activar, controlar, replicar, producir y reproducir, artificialmente, los instintos, los apetitos, los deseos, los sentimientos y, con ellos, determinar la imaginación, los pensamientos y la voluntad de las personas con notable precisión y refinamiento tanto en individuos como en colectivos. Es tal el poder de esas herramientas que, al día de hoy, se puede decir que ellas nos conocen y manejan mejor de lo que nos conocemos y manejamos a nosotros mismos. Además, y lo más aterrador, es que con esas herramientas ya se manipulan, enajenan, alienan los deseos, la voluntad, la acción, la imaginación, los pensamientos, según se lo proponga quien tenga el poder y el dinero para comprar aquellos productos con los que se manipula, enajena y aliena el deseo de las personas y de las comunidades.


¿Qués es el deseo?
Como la mayoría de los aspectos de la naturaleza humana, hasta no hace mucho tiempo, el deseo había sido objeto de definiciones y especulaciones más filosóficas que científicas, de ahí que las investigaciones científicas actuales apenas están demarcando los campos del cuerpo y de las conexiones y relaciones del deseo con los comportamientos tanto fisiológicos como emocionales, mentales, intelectuales, etc., o sean, de aquellos asuntos de los que hasta ahora se ocupaban las disciplinas psicológicas y también las filosóficas interesadas en el origen y en el actuar de lo humano.
El deseo ha sido motivo de definición y especulación por parte de filósofos, humanistas y por aquellos que especulan en eso que se llaman ciencias sociales, la psicología, la política, la antropología, las religiones, esas disciplinas académicas interesadas en conocer los mecanismos que hacen actuar al Homo-Humano, y que emplean modelos estadísticos y de las ciencias exactas, pero que, tarde que temprano, resultan falseados.
En este contexto y para resumir brevemente, presento las propuestas de tres filósofos cuya visión del deseo estuvo más cercana a lo natural que a lo sobrenatural.
Como primer ejemplo y primer acercamiento a los misterios de la carne y del espíritu, Platón propuso una definición del deseo en el contexto de la paidea griega, la que expuso en sus diálogos y de manera más específica en Banquete, Fedro y República. Para él, el deseo era la expresión de Eros:
"Deseo de la generación y procreación en lo bello" (Platón, Banquete, 206 e).
Fue Platón quien teorizara y propusiera los métodos para conocer y regular lo natural (bios) y lo cultural (logos), así como el ejercicio de los deseos, eso a lo que ahora denomino la Erótica platónica 2, la que se refiere a la función del deseo en las manifestaciones del cuerpo y del espíritu, tal y como lo explica Francis M. Cornford:
"[...] Platón, en la República, dividía el alma en tres partes: la racional o reflexiva, la impulsiva o apasionada, y la concupiscente; y define las distintas virtudes de sabiduría, valor, templanza, y justicia según van apareciendo en la compleja naturaleza del hombre, en su presente estado de imperfección. Un punto esencial de esta triple división es que cada una de las llamadas "partes" del alma se caracteriza por una forma peculiar de deseo. Además, estas tres formas de deseo están a su vez caracterizadas por sus objetos particulares. Así, donde Platón prueba que el tirano es el más desgraciado de entre todos los hombres, allí también observa que cada parte del alma tiene su propio goce y su deseo característico y propio, y que cualquiera de las tres puede tomar el mando sobre las demás. La parte reflexiva persigue el conocimiento y la sabiduría, la apasionada apunta al éxito, al honor, al poder; la concupiscente recibe tal nombre por la especial intensidad de los deseos que conciernen al sexo y la nutrición; es adquisitiva y gusta del dinero como de un medio de gratificación sensual. En consecuencia, existen tres tipos generales de carácter en el hombre, determinados por el predominio de un apetito o de otro, tres vidas que buscan respectivamente los goces de la contemplación de la verdad, de la ambición satisfecha y de las ganancias materiales. Se afirma que, en algún sentido, los goces inferiores son ilusorios y falsos. Por otra parte, estas dos partes inferiores del alma no han de ser meramente aniquiladas y reprimidas. Positivamente resultará mejor que la razón las rija, por lo que concierne a su propia satisfacción, que no que resulten libradas a su solo arbitrio. Y, al revés, si cualquiera de estas dos partes usurpa el mando, no solamente forzaría a las otras a perseguir falsos placeres, sino que ni siquiera encontraría satisfacción más auténtica para la que era apta. A tal respecto, lo peor es lo más bajo. Una vida arbitrada por una tolerancia sensual fuera de control es lo menos agradable de todo". (Francis M. Cornford, La filosofía no escrita y otros ensayos / La doctrina de Eros en el Banquete de Platón /, Ariel, Barcelona, pp. 130-131).
***
Dos mil años después, Giordano Bruno hace su interpretación particular y novedosa de la erótica platónica, mucho menos idealizada que la de sus predecesores y contemporáneos renacentistas (Petrarca, Dante, Ficino, Juan Pico, etc.), puesto que, para él, ese eros o deseo platónico no es un algo intangible, sino y por el contrario, el vínculo del cuerpo, la voluntad, la acción y aquella memoria que se hace intelecto, pero esto último es otro asunto que he tratado en otros escritos, así que esto es lo que dice Giordano Bruno del deseo, el que, como Platón, equipara también con eros, el amor, y el que, para él también, es un demon que se manifiesta como "heroico furor":
«Todos los afectos y vínculos de la voluntad se reducen y se refieren a dos: la repugnancia y el deseo, o el odio y el amor. Sin embargo, el odio se reduce él mismo al amor, y por ello resulta que el único vínculo de voluntad es el eros. Está demostrado que todos los otros afectos que una persona puede sentir sólo son, tanto formalmente como fundamental y originalmente, amor. Por ejemplo, la envidia es amor de alguien por sí mismo, y no soporta ni la superioridad ni la igualdad del otro; el mismo principio se aplica a la emulación. La indignación es amor por la virtud [ ... ]; el pudor y el miedo [verecundia, timor] no son más que amor por la honestidad y por lo que da miedo. Se puede decir lo mismo para los otros afectos. Por lo tanto, el odio no es más que amor por el contrario o por lo opuesto, y así mismo, la ira sólo es una especie de amor. Para todos aquellos que están destinados a la filosofía o a la magia, es del todo evidente que el vínculo más elevado, más importante y el más general [vinculum summum, praecipuum et generalissimum] pertenece al eros: lo que explica que los platónicos llamaran al amor el gran demonio, daemon magnus» (*).
[...]
(*) Theses de Magia, t. LVl, Op. Iat., III, pág. 491. La expresión daemon magnus viene del Comentario a El banquete, de Ficino, y ha sido transmitida a consciencia por toda la tradición ficiniana, desde Juan Pico.
(Giordano Bruno, citado por Ioan P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento 1484, Siruela, Madrid, 1999, p. 134).
***
El más radical fue Spinoza, para quien
"[...] el deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto que es concebida como determinada a hacer algo" (Spinoza, Ética, III, Definiciones de los afectos, I).
El deseo de lo bello es estético, pero al mismo tiempo fisiológico, sólo es bello aquello que procura bienestar al cuerpo y eso es placentero, porque tanto para el cuerpo como para la naturaleza todo será sólo o bueno o malo, lo que según Spinoza es:
"Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos" (Spinoza, Ética, III, Proposición IX, Escolio).
Lo que lleva a que otros serán los deseos que organicen la cultura, eso que llaman bien y mal.
Imbuidos por Spinoza, en el siglo XX, Gilles Deleuze y Félix Guattari propondrán un sistema filosófico del deseo, lo cual ya es otro asunto.


***
Para las ciencias fisiológicas y neurocientíficas, el deseo es una manifestación evolutiva de la materia y de la energía, el cual se manifiesta en la materia viva, por una parte, como la imperativa necesidad de consumir -alimentarse- materia para trasformarla en energía y, por la otra, en los mecanismos de la reproducción que funcionan en el sexo, en cuanto que, por evolución, el imperativo de reproducirse ha provocado el desarrollo de mecanismos físico-químicos, metabólicos, fisiológicos, sensuales, mentales, etc. que provocan que las reacciones metabólicas, los instintos y los apetitos se conviertan en deseos, sentimientos, imaginación, pensamientos y, también, en estados de ánimo.
En otras palabras, el deseo es una de las fuerzas que se manifiestan en el mantenimiento del estado de equilibrio del cuerpo. Esto es lo que dicen dos científicos de la biología, Lynn Margulis & Dorion Sagan, en su libro ¿Qué es el sexo? (1997):
"LA NATURALEZA DEL DESEO | Esta discusión nos lleva a especular sobre el lugar del sexo en este universo físico. Cerraremos este capítulo abriendo nuestro libro a la idea de que la naturaleza tiene y ha tenido un propósito. Aun antes de la evolución de las primeras formas de vida, hace cerca de 4000 millones de años, la naturaleza tenía una suerte de anhelo o deseo. De manera con toda probabilidad inconsciente, la naturaleza, como lo atestiguan todas las manifestaciones de la Segunda Ley [de la termodinámica], quiere lograr sus fines. Como hemos visto, la reproducción de la vida, al producir orden, crea desorden en forma de calor y entropía local".
[...]
"En otras palabras, todos nuestros propósitos y anhelos humanos, desde el deseo pasajero de algo dulce hasta la pasión ardiente por el gran amor de nuestra vida, reflejan tendencias del mundo inanimado ya implícitas antes de la vida en la Segunda Ley".
[...]
"Lejos del equilibrio, los sistemas vivos no son independientes, sino que existen sólo en la vecindad de fuentes necesariamente menguantes de energía de alta calidad. Cuando se las enfría hasta cerca del cero absoluto, las formas vivas, si es que sobreviven, están «como muertas». Démosles alimento y energía, sin embargo, y revivirán. Bacterias, esporas, quistes y otras formas de vida latente congeladas y desecadas reanudan su metabolismo una vez descongeladas e hidratadas. Tales experimentos criogénicos sugieren que el grado de vigor está correlacionado con el flujo de energía y materia en combinación con la capacidad de controlar dicho flujo. Quizá podamos vislumbrar aquí, en la situación cósmica de la vida como deshacedora de gradientes, la base material para la estructura psicológica del deseo y la tensión entre gratificación instantánea y reticencia prudente. La paradoja de la vida, incluida la sexual, es que la frustración misma del deseo de llegar a un final contribuye a prolongarla".
Para Antonio Damasio, la definición neurocientífica del deseo es aquella actividad cerebral que permite representar (mapas sensoriales), anticipar y simular las reacciones corporales provocadas por las reacciones emotivas que provocan la sensación de desear, o sea, la escala del paso del instinto al apetito al deseo al sentimiento a la acción a la imaginación y al pensamiento:
"Los animales más sencillos carecen de las estructuras cerebrales necesarias para representar, en forma de mapas sensoriales, las transformaciones que se producen en el cuerpo cuando tienen lugar reacciones emotivas, y ello resulta en la sensación. Carecen también del cerebro preciso para representarse la simulación anticipada de dichas transformaciones corporales, lo que constituiría la base del deseo o la ansiedad" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 53).
De esta manera el deseo es:
"Sufridos individualmente u observados en el prójimo, el pathos y el deseo son subproductos de la consciencia" (Antonio Damasio, Sentir lo que sucede. Cuerpo y emoción en la fábrica de la conciencia, Andrés Bello, Santiago de Chile, 2000, p. 20).
Antonio Damasio explica la función del deseo:
"Varios instintos y motivaciones. Los principales ejemplos incluyen el hambre, la sed, la curiosidad y la exploración, el juego y el sexo. Spinoza los agrupó todos bajo un término muy adecuado, apetitos, y con gran refinamiento utilizó otra palabra, deseos, para la situación en la que los individuos conscientes se hacen sabedores de dichos apetitos. La palabra apetito designa el tipo de comportamiento de un organismo ocupado en un determinado instinto; el término deseo se refiere a los sentimientos conscientes de tener un apetito y a la eventual consumación o frustración de dicho apetito. Esta distinción espinoziana es un atractivo complemento de la existente entre emoción y sentimiento con que iniciamos este capítulo, Es evidente que los seres humanos poseen los apetitos y los deseos conectados de manera tan inconsútil como las emociones y los sentimientos" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, pp. 37-38).
Y hablando de emociones y sentimientos, así los explica Antonio Damasio:
"Las emociones se representan en el teatro del cuerpo. Los sentimientos se representan en el teatro de la mente (3). Como veremos, las emociones y el sinnúmero de reacciones asociadas que les sirven de fundamento forman parte de los mecanismos básicos de la regulación de la vida; los sentimientos contribuyen asimismo a la regulación de la vida, pero a un nivel superior. Las emociones y las reacciones relacionadas parecen preceder a los sentimientos en la historia de la vida. Las emociones y los fenómenos asociados son el fundamento de los sentimientos, los acontecimientos mentales que forman la base sólida de nuestra mente y cuya naturaleza deseamos dilucidar".
"(3). En sus escritos sobre este tema, Spinoza no utiliza la palabra emoción ni la palabra sentimiento, sino afecto (en latín, affectus), un término que es apropiado para ambos conceptos. Dice Spinoza: «Por affectus quiero decir las modificaciones del cuerpo, por las que el poder activo de dicho cuerpo aumenta o disminuye, es ayudado o constreñido, y asimismo las ideas de dichas modificaciones» (Spinoza, Ética, parte ID). Cuando desea aclarar su significado preciso acota el afecto y nos hace saber si se refiere al aspecto en gran parte externo o al aspecto exclusivamente interno del fenómeno, la emoción o el sentimiento. Sospecho que vería de buena gana la distinción que propongo, porque dicha distinción se basa en la identificación de diferentes acontecimientos en el proceso de «ser afectado», precisamente como lo son los términos paralelos de Spinoza, apetito y deseo. Tiene interés el hecho de que una de las traducciones al inglés más generalmente usadas de las obras de Spinoza (la de H. M. Elwes, publicada en Inglaterra en 1883), traduce el affectus latino por emoción y contribuye a perpetuar el uso incorrecto de dichos términos. La traducción americana moderna de Edwin Curley traduce adecuadamente affectus por afecto. Para complicar todavía más las cosas, Elwes traduce los ténninos laetitia y tristitia de Spinoza como placer y dolor, cuando una traducción más aceptable es felicidad/alegría y tristeza/pena".
(Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, pp. 32).
***
Del confesionario a "la caja de cristal"
La Mesa de los pecados capitales, obra de Hieronymus Bosch, con la que acompaño este escrito, es la perfecta ilustración para exponer una de las estrategias de poder por medio de la cual manipular la voluntad humana, en ella se muestra cómo es posible lograr que gran cantidad de personas sean sometidas y manipuladas a partir de sus emociones, deseos y sentimientos, tanto por los más íntimos y no conscientes como por aquellos que emergen a la conciencia y a la vida pública. Las emociones del miedo y los sentimientos del temor y del deseo de una vida satisfactoria y placentera, en contra de una existencia de dolor y sufrimientos.
En esa estrategia se trata de la idea del pecado y del castigo, por un lado, y, por el otro, de la virtud y del premio, instaurada por las religiones monoteístas. Algo que funciona a partir de la mecánica misma de la materia y de la energía: atracción y rechazo y que en la materia viva se manifiestan como placer y dolor, miedo y alegría y que para la conciencia son temor y tranquilidad. Y para esas religiones: beatitud o desdicha.
Y, ¿cómo funciona esa estrategia?
En primer lugar, se establecen mecanismos de control no conscientes, grabados por dolor y miedo en los circuitos neuronales, en la memoria y en los recuerdos. Mecanismos que luego van a operar y a determinar los sentimientos y los comportamientos de las personas desde el momento mismo de la crianza y por el resto de la existencia. Mejor dicho, el proceso del aprendizaje de lo no consciente a lo consciente. Algo así como "el efecto Baldwin":
"El efecto Baldwin puede resumirse en una especie de slogan publicitario: lo aprendido se hace instinto. O, con un poco más de precisión: cuando un cerebro es capaz de aprender algo, el resultado de ese aprendizaje acaba, generaciones después, formando una estructura innata en el cerebro del recién nacido" (Javier Sampedro, Deconstruyendo a Darwin, Crítica, Barcelona, 2002, p. 193).
Esto explica el poder persistente de los mitos que se convierten en cultos y en ritos, pues de esa manera se graban en los circuitos neuronales y esa es la forma como la cultura opera en la evolución biológica y en la selección natural.
Segundo, los comportamientos afectados son aquellos cuyo funcionamiento y operación están determinados por los instintos y los cuales, a partir de allí, se expresan como apetitos, deseos, sentimientos y estados de ánimo de los Homo-Humanos. Para el caso, la iglesia católica ha seleccionado lo que denomina los siete pecados capitales, los que El Bosco ilustra en su tabla, en la que también se muestra cuales son los mecanismos de funcionamiento y operación de la estrategia de enajenación, alienación y manipulación. Es así que en el centro de la pintura está esa figura de autoridad suprema y omnipresente que todo lo ve y todo lo juzga y que castiga o premia. La misma que también emplean las otras religiones monoteístas. Y que, para acabar de ajustar, es el modelo y la figura que Sigmud Freud estableció como fundamento del psicoanálisis.
En el gran círculo se ilustran los instintos, apetitos, deseos y sentimientos de la carne, los siete pecados capitales. Un círculo que los equipara.
En los pequeños círculos de las esquinas del cuadro, se muestran: la muerte, El reino de Dios, El Purgatorio y El Infierno. Esas son las imágenes de los mitos que controlan toda esa estrategia de castigo y premio. En particular, el círculo de la esquina superior izquierda, en la cual se muestran los mecanismos para el mantenimiento permanente de la función, el más aterrador, el de la muerte y, por supuesto, el de la confesión de los pecados como condición para la redención en esta vida terrenal, pues ese es el que sustenta la aplicación del miedo y del castigo, pues es allí, en ese sacramento, el del confesionario o caja oscura, por el cual los funcionarios de la iglesia recopilan la información con la cual ejercen su dominio y chantaje sobre las personas, al saber de sus secretos más vergonzantes.
Definitivamente, somos víctimas de nuestros propios inventos.
***
Y en el campo de las metáforas, una metáfora es sustituida por otra. Hasta no hace mucho, el cráneo había sido considerado "la caja negra" y, al parecer, con las nuevas ciencias y tecnologías, el cráneo se está convirtiendo en "una caja de cristal".
Hoy son muchas y asombrosas las herramientas y los procedimientos por los cuales los científicos acceden a los territorios del cerebro estando éste en plena vida y actividad, algo que era imposible hasta hace poco tiempo. Ahora ya se toman imágenes y datos de la actividad del cerebro en vivo, en tiempo real y en plena acción. Y también se hacen experimentos por medio de los cuales se observa, replica, anticipa, produce, reproduce, desde las más mínimas de las funciones cerebrales y sus estados fisiológicos, hasta las más complejas actividades y estados de las funciones superiores de la mente, los deseos, los sentimientos, la imaginación, los pensamientos, los estados de ánimo.
Y es con esa información que se alimentan los sistemas de "Big Data" y así analizar, replicar, anticipar y reproducir de manera artificial los sistemas y comportamientos del cuerpo humano y sus expresiones y manifestaciones como Homo-Humano, algo así como la reproducción de un humano artificial.
Al paso que avanzan ciencias y tecnologías, pronto se llegará a construir un "humano" como el que imaginaron Isaac Asimov y Robert Silverberg, en su novela El hombre positrónico (traducida al español como El robot humano) o como El hombre bicentenario, del cuento de Asimov en el se se basa la película del mismo título: un robot que desea y logra convertirse en humano. Ese "humano" que estará más cercano a ser como "el monstruo" manufacturado por el Doctor Frankenstein en la novela de Mary Shelley o como los clones incubados y condicionados por referencias de El mundo feliz de Aldous Huxley y no como los robots de los relatos del mismo Isaac Asimov con sus tres leyes o como los ciborg de Terminator y otros, aunque estos también tienen su lugar en el futuro que se aproxima.
Por supuesto, estos asuntos se están discutiendo en el marco de lo que el biólogo Julian Huxley llamara el trashumanismo en 1957 y que hacía eco a las propuestas de aquellos científicos que tiempos atrás anticipaban los efectos y las consecuencias que tendrían sobre la vida humana los avances de las ciencias y las tecnologías, en particular, los de las ciencias biológicas. Sobre estos asuntos, el escritor y filósofo Aldous Huxley, hermano de Julián, trató tanto en su novela Un mundo feliz, como en algunos de sus libros filosóficos.
Esas son las ideas que ahora se renuevan con las actuales propuestas desarrolladas dentro del movimiento trashumanista en el que cada vez participan mayor número de científicos y filósofos.
Este doble camino, de humano a ciborg o viceversa, es una forma por la que se espera cumplir, explicar, justificar y "crear", los sueños y satisfacer los máximos deseos de los Homo-Humanos: la eterna juventud y la total felicidad.
Son esos los sueños y los deseos de dioses hechos a sí mismos. Lo paradójico del asunto es lo que se pregunta el historiador Yuval Noah Harari:
"¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren? (De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Epílogo).
O, para ponerlo en otras palabras: animales que sueñan y desean ser dioses.
Sin embargo, es ese desear lo imposible lo que hace humano al Homo-Humano, porque es el deseo, ese demonio del deseo, el que hace que, por aspirar ser un dios, descubrirá y pretenderá conquistar el universo. Y, ojalá, en el camino, logre armonizar entre la carne y el espíritu ese propósito, deseo, anhelo del que hablaban atrás Lynn Margulis & Dorion Sagan.
Por eso, es imperativo mantener, por sobre todos los derechos, el derecho a desear, lo contrario, es la muerte, la no-vida, en la vida. El deseo no es una enfermedad, todo lo contrario, es la señal de la buena salud.
Por ello, es imperativo que mi deseo sea mi deseo y no el deseo que me impone una máquina operada por quien sea que la pague para que me manipule, enajene y aliene.
Porque mi deseo es el deseo de lo bello: el anhelo de futuro. Y eso no lo puede ni reproducir ni comprender una máquina. Pues ... lo dicho por Giordano Bruno citado atrás:
"[...] el único vínculo de voluntad es el eros".

O, para ponerlo en las palabras de Epicuro en su Carta a Meneceo:
"Hay que considerar que de los deseos unos son naturales, otros vanos; y de los naturales unos son necesarios, otros sólo naturales; y de los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma.
Un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda elección o rechazo a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la culminación de la vida feliz".

NOTAS


1 One particularly important aspect of big data is the development of methods that can be called “ Big data Analytics”. This refers to methods for fast, systematic, and adequate extraction of new information about people, people’s bodily facilities, human behavior, thoughts, emotions, communities, lifestyles, cultures, etc. on the basis of big data. The temptation to manage the very large volumes of data runs on the hardware and software development, which is supported by increasingly sophisticated mathematical-statistical and measuring-theoretical models.
Reconsidereng Humanity: Big Data, the Scientific Method, and the Images of Humans. Symposium on June 25 and 26, 2015, Visual Arena Lindholmen, Lindhomen Science Park, University of Gothengurg, Sweden. Los videos:
http://philosophicalcomment.blogspot.com.co/ - https://play.gu.se/media/t/0_mxmx3jy9/29277821
2 Ver: http://lectorludi.blogspot.com.co/2016/03/lector-ludi-no-82-la-ciencia-del-deseo.html



1 comentario:

martiniano dijo...

Querido Ivancho: menudo callejón sin salida este del deseo. Es la fuerza que nos empuja a explorar o inventar mundos, pero es también el señuelo que nos extravía en los laberintos de la sangre.
Sin él, estaríamos destinados a la inmovilidad. Guiados por ímpetu prometeico, caminamos todo el tiempo por la cornisa. Sobre ese ir y venir se forjan teorías científicas, se fundan religiones, se crean y destruyen empresas. En suma, esta cosa asombrosa y a veces terible que llamamos vida.

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