Hipatia
Carta
alejandrina No. 3
Medellín,
11 de agosto 2014
Hipatía
"A
ti, querida señora, te saludo cariñosamente ...".
Pero,
¿cuál era el propósito de "tus enseñanzas secretas"?:
Ser
como los dioses 1,
sabios, serenos y felices, "aquí y ahora", en este cuerpo
vivo que piensa y se piensa, porque siente y se siente sentir y
porque anhela. Y, lo más extraordinario, porque en ese sentir,
pensar, anhelar e imaginar, encarna/incorpora en su sí mismo a los
otros y al mundo. Eso es lo que significaba "tornarse/volverse
divino", encarnar/incorporar en sí mismo las cualidades de los
dioses. Ese es el propósito de la "erótica platónica",
la que, a su vez, se inspiró en "la experiencia eleusina",
la misma que se convirtió en el fundamento de "las enseñanzas
secretas" que desde antes y a partir de Platón, imparten "los
verdaderos Maestros y Maestras", tu, entre ellos y de manera
destacada, y por las cuales se crea el espíritu que permite acceder
al "conocimiento" y, desde allí, al descubrimiento y uso
de nuevos saberes:
"-En
efecto, Adimanto, el que tiene su pensamiento verdaderamente vuelto
hacia las cosas que son no tiene siquiera el tiempo para mirar hacia
abajo a los quehaceres de los hombres y para llenarse de envidia y de
hostilidad litigando con ellos sino que, mirando y contemplando cosas
que están bien ordenadas y que son siempre del mismo modo, que no
cometen ni sufren injusticia entre ellas sino que están siempre en
orden y dispuestas de acuerdo a la proporción, él imita
precisamente estas cosas y se hace semejante a ellas lo más posible.
¿O crees tú que exista acaso alguna posibilidad de que quien tiene
familiaridad con una cosa y la admira, no la imite?
-No
es posible, dijo.
-Por
eso, el filósofo, teniendo familiaridad con lo que es divino y
ordenado, se torna él mismo también ordenado y divino, en la medida
en que es posible a un hombre" (Platón, República, VI, 500
b-d).
Ya
para tu tiempo, pocas eran las escuelas en las que se enseñaban las
ciencias del "aliento vital" y las ciencias de la
naturaleza. Pocos eran, también, los Maestros y discípulos que en
el ámbito helénico continuaban impartiendo y recibiendo las
"enseñanzas secretas" de los sabios y de los filósofos
griegos, junto con las enseñanzas de las ciencias y las artes,
preservando, desarrollando y trasmitiendo aquellos conocimientos,
aquellas disciplinas y aquellos saberes necesarios para la evolución
cultural de la humanidad, y, por lo cual, enfrentaban persecuciones
por motivo de creencias religiosas y políticas, tal el caso de
Sócrates y de los cientos más que desde entonces el poder ha
sacrificado por pensar diferente.
Por
ello, el conflicto se encendió cuando esas enseñanzas, junto con
todos los maestros y sus discípulos y sus escuelas, fueron
reclamadas por los sacerdotes del nuevo dios, de manera exclusiva y
bajo condiciones estrictas y cerradas, en las cuales maestros y
alumnos sólo podían concentrar su contemplación e inteligencia en
la idea, única, de ese nuevo dios, todo lo opuesto a lo que desde y
antes de Platón se consideraba a la contemplación y a la
inteligencia: un estado por el cual "tornarse/volverse divino",
ser ciudadano del cosmos.
Fue
así como la nueva iglesia se convirtió en dueña y rectora de "lo
divino" y de "lo sagrado", es decir, de la posibilidad
de ser, ya no "un iniciado" (misto) 2,
que es al fin y al cabo lo que significa "místico", sino
en la obligación de ser un contemplador de dios, pero no de
cualquier dios o de cualquiera otra de las ideas de dioses o del
cosmos, sino, única y exclusivamente, de ese nuevo dios y en la
total obediencia a su gobierno teocrático.
"Iniciar",
era lo que hacías con tus discípulos, prepararlos para la
experiencia de una trasformación profunda de la existencia en todo
sentido: material, emocional, intelectual, espiritual. Trasformación
afectiva y efectiva sin propósito ni sectario ni religioso ni
teológico, sólo del "aliento vital". Experiencia sobre la
que existen testimonios ciertos de personajes cuya importancia es
reconocida por la historia en los ámbitos de la filosofía, las
ciencias, la política, etc. 3:
«Ninguna [institución
ateniense] es mejor que los misterios. Pues mediante ellos hemos sido
sacados de nuestro bárbaro y salvaje modo de vida y educados y
refinados en un estado de civilización; y así como los ritos se
llaman “iniciaciones”, así en verdad hemos aprendido de ellos
los principios de la vida...».
[...]
«Se nos ha dado una
razón no sólo para vivir en alegría, sino también para morir con
mayor esperanza» (Cicerón, De legibus, II, XIV, 36).
Pero,
con el triunfo político de esa nueva iglesia, poco después de tu
cruel y trágico asesinato, todo terminó tanto las últimas
manifestaciones de los misterios eleusinos, como las últimas
escuelas, maestros y discípulos helénicos. Y empezó una era de
ignorancia y superstición, de cuyas consecuencias somos víctimas,
todavía hoy, 1500 años después.
***
Es
de esa escuela, de tu magisterio y de tus discípulos que quiero
hablarte ahora.
De
lo poco que se sabe sobre tu vida, obra, escuela y magisterio, da
buena cuenta tu biógrafa María Dzielska, de cuyo libro: Hipatia de
Alejandría (Siruela, Madrid, 2004), sugiero leer, en particular, el
aparte titulado: La búsqueda del conocimiento, en el cual trata de
revivir las experiencias pedagógicas vívidas contigo y en tu
escuela por tus discípulos a partir de los testimonios epistolares
de uno de ellos, Sinesio de Cirene, y en los que bien se muestra ese
ámbito en el cual "Sabiduría" y ciencias, "conocimiento"
y saberes, son el motivo final de esa búsqueda, como bien lo
atestigua el mismo Sinesio de Cirene, tanto sobre aquello de
"tornarse/volverse divino", como de los estudios teóricos
y prácticos de las ciencias: matemáticas, geometría, astronomía,
etc. De esto último bien lo demuestra en la carta No. 15, dirigida a
ti, Hipatia, en la que te pide que le hagas fabricar el areómetro
(hydroskópion) que él había inventado.
Pero,
antes y como muestra anticipada que bien ilustra lo que me propongo
decir más adelante, trascribo algunos fragmentos de dicha biografía
y, luego, la cita de una de las cartas de Sinesio de Cirene. Esto
dice María Dzielska:
"Hipatia despierta el instinto
filosófico de sus alumnos, extrae de ellos imágenes y sentimientos
religiosos dirigidos hacia la realidad divina.
La "auténtica guía" que
preside los misterios de la filosofía ordena a sus discípulos que
sigan las enseñanzas de Platón y que por medio de un enérgico
esfuerzo de la inteligencia y el corazón descubran en su fuero
interno "el ojo sepultado dentro de nosotros" (Ep. 137).
Este "ojo intelectual", este "hijo luminoso de la
razón"(Ep. 139; Dion 9) escondido en lo más profundo de
nosotros en espera de ser liberado, hace de cada individuo un
portador del mundo trascendental, y lo capacita para romper las
cadenas de la materia. En este esfuerzo común para descubrir los
recursos naturales de la divinidad humana, Hipatia advierte
probablemente a sus alumnos que presten atención a las palabras de
Plotino en su lecho de muerte. Sinesio las cita al escribir a su
amigo Herculiano: "Alza lo que hay de divino en tu interior
hasta el primogénito divino" (Ep. 139).
La chispa de sabiduría encendida por
el "guía divino", "esa chispa escondida que ama
ocultarse", se convierte en una gran llama de conocimiento (Ep.
139), concluyendo así el viaje del alma que Plotino denominaba
anagoge, la ascensión hacia el cielo, hacia la divinidad. La
meta del filosofar se ha alcanzado; el espíritu se halla en un
estado de revelación, contemplación, theoria (Ep. 140; Dion
6-9). Esta es la experiencia consumada, incontrovertible, porque toca
el ser primero, la verdadera realidad, la causa original de la
realidad temporal. Se trata, efectivamente, del aspecto más
importante de la vida humana: "Darse enteramente a las cosas
superiores y por completo a la contemplación de la Realidad y del
origen de las cosas mortales" (Ep. 140)". (María Dzielska,
Hipatia de Alejandría, Siruela, Madrid, 2004, pp. 61-62).
"Los alumnos regulares de
Hipatia, sobre quienes Sócrates Escolástico escribe de manera muy
exagerada, diciendo que vienen "de todas partes", visitan
la casa de su profesora a diario. Para esos alumnos, que deben
ocuparse "sólo de asuntos divinos" (Ep. 154) a lo largo de
su vida, Hipatia imparte clases de acuerdo con un programa secreto.
En un círculo cuyos miembros participan en los "misterios
filosóficos" resulta inadmisible "que los impuros manejen
lo que es puro (Ep. 137). Que los discípulos más fervientes de
Hipatia se reúnen con ella a menudo queda confirmado por su afecto
mutuo" (María Dzielska, Hipatia de Alejandría, Siruela,
Madrid, 2004, pp. 71).
"En mi opinión, dentro del
círculo de Hipatia, una razón mucho más poderosa para el secreto
que el elitismo es la intensidad de las experiencias que compartían.
El singular estado conseguido por medio de un esfuerzo mental
sostenido y por la purificación del alma mediante la contemplación,
la inmovilidad en el éxtasis y la pérdida de contacto con la
realidad resulta indescriptible: ¿qué es lo que hay que explicar,
excepto que se ha experimentado? Apolonio de Tiana, el "santo",
alude a la experiencia en Sobre los sacrificios, donde afirma que a
Dios se le adora por medio del éxtasis silencioso y la demostración
de la propia perfección. De hecho, los Himnos de Sinesio están
dedicados a esas experiencias; el autor celebra el gozoso silencio de
las esferas sobre las que Dios reina. También busca la tranquilidad
secreta de la contemplación durante sus actividades sacerdotales, a
las que considera "misterios inefables".
Las pruebas reunidas sobre la docencia
de Hipatia y el círculo de sus alumnos nos acerca al medio
filosófico de Alejandría en el tránsito del siglo IV al V, y
también a las comunidades de maestro discípulos del platonismo
tardío características del último helenismo" (María
Dzielska, Hipatia de Alejandría, Siruela, Madrid, 2004, pp. 77-78).
Esto
dice Sinesio de Cirene en la carta No. 137:
"Si de verdad el provecho que se
obtenía de los errantes viajes de Odiseo era, como afirmó Homero,
«ver las ciudades de muchos hombres y conocer su forma de pensar»,
y eso aun habiendo arribado a las costas no de gente agradable sino
de Lestrígones y Ciclopes, de seguro que el poema habría celebrado
maravillosamente este viaje tuyo y mío, que nos ha permitido llegar
a conocer por experiencia cosas que, aunque la fama las contara, no
se creerían. Y es que hemos visto con nuestros propios ojos y
escuchado con nuestros propios oídos a la auténtica maestra de los
misterios de la filosofía" (Sinesio de Cirene, Cartas, 137,
Gredos, Madrid, 1995, p. 258).
***
Lo
aterrador de toda esta historia es que, desde entonces, todo lo
relacionado con esas "enseñanzas secretas" se convirtió
en motivo de persecución y riesgo fatal para maestros y discípulos,
pues, para esa nueva iglesia, hasta "las experiencias, los
conocimientos, las enseñanzas" místicas de sus propios
sacerdotes y miembros, eran sospechosas y peligrosas y heréticas.
Y,
ciertamente, esas si que son acciones peligrosas para toda creencia,
ideología e institución que pretenda ejercer un poder absoluto,
porque es en y por ellas que se disuelve todo dogma o, parodiando a
Marx, el filósofo, se disuelve todo lo sólido de ese poder
absoluto.
Pero
y lo paradójico, es que ese peligro radica precisamente en que esas
"enseñanzas secretas" son la plena realización de aquello
que, se supone, la nueva iglesia pretende implantar como su
fundamento: "El Amor".
Esa
es "La Gran impostura". Porque nada más sencillo y simple.
Desde antes de Platón y a partir de "la erótica platónica",
todo se reduce a las cualidades y calidades de la comunidad y a la
conexión entre maestro y discípulos, tal y como lo hiciera Sócrates
con Platón y tu, Hipatia, con tus discípulos, como bien lo
testimonia Sinesio en sus cartas y que tu biógrafa relata con
propiedad y tino.
Si
se despoja a estas "enseñanzas secretas" de todas las
fusiones y confusiones y de toda la retórica sobrenatural y de toda
esa teología pietista y toda esa doble moral y de toda esa
autoayuda, con la que se les ha oscurecido, complicado y ocultado,
nos vamos a encontrar con que en ellas están las mínimas cualidades
y calidades que tienen y contienen tus propias enseñanzas: despertar
los más íntimos y profundos sentimientos y alcanzar, mediante el
esfuerzo sostenido, el estado mental adecuado de placer y entusiasmo
que permiten enfrentar y superar todo obstáculo y dificultad.
Como
quien dice, para ti y tus Maestros y los Maestros que luego fueron,
el asunto era claro, así no tuvieran el saber que ahora descubren
neurocientíficos, científicos cognitivos y otros científicos, todo
es cuestión de sentir y sentir que se siente, pues ese es el paso
previo del pensar y del pensar que se piensa, porque es necesario
sentir y sentirse para dar sentido y significado a lo que se percibe,
se siente y se abstrae.
A
partir de allí, descubrir, conocer, saber, inventar, imaginar,
pensar, anhelar, etc. serán acciones aladas en "lo
desconocido", es decir, maestros y discípulos contemplarán,
teorizarán, explicarán y aplicarán en las ciencias y en la
filosofía los saberes descubiertos al asombro de "los
conocimientos experimentados", como bien lo demuestran quienes
han estudiado estos, ya no tan misteriosos asuntos.
Y
no son ahora tan misteriosos porque las neurociencias, las ciencias
cognitivas y otras ciencias están mostrando que todo lo que somos y
hacemos es obra, actividad, de nuestro cuerpo que, como te dije en mi
anterior carta, era algo que ya habían intuido los grandes Maestros,
tu entre ellos. Pero, y lo más importante, que también
intuitivamente habían desarrollado los métodos para hacer que sus
alumnos lograran experimentar "algo", lo que ahora llamo:
"los estados mentales supremos", "un algo" que
está "más allá" del acto de pensar o de imaginar o de
decidir, es decir, ese "algo" que es el gozo de explorar,
descubrir y construir, tanto el sí mismo y el estar en el mundo,
como la invención y construcción de ese Ser y de ese Estar y de ese
Mundo. Ese anhelo de futuro que es el Espíritu: Ser como los dioses.
Ese
fenómeno extraordinario, quizás más semejante a la naturaleza del
"furor" propuesto por Giordano Bruno en Los heroicos
furores:
"TANSILLO: Se suponen, y de hecho
existen, varias especies de furores, todas las cuales se reducen a
dos géneros: los unos manifiestan únicamente ceguera, estupidez e
ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez ferina; consisten los
otros en cierta divina abstracción por la cual algunos alcanzan a
ser en verdad mejores que los hombres ordinarios. Y estos son a su
vez de dos especies, pues ciertos individuos, al haberse convertido
en habitáculo de dioses o espíritus divinos, dicen y obran cosas
admirables de las que ni ellos mismos ni otros entienden la razón
(...). Otros, por estar avezados o ser más capaces para la
contemplación y por estar naturalmente dotados de un espíritu
lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y del natural
fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la justicia, a la
verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio del fuego del
deseo y el hálito de la intención y, con el aliento de la
cogitativa facultad, encienden la luz racional, con la cual ven más
allá de lo ordinario; y estos no vienen al fin a hablar y obrar como
receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y
eficientes" (Giordano Bruno, Los heroicos furores, Tecnos,
Madrid, 1987, pp. 56-57).
Claro
que de esto también se aprovecharon los mistificadores para fundar
sus sectas y ganar sus prosélitos sometiéndolos por su ignorancia,
superstición y miedo, al dominio de ideas de dioses inexistentes. Un
grupo de estos fanáticos, instigados por uno de esos mistificadores,
fueron los que te asesinaron con crueldad y sevicia.
Pero,
ese es ya otro asunto y otra crítica que no son del caso tratar
aquí.
Así
que mejor tomemos un breve reposo y la próxima vez hablaremos de eso
que he llamado "los estados mentales supremos", lo que
apenas queda enunciado.
Salud
y alegría,
Iván
Rodrigo.
Notas
1Los
dioses para los griegos eran representación de fenómenos,
cualidades y poderes superiores y no esa idea del dios cristiano.
Ver: G. M. A. Grube, El pensamiento de Platón, Gredos, Madrid, 987,
p. 232 y ss. -William Keith Chambers, Historia de la filosofía
griega, seis tomos Gredos, Madrid.
2Karl
Kerény, Eleusis, Siruela, Madrid, 2004, p. 70. Ver Carta
alejandrina No. 1.
3Karl
Kerény, Eleusis, Siruela, Madrid, 2004.
1 comentario:
" Sereís como dioses", es la promesa de Lucifer, ese gran celebrante del aliento vital, desterrado por eso mismo a los infiernos: nadie puede impunemente robar el fuego de la vida a quienes detentan el poder, querido Ivancho.
Despojarse del dispositivo tiene sus implicaciones, pero su recompensa es impagable: el conocimiento que nos lleva a inventar el propio camino.
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