Eros,
la seducción y Eros alado
Lecturas
lúdicas: por el poder de Eros-1
El
demonio de las fusiones y las confusiones
Por
Iván Rodrigo García Palacios
¿Qué
es lo erótico?
Según
instruyó Diótima a Sócrates en Banquete, Eros es:
"Deseo
de la generación y procreación en lo bello" 1.
Platón
estableció con plena claridad esas diferencias en los discursos de
Banquete y Fedro, exponiendo con extrema precisión la erótica de
los cuerpos y la erótica de los espíritus. A esa última está
dirigido el énfasis del discurso de Diótima-Sócrates en Banquete y
en la segunda parte del primer discurso de Sócrates en Fedro
Es
necesario aclarar que Platón propone con su erótica de los
espíritus su magisterio filosófico y su proyecto educativo, los
cuales están dirigidos a formar “conocedores”, dando prioridad a
la formación de quién y cómo conoce (el sujeto que conoce), por
sobre lo qué se conoce (el objeto que se conoce), proyecto que es
explicado en La República.
Ahora
bien, el deseo de los cuerpos se dirige a alcanzar la inmortalidad
que es lo que representa engendrar y procrear bellos hijos en cuerpos
bellos. Y el deseo de los espíritus es el que se dirige a la
inmortalidad por la grandeza del espíritu y por la fecundación,
generación y procreación, de grandes obras del conocimiento y de
las virtudes en espíritus bellos.
Los
invitados al Banquete diferencian dos características de Eros y su
acción, como lo explica Jean-Pierre Vernant:
"En lo relativo al estatuto del
viejo Eros y a su función dentro de la génesis del mundo, Hesíodo
sigue una perspectiva inversa: el origen (arkhé) no es la plenitud
realizada, sino mero exceso caótico. A causa de su misma inmensidad,
de su poder ilimitado, las unidades primigenias equivalen a lo
impreciso, a lo confuso, a lo informe. Al obligar a esta
sobreabundancia a manifestarse, Eros desencadena un proceso
cosmogónico que desembocará en la aparición de los seres
individualizados, con contornos cada vez más precisos, cuyo espacio,
terreno de acción y formas de actuación se encuentran claramente
delimitadas conforme a un orden general. Pero, si bien sirve para
valorar la plena unificación de todo o, por el contrario, la
progresiva distinción de las múltiples individualidades, este Eros
primigenio se desmarca del joven hijo de Afrodita cuya acción se
desenvuelve siempre entre dos términos, dentro de una relación
binaria de carácter problemático, puesto que implica, en relación
a cada miembro de la pareja, una sofisticada estrategia de seducción,
de conquista, en la cual la vista y la mirada desempeñan papeles
fundamentales. Desde el momento en que hay dos, viene a instaurarse
una relación especular en el enfrentamiento amoroso: cada uno busca
en el otro lo que le falta, eso de lo que tiene necesidad, puesto que
está privado de ello. Tal como dice Platón, Eros es hijo de Penía,
Pobreza. Lo que está completo y es perfecto no tiene la menor
necesidad de Eros. Lo divino no conoce el amor” 3.
Por
una parte, un Eros cosmogónico o primordial que es aquel que hace
que, cuando el ser de un dios o de un humano que ha sido fecundado y
ha alcanzado un nivel de superabundancia, genere y procree. Y un Eros
carnal, aquel en el que, en compañía de Anteros, es el asistente de
Afrodita, la que impulsa a humanos y animales a atraerse para
fecundar, generar y procrear. Ese es el Eros afrodisíaco:
"Pero
es también y consecutivamente el nacimiento de Afrodita lo que une y
aproxima a los seres separados por su absoluta individualidad y
opuestos por su sexo" 4.
La
acción de estos dos eros es, pues, provocar el deseo de fecundar,
generar y procrear cuerpos, espíritus bellos y bellas obras.
En
consecuencia, una cosa es hablar de la erótica primordial,
cosmogónica, y otra de la erótica carnal, la de la sexualidad; la
primera se refiere al Eros cosmogónico, a la creación y destrucción
del universo y de todo en él 5
y, la segunda, al Eros del sexo y de la sexualidad, el de Afrodita o
afrodisíaco, al deseo del placer sexual y sensual, el de la
reproducción de la vida.
Pero
también, Platón establece otra doble diferencia en Eros. Primero,
en Banquete, Sócrates se refiere a Eros como un demon o
daimón:
“-¿Qué puede
ser, entonces, Eros? -dije yo-. ¿Un
mortal?
-En absoluto. -¿Pues qué entonces?
-Como en los ejemplos anteriores
-dijo-, algo intermedio entre lo mortal y lo inmortal.
-¿Y qué es ello, Diótima?
-Un gran demon
(*), Sócrates. Pues también todo lo demónico
está entre la divinidad y lo mortal.
-¿Y qué poder tiene? -dije yo.
-Interpreta y comunica a los dioses
las cosas de los hombres y a los hombres las de los dioses, súplicas
y sacrificios de los unos y de los otros órdenes y recompensas por
los sacrificios. Al estar en medio de unos y otros llena el espacio
entre ambos, de suerte que el todo queda unido consigo mismo como un
continuo (**)” 6.
(*)
Preferimos traducir los vocablos griegos daimon
y daimónios por «demon»
y «demónico», en lugar de por «genio», «espíritu», etc., ya
que estas traducciones son más usuales en la moderna investigación
de la demonología platónica. Se trata de uno de los términos más
complejos del vocabulario filosófico y religioso griego. Entre los
poetas se usa libremente para expresar la divinidad, bien como
sinónimo de theós (Homero), bien como designación de seres divinos
de rango inferior a los theoí (Hesíodo), o bien como hijos
simplemente de los dioses (cf. PLATÓN, Apol. 27b-e). La
caracterización aquí de Eros, por parte de Diótima,
como démon
hay
que entenderla como entidad metafísica cósmica intermediaria entre
los dioses y los hombres (véase, sobre el tema, F. P. HAGER,
«Dämonen»,
en
J. RITTER-R. EISLER, Historisches
Wörterbuch der Philosophie, vol.
II,
Darmstadt,
1972,
pág. 20; para la cuestión concreta del démon
socrático,
cf. TovAR, Vida de Sócrates..., págs. 259-275, y A. CAMARERO,
Sócrates y las creencias demónicas griegas, Bahía Blanca, 1968).
(**)
La idea de que Eros actúa como un vínculo (syndesmos) que mantiene
unido el universo recuerda la de PLATÓN, Gorg. 508a, donde se afirma
que la amistad es una de las cosas que mantienen en cohesión el
universo (cf. JAEGER, Paideia..., pág. 579, n. 54).
Segundo,
en Fedro, se refiere a Eros como un dios 7
(253, c) y reitera la definición dada en Banquete:
«Eros es
deseo» 8.
Pero
aun en esas diferencias, en el Eros platónico se conserva la
división primitiva del Eros cosmogónico o primordial y el Eros
afrodisíaco o sexualizado, así como la de sus respectivos influjos,
poderes y acciones.
Es
necesario enfatizar que Platón propone con su erótica de los
espíritus un magisterio filosófico y su proyecto educativo, los
cuales están expuestos en La República.
Nacimiento
de Venus, Botticelli.
Eros
y Afrodita
Eros
y lo erótico, al igual que Afrodita y lo afrodisíaco, son motivos y
figuras mitológicas y conceptos que como tales son específicamente
griegos, los cuales fueron asimilados, interpretados, trasformados y
adaptados en la cultura occidental.
Sin
embargo, la historia de esos motivos y figuras se remonta a culturas
y civilizaciones anteriores de las cuales los griegos las asimilaron,
interpretaron, trasformaron, sincretizaron y adaptaron de sus
cosmogonías y mitologías originales, pero conservando los
contenidos y formas originales, al mismo tiempo que los sincretizaban
con los materiales de las distintas fuentes y de sus propias
expresiones. Tal el caso del dios equivalente de Eros en la mitología
hindú, que es aquel al que le fue otorgado es poder de fundir y
confundir hasta a los mismos dioses 9.
Para
los griegos, así como para las culturas de las que ellos los
tomaron, Eros y lo erótico, Afrodita y lo afrodisíaco, eran
motivos, figuras y conceptos, complejos, los que, en términos
generales, se referían a la fecundación, generación y procreación,
por una parte, cosmogónica, cuando se referían la creación y
destrucción en el universo y, por la otra, biológica, en cuanto a
la reproducción de los cuerpos.
Según
Hesíodo:
“[...] lo primerísimo que nació
fue Caos; pero enseguida Tierra de amplio pecho (…) y Eros, el más
hermoso de entre los dioses inmortales (…).
Al igual que Caos y Tierra, Eros es un
dios sin padres, cuya acción es:
“[...] desatador de miembros, que
de todos los dioses y de todos los hombres somete en sus pechos el
pensamiento y prudente consejo”.
Como dios cosmogónico, Eros inflamó
en Tierra el deseo de autofecundarse:
[…] Y Tierra engendró igual a sí
misma el cielo estrellado, para que la cubriera por todas partes
(...) sin deseada relación amorosa”.
Después,
Cronos, el más joven de los hijos de Tierra, cortó la unión entre
su madre y su padre Urano, el cielo estrellado, al cercenarle a éste
los órganos genitales. Las gotas de sangre y de semen que cayeron al
mar se convirtieron en la espuma de la que nació Afrodita, la diosa
de la fecundidad de la naturaleza, de los hombres y de los animales y
de la atracción sensual y sexual entre los humanos.
Lo
extraño es que, sin aparente relación de causa ni continuidad, Eros
pasa de ser un dios cosmogónico a representar, además, el papel de
hijo y acompañante de Afrodita como la fuerza o poder que provoca
los deseos e inflama la atracción sensual y sexual.
Esta
compleja genealogía de Eros y Afrodita, como lo explica Jean-Pierre
Vernant 10,
es la culpable de que, tanto esos motivos y figuras mitológicas como
sus conceptos: lo erótico y lo afrodisíaco, se hubiesen convertido
en un mar de fusiones y confusiones al hacer el tránsito en la
cultura occidental, en la cual han sido sometidos a las más extremas
interpretaciones y tergiversaciones por intereses religiosos e
ideológicos, las mismas que perduran, persisten y actúan en total
fusión y confusión en la cultura actual.
La
más probable causa del origen de todas esas fusiones y confusiones
hay que atribuírsela a Platón, quien, por motivos que son
evidentes, pero también por necesidades más herméticas, al exponer
los tema de Eros y lo erótico y de Afrodita y lo afrodisíaco, en
los diálogos Banquete y Fedro, se enfrentó con la complejidad y
dificultades que presentaban esos motivos, figuras y conceptos, uno,
dentro de la propia cultura griega y dos, con lo esotérico de sus
propuestas 11.
Lo uno y lo otro han sido, por una parte, la materia de las más
interminables interpretaciones y, por la otra, la causa de que cada
vez más la cultura mediatizada y mediática actual los simplifique a
mínimas consideraciones, pero con más perniciosos efectos.
Es
así como la riqueza conceptual de Eros y lo erótico y de Afrodita y
lo afrodisíaco, ha terminado por convertirse en “memes” de la
publicidad y de la propaganda, como estímulos neurofisiológicos
para provocar el consumo y la sumisión ideológica.
Es
que, en su afán por liberarse del poder opresivo y represivo de las
religiones y de las ideologías que reprimen no sólo la conciencia,
sino que también y de manera violenta reprimen las expresiones de
las necesidades naturales y de las manifestaciones lúdicas, la
humanidad ha desplazado sobre el sexo, la sexualidad y las
expresiones lúdicas, tal cantidad de expectativas que éstas han
llegado a convertirse en símbolos y materias de la libertad y por
ende y por la expresión inversa, en motivos para la opresión y la
represión de parte de los aparatos de poder de las religiones y de
las ideologías.
No
de otra manera se explican los movimientos de la liberación sexual y
su importancia, por una parte, para los movimientos feministas y, por
la otra, para quienes demandan la igualdad para quienes expresan sus
orientaciones sexuales de formas diferentes a la canónica
establecida. Ello sin considerar los conflictivos asuntos de las
adicciones y ludopatías, a las que se catalogan como patológicas.
Capítulo
aparte merece el análisis de la explotación que de lo erótico y lo
afrodisíaco realizan el comercio, las industrias de los medios de
comunicación, de la publicidad, de la moda y del entretenimiento.
Sin
embargo y así lo pienso, sí paradójicamente se le restituyera la
riqueza simbólica y conceptual a Eros y a lo erótico y a Afrodita y
a lo afrodisiaco y sí, como en la antigua Grecia, se les volviera a
contextualizar en los ámbitos simbólicos y vitales de la vida (bios
y zoe) que se expresaban las celebraciones eleusinas,
dionisíacas y apolíneas, el poder liberador no sólo se expandiría,
sino y lo más importante, se generarían nuevos y propios ámbitos
para la expresión y la expansión existencial de lo sagrado, lo
erótico, lo heroico, lo trágico y lo cómico, en mayor armonía y
disfrute.
Eso
mismo era lo que se proponía Platón para enfrentar la decadencia
del espíritu griego y de la paideia de su época, al proponer
la erótica de Diotima y Sócrates como el fundamento pedagógico de
su magisterio filosófico y de su proyecto educativo, tal y como lo
he expuesto en mi escrito Platón eleusino 12.
Eros,
entre Diónisos y Apolo
Los
artistas son dionisíacos y sus obras son la expresión de las
poderosas fuerzas del espíritu. Digo lo anterior para recordar un
viejo clásico de la historiografía de la literatura, el ya casi
olvidado libro del alemán Walter Muschg, Historia trágica de la
literatura, en el cual rescata la historia de los poetas y escritores
cuyas obras fueron el resultado de la acción del poder de Eros y de
la trágica confrontación de lo dionisíaco y de lo apolíneo, eso
que Nietzsche fundió y confundió 13.
Se
diría que filósofos y científicos son apolíneos y sus obras el
resultado del poder del pensamiento. Sin embargo, no es tan sencillo.
En su libro de 2008, Amo, luego existo, el filósofo español, Manuel
Cruz hace una muy filosófica interpretación del amor de los
filósofos, pero, como de costumbre, el amor es para él ese ideal de
la suprema ilusión a la que se supone aspira ascender la humanidad:
la comunidad feliz en la que todos nos amamos lo unos a los otros.
Pero, al leer el libro de Manuel Cruz, se nota que él, como la gran
mayoría de los estudiosos de esos asuntos, descartan con recatado
pudor el que los filósofos también son de carne y hueso y, por lo
tanto, víctimas de Eros, esa poderosa fuerza de la naturaleza que
nos impulsa a acometer y a cometer desde las más instintivas
acciones hasta las más sublimes obras maestras, tal y como lo expuso
Platón, para quien, también, el amor a la filosofía y a las
ciencias exactas era el ideal supremo apolíneo, pero a partir de la
primordial fuerza de Eros y de la expresión dionisíaca. Al fin,
nuestros deseos son siempre más mezquinos, velan por la propia
satisfacción; lo demás, son los eufemismos con los que la cultura
camufla los verdaderos intereses de nuestras intenciones, de nuestras
necesidades y de nuestros deseos y así engañar al “el otro”
para que se someta a satisfacer nuestros deseos.
Mejor
dicho, para decirlo en palabras directas: Eros es la fuerza de la
naturaleza que trasmuta la carne en espíritu y al espíritu en
pensamiento. De Diónisos a Apolo.
Ese
asunto será el motivo de las próximas Lecturas lúdicas de esta
serie dedicada al poder de Eros y en las que trataré de mostrar cómo
Eros actuó en la fecundación, gestación y producción de la
escritura de grandes obras de la filosofía por parte de dos célebres
filósofos: Heidegger y Nietzsche, ambos poseídos por la fuerza de
Eros y fundidos y confundidos por Diónisos y Apolo, en esa simbiosis
que engendra obras bellas. Por otra parte, el enamoramiento de Walter
Benjamin, como su propia obra, es un juego de niños, como podrá
verse.
Medellín,
viernes 17 de agosto 2018
Notas
1
Platón, Banquete, 206 e. Las citas de los diálogos platónicos han
sido tomadas de: Platón, Diálogos, III, Fedón, Banquete, Fedro,
Gredos, Madrid, 1986.
2
Digo deseo en lugar de amor y espíritu en lugar de alma, porque
amor y alma son términos que están condicionados por una alta
carga ideológica. En cambio, deseo y espíritu, aunque son también
términos complejos, son conceptos más filosófica y
científicamente pertinentes.
3
Jean-Pierre Vernant, El individuo, la muerte y el amor en la antigua
Grecia, Barcelona, Paidos, 2001, cap. 8.
4
Jean-Pierre Vernant, El individuo, la muerte y el amor en la antigua
Grecia, Barcelona, Paidos, 2001, cap. 8.
5
Iván Rodrigo García Palacios, Del ferino furor del enamoramiento:
http://enamoramientoyevolucion.blogspot.com/
6 Platón,
Diálogos, III, Banquete, 202, d-e.
7 Giovanni
Reale, Eros, demonio mediador, Herder, Barcelona, 2004.
8 Platón,
Diálogos, III, Fedro, 237 d.
9 Heinrich
Zimmer, El rey el cadáver, Paidós, Barcelona, 1999, pp. 252-254.
10
Jean-Pierre Vernant, El individuo, la muerte y el amor en la
antigua Grecia, Barcelona, Paidos, 2001, cap. 8.
11 Giorgio
Colli, Filósofos sobrehumanos, Siruela, Madrid, 2011.
12
Iván Rodrigo García Palacios, Platón eleusino:
lectorludi.blogspot.com
13 Giorgio
Colli, El nacimiento de la filosofía, Tusquets, Barcelona, 1977,
pp. 12 y ss.
1 comentario:
Solo lo incompleto busca con ahínco la plenitud, querido Ivancho. Esa idea, que en la superficie parece una perogrullada, está en la base de las dichas y desvelos de Eros. De su " Voluntad de poder", para decirlo con palabras caras al pensamiento de Shopenhauer y Nietzche, esos dos buscadores de absolutos.
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