Lucas
Cranach El Viejo, La fuente de la juventud.
La
Utilidad y su contraparte, la inutilidad
Yo
sé que ya hemos hablado del asunto, pero nunca un asunto de estos
parece agotarse, a menos que los agotados seamos nosotros.
Nada
hay útil o inútil en el universo, la libertad existe per se.
Son sólo las leyes de la Naturaleza.
Así
que eso de la utilidad y la inutilidad es otras más de las
valoraciones que nos inventamos para medirlo todo y que se puede
mirar tanto como algo natural o como algo cultural o como algo
positivo o como algo negativo, al fin y al cabo, lo que cuenta es el
resultado, bien sea físico o abstracto, lo útil es lo que produce
algo o, al menos, se espera que lo produzca, lo que sea, algo bueno o
algo malo, según se le mire: un cáncer o un embarazo, o también
algo así como aprender algo o ser condicionado a sentir y pensar en
algo. Lo inútil, según tu concepto, sería lo que carece de valor,
lo gratuito, lo que da o lo que se da y lo que se recibe sin esperar
recompensas ni premios ni castigos. Me parece que ese es otro asunto
relacionado con la utilidad y la inutilidad, pero que mejor lo dejo
pendiente.
Ahora
bien, también la utilidad puede ser "inútil" como lo
dices, tanto por eso de las trascendencias como en lo del mito y
otras cosas de las que ya has dicho algo en el pasado o para ser más
libresco, como en el manifiesto de Nuccio Ordine. En eso estamos de
acuerdo. También puede ser considerada una medida de la felicidad
como en el caso del utilitarismo: eso de darle valor al placer y al
dolor o del utilitarismo de J. S. Mill de establecer las medidas para
la felicidad. En fin, todo eso de la utilidad como medida hedonista.
Lo
que bien vale la pena pensar, es en la utilidad según se la mire
como resultado de un proceso natural o conceptual o ideológico, que
al fin y al cabo, la naturaleza humana también se desarrolla y mueve
en esos ámbitos, los que no se pueden escindir en sus conexiones,
aunque posiblemente si y en algo en sus consecuencias, es decir, para
eso del teorizar.
Por
ello, antes de cualquiera otra explicación, una clasificación
quizás arbitraria:
Utilidad
evolutiva: la que se obtiene por el desarrollo de los procesos
evolutivos, eso de la selección natural y la supervivencia, la
reproducción y la adaptación. En esta categoría, la inutilidad
podría ejemplificarse con eso del apéndice, un apéndice que no
tiene utilidad conocida.
Utilidad
lúdica: la que se obtiene o disfruta con el juego, arte, ensoñación,
mística (de la mística y de la ensoñación nada hemos hablado,
todavía). Razón lúdica: suspensión de la razón suficiente. La
utilidad lúdica se conecta con la utilidad evolutiva en el sentido
que son aquellas actividades mediante las cuales el cuerpo
desarrolla, aprehende y aprende, ejercita y fija los funcionamientos
y procesos de los circuitos neuronales que dan origen a la mente, a
la conciencia, en fin, a todo eso que hace que seamos lo que somos y
hacemos (Edelman, 2004 y Edelman y Tononi, 2002).
Utilidad
cultural: aquellas que el Homo-Humano se inventa para darle valor,
valorar sus acciones y actividades y, por supuesto, sus posesiones
(posesiones son todo aquello que el Homo-Humano usurpa de la
naturaleza): valor moral o ético, valores económicos, políticos,
religiosos, etc. Razón suficiente.
Utilidad
metafísica: aquella que se le da a la existencia, sentido de la vida
o sentido de la existencia. En última instancia la justificación de
la libertad o de otros conceptos invaluables.
Lo
útil y lo inútil, al fin de cuentas, no son otra cosa que valores
morales y la moral es un invento del Homo-Humano y no de la
Naturaleza.
***
Lo
que me interesa ahora es lo de la utilidad del juego, del arte, de la
ensoñación y de la mística como utilidades evolutivas y lúdicas,
nada que ver ni con morales, ni con éticas ni con medidas de placer,
dolor o felicidad. Aquí de lo que se trata es de mirar la utilidad
en el contexto de la selección natural, o sea, esa que funciona
tanto a nivel biológico (darwinismo) como en ámbito social -psico o
socio-, esa de Herbert Spencer.
Tal
el caso de esta cita de Daniel C. Dennett en La peligrosa idea de
Darwin:
"Permítaseme poner las cartas
sobre la mesa. Si se tratase de conceder un premio a la mejor idea
que alguien haya tenido, yo se lo concedería a Darwin, por delante
de Newton y de Einstein y algunos otros. De un solo golpe, la idea de
la evolución por selección natural unifica la esfera de la vida, su
significado y su propósito, con la esfera del espacio y el tiempo,
de la causa y del efecto, de los mecanismos físicos y de las leyes
que los rigen. Pero no se trata solamente de una admirable idea
científica. Es, también, una idea peligrosa. Aunque mi admiración
por la magnífica idea de Darwin no tiene límites, estoy de acuerdo,
además, con muchas de las ideas y proyectos que parecen haber sido
puestos en jaque por esta idea y deseo protegerlos".
Aparte
de filosofías y polémicas, volvamos a lo de la utilidad del juego,
del arte, de la ensoñación y de la mística, como utilidades
evolutivas y lúdicas. Si algo se puede decir, para empezar, es que
todas ellas son motivo o actividad de "experiencia de
conocimiento", tanto "el conocimiento" desde las
entrañas, como desde el conocimiento spinoziano y de otros asuntos
gozosos de los que habla la cita siguiente y que pone esas cosas en
una perspectiva de horizonte, mejor dicho, del poder de los deseos y
las creencias en eso de la selección psico y socio social y pone en
otra perspectiva lo de la selección natural, de los que tratare de
hablar más adelante.
Dice
Vidal Peña:
"La alegría es un notorio tema
espinosiano, y, muy especialmente, de la Ethica ordine
geometrico demonstrata. En los últimos años las versiones
que proponen un Espinosa deseante tanto o más que racionalista (a
partir, sobre todo, de Gilles Deleuze) han subrayado la importancia
de ese tema. Pero decir que es un tema no es enunciar una
obviedad insípida; justificar por qué no es así va a ser, al
menos, en parte, el tema -a su vez- de este estudio, que, en cierto
modo, versa acerca de si es posible "tematizar" la alegría.
Empecemos recordando cosas muy
conocidas. Espinosa lleva a cabo, en la parte tercera de su Ética,
una construcción ordine geometrico de los afectos
(construcción que tiene su precedente, aunque éste no sea
estrictamente "geométrico", en la segunda parte de Las
pasiones del alma, de Descartes). Esa construcción es previa
a la distinción entre afectos buenos y malos ("buenos" y
"malos", claro está, por relación al hombre, pues,
hablando en términos absolutos, ya se sabe que, para Espinosa, no
hay en la Naturaleza ni bien ni mal). Tras esa distinción entre
afectos buenos y malos, efectuada en la parte cuarta, pasará, en la
quinta, a indicar el camino de la salvación, de la beatitud. Pues
bien: aquella construcción de las nociones de los efectos empieza
por establecer tres afectos primitivos (Deseo, Alegría, Tristeza), a
partir de los cuales va derivándose la complejidad de los afectos
secundarios que Espinosa considera más importantes.
El Deseo es presentado nada menos que
como motor primordial de la conducta humana; más aún, la Definición
primera de los afectos (en esa misma parte tercera) enuncia que "el
deseo es la esencia misma del hombre, en cuanto que es concebida como
determinada a hacer algo". . . Fijémonos en que Espinosa
dice que la esencia humana es Deseo; no dice que sea Razón, y eso
parece orientar la ética espinosiana, en relación con su
racionalismo, de manera muy especial. Por otra parte, la Alegría y
la Tristeza son presentadas -al parecer- como piedras de toque de la
racionalidad e irracionalidad de nuestra conducta; al menos, eso
parece desprenderse de la Proposición 8 de fa parte IV, que reza
así: "el conocimiento del bien y el mal no es otra cosa que el
afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos
conscientes de él". Teniendo en cuenta, además, que según la
Proposición 44 de esa misma parte IV "el conocimiento del mal
es siempre un conocimiento inadecuado", entonces la Tristeza se
vincula a la irracionalidad ("conocimiento inadecuado")
tanto como la Alegría a la racionalidad ("conocimiento
adecuado")" (Vidal Peña, Espinoza: orden geométrico y
alegría, Contextos, III/5, 1985, pp. 7-24).
Digamos
que "la alegría" espinosiana es "la utilidad"
del juego, del arte, de la ensoñación y de la mística, en cuanto a
individuo deseante y pensante, ya diré algo sobre la utilidad y la
selección natural.
Mientras
tanto, véase lo que dice Spinoza:
"Escolio: Entre la irrisión
(que, como he dicho en el Corolario I, es mala) y la risa, reconozco
que hay una gran diferencia. Pues la risa, como también la broma, es
pura alegría y, por tanto, con tal que no tenga exceso, es de por sí
buena (por la Proposición 41 de esta Parte). Pues, ciertamente, sólo
una torva y triste superstición puede prohibir el deleite. ¿Por qué
saciar el hambre y la sed va a ser más decente que desechar la
melancolía? Tal es mi regla, y así está dispuesto mi ánimo.
Ningún ser divino, ni nadie que no sea un envidioso, puede
deleitarse con mi impotencia y mi desgracia, ni tener por virtuosos
las lágrimas, los sollozos, el miedo y otras cosas por el estilo,
que son señales de un ánimo impotente. Muy al contrario: cuanto
mayor es la alegría que nos afecta, tanto mayor es la perfección a
la que pasamos, es decir, tanto más participamos necesariamente de
la naturaleza divina. Así, pues, servirse de las cosas y
deleitarse con ellas cuanto sea posible (no hasta la saciedad, desde
luego, pues eso no es deleitarse) es propio de un hombre sabio.
Quiero decir que es propio de un hombre sabio reponer fuerzas y
recrearse con alimentos y bebidas agradables, tomados con moderación,
así como gustar de los perfumes, el encanto de las plantas
verdeantes, el ornato, la música, los
juegos que sirven como ejercicio físico, el teatro y otras
cosas por el estilo, de que todos pueden servirse sin perjuicio ajeno
alguno. Pues el cuerpo humano está compuesto de numerosas partes de
distinta naturaleza, que continuamente necesitan alimento nuevo y
variado, a fin de que todo el cuerpo sea igualmente apto para hacer
todo lo que puede seguirse de su naturaleza, y, consiguientemente, a
fin de que también el alma sea igualmente apta para conocer al mismo
tiempo muchas cosas. Y así, esta norma de vida concuerda muy bien
con nuestros principios y con la práctica común; por lo cual, si
hay alguna regla de vida que sea la mejor, lo es ésta, así como la
más recomendable en todos sentidos. Y no es preciso tratar de este
tema con mayor claridad ni extensión" (Espinoza, Ética,
(traducción de Vidal Peña), IV Parte, p. 148: Escolio a la
proposición XLV).
Pero dejemos a Spinoza en su sitio con lo
de las necesidades lúdicas del cuerpo y de la "mens"
y volvamos al tema de la utilidad en la selección natural en el
juego, en el arte, en la ensoñación y en la mística, mejor dicho,
a eso de la utilidad lúdica en la selección natural.
Ahora
si voy a tratar de explicarme hasta donde me sea posible.
Empiezo
por decir que para que ese asunto tenga alguna validez, es necesario
que se muestre alguna universalidad y esta se presenta en la
naturaleza de los mamíferos, incluidos nosotros los Homo-Humanos.
O
sino, considérese que todos los mamíferos aprehenden y aprenden,
desarrollan y fijan en sus cerebros los comportamientos motores y
"mentales", al menos, por medio del juego, de la ensoñación
y de la mística , para no entrar en ambigüedades con lo del arte,
eso sí considerado algo exclusivo y patrimonio de la humanidad.
Pero
entonces, tengo que decir ahora lo que quiero decir con juego y no
solo con la infinidad de actividades que se llaman juego y que van
desde la actividad y el ejercicio físico con algún sentido
deliberado o no, lo que, al fin y al cabo, no tiene ningún otro
sentido que el hacer algo por hacerlo, por lo general, por el placer
de hacerlo y cuyo resultado, utilidad, será, por un lado, obtener
placer, aun en el dolor del esfuerzo y el cansancio de haberlo hecho,
así sea solo o en compañía, pero, por otro lado, que también
produce otro beneficio, utilidad: hacer que las habilidades motoras
se desarrollen y se integren con las demás habilidades cerebrales
(circuitos neuronales) y metales, tales las de reaccionar y actuar
con oportunidad y precisión cuando sea necesario. Y, mucho más
humano aun, saber cuándo, cómo y por qué reaccionar o actuar, ante
situaciones y circunstancias probables o hipotéticas que se sienten
bien como placenteras o bien como dolorosas. Todo sentimiento y todo
pensamiento son resultados, utilidades o inutilidades, del sentir
placer y dolor. Emoción y cognición son las dos caras de la misma
moneda de la mente y de la conciencia, mejor dicho, lo que sentimos,
somos y hacemos. De este asunto es mucho lo que hay que decir todavía
y, según se me ocurre, es sobre ellos sobre los que las psicologías
podrán decir algo científico y original, pero ya hablaremos de
ello.
En
pocas palabras, ese juego es una actividad por medio de la cual se
desarrollan e integran en el funcionamiento de cerebro y cuerpo las
acciones y las actividades físicas, motoras, instintivas,
emocionales, imaginativas, intelectuales, por medio de las cuales
somos y seleccionamos cómo y por qué estar en el mundo que
sentimos, deseamos, imaginamos, pensamos, expresamos y conservamos
como memoria (simples datos) y recuerdos (datos con emociones). Algo
así como un puente de unión entre lo genético, lo epigenético y
lo cultural.
***
Las
emociones, además de ser buenos mecanismos activadores del recuerdo,
también son fijadores y trasformadores del sentido y del contenido
del conocimiento y del recuerdo.
Los
sentimientos están separados de los pensamientos porque los primeros
son procesos de la carne y los segundos son palabras, sistemas de
códigos, que funcionan en y con la carne.
Una
cosa es conocer con la carne y otra es saber
con el pensamiento.
***
"El lenguaje apenas necesita la
consciencia como una más entre las importantes habilidades por las
que los humanos debieran agradecerle. Las glorias del lenguaje se
hallan en otra parte: en la habilidad de traducir pensamientos en
palabras y frases precisas, y palabras y frases en pensamientos; en
la capacidad de clasificar económica y rápidamente conocimientos
bajo el alero protector de un vocablo; y en la capacidad de expresar
construcciones imaginarias o abstracciones remotas con una palabra
simple y eficaz. Pero ninguna de estas notables habilidades -que
permitieron a la mente humana crecer en saber, inteligencia y
creatividad, y consolidaron las sofisticadas modalidades de
consciencia ampliada que hoy poseemos tiene que ver con la fábrica
de consciencia nuclear, ni con la producción de emoción o
percepción" (Antonio Damasio, Sentir lo que sucede. Cuerpo y
emoción en la fábrica de la conciencia, Andrés Bello, Santiago de
chile, 2000, pp. 129-130).
***
"Los sentimientos, en el sentido
que se emplea en este libro, surgen de cualquier conjunto de
reacciones homeostáticas, no únicamente de las emociones
propiamente dichas. Traducen el estado de vida en curso en el
lenguaje de la mente" (Antonio Damasio, En busca de Spinoza.
Neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica.
Barcelona, 2009, p. 85).
***
Y
aquí es donde ese juego se integra con el arte. El arte que es la
expresión de lo que se siente y se piensa pero que no es posible
expresarlo con los sentidos y significados de y por los lenguajes o
los códigos establecidos. Eso es lo que se llama poético que
vendría a ser la manifestación y expresión del sentido y
significado de lo que se siente y se piensa de manera sensual y
lógica, mejor dicho, lo dionisiaco y lo apolíneo, de lo que hablaba
Nietzsche, pero re-interpretado por Giorgio Colli. En otras palabras,
lo que se siente en la carne y lo que ordena y organiza la mente con
los códigos de los sentimientos, del pensamiento y de la
imaginación. En otras metáforas menos antiguas: lo lúdico y lo
poético, en el lugar de lo dionisiaco y lo apolíneo.
Y
damos otro paso o salto, no lo sé. En ese contexto aquí vuelven y
se juntan todos los elementos: juego, arte, ensoñación y mística,
para entenderse y conectarse entre sí como fuentes "del
conocimiento" y del saber:
"[...] el éxtasis mistérico, en
la medida en que se llega a él despojándose completamente de las
condiciones individuales, es decir, en la medida en que en él el
sujeto que conoce no se distingue del objeto conocido, debe
considerarse como el presupuesto del conocimiento más que como
conocimiento propiamente dicho. En cambio, el conocimiento (en
este punto prefiero decir el
saber) y la sabiduría se manifiestan mediante la
palabra, en Delfos es donde se pronuncia la palabra divina, Apolo es
quien habla a través de la sacerdotisa, no precisamente Dionisos"
(Giorgio Colli, El nacimiento de la sabiduría, Tusquets, Barcelona,
1977, p. 15).
Para
insistir sobre lo "del conocimiento" y del éxtasis, o sea,
lo místico, en Nietzsche y en Giorgio Colli, otra cita:
"En
torno al éxtasis
La filosofía y el arte son técnicas
del éxtasis; éste es un conocimiento no condicionado por la
individuación. El término «éxtasis» aparece en Grecia en el
siglo cuarto antes de Cristo y significa «anomalía» fisiológica
en cuanto alejamiento y separación de las reglas naturales. Una
distorsión de las articulaciones, en el lenguaje hipocrático, o
bien una alienación de la mente, un estar fuera de sí del cerebro.
En la forma verbal, los dos sentidos de locura y de separación
aparecen mucho antes, a partir de Pindaro. Una fusión originaria de
tales significados en el lenguaje mistérico es una hipótesis
posible, por la utilización de la forma verbal en la parte del Fedro
platónico pululante de expresiones esotéricas. Más adelante, en la
literatura neoplatónica, la utilización de «éxtasis» sigue
siendo ambigua, y el término indica un movimiento hacia el exterior,
o incluso una fragmentación. Sólo excepcionalmente designa en
Plotino la cima del conocimiento místico, e incluso en este caso no
como estado o quietud, sino como salida de sí mismo, abandono de sí
mismo, junto a la expresión «anhelo de contacto». Lo que Plotino
insinúa está «más allá del ser», y sin ser no hay objeto, de
modo que la alusión se refiere a la realización de un impulso. El
recipiente de cinc, de cuya visión surge el éxtasis de Jacob Böhme,
alude a una desviación análoga, y decisiva, hacia el exterior, a un
abandono totalmente conseguido —de improviso, por una milagrosa
fragmentación— de la propia individualidad. Lo mismo puede decirse
de aquel pensamiento de Nietzsche, que se le ocurrió en el lago de
Silvaplana, cuando, procedente del bosque, se le apareció un peñasco
enorme en forma de pirámide. Algo exterior a nosotros nos libera de
nosotros mismos. Y puesto que nuestra individuación no es más que
un nexo de conocimientos, y lo que emerge, por encima de la
individuación, sigue siendo conocimiento, aunque un conocimiento
diverso, he ahí entonces que, arrancado el velo de la persona,
aparece la ocasión del éxtasis, el conocimiento que está en el
origen, el instante, el primer recuerdo de lo que ya no es
conocimiento" (Giorgio Colli, Después de Nietzsche, Anagrama,
Barcelona, 1978, pp. 43-44).
Para
distinguir las cosas, una cosa es ese "conocimiento" que se
siente y obtiene desde la entrañas y otra cosa es el saber, ese que
se manifiesta, se expresa, se memoriza, se conserva, se integra y se
desarrolla en palabras, lenguajes, códigos, o sea, en los sistemas
de comunicación, conservación e integración de la memoria, es
decir, el saber.
***
[...
Sistemas hacedores de sentido y sentido quiere decir ordenar,
organizar, que, a su vez, dan sentido a cada orden y organización
que, a su vez, dan sentido a ... los códigos de orden y organización
que sirven para signar y designar las cosas que se ordenan y
organizan y al sistema de orden y organización signado y significado
en la metáfora sin fin del signar y significar].
***
Dicho
ya algo sobre la mística y el éxtasis, queda pendiente decir
también algo sobre la ensoñación, así que, y por el momento, me
conformo con reproducir la cita de Gaston Bachelard que te mandé en
un correo anterior que bien se puede tomar como un aperitivo para
hablar del asunto y llamo la atención a lo que él dice de las
ensoñaciones profundas, "Esas soledades de hoy nos devuelven a
nuestras soledades primeras".
Las ensoñaciones que tienden a la
infancia
"Cuando, en la soledad,
soñamos largamente, alejándonos del presente para revivir los
tiempos de la vida primera, varios rostros de niños vienen a
nuestro encuentro. Fuimos varios durante ese ensayo de nuestra vida,
en nuestra vida primitiva. Sólo hemos conocido nuestra unidad por
los cuentos de los demás. Siguiendo el hilo de nuestra historia
contada por ellos, terminamos, año tras año, por parecemos.
Reunimos nuestros seres en torno a la unidad de nuestro nombre.
Pero la ensoñación no cuenta. O al
menos hay ensoñaciones tan profundas, ensoñaciones que nos ayudan a
descender tan profundamente en nosotros que nos desembarazan de
nuestra historia, nos liberan de nuestro nombre. Esas soledades de
hoy nos devuelven a nuestras soledades primeras. Éstas, soledades
niño, dejan en algunas almas marcas imborrables. Toda la vida está
sensibilizada por la ensoñación poética, por una ensoñación que
sabe el precio de la soledad. La infancia conoce la desdicha
gracias a los hombres. En la soledad puede distender sus penas. El
niño se siente hijo del cosmos cuando el mundo de los hombres lo
deja en paz. Y es así como en la soledad, cuando es señor de sus
ensoñaciones, el niño conoce la dicha de soñar que será más
tarde la dicha de los poetas. ¿Cómo no sentir que hay una
comunicación entré nuestra soledad de soñador y las soledades de
la infancia? Por algo en la ensoñación sosegada seguimos con
frecuencia la pendiente que nos devuelve a nuestras soledades
infantiles.
Dejemos al psicoanálisis el cuidado
de curar las infancias maltratadas, y los pueriles sufrimientos de
una infancia indurada que oprime la psiquis de tantos adultos. Hay
una tarea abierta a un poético‐análisis que podría ayudarnos a
reconstruir en nosotros el ser de las soledades liberadoras. El
poético‐análisis debe devolvernos todos los privilegios de la
imaginación. La memoria es un campo de ruinas psicológicas, un
revoltijo de recuerdos. Toda nuestra infancia debe ser imaginada de
nuevo. Al reimaginarla tendremos la suerte de volver a encontrarla en
la propia vida de nuestras ensoñaciones de niño solitario.
De ahí que las tesis que pretendemos
defender en este capítulo terminen todas haciendo reconocer la
permanencia en el alma humana de un núcleo de infancia, de una
infancia inmóvil pero siempre viva, fuera de la historia, escondida
a los demás, disfrazada de historia cuando la contamos, pero que
sólo podrá ser real en esos instantes de iluminación, es decir en
los instantes de su existencia poética.
Mientras soñaba en su soledad el niño
conocía una existencia sin límites. Su ensoñación no es
simplemente una ensoñación de huida. Es una ensoñación de
expansión.
Hay ensoñaciones de infancia que
surgen con el brillo de un fuego [...]" (Gaston Bachelard, La
poética de la ensoñación, Fondo de Cultura Económica, México,
1982, pp. 150-151).
***
En
medio de todos estos asuntos que hacen humano al Homo-Humano, quedan
abiertos un par de asuntos que son los que abren las puertas a que
esa humanidad sea posible, algo así como un par de procesos que la
evolución ha seleccionado en exclusivo para los los Homo-Humanos: el
asunto de la emoción y el asunto de la cognición, un territorio en
el cual las ciencias ya están haciendo exploraciones reveladoras y
que tal y como han empezado a descubrir, no son dos procesos sino un
proceso con dos caras: sentir que se siente y dar sentido a lo que se
siente (sentido se usa aquí en todas las acepciones del concepto
tanto biológicas como conceptuales y existenciales, así como en
todos aquellos usos que se hacen de la palabra y el concepto).
Y
dicho todo lo anterior, hay que ver como todas esas cosas están
conectadas entre sí, pero será en otra ocasión que hablaremos de
ello.
Salud
y alegría,
Iván
Rodrigo.
1 comentario:
Apreciado Ivancho: tu reflexión me remite inevitablemente a los discursos de esos tecnócratas herederos de las doctrinas de Taylor. " Lo que no se pude medir no existe", nos dicen. Por lo tanto es inútil, agrego yo. Por eso el mundo adquirió esos tonos grises propios de todos los productos del capitalismo, aunque la publicidad y el mercadeo los disfracen de colorinches ¿acaso no existe la poesía porque no se puede medir su impacto en un espíritu? Ah bueno, pero según esos genios, tampoco el espíritu existe.
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