El asesinato de Hipatia
de Alejandría.
Carta
alejandrina No. 1
Medellín,
17 de junio 2014
Hipatia
Te
escribo a Alejandría por motivos evidentes, porque fue esa la única
ciudad en la que por unos cuantos siglos en la historia de la
humanidad el calificativo de cosmopolita tuvo su total sentido
cósmico, porque los sabios alejandrinos y tu, la última, fueron
ciudadanos del universo, del cosmos.
Y
te escribo, precisamente a ti, porque tu vida y tu muerte son dos
eventos que marcaron eso que llaman "el destino" de la
humanidad. Tu existencia dedicada a la búsqueda del conocimiento
como sentido de la vida y, con ello, tu misión por vencer las
tinieblas de la ignorancia y la superstición, esas mismas que
fueron, finalmente, las motivaciones por las que te arrebataron la
vida con particular sevicia, uno, para callar el sentido de tu vida
con el que enseñabas a otros y, dos, para imponer sobre la humanidad
un poder que niega la vida, arrasando ciegamente y a sangre y fuego
con todos y con todo lo que se le oponga, como lo hacen todos los
integristas y los fanáticos.
También,
porque fuiste la última y la primera. La última de los sabios de
cuerpo entero, de ese cuerpo que siente y se siente para pensar y
pensarse. Y la primera de las víctimas por negar la dualidad de
cuerpo y alma, de dios y universo.
Casi
siete siglos separan un evento del otro, el nacimiento de la
ciudad-cosmos y tu nacimiento. Un circuito de vida y muerte que se
cerró con el nacimiento de un nuevo dios que condenó a muerte a
todos los otros dioses pasados, presentes y futuros y con ellos a
quienes se atreven a creer en algo que no sea ese nuevo dios (nuevo
dios que tampoco, casi dos mil años después, ha muerto como
anunciara Zaratustra el de Nietzsche, ese mismo dios que todavía
pervive en la excepción humana y hasta en la polémica natura v/s.
cultura, entre otros dogmas).
Fue
la muerte de aquellos dioses, cuyo único pero no menor pecado era
ser patriarcales y, en términos generales, ser generadores de
espíritus particulares y ser los motivos y figuras de religiones que
sustentaban su poder y dominio en la ignorancia, en la superstición
y en el terror, las mismas condiciones impuesta por el poder de los
fanáticos de ese nuevo dios.
Pero
y lo peor, con la muerte de todo ese panteón, también se pretendió
dar muerte a los dos dioses más peligrosos: Dionisios, el dios de la
vida (bios y zoe) y Apolo, el dios del pensamiento,
pero sin lograrlo, porque sus motivos y figuras son arte y parte de
la materia de la que todo y todos estamos hechos.
Dionisios
y sus mil caras originales y primordiales del placer y el dolor, los
de Eros y Thanatos. El Eros cósmico, la fuerza que genera y
degenera todo lo existente. Y Thanatos, no el dios de la
muerte cristianizada, sino el de la fuerza por la que cada cosa
cambia de un viejo estado en un nuevo estado, la metamorfosis, el
cambio.
Apolo
el dios del enigma que se piensa y nunca se soluciona, pero que igual
mide y regula la existencia de los hombres en sí mismos y entre sí:
logos y leyes.
Aparte
de toda esa historia de dioses masculinos, también está la historia
de la presunta muerte de la Gran Diosa Madre, un asunto viejo pero no
enterrado, su existencia se mantiene vital pero clandestina, la misma
clandestinidad en la que se sumergieron Dionisios y Apolo.
En
fin, con tu muerte desapareció la última de las escuelas en las que
se enseñaba y aprehendía la Sabiduría -del
buen sentir al bien
pensar- como condición necesaria para el conocer, el saber,
el hacer, de las ciencias y como diferencia con la impostura de las
creencias y los dogmas considerados fundamentos únicos y absolutos
del vivir, del existir y del pensar.
Pero,
aun así, con tu muerte tampoco se impuso el olvido. Unos pocos
persistieron y siempre persistirán, a pesar de la amenaza y el
terror, en continuar "las vías y caminos" de aquella
Sabiduría. Para mencionar sólo algunos de los continuadores de ese
círculo secreto: Giordano Bruno, Spinoza, Nietzsche, William James.
Los he elegido sólo a ellos porque me gustan y porque sus ideas han
sido motivos para que ahora algunos científicos se propongan mirar
con nuevas y más precisas herramientas en "lo desconocido"
de la Naturaleza y en la naturaleza del Homo-Humano, con el mismo
"Espíritu" de aquellos antiguos maestros y con el tuyo, el
"Espíritu" de la Hipatia "bienaventurada" como
te llama Sinesio en sus Cartas 1,
la Hipatia de las enseñanzas secretas y la maestra de las ciencias.
Más adelante aclaro eso del "Espíritu", por el momento me
pregunto: ¿qué es eso de "las enseñanzas secretas"? Pues
son esas de las que escribe tu biógrafa, María Dzielska en su libro
Hipatia de Alejandría, al referirse a tu "Espíritu" que
"irradia conocimientos y prudencia derivados del "divino"
Platón y de Plotino, su sucesor" 2.
Pero,
para explicar mejor eso de "las enseñanzas secretas",
recurro a Giorgio Colli, el filósofo que desde muy joven se sumergió
en "los misterios" de "la Sabiduría" y del
nacimiento de la filosofía griega buscando descubrir lo de "las
enseñanzas secretas" de los primeros, "Los Sabios" y,
luego, de Platón, Aristóteles, Plotino, etc., para llegar a
comprender que no eran otra cosa que el efecto de un fenómeno
espiritual que él explica así:
«En el siglo VI
interviene un factor nuevo que transformará de modo decisivo la vida
espiritual de Grecia, el llamado fenómeno dionisiaco ha sido
estudiado en su aspecto artístico y religioso, y casi nunca se ha
analizado su relación con toda la evolución espiritual griega. Con
un término más filosófico se puede llamar misticismo a este
movimiento. Mientras que hasta entonces el hombre miraba el mundo y
se insertaba en él como una parte más, ahora se separa de todo, se
vuelve hacia su propia interioridad y buscando en sí mismo encuentra
allí el mundo y la divinidad. De este modo vemos coexistir en Grecia
dos visiones del mundo antitéticas, política la una y mística la
otra: del choque entre estas fuerzas nace el milagro de la filosofía
griega. En nuestro estudio seguiremos esta distinción fundamental,
desarrollándola y justificándola a partir de los textos de los
presocráticos y de Platón» (Giorgio Colli, Filósofos
sobrehumanos, Siruela, Madrid, 2011, p. 35).
Desde
sus primeros escritos, Platón político (1937) Filósofos
sobrehumanos (1939), La naturaleza ama esconderse (1948) y en sus
investigaciones de La sabiduría griega y El nacimiento de la
filosofía, así como su comprensión y crítica de los fenómenos
dionisiaco y apolíneo a partir de la interpretación de Nietzsche,
Giorgio Colli propone y aclara los diversos aspectos de la naturaleza
del misticismo, el arte y la política, en los sabios y en los
filósofos griegos, como fundamentos de "sus enseñanzas
secretas" y su posterior influencia en algunos discípulos
lejanos. Subrayo aquí tan sólo uno de tales aspectos: en
Filósofos sobrehumanos se reivindica el misticismo como el
máximo logro cognoscitivo (más adelante transcribo una extensa cita
al respecto). Muchos años más tarde, en
Después de Nietzsche, Colli volverá a insistir de nuevo en
esta posición, en el aforismo que lleva por título
Una palabra con mala fama:
«Hoy como ayer la
palabra “místico” no suena bien: al recibir esta denominación,
nuestros rostros se sonrojan o se ensombrecen. La buena sociedad de
los filósofos no admite entre sus miembros a quien lleva tal nombre,
y, por razones de etiqueta, lo proscribe. Hasta los más libres, como
Nietzsche y Schopenhauer, rechazaban este nombre. Y sin embargo
“místico” significa únicamente “iniciado”, el que ha sido
introducido por otros o por él mismo en una experiencia, en un
conocimiento que no es el cotidiano, que no está al alcance de
todos. Es indudable que no todos pueden ser artistas, no hay nada de
extraño en ello. ¿Por qué razón iban todos a poder ser filósofos?
La misma comunicabilidad universal, como carácter de la razón, no
es más que un prejuicio, una ilusión. Los meandros más sutiles,
tortuosos y penetrantes de Aristóteles, después de veinticuatro
siglos, todavía están sin explorar, aún no han sido aferrados.
También el racionalismo es místico. En definitiva, se trata de
reivindicar “místico” como epíteto honorífico» (Giorgio
Colli, Después de Nietzsche, Anagrama, Barcelona, 2000, p. 117).
Para
Giorgio Colli el asunto del descubrimiento y la expresión del
conocimiento esta encarnado, entrañado, conectado y
metaforizado con el asunto de la "verdad", al contrario
del error de Descartes 3.
La "verdad", así con minúscula, pues no se trata de la
"Verdad Absoluta", esa que se escribe con mayúsculas,
porque, tal y como lo intuyeron los maestros antiguos, él también
intuyó que se trataba de un asunto del buen sentir para el bien
pensar, un cuerpo que siente y se siente para pensar y pensarse,
mejor dicho, un asunto de sentir y de sentimientos:
"Bello, sin
reservas, es el amor a la verdad. Lleva lejos, y es difícil alcanzar
el final de camino. Más difícil es, sin embargo, la vía de
regreso, cuando se quiere decir la verdad. Querer mostrar la verdad
desnuda es menos bello, porque turba como una pasión. Casi todos los
buscadores de verdad han sufrido esta enfermedad, desde tiempos
inmemoriales" (Giorgio Colli, La naturaleza ama esconderse,
Sexto Piso, México, 2009, p. 27).
Sentir
y sentimientos, he ahí "el misterio" y, en consecuencia,
también "el secreto" de esas, las "otras"
enseñanzas, las de "los Sabios" y luego las de Platón y,
muy probablemente, las de Aristóteles, y, por supuesto, las Plotino,
y las de la discípula ya posterior, Hipatia, y, muchos siglos
después, las de Bruno y las de Nietzsche. Esas enseñanzas que sólo
pueden ser "enseñadas" de Maestro a Discípulo, como lo
hiciera Diotima con Sócrates, porque no es posible trasmitirlas de
otra manera. En la nota del traductor, Miguel Morey, en Filósofos
sobrehumanos dice lo siguiente:
"En Platón político
se nos dice, aludiendo al giro exotérico, racionalizador, político,
de Platón que culmina en la República, lo siguiente: «El
racionalismo es el método gracias al cual la verdad puede realizarse
en el mundo, gracias al cual puede fundarse un Estado en el que todos
sus miembros vivan filosóficamente... En la República, política
significa vida en común de la clase de los filósofos». En
Filósofos sobrehumanos repite casi lo mismo, pero con un matiz
decisivo. Dice aquí: «Este problema educativo es al mismo tiempo
para él el máximo problema político, ya que la felicidad y la
perfección del Estado dependen de que exista en él la posibilidad
de educar a conocedores» (p. 20-21).
No
es acaso esto la materia y el espíritu de "las enseñanzas
secretas" de Hipatia, esas de las que el discípulo Sinesio
escribe en sus cartas con el mismo hermetismo 4,
o mejor sería decir con la misma dificultad de expresión con la que
todos, maestros y discípulos, de la "Sabiduría" han sido
afectados en todos los tiempos y espacios al querer exponer "su
verdad", "la verdad" de la que todo y todos estamos
hechos, porque, como ya lo dijo, Giorgio Colli: "También el
racionalismo es místico", lo que viene a implicar que no se
entenderían ni se podrían explicar los grandes descubrimientos,
inventos y realizaciones de los Homo-Humanos sin que sus autores
hubiesen estado afectados por "el toque" de la "locura
divina", esa que expone el Sócrates de Platón en Fedro 5,
Banquete, Fedón y otros de sus diálogos eleusinos, como bien lo
explica Giorgio Colli en La naturaleza ama esconderse y en sus otras
obras ya mencionadas.
Mejor
dicho, "enseñanzas secretas", "locura divina",
"heroico furor", "conocedores", en fin, todo
aquello que debiera hacerse emerger, no sabría decir si desde lo más
alto o desde lo más profundo, del "Gran Anhelo de la carne",
eso que llamo "El Espíritu", que no es otra cosa que el
anhelo de futuro, o sea, ese alzar las manos y dirigir los pasos
hacia las estrellas, el retorno al origen. Ese sueño del sentir
dionisiaco, ese contra el que se ensañan las pesadillas y los
horrores de la razón apolínea, porque en él se encarna la
naturaleza artística y política del misticismo tal y como lo
examina Giorgio Colli en la cita que anunciaba más atrás:
Empédocles y lo
dionisiaco
"Por tanto, también
Empédocles es un místico, pero la característica que lo distingue
de los otros presocráticos es la naturaleza más artística y
política de su misticismo, rasgo este que en cambio le aproxima a
Platón. Este aspecto artístico debe ser examinado dado que en casi
todos los pensadores griegos hasta Platón, y particularmente en
Empédocles, está ligado hasta tal punto a las doctrinas filosóficas
que sin él no pueden ser comprendidas a fondo. Con Empédocles nos
encontramos con el primer artista griego verdaderamente dionisiaco, y
tal vez el único que ha sabido realizar artísticamente, de un modo
pleno y en su totalidad, la visión dionisiaca del mundo. Esto se
explica por los presupuestos filosóficos, aunque sea vistos a través
de la religión, de los que parte el fenómeno dionisiaco: ningún
artista puro, carente por tanto de sentido filosófico, puede ser un
verdadero dionisiaco, y Nietzsche se equivoca al encontrar en la
tragedia griega la máxima expresión de esta visión del mundo; esta
máxima expresión fue alcanzada solamente por un poeta como
Empédocles, que fue al mismo tiempo filósofo. Antes hemos definido,
con una interpretación del fenómeno más amplia que la
nietzscheana, el fenómeno místico, es decir la visión dionisíaca
del mundo, como interioridad pura, como impulso a superar todo lo que
es humano; lo apolíneo es en cambio cualquier forma de expresión, o
sea, para los griegos, la actividad política en sentido amplio. El
arte apolíneo es por tanto aquel en el que la expresión coincide
con el sentimiento-intuición, donde la expresión es lo único
importante y carece de interioridad previa, es visión pura,
objetividad. En cierto sentido, el objeto finito es lo que precede, y
es la causa del sentimiento: el sentimiento se expresa luego, se
realiza a través de la cosa, se recuesta en la cosa, encuentra en
ella un reposo satisfactorio y un límite a su infinidad. Para el
verdadero artista dionisiaco sucede lo contrario, parte del interior,
sin estímulos externos y sin impresión de cosas concretas: cuando
en su soledad la vida se desborda, siente la necesidad de actuar, de
comunicarse con los hombres, de crear, y busca afanosamente símbolos
visibles que expresen su interior. Su sentimiento es infinito y busca
la infinidad, no puede detenerse en las cosas determinadas que dan
paz porque es una aspiración eterna, y quiere por tanto expresarse
en lo general, en lo indeterminado, en lo que mantiene su desgarro,
porque no puede por menos, pero debe ser algo general que no sea
abstracto, que sea la esencia de la vida, de la que descienden, y en
la que están comprendidas y representadas las cosas concretas. La
creación dionisiaca, que, como he dicho, solamente en Empédocles se
realiza cumplidamente, es por tanto una forma muy particular de arte,
que se encuentra en algunas obras de los místicos, y en la música.
Digo la música, porque sólo en el motivo musical, como ha observado
Schopenhauer en el libro III del Mundo como voluntad y
representación, se encuentra una generalidad que sea concreta,
requisito necesario de la creación dionisiaca. Pero esta
coincidencia de generalidad y concreción, que Schopenhauer encuentra
ampliamente en la música, entiendo que debe limitarse a los músicos
dionisiacos, o sea, a unos pocos de ellos. El músico dionisiaco se
distingue sin embargo del poeta-filósofo dionisiaco por su carencia
de sentido filosófico y político. Un dionisiaco como Empédocles
crea algunos motivos fundamentales, los cuatro elementos, el amor, el
Odio, los establece como principios filosóficos inmutables y los
impone a los hombres como su propia legislación: Beethoven en
cambio, que puede ser considerado un típico músico dionisiaco, al
no comprender la necesidad filosófica de alcanzar la máxima
generalidad con una creación única e inmutable, recurre por ejemplo
a una inagotable variedad de motivos heroicos para expresar una
vivencia interior de heroísmo que es única, por más veces que se
repita. La filosofía de la naturaleza de Empédocles nace de esta
búsqueda artística de creación y de expresión; y acude a símbolos
cósmicos porque estos son los más generales y los más grávidos de
vida. Sus creaciones artísticas y filosóficas, sus "motivos",
el aire, la tierra, el fuego, el agua, el Amor, el Odio, a los que
podría añadirse el Sphaîros, no son sino la expresión de
sus experiencias fundamentales, de sus intuiciones místicas"
(Giorgio Colli, Filósofos sobrehumanos, Siruela, Madrid, 2011, pp.
114 y ss.).
Todo
esto es lo que diferencia y distingue eso de o darle sentido o darle
valor a la vida y a la existencia. Sentido o valor, es lo que hace la
diferencia entre conocimiento y saber, dos cosas bien distintas y por
las que o vivimos o nos viven.
Pero
ya este asunto apunta hacia otro ámbito, así que mejor detengámonos
ahí que ya habrá una nueva oportunidad para charlar sobre estos
asuntos, que como insinúa Giorgio Colli y también comparto, eran
tratados de manera más discreta o clandestina, por el mismo
Aristóteles, el presunto maestro del raciocinio, de quien sus
seguidores de todos los tiempos no sospecharon su "lado oculto",
"sus enseñanzas secretas", eso que él mismo reconoció:
"(...) aquellos cuya
vida, por ser participación en los misterios e iniciación
consumada, debe estar llena de satisfacción y de felicidad ...
Después nos sentaremos aquí abajo en religioso silencio y con toda
dignidad; porque nadie se lamenta de ser iniciado" (Aristóteles,
Sobre la filosofía, fr. 14).
Y
agrega:
"(...) como sostiene
Aristóteles, que los iniciados no deben aprender otra cosa, sino
experimentar una emoción y quedarse en un determinado estado,
evidentemente después de haber sido capacitados para eso".
"(...) lo que
pertenece a la enseñanza y lo que se refiere a la iniciación.
Porque lo primero se hace presente al hombre a través del oído,
pero lo segundo sólo cuando la mente experimenta una súbita
iluminación; eso es lo que llamó Aristóteles mistérico y
semejante a las iniciaciones de Eleusis (porque en ellas el iniciado
quedaba marcado con respecto a las visiones, pero no recibía una
enseñanza" (Aristóteles, Sobre la filosofía, fr. 15).
"Pero podría ser
que uno ignorara lo que hace, por ejemplo ... o que no supiera que se
trataba de secretos incomunicables, como decía Esquilo a propósito
de los misterios..." (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1111 a
8-10).
Lástima,
ya no hay maestros como tu, ni escuelas como la tuya, ya los
discípulos nunca sabrán que es necesario aprehender el
conocimiento para aprender los saberes, todo porque la
educación que interesa a los poderosos esta instrumentalizada para
alienar y enajenar el sentido de la vida por el valor de producir y
poseer.
En
fin y para dar paso a sentir y pensar a pesar de lo poco que se sabe
de tu vida y tu obra, pero lo suficiente como para imaginar que así
como lo hiciste y lo hicieron tus maestros y tus discípulos, es
posible "enseñar y aprehender" una vida, primero, con
sentido y luego, con mejores valores que esos de la mera utilidad por
la que unos cuantos someten, dominan y explotan a todos los demás
para lucrarse en su propio beneficio.
Y
para terminar y como se despedía de sus amigos el sabio Epicuro,
deseo en tu recuerdo: Salud y alegría,
Iván
Rodrigo.
-------------
1
Sinecio de Cirerne, Cartas, Gredos, Madrid, 1995.
2María
Dzielska, Hipatia de Alejandría, Siruela, Madrid, 2004, p. 60.
3Antonio
Damasio, El Error de Descartes, Crítica, Barcelona, 1994, pág. 230
: "Este es el error de Descartes: La separación abismal entre
el cuerpo y la mente, entre el material del que está hecho el
cuerpo, medible, dimensionable, operado mecánicamente,
infinitamente divisible, por un lado, y la esencia de la mente, que
no se puede medir, no tiene dimensiones, es asimétrica, no
divisible; la sugerencia de que el razonamiento, y el juicio moral,
y el sufrimiento que proviene del dolor físico o de la conmoción
emocional pueden existir separados del cuerpo. Más específicamente:
que las operaciones más refinadas de la mente están separadas de
la estructura y funcionamiento de un organismo biológico."
4
Sinecio de Cirerne, Cartas, (Gredos, Madrid, 1995, p. 258). Carta
137 a Herculiano, desde Cirene a Alejandría, entre el 393 y el 399:
"[...] Si de verdad el provecho que se obtenía de los errantes
viajes de Odiseo era, como afirmó Homero, «ver las ciudades de
muchos hombres y conocer su forma de pensar», y eso aun habiendo
arribado a las costas no de gente agradable sino de Lestrígones y
Ciclopes, de seguro que el poema habría celebrado maravillosamente
este viaje tuyo y mío, que nos ha permitido llegar a conocer por
experiencia cosas que, aunque la fama las contara, no se creerían.
Y es que hemos visto con nuestros propios ojos y escuchado con
nuestros propios oídos a la auténtica maestra de los misterios de
la filosofía". Destaco en cursiva y subrayo la
referencia de Sinecio a Hipatia y a sus "enseñanzas secretas".
5"SÓCRATES:
Pero hay dos formas de locura; una debida a enfermedades humanas, y
otra que tiene lugar por un cambio que hace la divinidad en los usos
establecidos.
FEDRO: Así es.
SÓCRATES: En la divina, distinguíamos
cuatro partes, correspondientes a cuatro divinidades, asignando a
Apolo la inspiración profética, a Dioniso la
mística, a las Musas la poética, y la cuarta, la locura erótica,
que dijimos ser la más excelsa, a Afrodita y a Eros" (Platón,
Fedro: 265 a-b).
1 comentario:
El misterio, querido Ivancho. Si nos aproximamos a él no es para " resolverlo" y convertirlo en instrumento, como lo pretende la racionalidad capitalista - y su contracara, el comunismo- sino porque sabemos que detrás alienta la sucesión infinita de facetas que constituyen el vasto universo. En la base de esa curiosidad subyace el ansia de conocimiento ha movido a los grandes espíritus, enamorados desde siempre del carácter insoluble del misterio. Si se conformaran con " desvelarlo", como han pretendido todas las formas de la institucionalidad no serían o no hubiesen sido castigados. La gran Hipatia lo supo cmo ninguna.
Un abrazo y hablamos,
Gustavo
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