15 de mayo de 2012

Platón eleusino


Iván Rodrigo García Palacios
Platón eleusino
1. ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el Homo-Humano?
2. Therapeía tês psychês o “cuidado del aliento vital”
3. Proyecto educativo y magisterio y filosófico

 La Academia de Platón. Mosaico del Museo Nacional de Nápoles.

"3 [A 17] Desde luego que yo no he escrito nada sobre esas cosas, y nunca lo escribiré; porque este conocimiento no es en modo alguno comunicable, como otros, sino que sólo después de una intensa familiaridad con el objeto y después de haber convivido largo tiempo con él, de repente -como luz que brota de una llama palpitante- surge en el espíritu y el mismo se alimenta de sus propias virtualidades" (Platón, Séptima carta, 341 c-d).


1. ¿Qué es el mundo? ¿Qué es el Homo-Humano?
Las perentorias negaciones de Platón en la Séptima carta, al referirse a los Misterios eleusinos y a la "experiencia" y al "conocimiento" propiciados por la "visión" eleusina, se convierten de inmediato en afirmación enfática, cuando describe y explica el qué y el cómo de esa "visión, experiencia y conocimiento". En Fedro (250 b-c) será más explícito al describir el estado que aquello provoca y en Banquete lo expondrá como su magisterio filosófico y proyecto educativo.
Si bien, en la casi totalidad de sus diálogos esos asuntos eleusinos son tratados de manera hermética y esotérica, será en los más populares: Fedro, Banquete y Fedón, en los que esa afirmación y esas explicaciones se convierten en las propuestas de su magisterio filosófico y su proyecto educativo, los cuales expone de manera evidente y casi formal.
Esos son el magisterio y el proyecto de la Academia: la formación de aquellos hombres superiores capaces de encarnar el espíritu alado, exaltado y entusiasta de aquellos griegos a los que llamó "Sabios", los antecesores, los que, desde las visiones y la materia de los mitos fundadores, comenzaron a formularse las primeras preguntas y a proponer las respuestas de un logos naciente:
¿Qué es el mundo? ¿Qué es el Homo-Humano?
Esas son las preguntas y respuestas que para ellos determinan el destino luminoso o trágico de los humanos.
Ellos bien lo sabían, para sobrevivir, reproducirse, adaptarse y, también, para destruirse, el Homo-Humano ha sido condenado al trágico destino de responder a las preguntas sin respuesta y a resolver los enigmas sin solución con los que la Naturaleza y su naturaleza lo desafían: ¿mythos o logos?
Los griegos, en aquellos tiempos, se enfrentaron a ese destino trágico con un aliento vital excepcional y, todavía hoy, las consecuencias de sus logros y realizaciones son, para bien y para mal, marca indeleble de las civilizaciones posteriores. Sin embargo, aquel aliento vital y el impulso fecundador que lo animaba, han sido también, unas veces, truncados y esterilizados o, en otras, superados por las ideologías con las que esas mismas civilizaciones los interpretaron y asumieron.
Si bien esa historia no se inicia con los griegos, si son ellos, aquellos griegos excepcionales de quienes se tienen registros desde antes y después del siglo VII a. C., los que empezaron a interrogarse sobre la naturaleza de la Naturaleza y sobre la naturaleza del Homo-Humano como seres reales y concretos en el mundo del "aquí y ahora", su Ser y Estar en el mundo, independientes de los dioses, por fuera de los mundos sobrenaturales de sus mitos y teogonías, dueños de sus propios destinos, pero en un mundo animado por el espíritu y el aliento vital de las fuerzas atribuidas por ellos a aquellos dioses que al igual los animaban a ellos.
Aquellos primeros registros, todavía en escrituras de significantes mitológicos, teogónicos, cosmogónicos y poéticos, muestran que los significados estaban cambiando su sentido y ya se referían de otras maneras a los asuntos de la naturaleza material y existencial con los que se explicaban los fenómenos que los afectaban y que les permitían realizar las obras de las artes y de las tecnologías, así como a dirigir sus propias vidas, todo ello a partir de unas ciencias racionalizadas. Desde el mytho desarrollaron el logos y para ambos establecieron funciones y propósitos propios y fecundantes. De Homo-Humanos dependientes se trasformaron en Homo-Humanos dueños de sí mismos y de su sí mismo.
Aspecto fundamental de ese proceso de trasformación, son las celebraciones de los Misterios Eleusinos, cuyo origen se remonta a las festividades minoicas del final del verano en Creta, fiestas en las que se celebraba la renovación de la vida, del aliento vital, y que también eran una terapia de entusiasmo y regocijo para prepararse a pasar el invierno y esperar el renacimiento y la resurrección en la primavera: Ariadna, La Gran Diosa Madre y Dionisios, su hijo y esposo fecundador, regresaban bajo la tierra para retornar, para renacer. "El aliento vital" no muere con el cuerpo, regresa al espíritu de la naturaleza para retornar de nuevo. Eso era la eternidad para ellos. Ese era el enigma que empezaban a plantearse y a resolver.
Son esas festividades, junto con el contexto del cultivo y procesamiento del trigo, la cebada, la vid, el vino, la miel y de la fecundidad, las que los micénicos llevaron a la Grecia continental en 1600 a. C. y las que fueron convertidas y trasformadas en los Misterios Eleusinos, pero ya con contenidos más dispersos y complejos: Dionisios, Eros, Orfeo, Deméter, Persefone-Kore, Apolo.
La celebración de estos misterios, sincretizada y trasformada por diversas corrientes religiosas, se prolonga hasta bien entrada la Era Cristiana, bien con su presupuestos originales o bien convertidos en modelos de nuevos cultos y ritos, tal como lo hace el cristianismo con su reversión del logos al mytho:
"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". La Vulgata dice: "Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis", traducción estricta respecto al original griego, que dice: kai o LogoV sarx egeneto kai eskhnwsen en hmin (kái o lógos sarx egéneto kai eskénosen en emín).
El logos se mitifica, se hace palabra revelada y suplanta a aquel aliento vital y mistérico que era de donde partía, para su proyecto educativo y su magisterio filosófico, el Platón eleusino.
Para ilustrar, tanto el aspecto vital y medicinal como el de las tergiversaciones ideológicas que se hacen de aquellas celebraciones del aliento vital minoica y eleusina, un ejemplo:
"- He bebido el kikeón -decía el iniciado en los misterios de Eleusis, declarándose digno de la visión suprema. Mezcla de cebada triturada, agua y menta, el kikeón es la bebida que restablece las fuerzas de Deméter en su búsqueda de la hija raptada, y por eso alude en el ritual eleusino a una identificación con la diosa, a la asimilación de una multiplicidad fragmentada en la unidad divina. Pero también se llama kikeón al filtro con el cual Circe trata de hechizar a Ulises y perderlo, con la diferencia de que a sus ingredientes se añaden vino, miel y especias mágicas" (Giorgio Colli, Introducción a Nietzsche, Pre-Textos, Valencia, España, 2000, p. 129).
Son pues dos kikeón, el eleusino, bebida simbólica del entusiasmo y el regocijo. Entusiasmo para conocer, en la "unidad divina", las cosas bellas: "una virtud verdadera", y regocijo por haberlo logrado en la plenitud del aliento vital. El otro kikeón, el de Circe, es bebida de hechizos, enajenaciones y alienaciones.
Por esas diferencias, será el kikeón de Circe el que traspone el cristianismo en sus instituciones y rituales para hechizar y alienar a sus iniciados.
Pero, por otra parte, será el kikeón eleusino el que proponen los humanistas italianos y renacentistas; Giordano Bruno, el último y más específico, quien propone, con la pócima de su magia, alcanzar la máxima expresión del aliento vital, el "heroico furor" de Acteón, quien
"[...] vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se embriaga" (Giordano Bruno, Los Heroicos Furores, I, 4).
"Heroico furor"que es, a su vez, el mismo "furor divino" del que habla Platón en Fedro (254 a) y en Ión (533 e-f).
Después de ellos, son muy pocos los sabios que, para bien, comprenden y proponen cómo obtener el poder del aliento vital y vivir una existencia entusiasta y regocijada. Evidentemente si lo hacen Spinoza y Nietzsche.
Porque, para mal, son muchos los embaucadores de ingenuos que han abusado de la supersticiosa fragilidad humana para engañar a los Homo-Humanos con sus fraudulentas pócimas de Circe. El mayor y más dañino: Freud y sus cómplices que con sus psicoanálisis montaron la más perversa y lucrativa impostura, como lo he expuesto en mis textos: Las imposturas de Freud 1, las que han sido corroboradas, más que ampliamente, por Michel Onfray en Freud. El crepúsculo de un ídolo 2.
Y para rematar, no sé si para bien o para mal, el candor de aquellos, filósofos o no, que en la actualidad han asumido la filosofía antigua como "medicina del alma" y de otras enfermedades existenciales, quienes, o no han visto la conexión y los beneficios de la terapia del aliento vital eleusina o los desconocen o los ignoran deliberadamente o los consideran "políticamente incorrectos", asumiendo, de esa manera, sus preferencias por la pócima de Circe.
Algo similar a lo ocurrido para la época en el cual Sócrates actúa en la vida ateniense y griega.
En ese momento, las ciencias, las tecnologías y las artes griegas ya habían alcanzado un grado tal de desarrollo práctico del que pareciera imposible ir más allá, lo que parece ser corroborado por el hecho de que, en los dos mil quinientos años de historia posterior, aquellos logros continúan considerándose como excepcionales y como la cima máxima de todas las civilizaciones hasta ese momento. Sin embargo, ese momento parece ser también su fin. Aun en esa época, los atenienses y los griegos, en general, ya eran conscientes de su decadencia, no otra cosa les criticaba Sócrates: la debilidad de aquel aliento vital del espíritu griego que los había hecho grandes.
Y fue esa decadencia, la que Sócrates como profeta les enrostrara, la que impidió el que los griegos lograran el mayor de sus logros: la plena realización de la sabiduría griega.
Si por algo los griegos son los fecundadores de la civilización occidental, es porque fueron ellos los primeros en tratar de esclarecer, en el nivel humano, el sentido y consecuencias de su Ser y Estar en el mundo, en la naturaleza, con los otros, consigo mismos y en sí mismos. Esa fue su sabiduría: el tratar de responder a las preguntas:
- ¿Qué es el mundo, de qué está hecho, cómo funciona, etc.?
- ¿Qué es el hombre y cuál es el sentido de su existencia?
Ellos se empeñaban en resolver el enigma de aquel destino trágico, el que expresaron con las representaciones de Ariadna, Eros, Dionisios y Apolo; representaciones que estaban en el fundamento de la "iniciación", la "experiencia" y el "conocimiento", que subyacía tanto en las celebraciones eleusinas como en el magisterio educativo y filosófico de "Los sabios" que preceden a Platón y a Aristóteles y el cual ellos toman, trasmiten y ejercitan con los discípulos de sus escuelas, de la Academia y del Liceo, como un método secreto para la formación de hombres superiores.
Esa fue la originalidad de la sabiduría griega y la de su posterior filosofía, como lo señala Jean-Pierre Vernant:
La escuela de Mileto no vio nacer la razón; ella construyó una razón, una primera forma de racionalidad” 3.
"Los Sabios" presocráticos se platearon las formas del cómo era posible conocer. Ellos hablaban del cómo los hombres llegaban al conocimiento por medio de la reflexión sobre la constitución de la materia y del espíritu del mundo (agua, fuego, aire, tierra, átomos, números), de sus armonías y discordias, de las atracciones y de los rechazos entre las cosas iguales y las diferentes, de su extensión y duración, de la ley de los contrarios, de lo que es y lo que no-es, de lo uno, lo múltiple, lo tangible, lo intangible, lo sensible, del aliento vital y el espíritu, en fin, la lógica incipiente de una razón que podía aprehender y explicarse las realidades de la Naturaleza y las realidades de la naturaleza existencial.
Una racionalidad que desde el principio distinguía que uno es el mundo que se percibe con los sentidos y otro es el mundo que se inventa con la razón. Que ambos mundos debían conocerse de forma diferente y que la perfección de ese conocimiento dependía de la perfección de los instrumentos del conocer. A partir de allí, los griegos inician el perfeccionamiento de esos instrumentos.
Pero la maduración de esa sabiduría fue interrumpida violentamente y, si bien sus logros fueron tomados por aquellos que les siguieron, el hilo de la continuidad quedó roto, porque ni helenistas ni romanos tuvieron ese impulso vital y espiritual para dar el paso que era necesario: pasar de la especulación a establecer, desde los principios particulares, los conceptos últimos de una teoría y de una práctica de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del hombre, las que sólo empezarán de nuevo a desarrollarse quince siglos después y a partir de aquel punto que "Los sabios", Sócrates, Platón, Aristóteles, etc., habían alcanzado, al emerger sus vidas y sus obras de las cavernas como una nueva luz y una nueva magia con las cuales burlar las fuerzas del oscurantismo religioso.
Llama la atención el que, al final del Renacimiento, Giordano Bruno utilice las palabras luz y aurora para interpretar y dar sentido a "la luz de Nicolás Copérnico" 4, pues este ha sido:
"[...] dispuesto por los dioses como una aurora que debía preceder la salida de este sol de la antigua y verdadera filosofía, durante tantos siglos sepultada en las tenebrosas cavernas de la ciega, maligna, proterva y envidiosa ignorancia" 5.
Y que sea, a partir de allí, cuando se reinicia el desarrollo de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias de la naturaleza humana ... hasta el sol de hoy.
Pero, y lo más asombroso, es que las actuales neurociencias 6 estén demostrando que el desarrollo y el funcionamiento natural de la imaginación, del ingenio, de la genialidad y de la inteligencia humana, es decir, cómo realiza el cerebro la comprensión y la búsqueda de sentido y el descubrimiento de nuevos conocimientos 7, se corresponden exactamente con aquello que se proponían tanto las celebraciones eleusinas como el magisterio y el proyecto educativo que realizaban "Los sabios", Platón y Aristóteles.
Magisterio y proyecto educativo que Platón presenta en el Banquete en el discurso eleusino mediante el cual Diotima se propone "iniciar" a Sócrates
"[...] en la iniciación perfecta, la que comporta la contemplación" (Banquete, 210 a).
"Iniciación" que pretende producir los cuatro "partos" y desarrollar las cuatro etapas del ascenso hacia la sabiduría, los cuales se inician, para el "iniciado":
"De la multiplicidad a la unidad" (Banquete, 210 a-b).
Y que culminan con el descubrimiento de nuevos conocimientos sobre la naturaleza de la Naturaleza, sobre la naturaleza existencial del Homo-Humano y, lo más trascendente, sobre su sí mismo, su conexión con el "Uno y Todo", con la Naturaleza y con los otros:
"Engendrar ya no copias de la virtud... sino una virtud verdadera" (Platón, Banquete, 212 a).
Es necesario aclarar que la mayoría de los interpretes de Banquete y Fedro, hacen especial énfasis en que las doctrinas del amor y el Eros que allí se tratan, se refieren a las relaciones sexuales, en particular, a las relaciones homosexuales, las cuales eran costumbre aceptada en la Grecia de esa época 8.
Pero, me permito disentir de esas interpretaciones, porque pienso que lo que con ellas se aclara es la naturaleza de la unión espiritual, el poder de Eros, entre el maestro y el discípulo, más allá, pero no necesariamente exenta o no, de deseo y atracción sexual, pero sin que eso sea lo determinante. Lo fundamental es que el enamoramiento entre ellos provoque y produzca la transformación del discípulo en hombre superior 9.
Más adelante expondré con más amplitud las etapas del proceso de "iniciación" propuesto por Platón en Banquete y cómo las actuales neurociencias 10 están descubriendo que ese proceso platónico es la forma natural como el cerebro funciona para dar sentido y descubrir nuevos conocimientos.
Sin embargo, esa pedagogía eleusina todavía permanece "sepultada en las tenebrosas cavernas" de
"[...] la teoría abstracta y formalista del lenguaje, que deduce racionalmente el sentido del lenguaje a partir de la doctrina apriórica del ser" 11.
Una razón que se devora a sí misma.
De allí debe ser rescatada para que la palabra recobre la viva y la libre conjugación con las cosas, con la realidad, con la naturaleza, con lo conocido y con lo desconocido y, lo más importante, con el anhelo de descubrir y con la fecundante expresión inventiva del sí mismo, que no es otra cosa que el anhelo de futuro.
Para ello, basta con reconocer la natural y no escindida visión de la naturaleza de los antiguos griegos:
"Los dos aspectos de la naturaleza que distinguió la tradición antigua se pueden caracterizar de la siguiente manera. Primero: la naturaleza es el inagotable "uno y todo" que no podemos alcanzar en su ser-en-sí; pero tenemos que reconocerlo, pues proporciona el material para nuestro proceso de mediación. El éxito o fracaso del trabajo demuestra que la vida ha de "acabar" con presupuestos "naturales" muy determinados. A las necesidades no se les puede corresponder con un material cualquiera. Segundo: hablamos de la "naturaleza" como phýsis tal como aparece en los diversos niveles de la vida (por ejemplo, la vegetativa, la sensitiva) porque sólo la conocemos en "detalles" que la vida manifiesta mediante sus órganos. Cada nivel de la vida realiza mediante sus propios órganos un "detalle" del "uno y todo": mediante la transferencia (específica para cada nivel de vida) de significados a lo que los órganos manifiestan resulta el entorno, que en cada caso surge, se desarrolla y muere de una manera diferente: phýsis" 12.
El universo es lo Uno y Todo, lo inconmensurable, lo indivisible, lo inmóvil, lo inmutable, lo incognoscible, ni extensión ni magnitud, sólo él existe. Pero, en él, todo es múltiple, mensurable, divisible, cognoscible, posee extensión y magnitud, todo es y todo no-es, todo se atrae y todo se rechaza, todo se mueve y todo cambia y su naturaleza es la ley.
Es posible conocer lo que existe dentro del universo, pero jamás se podrá conocer qué es el universo. Un enigma, una aporía, una singularidad, una peculiaridad, una conjetura, para la razón, pero no para la imaginación.
Queda así planteada una reflexión sobre las teorías de Parménides, las aporías de Zenón de Elea, la armonía y la discordia de Empédolces, los enigmas de Heráclito, etc. y otro enigma para las matemáticas, las geometrías, las ciencias, las filosofías.
El juego es la forma como la naturaleza ensaya y realiza sus prodigios.
Eso era lo que "Los Sabios", Platón, Aristóteles, etc., se proponían desvelar.


2. Therapeía tês psychês o “cuidado del aliento vital”


Cada cual en cada época ha interpretado la vida y la obra de Platón y, en general, a los autores y obras de la cultura griega, a su gusto y según su leal saber y entender. Unos, más dotados e informados que otros, pero siempre todos a partir de una información cierta y científica limitada y muy manipulada que por lo mismo permite o que se exagere un rigor imposible o que se la utilice con fines e intereses particulares.
A grandes rasgos y entre los más significantes de esos usos, eso fue lo que hicieron, con mayor o menor fortuna, los romanos; los padres del cristianismo y los filósofos islámicos, estos dos quienes revirtieron aquel logos en un nuevo mytho; y luego de ellos, los humanistas renacentistas, los filósofos y románticos alemanes, Nietzsche, los hermeneutas a partir de Heidegger, los estudiosos de las culturas mediterráneas y, actualmente, una nueva generación de filósofos o no, preocupados por rescatar el espíritu vital y existencial de aquellas formas de vida que habían sido relegadas tras las murallas de la especulación trascendental.
En fin, son millares los usos y millones las interpretaciones que de Platón y de la cultura griega se han realizado y lo mío no alcanza ni a una gota de agua en ese océano.
Sin caer en ninguna de esas posiciones, mi uso de la vida y la obra de Platón y de la cultura griega se propone una Lectura Lúdica por la cual aproximarme a la sabiduría, a aquel propósito, que según él, era el de los más antiguos de los antiguos sabios griegos y el que también se proponía Sócrates: la therapeía tês psychês o “cuidado del aliento vital”, cuidado que debe realizarse mediante Epimelathenai seautou, "tomarse a sí mismo como objeto de cuidados": vivir como se piensa y pensar como se vive, saber sentir para saber pensar.
Esa sabiduría es la que debe ser el fundamento de la actividad filosófica, lo cual y según mi lectura, es la sustancia que une y forma todo lo escrito por Platón, tal y como lo describe de manera evidente en Banquete y en Fedro, al igual que en otros de sus diálogos, todo lo cual era de evidente raíz eleusina:
"Pero ver el fulgor de la belleza se pudo entonces, cuando con el coro de bienaventurados teníamos a la vista la divina y dichosa visión, al seguir nosotros el cortejo de Zeus, y otros el de otros dioses, como iniciados que éramos en esos misterios, que es justo llamar los más llenos de dicha, y que celebramos en toda nuestra plenitud y sin padecer ninguno de los males que, en tiempo venidero, nos aguardaban. Plenas y puras y serenas y felices las visiones en las que hemos sido iniciados, y de las que, en su momento supremo, alcanzábamos el brillo más límpido, límpidos también nosotros, sin el estigma que es toda esta tumba que nos rodea y que llamamos cuerpo (*), prisioneros en él como una ostra" (Platón, Fedro, 250 b-c. Traducción, introducción y notas de E. Lledó Íñigo, Gredos, Madrid, 1997 ).
(*) La comparación del cuerpo con una tumba (sôma-sêma), procede del orfismo (cf. Gorgias 493a; República X 611e; Fedón 82e).
Es evidente la conexión, correspondencias y relaciones de ese y de otros escritos de Platón con lo que se sabe de los propósitos de las festividades cívico-religiosas de los Misterios Eleusinos, cuyo contenido y formas debían permanecer en el más absoluto secreto, a costa de la propia vida.
Ahora ya no es un secreto mortal la información rescatada sobre las festividades de los Misterios Eleusinos desde sus remotos orígenes minoicos, anteriores al 1600 a. C., época en la cual los micénicos las llevaron desde Creta hasta Eleusis con todos sus contenidos y formas, para, a partir de allí, ser sincretizadas, trasformadas, interpretadas y adaptadas, con los más diversos propósitos hasta el advenimiento del cristianismo, una historia que ya he contado en otros escritos 13.
Lo cierto es que para las épocas de la Grecia arcaica y clásica, la celebración de las festividades cívico-religiosas de los Misterios Eleusinos, ya profundamente trasformadas de sus contenidos y formas minoicas, era asunto de vital importancia y, a pesar del absoluto y mortal secreto que prevalecía sobre su divulgación, son, aun cuando pocas y significativas, las informaciones rescatadas.
De esas informaciones, las ya tradicionales y más antiguas, las de Homero y Píndaro y las de Esquilo, al que casi le cuestan la vida, así como las de Sófocles, Eurípides y Aristófanes. Quiero destacar que Platón y Aristóteles las tenían en gran respeto, consideración e incidencia, al momento de proponer sus modelos de vida y enseñanzas.
Para mostrarlo y sin comentarios, utilizo algunas de las citas que Giorgio Colli recoge en su libro La sabiduría griega (Trotta, I, Madrid, 2008, p. 99 y ss.), así como las de otras fuentes.
Pero antes, dos anotaciones de Giorgio Colli:
"No cabe duda que la celebración de los misterios de Eleusis -uno de los momentos cumbre de la vida griega, que tenía lugar todos los años hacia finales de verano- era una fiesta del conocimiento" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trotta, Madrid, 2008, p. 30).
Luego, Giorgio Colli comenta, antes de proceder a despejar su incredulidad:
"Realmente parece difícil imaginar -aunque es cierto que los poetas exageran- que la contemplación de la mera imagen de una diosa pueda proporcionar a un gran número de iniciados el conocimiento del principio y del fin de la vida" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trotta, Madrid, 2008, p. 30).
***
El texto más antiguo sobre los misterios eleusinos es el Himno a Deméter, del siglo VII a. C., citado por Homero:
"3 [A 1] ... y [Deméter] mostró los ritos orgiásticos a todos, / a Triptólemo y a Pelixeno, y también a Diocles, / los ritos sacros que no se pueden trasgredir ni aprender, / ni siquiera proferir, porque un gran respeto hacia los dioses entrecorta la voz. / Dichoso, entre los habitantes de la tierra, el que ha visto estas cosas; / pero el no iniciado en los ritos sacros, el que no ha tenido esta suerte, no tendrá igual / destino, una vez muerto, en las húmedas y mohosas tinieblas inferiores" (Homero, Himno a Deméter, 476-482).
A lo que Píndaro precisa y corrobora:
"Dichoso el que entra bajo la tierra, después de haber visto estas cosas; / conoce el fin de la vida, / y conoce su principio, el que le dio Zeus" (Píndaro. fr. 137).
Los poemas y textos órficos, son también un extenso material fundador y doxográfico sobre los Misterios Eleusinos, así como de cultos y ritos dionisiacos.
TEXTOS DE PLATÓN:
Aunque profundas, las relaciones de Platón con los asuntos cívico-religiosos de los Misterios eleusinos no han sido consideradas, por prejuicios, proteicas en el conjunto de sus propuestas, así como tampoco se han establecido las conexiones entre los asuntos de los diversos diálogos y las visiones eleusinas, tal el caso como las que pueden establecerse entre las anotadas en Fedro, Banquete y las del viaje de las almas a Hades en Fedón.
A continuación y sin comentarios, trascribo algunas de las más importantes para que cada cual juzgue según su criterio:
"3 [A 10] a. Pues bien, querido Sócrates, tal vez tu también puedas ser iniciado en esta doctrina del amor; pero llegar al grado más perfecto de la contemplación mistérica, que es la meta de todo lo dicho -con tal de que se siga el camino justo- no sé si serás capaz de alcanzarlo".
b. ... ése tal, llegado al término de la disciplina amorosa, percibirá de repente algo muy bello, de carácter maravilloso; precisamente, querido Sócrates, aquello por lo que cobran sentido los sufrimientos precedentes.
... Es más, esa belleza no se le manifestará con la figura de un ... rostro, ni como un discurso o un conocimiento ... sino en sí misma, por sí misma, y consigo misma, simple y eterna" (Platón, Banquete, 209e - 210 a, 210 e - 211 b).
***
"3 [A 11] ... de ese modo, la locura, a base de purificaciones y de iniciaciones, libró del peligro en el presente y en el futuro al que de ella participaba, procurando la liberación de los males al que realmente estaba poseído por ella" (Platón, Fedro, 244 e - 245 a).
***
"3 [A 12] Pues bien, en el interior del cielo hay multitud de visiones beatíficas, y también hay senderos que lo atraviesan, por donde circula la raza de los dioses bienaventurados, cada cual cumpliendo su misión, y sólo les sigue el que quiere y puede; porque en el coro divino no hay envidia. Cada vez que van a un banquete de fiesta, toman una escarpada pendiente que lleva a la cumbre de la bóveda bajo el cielo ... Allí le espera al alma el dolor y la agonía suprema. Pero las [almas] que se llaman inmortales, llegadas a la cumbre, traspasan el límite y se paran sobre el filo del cielo, donde un torbellino las mantiene en pie mientras contemplan lo que está fuera del cielo" (Platón, Fedro, 247 a-c).
***
"3 [A 13] Y todas [las almas], presas de un gran dolor se alejan de la contemplación de lo que existe, sin haber sido iniciadas; así que se marchan y se nutren con el manjar de la opinión. Pero la causa del gran tormento por descubrir dónde está la llanura de la verdad es que el pábulo que conviene a la parte mejor del alma procede del prado superior y de él se nutre la naturaleza de las alas con las que el alma es capaz de elevarse" (Platón, Fedro, 248 b-c).
***
"3 [A 14] Pues bien, un hombre que use correctamente tales capacidades rememorativas y que no deje de iniciarse en los misterios más sublimes, es el único verdaderamente perfecto. El caso que, por apartarse de la preocupaciones humanas y prestar atención a lo divino, la mayoría le tendrá por un insensato, pero es que esa mayoría no se da cuenta de que está poseído por un dios" (Platón, Fedro 249 c-d).
***
"3 [A 15] Entonces se podía ver una belleza resplandeciente, cuando nosotros, con el coro de los bienaventurados y formando parte del cortejo de Zeus, mientras que otros seguían a otro dios, tuvimos esta deliciosa visión divina y éramos iniciados en la que se puede llamar la más dichosa de las iniciaciones. La celebrábamos como ya perfectos y sustraídos a los males que nos esperaban en el futuro, viendo y contemplando en toda su plenitud apariciones perfectas, simples, tranquilizantes y dichosas. Eramos puros y no estábamos sellados en esta tumba que llevamos con nosotros y llamamos cuerpo, al que estamos indisolublemente ligados como la ostra a su concha" (Platón, Fedro, 250 b-c).
***
Es posible que aquellos que instituyeron para nosotros los misterios no hayan sido hombres incapaces, sino que realmente se hayan expresado desde mucho antes por enigmas, indicando que quien esté privado de iniciación y no haya participado en los misterios, cuando alcanzará el Hades, yacerá en el fango, mientras que el que se haya purificado y haya sido iniciado a los misterios, llegado allí abajo, vivirá como los dioses. De hecho, como dicen aquellos que han establecido los misterios, ‘los que llevan el tirso son muchos, pero pocos los poseídos por Dionisios!...” (Platón, Fedón, 69 c).
[...]
"Y éstos son, en mi opinión, no otros sino los que han filosofado rectamente. De todo eso no hay nada que yo, en lo posible, haya descuidado en mi vida, sino que por cualquier medio me esforcé en llegar a ser uno de ellos" (Platón, Fedón, 69 d).
***
"3 [A 16] Más tarde, de vuelta a casa, Dios llevó consigo desde Atenas a dos hermanos que se habían hecho amigos suyos no precisamente por la filosofía, sino por esa camaradería que suele surgir entre casi todos los amigos y que se consolida tanto por lazos de hospitalidad como por la participación en los misterios y en la iniciación suprema" (Platón, Séptima carta, 333 d-c).
***
"3 [A 17] Desde luego que yo no he escrito nada sobre esas cosas, y nunca lo escribiré; porque este conocimiento no es en modo alguno comunicable, como otros, sino que sólo después de una intensa familiaridad con el objeto y después de haber convivido largo tiempo con él, de repente -como luz que brota de una llama palpitante- surge en el espíritu y el mismo se alimenta de sus propias virtualidades" (Platón, Séptima carta, 341 c-d).
TEXTOS DE ARISTÓTELES:
La relación de Aristóteles con los Misterios eleusinos fue menos notoria y hasta anti-platónica, pero no lo fue menos importante como el mismo lo escribe sobre sus relaciones con Platón y con lo mistérico:
"3 [A 19] Y la intuición de lo cognoscible, de lo simple y de lo sagrado, que atraviesa el alma como con el brillo de un relámpago, permitió en un cierto momento el contacto y la contemplación, aunque no fuera más que una sola vez. Por eso, Platón y Aristóteles llaman "epóptica" a esa parte de la filosofía, en cuanto que aquellos ... que han tocado directamente la verdad pura en relación con ese objeto creen haber llegado al término de la filosofía, como un iniciación" (Aristóteles, Eudemo, fr. 10).
***
"3 [A 20] ... aquellos cuya vida, por ser participación en los misterios e iniciación consumada, debe estar llena de satisfacción y de felicidad ... Después nos sentaremos aquí abajo en religioso silencio y con toda dignidad; porque nadie se lamenta de ser iniciado" (Aristóteles, Sobre la filosofía, fr. 14).
***
"3 [A 21] a. ... como sostiene Aristóteles, que los iniciados no deben aprender otra cosa, sino experimentar una emoción y quedarse en un determinado estado, evidentemente después de haber sido capacitados para eso".
"b. ... lo que pertenece a la enseñanza y lo que se refiere a la iniciación. Porque lo primero se hace presente al hombre a través del oído, pero lo segundo sólo cuando la mente experimenta una súbita iluminación; eso es lo que llamó Aristóteles mistérico y semejante a las iniciaciones de Eleusis (porque en ellas el iniciado quedaba marcado con respecto a las visiones, pero no recibía una enseñanza)" (Aristóteles, Sobre la filosofía, fr. 15).
***
"Pero podría ser que uno ignorara lo que hace, por ejemplo ... o que no supiera que se trataba de secretos incomunicables, como decía Esquilo a propósito de los misterios..." (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1111 a 8-10).
TEXTO DE ISÓCRATES:
Tampoco el educador, pero no filósofo, Isócrates, quien competía con su escuela a la Academia Platón por atraer el favor de los jóvenes atenienses, es ajeno a la pedagogía eleusina:
"3 [A 18] ... y en cuanto a la iniciación, los que toman parte en ella abrigan unas esperanzas más satisfactorias con respecto al fin de la vida y con relación a cualquier época ..." (Isócrates, Panegírico, 28).
***
Con posterioridad y hasta Plotino -platónico eleusino-, los Misterios Eleusinos, son materia de numerosos cultos y ritos, pero ese no es el asunto ahora.
A continuación propongo mi visión del proyecto educativo y el magisterio filosófico de Platón, a partir de su concepción eleusina de la therapeía tês psychês o “cuidado del aliento vital”, así como la "Epimelathenai seautou", "tomarse a sí mismo como objeto de cuidados", tanto en su concepción socrática como en la de aquellos a los que él consideró "Los sabios" y quienes fueron sus maestros.


3. Proyecto educativo y magisterio y filosófico


La política fue la primera y juvenil ambición de Platón, pero una política mediante la cual, como propondrá después, se pueda fundar un "Estado en el que todos sus miembros vivan filosóficamente", es decir, comprometidos en cuerpo y espíritu y quienes, a su vez, puedan realizar su destino vital, existencial, divino y trascendente, de origen a fin, en este mundo.
Esa primera ambición fracasó en el desengaño de los eventos que lo obligaron a tener que huir para salvar su vida. Sin embargo, no por ello renunció a su idea de proponer y realizar una política capaz de rescatar a Grecia de la decadencia en la que se encontraba y restituir la paideia a la gloria de los siglos anteriores, a la época cuando los sabios eran sabios, los gobernantes eran sabios y los griegos se hacían hombres superiores en la tradición eleusina heredada y desarrollada desde los antiguos minoicos.
Allí se origina su segunda ambición: convertirse en maestro de "iniciados" como lo había sido su maestro Sócrates y como aquellos, sus otros maestros, "Los sabios" que antes que él consideraron que el hombre superior era aquel que vivía armónicamente su existencia entre lo íntimo, lo público, lo político.
A la realización de esa segunda ambición se dedica Platón luego de la muerte de Sócrates en un proceso que puede seguirse a través de la cronología más o menos incierta de la escritura de sus diálogos y cartas, así como del funcionamiento de la Academia. Escrituras e historia en las cuales se evidencia el desarrollo de su proyecto educativo y su magisterio filosófico para la preparación de hombres amantes del conocimiento, tanto científico, lógico y metafísico (Timeo, Filebo, Parménides, Teeteo, Sofista, Filebo), como ético y político (Fedón, Banquete, Fedro, República). Un conocimiento que los capacite para interpretar y dotar a su aliento vital, su alma corporal, con aquellas ideas, formas o figuras, que el "iniciado" contempla en la visión mistérica de la experiencia eleusina, tal y como lo expone en la Carta VII:
"3 [A 17] Desde luego que yo no he escrito nada sobre esas cosas, y nunca lo escribiré; porque este conocimiento no es en modo alguno comunicable, como otros, sino que sólo después de una intensa familiaridad con el objeto y después de haber convivido largo tiempo con él, de repente -como luz que brota de una llama palpitante- surge en el espíritu y el mismo se alimenta de sus propias virtualidades" (Platón, Séptima carta, 341 c-d).
Este asunto es precisado con mayor amplitud en Fedro, Banquete, Fedón y La república.
Esta conexión del proyecto educativo y del magisterio filosófico de Platón con la experiencia eleusina también es señalada por Giorgio Colli:
"Colli sugiere también la hipótesis de que la teoría de las ideas de Platón fuera un intento por parte del autor de divulgación de los misterios eleusinos. Ello vendría demostrado en diversos pasajes: así, en 3 [A10], donde el conocimiento de la idea de lo bello se asimila al evento eleusino, y también en 3 [A12] y en 3 [A15]" (Tales pasajes en Giorgio Colli, La sabiduría griega, I, Trotta, Madrid, 2008).
(...)
En general se supone que Platón consideraba el supremo conocimiento filosófico como restauración de la antigua visión eleusina" (Narcis Aragay Tusell, Origen y decadencia del logos. Giorgio Colli y la afirmación del pensamiento trágico, Anthropos, Barcelona, 1993, pp. 129-130).
***
El escenario de las enseñanzas de Platón fue su Academia, la cual tuvo notable éxito en las disciplinas matemáticas y científicas, porque contó con destacados maestros. Pero, en los aspectos éticos y políticos, su mayor ambición, el éxito fue relativo, porque, en su afán por sustentar la trascendencia del Estado y de la sociedad en sus teorías de las ideas y el alma, no alcanzó a desarrollarlas de forma adecuada. Sin embargo, siglos más tarde, el cristianismo si hizo uso de su metafísica y política para desarrollar las doctrinas y la estructura de su institución y su gobierno, imperantes hasta ahora.
Además, las ambiciones y las enseñanzas de Platón fracasaron en su momento, en primer lugar, porque él no alcanza a proponer una adecuada solución y aplicación de los asuntos lógicos y científicos y persiste en proponer su ficción metafísica de ideas y formas. En segundo lugar, porque, ya para esa época, el pueblo griego estaba más interesado en los asuntos científicos pragmáticos, poco conectados con los asuntos espirituales de la paidea que la habían hecho grande dos siglos antes. En tercer lugar, porque esas soluciones lógicas y científicas, así como pragmáticas, ya estaban siendo enseñadas por los sofistas y por Aristóteles, más orientados hacia la retórica y las definiciones científicas, apartadas y críticas con la dialéctica socrática, lo que también Platón fue incapaz de superar.
Pero no significa el que ese fracaso de Platón fuera un fracaso total y permanente, sólo que en su momento y circunstancias sus propuestas ni fueron oportunas ni adecuadas, fue necesaria una posterior interpretación para que de allí se diera el paso hacia el planteamiento subyacente de su filosofar ético y político:
"Therapeía tês psychês, “cuidado del aliento vital”.
A lo que consideró como la actividad filosófica mediante la cual se identifica tanto con sus maestros como con su aplicación pedagógica para la formación de los hombres superiores, ese que es el propósito de Sócrates en la formación del joven Alcibíades:
"Epimelathenai seautou", "tomarse a sí mismo como objeto de cuidados".
Ese filosofar será lo que rescatarán los humanistas renacentistas para liberarse del dominio teológico del cristianismo, así como el fundamento mediante el cual desvirtuar y subvertir las ideologías masificadoras, homogeneizantes y consumistas que todavía hoy promueven los poderes políticos, económicos y religiosos.
Pero existe algo mucho más singular en el magisterio filosófico y en el proyecto educativo de Platón, algo que también parecen haber intuido los humanistas renacentistas en las propuestas de su "Nuevo Hombre", pero que ha pasado desapercibido para el resto de sus exhaustivos estudiosos e interpretes: los hombres superiores lo son porque desarrollan por igual el cuidado y conocimiento de sí mismos, el conocimiento de la naturaleza, el gozo estético y el cuidado del cuerpo, porque, al mismo tiempo que se proponen ese filosofar existencial, simultáneamente, se proponen la excelencia en el filosofar sobre la naturaleza: las ciencias, la excelencia estética y la salud corporal: la exaltación del espíritu en la Naturaleza.
Para Platón era claro que debía existir una filosofía en la cual se unificaran la filosofía existencial y la filosofía natural, las ciencias del espíritu y las ciencias de la Naturaleza, una filosofía en la cual la reflexión sobre el cuidado y el conocimiento de sí mismos y el conocimiento de las ciencias de la naturaleza, tuviera un ámbito común unificado: el espíritu de la naturaleza y la naturaleza del espíritu. Esa es su propuesta del Timeo, en el cual propone ese campo unificado para filosofía y ciencia. O, se podría decir, de una la filosofía de la ciencia y una ciencia del espíritu.
Si ello es así, explicaría el sentido del lema inscrito sobre el pórtico de la Academia:
"No ingrese quien no sepa geometría".
Porque, para aquella época, la geometría, esa ciencia matemática, cuyo objeto es el estudio de la extensión pura, sobre la unidad, la multiplicidad y lo divisible, ya propuestas por Parménides y Zenón de Elea, estaba en el centro de la polémica filosófica platónica y, con posterioridad, la propuesta filosófica aristotélica. Al fin y al cabo, el propósito de Platón era la formación de hombres en armonía consigo mismos y con la naturaleza, animados por el espíritu a través del conocimiento. Pero ese es ya, otro asunto.
***
Si bien y como lo enfatiza en la Carta VII, Platón no escribió nada sobre la "iniciación" ni del "conocimiento" obtenido en los Misterios Eleusinos, si se puede interpretar, por el resultado del proceso mediante el cual se accede a la sabiduría, que ese es el propósito final de sus enseñanzas:
"[...] la iniciación perfecta, la que comporta la contemplación" (Platón, Banquete, 210 a).
La cual debe conducir, como lo expone en Banquete, a que el "iniciado" pueda, mediante el proceso de fecundación a cargo de un maestro:
"Engendrar ya no copias de la virtud... sino una virtud verdadera" (Platón, Banquete, 212 a).
Si de ese proceso de fecundación se aparta lo que los interpretes denominan "las teorías de las ideas, de las formas y del alma" y se le considera sólo como el proceso mediante el cual, bajo el cuidado de un maestro, un discípulo o aprendiz o un "iniciado", puede desarrollarse como hombre superior, se interpretará que lo que Platón propone es un proceso de conocimiento, la therapeía tês psychês, “cuidado del aliento vital” mediante Epimelathenai seautou, "tomarse a sí mismo como objeto de cuidados", que es lo que, en última instancia, es la sabiduría.
Esa "iniciación" o proceso, está descrito, de manera general en Banquete, en el discurso en el que Sócrates habla de las enseñanzas en las que lo "inició" Diotima, la sacerdotisa de Mantinea, así como de otras y diversas maneras lo expone en los demás diálogos, tal el caso, en Fedro como la adecuada definición de términos (249 b-c, 265 c-e; 266 b), así como proceso "pedagógico" (276 b), en el que también la oratoria es una psychagogía (261 a).
Básicamente, el "iniciado" parte de la aprehensión y comprensión del mundo sensible, tangible e intangible desde la multiplicidad a la unidad (Banquete 210 a-b) en su funcionamiento y consecuencias, hasta alcanzar la contemplación, mediante la cual produce, propone y conduce su existencia acorde con un conocimiento propio y original que es lo que se corresponde con el hombre sabio en sus actividades artísticas, científicas, filosóficas, políticas y vitales.
Bajo esta mirada, se puede considerar que, aparte de los fundamentos filosóficos que de allí derivan los filósofos posteriores, el propósito de Platón es práctico (sophrosyne, conocimiento y control de sí mismo). Y lo que propone es un modelo pedagógico (pedagogía es un concepto que no utilizaron los griegos), una paideia, en el que se armonizan la vida íntima, la vida espiritual y la vida social, tal y como lo habían propuesto sus maestros antiguos.
O, para expresarlo con las palabras de Giorgio Colli sobre el propósito educativo de Platón:
«Este problema educativo es al mismo tiempo para él el máximo problema político, ya que la felicidad y la perfección del Estado dependen de que exista en él la posibilidad de educar a conocedores» (Giorgio Colli, Filósofos sobrehumanos).
***
Fedro, Banquete, Fedón y La república, son los diálogos en los cuales Platón expresa con mayor énfasis su proyecto y magisterio educativo y filosófico.
A diferencia de lo que se ha interpretado de la teoría de las ideas del Bien y la Belleza, las cuales son reminiscencias del mundo de "más allá", para los efectos de mi interpretación, ese mundo del "más allá", más que un mundo metafísico o sobrenatural, es el estado en el cual el "iniciado" contempla las visiones de su unidad y su conexión con el "Uno y Todo".
Platón, en su teoría del alma, sitúa las manifestaciones de ésta en el mundo del "más acá", en el mundo real y concreto del cuerpo. Las manifestaciones del alma son vitales, existenciales, cognitivas, fenomenológicas, psicológicas y, finalmente, trascendentes, lo que es, al fin de cuentas, ser humanos, un cuerpo del que emana un espíritu inmortal.
En La República, Platón diferencia tres especies de alma: la racional, la pasional y la visceral. La primera se asienta en la cabeza, la segunda en el pecho y la tercera en el bajo vientre. Las dos últimas afectadas por los apetitos, lo irracional y lo concupiscible:
"-No sin razón, pues -dije-, juzgaremos que son dos cosas diferentes la una de la otra, llamando, a aquello con que razona, lo racional del alma, y a aquello con que desea y siente hambre y sed y queda perturbada por los demás apetitos, lo irracional y concupiscible, bien avenido con ciertos hartazgos y placeres" (Platón, La República, 439 d).
Los anhelos del alma son abstracciones: mitos.
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En Fedro, Banquete y en la Carta VII, se puede decir que Platón lo que presenta es su versión hermética de ese "conocimiento" obtenido por los "iniciados" ("mystes") en la "iniciación, visión y experiencia" y en las prácticas que se desarrollan a partir de allí -como el caso de los estados extáticos o de ensimismamiento de Sócrates- por su participación de los misterios eleusinos, festejos en los cuales también se establecen los lazos que los unen y los comportamientos que en la contemplación del Bien y de la Belleza les inspira Eros en su "visión", a partir de lo cual se harán hombres superiores tanto para su existencia interior como para su existencia pública y política.
Por su parte, en Fedón, específicamente, se invoca el buen vivir para el buen morir como fundamento y consecuencia vital, existencial y moral, que es la promesa de la regeneración espiritual de los Misterios eleusinos para los "iniciados". Pero será la vida y no la muerte la que determina el resultado.
No otra cosa significan las últimas y herméticas palabras de Sócrates en Fedón:
"Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides" (Platón, Fedón, 118 b).
Esas palabras son una expresión de gratitud por haber gozado de una vida saludable, por padecer un congruente buen morir y una invocación por la salud para, luego de morir, lograr una feliz resurrección.
Nacer, vivir y morir, las tres etapas del "traslado" (metoikesis) o las mudanzas del "aliento vital", el que no muere con el cuerpo y regresa al "aliento vital de la Naturaleza" de donde había partido y de donde retorna a una nueva vida, pues los Homo-Humanos son existencias en tránsito (metoikoi), que son el significado más exacto de lo que Sócrates manifiesta en sólo en dos ocasiones, la una en Apología de Sócrates:
"La muerte es una de estas dos cosas: o bien el que está muerto no es nada ni tiene sensación de nada, o bien, según se dice, la muerte es precisamente un traslado, un cambio de morada para el alma de este lugar de aquí a otro lugar" (Apología de Sócrates, 40 c-d).
Y la otra en Fedón:
"Y es conveniente para que el traslado de aquí allá suceda con ventura" (Fedón, 117 a-b).
La muerte de Sócrates es, en Fedón, la reproducción de su tránsito vital y existencial, su viaje a la otra vida y a la resurrección que se promete al "iniciado", al "dichoso", quien así "conoce el fin de la vida, / y conoce su principio", como lo afirman Homero y Píndaro en los poemas ya citados.
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En ese contexto, el motivo de este juego de hipótesis descabelladas, al margen de las interpretaciones de las teorías e ideas platónicas, es el de atraer la atención sobre un asunto más sencillo, en apariencia, el cual, la mayor parte de las veces, se le toma más como una llamativa curiosidad por medio de la cual Platón quiso trasmitir sus propuestas y sus ideas de manera poética y metafórica y no como una propuesta formal y pedagógica, la cual, por sus contenidos, condiciones y circunstancias, le era imposible presentar de otra forma.
Sin embargo, se trata de un asunto de suma importancia práctico, científico, económico y político, para el desarrollo de las actividades y propósitos de la Academia:
¿Qué y cómo formar hombres superiores, "conocedores"?
Pregunta cuya respuesta se inspira en el proceso, en la "visión", en la "experiencia" y en el "conocimiento", fruto filosófico ya maduro de los Misterios Eleusinos que, para la época de Platón, proporcionaba el campo abonado para el surgimiento de la filosofía griega, tal y como lo expresa Giorgio Colli:
"En el siglo VI interviene un factor nuevo que transformará de modo decisivo la vida espiritual de Grecia, el llamado fenómeno dionisiaco ha sido estudiado en su aspecto artístico y religioso, y casi nunca se ha analizado su relación con toda la evolución espiritual griega. Con un término más filosófico se puede llamar misticismo a este movimiento. Mientras que hasta entonces el hombre miraba el mundo y se insertaba en él como una parte más, ahora se separa de todo, se vuelve hacia su propia interioridad y buscando en sí mismo encuentra allí el mundo y la divinidad. De este modo vemos coexistir en Grecia dos visiones del mundo antitéticas, política la una y mística la otra: del choque entre estas fuerzas nace el milagro de la filosofía griega. En nuestro estudio seguiremos esta distinción fundamental, desarrollándola y justificándola a partir de los textos de los presocráticos y de Platón" (Giorgio Colli, Filósofos sobrehumanos, Siruela, Barcelona, 2o10).
Tal propuesta pedagógica, como lo hiciera Platón con la mayoría de sus propuestas filosóficas, es tratada en la casi totalidad de sus escritos y diálogos de diversas formas y con diversa extensión y profundidad, pero es en Banquete en donde la expone de manera completa, así esa exposición sea a través de un discurso poético y metafórico que ha emocionado tanto a los expertos como a los seres del común. Si alguno de los diálogos de Platón se puede considerar eleusino, ese es el Banquete, porque desde el mismo momento en el que Sócrates entra en escena, ya se hace referencia a la meditación extática, al ensimismamiento, de Sócrates, asunto puramente eleusino.
"Entonces Sócrates, concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo (*), se quedó rezagado durante el camino y como aquél le esperara, le mandó seguir adelante" (Banquete, 174 d. Traducción, introducción y notas de M. Martínez Hernández, Gredos, Madrid, 1997).
(*) Primera mención del estado de recogimiento usualmente practicado por Sócrates, parodiado por ARISTÓFANES en Las Nubes 634, que en este diálogo tiene particular importancia (cf., también, 175a, b, 220c-d; Fed. 84c, 95e, etc.). Frente a testimonios sin duda exagerados que hablan de éxtasis socráticos de días enteros, la meditación extática de Sócrates cuando se dirigía a la casa de Agatón suele considerarse histórica. J. N. FINDLAY, Plato. The Written and Unwritten Doctrines, Londres, 1974, página 145, cree que, en esta meditación, Sócrates se concentraría en la idea de la Belleza en sí de la que luego iba a hablar. De ahí que autores como N. 1. Boussout.As, «Démon Socratique et Éros créateur dans le Banquet de Platon», Hellenica 25 (1972), 56-77, esp. pág. 58, vean en este incidente «la clave de toda la construcción metafísica del diálogo». Para una información general sobre este tipo de meditación socrática, véase A. J. FESTUGIÉRE, Contemplation et vie contemplative selon Platon, París, 1936, reimp. 1967, págs. 69 y sigs., y J. LABORDERIE, Le dialogue platonicien de la maturité, París, 1978, págs. 175-178. Sobre la interpretación de este fenómeno socrático entendido erróneamente como catalepsia, sonambulismo, etc., cf. A. TOVAR, Vida de Sócrates, Madrid, 1966, págs. 107-8.
Al final del Diálogo, Alcibíades dará otro testimonio sobre los estados extáticos de Sócrates.
Además, la sabiduría de la que se habla en Banquete, será juzgada por Dionisios, el misterioso dios oculto de los Misterios eleusinos:
"Dionisios será nuestro juez" (Platón, Banquete, 175 d-e).
(Sobre el mito del "espejo de Dionisios" y sus conexiones con la erótica platónica lo explico en otro escrito).
La propuesta pedagógica de Platón se trata en el discurso en el que Sócrates expone la doctrina del Eros 14, en la que fue "iniciado" por Diotima, la sacerdotisa de Mantinea. Esa doctrina es el motivo fundamental del diálogo, pero la que, contemplada desde otro punto de vista, es, en definitiva, la aplicación práctica del proceso de "iniciación" eleusina hacia la adquisición del conocimiento perfecto, vital, existencial, social y político; la sabiduría, que es lo que debe fecundar el maestro en el discípulo, tal y como lo expone José Montserrat:
"Diotima, empleando la terminología de los misterios de Eleusis, anuncia que se dispone a introducir a Sócrates "en la iniciación perfecta, la que comporta la contemplación" (Banquete, 210 a).
Sigue la descripción de una serie de etapas de conocimiento. Si atendiéramos a las partículas gramaticales que las enlazan, concluiríamos que los escalones de la iniciación son seis. Hay, sin embargo, una marca de progresión más decisiva: los "partos" o generaciones que provoca cada etapa. El educando, fecundado por la enseñanza del educador, experimenta cuatro partos, que configuran las cuatro etapas del progreso hacia la sabiduría.
1. Primera etapa. De la multiplicidad a la unidad (Banquete, 210 a-b).
- Primer momento: "Enamorarse de un solo cuerpo".
-Segundo momento: "Considerar que es una y la misma la belleza que hay en todos los cuerpos".
- Parto: "Engendrar bellos discursos dedicados a un cuerpo bello".
El procedimiento aquí descrito es similar al de la sinagogué de Fedro (265 c), y no implica una toma de posición precisa sobre la teoría del conocimiento. Puede decirse, no obstante, que el resultado de este primer movimiento es una abstracción: la belleza humana sensible en general.
2. Segunda etapa: la belleza ética (Banquete, 210 b-c).
- Punto de enlace: "Después de esto, considerar de mayor valor la belleza que existe en las almas".
- Extensión: "La belleza de los comportamientos morales y de las leyes".
- Parto: "Engendrar palabras concordantes y buscar las que pueden contribuir a hacer mejores a los jóvenes".
3. Tercera etapa: la belleza del conocimiento científico (Banquete, 210 c-d).
- Objeto: "Las ciencias, a fin de que vea que la belleza de las ciencias es mucha".
- Parto: "Engendrar abundantes, bellos y magníficos discursos y reflexiones de filosofía inagotable".
Platón no precisa qué ciencias son éstas. Considerando, empero, el currículum educativo de la Academia en este período, se puede aceptar como paralelo la descripción de la propedéutica en el libro VII de la República.
4. Cuarta etapa: la contemplación (Banquete, 210 e - 212 a).
- Condición: "Haber contemplado ordenadamente una tras otra las cosas bellas".
- Descripción psicológica: "Contemplará de golpe (exaíphnes) una realidad de naturaleza admirablemente bella".
La palabra exaíphnes (de golpe, de repente) parece indicar un acto de intuición opuesto a los procesos discursivos de las etapas anteriores. No implica, con todo, un acto mental de orden irracional o místico, sino una intelección diferente de las propias ciencias.
- Descripción del objeto de contemplación:
- Predicados negativos: "No se genera ni se destruye"; "no crece ni disminuye"; no es relativamente bello o relativamente feo, ni es una belleza corporal humana; "ni es bello como una palabra no como un conocimiento científico"; "ni como algo que exista en otro ser" (Banquete, 211 a).
-Predicados positivos: "Lo que siempre existe él mismo según el mismo en sí mismo en una forma única" (Banquete 211 b).
- Función gnoseológica de este objeto: "Todas las otras cosas participan de él" (Banquete, 211 b).
- Parto: "Engendrar ya no copias de la virtud... sino una virtud verdadera" (Banquete, 212 a)" 15.
***
Lo más asombroso es que, ese proceso propuesto por Platón, coincida, en términos casi particulares, con los descubrimientos que se están realizando en el campo de las neurociencias, tal el caso de Jean-Pierre Changeux y de las investigaciones del neurólogo Karl Friston y otros neurocientíficos, sobre cómo funciona el cerebro para la comprensión y la búsqueda de sentido y en el descubrimiento de nuevos conocimientos. Friston, precisamente cita a Platón en ese sentido, al igual que se refiere a la proximidad entre genialidad y locura:
"En cierto modo, cuanto más nos acercamos a la genialidad más nos acercamos a la locura" (Karl Friston).
Algo que ya también Platón había establecido en las dos locuras que diferencia Sócrates en Fedro, al considerar la una como enfermedad y la otra como inspiración:
"SÓCRATES: Pero hay dos formas de locura; una debida a enfermedades humanas, y otra que tiene lugar por un cambio que hace la divinidad en los usos establecidos.
FEDRO: Así es.
SÓCRATES: En la divina, distinguíamos cuatro partes, correspondientes a cuatro divinidades, asignando a Apolo la inspiración profética, a Dioniso la mística, a las Musas la poética, y la cuarta, la locura erótica, que dijimos ser la más excelsa, a Afrodita y a Eros" (Platón, Fedro: 265 a-b).
Es en Fedro, si se dejan de lado las interpretaciones esencialistas de la teoría de las ideas y sus "reminiscencias", en donde Platón expone ese proceso mediante el cual se da la comprensión y la búsqueda de sentido y el descubrimiento de nuevos conocimientos, lo que debe producirse por la fuerza de Eros y el uso de la retórica.
Porque una cosa es saber leer y escribir, copiar y reproducir, a partir de lo ya conocido, así sea en bellos, complejos y adornados discursos con los cuales o bien se pretende recordar lo que ya se sabe o bien se quiere descrestar y persuadir ingenuos.
Y otra cosa es ser lector y escritor: descubridor e inventor (creador para quien le guste más esa palabra), aquel que contempla en "lo desconocido" con imaginación (fantasía), ingenio e invención 16, que es con lo que los Homo-Humanos inventaron las artes, las filosofías, las ciencias y la civilización.
No otra cosa significa el mito de Theuth y Thamus, como lo explica Emilio Lledó Iñigo:
"La propuesta de Theuth a Thamus parte de dos tesis principales: la de que las letras podrán alimentar la memoria de los hombres y, en consecuencia, la de hacer crecer su sabiduría. La memoria no queda, pues, atada a la propia experiencia personal, a la propia anámnēsis. Reposada en la letra, está siempre dispuesta a recobrarse, en el tiempo de la vida de cada lector. Pero la respuesta de Thamus y el posterior comentario de Sócrates debilitarán la seguridad del «artificiosísimo» inventor que, «por apego a las letras, les atribuye poderes contrarios a los que tienen. Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan» (Fedro, 274e-275a). Efectivamente, la escritura dauna inmerecida confianza. Su forma de conservación es inerte. Duerme en el tiempo de la temporalidad mediata. Recordar es saber, cuando brota del tiempo interior, cuando emerge de la autarquía y de la mismidad. El tiempo de la anámnēsis, de la reminiscencia, se despierta desde la reflexión, o sea, desde la lectura de sí mismo. Entonces se descubren significaciones, intenciones, contextos. Lo contrario es el simple recordatorio (hypómnēsis), donde únicamente podemos estar en contacto con significantes, con superficies que sólo se reflejan ellas mismas, sin hacernos transparentes el universo del saber.
La mnēmê, la memoria, levanta su reconocimiento a ese cielo que el mito platónico del alma viajera describe. En ese momento, la memoria no fluye de la letra a la mente para pararse en ella, sino que el proceso de la «automemoria» encuentra su contraste y su fuerza en esa transparencia del mundo ideal, que una versión moderna traduciría en «creatividad». Esa creatividad es ya saber. Porque sólo quien conoce puede realmente recordar" 17.
O para decirlo de otro modo: o palabras muertas que copian y reproducen lo que ya se sabe o palabras vivas que fecundan nuevo sentido y el descubrimiento de nuevos conocimientos.
Estos nuevos conocimientos son el descubrimiento de verdades tanto filosóficas como existenciales o científicas.
Como ya lo anoté antes, un estudio más amplio, a partir de las neurociencias, permitiría mostrar que las propuestas y magisterio filosófico platónico, así como el de los antiguos sabios griegos y del mismo Aristóteles, tenían una comprensión más atinada de la Naturaleza y de la naturaleza humana: cuerpo y espíritu. Todo lo contrario de lo que impuso el cristianismo con su terror sobrenatural al acomodar a su ideología una visión del hombre deshumanizada, tergiversada, deformada, que todavía impera. Cadáveres que son sepulturas para el espíritu.
***
Visto lo anterior, es imposible no ver en la propuesta de Platón un proyecto pedagógico -paideia- para formar verdaderos hombres superiores, "conocedores", no esa masa de hombres con oficio, pero con el espíritu alienado por las ideologías políticas, religiosas y económicas que parece ser el propósito de los actuales sistemas educativos.


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Karl J. Friston, La fórmula del cerebro, entrevista con Eduardo Punset:
http://www.redesparalaciencia.com/6410/redes/2011/redes-111-la-formula-del-cerebro
---- Karl J. Friston, Statistical parametric mapping: the analysis of functional brain images, Elsevier, Londres, 2007.
---- Otras entrevistas de Eduardo Punset:
http://www.rtve.es/television/20120419/estamos-programados-pero-para-ser-unicos/517281.shtml

Jean-Pierre Changeux, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Un nuevo enfoque neuronal, Katz, Buenos Aires, 2010.
---- Jean-Pierre Changeux, Razon y placer, Tusquets (Metatemas), Barcelona, 1997.
---- Jean-Pierre Changeux, El hombre nuronal, Espasa, Madrid, 1985.

Antonio Damasio, El error de Descartes, Crítica, Barcelona, 2003.
---- Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Drakontos, Barcelona, 2009
---- Antonio Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Destino, Barcelona, 2010.

Marco Iacoboni, Las neuronas espejo. Empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entendemos a los otros, Katz, Buenos Aires, 2009.

--------------
1 Ver: Iván Rodrigo García Palacios, Las imposturas de Freud (1 y 2):
http://lectorludi.blogspot.com/2011/01/p-margin-bottom-0.html
http://lectorludi.blogspot.com/2011/01/las-imposturas-de-freud-2a.html
2 Ver: Iván Rodrigo García Palacios, Michel Onfray y "el traje" de Freud y el psicoanálisis:
http://lectorludi.blogspot.com/2011_08_28_archive.html
3 Jean-Pierre Vernant, “Los orígenes del pensamiento Griego”, Paidos, 1o edición, 1992.
4 Giordano Bruno, De inmenso, III, 9, p. 381, Opera latina.
5 Giordano Bruno, La cena de las cenizas, Diálogo primero, Alianza, Madrid, 1987, p. 67.
6 Jean-Pierre Changeux, Razón y placer, Tusquets, Metatemas, Barcelona, 1997, pp. 35 y ss.
7 Ver entrevista de Eduardo Punset con el neurólogo Karl Friston:
http://www.rtve.es/television/20111116/formula-del-cerebro/475820.shtml
Así como estas otras entrevistas:
http://www.rtve.es/television/20120419/estamos-programados-pero-para-ser-unicos/517281.shtml
8 Iván Rodrigo García Palacios, Carta eleusina No. 13:
http://cartaseleusinas.blogspot.com/2012/04/carta-eleusina-no-13.html19,09cm
9 Iván Rodrigo García Palacios, Del ferino furor del enamoramiento:
http://enamoramientoyevolucion.blogspot.com/
10 Iván Rodrigo García Palacios, Carta eleusina No. 14:
http://cartaseleusinas.blogspot.com/2012/04/carta-eleusina-no-14.html
11 Ernesto Grassi, El poder de la fantasía. Observaciones sobre la historia del pensamiento occidental, Anthropos, Barcelona, 2003, p. 77.
12 Ernesto Grassi, El poder de la fantasía. Observaciones sobre la historia del pensamiento occidental..., p. 140.
13 Ver: Iván Rodrigo García, Ariadna la diosa de la perdición para Nietzsche:
http://lectorludi.blogspot.com/2011/05/ariadna-la-diosa-de-la-perdicion-para.html
14 Para los griegos el dios Eros era la fuerza que todo lo unía o lo separaba. Su traducción, occidentalizada, como Amor sólo se corresponde como la atracción sexual, afrodisiaca o no, entre personas, lo que desvirtúa el sentido primordial con el cual lo utilizan tanto Platón como Aristóteles y los presocráticos, quienes han establecido las debidas diferencias entre Eros cósmico y Eros terrenal, tal y como lo hace Platón en Fedro y Banquete.
15José Montserrat, Platón. De la perplejidad al sistema, Ariel, Barcelona, 1995, pp. 79-81.
16 Ver: Ernesto Grassi, El poder de la fantasía, Observaciones sobre la historia del pensamiento occidental. Y, Ernesto Grassi, Vico y el humanismo. Ensayos sobre Vico, Heidegger y la retórica, Anthropos, Barcelona.
17 E. Lledó Iñigo, Introducción, Platón, Diálogos, III, Fedro, Gredos, Madrid, 1997, pp. 303-304.

23 de febrero de 2012

Ramón María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez: fagocitadores fagocitados


Malcolm Lowry en París.


Iván Rodrigo García Palacios
Ramón María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry,
Juan Rulfo y Gabriel García Márquez:
fagocitadores fagocitados


En la evolución cultural como en la evolución biológica, las nuevas y asombrosas expresiones del arte y de la vida se producen a partir de las mutaciones sucedidas en la materia anterior ya evolucionada. Mediante la investigación genética cultural y biológica es posible identificar, aun cuando no siempre en su totalidad, a esas materias y a sus posteriores y novedosas expresiones, porque, si bien muchas son evidentes, sobre otras hay que intuir y especular de manera más lúdica que científica, hasta tanto sea posible una certera demostración.
En ese contexto, Malcolm Lowry, el artista, no es excepción a esa ley de la Naturaleza. Él fue un voraz fagocitador y metabolizador de las materias y experiencias de sí mismo, de sus amigos, de sus esposas y de todos aquellos con los que tuvo contacto, así como de sus lecturas y de toda la realidad de sus circunstancias, materias y experiencias que luego asimiló en su escritura y en sus obras, tal y como lo demuestran sus biógrafos Douglas Day, Conrad Knickerbocker y Gordon Bowker.
Advierto que prefiero los términos fagocitador y metabolizador, al de "canibalismo psicológico" que es el que emplea su biógrafo Douglas Day al referirse a las relaciones de Lowry con Conrad Aiken.
Pero, también, la vida y la obra de Malcolm Lowry fue materia fagocitada y metabolizada por otros artistas posteriores y, en particular, en los casos de algunos escritores íntimamente relacionados con México, sobre los que voy a intuir y a especular.
Lowry, como todos los artistas, mostró de manera evidente en sus obras muchas de las materias que fagocitó y metabolizó, ya suficientemente estudiadas, pero también son muchas otras las que ocultó, hasta el punto que es "casi" imposible encontrarlas y demostrarlas ... salvo a través de la aventura de una Lectura Lúdica que, sin más compromiso que el juego, convoque y provoque otras lecturas igual de gozosas como la mía o quizás más serias y académicas para bien o para mal de las hipótesis que propongo.
Para empezar por una de esas materias ocultas fagocitadas y metabolizadas por Lowry, mera atracción electiva de circunstancias, tiempo y lugar, he puesto mis ojos en la obra de un caro y extraño personaje a la literatura mexicana: Don Ramón María del Valle-Inclán, otro gran fagocitador él, de cuya obra también se alimentarán, además de Lowry y, entre muchos otros, dos escritores: Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, sobre los que también voy a intuir y a especular.
¿Existen conexiones reales, posibles o hipotéticas, entre Tirano Banderas y otras obras de don Ramón María del Valle-Inclán, con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry; con Pedro Páramo y otras obras, de Juan Rulfo, y con Cien años de soledad y otras obras de Gabriel García Márquez, así como de las obras de Rulfo y García Márquez con Bajo el volcán y con la vida y la obra de Malcolm Lowry?
¿Es apropiado plantearse una hipótesis como esa?
En el ámbito de la LECTURA LÚDICA, ¡Sí!, porque esa lectura es el gozoso placer de retornar a jugar con el fuego secreto del paraíso, del misterio y de lo desconocido, donde todo se origina y porque también se inspira en el viejo consejo de Darwin: lo importante es aventurarse a formular hipótesis, en este caso, por la lógica del "razonamiento por abducción", de Charles S. Peirce, ese razonamiento que parte del principio de que también un nuevo conocimiento aparece en la construcción de una hipótesis por la imaginación (1). O, para ser más serios, pensando lo que pensaron de la literatura Jorge Luis Borges y Gérard Genette (2).
Es por ese sendero que se ingresa en el reino de la imaginación, la intuición, la adivinación, aquel en el donde los genios de las ciencias y las artes contemplan por primera vez las maravillas de todo aquello que, con el "furor" de su entusiasmo y con el esfuerzo de sus mentes, trasformarán en obra maestra, porque sólo aquellos que se atreven a jugar con el fuego secreto entran en aquel paraíso.
Sin pretender de otra cosa y por ser sólo un LECTOR LUDI, me atrevo a pensar y a proponer estas hipótesis descabellada, sin mayores atributos que los de un jugador que emprende un juego sin fin, nuevo, cuyas reglas y resultados se construyen al jugar, porque, al fin, lo que hace el LECTOR LUDI, es lo mismo que, así no lo reconozcan, hacen los críticos académicos: inventar sus propios juegos interpretativos sobre los inventos imaginativos y racionales de escritores y filósofos.
I. Los delirios de Valle-Inclán en Malcolm Lowry

Sería inconcebible negar que en el México donde Malcolm Lowry escribió Bajo el volcán, Juan Rulfo escribió su obra y Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, ellos tres no hubieran realizado una epifánica, asombrada, pasional y nutritiva lectura de Tirano Banderas y de otras obras de don Ramón María del Valle-Inclán, máxime que esa novela es, por tema, contenido y escenario, mexicana y fue, por escritura, vanguardia en lo mejor de literatura europea de su época. Tirano Banderas fue lectura de culto en el ámbito intelectual mexicano desde su publicación en 1926.
En esas mismas condiciones y por orden de prelación cronológica, es innegable que Juan Rulfo leyera Bajo el volcán y que Gabriel García Márquez leyera, también, Bajo el volcán y sobre Malcolm Lowry -él así lo reconoce y ha dicho que fue una novela a la que desmontó y volvió a montar como a una máquina literaria-, así como también leyó la obra de Juan Rulfo, la que se aprendió de memoria.
Aceptado que ellos realizaron tales lecturas, es del caso pensar que las mismas provocaron los más asombrosos efectos. Al hacer una lectura lúdica de sus obras parece que ellos estuvieran escribiendo, a su propio genio, modo y estilo, con aquella estética que don Ramón María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia:
"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
Sobre lo que luego agregó en el prólogo de Los cuernos de don Friolera:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos".
***
Quizás las conexiones más difíciles de mostrar sean aquellas que se puedan establecer entre Malcolm Lowry y don Ramón María del Valle-Inclán, su Tirano banderas y algunas de sus otras obras. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que para la época de 1936-1937, cuando Malcolm Lowry se radicó en Cuernavaca, no sólo estaba interesado por los sucesos de la Guerra Civil Española, sino que, en Bajo el volcán, hace notables referencias de autores y obras de la literatura española y mexicana, por ejemplo, Cervantes y Fray Luis de León.
Como material de ilustración literaria sobre México, Malcolm Lowry debió leer una traducción al inglés de Tirano Banderas, junto con algunas otras obras de la literatura mexicana, por recomendación en la librería American Book Store de la avenida Madero, de Ciudad de México, la que visitaba, durante su estancia allí entre 1936 y 1937, cada que iba desde Cuernavaca a recoger el dinero del giro, es decir, antes y durante la escritura del primer cuento de Bajo el volcán y del primer manuscrito de la novela.
Hay que recordar que Malcolm Lowry no sólo era un lector voraz, si no también un escritor fagocitador y metabolizador, que se devoraba en sus escritos la realidad en la que habitaba y se movía; las conversaciones con sus amigos y las demás personas; los escritos y cartas de sus esposas y de sus amigos; sus lecturas, lo que se publicaba en periódicos y revistas, así como su propia vida y la de aquellos a los que se acercaba o se le acercaban, todo ello era convertido, casi textualmente, en materia de su escritura y de sus obras.
Así que no es de extrañar que a Malcolm Lowry las definiciones estéticas, asunto sobre el que vivía obsesionado, así como la obra de don Ramón María del Valle-Inclán, le hubieran impresionado, hasta el punto de tomar de sus materias algunas para Bajo el volcán, para el caso, esa estética de esperpentos y fantoches, a la que se acomoda con precisión.
Llaman notoriamente la atención las trasposiciones que pueden identificarse y establecerse entre algunas escenas y motivos de Tirano Banderas en Bajo el volcán.
Algunas de las más notables son:
1. Ambas novelas se desarrollan el día de Todos los Santos y de Difuntos.
Tirano Banderas, el 1 y 2 de noviembre, en un período de menos de cuarenta y ocho horas.
Bajo el volcán, entre el 1 y 2 de noviembre, en un período de doce horas.
De esta forma también se establecen otras conexiones entre los significados y estructuras que ambos autores le asignan a estas fechas y celebraciones en sus novelas, las que tienen que ser más que casuales, como se verá más adelante, sin importar que a esas fechas, además, se las relacione con otros eventos del viaje de Malcolm Lowry a México.
2. Las escenas de Nachito Veguillas y Lupita, la Romántica, en Tirano Banderas: Tercera parte, Libro segundo, Luces de ánimas, pp. 72-81. Y la de Geofrey Firmin, el cónsul, y María, en Bajo el volcán: Páginas: 386 a 392.
3. El TioVivo, ese mismo aparato que con el nombre de La máquina infernal, aparece en Bajo el volcán, el cual es de especial importancia simbólica y estructural para ambas novelas.
En Tirano Banderas, dos escenas están marcadas por el TioVivo.
La primera, luego de la escena entre Nachito Veguillas y Lupita, la Romántica y con las luces del alba con las que ya se apagaban las luminarias de la feria:
"Con las luces del alba la mustia pareja del ciego lechuzo y la chica amortajada escurríase por el Arquillo de las Madres Portuguesas. Se apagaban las luminarias. En los Portalitos quedaba un rezago de ferias: El TioVivo daba la última vuelta en una gran boqueada de candilejas. El ciego lechuzo y la chica amortajada llevan fosco rosmar, claveteado entre las cuatro pisadas" (TB, III, libro segundo, Luces de ánimas, p. 76).
Hacia el final la novela, en la escena de La terraza del club, en la cual los embajadores de Uruguay, Ecuador y, luego, el embajador japonés, hablan sobre la situación de la revolución y de las medidas del presidente mexicano, criticando las posturas e intereses de los embajadores de Inglaterra y España, frente al asunto y justo luego de comentar la improbabilidad de que el Doctor Banderas ordene cerrar los expendios de bebidas, vuelve a aparecer un tiovivo:
"Llegaban ecos de la verbena. Bailaban en ringla las cuerdas de farolillos, a lo largo de la calle. Al final giraba la rueda de un tiovivo. Su grito luminoso, histérico, estridente, hipnotizaba a los gatos sobre el borde de los aleros. La calle tenía súbitos guiños, concertados con el rumor y los ejercicios acrobáticos del viento en las cuerdas de farolillos. A lo lejos, sobre la bruma de estrellas, calcaba el negro perfil de su arquitectura San Martín de los Mostenses. (TB, VII, La terraza del club, libro segundo, p. 203).
Para mayor asombro, estas ferias en Tirano Banderas, no son otras que las del día de Todos los Santos y de Difuntos, o sea, el mismo día en que se narra Bajo el volcán. En ambas novelas, un circo y un día de alucinatoria confusión y delirio llevados al extremo ... de la escritura.
En Bajo el volcán, ese TioVivo aparece con el nombre de La máquina infernal, como referencia a la obra del mismo título de Jean Coucteau, en la escena del Capítulo 7, pp. 254-258, la misma que establece otra conexión con Tirano Banderas, esta vez entre los delirios y las alucinaciones del embajador de España, el Barón de Benicarlés, en Tirano Banderas, con los delirios de Geofrey Firmin, El Cónsul, encaramado en ese TioVivo, en Bajo el volcán.
En tales delirios se trata también de ese "penetrar en la conciencia de un personaje" -el Barón de Benicarlés- para ofrecernos los "toboganes" de su pensamiento", esos "toboganes de sombra" de don Ramón María del Valle-Inclán (3), de igual manera que Malcolm Lowry penetra en la conciencia y en los "toboganes de sombra del pensamiento" de Geofrey Firmin.
Los delirios y las alucinaciones de El Barón de Benicarlés, ministro (embajador) de España ante Santa Fe de Tierra Firme (Punta de las Serpientes), aparecen en Tirano Banderas, Parte VI, Libro tercero: La nota, p. 181-182, cuando se dirige hacia la Legación inglesa.
Y, los delirios del cónsul, leer Bajo el volcán, Capítulo 7 y, como ya dije, las páginas 254-258: Hay que recordar que Geofrey Firmin es cónsul destituido de Inglaterra.
Esos delirios se suceden:
En Tirano Banderas, es la consola y el coche del Barón de Benicarlés:
"El Ministro de España, apoyando el pie en el estribo, diseñaba su pensamiento con claras palabras mentales: —Si surge una fórmula, no puedo singularizarme, cubrirme de ridículo por cuatro abarroteros".
Lo que es traspuesto, en Bajo el volcán, a ese "confesionario" en el que Geofrey Firmin,
"El cónsul, como aquel pobre loco que traía la luz al mundo, permaneció colgado sobre el vacío, boca abajo, con sólo un fragmento de alambre trenzado entre él y la muerte" (BV, VII, p. 255).
En fin, una lectura comparada de las dos novelas mostrará al Lector Ludi muchas otras "biblofagias" de Malcolm Lowry a la narración de don Ramón María del Valle-Inclán.
II. Del amor y otros asuntos:
de Malcolm Lowry a Juan Rulfo
y a Gabriel García Márquez

En la literatura, como en la materia de los seres vivos, nada es ni inocente ni ingenuo; todo tiene causa y efecto, propósito y utilidad, conexión y correspondencia, nexo y relación, orden y caos; a lo más, entropía y evolución, reproducción y mutación. Pero, lo mejor de todo, es que la literatura, como todas las artes, es el juego que explora, con los lenguajes de la imaginación, aquellos misterios de la naturaleza humana para los cuales los lenguajes de la razón todavía carecen de explicación.
Es por ello que la escritura y la lectura de la literatura son actividades que al LECTOR LUDI le permiten imaginar, analizar... jugar.
Jugar. De eso se trata en lo siguiente.
Al final del capítulo IX de la novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, en tres breves párrafos, Lowry crea una poderosa imagen literaria que, como toda la materia de esa novela, está revestida de inmenso poder simbólico, el cual no viene al caso exponer ahora en la exploración que emprendo. Mi atención está enfocada a otros asuntos.
Comienzo por transcribir esos tres párrafos:
"Ahora en la plaza sus propias sombras se dirigían hacia las puertas gemelas de la taberna Todos Contentos y Yo También: bajo las puertas advirtieron lo que parecía ser el extremo inferior de una muleta: alguien que se marchaba. La muleta no se movía; su propietario discutía tras la puerta. Tal vez una última copa. Luego, desapareció: tiraron de una de las puertas y algo salió.
Doblado, gimiendo bajo el peso, un indio viejo y cojo llevaba sobre las espaldas, mediante una correa que pasaba por la frente, a otro pobre indio aún más viejo y decrépito que él. Llevaba al anciano con sus muletas, y cada uno de sus miembros temblaban bajo este peso del pasado; llevaba la carga de los dos.
Los tres permanecieron contemplando al indio que desapareció con el anciano al girar en una curva del camino, adentrándose en la noche y arrastrando en el polvo gris y blanco sus míseras sandalias" (BV: p. 316) (4).
En el cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros, publicado por primera vez en la primera edición de El llano en llamas, de 1953, se relata el viaje de un viejo con el cuerpo de su hijo Ignacio a las espaldas, buscando un pueblo en la oscuridad de la noche a la luz de la luna, la primera descripción ambiental que hace Juan Rulfo, es la siguiente:
"La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
"La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda" (5).
Muchos años después diría Juan Rulfo:
"[...] un cuento, Luvina, me dio la clave" (6).
Con ello se refería a la clave que le permitiría escribir Pedro Páramo. Luvina fue publicado, al igual que No oyes ladrar los perros, en la primera edición de El llano en llamas de 1953.
En septiembre de 1953, Juan Rulfo ingresó como becario al Centro Mexicano de Escritores:
"Hacía años que trabajaba en una novela y esperaba que su incorporación al Centro en calidad de becario le ayudara a sacarla adelante.
El Centro Mexicano de Escritores nació por iniciativa de la novelista norteamericana Margaret Shedd, quien consiguió dinero de la Fundación Rockefeller para apoyar mediante becas a los escritores mexicanos" (7).
Juan Rulfo, según sus propias palabras y para rechazar la crítica que le hiciera uno de sus compañeros en el Centro, cuando leyó allí los primeros manuscritos de Pedro Páramo, quien le recomendó que antes de escribir novelas primero tendría que leer muchas novelas, dijo:
"Leer novelas es lo que [he] hecho toda mi vida" (8).
Juan Rulfo fue un lector exhaustivo de novelas y novelísticas. Además de literatura en español, leyó, en el inglés original, buena parte de la mejor literatura y narrativa de los escritores estadounidenses e ingleses contemporáneos: James Joyce, William Faulkner, John Steinbeck y quién sabe cuantos más en un largo etcétera y, como debe suponerse, a Malcolm Lowry. Así como, en versiones al español, otras literaturas y narrativas de todo el mundo que no viene al caso mencionar.
Lo cierto es que, dada la íntima relación con México, Juan Rulfo debió haber leído, en esa época, de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, publicada en inglés en 1947, la que "fue un éxito de la crítica en Estados Unidos y estuvo en las listas de best-sellers" (9). La primera versión en español sólo fue publicada por Ediciones Era en 1964.
Para tener en cuenta y sin intención de ofender, el que Juan Rulfo fuera dipsómano, como lo fuera Malcolm Lowry, debió haber sido un motivo de interés y curiosidad, máxime si, Bajo el volcán, es de por sí la expresión artística de un delirium tremens. Quizás una cualidad cuya importancia se juzgará por los resultados y no por el chisme.
Hasta el momento y por más que he buscado, no he encontrado ningún testimonio directo que me confirme que Juan Rulfo hiciera esa lectura de Bajo el volcán. Sin embargo y dadas las circunstancias de proximidad, importancia y atracciones afectivas, es imposible que no la hubiera leído entre 1947 y 1953. Son inextricables los motivos por los cuales los escritores ocultan o niegan algunas de sus lecturas primordiales. Juan Rulfo no es la excepción.
Lo que si he encontrado y así sea poco, son algunas referencias sobre las posibles conexiones, correspondencias, nexos y relaciones de la obra de Juan Rulfo con Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.
La primera y más significativa, de Octavio Paz, en Corriente alterna, 1967:
"JUAN RULFO: REGRESO AL PARAÍSO
"Si el tema de Malcolm Lowry es el de la expulsión del paraíso, el de la novela de Juan Rulfo (Pedro Páramo) es el del regreso. Por eso el héroe es un muerto: sólo después de morir podemos volver al edén nativo. Pero el personaje de Rulfo regresa a un jardín calcinado, a un paisaje lunar, al verdadero infierno. El tema del regreso se convierte en el de la condenación; el viaje a la casa patriarcal de Pedro Páramo es una nueva versión de la peregrinación del alma en pena.
Simbolismo -¿inconsciente?- del título: Pedro, el fundador, la piedra, el origen, el padre, guardián y señor del paraíso, ha muerto; Páramo es su antiguo jardín, hoy llano seco, sed y sequía, cuchicheo de sombras y eterna incomunicación. El Jardín del Señor: el Páramo de Pedro. Juan Rulfo es el único novelista mexicano que nos ha dado una imagen -no una descripción- de nuestro paisaje. Como en el caso de Lawrence y Lowry, no nos ha entregado un documento fotográfico o una pintura impresionista sino que sus intuiciones y obsesiones personales han encarnado en la piedra, el polvo, el pirú. Su visión de este mundo es, en realidad, visión de otro mundo".
La segunda, la de Óscar Brando, en su artículo El otro Juan Rulfo:
"Pero si se quiere un caso próximo a Rulfo en el tiempo y en el espacio piénsese en Malcolm Lowry y su novela Bajo el volcán. El ingreso al mundo de los muertos, que tenía una larga tradición literaria (sobre todo por La divina Comedia) estaba prefigurado en el extenso drama del capítulo 15 de Ulises" (10).
Y, la tercera, es de Sonia L. Mattalía Alonso, en su ensayo: Contigüidad de los textos: Juan Rulfo/Malcolm Lowry, publicado en el número especial sobre Juan Rulfo de la revista española Cuadernos Hispanoamericanos, No. 421-423 (1985), pp. 205-214.
Explicación necesaria
Cuando en el primer semestre de 2008, escribí las primeras versiones de estos textos, no puede encontrar el texto de Sonia L. Mattalía Alonso, al que sólo ahora he podido acceder en la hemeroteca de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Medellín.
Hago esta explicación, porque, al leer ese texto, me asombraron las conexiones, correspondencias y relaciones, entre algunos de sus asuntos y los que yo trataba, con veinticinco años de distancia.
Lo primero. Estoy de acuerdo con su afirmación sobre las "influencias improbables" de Malcolm Lowry en Juan Rulfo, porque el concepto de influencia ha sido sobrevalorado y, en un sentido más amplio, la sola lectura atenta y pasional de un texto, basta para provocar y producir un impacto duradero y germinal en el lector, máxime si se trata de un artista sensible como Juan Rulfo. Así que, lo que para ella es contigüidad, para mi es consanguinidad.
En tal sentido, Rulfo no fue, propiamente hablando, influenciado por Lowry, más bien, fue una más, aunque significativa, de las lecturas que preñaron sus escrituras.
Así que asumo que la Contigüidad de los textos..., que ella propone, se equipara a mi propuesta de evolución cultural, en la que tampoco contemplo el concepto de influencia, sino el hecho de que las ideas también se fagocitan y metabolizan, preñan y alimentan, al lector y al escritor. Tal es el caso del asunto de la muerte y el de los personajes muertos que hablan de los vivos. Asunto que, para mi gusto, tiene su germinación, tanto para Lowry como para Rulfo, en la estética de don Ramón María del Valle-Inclán, conexión sobre la que yo sepa, nadie ha escrito.
Una lectura del texto de Sonia L. Mattalía Alonso, permitirá establecer tales correspondencias y conexiones entre nuestros propósitos. Por ejemplo, cuando ella propone la siguiente solidaridad textual:
"Textos solidarios: Bajo el volcán, una visión subjetiva de la agonía; Pedro Páramo, una visión subjetiva de la muerte".
De alguna manera, ambos coincidimos en lo que ella misma escribe:
"No hablamos de influencias improbables, sí de márgenes de confluencia, y, entre estos textos, el discurso crítico actuando como metáfora de unión".
Lo segundo. Me asombró el que ella también, así fuera con un propósito diferente, tomara la cita de Bajo el volcán, en la que un indio carga a otro y la relaciona con el cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar los perros. Por mi parte, esa imagen la asumo como la conexión, correspondencia y relación, de la lectura que hizo Rulfo a la novela de Lowry.
Y lo tercero. Hago mía la frase con la que Sonia Mattalía Alonso cierra su texto:
"Rulfo/Lowry: escrituras excesivas, lineas divergentes, de las cuales algunos puntos hemos pretendido anudar, intentando conmemorar el tenso placer de la lectura".
Al fin y al cabo, de esa manera también se anuda con mi propuesta de Lectura Lúdica.
Concluida esta explicación, continúo con mis asuntos.
***
Ahora, es del caso examinar esa literatura en la que los personajes son los muertos que hablan de los vivos, de acuerdo con la estética de don Ramón María del Valle-Inclán, ya citado atrás:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos" (Los cuernos de don Friolera).
Para Juan Rulfo, los muertos fueron personajes primordiales desde su infancia, pero fue ya en su narrativa y poesía que se transformaron en personajes esenciales. Quizás inspirado por Dante y algunos otros grandes maestros de la literatura universal. Sin embargo, me gusta pensar que, además de la estética de don Ramón María del Valle-Inclán, fue en Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, también él un devoto dantiano, donde Rulfo descubriera que en la literatura los muertos podrían ser protagonistas, habitantes simultáneos en ambos mundos que, al parecer, son uno y el mismo.
Eso es exacto lo que hizo Malcolm Lowry en Bajo el volcán. Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, retornan, un años después de muertos, para que sean relatadas las tragedias de sus existencias en el tiempo de las últimas doce horas de sus vidas y mientras se desplazan en aquel dantesco, desolado y onírico escenario mexicano de Cuernavaca, la ciudad cuyo nombre náhuatl es Quauhnáhuac y que significa: "cerca de las montañas boscosas", el cual está poblado por seres que devienen, ellos mismos, entre vivos y muertos. O un vivo, como M. Laruelle, testigo de la tragedia y propiciador de la narración.
Los muertos y los dantescos y desolados escenarios de Malcolm Lowry y de Juan Rulfo, les son propios y originales, sin embargo, como los de Dante, están conectados por ese hilo de tinta evolutivo que recorre toda la vida y la literatura universal desde el primordial y mítico origen.
Geoffrey Firmin, El Cónsul, e Ivonne, Quauhnáhuac, al igual que Pedro Páramo, Susana San Juan y Comala, nacieron para la literatura en ese río heraclitiano en cuyas aguas o tintas o sangres, siempre las mismas, siempre otras, fluye la historia de la vida y de las artes del Homo-Humano.
Una historia que fluye hacia todas las historias como lo anticiparan Jorge Luis Borges y Gérard Genette.
... a Gabriel García Márquez
En 1962, Gabriel García Márquez descubre asombrado y fascinado la obra, los cuentos y las novelas, de Juan Rulfo, hasta el punto de aprendérsela de memoria.
Dos años después, en 1964, según lo cuenta el mismo Gabriel García Márquez:
"Más tarde, Carlos Velo y Carlos Fuentes me invitaron a hacer una revisión crítica de la primera adaptación de Pedro Páramo para el cine" (11).
Tanto Carlos Fuentes como Carlos Velo, eran amigos cercanos a Juan Rulfo, a su familia y a su casa, lo que permite pensar que fue en aquel tiempo de 1964 cuando Gabriel García Márquez conoció personalmente a Juan Rulfo y que, con plena seguridad, en sus conversaciones intercambiaron confidencias literarias, de las cuales no debió ser ajena la obra de Malcolm Lowry, de quien por esos días se publicó en México la primera versión al español de Bajo el volcán, así como aquel número especial dedicado a Malcolm Lowry, a su obra y a su vida, por la Revista de la Universidad de México, provocando revuelo en el ámbito intelectual y cinematográfico mexicano (12).
Las consecuencias de estos y otros eventos sobre el origen y el "nacimiento" de Cien Años de soledad, ya las he presentado en mis libros: Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad y Mitos y leyendas sobre Cien años de soledad (13).
III. Muchos años después...

Así que doy un salto hasta El otoño del patriarca, publicada en 1975.
En 1982 Gabriel García Márquez le dijo a Plinio Apuleyo Mendoza:
"- Me has dicho que todos tus libros tienen como punto de partida una imagen visual. ¿Cuál fue la imagen de El otoño del patriarca?"
"- Es la imagen de un dictador muy viejo, inconcebiblemente viejo que se queda sólo en un palacio lleno de vacas" (14).
En Pedro Páramo, de Juan Rulfo, esa imagen es la de un cacique rural mexicano, dueño de la vida, honra y bienes, en Comala:
"Pedro Páramo estaba sentado en un viejo equipal, junto a la puerta grande de la Media Luna, poco antes de que se fuera la última sombra de la noche" (Toda la obra, p. 296).
El patriarca de Gabriel García Márquez:
"La segunda vez que lo encontraron carcomido por los gallinazos en la misma oficina, con la misma ropa y en la misma posición, ninguno de nosotros era bastante viejo para recordar lo que ocurrió la primera vez, pero sabíamos que ninguna evidencia de su muerte era terminante, pues siempre había otra verdad detrás de la verdad" (15).
Y así ese patriarca, a quien lo habían encontrado una primera vez y lo volverán a encontrar en otras ocasiones hasta su muerte... definitiva, se conecta y corresponde con la segunda vez que aparece Pedro Páramo sentado en el viejo equipal:
"Allá atrás, Pedro Páramo, sentado en su equipal, miró el cortejo que se iba hacia el pueblo. Sintió que su mano izquierda, al querer levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos. Vio cómo se sacudía el paraíso dejando caer sus hojas" (Toda la obra, p. 302).
Ambos, cacique y patriarca, muriéndose a pedazos.
Retrocediendo hasta aquel otro dictador: para Malcolm Lowry su dictador es aquel que recuerda el señor Bustamante en el capítulo I, una especie de "Gran Hermano" criollo:
"El señor Bustamante, que era mayor de lo que parecía, recordaba los tiempos de Porfirio Díaz, la época en la cual en los Estados Unidos cada pueblecillo de la frontera mexicana tenía un "cónsul" [...] mantenidos por Díaz. Claro está que no eran cónsules sino espías" (BV: cap. I, p. 51).
Claro que en los demás capítulos de Bajo el volcán, Malcolm Lowry denuncia los terrores de esa peste universal que los fascistas extienden desde Europa y a la que se propone combatir en España, Hugh, el hermanastro de El Cónsul, de ahí la reiterada mención de:
"La batalla del Ebro".
Denuncia que se vuelve delirante en el capítulo XII y que conduce al trágico desenlace de las muertes de El Cónsul e Ivonne.
Además de un modelo de dictador, Malcolm Lowry se propuso desvelar los terrores ideológicos del fascismo.
Sin embargo, es necesario remontarse todavía mucho más en el tiempo para presenciar el nacimiento del modelo de estos dictadores de Malcolm Lowry, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y de otros.
Aun cuando no lo reconocieran abiertamente, los novelistas latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX, le debían, en buena parte, a don Ramón María Valle-Inclán, el modelo fundador de sus personajes-dictadores, pero, de manera más primordial, es en el Tirano Banderas, retrato y espejo, en el que se contemplaron los dictadores de Malcolm Lowry y, de forma particular y evidente, los de Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. Don Ramón María del Valle-Inclán, también él un excelso fagocitador, se alimentó para su Santos Banderas de las crónicas a cerca de Lope de Aguirre (16), así como de muchas otras referencias.
Gabriel García Márquez niega toda conexión de Tirano Banderas con El otoño del patriarca, pero, con Cien años de soledad, la historia puede ser otra y más entrañada (17).
En México, cuando Gabriel García Márquez estaba terminando de escribir los cuentos de Los funerales de la Mama Grande (1962), comenzó la escritura de una novela titulada El otoño del patriarca, cuyo título es casi lo único que tiene en común con la novela publicada en 1975. Esta escritura fue desechada cuando irrumpió "el tono" de Cien años de soledad, según se lo contó a Plinio Apuleyo Mendoza, información que algunos biógrafos han pretendido negar y contradecir, lo cual es inaceptable dada la íntima amistad que los unía hasta esa época:
"PAM: - Sé que llevabas bastante tiempo trabajando El otoño del patriarca, cuando lo interrumpiste para escribir Cien años de soledad. ¿Por qué lo hiciste? No es frecuente interrumpir un libro para escribir otro.
GGM: - La interrupción se debió a que estaba escribiendo El otoño sin saber muy bien cómo era, y por consiguiente no lograba meterme a fondo. En cambio, Cien años, que era un proyecto más antiguo y muchas veces intentado, volvió a irrumpir de pronto con la única solución que me faltaba: el tono. En todo caso, no era la primera vez que me pasaba. También interrumpí La mala hora, en París, en 1955, para escribir El coronel no tiene quien le escriba, que era un libro distinto incrustado dentro, y que no me dejaba avanzar. Como escritor, tengo la misma norma que como lector: cuando un libro deja de interesarme, lo dejo. Siempre, en ambos casos, hay un momento mejor para enfrentarlo" (18).
En ese primer intento de escritura de El otoño del patriarca sí que debió rondar la presencia de Tirano Banderas y su personaje, el Coronelito Domiciano de la Gándara, el mismo que escapó al fusilamiento y triunfó en su revolución, algo que ya es imposible de probar, porque aquel manuscrito de 300 páginas de García Márquez desapareció en 1965, en las vísperas de iniciar la escritura de Cien años de soledad.
Lo que sí se puede abducir, tal y como Gabriel García Márquez se lo contó, también, a Plinio Apuleyo Mendoza, es que, en aquella versión de El otoño del patriarca, el protagonista era un coronel Aureliano Buendía que se había convertido en dictador luego de ganar una guerra civil y dar un golpe de estado:
"PAM: - Y las treinta y dos guerras perdidas del coronel pueden expresar nuestras frustraciones políticas. ¿Qué hubiese ocurrido, a propósito, si el coronel Aureliano Buendía hubiese triunfado?
GGM: -Se habría parecido enormemente al patriarca. En un momento dado, escribiendo la novela, tuve la tentación de que el coronel se tomara el poder. De haber sido así, en vez de Cien años de soledad habría escrito El otoño del patriarca" (19).
Ese coronel Aureliano Buendía del primer El otoño del patriarca, es el mismo que, transpuesto a Cien años de soledad, se transforma en el guerrero que es derrotado en las treinta y dos guerras civiles que emprendió y que, por esa tragedia, determinó la escritura de la novela.
Así como de Tirano Banderas se inspira, en parte, el coronel Aureliano Buendía, también lo hace Melquíades, el que debió inspirarse en ese fantoche que es el Doctor Polaco, "un descendiente venido a menos de José Balsamo" (TB, VII, Libro tercero, p. 205), que a su vez se corresponde con Joseph Balsamo: Mémoires d'un médecin, de Alejandro Dumas, padre, que, a su vez, se inspiró en el Conde Alessandro di Cagliostro y Nostradamus.
***
Así es el Tirano Banderas de Ramón María del Valle-Inclán en el que se contemplan Pedro Páramo, el coronel Aureliano Buendía y El Patriarca:
"Inmóvil y taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo de guardias en la campa barcina del convento, aparece una calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo. En el Perú había hecho la guerra a los españoles, y de aquellas campañas veníale la costumbre de rumiar coca, por donde en las comisuras de los labios tenía siempre una salivilla de verde veneno. Desde la remota ventana, agaritado en una inmovilidad de corneja sagrada, está mirando las escuadras de indios, soturnos en la cruel indiferencia del dolor de la muerte (...) Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un lechuzo" (TB, pp. 10-11 y 12) (20).
Y en ellos también se expresa, en la más asombrosa de las conexiones, esa estética de esperpentos y fantoches de don Ramón María del Valle-Inclán, en la que los muertos conversan sobre los vivos.
¿Por qué, al hacer una lectura lúdica de las obras de Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, pareciera que ellos estuvieran escribiendo, a su propio genio, modo y estilo, en aquella estética que don Ramón María del Valle-Inclán propuso con su escritura de esperpentos y fantoches en la Escena XII, de Luces de bohemia, ya citada antes y que reitero por su importancia?:
"Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".
A lo que después agregó, en el prólogo de Los cuernos de don Friolera, lo ya también citado atrás:
"Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos".
Porque las coincidencias son causalidades.
Amores consanguíneos
Y un segundo salto hasta 1985 para establecer las conexiones, correspondencias, nexos y relaciones entre los trágicos amores en Tirano Banderas, Bajo el volcán, Pedro Páramo y El amor en los tiempos de cólera.
Don Ramón María del Valle-Inclán inspira los amores de los personajes de Tirano Banderas en el poeta romántico español José de Espronceda (21):
"Nacho Veguillas también tenía el vino sentimental de boca babosa y ojos tiernos. Ahora, con la cabeza sobre el regazo de la daifa, canta su aria en la Recámara Verde:
¡Dame tu amor, lirio caído en el fango!
Ensoñó la manflota:
¡Canela! ¡Y decís vos que no sos romántico!
¡Ángel puro de amor, que amor inspira! ¡Yo te sacaré del abismo y redimiré tu alma virginal! ¡Taracena! ¡Taracena!" (TB, III, Libro segundo/Luces de ánimas, V).
Para Malcolm Lowry, en Bajo el volcán, la tragedia del amor esta signada por un verso de Fray Luis de León: el poeta-sacerdote ascético español del siglo XVI quien fuera condenado por la Inquisición por traducir al español el Cantar de los Cantares:
"No se puede vivir sin amar" eran las palabras escritas en la casa" (BV: cap. I, p. 26 y cap. VII, p. 242).
El mismo verso que permite también establecer las conexiones, correspondencias, nexos y relaciones con el incesto, pero esa es otra historia.
En 1980, cuando el homenaje nacional a Juan Rulfo, Gabriel García Márquez escribió:
"El otro problema -inseparable del anterior- era el de las edades. En toda su obra, Juan Rulfo ha tenido el cuidado de ser muy descuidado en cuanto a los tiempos de sus criaturas. Narciso Costa Ros ha hecho hace poco una tentativa fascinante de establecerlos en Pedro Páramo. Yo siempre había pensado, por pura intuición poética, que cuando Pedro Páramo logró por fin llevar a Susana San Juan a su vasto reino de la Media Luna, ella era ya una mujer de sesenta y dos años. Pedro Páramo debía ser unos cinco años mayor que ella. En realidad, el drama me parecía más grande, más terrible y hermoso, si se precipitaba por el despeñadero de una pasión senil sin alivio. Las edades establecidas para ambos por Costa Ros no son las mismas, pero no están muy lejos de las que yo había supuesto. Semejante grandeza poética era impensable en el cine. En las salas oscuras, los amores de ancianos no conmueven a nadie" (22).
Ese amor senil de Pedro Páramo por Susana San Juan, será reivindicado por Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del cólera.
Prefiero creer que lo que Gabriel García Márquez reivindica es el truncado amor de Susana San Juan y Florencio (¿traspuesto en Florentino?).
Acepto que la erótica y los amores literarios de Malcolm Lowry y Juan Rulfo son diametralmente opuestos al erotismo y al amor en la escritura de Ramón María del Valle-Inclán y de Gabriel García Márquez y, quizás por ello, comparables.
Sin embargo, en un punto si coinciden los cuatro: las mujeres y los hombres aman de manera diametralmente diferente: las mujeres, desde lo profundo de su esencia de mujeres. Los hombres, desde la posesión de la mujer amada, tal y como ha sido convertida en símbolo emblemático por la cultura y las religiones occidentales.
Para Susana San Juan, la erótica de su amor es una íntima, dulce y tierna calidez, tal y como lo expresan sus inaudibles murmullos frente al padre Rentería y dirigidos al asesinado Florencio:
"Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimiendo mis labios..." (Toda la obra, p. 292).
(...)
"Él me cobijaba entre sus brazos. Me daba amor" (Toda la obra, p. 293).
Igual sucede para Ivonne y Fermina.
Para el caso de los amores de Florentino Ariza y Fermina Daza, estos están dominados por un violento pero lánguido erotismo, ardiente y sexual, pero ya impotente, tal y como lo expresa Florentino Ariza:
"Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor" (23).
Y, por supuesto, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, comparten en las tres novelas el triángulo amoroso y algo más: el incesto, lo que las conecta, corresponde y traspone:
Geoffrey Firmin, El Cónsul, Ivonne y M. Laruelle, así como Hugh, el incestuoso hermano, en Bajo el volcán.
Pedro Páramo, Susana San Juan y Florencio, en Pedro Páramo.
Y, Juvenal Urbino, Fermina Daza y Florentino Ariza, en El amor en los tiempos del cólera.
Los dos primeros, amores trágicos y macabros, el último, como diría su autor, "desmadrado".
El triángulo amoroso y el incesto, son las circunstancias en las cuales se manifiesta el afán posesivo del amor y la erótica de los hombres. En cambio, para las mujeres, es la anulación de su esencia y dignidad. Asuntos estos que han sido expresados con suficiente claridad en las narrativas de don Ramón María del Valle-Inclán, Malcolm Lowry, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
Y de Gabriel García Márquez se alimentarán la generaciones venideras.
En fin, imágenes literarias, dictadores, amores, etc., para jugar a desentrañar aquellos otros misterios de la literatura que la crítica, tan seria ella, desecha por considerarlos poco académicos. Allá ellos, así como me interesan sus mecánicos ensayos, por mi parte, gozo mucho más inventando mis hipótesis descabelladas.
Y, para dejar abierto el juego, se me ocurre preguntarme si podrían existir conexiones, correspondencias, nexos o relaciones entre ese rompecabezas estructural que es Pedro Páramo con ese otro rompecabezas extraordinario que será Rayuela, de Julio Cortázar.
Me parece extraño que en sus escritos críticos, políticos, conferencias, cartas, etc., Julio Cortázar mencione reiteradamente a los mismos escritores de los considerados del "boom" y, por ninguna parte, mencione para nada a Juan Rulfo, aún y cuando se refiera específicamente a la narrativa contemporánea mexicana. Por algo fue.
Otra aventura para LECTORES LUDI.
NOTAS
(1) Cita tomada de: Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd., Serie La Granada Entreabierta, 86, Instituto Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá / 1999, pp. 66-67.
(2) Gérard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Taurus, Madrid, 1989, p. 497.
(3) Juan Rodríguez, Introducción a la edición comentada de Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, p. XXI.
(4) Malcolm Lowry, Bajo el volcán, Tusquets, Barcelona, 1997. Todas las citas corresponden a esta edición.
(5) Juan Rulfo, Toda la obra: No oyes ladrar los perros, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 134. Todas las citas corresponden a esta edición.
(6) Juan Rulfo: La literatura es una mentira que dice la verdad. Una conversación con Ernesto González Bermejo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, LLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 462.
(7) Sergio López Mena, Así nacieron El llano en llamas y Pedro Páramo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 510.
(8) Juan Rulfo, "Pedro Páramo, treinta años después", Cuadernos Hispanoamericanos 421-423 (1985), p. 6. Citado por: Samuel Gordon en Juan Rulfo: una conversación hecha de muchas. Diálogo entre textos, pre-textos y para-textos. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 514.
(9) Conrad Knickerbocker, San Malcolm entre los pájaros, Revista Quimera, No. 53, p. 12.
(10) Encontrado en:
http://www.diarioelpais.com/suplementos/cultural_00_10_13/index.phtml?3
(11) Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 902 (publicado por primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(12) Del catalogo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, las siguientes entradas para escritos de Malcolm Lowry y artículos sobre su obra, traducidos al español y publicados en México en 1964:
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Poemas / Malcolm Lowry; traducción de José Emilio Pacheco. -- p. 28. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el volcán / Malcolm Lowry; traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- México: Era, 1964. Traducción de: Under the Volcano.
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Bajo el volcán (cuento) / Malcolm Lowry; traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. -- p. 4-9. -- en Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Schaljkwijk, Bob. El volcán de Quaunhnáhuac / Bob Schaljkwijk. -- p. 23-27. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
Fotografías de Cuernavaca, representando el ambiente en que se desarrolla Under the Volcano. En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Tres cartas inéditas de Malcolm Lowry. -- p. 29-33. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
- Lowry, Malcolm, 1909-1957. Memorial: carta (de Malcolm Lowry) dirigida a Ronald Paulton, Dollarton, Columbia Británica, Canadá, junio 15 de 1964. -- p. 13-22. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964)
- Xirau, Ramón. Malcolm Lowry: intención de una obra incompleta / Ramón Xirau. -- p. 34-35. -- En Revista de la Universidad de México. -- Vol. 19, no. 3 (noviembre de 1964).
(13) Iván Rodrigo García Palacios, Desde las entrañas de Bajo el volcán al "furor" de Cien años de soledad:
http://lowry-garciamarquez.blogspot.com/
---- Iván Rodrigo García Palacios, Mitos y leyendas sobre Cien años de soledad:
http://mitosyleyendasobrecienaosdesoledad.blogspot.com/
(14) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba. Conversaciones con Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998 (primera edición, 1982), p. 121.
(15) Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1996, p. 53.
(16) Citado por Juan Rodríguez en la edición crítica: Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, nota 113. Y no son sólo estas las únicas referencias a otros personajes y a otras obras.
(17) Iván Rodrigo García Palacios, Mitos y leyendas sobre Cien años de soledad:
http://mitosyleyendasobrecienaosdesoledad.blogspot.com/
(18) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998, p. 122:
(19) Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba, conversaciones con Gabriel García Márquez, p. 106.
(20) Ramón María Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, pp. 10-11 y 12.
(21) Ver notas 47 y 48: Ramón María del Valle-Inclán, Tirano Banderas, Planeta, Barcelona, 1994, edición crítica de Juan Rodríguez.
(22) Gabriel García Márquez, Nostalgia de Juan Rulfo. En: Juan Rulfo, Toda la obra, ALLCA XX / Fondo de Cultura Económica, Colección Archivos: 2a edición; 17, 1996, p. 903 (publicado por primera vez en: Juan Rulfo, Homenaje nacional, México, Instituto Nacional de Bellas Artes / S. E. P., 1980, pp. 31-33).
(23) Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, Oveja Negra, Bogotá, 1985, 1a. edición, p. 462.

Medellín, 1 de agosto 2011




Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

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