https://armasyletrasblog.wordpress.com/armas-y-letras-2/
Lecturas
lúdicas – El escritor personaje-1
El
escritor, personaje de sí mismo y de otros
¡Hazte
el que eres!, como aprendido tienes.
Píndaro,
Píticas, II, 70.
Por
Iván Rodrigo García Palacios
“Madame
Bovary soy yo”. Lo haya dicho o no Gustave Flaubert, lo cierto es
que, como él, los personajes de las narraciones de los escritores
son en buena parte ellos mismos y algunos cuantos de esos escritores
hacen que sus personajes sean los escritores que son ellos mismos o
que se convierten en personajes de otros escritores.
Ahora
bien, estas encarnaciones o transposiciones literarias han sido
motivo de múltiples estudios y propuestas teóricas. Sin embargo,
como en las cosas humanas, se puede decir que cada caso es cada caso
y que si bien existen familiaridades, será en los detalles propios y
particulares de cada escritor que se determine la razón de ser de
cada caso.
Es
por ello que a continuación voy a mostrar someramente algunos
ejemplos sobre esos asuntos para que cada lector haga sus propios
análisis y saque sus propias conclusiones, pero, por sobre todo
ello, para que se embarque en la aventura de la lectura de esos y
otros escritores y sus obras y, ojalá, en la escritura de sus
propias ideas.
Mejor
dicho, esto es un juego de Lector ludi.
Fedor
Dostoievski es Iván Petróvich (Vania), pero mucho más
En
el primer párrafo de Humillados y ofendidos, Iván Petróvich
(Vania), el personaje protagónico y narrador de la novela, un
escritor venido a menos, anuncia que va a relatar “una aventura por
demás extraña”, la que le ocurrirá la noche de ese 22 de marzo,
al final de ese día durante el cual estuvo buscando una nueva
habitación para mudarse, pues en la que estaba viviendo es húmeda e
insalubre, pero no encuentra ninguna que le satisfaga. Es entonces
que hace la siguiente digresión:
“He observado que en las
habitaciones exiguas, también los pensamientos padecen de estrechez.
Siempre me ha gustado pasearme por mi habitación para pensar mis
futuras novelas. Por cierto que en toda ocasión ha sido para mi más
agradable meditar sobre mis obras e imaginar el modo de componerlas
que escribirlas. Y no por pereza. ¿A qué se deberá esto?” (Fedor
Dostoievski, Humillados y ofendidos).
Quien
escribe lo anterior es Fedor Dostoievski en Humillados y ofendidos,
novela publicada en 1861 y la primera de las grandes novelas que
escribirá luego de regresar de la prisión en Siberia.
Lo
que vale la pena destacar aquí es que Dostoievski, al igual que
muchos otros escritores, también se encarna en sus personajes y que
Iván Petróvich (Vania) es también su propia encarnación si
tenemos en cuenta lo que dijo la esposa del escritor, Anna
Grigorievna, en una anotación a las obras de su esposo: “él decía
lo mismo que Vania: que las habitaciones estrechas dificultan la
expansión de los pensamientos”, además, que iba y venía por su
cuarto de trabajo cuando pensaba en sus novelas. Igual, su biógrafo
Nikolái Strakhof, dijo que lo mismo que Iván Petróvich a
Dostoievski le costaba gran esfuerzo empezar a escribir sus obras,
pero que una vez había empezado lo hacía de manera imparable: “La
abundancia de pensamientos y sentimientos que llenaban su cerebro y
su alma no le permitían permanecer jamás ocioso, aunque lo
anhelaba”.
Franz
Kafka se encarna en Fedor Dostoievski
Pero
lo de “la extraña aventura” que Iván Petróvich (Vania) va a
narrar más adelante en aquella novela de Dostoievski, nos lleva a
algo que es mucho más extraño y extraordinario, a la narrativa de
otro escritor, el que, además de encarnarse en en sus propios
personajes, encarnaba a los autores de las obras que tomaba como
referencia de las suyas. Y ese es el caso de Franz Kafka quien hizo
de Dostoievski y de sus novelas un modelo para las suyas.
Vamos
por partes.
En
el capítulo X de la primera parte de Humillados y ofendidos, antes
de contar “la extraña aventura”, Dostoievski describe lo que
será la ambientación anímica de la misma y a la que define como
“terror o pavor místico”, el mismo que será el motivo para la
ambientación de las narraciones de Kafka.
Pues
resulta que para el primer semestre de 1910 Kafka tiene los primeros
contactos con la obra de Dostoievski. Al principio del primer
semestre de 1910 Kafka hace las primeras anotaciones en sus diarios
de la lectura de la narrativa de Dostoievski y de su interpretación
de aquel “terror o pavor místico”. Sin embargo, lo más
importante es que para el verano de ese mismo año escribe un breve
relato, al que titula Desdicha, que es la transposición “casi
literal” de “la extraña aventura” que cuenta Iván Petróvich
(Vania) en Humillados y ofendidos.
Es
por ese proceso que Franz Kafka se encarna en Iván Petróvich
(Vania) que, a su vez, es Fedor Dostoievski que se traspone en el
Kafka que escribirá muchos de los relatos de un escritor llamado
Franz Kafka a partir de 1910.
Zaratustra
es Nietzsche despechado
Zaratustra
es el personaje en el que Nietzsche se encarna para afrontar los
dolores del parto del libro del que Lou Andreas Salome lo preñó:
Así habló Zaratustra y del “despecho” en el que lo dejó su
rechazo.
A
manera de curiosidad literario-filosófica, se sabe que Lou “inició”
a Nietzsche en la lectura de las obras de Dostoievski y que Kafka les
leía fragmentos del Así habló Zaratustra a las muchachas para
seducirlas.
Valery
Larbaud es A. O. Barnabooth que es …
Archibald
Olson Barnabooth es Valery Larbaud y Valery Larbaud es el crerador de
Archibald Olson Barnabooth, ellos son un par de millonarios
excéntricos dedicados a los placeres estéticos de la vida y de las
artes como una expresión de la utilidad de lo inútil, el uno en la
vida real y el otro en la ficción. Pero, más allá de esa aparente
paradoja, la vida real y la vida de ficción de ambos, personaje y
escritor, es también una asombrosa historia que tuvo sus mejores
tiempos y que ha sido olvidada.
Valery
Larbaud (1881-1957) fue narrador,
poeta, crítico, ensayista, y
si bien sus escritos tuvieron importancia y repercusiones en su
tiempo, fue su actividad como mecenas y promotor de escritores
y pintores en la inaccesible
República de las Letras
que es Francia, que es
la
antesala de Europa, con
la que se
estableció el
sitio
que
va ocupar Valery Larbaud en
la historia universal de las letras y las artes.
Por
ejemplo. Gracias a Valery Larbaud, el Ulises de James Joyce se dio a
conocer, primero con su publicación en inglés y luego con su
traducción al francés. Otros autores y pintores a los que Valery
Larbaud promovió fueron Samuel Butler, Ramón Gómez de la Serna,
Gabriel Miró, Walt Whitman, José Asunción Silva, Mariano Azuela,
Gerar Manley Hopkins, Ricardo Güiraldes y Alfonso Reyes, por
mencionar algunos.
La
gratitud de los latinoamericanos
Como
se puede apreciar, no son pocos, los mencionados y muchos más los
que no se mencionan, los escritores hispanoamericanos que promovió
Valery Larbaud, razón por la que se le reconoció, se le recuerda y
se le admira mucho mejor en estos territorios.
Por
ejemplo, el mexicano Octavio Paz le dedicó intensos ensayos a su
vida, su obra y sus peculiares excentricidades, tal uno en el que
establece una conexión íntima entre Valery Larbaud y Fernando
Pessoa por sus heterónimos (Revista Vuelta, febrero 1989).
Otro
fue el colombiano Álvaro Mutis que le rinde homenaje en una
conferencia dedicada a la vida y obra de Valery Larbaud, además de
hacer el reconocimiento a su mecenazgo. Allí también Mutis cuenta
su propia versión de la anécdota sobre el origen del nombre de
Archibald Olson Barnabooth, el que considera como el resultado de una
combinación. Esa la combinación que muchos años después dará
origen a otra combinación, pero la que mostraré más adelante.
La
explicación que da Álvaro Mutis, es que el nombre de Archibald
Olson Barnabooth es el resultado de combinar el nombre de una
localidad cercana a Londres, Barnes, y la marca Booth que distingue
un consorcio farmacéutico ampliamente difundido en Inglaterra, luego
de un viaje de Valery Labaud a ese país.
Y
no es la única versión.
En
el posfacio a la publicación de Obras completas de A. O. Banabooth,
El pobre camisero, poesías, Diario íntimo (Ediciones Igitur,
Tarragona, 2005) Adolfo García Ortega también hacer referencia al
origen del nombre y del personaje Archibald Olson Barnabooth y señala
que Valey Larbaud se inspiró «de la trágica muerte de un joven
rico, Max Lebaudy y el recuerdo infantil de la lectura de una novela
de Louis Boussenard, Le secret de M. Synthèse», que es la historia
de un hombre riquísimo, capaz de comprar en un solo día “las
propiedades de todo el planeta”.
En
fin … una historia todavía sin final.
José
Asunción Silva es José Fernández
¿Es
posible que hubiera existido, desde antes que el mismo Valery Larbaud
lo creara, un personaje con las mismas características de Archibald
Olson Barnabooth?
Digo
lo anterior, porque hay que recordar que Valery Larbaud fue uno de
los promotores de la obra del poeta colombiano José Asunción Silva
(1865-1896), quien fue el autor de una novela publicada casi treinta
años después de su suicidio: De sobremesa, cuyo protagonista, José
Fernández, es un millonario suramericano que cuenta un viaje a las
luces del París del siglo XIX con sus placeres pasionales y
estéticos, pero también de inquietudes políticas, filosóficas,
literarias, en fin, artísticas, como se decía entonces de las
aspiraciones intelectuales de personas y personajes burgueses. En
fin, esa novela es una propuesta literaria revolucionaria
malentendida en su momento, en la que José Asunción Silva expuso
sus críticas a la sociedad bogotana y en general a la anacrónica
sociedad suramericana.
Un
detalle atener en cuenta, es que para finales del siglo XIX, en París
eran celebres los millonarios suramericanos a los que se ridiculizaba
por sus excentricidades y extravagancias por la forma de vivir y de
gastar sus fortunas.
Y
al decir lo anterior se me ocurre que las semejanzas entre José
Fernández y Archibald Olson Barnabooth y Valery Larbaud, son
evidentes y asombrosas, mucho más si se tiene en cuenta que el
personaje de Valery Larbaud apenas es concebido en 1902 y aparece en
su primera obra publicada en 1907, o sea, más de diez años después
de que José Asunción Silva escribiera su De sobremesa. Eso sí,
está claro que Valery Larbaud no leyó la novela de Silva para esa
época, pues apenas fue publicada en 1925. Pero quizás si más
tarde, pues la promoción de la obra de José Asunción Silva fue
póstuma, porque para el momento en el que Valery Larbaud la conoció,
el poeta colombiano ya hacía muchos años que había muerto.
Y
claro, José Asunción Silva no fue un excéntrico millonario, pero
con seguridad en medio de los problemas económicos que lo llevaron
al suicidio, deseó haber sido … José Fernández.
Georges
Perec es Percival Bartlebooth que es ...
Como
lo anuncié antes, la historia de Archibald Olson Barnabooth tiene
otros desdoblamientos. El protagonista de la novela de Geroges Perec,
La vida instrucciones de uso, Percival Barthlebooth es en parte el
propio Georges Perec, pero su nombre es la combinación de los
nombres y de los personajes literarios de Archibald Olson Barnabooth
de Valery Larbaud y Bartleby del relato del mismo nombre de Herman
Melville. Pero Percival Bartlebooth no es un personaje escritor como
Archibald Olson Barnabooth ni un escribano como Bartleby, sino que es
un pintor, eso sí, un millonario excéntrico como aquel.
La
excentricidad de Percival Bartlebooth consiste en que emprende el
proyecto de pintar quinientas acuarelas de marinas durante veinte
años y en diferentes puertos marinos de todo el mundo, las cuales
son convertidas en un puzzles de setecientas cincuenta piezas cada
uno, los que luego el mismo Percival Bartlebooth se dedicará a armar
por los siguientes veinte años, lo que no logrará concluir, no
podrá colocar la última pieza del último puzzle.
Además,
Percival es también el nombre de uno de los caballeros de la Mesa
Redonda del Rey Arturo, el que, originalmente, emprende la búsqueda
del Santo Grial, no una, sino dos veces. Además, Chrétien de Troyes
uncia con su primer libro, Percival, La leyenda del Santo Grial, lo
que será la tradición de la materia caballeresca de la corte del
Rey Arturo.
No
hay que olvidar que La vida instrucciones de uso es, más que una
novela, una construcción, en los más variados sentidos y uno de
ellos es, precisamente, la del uso de numerosas referencias
literarias y de otras fuentes.
Leer
para creer.
Henry
Miller es Henry Miller
A
la obra de Henry Miller (1891-1980) se llega por muchos motivos, pero
siempre se termina en la literatura que el inventó, esa en la que él
es el personaje de su propia obra y su biografía es la materia de su
narrativa y de algunos libros autobiográficos.
Desde
comienzos de los años veinte del siglo XX, cuando Henry Miller
empieza a escribir, él ya tiene claro cual será la materia de su
narrativa, así que cuando escribe su primera novela, Moloch
o Este mundo pagano (1927),
apenas publicada
en 1992, ya está allí todo de lo
que va a escribir en adelante, sólo que esa novela es apenas el
primer ejercicio para perfeccionar el estilo único y propio de Henry
Miller: delirante y vital, en el
que la sexualidad es la sustancia y
la materia que lo
convierte en fundador de esa literatura única a la que se
pueden asociar otros escritores,
por ejemplo, Louis Ferdinand Celine y
Charles
Bukowski.
En
fin, Henry Miller se hizo famoso en 1934 cuando publicó su
novela Trópico de Cáncer, la
que trascurre en París y en Francia, en general, escenarios a los
que Miller ha desplazado a ese personaje escritor que es él y que
narra en primera persona los eventos más delirantes y vitales de su
propia conciencia, sus relaciones
con las mujeres, así como
los eventos
que suceden a su alrededor con sus amigos y amantes y
esa
sexualidad desbordada. Cabe
destacar sus relaciones con Anaïs Nin (1903-1977), la que se puede
decir que hizo de la escritura de diarios su propia literatura como
una especie de espejo a la literatura de Henry Miller. Son muchos los
diarios de Anaïs Nin ya publicados, hasta el punto de que se aclara
de si cada versión ha sido o no censurada.
La
otra obra famosa de Henry Miller es Trópico de Capricornio (1938) de
la que se podría decir que es el relato previo al viaje de Miller a
Francia y en la que se cuenta la vida del personaje escritor y su
trabajo en Nueva York. Años más tarde, Henry Miller publicará una
trilogía, La crucifixión rosada, compuesta por las novelas Sexus,
Plexus y Nexus, en las que narra las aventuras sexuales y las
peripecias vitales del peonaje escritor desde su adolescencia hasta
sus trabajos varios y dispersos en Nueva York y, en particular, en
esa compañía telegráfica que marcará la vida del protagonista.
En
fin, la obra de Henry Miller tiene el mágico poder de que su lectura
provoca unas ganas locas de ser escritor.
Philip
Roth es Zuckerman encadenado
Con
toda seguridad Philip Roth (1933-2018), leyó a Henry Miller, al
igual que otros jóvenes aspirantes a escritores de su generación y
la primera de sus novelas que se hizo popular fue El lamento de
Portnoy (1969), cuyo personaje principal es un joven judío, el mismo
Philip Roth y sus inquietudes existenciales, incluido el sexo. Luego
vinieron otras novelas con variado éxito comercial.
Pero
lo que ahora me interesa es ese período de 15 años durante los
cuales la narrativa de Philip Roth establece una especial conexión
kafkiana, Kafka incluido.
Esta
etapa se inicia en 1972 con la novela El pecho (1972), cuyo personaje
principal es un profesor de literatura, David Kepesh, quien compara
sus desdichas con las del Gregor Samsa de La metamorfosis de Franz
Kafka, al mismo tiempo que describe las sensaciones de su compleja
vida sexual, igual a la de Kafka.
Philip
Roth marcará el principio de esa etapa de Kafka con la novela El
profesor del deseo (1977) en la que será otra vez el profesor David
Kepesh el personaje principal y que concluye con la visita a la
prostituta favorita de Kafka, una evidente referencia a la biografía
de Kafka.
En
una novela de 1974, Mi vida como hombre, el personaje escritor es
Nathan Zukerman, el mismo que posteriormente será el escritor de las
tres novelas que componen esa especia de trilogía, Zukeraman
encadenado (1979 a 1983).
Es
en las tres novelas agrupadas en Zukerman encadenado donde Nathan
Zukerman ya es un escritor y en las que Philip Roth explora las
relaciones del escritor con su escritura. La primera, La visita al
maestro (1979), en la que Nathan Zukeraman es un joven escritor muy
prometedor que al final vive una delirante relación con Ana Frank en
sus fantasías de escritor. La segunda es Zuckerman desencadenado
(1981), allí Philip Roth encarnado en Nathan Zuckerman habla de la
escritura y del éxito de El lamento de Portnoy (1969). La tercera,
La lección de anatomía (1983), en la que Philip Roth/Nathan
Zukerman habla de la lucha contra la página en blanco y la crisis
del escritor incapaz de volver a escribir otro éxito como aquel
primero.
La
trilogía tiene una especie de epílogo, La orgía de Praga (1985),
con la que se cierra la etapa Kafka. En esta novela el que visita la
Praga de Kafka es Nathan Zukerman y está narrada por las anotaciones
de su diario. Ese viaje tiene como propósito encontrar el manuscrito
de un escritor en yidis,
evidente conexión con el
Kafka que buscaba sus tradiciones judías en los judíos rusos y que
quiso aprender yidis
para poder escribir en ese
idioma.
También siente
las penurias de los
escritores e intelectuales en una sociedad totalitaria como la de
entonces en la Europa del Este.
Esta
conexión de Philip Roth con Franz Kafka no es gratuita, pues como
aquel, también el hace su exploración de su raíces judías y como
él, hace de sí mismo la materia de su escritura.
Roberto
Bolaño es Arturo Belano y otros tantos
Roberto
Bolaño (1953-2003) fue un obseso con los personajes escritores en su
narrativa y ahora que todavía se están publicando los escritos que
no publicó en vida y que se conservaron en sus archivos, es posible
remontarse hasta finales de los años setenta y comienzos de los
ochenta para descubrir, como sucede con la novela El espíritu de la
ciencia ficción (1980?), que allí ya ha empezado a desarrollar a
esos dos personajes escritores, jóvenes, amigos cercanos, habitantes
de una ciudad de México alucinante y en la búsqueda de un destino
incierto y de una realidad aterradora: la violencia política y de
Estado y los asesinatos de muchas mujeres.
Uno
de esos personajes escritores siempre es el mismo Roberto Bolaño y
el otro, un amigo. En El espíritu de la ciencia ficción, novela
publicada póstumamente, sus personajes escritores son Remo Morán y
Jan Schrella que es Roberto Bolaño.
Se
puede decir que El espíritu de la ciencia ficción, es la historia
fundadora de la que se originará Los detectives salvajes (1998) y en
la que Arturo Belano es Roberto Bolaño y Ulises Lima es Mario
Santiago, Y 2666 (2004), en la cual Roberto Bolaño también es Benno
von Archimboldi, el escritor perdido. Esta novela de cinco novelas es
una gran sátira a la ciencia literaria.
Fernando
Pessoa o el juego de las matrioskas rusas
Fernando
Pessoa (1888-1935) es la máxima expresión de la heteronimía, que
es esa acción mediante la que un escritor crea personajes/personas
que son escritores como él y que son seres plenos y autónomos de su
creador con su propia vida y obra.
Cada
vez que se abre a Fernando Pessoa aparece, como en las muñecas
rusas, otro autor, otro poeta, todos propios y distintos y un único
cuerpo verdadero, hasta el mismo Fernando Pessoa es uno de ellos.
Hasta ahora los estudiosos de su vida y obra han propuesto la
existencia de 68 heterónimos identificables y como dije, incluido el
propio Fernando Pessoa.
Los
más conocidos son Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares
y Ricardo Reis, cada uno de ellos con biografía y obra literaria
propia e independiente.
César
Aira y el fracaso de los escritores
El
escritor argentino César Aira (1949-) también muestra una especie
de obsesión con los personajes escritores, en particular sobre sus
posibilidades de éxito o fracaso en la vida literaria.
Para
César Aira el escritor está siempre condenado al fracaso de su
intención. En El Congreso de literatura (1997) un escritor llamado
César tiene la intención de clonar a Carlos Fuentes para realizar
su gran obra y extender su dominio al mundo entero, y la experiencia
le sale fatal. En Cumpleaños (1999), un escritor cuenta precisamente
cómo su obra proviene de intenciones que no tienen nada que ver con
la literatura, conculcando así la idea de que hay intenciones
literarias anteriores a la obra. En El mago (2002), un mago escritor
hace todo por ocultar su magia porque tampoco él sabe cómo hace lo
que hace.
En
Parménides (2005), un escritor del siglo V antes de Cristo,
Perinola, recibe el encargo de un prominente jerarca llamado
Parménides de escribir un libro sobre la naturaleza que ya está
escrito sin palabras “en su cabeza”. Perinola se va a encontrar
rápidamente y durante años enfrentado a una situación inédita
para él: mientras “quiere” escribir algo para Parménides, es
decir para el poder, no logra escribir nada, y sólo cuando deja de
“querer” escribir algo, se pone a escribir el Poema del ser de
Parménides, que es, como todos sabemos, el texto fundador de la
filosofía y de la poesía y más o menos de todo.
Juan
Carlos Onetti es Eladio Linacero
La
primera novela de Juan Carlos Onetti (1909-1994), El pozo (1939) es
un diario escrito por el escritor Eladio Linacero. Esta breve novela
será el antecedente de la narrativa de Onetti y en particular de su
novela más famosa, La vida breve, en la que el personaje
protagónico, Juan María Brausen, es un escritor de guiones
cinematográficos para la publicidad y en la que junto con el otro
guionista, su amigo Stein, van creando a Santa María, una ciudad de
ficción, casi onírica; así como al personaje principal de ese
guión, el médico Díaz Grey.
Santa
María es también el escenario de la obra de Juan Carlos Onetti: "El
astillero" (1961) "Juntacadáveres" (1964) y gran
parte de su narrativa.
Al
fin … por el principio
Cuando
el lector llega a las últimas líneas descubre que en la historia
que acaba de leer, Marcel, el personaje narrador, apenas esta
pensando en cómo la va escribir.
Si,
se trata de la novela de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido y
sus siete volúmenes, una monumental exploración por la memoria y
los recuerdos y por los mecanismos que los hacen funcionar.
“Si me diese siquiera el tiempo
suficiente para realizar mi obra, lo primero que haría sería
describir en ella a los hombres ocupando un lugar sumamente grande
(aunque para ello hubieran de parecer seres monstruosos), comparado
con el muy restringido que se les asigna en el espacio, un lugar, por
el contrario, prolongado sin límite en el Tiempo, puesto que, como
gigantes sumergidos en los años, lindan simultáneamente con épocas
tan distantes, entre las cuales vinieron a situarse tantos días”
(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. El tiempo recobrado.
VII).
Así
que, de regreso al principio, es por ello que la novela empieza con
la evocación que hace Marcel de sus rutinas cuando en las horas de
la noche se dispone para dormir, lo que lo lleva a recordar el
Combray de su infancia y al momento en el que el recuerdo del sabor
en la boca de una magdalena empapado en te le provoca el impulso para
realizar la más extraordinaria exploración en la memoria y en sus
recuerdos.
“Hacía ya muchos años que no
existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del
momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa,
mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en
contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero
luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por
uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que
parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy
pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la
perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los
labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de
magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga
del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo
extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me
invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me
convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres
en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que
opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor
dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo”
(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. El camino de Swan, I).
Como
lector que ya ha sido revolcado por la novela de Marcel Proust, les
sugiero empezar su lectura por el volumen IV, Sodoma y Gomorra,
seguir hasta el final y luego, como el mismo narrador escritor,
regresar a los tres primeros volúmenes, me parece que hace que la
lectura sean más emotiva y entusiasta.
Mejor
dicho, felices lecturas.
Fin.