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Lecturas
lúdicas: El negocio de los libros-B
El
helenismo: el gran mercado de los libros
Por
Iván Rodrigo García Palacios
El
propósito de Alejandro de Macedonia, al llevar la cultura griega a
todos los pueblos que conquistó y, a su vez, asimilar la cultura de
esos pueblos y fusionarla con la griega, no era propiamente una
acción altruista de formación cultural, sino una estrategia de
dominación.
Alejandro
fue discípulo de Aristóteles desde los 13 años y esa influencia en
su formación, probablemente, lo dotó de una visión universal tanto
de la cultura como del ejercicio del poder político y militar. Pero,
más allá de esos lugares comunes en su historia y leyenda, lo
cierto es que con su acción generó la expansión de una nueva forma
de ver y de pensar al mundo: el helenismo, esa visión cósmica del
universo que, además, cimentó en la realidad práctica con la
fundación de la Biblioteca de Alejandría.
Y,
por supuesto y en consecuencia, con ello estableció las bases para
el desarrollo de un mercado globalizado de los libros, la escritura y
la lectura con todas las de la ley, es decir, de acuerdo con las
leyes del mercado, por un lado y, por el otro, con el establecimiento
de un sistema de educación regido y financiado de acuerdo con las
políticas del Estado, el cual, además, se encargaría de mantener y
sostener ese mercado de compra y venta de libros en permanente
crecimiento y expansión.
Se
puede decir que con ello, las conquistas de Alejandro de Macedonia se
perpetuaron más allá de su muerte, pues, además dominar el mundo
conocido de su tiempo, conquistó el futuro.
Y
es que el helenismo fue una explosión inmensa de pensamiento escrito
que se extendió a millones de lectores y que provocó el crecimiento
de un negocio de los libros para todos, nobles y plebeyos, limitados
únicamente por el poder del dinero, pues escuelas de sabiduría,
ciencias y artes hubo para todos los gustos y presupuestos. Basta
recordar que San Agustín cuenta en su Ciudad de Dios que según
Varrón, filósofo romano del siglo I a. C., sólo puede haber 288
escuelas filosóficas, las mismas que los filósofos romanos y del
helenismo de su época, se empeñaban en promover en sus propias
escuelas.
Después
vino Roma que, luego de conquistar al imperio griego y los restantes
reinos del imperio alejandrino, se convirtió en el mayor mercado
tanto de los libros como de las escuelas filosóficas que ofrecían,
como producto de su pensamiento, el poder responder a las preguntas
sobre cómo alcanzar la felicidad. Dicho de manera filósofica,
conocer el supremo bien y como derrotar el supremo mal.
Pero
me adelanto al cuento, porque antes de llegar a Roma, hay que pasar
por el Museo y la biblioteca de Alejandría.
Biblioteca
de Alejandría
https://www.xatakaciencia.com/sabias-que/cinco-cosas-increibles-sobre-la-biblioteca-de-alejandria-el-centro-del-saber-del-mundo-antiguo
La
Biblioteca de Alejandría
Junto
con la conquista de la mitad del mundo conocido, Alejandro de
Macedonia, llamado el Magno, fundó la ciudad de Alejandría en 331
a. C. y, en esa ciudad, a la muerte de Alejandro el 13 de junio del
323 a. C., su general y amigo de la infancia, Ptolomeo I Soter (su
posible medio hermano), heredó Egipto e hizo de Alejandría su
capital, ciudad a la que dotaría con un magnífico palacio y el
famoso Faro de Alejandría, así como con El Museo, un edificio
dedicado a las musas, en el cual funcionaría la primera universidad,
conocida como tal, y junto a él, la Biblioteca de Alejandría. Tanto
la ciudad como su Museo y Biblioteca continúo recibiendo el
patrocinio y cuidados de los Ptolomeos hasta los tiempos de
Cleopatra, su última descendiente.
Pero
lo quiero destacar es lo que esos eventos significaron para el
negocio de los libros. Obvio, la biblioteca fue el mayor comprador de
libros de su tiempo, hasta el punto que se dictaron normas de aduana
por medio de las cuales, además de facilitar el ingreso de los
libros de los comerciantes de libros, los barcos mercantes y los
mercaderes de las caravanas debían declarar y reportar si entre sus
equipajes y mercancías llevaban libros, los cuales eran requisados
de inmediato, pero sólo para ser copiados en los talleres de
escribanos de la Biblioteca y luego ser devueltos a sus propietarios.
Fueron
muchos los libros que los comerciantes de todo el territorio del
imperio alejandrino y de más allá llevaron hasta Alejandría para
venderlos por muy buenos precios. En algún momento de su historia la
biblioteca llegó a poseer 700.000 rollos.
No
fue solamente la biblioteca alejandrina la que contribuyó a la
expansión del mercado de los libros, también las bibliotecas de
otras ciudades importantes de Grecia como la de Pérgamo, la de
Atenas y también algunas bibliotecas personales, las que fueron los
clientes de esos comerciantes de libros. Fue una competencia entre
ciudades por poseer la más importante biblioteca y entre los
aristócratas por aparentar la mayor ilustración.
Pero
también, la biblioteca que, además de coleccionar los libros y
escritos de su tiempo, fue el lugar de estudio y de producción de
conocimiento. Allí estudiaron, enseñaron, escribieron y vendieron
sus libros los más importantes sabios de ese tiempo. Sin embargo,
para los motivos de este escrito, la Biblioteca de Alejandría fue
también un gran centro de comercio de los libros, como que allí,
luego de comprar los manuscritos, estos eran copiados y vendidos a
otras bibliotecas y lectores con la capacidad de pagar por ellos,
además del servicio de copiado, como que ofrecían también ese
servicio por encargo.
La
historia de la biblioteca alejandrina está llena de logros
extraordinarios, pero también de trágicas vicisitudes como que fue
incendiada, saqueada y destruida en varias ocasiones y por diversos
actores militares, políticos y religiosos.
El
astrofísico, escritor y poeta, Jean-Pierre Luminet, publicó en 2002
una novela en la que narra la historia imaginaria en la que tres de
los grandes sabios de la Biblioteca de Alejandría, Filopon, el
filósofo cristinano, Rhazés, el médico judío e Hipatia, filósofa
y matemática, tratan de persuadir al general de los ejércitos de
califa Omar de no quemar la biblioteca durante la toma y destrucción
de la ciudad en 642 y para lograrlo le explican la historia y las
obras que allí se albergan, tales las de los principales sabios de
helenismo, Euclides, Arquímedes, Aristarco de Samos y muchos otros
que era necesario preservar.
Para
efectos de la historia, el primer incendio de la Biblioteca de
Alejandría fue, o al menos lo fueron los depósitos de rollos,
durante la toma de Alejandría por parte de las tropas de Julio César
en su guerra contra Pompeyo, en el año 48 a. C., pero fue
restaurada. En aquel momento contenía cerca de 700.000 volúmenes y
era el centro universal de la cultura, la ciencia y la literatura del
mundo antiguo.
Pero
sería en el siglo III de nuestra era cuando fue destruida por
completo en los ataques, saqueos e incendios, ordenados por los
emperadores Aureliano y Dioclesiano quienes tomaron la ciudad,
respectivamente, en 273 y en 297. Y, si algo subsistía de la
biblioteca, fue totalmente destruido en 391 cuando Teodosio el Grande
ordenó al patriarca Teofilo que destruyera los templos paganos de la
ciudad.
Linchamiento
de Hipatia de Alejandría
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/hipatia-la-cientifica-de-alejandria-2_9797/6
El
linchamiento de Hipatia de Alejandría
Importante
es recordar que en ese ambiente de persecución religiosa al
paganismo, ocurren otros eventos relacionados con la destrucción de
la Biblioteca de Alejandría, pero uno de los mas trágicos y
dolorosos: el asesinato de Hipatía de Alejandría.
Eso
nos lleva a la muy buena biografía de Hipatia de Alejandría escrita
por María Dzielska, en la se rescata la poca información disponible
para reconstruir la vida, obra y asesinato de la filósofa y
matemática alejandrina y la destrucción de la biblioteca en 415 o
416, por parte de una multitud de cristianos enfurecidos por las
arengas del patriarca de la iglesia, Cirilo, sucesor y sobrino del
obispo de Alejandría Teófilo. Tío y sobrino fueron los grandes
perseguidores y destructores de toda manifestación del paganismo en
la ciudad y promotor de varios asaltos y saqueos a lo que quedaba de
la Biblioteca de Alejandría a la que consideraban un perpetuador de
lo que sobrevivía del paganismo. Es por este motivo que los
historiadores cristianos estigmatizaron y borraron toda mención
sobre el asunto, en particular, sobre el asesinato de Hipatia, una
pagana que aceptaba con simpatía la ideología cristiana. En fin, la
célebre biblioteca, como las grandes leyendas, tuvo muchos fines y
finales.
Así que la historia que usa Jean-Pierre
Luminet para su novela, se corresponde con otro evento, cuando el 642
el califa Úmar ibn al-Jattab conquistó la ciudad y ordenó a su
general Amr ibn al-As destruir los libros que allí se encontraban y
que, al parecer, eran de otras bibliotecas. La justificación para
tal destrucción, según el califa, es su célebre pero fatídica
respuesta a la consulta de su general:
“Con relación a los libros que
mencionas, aquí está mi respuesta. Si los libros contienen la misma
doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los
libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso
conservarlos”.
Ese
ha sido el argumento con el cual conquistadores, dictadores, los
absolutismos, el fascino, justifican la destrucción de toda cultura
y creencia diferente a la suyas.
Luego
de las glorias de Alejandro, el helenismo se extenderá por todo el
Mediterráneo y serán las conquistas romanas y los romanos los que
darán continuación al negocio de los libros.
Fresco
en el que se observa a un joven leyendo uno de los papiros
https://www.ancient-origins.es/artefactos-escritos-antiguos-noticias-general/los-papiros-herculano-una-antigua-biblioteca-recuperada-las-cenizas-vesubio-003926
Las
primeras bibliotecas romanas
En
la República y el Imperio romano, fueron las bibliotecas públicas
romanas, las que fueron poco conocidas, los aristócratas,
intelectuales, políticos, quienes se enorgullecían de poseer
grandes e importantes bibliotecas, los compradores de libros.
Sin
embargo, buena parte de esas bibliotecas se constituyeron con los
botines de libros que los ejércitos conquistadores saquearon en las
ciudades de imperio griego, hasta el punto de que fue una moda poseer
artículos de la cultura griega. Otra fuente de adquisición de
libros fue la misma Biblioteca de Alejandría que vendía las copias
de sus libros.
Para
el caso de bibliotecas famosas confiscadas como botín de guerra, una
de ellas fue la de Aristóteles quien, además de haber sido un
prolífico escritor de libros, también fue un gran comparador y
dueño de una gran biblioteca, la que, luego de ser heredada por sus
discípulos Teofrasto y Neleo, fue adquirida por Apelicón de Teos y
terminó en el botín de guerra del general Sila cuando este saqueó
a Atenas en el años 86 a. C. Otra, la de Lúculo el Joven, heredero
de la biblioteca que su padre había llevado a Roma en los años
71-70 a. C., cuando fue derrotado por Mitríadates. En esa biblioteca
acostumbraba leer Catón.
Una
de esas bibliotecas se hizo célebre en tiempos recientes por haber
sido descubierta en la llamada Villa de los papiros en Herculano. La
biblioteca de Lucio Calpurnio Pisón, suegro de Julio César,
descubierta en Herculano, calcinada, pero preservada por las cenizas
ardientes de la erupción de monte Vesuvio en el año 79 de nuestra
era, ella que furon sepultadas Pompeya y Herculano. Gracias a esa
catástrofe es que se sabe que esa biblioteca poseía 1.838 rollos,
entre los cuales se han rescatado la mayor colección de escritos
epicúreos aplicando avanzados procesos de recuperación. Como que
allí, en aquella villa, llamada Villa de los Papiros, se reunía un
grupo de epicúreos del que hacía parte Filodemo de Gadara y en el
que participaban el mismo Julio César y su suegro con otros
cortesanos. Esta historia se puede leer en Michel Onfray,
Contra-historia de la filosofía, I, página 217 y siguientes.
Sobre
estas primeras bibliotecas privadas de Roma, como bibliotecas de
conquista, da cuenta Guglielmo Cavallo, Historia de la lectura en el
mundo occidental, Taurus, Madrid, 1998, p. 100.
El
primer editor
No
se sabe si en Atenas hubo editores que manejaran el negocio de los
libros, así que el primer editor del que se tenga registro fue un
romano como lo cuenta Tönnes Kleberg en su texto: Comercio librario
y actividad editorial en el Mundo Antiguo:
“El primer editor-librero de Roma
cuyo nombre nos es conocido —y en cierto modo el primero de todos—
es el amigo de Cicerón, Tito Pomponio Ático, quizá uno de los
editores-libreros mencionados por Luciano. Cicerón, el maestro de la
prosa romana, desplegó, como se sabe, una actividad literaria de
magnitud bastante considerable. Fue mérito de su amigo Ático el que
esta obra tuviese una difusión coronada por el éxito” (En:
Guglielmo Cavallo (Dir.), Libros, editores y público en el Mundo
Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza Editorial, Madrid,
1995. p. 66).
Miniatura
del siglo XV de Jean Miélot representa al propio autor trabajando y
rodeado de códices,
mientras compila sus Miracles
de Nostre Dame, su
libro en el
que esta miniatura aparece.
https://es.wikipedia.org/wiki/Scriptorium
El
códice
Uno
de los aportes más revolucionarios para la producción de libros fue
el codex. Esa es la denominación para la configuración de los
libros por páginas y hojas escritas por ambos lados, las que luego
eran cocidas y empastadas en la forma de libro, el mismo formato que
todavía se usa hoy. A veces se doblaban o plegaban los pliegos de
papel o pergamino y se formaban cuadernos de varias hojas y páginas
para ser encuadernados, cocidos y empastados. Esa es La técnica que
emplean las imprentas actuales para aprovechar su mayor capacidad y
extensión para la impresión. A esta modalidad se la llama códice,
nombre que se conserva también para algunos otros usos relacionados.
El
desarrollo del códice en la historia del libro se remonta a los
siglos finales del imperio griego, cuando fueron utilizados para
conservar los documentos legales y administrativos de los Estados o
para editar libros para el consumo popular, pues los temas serios
todavía se manejaban en los rollos de papiro y pergamino.
Con
el advenimiento del cristianismo se hizo popular el códice para la
divulgación de los mensajes de las iglesias y de esa manera se fue
estableciendo como formato estándar en el negocio y la publicación
de otros libros tanto de venta popular como los de aquellos con
asuntos serios que eran adquiridos por los aristócratas, las
bibliotecas y los lectores intelectuales.
Para
mayor información, ver: Guglielmo Cavallo (Dir.), Libros, editores y
público en el Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza
Editorial, Madrid, 1995, p. 110 y ss.
El
códice fue mantenido y perfeccionado como método para el armado y
conservación de los libros en las abadías, monasterios y conventos
que en la Edad Media se encargarían de preservarlos, copiarlos,
traducir, comentar y adaptar a las creencias políticamente correctas
impuestas por el Vaticano.
Pero
de esas oscuridades en la historia del libro durante la Edad Media
hablaré en la siguiente Lectura lúdica.
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