Henri
Matisse, La alegría de vivir.
http://40.media.tumblr.com/17b1b49c6d1c4619c4fe22b8f895542d/tumblr_na9e99HkYO1qfcut3o1_1280.jpg
Lector
Ludi No. 82
Iván
Rodrigo García Palacios
La
Ciencia del Deseo de lo Bello
La
Ciencia del Deseo de lo Bello es aquella que conoce, sabe y guarda la
memoria y el recuerdo de la escala del descubrir, acumular y
perfeccionar el conocimiento y el saber; conocimiento y saber que se
sienten y se obtienen en el estremecimiento sensual de la carne ante
la visión y contacto con los cuerpos bellos, así como el
estremecimiento sublime de estar poseído por el más trascendental
de los anhelos, pasando por todos los escalones del saber actuar,
saber hacer y saber inventar lo que somos y lo que hacemos.
Es
la ciencia que conoce y sabe de las relaciones, conexiones y
correspondencias entre la vida, el arte y la ciencia y hace de ellas
la acción de buscar, descubrir, acumular y perfeccionar ese
conocimiento y ese saber.
Es
la ciencia que conoce y sabe del qué, cómo y por qué somos un
cuerpo deseante y deseamos lo bello y lo bueno, porque lo
intentamos, lo queremos, lo apetecemos y lo deseamos y porque
guardamos y reproducimos la memoria y recuerdos de los deseos, los
sentimientos, los momentos y lugares en los cuales sentimos placer y
dolor.
Mejor
dicho, es la Ciencia de la Sabiduría.
***
Con
nostalgia y asombro mi amigo Jaime Florez Mesa se encontró o
"descubrió" en los ojos de Rosalinda "La Ciencia de
la Belleza" o "La Ciencia del Deseo de lo Bello", esa
que expone BEROWNE en sus discursos en Trabajos de amor perdido, de
William Shakespeare:
[...] ¿cómo habríais
podido encontrar en la fría meditación cadencias tan ardientes como
esas con las que os han enriquecido los inspiradores ojos de las que
os han enseñado, como verdaderas maestras que son en la
ciencia de la belleza? (William Shakespeare,
Trabajos de amor perdidos, Acto IV, Escena 2).
Porque
Rosalinda es también la encarnación de aquella mítica mujer que
fue Diotima, la de Sócrates, aquella que lo instruyó en "La
Ciencia del Deseo de lo Bello" que no es otra cosa que:
"Deseo
de la generación y procreación en lo bello" (Platón,
Banquete, 206 e).
Ese
deseo que se corresponde con lo que Eros es: deseo del placer y de lo
bello 1,
deseo que se constituye en el objeto de esa "ciencia de lo bello
mismo", esa en la que Diotima instruye a Sócrates y que es el
motivo de todo el discurso en el que él relata y expone aquellas
enseñanzas, la escala hacia "la ciencia de lo bello mismo",
en las que fue "iniciado", escala que es, también, la
escala del deseo:
"Cuando de las
bellezas inferiores se ha elevado, mediante un amor bien entendido de
los jóvenes, hasta la belleza perfecta, y se comienza a entreverla,
se llega casi al término; porque el camino recto del amor, ya se
guíe por sí mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar por las
bellezas inferiores y elevarse hasta la belleza suprema, pasando, por
decirlo así, por todos los grados de la escala de un solo cuerpo
bello a dos, de dos a todos los demás, de los bellos cuerpos a las
bellas ocupaciones, de las bellas ocupaciones a las
bellas ciencias, hasta que de ciencia en
ciencia se llega a la ciencia por excelencia, que no es otra que la
ciencia de lo bello mismo, y se concluye por
conocerla tal como es en sí. ¡Oh, mi querido Sócrates!, prosiguió
la extranjera de Mantinea, si por algo tiene mérito esta vida, es
por la contemplación de la belleza absoluta" (Platón,
Banquete, 211 b-c).
Y
es que los dos diálogos de Platón, Banquete y Fedro, son la
exposición formal de lo que es esa "Ciencia de lo Bello" o
"Ciencia del Deseo" o, mejor, "La Ciencia del Deseo de
lo Bello", esa que ya antes había sido narrada en mitos por
Hesíodo y, luego, planteada por Empédocles como esa ciencia por la
que se explica la Naturaleza y sus períodos de Armonía y Discordia,
Amor y Odio, que dan origen al universo y a todo lo existente en la
danza cósmica de los elementos en la materia y en la energía. Igual
lo hicieron otros de los llamados filósofos presocráticos en sus
filosofías de la naturaleza.
Y
es que esta, "La Ciencia del Deseo de lo Bello", antes que
ciencia o filosofía, es Arte y su lenguaje es el de la poesía. Y es
por ello que todavía sigue siendo válido ese motivo poético de la
Sabiduría, esa que se contempla en los ojos de esa mujer símbolo en
la que se ha encarnado su búsqueda, entre las que cabe mencionar a
la Laura de Petrarca, a la Beatriz de Dante, a la Diana de Bruno, a
la Diotima de Hölderlin, a la Ariadna de Nietzsche ... mujeres
reales o imaginarias trasformadas en Musas por sus enamorados.
Y
es que esa ciencia es Ciencia del Arte, porque primero es el
sentimiento y luego es el pensamiento y es el conocimiento y luego,
finalmente, es el saber: del buen sentir al bien pensar, o sea, del
sentimiento al conocimiento y al pensamiento. Y porque es la
expresión de Eros, del Deseo, de ese generar y procrear en lo Bello,
que no es otra cosa que la búsqueda de lo imposible: La Unidad, como
lo dice Giorgio Colli:
"El eros es la
nostalgia del hombre fragmentado por aquella plenitud perdida, es el
deseo —insaciable porque la unidad jamás podrá ser
reconstituida— " (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, p.
52).
"La
Ciencia del Deseo de lo Bello" es Arte, porque sólo el Arte
puede conferir el poder de "conocer" y explicar la
naturaleza del cuerpo y darle sentido y sentimiento al placer y al
dolor que las fuerzas de la naturaleza, esas que rigen y operan sobre
la materia, provocan sobre el cuerpo en las luchas de la Armonía y
la Discordia, del Amor y del Odio, y que por ello hacen que el
Homo-Humano anhele un sentido y un sentimiento de Unidad en medio de
la dispersión y el caos.
Porque
esa, "La Ciencia del Deseo de lo Bello", es la que explica
el qué, el cómo y el por qué del deseo, ese deseo del que afirma
Spinoza:
"[...]
el deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto que es concebida
como determinada a hacer algo" (Spinoza, Ética, III,
Definiciones de los afectos, I).
A
lo que habría que agregar, también con Spinoza, la explicación del
conatus, el
anhelo. Anhelo que para Spinoza es el conatus:
"PROPOSICIÓN
IX
El alma [mens]
2,
ya en
cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene
confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración
indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Ética, II).
Lo
que se explicaría, también y según Spinoza, que el hombre se
definirá por su anhelo y, en general, todas las cosas por su
conatus.
Conatus
que antes de Spinoza, fue "el furor heroico" que
propusiera Giordano Bruno:
"Estos furores cerca
de los cuales razonamos y cuyos efectos advertimos en nuestro
discurso no son olvido sino memoria, no son negligencia de uno mismo,
sino amor y anhelo de lo bello y
bueno, con los que se procura alcanzar la perfección,
transformándose y asemejándose a los perfecto. No son
embeleso en los lazos de las afecciones ferinas, bajo las leyes de
una indigna fatalidad, sino un ímpetu racional que persigue la
aprehensión intelectual de lo bello y bueno que conoce, y a lo cual
querría complacer tratando de conformársele, de manera tal que se
inflama de su nobleza y su luz, y viene a revestirse de cualidad y
condición que le hagan aparecer ilustre y digno. Por el contacto
intelectual con ese objeto divino, se vuelve un dios; a nada atiende
que no sean las cosas divinas, mostrándose insensible e impasible
ante cosas que por lo común son consideradas las más principales y
por las cuales otros tanto se atormenten" (Giordano Bruno, De
los heroicos furores, I, 3, Tecnos, Madrid, 1978, p. 57).
Y,
en ese orden de ideas, "La Ciencia del Deseo de lo Bello"
explica qué es el Espíritu, o sea, ese anhelo de futuro de la
naturaleza del Homo-Humano. Porque no de otra forma se explica lo que
el Homo-Humano es.
En
fin, "La Ciencia del Deseo de lo Bello", es la ciencia que
hace suya esa teoría de la evolución y de la selección erótica
como la consideró Platón, la misma que propusiera Epicuro y que
expusiera Lucrecio en su poema De rerum natura ... el que
inicia invocando a Venus: "Quae quoniam rerum naturam sola
gobernas" (I, v. 21); Venus, la que gobierna la naturaleza y
la que hace que tanto el poema como el mundo sean guiados por el
placer "... dux vitae día voluptas" (II, v. 172):
Pues
como seas tú la soberana
De
la naturaleza, y por ti sola
Todos
los seres ven la luz del día,
Y
no hay sin ti contento ni belleza,
Vivamente
deseo me acompañes
En
el poema que escribir intento
De
la naturaleza de las cosas".
(Lucrecio,
De rerum natura, Libro I, Invocación a Venus, v. 33-38).
Para
Shakespeare no debieron ser extrañas ni la invocación de Lucrecio a
Venus ni las escrituras de Giordano Bruno ni esa tradición que en el
humanismo italiano hacía de los ojos motivo del poder del Amor y del
ingenio y de la fantasía:
"La fantasía es el
ojo del ingenio" (Giambattista Vico, De antiquissima italorum
sapientia, Opere, p. 303).
Y
de la que también hace gala Dante Alighieri tanto en la Divina
comedia como en La vida nueva:
"En los ojos mi dama
lleva Amor, y se hace / noble todo lo que ella mira" (Dante
Alighieri, La vida nueva, XXI, Siruela, Madrid, 1985, p. 53).
Por algo, su Rosalinda y los discursos de
Berowne también se inspiran en ellos, al igual que lo hizo Bruno en
su comedia Il Candelaio:
"La fascinación de
amor llega con miradas muy frecuentes o incluso con una sola mirada
intensísima, que hace que una mirada se prenda de otra, que los
rayos visuales se encuentren, que la luz se una a la luz. Y entonces
el espíritu se une al espíritu, y el brillo superior guía al
inferior y brillan a través de los ojos corriendo y penetrando hasta
el espíritu interno, donde está enraizado el corazón: así se
produce el incendio amoroso" (Giordano Bruno, Il Candelaio, Acto
I, Escena X, pág. 172).
Son
los mismos ojos en los que Marcel Proust contempla la existencia de
una muchacha y los enigmas de la Ciencia del Deseo de lo Bello:
"Si pensáramos que
los ojos de una muchacha no son más que brillantes redondeles de
mica, no sentiríamos la misma avidez por conocer su vida y penetrar
en ella. Pero nos damos cuenta de que lo que luce en esos discos de
reflexión no proviene exclusivamente de su composición material;
hay allí muchas cosas para nosotros desconocidas, negras sombras de
las ideas que tiene esa persona, de los seres y lugares que conoce
–verdes pistas de los hipódromos, arena de los caminos, por donde
me hubiese arrastrado, pedaleando a campo y a bosque traviesa, esta
perimenudita, más seductora para mí que la del paraíso persa–,
las sombras de la casa en donde va a penetrar ahora, los proyectos
que hace o los proyectos que inspira; en esos redondeles de mica está
ella, con sus deseos, sus simpatías, sus repulsiones, con su
incesante y obscura, voluntad. Así, que sabía yo que, de no poseer
todo lo que en sus ojos se encerraba, nunca poseería a la joven
ciclista. De suerte que lo que me inspiraba deseo era su vida entera;
deseo doloroso por lo que tenía de irrealizable, pero embriagador,
porque lo –que entonces había sido mi vida dejó bruscamente de
ser mi vida total y se transformó en una parte mínima del espacio
que se extendía ante mí y que yo ansiaba recorrer, espacio formado
por la vida de esas muchachas, que me ofrecía esa prolongación y
multiplicación posibles de sí mismo que constituyen la felicidad"
(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido / 2. A la sombra de las
muchachas en flor, Alianza, Madrid, 1997, p. 421).
Por
eso, cuando se habla de "La Ciencia del Deseo de lo Bello",
esa "mirada intensísima" es igual a las de Diotima,
Diana, Venus, Laura, Beatriz, Rosalinda, la otra Diotima, Ariadna ...
esas y tantas otras figuras y motivos de mujer en las que se ha
encarnado el amor o el deseo por "alcanzar la perfección",
la Sabiduría, y la que a tantas y bellas obras y poemas y ciencias y
artefactos han dotado de "cadencias tan ardientes".
***
Hubo
tiempos en los que esa, "La Ciencia del Deseo de lo Bello",
fue estigmatizada y condenada y condenados sus cultores ...
Porque
el deseo no es pues falta, dolor, condena, esa búsqueda desesperada
de "la otra mitad" que dice Aristófanes en Banquete o el
motivo de perdición que fue lo que predominó en la cultura
occidental cristianizada y que, para colmo de males, el deseo fue
psicoanalizado como aberración y como negación del cuerpo, como el
dolor por llenar algún vacío o carencia en una presunta condición
sufriente que no lo es, pues lo que somos es un cuerpo deseante de
placer ... así se cause algún placentero dolor. Porque este cuerpo
siente y desea generar y procrear en lo bello, no por carencia, sino
por deseo pleno; no por dolor, sino por placer, por el anhelo de
futuro, eso que es el espíritu y no por una supersticiosa "pulsión
de muerte".
Pero,
todavía hoy, lo que no se ha explorado es "La Ciencia del Deseo
de lo Bello", esa que propone Platón en Fedro y Banquete, en
donde y a pesar de aquello de la inmortalidad del alma y lo de "la
teoría de las Ideas", de lo que habla Diotima no es de almas
inmortales o "ideas eternas y absolutas", sino de un cuerpo
enamorado que genera, engendra y procrea el espíritu, ese anhelo de
futuro que es el espíritu. Mejor dicho, un cuerpo que se hace alado
por su espíritu.
Es
en Fedro, cuando Sócrates define a Eros como Amor, Deseo, impulso,
fuerza, una locura, una manía, un "entusiasmo" ... El
espíritu alado y deseante de generar y procrear en lo bello:
"Y aquí es,
precisamente, a donde viene a parar todo ese discurso sobre la cuarta
forma de locura, aquella que se da cuando alguien contempla la
belleza de este mundo, y, recordando la verdadera, le salen alas y,
así alado, le entran deseos de alzar el vuelo, y no lográndolo,
mira hacia arriba como si fuera un pájaro, olvidado de las de aquí
abajo, y dando ocasión a que se le tenga por loco. Así que, de
todas las formas de «entusiasmo», es ésta la mejor de las mejores,
tanto para el que la tiene, como para el que con ella se comunica; y
al partícipe de esta manía, al amante de los bellos, se le llama
enamorado" (Platón, Fedro, 249 d-e).
Y
en Banquete, Sócrates relata aquello que le enseño Diotima sobre el
origen de Eros como un demon hijo de Poros, el recursivo, y
Penía, la que todo lo desea, y expone esa "La Ciencia del Deseo
de lo Bello" en la que ella lo instruyó como una ascensión
escalonada hacia "la contemplación de la Belleza absoluta"
y, como ya se citó atrás, hacia el "deseo de la generación
y procreación en lo bello".
E
insisto en la cita:
"¡Oh, mi querido
Sócrates!, prosiguió la extranjera de Mantinea, si por algo tiene
mérito esta vida, es por la contemplación de la belleza absoluta"
(Platón, Banquete, 211 b-c).
Para
ello, hay que haber sido "iniciado".
Dos
mil años después, Giordano Bruno recuperara esa ciencia platónica
y propondrá su propia ciencia a partir de su Arte de la memoria, su
magia y sus vínculos, con la cual se "instruye e inicia"
al "furioso heroico".
***
Desde
entonces se ha interpretado el deseo como "idea" pero no
como la definición científica de un estado del cuerpo, hasta ahora
que las ciencias, en particular las neurociencias, están explorando
y descubriendo a la naturaleza humana en esa materia viva que siente
y siente su sentir y que de ese sentir placer y dolor hace deseo de
placer y rechazo de dolor y hace la conciencia y desarrolla todo
aquello que constituye el funcionamiento y comportamiento del cuerpo,
desde la carne viva ascendiendo a la mente y hasta el espíritu, el
anhelo de futuro, una escala que se inicia con la regulación
homeostática automatizada del cuerpo desde lo biológico a lo mental
y a la conciencia, escala en la cual el deseo es el punto o el
escalón en el que lo que se siente pasa de ser sentido por y en el
cuerpo, a tener sentido en y para la mente ("feeling to
meaning"). En otras
palabras, el deseo es la fuerza que se hace consciencia y que atrae o
empuja hacia el placer y es la fuerza que rechaza y huye del dolor,
conscientemente.
Fue
Platón quien teorizara y propusiera los métodos para conocer y
regular la naturaleza y ejercicio de los deseos, la Erótica
platónica del cuerpo y del espíritu, como lo explica Francis M.
Cornford:
"[...] El Banquete
ha de explicar el papel de Eros en el amante de la sabiduría.
Platón, en la República,
dividía el alma en tres partes: la racional o reflexiva, la
impulsiva o apasionada, y la concupiscente; y define las distintas
virtudes de sabiduría, valor, templanza, y justicia según van
apareciendo en la compleja naturaleza del hombre, en su presente
estado de imperfección. Un punto esencial de esta triple división
es que cada una de las llamadas "partes" del alma se
caracteriza por una forma peculiar de deseo. Además, estas tres
formas de deseo están a su vez caracterizadas por sus objetos
particulares. Así, donde Platón prueba que el tirano es el más
desgraciado de entre todos los hombres, allí también observa que
cada parte del alma tiene su propio goce y su deseo característico y
propio, y que cualquiera de las tres puede tomar el mando sobre las
demás. La parte reflexiva persigue el conocimiento y la sabiduría,
la apasionada apunta al éxito, al honor, al poder; la concupiscente
recibe tal nombre por la especial intensidad de los deseos que
conciernen al sexo y la nutrición; es adquisitiva y gusta del dinero
como de un medio de gratificación sensual. En consecuencia, existen
tres tipos generales de carácter en el hombre, determinados por el
predominio de un apetito o de otro, tres vidas que buscan
respectivamente los goces de la contemplación de la verdad, de la
ambición satisfecha y de las ganancias materiales. Se afirma que, en
algún sentido, los goces inferiores son ilusorios y falsos. Por otra
parte, estas dos partes inferiores del alma no han de ser meramente
aniquiladas y reprimidas. Positivamente resultará mejor que la razón
las rija, por lo que concierne a su propia satisfacción, que no que
resulten libradas a su solo arbitrio. Y, al revés, si cualquiera de
estas dos partes usurpa el mando, no solamente forzaría a las otras
a perseguir falsos placeres, sino que ni siquiera encontraría
satisfacción más auténtica para la que era apta. A tal respecto,
lo peor es lo más bajo. Una vida arbitrada por una tolerancia
sensual fuera de control es lo menos agradable de todo".
(Francis M. Cornford , La filosofía no escrita y otros ensayos / La
doctrina de Eros en el Banquete de Platón /, Ariel, Barcelona, pp.
130-131).
Buena
parte de la filosofía existencial posterior a Platón se fundamenta
en esa propuesta platónica que hasta el cristianismo convirtió en
motivo y doctrina a su modo y conveniencia.
Pero
lo más llamativo de todo esto es que Platón, como lo hacían los
filósofos de la naturaleza de su época, proponía su erótica o
"Ciencia del Deseo de lo Bello" ya incorporada en una
teoría de la evolución y de la selección natural y cultural, que
anticipa lo que ahora hacen las neurociencias.
"Cuando los deseos
de una persona están fuertemente establecidos en una dirección
sabemos que fluyen con la correspondiente parquedad en las restantes,
de la misma suerte que una corriente cuyas aguas hubiesen sido
distribuidas en canales diferentes. Así pues, cuando el flujo de los
deseos se ha fijado en el ir hacia el conocer, en todas sus formas,
el deseo de un hombre se volverá hacia aquellos goces que el alma
tiene por sí misma y abandonará, si es que su amor por la sabiduría
no es fingido, los placeres del cuerpo (Platón, República, 485)"
.
He
aquí lo que dice Francis M. Cornford analizando la mecánica del
deseo de lo bello en República y Banquete:
"Ahora podemos ver
con mayor claridad de qué forma esa virtud de clase ordinaria, a
saber, la armonía de los deseos en una naturaleza compleja, se ve
afectada por el reajuste de los impulsos naturales. A lo largo del
vivir la energía tiene que fluir por todos los canales en la medida
que se requiere. Una parte debe encaminarse a conservar la vida
mortal. El gozo que comportan las funciones del cuerpo atrae la
fuerza necesaria, y es inocente si resulta controlado y no se le
considera como meta de la vida. Otra parte ha de ir a parar a los
intereses y deberes cívicos. Así el amor al poder se satisface y es
recompensado con los honores que otorga la sociedad. Y el amor a la
verdad y a la bondad se verá satisfecho con el ejercicio de la
prudencia o sabiduría práctica. La armonía de los tres elementos
se llevará a cabo por medio de la correcta distribución de la
energía disponible.
Sin embargo, no es éste
el final del tema, ni siquiera del discurso de Diotima. Le toca ahora
definir el objeto común de todo deseo como -la posesión del bien,
con el significativo apéndice de "para siempre". ¿Cómo
pueden los mortales alcanzar tal cosa? Por medio de la operación
característica del Amor, la generación. En todos los seres humanos
está el impulso de traer a luz nuevos hijos, sean del cuerpo o de la
mente. El fin no es el goce individual e inmediato de la belleza,
sino la perpetuación de la vida por medio de un acto creador al que
asiste la Belleza como una diosa del nacer, para dar descanso a los
afanes. La procreación es el atributo divino del animal que muere.
Eros es, en última instancia, el deseo de inmortalidad.
Incluso en sus formas más
bajas Eros traiciona tal cualidad divina, por medio de la cual
alcanza algo que está más allá de su objeto inmediato y aparente,
allende cualquier dicha personal que pueda ser conseguida y
disfrutada en vida del individuo. En el nivel más bajo, en la forma
animal de la pasión del sexo su meta es la inmortalidad de la
especie. "¿No te has dado cuenta -dice Diotima- de que todos
los animales se ven extrañamente afectados cuando -el deseo de
producir vástagos los invade? Están perturbados por la pasión,
primero por copular con otro y después por criar a la joven
criatura; y por su causa el más débil luchará contra el más
fuerte y expondrá su vida, o morirá de hambre por alimentar al
pequeño; nada hay que ellos no hagan (Banquete, 207 a-b)" La
razón es que la naturaleza mortal busca, dentro de los límites de
su poder, existir para siempre y ser inmortal. Esto puede llevarse a
cabo no en la propia persona, sino dejando tras de sí algo nuevo que
reemplace a lo viejo. Toda vida mortal es renovación y cambio
perpetuos, no inalterabilidad al modo de los dioses. Tal es la única
inmortalidad posible a los mortales" (Francis M. Cornford , La
filosofía no escrita y otros ensayos / La doctrina de Eros en el
Banquete de Platón /, Ariel, Barcelona, pp. 136-138).
Como
quien dice, la Ciencia del Deseo de lo Bello es la ciencia del
espíritu, del conatus, del anhelo de futuro, de la
inmortalidad, pero no de la inmortalidad del alma, la inmortalidad de
la especie.
Algo
como lo que ahora dice Michael S. Gazzaniga en referencia a la teoría
evolutiva:
El cerebro humano es en
verdad un extraño mecanismo, diseñado por la selección natural con
un propósito principal: tomar decisiones que favorezcan el éxito
reproductor" (Michael S. Gazzaniga, ¿Qué nos hace humanos?,
Paidós, Barcelona, 2008, p. 43).
***
Pero,
será hasta los tiempos del humanismo italiano y del Renacimiento
cuando los filósofos que descubren y rescatan las obras de Platón y
de otros antiguos maestros y que, en el contexto cultural de la
época, comienzan a proponer nuevas interpretaciones y aplicaciones
de las propuestas platónicas y de otras antiguas ciencias, acordes
con los descubrimientos científicos y las novedosas visiones que del
Homo-Humano, del mundo y del universo que ellos y los científicos
empezaban a formular 3
4.
Heredero
de la erótica platónica y neoplatónica a través de Plotino y
Marsilio Fiscino y otros, Giordano Bruno evoluciona el concepto de
deseo y por selección cultural lo trata ya como un asunto
pre-científico en el que ya se advierte que el deseo es un asunto
del cuerpo que se hace mental y que funciona por la atracción del
placer y por el rechazo del dolor:
«Todos los afectos y
vínculos de la voluntad se reducen y se refieren a dos: la
repugnancia y el deseo,
o el odio y el amor.
Sin embargo, el odio se reduce él mismo al amor, y por ello resulta
que el único vínculo de voluntad es el eros. Está demostrado que
todos los otros afectos que una persona puede sentir sólo son, tanto
formalmente como fundamental y originalmente, amor. Por ejemplo, la
envidia es amor de alguien por sí mismo, y no soporta ni la
superioridad ni la igualdad del otro; el mismo principio se aplica a
la emulación. La indignación es amor por la virtud [ ... ]; el
pudor y el miedo [verecundia, timor] no son más que amor por
la honestidad y por lo que da miedo. Se puede decir lo mismo para los
otros afectos. Por lo tanto, el odio no es más que amor por el
contrario o por lo opuesto, y así mismo, la ira sólo es una especie
de amor. Para todos aquellos que están destinados a la filosofía o
a la magia, es del todo evidente que el vínculo más elevado, más
importante y el más general [vinculum summum, praecipuum et
generalissimum] pertenece al eros: lo que explica que los
platónicos llamaran al amor el gran demonio, daemon magnus»
(*).
[...]
(*) Theses de Magia, t.
LVl, Op. Iat., III, pág. 491. La expresión daemon magnus
viene del Comentario a El banquete, de Ficino, y ha sido transmitida
a consciencia por toda la tradición ficiniana, desde Juan Pico.
(Giordano Bruno, citado
por Ioan P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento 1484, Siruela,
Madrid, 1999, p. 134).
Spinoza
evolucionará más allá y con mayor detalle la propuesta de Bruno y,
al conectar y corresponder el apetito con el deseo, hará evidente
ese paso de lo corporal a lo metal:
"Escolio:
Este esfuerzo, cuando se refiere al alma sola, se llama voluntad,
pero cuando se refiere a la vez al alma y al cuerpo, se llama
apetito; por
ende, éste no es otra cosa que la esencia misma del hombre, de cuya
naturaleza se siguen necesariamente aquellas cosas que sirven para su
conservación, cosas que, por tanto, el hombre está determinado a
realizar. Además, entre «apetito»
y «deseo» no
hay diferencia alguna, si no es la de que él «deseo»
se refiere generalmente a los hombres, en cuanto que son conscientes
de su apetito, y por ello puede definirse así: el
deseo
es el apetito
acompañado de la conciencia del mismo.
Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no
intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos
bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo
intentamos, queremos, apetecemos y deseamos"
(Spinoza, Ética, III, Proposición IX, Escolio,
p. 87).
El
neurocientífico Antonio Damasio explica el deseo como un subproducto
de la conciencia:
"Sufridos
individualmente u observados en el prójimo, el
pathos
y el deseo
son subproductos de la consciencia. No podríamos conocer
ninguno de estos estados personales si no tuviéramos consciencia. No
culpes a Eva por saber; culpa a la consciencia, y dale las gracias"
(Antonio Damasio, Sentir lo que sucede. Cuerpo y emoción en la
fábrica de la consciencia. Editorial Andrés Bello, Santiago de
Chile, 2000, p. 20).
Para
luego incorporar las emociones y los sentimientos:
"Las emociones se
representan en el teatro del
cuerpo. Los sentimientos se representan en el
teatro de la mente (3). Como veremos, las emociones y el
sinnúmero de reacciones asociadas que les sirven de fundamento
forman parte de los mecanismos básicos de la regulación de la vida;
los sentimientos contribuyen asimismo a la regulación de la vida,
pero a un nivel superior. Las emociones y las reacciones relacionadas
parecen preceder a los sentimientos en la historia de la vida. Las
emociones y los fenómenos asociados son el fundamento de los
sentimientos, los acontecimientos mentales que forman la base sólida
de nuestra mente y cuya naturaleza deseamos dilucidar".
(3) En sus escritos sobre
este tema, Spinoza no utiliza la palabra emoción ni la palabra
sentimiento, sino afecto (en latín, affectus), un término
que es apropiado para ambos conceptos. Dice Spinoza: «Por affectus
quiero decir las modificaciones del cuerpo, por las que el poder
activo de dicho cuerpo aumenta o disminuye, es ayudado o constreñido,
y asimismo las ideas de dichas modificaciones» (Spinoza, Ética,
parte III). Cuando desea aclarar su significado preciso acota el
afecto y nos hace saber si se refiere al aspecto en gran parte
externo o al aspecto exclusivamente interno del fenómeno, la emoción
o el sentimiento. Sospecho que vería de buena gana la distinción
que propongo, porque dicha distinción se basa en la identificación
de diferentes acontecimientos en el proceso de «ser afectado»,
precisamente como lo son los términos paralelos de Spinoza, apetito
y deseo.
Tiene interés el hecho
de que una de las traducciones al inglés más generalmente usadas de
las obras de Spinoza (la de H. M. Elwes, publicada en Inglaterra en
1883), traduce el affectus latino por emoción y contribuye a
perpetuar el uso incorrecto de dichos términos. La traducción
americana moderna de Edwin Curley traduce adecuadamente affectus
por afecto. Para complicar todavía más las cosas, Elwes traduce los
términos laetitia y tristitia de Spinoza como placer y
dolor, cuando una traducción más aceptable es felicidad/alegría y
tristeza/pena".
(Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos,
Crítica, Barcelona, 2009, p. 32).
Luego,
Antonio Damasio explica el deseo a partir de las definiciones que
para apetito y deseo propuso Spinoza en su Ética:
"La
palabra apetito
designa el tipo de comportamiento de un organismo ocupado en un
determinado instinto; el término deseo
se refiere a los sentimientos conscientes de tener un apetito
y a la eventual consumación o frustración de dicho apetito"
(Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción
y los sentimientos, Crítica, Drakontos, Barcelona, 2009, p. 38).
Para
contemplar una visión panorámica, el mismo Antonio Damasio
presenta, al final del capítulo dedicado a los apetitos y emociones,
esta síntesis en la que muestra como la misma naturaleza trabaja en
una especie de escala por agregados:
"Desde el cuerpo
activo a la mente . Los fenómenos que hemos analizado en este
capítulo (las emociones propiamente dichas, los apetitos y las
reacciones reguladoras más sencillas) tienen lugar en el teatro del
cuerpo bajo la guía de un cerebro que es congénitamente sabio,
diseñado por la evolución para ayudar a gestionarlo. Spinoza intuyó
esta sabiduría neurobiológica congénita y compendió la intuición
en sus afirmaciones de conatus, la idea de que, por fuerza,
todos los seres vivos tratan de preservarse sin conocimiento
consciente del empeño y sin haber decidido, como entidad individual,
emprender nada. Dicho en pocas palabras, desconocen el problema que
intentan resolver. Cuando las consecuencias de esta sabiduría
natural se cartografían de nuevo en el cerebro, el resultado son los
sentimientos, los componentes fundacionales de nuestra mente.
De forma provisional como veremos, los sentimientos pueden guiar una
empresa deliberada de instinto de conservación y ayudar a la hora de
elegir la manera en que ésta debe tener lugar. Los sentimientos
abren la puerta a una cierta medida de control premeditado de las
emociones automatizadas.
La evolución parece
haber ensamblado la maquinaria cerebral de la emoción y el
sentimiento en entregas parciales. Primero fue la maquinaria para
producir reacciones ante un objeto o acontecimiento, dirigidas al
objeto o a las circunstancias: la maquinaria de la emoción. En
segundo lugar vino la maquinaria para producir un mapa cerebral y
después una imagen mental, una idea, para las reacciones y para el
estado resultante del organismo: la maquinaria del sentimiento.
El primer dispositivo, la
emoción, permitió a los organismos responder de forma efectiva pero
no creativamente a una serie de circunstancias favorables o
amenazadoras para la vida: circunstancias «buenas para la vida» o
«malas para la vida», resultados «buenos para la vida» o «malos
para la vida». El segundo dispositivo, los sentimientos, introdujo
una alerta mental para las circunstancias buenas o malas y prolongó
el impacto de las emociones al afectar de manera permanente la
atención y la memoria. Finalmente, en una fructífera combinación
con los recuerdos pasados, la imaginación y el razonamiento, los
sentimientos condujeron a la aparición de la previsión y a la
posibilidad de crear respuestas nuevas, no estereotipadas.
Como suele ocurrir cuando
se añaden nuevos dispositivos, la naturaleza utilizó la maquinaria
de la emoción como punto de partida y añadió chapuceramente unos
cuantos componentes más. En el principio fue la emoción, pero en el
principio de la emoción fue la acción" (Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos,
Crítica, Barcelona, 2009, p. 80-81).
Y
así, finalmente, el deseo, al convertirse en un sentir consciente,
se integra en la mente a los mecanismos de la memoria, el recuerdo,
los sentimientos, la acción.
"¿Son el hambre y
la sed tan diferentes del deseo sexual? Más simples, sin duda, pero
no realmente diferentes en su mecanismo. Ésta es la razón por la
que los tres puedan fundirse de modo tan fácil y, a veces, incluso
compensarse mutuamente. La principal distinción procede de la
memoria, me atrevería a decir, de la manera en que la remembranza y
redistribución permanente de nuestras experiencias personales
desempeñan un papel en el despliegue del deseo, más aún de lo que
por lo general hacen en el hambre o la sed. (Pero guardémonos de los
gastrónomos y de los connaisseurs de vinos que nos
desengañarán de esta idea.) Sea como sea, hay una rica interacción
entre el objeto de deseo y un cúmulo de memorias personales
pertinentes al objeto: ocasiones pasadas de deseo, aspiraciones
pasadas y placeres pasados, reales o imaginados". (Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los
sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 94).
Y
en este juego entre el objeto de deseo con la memoria y el recuerdo
de los objetos de deseo, se sitúan los métodos por medio de los
cuales se provoca y se produce la manipulación de los deseos, de los
sentimientos y de la voluntad de las personas. Pero ese es el asunto
de "la ingeniería social" que es tratado en otro escrito.
***
Y,
para definir "LO BELLO". Parodiando lo que dice Spinoza de
lo bueno ...
"[...] "LO
BELLO" lo es, no porque lo juzguemos "BELLO", sino que
es "BELLO" porque lo intentamos, queremos, apetecemos y
deseamos y porque place, complace y conmueve los sentimientos más
viscerales ...".
Aquí
es donde nacen el Arte y las Ciencias. El deseo que se hace
sentimiento de "LO BELLO", porque lo "intentamos,
queremos, apetecemos y deseamos" y porque se hace memoria,
recuerdo, imaginación, intuición, que es ya aquello que ya juzgamos
"BELLO":
"Bello,
sin reservas, es el amor a la verdad. Lleva lejos, y es difícil
alcanzar el final de camino. Más difícil es, sin embargo, la vía
de regreso, cuando se quiere decir la verdad. Querer mostrar la
verdad desnuda es menos bello, porque turba como una pasión. Casi
todos los buscadores de verdad han sufrido esta enfermedad, desde
tiempos inmemoriales" (Giorgio Colli, La naturaleza ama
esconderse, Sexto Piso, México, 2009, p. 27).
***
"Bello
es lo que uno ama", Safo.
En
aquellos tiempos el deseo de lo bello era una expresión natural del
aliento vital, lo bello era ese algo por lo que se asciende desde la
carne hasta el espíritu y en su ascenso nos hace lo que somos y
hacemos.
Para
el Sócrates platónico en Hipias Mayor lo bello era:
"Sócrates – Creo
que acabo de encontrar una salida. Mira a ver. Si decimos que es
bello lo que nos produce
satisfacción, no todos los placeres, sino los producidos por
el oído y la vista, ¿cómo saldríamos adelante? Los seres humanos
bellos, Hipias, los colores bellos y las pinturas y las esculturas
que son bellas nos deleitan al verlos. Los sonidos bellos y toda la
música y los discursos y los mitos nos hacen el mismo efecto, de
modo que si respondemos a nuestro atrevido hombre: «Lo
bello, amigo, es lo que produce placer por medio del oído o de la
vista», ¿no le contendríamos en su atrevimiento?
Hipias – Me parece,
Sócrates, que ahora has dicho bien qué es lo bello" (Platón,
Hipias Mayor, 298 a- b).
En
otras palabras, para Safo lo bello es:
"Dicen
unos que una tropa de jinetes, otros la infantería
y
otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra
oscura
es lo más bello: mas yo digo
que
bello es lo que uno ama".
(Safo,
fragmento 16. Puede verse en Luque, Aurora, Los dados de Eros.
Antología de poesía erótica griega, Madrid, Hiperión, 2001, p.
79).
Así
lo explica Hermann Fränkel, en referencia a lo que era bello y bueno
para Safo, la poeta de los apetitos, los deseos y los sentimientos
propios y particulares, físicos y anímicos y nunca idealizados, en
anticipación a uno de los conceptos de la filosofía griega y,
luego, a lo bueno y bello en Spinoza:
"No deseamos lo que
es bello en sí, sino que encontramos bello lo que deseamos. Esto
anticipa la tesis del sofista Protágoras según la cual el hombre es
la medida de todas las cosas. No es raro que, en esta época, la
poesía vaya por delante de la filosofía, preparándole el camino"
(Hermann Fränkel, La poesía y la filosofía de la Grecia Arcáica,
Visor (La balsa de la Medusa), Madrid, 1993, p. 184).
Ahora
y sin equiparar eso de "la Belleza" con "el Bien",
como se acostumbra en ciertas filosofías y morales que inauguraran
Platón y exaltara Plotino, y haciendo una excepción con lo bello en
el sentir místico, de lo que no me ocupare ahora, si me gustaría
establecer unas correspondencias entre lo bueno y lo bello, pero
parodiando, como lo hice atrás con lo que dice Spinoza de la
mecánica "del deseo de lo bueno" y lo que ahora las
neurociencias demuestran tanto para "bien" como para "mal",
pues, así como por el deseo de lo bello el Homo-Humano conoce y se
conoce, también los poderosos lo utilizan para manipular a las
personas en lo que son, desean y hacen.
Esta
es la mecánica de Spinoza, repitiendo lo ya citado:
"Así pues, queda
claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos,
apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al
contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos,
apetecemos y deseamos" (Spinoza,
Ética, III, Proposición IX, Escolio, p. 87).
Aplicando
esa mecánica para "LO BELLO", en la que "LO BELLO"
lo es, no porque lo juzguemos "BELLO", sino que es "BELLO"
porque "lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos" y
porque nos place, complace y conmueve nuestros sentimientos más
viscerales, es decir, que el arte y la materia del arte, más que de
la intuición, nacen del deseo, del sentimiento; el mismo deseo y
sentimiento que comparten el artista y el espectador, deseo y
sentimiento del que si puede decirse que se expresan, para ambos, en
una intuición, es decir, un conocimiento propio y particular que
artista y espectador también comparten. Y así, de esa forma, el
Arte si es un arte único, el arte que nace y asciende del sentir, al
deseo, al sentimiento, a la imaginación, a la intuición, al
pensamiento, al anhelo de expresar y manifestar la Unidad y el Todo,
a partir, no de la incoherencia, sino de la diversidad, la
diferencia, la variedad, la disparidad, la pluralidad, la
complejidad, la heterogeneidad, la multiplicidad, que son los asuntos
de la imaginación y del arte y cuyos productos, efectos y
consecuencias son, también, en y para la ciencia puntos de partida,
porque combinando multiplicidad y unidad, la ciencia establece otras
coherencias.
Será
Giordano Bruno quien con sus artes de la memoria, la magia de los
vínculos y sus heroicos furores proponga un método de la
imaginación y de la intuición:
"Sólo en virtud de
aquellas cosas que preexisten en nosotros conseguimos no sólo las
imágenes, sino también las formas, virtudes, y en suma la sustancia
en aquello que se participan y comunican. Así, por lo conocido
adquirimos el conocimiento de lo desconocido... Por lo que tenemos
poseído y concebido de antemano logramos aquello de lo que carecemos
y deseamos. Sólo recoge el que sembró, y al que nada tiene nada se
le dará... Conviene por consiguiente que haya previamente algunos
principios y semillas de donde nazca la ilimitada abundancia de las
imágenes y las cosas imaginables" (Giordano Bruno, De Imaginum,
signorum et idearum compositione).
Mecánica
que conduce hacia la imaginación, la que es expuesta por Giordano
Bruno en ese lenguaje común a los intelectuales renacentistas, y que
se corresponde evidentemente con la mecánica con la que funciona el
cerebro tal y como los neurocientíficos descubren en la actualidad:
"La potencia
imaginativa es como un pintor, esto es, como el consolidador de
imágenes, que fabrica haciendo múltiples combinaciones con las
cosas vistas y oídas. Fácilmente empero podermos conocer a la
imaginación, que se rige por las leyes de la razón; siempre muestra
y manifiesta, ciertamente, en la superficie de los sentidos el orden
y la trabazón más idóneas de miembros con miembros. Más nosotros
también enseñamos ... el arte que de todas las cosas hace todas las
cosas" (Giordano Bruno, De imaginum, signorum et idearum
compositione).
Esto
se corresponde con lo que dije en LA FANTÁSTICA No. 5, cuando mostré
las explicaciones del neurólogo del University College London, Karl
Friston, sobre cómo funcionan la genialidad y la creatividad en el
cerebro y en la mente.
Es
así que la intuición es tratada también como asunto del conocer en
las neurociencias, tal como lo que dice Antonio Damasio al referirse
a lo que Spinoza llama "Ciencia intuitiva" que es la misma
que había sido propuesta por Giordano Bruno:
"Spinoza considera
que la intuición es el medio más refinado de conseguir el saber; la
intuición es el saber de Spinoza del tercer tipo. Pero la intuición
sólo se da después de que acumulemos conocimientos y utilicemos la
razón para analizarlos" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica,
Drakontos, Barcelona, 2009, p. 253).
Como
que la definición de Spinoza a su "Ciencia intuitiva" es:
[...] «ciencia
intuitiva»: conocimiento que va del concepto de los atributos hacia
la realidad de las cosas" (Spinoza, Ética, II, Propocición XL,
Escolio II).
Lo
que, como puede verse, ya nos pone en los terrenos de las
neurociencias y nos delimita los territorios del sentir y del pensar,
del conocer y del saber, como ya había sido explicado por las citas
de Ernesto Grassi (ver: LA FANTÁSTICA, No. 6) y que, para el caso,
significa la escala del deseo: del sentido al sentimiento, a la
imaginación, a la intuición, al pensamiento, al anhelo, el espíritu
o para ser más enfático, la composición de las materias del Arte y
de la Ciencia.
Lo
que conecta con la teoría combinatoria de múltiples y variadas
hipótesis para obtener un resultado óptimo, el que lo será tanto
para el científico como para el artista, como ya lo había dicho
Karl Friston (ver: LA FANTÁSTICA, Nos. 5 y 6). Igualitico a lo dicho
por Giordano Bruno, a lo de la "Ciencia intuitiva" de
Spinoza, a lo dicho por Antonio Damasio y lo de Karl Friston en lo de
la combinación de varias y diversas hipótesis y a todo lo demás ya
dicho antes.
Aquí
es donde puedo decir que la intuición es un conocer o saber que se
produce en el momento en el cual los apetitos no conscientes se hacen
deseos y sentimientos conscientes e imaginación y "se ilumina
el bombillo": ¡Eureka! Del sentir al imaginar y al pensar.
Igual para el arte que para la ciencia, pero, tanto para la una como
para la otra, con sus métodos, procedimientos y resultados propios y
particulares.
He
ahí unificada "La Ciencia del Deseo de lo Bello" por su
materia: "EL DESEO" y el sentimiento por "LO BELLO",
que, en el caso del Arte, es la misma para el artista y para el
espectador. La expresión, la obra, el resultado, es aquello a lo que
ambos deben acceder, acceso que se produce cuando las neuronas espejo
ejercitan sus funciones -imitación, anticipación, proyección,
alerta, empatía- integradas en el cerebro en y con las emociones, en
el proceso por el cual se imagina, se conoce, se sabe y se relacionan
los unos con los otros y cada cual con el mundo, que es de lo que se
trata en la intuición:
"En el fondo, ¿qué
es lo que los seres humanos hacemos durante todo el día? Leemos el
mundo, en especial, a las personas con las que interactuamos"
(Marco Iacoboni, Las neuronas espejo, Katz, Buenos Aires, 2009, p.
13).
Pero,
como todo en la teoría de la evolución y de la selección natural
es porque cumple un papel determinante en el cumplimiento de los
imperativos de la vida (supervivencia, reproducción y adaptación),
tanto esa lectura que se hace del mundo y de los otros como las
funciones de las neuronas espejo, cumplen una una función primordial
para el éxito de la especie, tal el caso de la función que explica
Marco Iacoboni:
"Las neuronas espejo
nos permiten comprender las intenciones de otras personas".
[...]
"Tal como afirmé
antes, el hecho de que las neuronas espejo codifican en modo
diferente el mismo movimiento prensil asociado con distintas
intenciones –no sólo cuando lo realizamos, sino también cuando lo
observamos en otros– sugiere que el cerebro humano es capaz de
reflejar especularmente los aspectos más profundos de la mente de
los demás, aun a ínfima escala unicelular". (Marco Iacoboni,
Las neuronas espejo, Katz, Buenos Aires, 2009, p. 40).
Pero
como la cosa es con el arte y las ciencias, también escribe Marco
Iacoboni:
"En su famoso cuento
“La carta robada”, Edgar Allan Poe escribe, a través de las
palabras del protagonista C. August Dupin: “Si quiero averiguar si
alguien es inteligente, o estúpido, o bueno, o malo, y saber cuáles
son sus pensamientos en ese momento, adapto lo más posible la
expresión de mi cara a la de la suya, y luego espero hasta ver qué
pensamientos o sentimientos surgen en mi mente o en mi corazón,
coincidentes con la expresión de mi cara” (∗). ¡Cuánta
preciencia! Poe no podría haber elegido una mejor manera de penetrar
en la vida interna de sus personajes. Sin embargo, no fue el único.
En la literatura científica sobre las emociones, la teoría de que
la experiencia emocional cobra forma mediante los cambios de la
musculatura facial –la “hipótesis de la retroalimentación
facial”– tiene muchos antecedentes. Charles Darwin y William
James fueron dos de los primeros en escribir sobre el tema (aunque
Poe se adelantó a ambos por varias décadas). Darwin escribe: “La
expresión libre de una emoción se intensifica por medio de signos
externos. Por otro lado, la represión de todos sus signos exteriores
suaviza nuestra emoción”. Para James, el fenómeno significa que
“nuestra vida mental está entretejida con nuestro marco corpóreo,
en el sentido más literal del término”(76 )
(∗) Traducción tomada
de: Edgar Allan Poe, La carta robada, traducida por Julio Cortázar,
Cuentos, vol. 1, Alianza Editorial, 1970, p. 525.
(76 ) Poe, E. A., The
tell-tale heart and other writings, Nueva York, Bantam Books, 1982;
Darwin, C., The expression of the emotions in man and animals,
University of Chicago Press, 1965; James, W., 1890, “What is an
emotion?”, en Calhoun, C. y R. C. Solomon (eds.), What is an
emotion?, Nueva York, Oxford University Press, 1984, pp. 125-142.
(Marco Iacoboni, Las
neuronas espejo. Empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de
cómo entendemos a los otros, Katz, Buenos Aires, 2009. P. 120-121).
En
fin, la intuición es el primer paso del saber consciente, del
anticiparnos e imaginar las intenciones y compartir los sentimientos
de los otros, así como del anticipar y proyectar el futuro en el
tiempo y en el espacio, como el caso que propone un sociólogo del
arte:
“Especialmente
importantes son las averiguaciones del arte sobre los fenómenos para
cuya investigación la ciencia todavía no posee los medios
adecuados; la intuición artística anticipa conocimientos que sirven
de guía a la investigación” (Hauser, 1982: 16). (Hauser, Arnold
(1982) Fundamentos de la Sociología del Arte. Barcelona:
Guadarrama).
***
Sobre
LA IMAGINACIÓN:
"Admirable
parentesco que se da entre los verdaderos poetas -a los que se
asimilan los músicos por ser idéntica la especie a que ambos hacen
referencia-, los verdaderos pintores y los verdaderos filósofos;
puesto que la verdadera filosofía es tanto música o poesía como
pintura; la verdadera pintura es tanto música como filosofía; la
verdadera poesía -o música- es tanto pintura como cierta divina
sabiduría" (Giordano Bruno, De Imaginum, signorum et idearum
compositione).
"[...] pues no es
filósofo sino quien imagina (fingit) y pinta, por lo que no sin
razón se dice que "intelegir es especular con imágenes y el
intelecto es imaginación o no es sin imaginación" [...]. Del
mismo modo que nada intelegimos sin imagen, tampoco recordamos nada
sin imagen" (Giordano Bruno, Sigillus sigillus sigillorum).
***
"La
imaginación es la loca de la casa" (Teresa de Ávila).
Hasta
el momento hemos hablado de la imaginación de variados modos y
maneras, pero no nos hemos ocupado de cuál es el sentido y la
importancia específica de esa función del cerebro del Homo-Humano
en la evolución y en la selección natural y cultural, así como su
contribución en el éxito individual y de la especie. Pues bien, eso
esta planteado en lo que dice Antonio Damasio:
"Las criaturas
conscientes cuentan con algunas ventajas: pueden establecer un
vínculo entre el mundo de la regulación automática (el de la
homeostasis básica entretejido con el proto-self) y el mundo
de la imaginación (donde imágenes de diversas modalidades pueden
combinarse y generar nuevas imágenes de situaciones que aún no
suceden). El mundo de las creaciones imaginarias -el de la
planificación, de la formulación de escenarios y predicción de
resultados- se conecta con el mundo del proto-self. La
sensación de self vincula pronósticos y automatismo
preexistente.
La consciencia no es el
único medio de generar respuestas adecuadas a un entorno para lograr
la homeostasis: solo es el medio más nuevo y sofisticado de hacerlo,
y desempeña su función desbrozando caminos para la creación de
respuestas novedosas en un entorno no previsto en el diseño del
organismo, en términos de respuestas automáticas.
Diría que la
consciencia, en su diseño actual, obliga al mundo de la imaginación
a ocuparse prioritariamente del individuo, de un organismo
individual, de un self en su acepción más amplia"
(Antonio Damasio, Sentir lo que sucede. Cuerpo y emoción en la
fábrica de la consciencia. Editorial Andrés Bello, Santiago de
Chile, 2000, p. 330).
Según
se deduce de la cita anterior, la imaginación es la que le permite
al individuo "ver" y elaborar planes de acción a partir de
la información no consciente y prever, pronosticar y proyectar
conscientemente las situaciones, circunstancias, escenarios y
resultados en el tiempo y en el espacio. Espacios y tiempos que son,
por igual, pasados, presentes o futuros, reales o imaginarios, todos
a una, desde prever el futuro hasta inventar historias y mundos, así
como elaborar la historia de la conciencia presente en tiempo real,
todo con el fin de lograr el imperativo de la vida: el éxito en la
supervivencia del individuo y el de la especie.
La
imaginación es la función y la habilidad del cerebro de tener
"visión en imágenes" y mejor lo dejamos así, pues el
asunto de la imaginación, lo de la representación, lo de lo
sensible y lo de las imágenes mentales, todavía es una polémica
"Moebius", siempre la misma, sin fin.
Aparte
de lo anterior, imaginar es pues ese tener "visión en
imágenes", significa no sólo "ver y sentir" imágenes
reales o abstractas o ficticias o fijas o dinámicas o pasadas o
presentes, sino, y lo más complejo, integrar en esas imágenes la
información que procesan todos los sentidos y que es afectada por
los sentimientos; además, también, convertirlas en materia para la
combinación e integración en otras actividades superiores de la
mente y la producción de nuevos y originales objetos de la
imaginación y del pensamiento, lo cual está conectado a su vez con
la memoria, los recuerdos, el deseo, los sentimientos, en fin, son
funciones que se integran en el cerebro y en la mente para regir y
dirigir la acción inmediata o mediata, real o imaginaria del
individuo, tal y como lo proponen, en el campo de las neurociencias,
Gerald M. Edelman y Giulio Tononi, quienes han dedicado un libro a
explicar "cómo la materia se convierte en imaginación",
por el funcionamiento y la acción del cerebro y la mente 5:
"Esta
memoria dispone de propiedades que permiten que la percepción altere
el recuerdo y que el recuerdo altere la percepción. No tiene un
límite de capacidad definido, puesto que genera «información» por
medio de la construcción. Es robusta, dinámica, asociativa y
adaptativa. Si nuestra concepción de la memoria es correcta, en los
organismos superiores cada acto de percepción es, hasta cierto
punto, un acto de creación, y cada acto de la memoria es, hasta
cierto punto, un acto de imaginación. La memoria biológica es, por
tanto, creativa y no estrictamente replicativa. Es una de las bases
esenciales de la conciencia" (Gerald M. Edelman, Giulio Tononi,
El universo de la conciencia. Cómo la materia se convierte en
imaginación, capítulo 15: El lenguaje y el yo, Crítica, Barcelona,
2005, p. 126).
Edelman
y Tononi hablan de percepción y memoria, el recuerdo, de las
imágenes que se producen a partir de la información suministrada
por los sentidos, las cuales se integran para formar las imágenes
complejas por medio de las cuales "imaginamos el mundo" o,
para decirlo en otras palabras, "construimos el mundo mental"
que sentimos y en el que somos y habitamos.
Esa
memoria y recuerdos de los que hablan Edelman y Tononi es la misma de
la que habla el neurobiológo Eric R. Kandel y, además, de la
función del recuerdo en la definición de lo que somos:
"Los aportes de la
nueva ciencia de la mente se manifiestan plenamente en la actual
comprensión de los mecanismos moleculares que utiliza el cerebro
para almacenar los recuerdos. La
memoria –capacidad de adquirir y almacenar información sumamente
diversa, desde las nimiedades de la vida cotidiana hasta las
complejas abstracciones de la geografía y del álgebra– es uno de
los aspectos más notables del comportamiento humano. Nos
permite resolver problemas que afrontamos a diario evocando
simultáneamente varios hechos a la vez, cosa vital para la
resolución de problemas. En un sentido más amplio, confiere
continuidad a nuestra vida: nos brinda una imagen coherente del
pasado que pone en perspectiva la experiencia actual. Esa imagen
puede no ser racional ni precisa, pero es persistente. Sin la fuerza
cohesiva de la memoria, la experiencia se escindiría en tantos
fragmentos como instantes hay en la vida, y sin el viaje en el tiempo
que nos permite hacer la memoria, no tendríamos conciencia de
nuestra historia personal ni manera de recordar las alegrías que son
los luminosos mojones de la vida. Somos
quienes somos por obra de lo que aprendemos y de lo que recordamos"
(Eric R. Kandel, En busca de la memoria: nacimiento de una nueva
ciencia de la mente - 1a ed. - Buenos Aires : Katz, 2007. p. 28).
Ahora
bien, esa combinación e integración de las actividades superiores
de la mente: imaginación y pensamiento, se originan a partir de la
acción y de la emoción y, desde allí, sucesivamente, en la escala
por la cual la evolución y la selección natural y cultural
desarrollaron tales funciones, como lo explica Antonio Damasio:
"Desde el cuerpo
activo a la mente. Los fenómenos que hemos analizado en este
capítulo (las emociones propiamente dichas, los apetitos y las
reacciones reguladoras más sencillas) tienen lugar en el teatro del
cuerpo bajo la guía de un cerebro que es congénitamente sabio,
diseñado por la evolución para ayudar a gestionarlo. Spinoza intuyó
esta sabiduría neurobiológica congénita y compendió la intuición
en sus afirmaciones de conatus, la idea de que, por fuerza, todos los
seres vivos tratan de preservarse sin conocimiento consciente del
empeño y sin haber decidido, como entidad individual, emprender
nada. Dicho en pocas palabras, desconocen el problema que intentan
resolver. Cuando las consecuencias de esta sabiduría natural se
cartografían de nuevo en el cerebro, el resultado son los
sentimientos, los componentes fundacionales de nuestra mente. De
forma provisional como veremos, los sentimientos pueden guiar una
empresa deliberada de instinto de conservación y ayudar a la hora de
elegir la manera en que ésta debe tener lugar. Los sentimientos
abren la puerta a una cierta medida de control premeditado de las
emociones automatizadas.
La evolución parece
haber ensamblado la maquinaria cerebral de la emoción y el
sentimiento en entregas parciales. Primero fue la maquinaria para
producir reacciones ante un objeto o acontecimiento, dirigidas al
objeto o a las circunstancias: la maquinaria de la emoción. En
segundo lugar vino la maquinaria para producir un mapa cerebral y
después una imagen mental, una idea, para las reacciones y para el
estado resultante del organismo: la maquinaria del sentimiento.
El primer dispositivo, la
emoción, permitió a los organismos responder de forma efectiva pero
no creativamente a una serie de circunstancias favorables o
amenazadoras para la vida: circunstancias «buenas para la vida» o
«malas para la vida», resultados «buenos para la vida» o «malos
para la vida». El segundo dispositivo, los sentimientos, introdujo
una alerta mental para las circunstancias buenas o malas y prolongó
el impacto de las emociones al afectar de manera permanente la
atención y la memoria. Finalmente, en una fructífera combinación
con los recuerdos pasados, la imaginación y el razonamiento, los
sentimientos condujeron a la aparición de la previsión y a la
posibilidad de crear respuestas nuevas, no estereotipadas.
Como suele ocurrir cuando
se añaden nuevos dispositivos, la naturaleza utilizó la maquinaria
de la emoción como punto de partida y añadió chapuceramente unos
cuantos componentes más. En el principio fue la emoción, pero en el
principio de la emoción fue la acción" (Antonio Damasio, En
busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos,
Crítica, Barcelona, 2009, p. 80-81).
Emociones,
sentimientos y recuerdos son los mecanismos que hacen funcionar a la
imaginación que es la que inventa lo que somos y lo que hacemos y el
universo en donde habitamos: de la naturaleza a la cultura.
Luego
vendrán los científicos de la neurociencias cognitivas para
explicar cómo la imaginación nos permite construir y explicar las
imágenes y los conceptos mediante los cuales nos explicamos y
explicamos lo qué, cómo y por qué somos y estamos en el mundo, tal
y como lo hacen George Lakoff y Mark Johnson cuando hablan de "la
imaginación encarnada" y de la metáfora 6
***
Vistas
así las cosas, mirar hacia el pasado para ver cómo las ciencias,
las artes y las filosofías comprendieron y explicaron la imaginación
y sus manifestaciones en los Homo-Humanos, es encontrarse con
aquellos que las consideraron, junto con las otras actividades
superiores de la mente, como algo excepcional y sin conexión con la
evolución y la selección natural. Pero, también, con aquellos
otros que, enfrentando peligros letales, afirmaban que la imaginación
no sólo era una función más del cerebro, sino que también era la
más poderosa fuerza con la cual los Homo-Humanos se hacen a sí
mismos y hacen su mundo 7.
De
todos ellos y como cima de una tradición, me encanta recordar a
Giordano Bruno, no sólo por sus hipótesis atrevidas, las que pagó
con su la vida en la hoguera de la Inquisición, sino por su visión,
con la que anticipó algunas de las ciencias actuales, como los
infinitos mundos en la astronomía, así como la imaginación y "la
mente artificial" en las ciencias de la mente y del cerebro, al
igual que su magia y vínculos que son la anticipación de esa
materia que exploran "la ingeniería de la mente" y "la
ingeniería social" con cuyos métodos ahora se manipulan los
deseos y sentimientos de individuos y comunidades 8.
Pero,
para nuestro caso, en esas propuestas de Giordano Bruno también él
propone una "Ciencia del Deseo de lo Bello" con la
combinación de memoria, recuerdos, vínculos y magia con los que se
instruye o "inicia" al furioso heroico.
Para
Giordano Bruno, la imaginación es:
"Entender
es o imaginación o imaginar algo. Por eso sabemos que no se puede
realizar ninguna operación conveniente con nuestra naturaleza sin
ciertas formas o figuras, que por medio de los sentidos externos son
concebidas a partir de los objetos sensibles y que se establecen y se
digieren en los sentidos interiores" (Giordano Bruno, De
Imaginum, signorum et idearum compositione).
A
lo que se agrega esta mecánica para el funcionamiento de la
imaginación:
"Sólo en virtud de
aquellas cosas que preexisten en nosotros conseguimos no sólo las
imágenes, sino también las formas, virtudes, y en suma la sustancia
en aquello que se participan y comunican. Así, por lo conocido
adquirimos el conocimiento de lo desconocido... Por lo que tenemos
poseído y concebido de antemano logramos aquello de lo que carecemos
y deseamos. Sólo recoge el que sembró, y al que nada tiene nada se
le dará... Conviene por consiguiente que haya previamente algunos
principios y semillas de donde nazca la ilimitada abundancia de las
imágenes y las cosas imaginables" (Giordano Bruno, De
Imaginum, signorum et idearum compositione).
Mecánica
que conduce hacia el conocimiento y al poder de la imaginación y que
son expuestos por Giordano Bruno en ese lenguaje común a los
renacentistas, pero que se corresponde evidentemente con la mecánica
con la que funciona el cerebro tal y como los neurocientíficos lo
explican en la actualidad:
"La potencia
imaginativa es como un pintor, esto es, como el consolidador de
imágenes, que fabrica haciendo múltiples combinaciones con las
cosas vistas y oídas. Fácilmente empero podemos conocer a la
imaginación, que se rige por las leyes de la razón; siempre muestra
y manifiesta, ciertamente, en la superficie de los sentidos el orden
y la trabazón más idóneas de miembros con miembros. Más nosotros
también enseñamos ... el arte que de todas las cosas hace todas las
cosas" (Giordano Bruno, De imaginum, signorum et idearum
compositione).
Esto
se corresponde con lo que dije en LA FANTÁSTICA No. 5, cuando mostré
las explicaciones del neurologo del University College London, Karl
Friston, sobre cómo funcionan la genialidad y la creatividad en el
cerebro y en la mente.
A
lo que se puede agregar la explicación de Rodolfo Mondolfo a esa
mecánica de la imaginación en Bruno y a sus implicaciones en el
desarrollo de las ciencias, para el caso, las ideas de Leibniz:
"Una
anticipación de la teoría de la continuidad de Leibniz se afirma
clara y explícitamente en Bruno. La sensibilidad (dice) en sí misma
no hace otra cosa que sentir; en la imaginación percibe más
profundamente que es ella la que siente; en la razón percibe que
ejerce la propia actividad imaginativa; en el entendimiento se da
cuenta de que desarrolla una actividad
raciocinadora; en la mente divina, en fin,
observa la propia inteligencia («sensus
in se sentii tantum;
in imaginatione persentit etiam se
sentire..., in ratione imaginari se
percipit..., in intellectu animadvertit
se argumentan..., in divina
mente intelligentiam suam tuetur»
(Sigillus sigillus sigillorum)
(Rodolfo Mondolfo, Figuras e ideas de la filosofía del Renacimiento
/ Giordano Bruno, Icaria, Barcelona, 198o, p. 57).
Y,
como lo dije antes,Giordano Bruno propone a la imaginación como el
gran poder:
"¿Por qué, digo
yo, son tan pocos los que comprenden y hacen suyo el poder interior?
... Aquel que ve en sí mismo todas las cosas es, a un mismo tiempo,
todas las cosas" (Giordano Bruno, De Imaginum, signorum et
idearum compositione).
Exponer,
explicar y enseñar a descubrir en uno mismo, así como aprehender y
aprender a manejar el poder de la imaginación, esa instrucción o
"iniciación", como la que hizo Diotima con Sócrates, es
para mi lo más importante de la vida y la obra de Giordano Bruno.
Pero,
es ahí donde las propuestas de Giordano Bruno fueron
malinterpretadas, estigmatizadas y olvidadas, algo que bien convenía
a quienes lo condenaron a la hoguera, pues "el idioma de la
imaginación" 9
que era el punto de partida para esa instrucción o "iniciación",
no fue conectado, relacionado y correspondido con aquella
"iniciación", la instrucción de Diotima a Sócrates, o
sea, la misma la instrucción e "iniciación" del furioso
heroico, esa que para Bruno está conformada e integrada por los
artes de la memoria, el recuerdo, la magia, los vínculos y la
erótica del furioso heroico, que es lo que nos conecta con "La
Ciencia del Deseo de lo Bello" que estamos proponiendo y de la
que Giordano Bruno es un noble antecesor:
"Estos furores cerca
de los cuales razonamos y cuyos efectos advertimos en nuestro
discurso no son olvido sino memoria, no son negligencia de uno mismo,
sino amor y anhelo de lo bello y
bueno, con los que se procura alcanzar la perfección,
transformándose y asemejándose a los perfecto. No son embeleso en
los lazos de las afecciones ferinas, bajo las leyes de una indigna
fatalidad, sino un ímpetu racional que persigue la aprehensión
intelectual de lo bello y bueno
que conoce, y a lo cual querría complacer tratando de conformársele,
de manera tal que se inflama de su nobleza y su luz, y viene a
revestirse de cualidad y condición que le hagan aparecer ilustre y
digno. Por el contacto intelectual con ese objeto divino, se vuelve
un dios; a nada atiende que no sean las cosas divinas, mostrándose
insensible e impasible ante cosas que por lo común son consideradas
las más principales y por las cuales otros tanto se atormenten"
(Giordano Bruno, De los heroicos furores, I, 3, Tecnos, Madrid, 1978,
p. 57).
Y
como dije antes, Giordano Bruno fue el filósofo que elevó la
imaginación a la condición superior que esa expresión de la
naturaleza humana exige si se quiere explicar el sentido y destino
del Homo-Humano, pues sin ella no seríamos lo que somos, así que
para concluir estas notas, trascribo lo que dice Ignacio Gómez de
Liaño:
"Cuando
Bruno trata del amor, del heroico furor que impulsa al héroe a
trascender su condición actual, a fin de explorar los secretos del
universo y del saber, hasta llegar a una meta que, sin embargo, jamás
podrá alcanzar, su discurso es, ante todo, un comentario y una glosa
filosófica en torno a las imágenes; y su héroe furioso es un ser
que se mira en los espejos que le ofrecen las imágenes de la
realidad, en su anhelo de penetrar en un mundo cada vez más
sintético y comprensivo, en el punto divino que armoniza los
contrarios y así concentra toda la energía e inteligencia del
universo" (Ignacio Gómez de Liaño, prólogo a su traducción
de las obras de Giordano Bruno: Expulsión de la bestia triunfante y
De los heroicos furores, Siruela, Madrid, 2011, p. 16).
Pero
es necesario aclarar algo, tal y como lo hace María Rosario González
Prada en la introducción a su traducción de Los heroicos furores:
"Este ascenso
místico se nos describe en los Furores en términos platónicos, de
tal manera que podría sugerir al lector de los anteriores diálogos
un retorno a posiciones neoplatónicas. Sin embargo, si bien es
cierto que la inspiración del diálogo se debe fundamentalmente a la
filosofía de Marsilio Ficino y que toda la tradición platónica y
neo- platónica está en gran medida presente en Bruno, una lectura
atenta de la obra desde la perspectiva del resto de los diálogos
italianos -a los cuales viene en cierto modo a servir de conclusión-
pone de manifiesto que Bruno se sirve del esquema conceptual
platónico-ficiniano para caracterizar un ascenso que es también de
tipo místico; en este caso, sin embargo, será un
ascenso cognoscitivo y no ya ontológico, como lo era el
platónico" (Giordano Bruno, Los heroicos furores, María
Rosario González Prada, Introducción, Tecnos, Madrid, 1987, p.
XIV).
Porque,
al fin y al cabo, es en la imaginación en la que nos hacemos y
hacemos el mundo en el que somos y estamos. O, para repetir las
palabras de Giordano Bruno citadas antes y que si bien estaban
dirigidas al filósofo, también se aplican para el común de los
mortales, pues para unos y otros, el cerebro y la mente funcionan
igual:
"[...] pues no es
filósofo sino quien imagina (fingit) y pinta, por lo que no
sin razón se dice que "intelegir es especular con imágenes y
el intelecto es imaginación o no es sin imaginación" [...].
Del mismo modo que nada intelegimos sin imagen, tampoco recordamos
nada sin imagen" (Giordano Bruno, Sigillus sigillus
sigillorum).
***
Ahora,
algunas explicaciones sobre el SENTIMIENTO.
Siguiendo
el ascenso en la escala de la naturaleza humana, siguen las emociones
y los sentimientos, paso previo y necesario para que se produzcan la
memoria, los recuerdos, la imaginación, la intuición, el
pensamiento y, por supuesto, el espíritu que es el anhelo de futuro,
el conatus spinoziano. Y, por supuesto, el conato o
furioso heroico de Giordano Bruno.
En
la mecánica del cerebro y de la mente, los sentimientos son uno de
los elementos necesarios para la integración de la conciencia al
cómo sentimos y explicamos lo que somos, lo que hacemos y las
conexiones y relaciones con los otros y con el mundo en que
habitamos.
Esas
conexiones entre lo biológico y lo mental, los recuerdos, las
emociones, los sentimientos, lo no consciente y lo consciente, lo
explica Eric R. Kandel:
"Investigaciones
realizadas con seres humanos y con roedores demuestran que los
sistemas neurales que almacenan recuerdos inconscientes, implícitos,
con carga emotiva son diferentes de los que generan los recuerdos de
sentimientos conscientes y explícitos. Las lesiones de la amígdala,
que se ocupa de los recuerdos vinculados con el temor, impiden que un
estímulo con carga emotiva suscite una respuesta emocional. En
cambio, las lesiones del hipocampo, que se ocupa de la memoria
consciente, afectan la capacidad de recordar el contexto en que se
produjo el estímulo. De esta suerte, los sistemas cognitivos
conscientes nos ofrecen un abanico de acciones posibles, mientras que
los mecanismos inconscientes de evaluación emocional restringen esas
opciones a unas pocas que se adecuan a la situación. Una
característica interesante de esta teoría es que vincula el estudio
de la emoción con las investigaciones sobre la memoria. Se ha
demostrado que la evocación inconsciente de la memoria emocional
entraña almacenamiento en la memoria implícita, mientras que la
rememoración consciente de los sentimientos entraña almacenamiento
en la memoria explícita y exige, por consiguiente, la intervención
del hipocampo" (Eric R. Kandel, En busca de la memoria:
nacimiento de una nueva ciencia de la mente - 1a ed. - Buenos Aires,
Katz, 2007. p. 399).
Continuando
con los sentimientos y lo ya citado antes de Antonio Damasio (ver
además: Lector Ludi No. 75), estos se constituyen en el punto de
encuentro y resolución entre lo meramente biológico y la
conciencia, que tiene como escenario la mente que se convierte así
en la memoria del cuerpo y el punto de animación de los datos y de
la información que son los recuerdos y por ende, del conocer:
"Los sentimientos,
en el sentido que se emplea en este libro, surgen de cualquier
conjunto de reacciones homeostáticas, no únicamente de las
emociones propiamente dichas. Traducen el estado de vida en curso en
el lenguaje de la mente" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica.
Barcelona, 2009, p. 85).
[...]
"En esencia, un
sentimiento es una idea; una idea del cuerpo y, de manera todavía
más concreta, una idea de un determinado aspecto del cuerpo, su
interior, en determinadas circunstancias. Un sentimiento de emoción
es una idea del cuerpo cuando es perturbado por el proceso de sentir
la emoción" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica,
Drakontos, Barcelona, 2009, p. 89).
[...]
"Para que se
produzca un sentimiento o sensación en el sentido tradicional del
término se requiere que su contenido sea conocido por parte del
organismo; es decir, la conciencia es un requisito. La relación
entre sentimiento y conciencia es delicada. En términos sencillos,
no podemos sentir si no somos conscientes. Pero resulta que la
maquinaria de las sensaciones contribuye en sí misma al proceso de
conciencia, a saber, a la
creación del yo, sin el cual no se puede conocer nada. La
manera de salir de esta dificultad pasa por darse cuenta de que el
proceso de sentir es múltiple y ramificado. Algunos de los pasos
necesarios para producir una sensación son exactamente los mismos
que se precisan para producir el protoyo, del que
dependen el yo y eventualmente la conciencia. Pero
algunos de los pasos son específicos del conjunto de cambios
homeostáticos que se sienten, es decir, específicos de un objeto
determinado." (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica,
Drakontos, Barcelona, 2009, p. 109).
Y
para complementar este asunto de la conciencia y del YO y de los
sentimientos, etc., he aquí lo que dicen otros neurocientíficos,
Gerald M. Edelman y Giulio Tononi, quienes complementan lo anterior y
nos colocan en el ámbito de la teoría de la evolución y la
selección natural y cultural:
"Parte III. Los
mecanismos de la conciencia: la perspectiva darwinista.
"Con su teoría de
la selección natural, Charles Darwin construyó los fundamentos de
la biología moderna. A la vuelta de su viaje en el Beagle, no cejó
nunca en sus intentos por comprender cómo habían surgido durante la
evolución las funciones realizadas por el cerebro. Sus libros de
notas revelan sus esfuerzos por explicar cómo la percepción, la
memoria y el lenguaje podían haber surgido mediante lo que
denominaba descendencia. Actualmente disponemos de una rica teoría
evolutiva ornada por una perspectiva darwinista, pero el problema de
la comprensión de los procesos mentales sigue con nosotros. Le toca
a la neurociencia completar el programa de Darwin.
En esta parte exponemos
de qué modo los principios darwinistas incorporados a una teoría de
la función cerebral nos ayudan a comprender los procesos de la
percepción, la memoria y la asignación de valor, todos los cuales
son esenciales para comprender la conciencia. Una vez el lector haya
entendido la naturaleza de estos procesos, el escenario estará listo
para considerar los mecanismos neuronales mediante los cuales surge
la conciencia durante la evolución y el desarrollo. Nuestros
esfuerzos se centran aquí en la conciencia primaria, la capacidad de
construir una escena mental integrada en el presente que no requiera
un lenguaje o un auténtico sentido de la identidad. Creemos que esta
escena mental integrada depende no sólo de la categorización
perceptual de los estímulos sensoriales entrantes -el presente- sino
también, lo que es aún más importante, de su interacción con los
recuerdos categorizados -el pasado. Dicho de otro modo, esta escena
mental integrada es un «presente recordado». Los principales medios
utilizados para construir esta escena son las interacciones de
reentrada entre grupos de neuronas distribuidos por el sistema
talamocortical. Tal como explicamos, estas son precisamente las
interacciones responsables de la integración y la diferenciación
que discutimos en el capítulo 6" (Gerald M. Edelman, Giulio
Tononi, El universo de la conciencia. Cómo la materia se convierte
en imaginación, parte iii: Los mecanismos de la conciencia: la
perspectiva darwinista, Barcelona, 2005, p. 102).
Y
el último escalón, el espíritu, el sentimiento supremo, el anhelo
de futuro, otra vez Antonio Damasio:
"El anhelo es un
rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el diseño del
cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra, no menos que
los rasgos profundos que nos conducen con gran curiosidad hacia una
exploración sistemática de nuestro propio ser y del mundo que lo
rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a construir explicaciones
para los objetos y situaciones de este mundo. El origen evolutivo del
anhelo es completamente plausible, pero la explicación necesita otro
factor para que uno pueda comprender por qué la constitución humana
acabó por incorporar el rasgo. Creo que en los seres humanos
primitivos funcionó un parecido factor de la misma manera que está
funcionando ahora. Su consistencia tiene que ver con el poderoso
mecanismo biológico que hay tras él: la misma empresa natural de
autopreservación que Spinoza enuncia de forma tan clara y
trasparente como esencia de nuestro ser, el conatus, es
llamado actuar cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento
y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya sea la nuestra o
la de los que amamos. La perspectiva misma del sufrimiento y la
muerte trastorna el proceso homeostático del espectador. La empresa
natural para la autopreservación y el bienestar responde al
trastorno con una lucha para evitar lo inevitable y corregir el
equilibrio. La lucha provoca que encontremos estrategias
compensadoras para la homeodinámica que se ha desviado del camino
recto; y el darse cuenta de toda la situación comprometida es causa
de profunda aflicción" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica,
Barcelona, 2009, p. 249).
Y
desde el cuerpo, se inventan las que se constituirán en las
extensiones del cuerpo, esas de las que hablaba Marshall
McLuhan, aquellas por medio de las cuales el Homo-Humano establece,
desarrolla y extiende su Ser y Estar en el mundo y en el universo 10.
La
mayor y la más humana de esas extensiones es la que Nietzsche
sentencia:
"El cuerpo creador
se creó el espíritu como una mano de su voluntad".
"[...]
Espíritu - es la vida
que muerde en la propia carne ¡en su padecimiento acrecienta su
saber!" (Nietzsche, Así habló Zaratustra, I, De los
despreciadores del cuerpo).
He
ahí la "Experiencia primordial", el espíritu, que es el
Gran Anhelo de futuro:
Anhelo: Deseo
vehemente de obtener o realizar alguna cosa.
Anhelo que para Spinoza es
el conatus:
"PROPOSICIÓN
IX
El
alma [mens],
ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya en cuanto las tiene
confusas, se esfuerza por perseverar en su ser con una duración
indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo" (Spinoza,
Ética, III, p. 87).
Lo
que se explicaría, también, que el
hombre se definirá por su anhelo y,
según Spinoza,
y, en general, todas las cosas, por su conatus.
Esta ley del conatus
es general para toda la naturaleza, aunque sólo en el hombre alcance
la dimensión vital, existencial y psicológica que las palabras
"perseverar, duración, esfuerzo", parecen conllevar.
***
Y
en cuanto al método ... cada expresión o género artístico o
científico, incluida la filosofía -y no es que considere a la
filosofía como expresión o género excepcional, sino porque ella es
un método-, desarrollan sus propios métodos, los que, esta vez,
deben considerarse, por una parte, desde la manifestación y
expresión del sentimiento como proceso neurocientífico y, por la
otra, desde las metodologías elaboradas por la razón para el
descubrimiento, la acumulación y el perfeccionamiento del
conocimiento y del saber, igual para las ciencias, las tecnologías y
las técnicas propias y particulares de cada expresión y género
artístico o científico. Y, finalmente, el resultado, la obra misma,
el objeto que será artístico o científico.
Porque
las artes y las ciencias tienen un origen común que se manifiesta y
expresa de formas diferentes, propias y particulares, las que son
necesarias para distinguirlas y explicarlas desde la teoría de la
evolución y la selección natural y cultural, naturaleza y cultura
que se conectan, relacionan, condicionan y corresponden, tal y como
lo explica el genetista Luigi Luca Cavalli Sforza:
"Como ya hemos
visto, en la evolución natural existen dos niveles de selección: el
primero, tal vez más fácil o comprensible, es la selección
cultural, es decir, la búsqueda y la aceptación por nuestra parte
de una conducta, nueva o antigua, que puede influir en la evolución:
inventar y decidir, frente a una propuesta de innovación, si
aceptarla y cambiar de comportamiento o rechazarla y seguir como
antes. ¿Qué factores controlan la selección cultural? Resulta
claro que es la suma de los aprendizajes sobre la innovación hasta
el momento en que hay que tomar una decisión, que forman nuestros
deseos y nuestras preferencias útiles para tomar la decisión, pero
también los valores que aceptamos y que intentamos seguir en nuestra
vida cotidiana o en circunstancias especiales (o que a lo mejor
fingimos seguir cuando nos decidimos por una conducta o por otra).
Acerca de estos factores,
la psicología está aprendiendo fatigosamente algunas cosas y está
llevando a cabo algunas mediciones interesantes; una explicación a
un nivel más profundo podrá llegarnos (y en cierta medida, pequeña,
está empezando a llegar) gracias a la neurofisiología del cerebro.
Recuerdo la complicación,
por otra parte fundamental, de la que he hablado más arriba, de que
nuestras decisiones a nivel cultural son luego sometidas a un
tribunal más elevado, la selección natural, que las juzga y decide
automáticamente según nuestra supervivencia y reproducción si
tendrán importancia para las generaciones sucesivas y en qué
medida. Al final, la selección natural tiene siempre la última
palabra al determinar el futuro del comportamiento de la especie a
largo plazo. Nunca como hoy se toman decisiones culturales que pueden
influir, de manera incluso tosca y potencialmente desastrosa, en
nuestro futuro. Pensemos sólo en nuestro influjo en los cambios
climáticos, la globalización económica, las divergencias
religiosas que no son una novedad, dado que las guerras religiosas
siempre se han encontrado entre las más terribles, pero que siguen
siéndolo al unirse a las tribales, por no hablar de los nuevos
medios de destrucción masiva" (Luigi Luca Cavalli Sforza, La
evolución cultural, Anagrama, Barcelona, 2007, pp. 191-192).
Sin
embargo y en cuanto al arte, mejor que cualquier interpretación,
hermenéutica o analítica idealizada, son las mismas obras de arte
las que mejor muestran las relaciones, conexiones y correspondencias
de su inserción en la teoría de la evolución y la selección
natural y cultural, bien como producto de ellas o bien como expresión
de la naturaleza humana del artista, artista que se expresa en y
desde su cuerpo.
Un
buen ejemplo, es el que hemos propuesto en el artículo: ¿Una visión
de la selección natural, sexual y cultural?, al hacer la
interpretación de El jardín de las Delicias de Hieronymous Bosch,
El Bosco, desde el artista como Homo-Humano, natural y cultural, y
desde la obra en la que el artista expone una historia, la historia
de la evolución de la humanidad, pero más allá de esa historia, la
interpretación del artista sobre las manifestaciones y expresiones
de la naturaleza humana, en particular, el deseo como esencia y
acción, así, en la elaborada simbología renacentista, parezca que
se da mayor preponderancia a los deseos carnales, los "siete
pecados capitales" de la moral cristiana, pero que, si se
elimina esa visión cristianizada, muestra la manifestación y
expresión del ascenso desde los deseos mínimos o metabólicos, a
los sentimientos, a la imaginación, al pensamiento y a la perdición,
esta última, que será el fracaso del anhelo de futuro, del
espíritu.
En
otras palabras, el deseo es el mecanismo humano en el que se origina
y soporta lo mejor y lo peor del ser humanos. El deseo es la fuerza
que nos provoca a ir hasta las estrellas o a descender a lo peor de
la condición humana; a manipular el cuerpo y la mente y, como dioses
perversos, a inventar criaturas como si de objetos desechables de
placer y utilidad se tratara.
***
Volviendo
al terreno de nuestros juegos. El método o anti-método para acceder
del Deseo a lo Bello, ese ya fue propuesto por Platón en Banquete y
Fedro, pero es un método al que es necesario purgar de aquello de
"Las Ideas" y de la inmortalidad del alma. Ese método o
erótica platónica fue luego propuesto también por Giordano Bruno
en Los heroicos furores, ese diálogo italiano en el que expone "las
instrucciones" por las cuales acceder al poder del deseo y del
sentimiento y de la imaginación como si de una "iniciación"
eleusina" se tratara, tal y como hiciera Diotima con Sócrates:
"3
[A 10] a. Pues bien, querido Sócrates, tal vez tu también puedas
ser iniciado en esta doctrina del amor; pero llegar al grado más
perfecto de la contemplación mistérica, que es la meta de todo lo
dicho -con tal de que se siga el camino justo- no sé si serás capaz
de alcanzarlo".
b.
... ése tal, llegado al término de la disciplina amorosa, percibirá
de repente algo muy bello, de carácter maravilloso; precisamente,
querido Sócrates, aquello por lo que cobran sentido los sufrimientos
precedentes.
...
Es más, esa belleza no se le manifestará con la figura de un ...
rostro, ni como un discurso o un conocimiento ... sino en sí misma,
por sí misma, y consigo misma, simple y eterna" (Platón,
Banquete, 209e - 210 a, 210 e - 211 b).
Para
Giordano Bruno, ese es el camino del furioso heroico:
"He aquí pues cómo
Acteón, convertido en presa de sus propios canes, perseguido por sus
propios pensamientos, corre y "dirige los nuevos pasos"
-renovado en cuanto procede divinamente y con mayor ligereza, es
decir, con mayor facilidad y con más eficaz vigor- "hacia la
espesura", hacia los desiertos, hacia la región de las cosas
incomprensibles; de hombre vulgar y común como era, se torna raro y
heroico, tiene costumbres y conceptos raros, y lleva una vida
extraordinaria. Y en este punto "le dan muerte sus muchos y
grandes canes", acabando aquí su vida según el mundo loco,
sensual, ciego e ilusorio, y comenzando a vivir intelectualmente;
vive la vida de los dioses, nútrese de ambrosía y de néctar se
embriaga" (Giordano Bruno, Los Heroicos Furores, I, 4, Tecnos,
Madrid, 1987, p. 75).
También
por ahí hay algunos otros métodos, tal y como sugieres,
posiblemente el de Walter Benjamin, algo que será necesario
averiguar y así proponer nuestro método acorde, propio y particular
con la "La Ciencia del Deseo de lo Bello" y LA FANTÁSTICA.
***
Un
reconocimiento a Giordano Bruno.
Y
aquí es donde "La Ciencia del Deseo de lo Bello" se hace
también otra ciencia, la ciencia que conoce el qué, el cómo y el
por qué de ese deseo de conocer lo bello, o sea la expresión
suprema del deseo de conocerlo todo, que es lo que ya había
propuesto Giordano Bruno en la escala ascensional
del conocimiento y del deseo hasta la visión de la Naturaleza
infinita en La cena de las cenizas:
"Así nos vemos
llevados a descubrir el infinito efecto de la infinita causa, el
verdadero y vivo vestigio del infinito vigor, y sabemos que no hay
que buscar la divinidad lejos de nosotros, puesto que la tenemos al
lado, incluso dentro, más de lo que nosotros estamos dentro de
nosotros mismos" (*).
(*) La inmanencia de Dios
al mundo (Natura est Deus in rebus, dirá Bruno en el Spaccio)
se manifiesta también en la divinidad del hombre. El hombre, sujeto
divino, es un animal activo en la reproducción de su existencia,
mediante la apropiación de la naturaleza (de Dios) por la magia y el
trabajo y mediante la búsqueda heroica por el filósofo de la
unidad. No hay necesidad de Gracia, ni de Encarnación, ni de
Redención. Vemos claramente la incompatibilidad de Grecia y el
naturalismo con el cristianismo.
(Giordano Bruno, La cena
de las cenizas, Introducción, traducción y notas de Miguel Angel
Granada, Alianza, Madrid, 1994, p. 71).
En
Los heroicos furores, Giordano Bruno expone el conato,
ese que anima su teoría del conocimiento", como lo
explica Rodolfo Mondolfo:
"La idea de la
inmanencia universal de lo divino tiende así hacia una coherente
conclusión universalista acerca de la voluntad y capacidad humana de
conocimiento. A raíz de tal inmanencia, en efecto (afirma Bruno en
De los heroicos furores), «en todo tiempo, en toda edad y en
cualquier situación que se encuentre, el hombre siempre aspira» a
la conquista de la verdad, y por ella «suele negarse a hacer caso de
cualquier fatiga, e intenta en cambio todo estudio, sin cuidarse del
cuerpo ni dispensarle aprecio a la vida».
III. TEORÍA DEL
CONOCIMIENTO
De
esta manera, para Bruno, el conocimiento y amor de lo divino se
desarrollan en todos los hombres como un conato
interior que empuja la intrínseca potencia infinita hacia la propia
realización. «La potencia sensitiva quiere informarse de toda la
realidad sensible..., el intelecto quiere entender toda la verdad»,
porque en la primera «se halla todo lo visible», en la segunda
«todo lo inteligible en aptitud», es decir, en potencia, que
significa tendencia hacia el acto"
(Rodolfo
Mondolfo, Figuras e ideas de la filosofía del Renacimiento: Giordano
Bruno,Icaria, Barcelona, 1980, p. 55).
Paideia
y epistemología, serían los nombres de las ciencias que ahora se
proponen como aplicaciones de "La Ciencia del Deseo de lo
Bello", pues al fin, lo que se desea y se busca es la felicidad
y el sendero que conduce a ella es el de la Sabiduría que desde
siempre ha sido el Arte de actuar como se piensa y se siente y de
pensar y sentir como se actúa, en otras palabras, el deseo de lo
bello y de lo bueno que es la ciencia que propongo.
Pero
no es Giordano Bruno el único, él hace parte de una tradición, la
misma que interpreta y propone con originalidad y novedad en sus
obras sobre la memoria, la magia y los vínculos, esa erótica que
por tanto tiempo ha permanecido estigmatizada por el poder y por los
prejuicios cristianos.
Antes
que Giordano Bruno ya otros habían propuesto la paideia y la
epistemología de las que se sirve para proponer y plantear las
propias. Las más evidentes fueron la platónica y la neoplatónica,
Epicuro y el poema de Lucrecio, De rerum natura, y más
próximo, Nicolás de Cusa, El Cusano y los humanistas italianos y
renacentistas. En cuanto a la memoria, Giordano Bruno tomó también
de una larga tradición, la que en los dominicos, la orden religiosa
en la que se formó, era de especial importancia y, en particular, de
la obra de Raimundo Lulio y a partir de ellas propuso algo original y
novedoso que, visto ahora, se le considera como anticipaciones a
diversas ciencias actuales tanto en las ciencias exactas como en las
sociales y humanas. De ellas, destaca su visión del universo y, en
especial, sobre el funcionamiento del cerebro y de la mente, a lo que
consideró tal y como ahora lo consideran las neurociencias y las
ciencias cognitivas.
Las
influencia que tuvo Giordano Bruno fue amplia y profunda, pero, el
peligro de ser perseguido por su lectura, hizo que aquellos que lo
leyeron ni lo mencionen ni lo reconozcan. Sin embargo y quizás la
más trascendental, fue el influjo que ejerció sobre Spinoza, sobre
lo que no existe memoria, de quien, sus obras, al igual que las de
Bruno, fueron estigmatizadas y condenadas a la clandestinidad y sus
lectores perseguidos y anatematizados. Lo que explica el por qué sus
aportes a la ciencia se tardaran tanto y no les fueran reconocidos.
Por
ello y además de la lectura de las obras de Giordano Bruno,
recomiendo en particular la lectura de los diálogos de Platón,
Banquete y Fedro, las cartas y fragmentos de Epicuro, el poema de
Lucrecio, De rerum natura, que es una exhibición de lo bello,
del deseo y de la poesía en la ciencia, algo que algunos científicos
actuales, si bien no emulan como poetas, si lo hacen como ejercicio
de buena escritura. Y como obra fundamental, la de Spinoza, en
particular la Ética demostrada según el orden geométrico,
fundamental porque sus conceptos y propuestas, como los de Giordano
Bruno, son anticipaciones a la ciencia actual y una radiante
manfiestación de estas ciencias que he denominado "La Ciencia
del Deseo de lo Bello".
***
Si
se hiciera otra historia de las ciencias, una que estudie y exponga
aquellos aspectos que se han ignorado, estigmatizado y anatematizado,
en el del desarrollo, uso e impacto de esas ciencias de la
manipulación de los deseos, de los sentimientos y de la voluntad de
los Homo-Humanos, individual o colectivamente, nos vamos a encontrar
con que "La Ciencia del Deseo de lo Bello", ha hecho parte
del saber de la humanidad desde tiempos remotos como bellas utopías,
pero también como práctica perversa y con diferentes propósitos,
intereses y con fines y medios puestos al servicio del poder, al
dominio y al sometimiento de los deseos, de los sentimientos y de la
voluntad de unos en beneficio de otros: la domesticación y la
esclavitud. Como que la humanización es un proceso de
auto-domesticación que se desarrolla por obra y gracia de la
evolución y la selección natural y cultural, pero ese es otro
asunto (ver: Lector Ludi No. 78).
Son
esos los mismos saberes y prácticas con las que ahora se experimenta
en una ciencia que se propone el fin de conocer, dominar y someter
los deseos y los sentimientos y la voluntad de los Homo-Humanos a
través de la manipulación de los mecanismos cerebrales y mentales
del deseo, de los sentimientos y de la voluntad. Es una ciencia, la
misma que antes fue especulativa como ingeniería social y que ahora
se pretende una ciencia exacta, aplicable, replicable y verificable,
en su acción, unas ingenierías, social y de la mente, que
desarrollan los modelos mediante los cuales se provocan y se dirigen
los deseos, los sentimientos y las reacciones de las personas hacia
acciones, sentimientos, pensamientos, objetos, etc., previamente
determinados.
Pero,
contrario a ese uso perverso, lo que se propone es que "La
Ciencia del Deseo de lo Bello" y la ingeniería de la mente y la
ingeniería social que se desarrollan a partir de ella, es lograr
descubrir aquel conocimiento, saber y capacidad, por medio del cual
cada individuo pueda hacer que su vida y existencia sea cada vez más
próxima al logro de ese deseo de lo bello y de lo bueno que es la
felicidad y, al mismo tiempo, a poseer las herramientas con las
cuales poder evitar y defenderse de la manipulación de otros sobre
sus deseos, sentimientos y reacciones. Y eso es el anhelo, el mismo
que explica el neurocientífico Antonio Damasio, ya citado atrás.
***
Y
para concluir, las palabras de Diotima:
“Quien haya sido
instruido en las cosas del amor, tras haber contemplado las cosas
bellas en ordenada y correcta sucesión, descubrirá de repente,
llegando ya al término de su iniciación amorosa, algo
maravillosamente bello por naturaleza, a saber, aquello mismo,
Sócrates, por lo que se hicieron precisamente todos los esfuerzos
anteriores... Éste es el momento, querido Sócrates, –dijo la
extranjera de Mantinea– en el que, más que en ningún otro, le
merece la pena vivir al hombre. Cuando contempla la belleza en sí.
Si alguna vez llegas a verla, te parecerá que no es comparable ni
con el oro ni con los vestidos ni con los jóvenes y adolescentes
bellos” (Platón, Banquete, 210 e-211 d).
...
la escala del deseo atrae una y otra vez, porque el deseo de lo bello
es el primer paso hacia el espíritu.
Bien
lo expresó Goethe en Fausto:
"Chorus
Misticus
Lo
Temporal y lo Perecedero no son más que un símbolo,
que
una mera fábula.
Sólo
lo Incomprensible, lo Inenarrable, lo Infinito,
Lo Eterno-femenino nos
atrae a lo alto". (Goethe, Fausto, II).
NOTAS
1"La
descripción de Eros debida a Agatón, por cuanto que está adornado
con toda hermosura y virtudes, no es una descripción del propio
Eros, sino del objeto de Eros. La hermosura y la bondad son
atributos, no del deseo, sino de la cosa deseada. Tal crítica
apunta a un singular fenómeno de personificación. Las
representaciones de Afrodita y Eros del gran arte, como una mujer y
un joven idealmente bellos, son representaciones de lo digno de ser
deseado, no del Deseo, de lo digno de ser amado, no del Amor. De
aquí en adelante se supondrá que el objeto de Eros, en todas sus
formas, desde la más alta a la más baja, es algo que puede
llamarse indiferentemente lo bello o lo bueno. La belleza y la
bondad pueden manifestarse en una gama de formas que se extiende a
lo largo de toda la escala del ser. Tal variedad de formas es la que
distingue las varias clases de deseo; pero la pasión en sí es
fundamentalmente la misma" (Francis M. Cornford, La filosofía
no escrita y otros ensayos / La doctrina del Eros en el Banquete,
Ariel, Barcelona, p. 134).
2Spinoza,
Ética demostrada según el orden geométrico, nota 43, Traducción
de Vidal Peña:
Advertimos desde ahora que
traduciremos, siguiendo el uso, mens por «alma». E.
GIANCOTTI-BOSCHERINl («Sul concetto spinozano di mens», en
Ricerche lessicali su opere di Descartes e Spinoza, Roma, 1969) ha
probado cómo no puede por menos de ser significativo el hecho de
que Espinosa utilice la voz mens en lugar de la voz anima. Al
proceder así, se evaporan muchas connotaciones «espiritualistas»
tradicionales, connotaciones espiritualistas que siguen presentes en
la voz «alma». Pero «mente» tampoco nos satisface: permanece
demasiado adscrita, en castellano, a «contenidos cerebrales», y
tampoco es ése el caso de la mens espinosiana, que es forma o idea
del cuerpo, y no —o no sólo— «representación cerebral». Por
ello, a riesgo de mantener aquellas connotaciones espiritualistas
(contra las cuales, desde luego, prevenimos al lector también desde
ahora), seguiremos traduciendo «alma», a falta de cosa mejor.
3
Ioan P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento 1484, Siruela,
Madrid, 1999.
4Eugenio
Garin, La revolución cultural del Renacimiento, Crítica,
Barcelona, 1984.
5
Gerald M. Edelman y Giulio Tononi, El universo de la conciencia.
Cómo la materia se convierte en imaginación, Crítica, Barcelona,
2005, p. 174.
6Mark
Johnson, El cuerpo en la mente. Fundamentos corporales del
significado, la imaginación y la razón, Debate, Madrid, 1991.
- George Lakoff y Mark Johnson,
Metáforas de la vida cotidiana, Cátedra, Madrid, 2009.
7Un
estudio interesante sobre el tema lo propone Mary Warnock, La
imaginación, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
8
Ioan P. Culianu, Giordano Bruno: Eros y Magia en el Renacimiento /
Manipulación de las masas y los individuos, Siruela, Madrid, 1999,
p. 131 y ss.
9
Véase Ignacio Gómez de Liaño, El idioma de la imaginación.
Ensayos sobre la memoria, la imaginación y el tiempo, Madrid, 1992
(primera edición, 1983).
10Marshall
McLuhan, Comprender los medios de comunicación . Las extensiones
del ser humano , Paidós, Barcelona, 1996.
1 comentario:
Querido Ivancho: amamos el misterio. Por eso mismo siempre estaremos un paso más acá de las puertas de lo bello. Apenas si podemos vislumbrarlo a través de esa otra forma de la inteligencia que es la intuición. De ahí que la poesía, la ciencia y la filosofía se aproximen a lo bello con pasos quedos, como quien sabe que el más leve murmullo puede arruinar su fina consistencia de cristal.
Publicar un comentario