Hanna
Arendt de 18 años y Martin Heidegger de 35 años en 1924.
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Lecturas
lúdicas: por el poder de Eros-2
La
musa de Ser y tiempo y algo más
“También Heidegger es un erotómano.
Es el Eros lo que da alas al pensamiento y lo guía: «Lo llamo el
Eros, el más antiguo de los dioses según dice Parménides. El
aletazo de ese Dios me toca siempre que doy un paso esencial en mi
pensamiento y me atrevo a entrar en lo no transitado». Sin Eros, el
pensar se degrada a «mero trabajar». El trabajo, que es opuesto al
Eros, profana y deshechiza el pensar. 1.
Por
Iván Rodrigo García Palacios
En
febrero 7 de 1950, Martin Heidegger recibe una carta de Hannah Arendt
y le da respuesta inmediata 2.
Ella le anuncia que desea encontrarse con él después de 25 años
del rechazo y de la separación en la que terminó el amorío entre
ambos, pero nunca el amor de ella por él y la necesidad de él por
ella.
El
encuentro se realiza la noche del día siguiente en la casa de los
Heidegger con la presencia y la atención social de Elfride, la
esposa del filósofo. En las cartas que ambos se mandaron después
del encuentro, se aprecia a un Heidegger radiante de alegría y a una
Hannah expectante y ansiosa por un nuevo encuentro. Estos mínimos
sucesos tendrían la mera trascendencia del encuentro de dos viejos
amigos que vuelven a reunirse de muchos años después, pero no fue
así.
Esta
es ya una vieja historia y muy complicada. Resulta que Martin
Heidegger, un profesor de 45 años, y Hannah Arendt, una joven judía
de 18 años, se habían enamorado en 1924. La relación comenzó en
febrero de 1924 3
y se separaron, por orden perentoria de él, a comienzos de 1925. Esa
relación fue un secreto desde entonces y aunque Elfride sospechaba
de las infidelidades de su marido nunca imagino la trascendencia de
la necesidad de él por Hannah, como se lo confesó él siete días
después de aquel encuentro.
Ese
es el secreto que se revela en la carta que Heidegger le escribió a
Elfride el 14 de febrero de 1950, siete días después de aquel
encuentro en la casa de los Heidegger y de que las dos mujeres
establecieran una amistad de mutua conveniencia.
La
carta es una confesión, por una parte, tardía y forzada por las
circunstancias, del enamoramiento y del amorío con Hannah Arentd y,
por la otra, de sus otros y múltiples amoríos con otras mujeres,
algunas de sus alumnas, mucho menos célebres pero si ya conocidos
por Elfride, su esposa de toda la vida. Y esta confesión fue
obligada porque, precisamente, aquel 7 de febrero de 1950 Hannah
Arendt le comunica a Heidegger su presencia en Alemania y le pide y
concretan el encuentro que tanto él como ella, por distintas
intenciones, habían deseado por 25 años y que ella se anticipó a
solicitarle en aquella carta.
Así
que Heidegger procede a confesar su amorío para su propio beneficio,
por lo que voy a explicar más adelante, pero también explica los
motivos por los que hace su confesión y la justificación por la que
busca esas relaciones clandestinas con mujeres jóvenes: la fuerza
erótica que lo trasforma tanto con Hannah como con todas las otras
mujeres con las que sostuvo amoríos a lo largo de su vida. Esa carta
es una obra maestra de herméticas expresiones y de secretos
compartidos. Al fin que las cosas de los filósofos nunca son
sencillas y mucho menos las de ese matrimonio por conveniencia …
mutua.
He
aquí la parte sustantiva de la carta:
“[…] inseparable de mi amor por ti
y de mi pensar, aunque de manera diferente, es difícil de decir. Lo
llamo el Eros, el más antiguo de los dioses según dice Parménides.
Con esto no te digo nada que no sepas
por ti misma: sin embargo, no encuentro la dimensión correcta para
decirlo. Con gran facilidad suena resbaladizo y toma una forma que
pareciera justificar maldades y caídas.
Los aletazos de ese Dios me rozan
siempre que doy un paso esencial en mi pensamiento y me aventuro por
caminos inexplorados». Me rozan acaso, más inquietantes e intensos,
cuando lo largamente intuido debe ser llevado al ámbito de lo
decible y cuando lo dicho debe ser dejado en soledad durante mucho
tiempo. Corresponde completamente a eso y no obstante preservar lo
nuestro, seguir su vuelo y aun regresar bien, realizar ambas cosas
sabiéndolas igualmente esenciales y apropiadas, es en esto en lo que
fracaso con demasiada facilidad, deslizándome en la mera sensualidad
o intentando, por medio del mero trabajar, forzar aquello que no
puede ser obtenido por la fuerza.
Mi carácter y mi educación temprana,
lo lábil y medroso de mi capacidad de confiar peo también la falta
de miramientos en el abuso de la confianza, son estos los polos entre
los cuales oscilo, perdiendo y desconociendo la medida de Hera y de
Eros demasiado fácilmente y demasiado a menudo” 4.
Pero
lo que más asombra, es lo que Byung Chul Han dice sesenta y cinco
años después en su libro, La salvación de lo bello, en el último
de sus ensayos, Engendrar en lo bello, al proponer una teoría
erótica sobre Heidegger a partir de lo que él le dice a su mujer
Elfride en aquella carta del 14 de febrero de 1950:
“También Heidegger es un erotómano.
Es el Eros lo que da alas al pensamiento y lo guía: «Lo llamo el
Eros, el más antiguo de los dioses según dice Parménides. El
aletazo de ese Dios me toca siempre que doy un paso esencial en mi
pensamiento y me atrevo a entrar en lo no transitado». Sin Eros, el
pensar se degrada a «mero trabajar». El trabajo, que es opuesto al
Eros, profana y deshechiza el pensar” 5.
En
consonancia, de acuerdo con la interpretación de Byung Chul Han, lo
que Heidegger hace, además de tratar de justificar sus
infidelidades, es reafirmar que es por la satisfacción de sus
propias necesidades, por un lado, las del espíritu del Eros que
Hannah le inspiraba, necesarias para realización de su obra y, por
el otro, la dependencia, en todos los aspectos, que mantiene de
Elfride, dependencia que fue la constante sentimental y vital de
Heidegger desde su ya lejano matrimonio, en 1917. Él depende
totalmente de ella para mantener su cotidianidad bajo control y del
control que ella ejerce sobre la edición y publicación de su obra y
de la organización de las actividades de su vida pública, visitas,
conferencias, viajes.
Pero
también Byung Chul Han hace otra interpretación del pensamiento de
Heidegger sobre Eros, lo bello, lo estético, cuando dice:
“Heidegger
no emplaza lo bello en lo estético, sino en lo ontológico”
6.
En
otro de sus libros, La agonía del eros, en el ensayo final,
titulado: El final de la teoría, Byung Chul Han, hace otra propuesta
a partir de la misma carta de Heidegger a Elfride, esta vez sobre la
relación del eros con la teoría:
“Sin la seducción del otro atópico,
que desata en el pensamiento un deseo erótico, aquel se atrofia y no
pasa de ser un mero trabajo, que reproduce siempre lo mismo”.
Bien
vale la pena una lectura, Eros es más que mera fuerza sexual.
La
escritura de Ser y Tiempo
Ahora
si la historia. Martín Heidegger escribió Ser y tiempo en los días
de su enamoramiento por Hannah Arendt, "la pasión de su vida",
a la que reconoció el haber sido la musa que le hizo posible
escribir la obra, como lo escribe Rüdiger Safranski:
"Para Heidegger se abrió en
Marburgo una sorprendente oportunidad, lo que los teólogos de allí
llamaban "Kairos", la gran oportunidad de un tipo especial
de "propiedad". Tuvo allí un encuentro del que, según
confesará más tarde su mujer Elfride, surgió "la pasión de
su vida".
A principios de 1924 había llegado a
Marburgo una estudiante judía de dieciocho años, deseosa de
estudiar con Bultmann y Heidegger. Era Hannah Arendt.
[...]
"(Heidegger) En las cartas (a
Hannah Arendt) insiste una y otra vez en que nadie lo comprende como
ella, también y precisamente en asuntos filosóficos. Y de hecho
Hannah Arendt demostrará todavía lo bien que ha entendido a
Heidegger. Lo entenderá mejor de lo que él se ha entendido a sí
mismo. Como acostumbra suceder entre los amantes, ella responderá
complementariamente a su filosofía, y le dará aquella mundanidad
que todavía le falta. Al "precursar la muerte" responderá
con una filosofía de la natividad; al solipsismo existencial de "mi
singularidad" (Jemeingkeit) responderá con una filosofía de la
pluralidad; a la crítica de la "caída" en el mundo del
"uno" replicará con el "amor mundi". Al "claro"
(Lishtung) de Heidegger responderá ennobleciendo filosóficamente la
"esfera pública". Sólo así surgirá de la filosofía de
Heidegger un todo completo; pero este hombre no lo notará. Él no
leerá los libros de Hannah Arendt, o lo hará muy de pasada, y lo
que lee allí le ofende.
Heidegger ama a Hannah y la amará por
mucho tiempo; la toma en serio, como mujer que lo comprende, y ella
se convertirá en su musa de Ser y tiempo; él le confesará que sin
ella no habría podido escribir la obra. Pero en ningún momento se
persuadirá de que puede aprender de ella. Cuando en 1955 aparece el
gran libro de Hannah, Los orígenes del totalitarismo, y ella
proyecta una visita a Heidegger, al final desiste de su propósito.
En una carta a Heinrich Blücher da la razón de su proceder: «El
hecho de que precisamente ahora tiene que aparecer mi libro... ofrece
la peor de todas las constelaciones pensables... Como tú sabes, yo
estoy completamente dispuesta a comportarme frente a Heidegger como
si nunca hubiera escrito ni fuera a escribir una línea. Y ésa es
tácitamente la conditio sine qua non de todo el asunto»"
7.
“A
buen entendedor, pocas palabras bastan”.
Las
necesidades eróticas del genio
Y
paso a explicar lo insinuado atrás. Es mi hipótesis descabellada el
que, en 1924, al momento de la aparición de Hannah Arendt en sus
clases y el subsiguiente enamoramiento y relación amorosa
clandestina, Heidegger tenía la obligación, pero se sentía
incapaz, de escribir una gran propuesta filosófica con la que le
aprobaran su ascenso como catedrático en propiedad en la Universidad
de Maburgo, pues allí se desempeñaba como profesor asistente.
Gran
“coincidencia” fue que, entre 1925 y 1927, Heidegger escribe Ser
y tiempo y todo cambia, se traslada a la Universidad de Friburgo para
ser el sucesor en la cátedra de Edmund Husserl y, con ello, todos
los privilegios que ello le representa.
Para
1950, la situación era similar, pero peor. Heidegger era criticado y
juzgado por sus relaciones con los nazis, razón por la que tampoco
sus libros eran aceptados ni publicados por los editores ni en Europa
ni en Estados Unidos. Heidegger deseaba desesperadamente ser aceptado
de nuevo y, en especial, quería ser reconocido en los medios
intelectuales y en las universidades estadounidenses.
Así
que la aparición de Hannah era su tabla de salvación. Por un lado,
el amor de Hannah tendría el poder de sacarlo de su incapacidad de
volver a escribir algo original e importante y, por el otro, el que
Hannah era ya una filósofa reconocida y respetada tanto en Estados
Unidos como en Europa y, lo más importante, como judía, era la
persona indicada para ayudarle a reivindicar su pasado nazi.
Pero,
al igual que en el pasado, para Heidegger el mundo giraba alrededor
suyo y Hannah volvería a ser “la amante servil” y la fuente de
inspiración, así como la redentora de sus pecados políticos y la
salvadora del olvido y del rechazo al que estaba condenado.
Y
eso fue lo que ocurrió, Hannah, en contra de las opiniones de sus
amigos y, aun, de la suya propia, se impuso “la redención” de
Heidegger. Pero fue “un acto de expiación” que se había
impuesto para también ella “redimirse”. Expiación que era un
castigo para Heidegger, porque 25 años antes la había condenado a
sostener un amorío clandestino y a un rechazo inicuo, así que, en
1950 y por los siguientes 20 años, ella lo sometió, a él y a su
mujer Elfride, al escarnio público de ser expuestos ante el mundo
como un trofeo de la amante, una judía … La gran ironía.
Fue
así como Heidegger obtuvo lo suyo, además de la escritura de Ser y
tiempo. Pero, ¿qué obtuvo Hannah? No fue poco. Junto con la gran
experiencia del enamoramiento, la fuerza y el poder para cumplir sus
propósitos: ser mejor que Heidegger, “el maestro”. Y si que lo
hizo, ella fue una mejor persona y una de las más importantes
filósofas del siglo XX, a la par que él.
Pero
esas son ya otras historias.
Notas
1
Byung Chul Han, La salvación de lo bello, en el ensayo Engendrar en
lo bello, Herder, Barcelona, 2015, p. 106.
2
Hannah Arendt & Martin Heidegger. Correspondencia 1925-1975 y
otros documentos de los legados, Herder, Barcelona, 1998.
3
Elzbieta Ettinger, Hannah Arendt y Martín Heidegger, Tusquets,
Barcelona, 1996, p. 13.
4
Martin Heidegger, Alma mía, Cartas a su mujer Elfride 1915-1970,
Manantial, Buenos Aires, 2008, pp. 270-272.
5
Byung Chul Han, La salvación de lo bello, en el ensayo Engendrar en
lo bello, Herder, Barcelona, 2015, p. 106.
6
Byung Chul Han, La salvación de lo bello, en el ensayo Engendrar en
lo bello, Herder, Barcelona, 2015, p. 106.
7
Rüdiger Safranski, Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su
tiempo, Tusquets, Barcelona, 1997, pp. 170, 174-175.
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