Romeo
y Julieta, el último beso, escena del balcón. Pintura de 1884 de
Frank Dicksee (1853-1928).
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a3/DickseeRomeoandJuliet.jpg
Lecturas
lúdicas a Shakespeare-2
De
lo cómico y lo trágico
y
el enamoramiento en Romeo y Julieta
Por
Iván Rodrigo García Palacios
FRAY LORENZO:
"[...] La tierra es la madre y la
tumba de la naturaleza; su antro sepulcral es su seno creador, del
cual vemos surgir toda clase de engendros, que de ella, de sus
maternales entrañas, se nutren, la mayor parte dotados de virtudes
numerosas, todos con alguna particular, ninguno semejante a otro".
(William Shakespeare, Romeo y Julieta,
Acto II, Escena III).
Las
obras de William Shakespeare, tal y como sus estudiosos y críticos
lo han señalado, son, además de un misterio, la expresión poética
y dramática de los grandes y de los pequeños asuntos de la
existencia de los Homo-Humanos: la vida, la muerte, el poder, el
amor, la mezquindad, etc.
De
esos temas y asuntos me interesa destacar uno, el del amor, sobre el
que Shakespeare hace especial énfasis en la mayoría de sus obras y
sonetos, de los cuales, algunos, han sido convertidos en paradigmas,
fuentes de inspiración y ejemplos sobre lo qué es y lo qué
significa el amor.
Sin
embargo, en todas mis lecturas a las interpretaciones de estudiosos y
críticos de la obra shakesperiana, no he encontrado ninguna en la
cual se vaya un poco "más allá" y se muestre que para
Shakespeare eran claras las diferencias entre el amor y el
enamoramiento como estados naturales, vitales y existenciales y no
como conceptos idealistas o románticos, algo así como pasión y
virtud.
Tampoco
muestran que para él eran claras las conexiones, las diferencias y
las consecuencias particulares, biológicas y psicológicas, que
ejercían en las personas el amor y el enamoramiento, la sexualidad y
el erotismo, la pasión o el amor apasionado o los celos, que, así
sean asuntos que se relacionan, lo hacen de manera particular, como
bien se podría demostrar.
Y
para mayores asombros, esas visiones de Shakespeare sobre el amor, el
enamoramiento, el sexo, la sexualidad, no eran las comunes y
políticamente correctas de la época, una época dominada por la
moral y la ética cristiana. Por el contrario, lo que Shakespeare
exponía era una tendencia clandestina de muy vieja tradición que
poco más se ha estudiado y que no es aquí ni ahora el momento de
estudiar, así lo proponga como hipótesis descabellada de este
escrito: un cuerpo bello, un espíritu bello, de la erótica
platónica o, también, la alegría del cuerpo es la belleza del
espíritu.
"Cuando de las bellezas
inferiores se ha elevado, mediante un amor bien entendido de los
jóvenes, hasta la belleza perfecta, y se comienza a entreverla, se
llega casi al término; porque el camino recto del amor, ya se guíe
por sí mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar por las bellezas
inferiores y elevarse hasta la belleza suprema, pasando, por decirlo
así, por todos los grados de la escala de un solo cuerpo bello a
dos, de dos a todos los demás, de los bellos cuerpos a las bellas
ocupaciones, de las bellas ocupaciones a las bellas ciencias, hasta
que de ciencia en ciencia se llega a la ciencia por excelencia, que
no es otra que la ciencia de lo bello mismo, y se concluye por
conocerla tal como es en sí. ¡Oh, mi querido Sócrates!, prosiguió
la extranjera de Mantinea, si por algo tiene mérito esta vida, es
por la contemplación de la belleza absoluta" (Platón,
Banquete, 211 b-c).
Para
empezar, hay que decir que el enamoramiento, a diferencia del amor,
es un imperativo natural, un mecanismo evolutivo para el Homo-Humano,
necesario, temporal, repetitivo e incontrolable, mediante el cual el
cuerpo y la mente se trasforman. Pero también, el enamoramiento es,
para la imaginación, un ideal, un anhelo de unidad y perfección, el
anhelo de futuro que es el espíritu.
Porque
el enamoramiento como fenómeno neurobiológico, vital, es instinto,
apetito, emoción, deseo y sentimiento y como evento existencial,
biográfico y cultural, se corresponde como un asunto sagrado,
erótico, heroico, trágico y cómico:
Sagrado, porque es una
experiencia de lo divino.
Erótico, porque, en la
plenitud de sus significados, es la fuerza entrópica que forma y
transforma el cuerpo y la mente de los amantes.
Heroico, porque hace que los
enamorados desplieguen la totalidad de unas energías, fuerzas y
poderes de las que no sabían eran poseedores.
Trágico, porque su fin es
ineludible e ineluctable.
Cómico, porque el pícaro Eros
siempre se sale con la suya" 1.
Por
el contrario, si existe abundante literatura en la que, para
Shakespeare, el asunto del amor era esencial, en todos los sentidos,
pero sin ninguna diferencia con el enamoramiento. Es por ello que
estudiosos y críticos continúan ciegos a esas diferencias y
perpetúan las fusiones y confusiones entre el amor y el
enamoramiento, las cuales podrían deducirse y demostrarse en una
lectura acorde con las hipótesis descabelladas que propongo.
Así
que es necesario ir un poco más allá de esas evidentes expresiones
de Shakespeare sobre sexualidad, erotismo, amor, pasión, celos, para
descubrir, cómo él lo hace, las claras diferencias entre amor y
enamoramiento.
Shakespeare
accede y deduce esas diferencias entre amor y enamoramiento de una
larga tradición cultural: Grecia, Roma, los místicos al-Andaluces,
así como de Boccaccio, Petrarca, Dante, Bruno, y de los poetas y los
filósofos renacentistas. A partir de esa tradición, él, como esos
antecesores, si bien se enfrenta con las fusiones y confusiones sobre
el asunto, logra expresar, con suficiente ilustración, lo qué en
realidad es el enamoramiento: ese momento sublime en el que se funden
el espíritu y la carne y como estas, así fundidas, se expresan como
un único Ser, ese momento, el único, en el que mujeres y hombres
son iguales, "sagrados y divinos", en la unión de los
contrarios: Ariadna y Dionisios. El enamoramiento es, también, la
emergencia del estro amoroso y creativo. Es “el momento de la
experiencia de conocimiento”2.
Es
esa, la naturaleza "sagrada y divina" del enamoramiento, la
razón que explica el por qué todo lo relacionado con el
enamoramiento es expresado tanto en esa época como en los tiempos
inmediatos, con el debido hermetismo que exige un asunto tan
contaminado por prejuicios ideológicos y religiosos. Uno, porque
está estrechamente conectado con el Islam sufí y con el paganismo
dionisíaco de los Misterios Eleusinos y, dos, porque una exposición
abierta y explicita expondría a su autor al rechazo y, peor aún, al
riesgo de perder la vida por herético.
Por
ejemplo, para Shakespeare era evidente que la hierofanía del
enamoramiento es el momento y el estado en el cual los enamorados son
poseídos por "los heroicos furores" 3
y se les revelan y acceden a las más altas esferas de su naturaleza
y la sabiduría, tal y como lo expresa en Penas de amor perdidas
(obra escrita entre 1595-1596):
[...] ¿cómo habríais podido
encontrar en la fría meditación cadencias tan ardientes como esas
con las que os han enriquecido los inspiradores ojos de las que os
han enseñado, como verdaderas maestras que son en la ciencia de la
belleza? (William Shakespeare, Trabajos de amor perdidos, Acto IV,
Escena 2).
Penas
de amor perdidas es la obra en la que Frances A. Yates 4
ha considerado que se conectan, corresponden y relacionan, los
motivos de Shakespeare con los motivos de Giordano Bruno en los
diálogos italianos, Los heroicos furores y La Expulsión de la
bestia triunfante y, de manera más íntima, con la obra de teatro Il
Candelaio, escrita en París en 1582, poco antes de viajar a
Londres.
Tales
conexiones, correspondencias y relaciones, se establecen, por
ejemplo, con las alabanzas de los dioses al amor, de La Expulsión de
la bestia triunfante, así como con la aventura de los nueve ciegos
del diálogo quinto de la segunda parte, de Los heroicos furores,
porque los mismos motivos son tratados por Shakespeare en el
parlamento de Berowne, el personaje que encarna a Giordano Bruno en
Penas de amor perdidas, en el Acto IV, Escena 3,
ya antes citado.
Y
no son los únicos ejemplos. Igual puede decirse de los temas y
asuntos que en otros de los parlamentos conectan, corresponden y
relacionan a Shakespeare con Bruno, como ya lo muestro en otra de de
mis lecturas lúdicas a Shakespeare.
Prácticamente,
todas las comedias de Shakespeare tratan sobre las paradojas y
malentendidos que provocan el enamoramiento y el amor y de los cuales
son víctimas los enamorados, pero, sin lugar a dudas, es en Sueño
de una noche de verano en donde todo lo paradójico y todos los
malentendidos del amor se mezclan con los del enamoramiento, hasta el
punto de que todavía hoy se polemiza sobre ese aspecto de la comedia
y la imposibilidad de saber si se trata del enamoramiento, de la
sexualidad o del amor o de todos a una como ya se lo había explicado
Diotima a Sócrates en Banquete. Es un bello asunto que ya insinué y
que habrá que tratar como lectura lúdica, en algún buen momento.
Pero,
es una de sus tragedias, Romeo y Julieta (escrito entre 1591-1595),
la obra más paradigmática de Shakespeare sobre el amor, en la que
se muestran con precisión, no sólo las diferencias entre amor y
enamoramiento, sino, también, en la que se expone el exacto
desarrollo de los procesos naturales, vitales, anímicos,
existenciales y culturales del enamoramiento. Igual debe decirse que
en Romeo y Julieta, Shakespeare establece con precisión las causas y
las diferencias de la acción, según cada sexo, así como de las
consecuencias de la sexualidad, el erotismo, la pasión o el amor
apasionado y de los celos, cuando afectan a los enamorados en estado
de enamoramiento, tal y como lo he explicado en mis hipótesis
descabellada sobre el enamoramiento.
Es
por ello que el enamoramiento, y no el amor, debe ser considerado el
verdadero motivo y protagonista de Romeo y Julieta, tanto por ser una
realidad natural, vital, existencial e íntima, como por su realidad
cultural, ideológica y social.
Y,
como motivo trágico, se confirma la imposibilidad de la permanencia
del enamoramiento como estado duradero como si lo es el amor, pues,
al fin, el enamoramiento es una explosión de juegos pirotécnicos,
un despliegue excesivo de energía vital. Para Shakespeare era
evidente que el enamoramiento es una fiesta, una comedia, mientras
dura, pero su fin siempre será trágico, una tragedia. Todo ello
será demostrado en Sueño de una noche de verano.
Pero
en ese paso de la comedia a la tragedia se va del mundo exterior a lo
más íntimo del ser, al anhelo de futuro, el espíritu.
Así
es como lo plantea Harold Bloom:
"Muy pronto, en la triada
romántica Romeo y Julieta, Ricardo III y Sueño de una noche de
verano, Shakespeare salta a la perfección en la representación de
la interioridad y sus permutaciones" 5.
Anotación
sobre la que, y si se hace un bucle interpretativo, se podría decir
que lo que Shakespeare representa en la tragedia de los dos jóvenes
es el proceso de su enamoramiento. Enamoramiento por el cual, tanto
Romeo y Julieta, como su ámbito cultural, son afectados y
trasformados tanto en su representación social e ideológica como en
su ser individual, íntimo, vital y existencial.
La
representación social e ideológica es el impacto que el
enamoramiento de los dos jóvenes produce en los personajes y
situaciones -el ámbito cultural y social, el mundo exterior- que
rodean a los enamorados y en los que se encarnan las voces, las
actitudes, los comportamientos y los modelos, sociales e ideológicos,
que asumen y representan ellos por causa del estado de enamoramiento
de los dos jóvenes y porque, de acuerdo con las convenciones
sociales y las ideologías vigentes, los enamorados subvierten lo
establecido. Es esa la historia de voces, actitudes y comportamientos
críticos en contra del enamoramiento que se inicia con Platón y que
para Shakespeare ya ha pasado por Roma, la Edad Media, la cultura
árabe, el Renacimiento y el poderoso dominio del cristianismo, en lo
que Shakespeare está inmerso. Francesco Alberoni ofrece una
explicación sobre estos asuntos en su libro Amor y enamoramiento.
Pero
también, en la tragedia de los dos jóvenes se representa otro nivel
aun más complejo: la realidad natural, vital, existencial e íntima,
que subyace al estado de enamoramiento, la cual se puede abducir, por
un lado, de la estructura de la obra y, por el otro, de los estados
vitales y anímicos que ellos van manifestando y expresando, así
como, y aún más complejo, por los cambios fisiológicos y
psicológicos que los afectan y trasforman y que Shakespeare bien
define y describe.
Pero,
y lo más asombroso de Romeo y Julieta, es que, para Shakespeare, la
naturaleza del enamoramiento de los dos jóvenes está representada y
se corresponde con la naturaleza del sexo de cada uno de ellos: el
Ser y la palabra de la mujer y el Ser y la palabra del hombre. Ser,
estados y palabras que les son propios y diferentes de acuerdo con
las necesidades y finalidades, naturales, vitales y anímicas, para
cada sexo. Unas ciencias evolutivas que apenas están incursionando
en los terrenos de las realidades y diferencias entre mujeres y
hombres, tal y como intento exponerlo en mis escritos sobre Ser y
palabra de mujer (http://serypalabrademujer.blogspot.com/).
Y,
como debe ser en el enamoramiento, lo que se sucede en Romeo y
Julieta, es un proceso natural de la vida que nace, muere y resucita
en el ciclo del eterno devenir: el árbol florece para producir las
flores, los frutos y las semillas de la nueva vida en la
resurrección. Lo que muere en escena no son los amantes, sino el
estado del enamoramiento, ese es el momento del renacimiento o de la
resurrección en el amor de quienes estuvieron enamorados, como ya
mostré antes.
A
manera de digresión, Shakespeare también representa, como algunos
de sus contemporáneos, la pervivencia clandestina del mito minoico
de La Gran Diosa: Ariadna y Dionisios, como lo he mostrado en mi
escrito: Ariadna, la diosa de la perdición para Nietzsche 6.
Ahora
bien, que el enamoramiento es así y que así está representado en
Romeo y Julieta, puede analizarse a partir de las hipótesis
descabellada que he propuesto para el enamoramiento, análisis que
deberían realizar aquellos aspirantes a convertirse en Lector Lúdi,
por ejemplo, a partir de unas conexiones, correspondencias y
relaciones, como las siguientes:
En
el Primer Acto, escenas I, III, IV y V, es en donde Shakespeare
presenta los estados vitales y existenciales que afectan a los
jóvenes Romeo y Julieta: el estado de desasosiego, la Sobrecarga
depresiva y el estallido del Estado naciente, tal y como los define
Francesco Alberoni 7
y como yo los propongo:
En
la Escena I, en primer lugar, hablan, Benvolio y el padre de Romeo,
del desasosegado estado de ánimo de Romeo. Y, un poco más adelante,
cuando Benvolio le inquiere por los motivos que lo afectan, Romeo le
responde:
"BENVOLIO
Sí. ¿Qué tristeza alarga las horas
de Romeo?
ROMEO
No tener
lo que, al tenerlo, las abrevia".
En
seguida, Romeo explica el motivo de su desasosiego, el cual se debe a
un amor no correspondido e imposible.
Luego,
en la Escena III, la madre y la nodriza de Julieta hablan con ella de
matrimonio y la nodriza expone el motivo del estado de ánimo triste
y desasosegado de Julieta:
SEÑORA CAPULETO
Pues de casamiento venía yo a
hablar.
Dime, Julieta, hija mía,
¿qué te parece la idea de casarte?
JULIETA
Es un honor que no he soñado.
NODRIZA
¡Un honor! Si yo no fuera tu
nodriza,
diría que mamaste listeza de mis
pechos.
En
la Escena IV, para dar sentido y explicar ese desasosiego, Mercucio
confronta su teoría de los sueños con la de Romeo:
ROMEO
Anoche tuve un sueño.
MERCUCIO
Y también yo.
ROMEO
¿Qué soñaste?
MERCUCIO
Que los sueños son ficción.
ROMEO
No, porque durmiendo sueñas la
verdad.
Y para ilustrarlo, Mercucio cuenta la
leyenda de la reina Mab.
Es
con este parlamento y con otros parlamentos del mismo Mercucio o de
La Nodriza que Shakespeare pone en su lugar a las expresiones de la
sexualidad, del erotismo, de la pasión o del amor apasionado y de
los celos, incluida la obscenidad y, al mismo tiempo, marca las
diferencias entre sus manifestaciones vulgares e idealizadas, vitales
y líricas.
Finalmente, en la Escena V, se presentan
los momentos de la explosión de “El Estado naciente” 8
para Romeo y Julieta, es el momento de su encuentro en el baile.
Para
Romeo es una visión:
ROMEO
¡Ah, cómo enseña a brillar a las
antorchas!
En el rostro de la noche es cual la
joya
que en la oreja de una etíope
destella...
No se hizo para el mundo tal belleza.
Esa dama se distingue de las otras
como de los cuervos la blanca paloma.
Buscaré su sitio cuando hayan bailado
y seré feliz si le toco la mano.
¿Supe qué es amor? Ojos,
desmentidlo,
pues nunca hasta ahora la belleza he
visto.
Y
para Julieta, un beso:
ROMEO
Si con mi mano indigna he profanado
tu santa efigie, sólo peco en eso:
mi boca, peregrino avergonzado,
suavizará el contacto con un beso.
JULIETA
Buen peregrino, no reproches tanto
a tu mano un fervor tan verdadero:
si juntan manos peregrino y santo,
palma con palma es beso de palmero.
ROMEO
¿Ni santos ni palmeros tienen boca?
JULIETA
Sí, peregrino: para la oración.
ROMEO
Entonces, santa, mi oración te
invoca:
suplico un beso por mi salvación.
JULIETA
Los santos están quietos cuando
acceden.
ROMEO
Pues, quieta, y tomaré lo que
conceden.
[La besa.]
Mi pecado en tu boca se ha purgado.
JULIETA
Pecado que en mi boca quedaría.
ROMEO
Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado?
¡Devuélvemelo!
JULIETA
Besas con maestría.
Ya
en el Segundo Acto, los jóvenes amantes se sumergen en el éxtasis
del enamoramiento, cuya máxima expresión se consuma en el Tercer
acto, Escena V, con la canción del alba de Romeo y Julieta, luego
del único momento y de su única noche de plenitud, que es también
lo único que permite el enamoramiento: un único momento de
plenitud. Luego, todo es padecer y morir.
Y,
partir de allí y hasta el final, es la alternancia de éxtasis y
agonías, trabas, intrigas, fallidas ayudas y los absurdos y trágicos
eventos que culminarán con la muerte de los amantes. Sucesos y
muerte que, para efectos de esta interpretación, son el proceso y el
fin por el que concluye todo enamoramiento, los que son universales
para la especie pero particulares para cada enamorado.
Esa
es la tragedia del enamoramiento, su muerte, su fin ineluctable, dura
lo que dura una flor, porque, luego de su muerte, los enamorados
renacerán o resucitarán, como otros, en ellos mismos, o al amor o
al olvido.
El
enamoramiento es el Acteón bruniano al que
"[...] "le
dan muerte sus muchos y grandes canes", acabando aquí su vida
según el mundo loco, sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir
intelectualmente; vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y
de néctar se embriaga" (Los Heroicos Furores,
I, 4).
Shakespeare
lo sabía y sabía que era asunto claro y esencial para la mujer: el
enamoramiento es una flor y es Julieta quien lo expone en el Acto II,
Escena II:
"JULIETA
Este capullo de amor, con el aliento
del verano que hace madurar,
Tal vez resultará una hermosa flor la
próxima vez que nos veamos".
Como también ella sabía que es esencia
de mujer el que el enamoramiento, mientras dura, es infinito y como
lo infinito esta sometido a la Ley del Eterno Devenir, es la vida que
anhela la eternidad como lo explicó Platón en Banquete.
Será otra vez Julieta quien lo diga:
"JULIETA
Sólo para ser generosa y volvértelo
a dar;
Y sin embargo sólo deseo aquello que
tengo.
Mi botín es ilimitado como el mar,
Mi amor igual de profundo: Cuanto más
te lo doy
Más tengo, pues ambos son infinitos".
Lo
que se sigue: a la muerte del enamoramiento, deviene el renacimiento
o resurrección de los desenamorados, pero, para Romeo y Julieta, esa
será otra vida, cuya representación queda a la consideración y a
la imaginación del espectador.
Shakespeare
tratará el tema del renacimiento o resurrección de después del
enamoramiento en otras de sus obras y en los sonetos.
Pero
eso sera materia prima para otra Lectura Lúdica a Shakespeare.
Notas
1
Iván Rodrigo García, El enamoramiento:
http://enamoramientoyevolucion.blogspot.com/
2
Giorgio Colli, Filósofos sobrehumanos, Siruela, Barcelona, 2o10.
3Giordano
Bruno, Los heroicos furores, Tecnos, Madrid, 1987.
4
Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Ariel
Filosofía, Barcelona, 1983, pp. 408:
"Estas
imágenes de alabanza al amor (se refiere a los versos en IV, 3,
citados previamente) son pronunciadas por el homónimo de Giordano
Bruno, Berowne, en la comedia de Shakespeare Trabajos o Penas de
amor perdidos. Una larga serie de autores, entre ellos yo misma, han
sostenido que el personaje de Berowne es un eco de la estancia de
Bruno en Inglaterra, pero ninguno de nosotros ha sabido qué buscar
en tal comedia al no comprender en absoluto sobre qué tema podría
estar hablando Bruno. Ahora me parece absolutamente claro que el
discurso de Berowne sobre el amor hace referencia muy concreta al
Spaccio della bestia trionfante, donde todos los dioses, en una de
las constelaciones, se deshacen en alabanzas al amor. Por otra
parte, el hecho de que la comedia se halle ambientada en una corte
francesa -la del rey de Navarra-, donde Berowne es el adalid de
poetas y amantes, parece ser un hecho bastante significativo, por
cuanto relaciona a Berowne-Bruno con el mensaje proveniente de la
corte francesa y con la atmósfera europea de "esperanzada
expectativa" ante el posible advenimiento de Enrique de Navarra
al poder".
5
Harold Bloom, Shakespeare. La invención de lo Humano, Grupo
Editorial Norma, Bogotá, 2001 p. 87.
6
Iván Rodrigo García Palacios, Ariadna,
la diosa de la perdición para Nietzsche,
http://lectorludi.blogspot.com/2011/05/ariadna-la-diosa-de-la-perdicion-para.html
7
Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa,
Barcelona, 2004.
8
Francesco Alberoni, El misterio del enamoramiento, Gedisa,
Barcelona, 2004, pp. 26-27.
2 comentarios:
Querido Ivancho: mientras en su sentido más prosaico el amor es conquista, tierra arrasada, en Shakespeare es búsqueda y, por lo tanto, permanente encrucijada.
En ese recorrido en el que los personajes se pierden para reencontrarse y se ocultan para desvelarse, acontecen la comedia, la tragedia y, por supuesto, ese espejo de la eterna condición humana que es la tragicomedia.
Por eso nos apasiona Shakespeare: porque su obra entera somos nosotros mismos.
Querido Ivancho: mientras en su sentido más prosaico el amor es conquista, tierra arrasada, en Shakespeare es búsqueda y, por lo tanto, permanente encrucijada.
En ese recorrido en el que los personajes se pierden para reencontrarse y se ocultan para desvelarse, acontecen la comedia, la tragedia y, por supuesto, ese espejo de la eterna condición humana que es la tragicomedia.
Por eso nos apasiona Shakespeare: porque su obra entera somos nosotros mismos.
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