28 de marzo de 2019

Cartas Abelardinas - 3


M. C. Escher, grabado.
https://blogs.scientificamerican.com/illusion-chasers/m-c-eschers-exhibition-in-brooklyn-opened-my-eyes/


Cartas Abelardinas - 3


Abelardo
Luego de la lectura a Spinoza, hablemos de la escritura.
La escritura es una invención notable, porque permite fijar la palabra sobre un soporte permanente. Es como afirma el proverbio latino: “Las palabras vuelan, pero lo escrito queda”. La escritura se parece a un código secreto que encripta los sonidos, las sílabas o las palabras de una lengua. Como ocurre con cualquier código secreto, descifrarlo requiere aprendizaje. Un buen lector es un descifrador experto” (Stanislas Dehaene, Aprender a leer. De las ciencias cognitivas al aula, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2015, p. 21).
Ya sabes que me preocupan más los asuntos de la escritura que los de la lectura. En general en los ámbitos intelectuales y educativos hay más preocupación por lo contrario como si fuera un asunto de jerarquías o primacías o precedencias … Y, hablando de esto último, como en el cuento del huevo y la gallina, habría que preguntar qué fue primero, la lectura o la escritura. Y, por supuesto, habría que preguntar cuál de las dos es más importante, pero no, eso lo digo como una ironía.
Así que más bien me pongo en la labor de elaborar algunos comentarios sobre ese asunto de las precedencias.
Lo primero que se me ocurre decir es que las cosas funcionan, según lo han mostrado las ciencias, porque del habla se inventó la escritura y que, por lo tanto, la lectura sería el proceso contrario, de la escritura al habla. Eso se explica porque la escritura es la representación gráfica de los sonidos del habla y, por lo tanto, la lectura será el proceso de dar los sonidos del habla a esas representaciones gráficas que son las letras y, con ellas, las palabras.
Pero la cosa no es tan sencilla cuando se entra en los territorios de las neurociencias. Según mis lecturas sobre esos asuntos, me parece que tanto en la lectura como en la escritura el cerebro funciona de manera simultánea con diversos circuitos, áreas y procesos, al igual que lo hace en otras actividades físicas y mentales. Pero, para el caso y como dije antes, me da la impresión de que ambos procesos son un proceso reversible de una misma actividad. Me explico.
El ser humano hace solo aquello para lo que lo dotan los mecanismos desarrollados por la evolución, una evolución que está sometida a las leyes de la naturaleza, pero la que también ha dotado a los humanos para que afecten su mecánica y funcionamiento.
Y todo lo que hace e inventa el ser humano lo hace y lo inventa porque las estructuras del cerebro han evolucionado para hacerlo. Las neurociencias han demostrado que en el cerebro no existen áreas o sectores específicamente diseñados para el desarrollo de la escritura y la lectura. Pero si que existen áreas y sectores dispuestos por la evolución para el desarrollo y manejo del lenguaje.
En consecuencia, la invención de la escritura y, obvio, de la lectura, es algo nuevo en los desarrollos del cerebro y se ha logrado porque su constitución le ha permitido aprovechar la utilización de partes existentes para la invención, el desarrollo y el manejo de las habilidades de la escritura y la lectura a partir de las características de las neuronas, tal el caso de la plasticidad sináptica, es decir, las posibilidades de las neuronas para cambiar y adaptarse a nuevas funciones y actividades. La otra, la que propone Stanislas Dehaene, como “reciclaje neuronal”, o sea, que a partir de esa plasticidad sináptica las neuronas y los circuitos pueden cambiar de funciones y actividades ya en desuso para desarrollar nuevos usos. En estas cosas habría que pensar en la epigenética y en otros asuntos evolutivos, tal el caso del “efecto Baldwin”, es decir, de como el aprendizaje se hace instinto a lo largo de la evolución .
Carmen no tiene una formación científica, pero tampoco le hace ninguna falta. Hace unos años me dijo: «Ya sé que todo eso son instintos, pero tengo la impresión de que lo que ahora son instintos fueron antes habilidades aprendidas». Supe mucho después que esa idea se llamaba efecto Baldwin, y que los científicos de la computación han derrochado ríos de líneas de programación sobre ella. Cuando un ordenador logre pensar, será posiblemente gracias al efecto Baldwin (creo que también se debe a ese efecto el hecho de que nosotros pensemos). El efecto Baldwin —el aprendizaje se hace instinto a lo largo de la evolución— no parece darwinismo, pero lo es estrictamente, y eso explica en parte que Carmen diera con la idea sin haberla leído en ningún lado” (Javier Sanpedro, Deconstruyendo a Darwin. Los enigmas de la evolución a la luz de la nueva genética).
Así pues que inventamos la escritura y la lectura no hace mucho tiempo y todo porque el cerebro evolucionado de los homínidos y de los primates había desarrollado las habilidades de reconocer, organizar y dar representación gráfica a los objetos diversos del ambiente y de su propio cuerpo. Lo otro, porque se desarrolló la habilidad de dar representación gráfica a los sonidos del habla y viceversa. Y de lo uno y lo otro a los sistemas de escritura y, por supuesto, a la lectura.
No nacimos para leer. Los seres humanos inventamos la lectura hace apenas unos milenios. Y con ese invento modificamos la propia organización de nuestro cerebro, lo que a su vez amplió nuestra capacidad de pensar, que por su parte alteró la evolución intelectual de nuestra especie. La lectura es uno de los inventos más notables de la historia, una de cuyas consecuencias es precisamente la posibilidad de dejar constancia de esta última. El invento de nuestros antepasados pudo aparecer sólo gracias a la extraordinaria capacidad del cerebro humano para establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes, un proceso posible gracias a la capacidad cerebral de moldearse de acuerdo a la experiencia. Esta plasticidad intrínseca del cerebro constituye la base de casi todo cuanto somos y de lo que podemos llegar a ser” (Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008, p. 19).
En fin, como sea, en ese asunto como en el viejo dicho del catecismo del Padre Astete, doctores tienen las ciencias, o sea, que hay mucha información adecuada para los interesados en seguir por ahí. Yo, por mi parte, lo dejo así.
Lo que ahora me interesa es otro asunto relacionado.
Pareciera que hablar de la escritura es algo superfluo como si la lectura fuera “el asunto” y la escritura fuera un apéndice. Nada más injusto, como proceso cerebral y como actividad expresiva, la escritura es tanto o más compleja y significativa para la vida humana que la creatividad o el raciocinio o que la misma lectura.
Para empezar. La escritura es la expresión del pensamiento en un código que la soporta, la conserva y la somete a la lectura. Por contraste, la lectura es el descifrar ese código, dar sentido a lo allí expresado y a la interpretación que de ello se haga. Interpretación que es o comprender lo que dice el escritor, la lectura corriente. O es debatir lo que dijo el escritor y proponer una nueva escritura o nuevas ideas.
Y ahí es donde empieza lo difícil. Se insiste en que el buen lector es aquel que logra una buena comprensión del texto leído. Eso está bien, de eso se trata. Pero tengo otro par de inquietudes, las mismas que tenía Platón y que expresó en la última parte del Fedro. Claro que Platón también expresó otras inquietudes en La República cuando se refiere a los poetas, pero ese un asunto posterior y que Iris Murdoch trató de bella manera en sus conferencias en Las Romanes Lecture en Oxford y publicadas en libro: El fuego y el sol.
En particular, lo que preocupaba a Platón era aquello de que la escritura era simplemente un artefacto nemotécnico y que el lector no podría aprehender aquello que se ha dado en llamar “la sabiduría secreta de Platón”, es decir, aquellos aspectos en la elaboración y desarrollo del pensamiento del escritor que, por más que se quiera, le queda tan difícil expresar a la escritura.
La otra, que la sola lectura no era suficiente para que el lector emprendiera su propio proceso de pensamiento “más allá” del pensamiento del escritor, es decir, a elaborar, desarrollar y expresar sus propias ideas en la búsqueda del conocimiento como como tal es esa participación de cada persona en la evolución de la cultura humana y en el proceso acumulativo del saber.
Y aquí es donde las actuales investigaciones de la neurociencia están mostrando la naturaleza y el funcionamiento del cerebro lector, tal y como lo hacen Maryanne Wolf y Stanislas Dehaene, por ejemplo y, aunque ambos reconocen la importancia de la escritura, sus conclusiones están dirigidas al desarrollo de la lectura en especial para los niños. Remito a las citas, la una de Stanislas Dehaene es el epígrafe de este texto, la otra, la de Maryanne Wolf que reconoce la importancia de la escritura en el desarrollo intelectual de la humanidad, pero, en lugar de estudiar el cómo aprendemos a escribir, se dedica al cómo aprendemos a leer, según la cita anterior. Esto dice de la escritura:
Si echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha fomentado el desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad no fue el primer alfabeto, ni siquiera la repetición óptima de un alfabeto, sino la escritura en sí. Como el psicólogo ruso del siglo XX Lev Vigotsky decía, el acto de poner la palabras y los pensamientos por escrito estimula y en sí mismo cambia las ideas (Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje). A medida que los humanos fueron aprendiendo a utilizar la lengua escrita cada vez con más precisión para trasmitir sus ideas, su capacidad para el pensamiento abstracto y las ideas novedosas se incrementó” (Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008, p. 86).
Por mi parte y como ya he dicho, mi interés se dirige al aspecto creativo de la escritura y ahora expreso una de mis razones para ello. Si bien la lectura enriquece intelectualmente al lector y lo hace más universal en su compresión de sí mismo, de los otros y del mundo, al mismo tiempo que lo dota de una mejor apreciación de sus propios sentimientos y los de los demás, es la escritura la mejor forma de aprender a ser, como diría un filósofo. La escritura es el mejor método de expresarse, de pensar de forma organizada y profunda, pues la escritura exige que el escritor produzca, organice, exponga, sus pensamientos, ideas, sentimientos, imaginaciones, etc. de tal manera que el lector pueda captarlos y comprenderlos de igual manera. He ahí la magia de la escritura, es la acción por medio de la cual “nos creamos” a nosotros mismos y, por la lectura, conocemos a los otros, o como en el verso de Quevedo, “escuchamos a los muertos con los ojos”, y compartimos nuestros propios pensamientos, ideas, sentimientos de forma original o, para decirlo con Spinoza, somos capaces de producir conocimiento.
Mejor dicho, que eso que se pretende que logre el buen lector lo logre el buen escritor en mayor abundancia.
Algo así, el escritor es el constructor de nuevos mundos y el lector es su inquilino.
Y aclaro. No pretendo que la enseñanza y estimulación a la escritura produzca genios como Cervantes, Shakespeare, Dante, etc., pero si que aquellos que tienen dotes para ser buenos escritores tengan mayores oportunidades para desarrollar sus habilidades creativas y estéticas, pero aun mejor, para exponerla con claridad y belleza. O sea, eso que dice Maryanne Wolf al final de la cita anterior.
Y espero que mi escritura hubiera cumplido con mis deseos.
Salud y alegría,
Iván Rodrigo.

Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, charlando entre amigos sobre la y algunas novelas del siglo XIX

Lectura en grupo. https://elpais.com/elpais/2014/12/12/album/1418422523_273005.html Cartas Abelardinas – 10 Pietro Citati, ch...