"Un
misionero medieval cuenta que había encontrado el lugar en el que el
Cielo y la Tierra se encuentran".
(Pie
de página en Universum, Flammarion, grabado, París (1888);
versión coloreada de Hugo Heikenwaelder, Viena (1998). Publicada en
el libro: L'Atmosphere: Météorologie Populaire (París, 1888)
versión modificada).
Lector
Ludi No. 77
Iván
Rodrigo García Palacios
El
Espíritu es el anhelo de futuro
Anhelar.
(Del latín anhelāre). Tener ansia o deseo vehemente de
conseguir algo.
Según
esta definición del diccionario de la Academia de la Lengua
Española, el anhelo es algo mucho más intenso que el deseo 1
o, para ponerlo en otras palabras, es el máximo deseo: la hipotética
inmortalidad o, en términos evolutivos, la necesaria supervivencia,
individual y de la especie.
Supervivencia
e inmortalidad, esos son los elementos del anhelo de futuro, ese
sentimiento que es El Espíritu. En la física, son las leyes de la
energía y la materia, de la construcción y destrucción de todas
las cosas.
Todo
ser vivo siente y expresa ese anhelo de futuro, ese Espíritu, pero,
en ese contexto, para explicarlo, son los poetas quienes mejor lo
expresan. Y entre los poetas, uno de los que mejor padece ese anhelo
y encarna ese Espíritu, es Hölderlin, tanto por un patrimonio de
arcaica sabiduría griega como por un no tan lejano patrimonio, el de
Bruno y Spinoza y, por supuesto, por haber sido "tocado"
por las cuatro manifestaciones de la locura divina, esa que explica
Sócrates en Fedro, la que, en el poeta y en todos los verdaderos
poetas, se manifiesta de manera plena y que, como fuego sagrado, los
consume.
"SÓCRATES: En la
[locura] divina, distinguíamos cuatro partes, correspondientes a
cuatro divinidades, asignando a Apolo la inspiración profética, a
Dioniso la mística, a las Musas la
poética, y la cuarta, la locura erótica, que dijimos ser la más
excelsa, a Afrodita y a Eros" (Platón, Fedro: 265 a-b).
Para
los científicos el anhelo es la expresión anímica de un proceso
biológico: la homeostasis 2
3.
Para la mayoría de los filósofos, salvo Spinoza, quien lo define
como conatus 4,
y para Nietzsche quien lo expresa como una necesidad 5,
el Espíritu es una supuesta hipóstasis de lo que se llama alma,
algo que nada tiene que ver ni con el anhelo ni con el Espíritu del
que hablo y que, por su complejidad dogmática, dejo a los doctores
su explicación.
Se
ha tratado de explicar el Espíritu de mil formas que no me interesan
ahora, pues mi intención es hablar de ese Espíritu que nace y vive
de la carne y en ella persevera, mejor dicho, el sentimiento que se
hace anhelo y el anhelo que se hace Espíritu, como lo expresa el
neurocientífico Antonio Damasio:
"El
anhelo es un rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el
diseño del cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra,
no menos que los rasgos profundos que nos conducen con gran
curiosidad hacia una exploración sistemática de nuestro propio ser
y del mundo que lo rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a
construir explicaciones para los objetos y situaciones de este mundo.
El origen evolutivo del anhelo es
completamente plausible, pero la explicación necesita otro
factor para que uno pueda comprender por qué la constitución humana
acabó por incorporar el rasgo. Creo que en los seres humanos
primitivos funcionó un parecido factor de la misma manera que está
funcionando ahora. Su consistencia tiene que ver con el poderoso
mecanismo biológico que hay tras él: la misma empresa natural de
autopreservación que Spinoza enuncia de forma tan clara y
trasparente como esencia de nuestro ser, el conatus, es
llamado actuar cuando nos enfrentamos a la realidad del sufrimiento
y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya sea la nuestra o
la de los que amamos. La
perspectiva misma del sufrimiento y la muerte trastorna el proceso
homeostático del espectador. La empresa natural para la
autopreservación y el bienestar responde al trastorno con una lucha
para evitar lo inevitable y corregir el equilibrio. La lucha provoca
que encontremos estrategias compensadoras para la homeodinámica que
se ha desviado del camino recto; y el darse cuenta de toda la
situación comprometida es causa de profunda aflicción"
(Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobilogía de la emoción y los sentimientos, Crítica, Barcelona,
2009, p. 249).
***
Esta
propuesta evolutiva del anhelo en Espíritu, la que ahora es
demostrada por las neurociencias, ya tenía sus antecedentes
pre-científicos en la antigüedad griega, como bien lo muestra Ioan
P. Culianu en su libro Eros y magia en el Renacimiento 1484 6,
cuando ese Espíritu fuera denominado como "pneuma
fantástico" o "pneuma vital", esa fuerza
que impulsa a la vida hacia las estrellas y que si bien, tanto en ese
antes como ahora, estaba constituida de la misma sustancia de la que
están hechas las estrellas y en unidad con el cuerpo. Hasta no hace
mucho era considerada como un mediador entre cuerpo y el alma.
El
"pneuma" a través de los tiempos ha sido
interpretado o bien como asunto de medicinas o bien como asunto de
filosofías.
Como
asunto de medicinas, Ioan P. Culianu remonta sus antecedentes a la
ciencia premoderna con Alcmeón de Crotona, médico siciliano del
siglo VI a.C. También Hipócrates hizo su particular propuesta sobre
la naturaleza del "pneuma" diferente a la del
siciliano. Desde entonces el concepto y su aplicación científica ha
evolucionado hasta la actualidad, cuando se le considera una mera
curiosidad teórica e hitórica, la que, sin embargo, no deja de
proponer nuevas visiones, pero ya en del ámbito de las ciencias y de
la teoría de la evolución, como bien puede ser esa definición que
Antonio Damasio y otros neurocientíficos hacen del anhelo y, en
general, de los sentimientos.
Como
asunto de filosofías quiero destacar que será en el Renacimiento y
particularmente con Giordano Bruno que el "pneuma"
se convierte en "las fuerzas que ligan" 7
y que serán las que operen con "la magia", esa cualidad de
hacer las maravillas que "el furioso heroico" puede
desarrollar y a la que, en la modernidad, le serán negados sus
atributos misteriosos y sagrados para convertirlas en asunto de
ciencias puras y duras, pero las que, por más que se pretenda, no
dejarán de ser anhelo de futuro, ese Espíritu que aspira a la
inmortalidad, como ya bien lo dijera Giordano Bruno:
"Así nos vemos
llevados a descubrir el infinito efecto de la infinita causa, el
verdadero y vivo vestigio del infinito vigor, y sabemos que no hay
que buscar la divinidad lejos de nosotros, puesto que la tenemos al
lado, incluso dentro, más de lo que nosotros estamos dentro de
nosotros mismos" (26).
(26) La inmanencia de
Dios al mundo (Natura est Deus in rebus, dirá Bruno en el
Spaccio) se manifiesta también en la divinidad del hombre. El
hombre, sujeto divino, es un animal activo en la reproducción de su
existencia, mediante la apropiación de la naturaleza (de Dios) por
la magia y el trabajo y mediante la búsqueda heroica por el filósofo
de la unidad. No hay necesidad de Gracia, ni de Encarnación, ni de
Redención. Vemos claramente la incompatibilidad de Grecia y el
naturalismo con el cristianismo.
(Giordano Bruno, La cena
de las cenizas, Introducción, traducción y notas de Miguel Angel
Granada, Alianza, Madrid, 1994, p. 71).
Otra
cosa es pretender que ese Espíritu no existe o que existe como "una
cosa sobrenatural".
Bruno,
y también Spinoza, consideró Dios a la naturaleza. Y es a partir de
allí que la historia del Espíritu se hace compleja y sólo los
poetas sabrán expresarlo en su misteriosa y sagrada naturaleza o
bien como emanación o bien como encarnación de la materia. Y esa es
una historia que sólo ahora es posible descubrir sin que por ello ni
la materia ni el Espíritu tengan que desprenderse de sus
maravillosos misterios ni de su naturaleza sagrada.
NOTAS
1
"[...] el deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto que
es concebida como determinada a hacer algo" (Spinoza, Ética,
III).
2 homeóstasis,
homeostasis. Nombre femenino. Conjunto de fenómenos de
autorregulación, conducentes al mantenimiento de una relativa
constancia en la composición y las propiedades del medio interno de
un organismo.
3 Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los
sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 33 y ss.
4 "PROPOSICIÓN
IX. El alma [mens], ya en cuanto tiene ideas claras y
distintas, ya en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por
perseverar en su ser con una duración indefinida, y es consciente
de ese esfuerzo suyo" (Spinoza, Ética, III).
5 "El
cuerpo creador se creó el espíritu como una mano de su voluntad".
"[...] Espíritu - es la vida que muerde en la propia carne ¡en
su padecimiento acrecienta su saber!" (Nietzsche, Así habló
Zaratustra, I, De los despreciadores del cuerpo).
6 Ioan
P. Culianu, Eros y magia en el Renacimiento 1484, Siruela, Madrid,
1999. p. 32 y ss.
7 Giordano
Bruno, De la magia de los vínculos en general, Cactus, Buenos
Aires, 2007.
1 comentario:
Querido Ivancho : el poeta Mario Rivero escribió una vez : " Porque somos eso : apenas un poco de candela rodante". Dicho de otra manera, somos fuego que anhela ser ceniza, tierra primordial.
Publicar un comentario