Michelangelo
Merisi da Caravaggio, Medusa.
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Cartas
Abelardinas – 8
“¿Qué diferencia a los
pensamientos de los sentimientos?
En cierto sentido, los sentimientos
emocionales conscientes y los pensamientos conscientes son muy
parecidos. Ambos comportan la representación simbólica en la
memoria de trabajo de procesos subsimbólicos llevados a cabo por
mecanismos que funcionan inconscientemente. La diferencia entre ellos
no se debe al mecanismo que se encarga de la parte consciente, sino a
dos factores distintos. Uno de ellos es que los sentimientos
emocionales y los meros pensamientos son generados por mecanismos
subsimbólicos diferentes. El otro es que en los sentimientos
emocionales intervienen muchos más mecanismos cerebrales que en los
pensamientos” (Joseph Ledoux, El cerebro emocional, Ariel/Planeta,
Barcelona, 1999, p. 337).
Medellín,
viernes 3 de mayo 2019
Abelardo
Como
lo dije en la carta anterior. La teoría dualista de Descartes
predominó en la filosofía y en las ciencias humanas como concepto
dominante en la concepción de la naturaleza del ser humano. En
consecuencia, todo aquello que no tenía una explicación física o
biológica, se lo adjudicaban al alma y todavía.
Pero
más asombroso que esa paradoja es el hecho establecido de que somos
y hacemos lo que somos y hacemos porque sentimos. La conciencia es el
sentir que se siente y, a partir de ese sentir, se da el sentido, o
sea, construimos aquello que decimos de algo que es lo que es, algo
así y para decirlo con más pretensiones, eso que hace la
cognitividad.
Desde
Platón y Aristóteles se propusieron numerosas teorías para definir
y explicar las emociones y todos los aspectos relacionados con ellas
en el comportamiento humano, la mayor parte de ellas coincidentes en
la incidencia que ellas tenían sobre el comportamiento moral de los
humanos, aquello del bien y del mal. Los humanos son buenos o malos
según se comporten y manejen sus emociones.
Y
aquí habría que decir que los aspectos relacionados con las
emociones son: desde el instinto, las emociones propiamente dichas,
los deseos y/o apetitos, los sentimientos, las pasiones, ese es el
principio y desarrollo de la conciencia, lo consciente y la
cognitividad, el proceso de elaborar conocimiento.
Son
todos esos aspectos los que de una manera general o específica han
sido motivo de las teorías de las emociones o de las pasiones.
En
la modernidad se presentan las dos primeras teorías más conocidas
sobre las emociones. La una, la de Descartes (1596-1650), la cual la
propuso en su última obra publicada, Las pasiones del alma (1649)
que, como lo muestra el propio título, mantiene la postura del
filósofo sobre la dualidad cuerpo y alma.
La
otra. La de Spinoza (1632-1677) quien, en primer lugar critica y se
opone al dualismo de Descartes en todos sus términos en su obra
Principios de filosofía de Descartes. Pero para nuestro asunto,
importa la crítica y objeciones que Spinoza hace a la teoría de las
pasiones de Descartes, las que expone, sin siquiera mencionarlo, en
la propia teoría de los afectos que Spinoza detalla en las partes
tres y cuatro de la Ética demostrada según el orden geométrico.
Véase lo que dice en el Prefacio de la Parte tercera:
“La mayor parte de los que han
escrito acerca de los afectos y la conducta humana, parecen tratar no
de cosas naturales que siguen las leyes ordinarias de la naturaleza,
sino de cosas que están fuera de ésta. Más aún: parece que
conciben al hombre, dentro de la naturaleza, como un imperio dentro
de otro imperio. Pues creen que el hombre perturba, más bien que
sigue, el orden de la naturaleza que tiene una absoluta potencia
sobre sus acciones y que sólo es determinado por sí mismo”(Spinoza,
Ética demostrada según el orden geométrico, Parte tercera: Del
origen y naturaleza de los afectos, Prefacio).
Estas
dos posturas dominarán el ámbito filosófico y científico en los
siglos posteriores y serán variadas las teorías de las pasiones o
de las emociones que se proponen. Sin embargo, será en la segunda
mitad del siglo XIX cuando se presente la gran teoría que cambiará
el ámbito filosófico y científico en la concepción de la
naturaleza humana.
En
1859 Charles Darwin publica su obra El origen de las especies y con
ella subvierte toda la historia del hombre que pasa a ser uno más de
los seres vivos y el resultado del proceso de evolución de la
materia viva. Si bien, luego de esa obra de Darwin ya era imposible
sostener y mantener el dualismo cuerpo-alma de Descartes, con su
siguiente obra, Expresión de las Emociones en los Animales y en el
Hombre (1872), Darwin sentaría los fundamentos para la investigación
y el estudio de las expresiones de las emociones y una teoría de las
emociones que, si bien, condicionó la visión evolutiva de las
emociones y sentimientos, por la complejidad de los temas, todavía
tendría que esperar casi un siglo para que se aceptara y validara.
No
faltaron los psicólogos que usaron los fundamentos de las teorías
de Darwin para proponer sus teorías de las emociones como procesos
cerebrales. En 1884, William James (1842-1910) y en 1885, Carl Georg
Lange, el primero en Harvard y el segundo en Viena y de manera
independiente, propusieron sus teorías sobre las emociones como la
interpretación y respuesta en la corteza cerebral a los estímulos
que provocan las emociones.
Lo
que siguió, desgraciadamente, fueron dos sucesos separados pero de
consecuencias funestas. El uno, un retroceso en la concepción de la
naturaleza humana. El otro, la condena al silencio de la vida y la
obra de un psicólogo ruso que propuso una concepción de la
psicología desde los fundamentos neuronales, así como una teoría
científica de las emociones.
El
primero de esos sucesos es Sigmund Freud (1856-1939), quien tuvo la
fatal ocurrencia de volver a proponer una teoría dualista cuerpo y
alma para la investigación y estudio de la psique con su
psudocientífica teoría del psicoanálisis, en la que, como
Descartes tres siglos antes, trataba de encontrar aquello que unía
cuerpo y mente y como Descartes, lo único que logró fue generar
confusiones que todavía hoy no ha sido posible erradicar de la
cultura científica y popular, todo porque las teorías y los manejos
que Freud le dio a su propuesta la volvió tan popular que se tomó
por asalto la práctica psicológica, así como la enseñanza
académica, con lo que relegó las demás teorías psicológicas a un
segundo plano … hasta hace algún tiempo que se inició la denuncia
de la inutilidad del psicoanálisis como teoría y práctica
científica.
El
segundo suceso. Lev Vigotsky (1896-1934) quien trabajó en su Teoría
de las emociones entre 1931 y 1933. Desgraciadamente toda su obra fue
condenada al silencio total por el régimen stalinista. Lev Vigotsky
se preocupo por estudiar la naturaleza humana desde la naturaleza del
cuerpo y tuvo cuidado de estudiar las teorías evolucionistas de
Charles Darwin y Herbert Spencer y tener en cuenta las teorías
psicológicas de la emoción de C. G. Lange y William James, quienes,
respectivamente, las habían propuesto en 1884 y 1885. Solo a finales
de los años cincuenta y comienzos de los sesentas, empezó a
romperse el cerco y la obra de Lev Vigotsky fue conocida en Europa y
sus propuestas empezaron a influenciar los desarrollos de la
psicología, subvirtiendo la dominante y perversa influencia de Freud
y del psicoanálisis en el desarrollo científico de la psicología
en todo el mundo.
Durante el siglo XX, filósofos,
humanistas, psicólogos, sociólogos, antropólogos, etnólogos,
investigaron y estudiaron las emociones y sentimientos humanos a
partir de esas dos propuestas, dualistas unos y evolucionistas otros,
pero sin llegar a nada concreto, pues las ciencias biológicas y del
cerebro todavía carecían de las herramientas tecnológicas que les
permitieran observar el funcionamiento del cerebro en tiempo real y
en directo, lo cual empezó a suceder a finales del siglo y que en lo
que va corrido del siglo XXI, ha logrado importantes descubrimientos
y avances en las ciencias y las tecnologías en las que se
fundamentan las neurociencias para sus investigaciones y estudios.
Vale
la pena anotar que aun con todos esos avances, algunos filósofos,
humanistas, psicólogos, sociólogos, antropólogos, etnólogos,
todavía polemizan al establecer la naturaleza del ser humano como
cuerpo y alma, es decir, esa dificultad para aceptar que todo en la
naturaleza humana es el resultado de la evolución de la materia. Por
su parte, los problemas a los que se enfrentan los evolucionistas son
aquellos problemas para los que todavía no han sido desarrolladas
las herramientas adecuadas para realizar sus investigaciones y
estudios.
Pero,
dejemos así por ahora, en la próxima carta hablaré de esos avances
en las neurociencias.
Salud
y alegría,
Iván
Rodrigo.
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