Hieronymus van Aken, El
Bosco, La sanación del loco.
Lector
Ludi No. 70
Iván
Rodrigo García Palacios
¿Qué
es el pensamiento?
¿Cómo
y por qué se piensa?
Paradoja
aparte, el pensamiento sólo es posible describirlo o definirlo o
hablar de él por la mediación de los propios inventos del
pensamiento: los códigos articulados de gestos, señas, señales,
signos, símbolos, etc. que lo hacen funcionar.
En
esas condiciones, un código es:
Para
explicarse la naturaleza de la Naturaleza y la naturaleza de su Ser y
Estar en el mundo, el Homo-Humano inventa los códigos con los cuales
ordenar, organizar, memorizar, asignar sentido, explicarse y
recordar, lo que percibe y siente, en un proceso exponencial y
ascendente de acuerdo con la complejidad de cada materia a codificar.
Un
código es la articulación sistematizada de gestos, señas, señales,
signos o símbolos, arbitrarios con los cuales se representa un orden
u ordenamiento de las cosas de acuerdo con la asignación de sentido
a la unidad de una materia y regido por normas preestablecidas.
El
conocimiento es la codificación de los elementos y partes de una
materia según un código preestablecido.
El
saber es la acumulación del conocimiento codificado con un
determinado código.
Las
artes son la experimentación de nuevos códigos con los cuales se
realiza la exploración en lo desconocido.
¿Qué
es el pensamiento?
El
Homo-Humano es materia que se ordena, forma, trasforma, evoluciona,
siente, se siente (conciencia), imagina, piensa, recuerda
(consciente) y anhela mantenerse unida y perdurar (Eros/Afrodita 1).
-
o -
Un
espacio para ilustrar:
Eros:
"Todos
sabemos, en efecto, que no hay Afrodita sin Eros" (Platón,
Banquete, 180 d).
Y,
según instruyó Diotima a Sócrates en Banquete, Eros es:
"Deseo
de la generación y procreación en lo bello" (Platón,
Banquete, 206 e).
También,
dice Diotima que ese deseo se manifiesta en los cuerpos y en los
espíritus 2.
Afrodita:
"...cómo,
cuando el agua, la tierra, el aire y el sol [fuego] se mezclan, se
originaron las formas (o figuras) y los colores de todos los seres
mortales que ahora existen, reunidos por Afrodita..."
(Empédocles, fr. 71).
-
o -
El
pensamiento es la expresión codificada de las sensaciones, las que,
a su vez, son el resultado de la expresión de los códigos
sensoriales de la codificación físico-química del cuerpo por medio
de los cuales la materia percibe y se percibe, siente y se siente y
se mantiene unida.
Esa
expresión somática de sentir, sentirse y perdurar, se inicia en las
propiedades y cualidades de la materia, la reactividad: la materia se
atrae y se ordena y se rechaza y desordena, en un proceso permanente
regido por las leyes de la Naturaleza.
-
o -
Abro
otro espacio para ilustrar:
Esas
antiguas leyes, que ya propusiera Empédocles y que luego inspiraran
a filósofos, matemáticos y científicos hasta las más avanzadas,
pero no menos poéticas, teorías matemáticas, físicas y
biológicas, de hoy, son, como lo explica W. K. C. Guthrie:
"Aunque
Empédocles aceptó la negación eleata del espacio vacío, no
admitió como consecuencia necesaria que el movimiento local fuera
imposible. Dadas cuatro substancias en lugar de una, cada una de
ellas podría ocupar los lugares de las otras, deslizándose las
últimas, como en una serie de objetos en movimiento, para ocupar el
lugar de las primeras, y así sucesivamente, sin necesidad de espacio
vacío para moverse entre ellas. Toda vez que se les ha concedido el
movimiento, sus «seres» adoptan dos características que había
negado Parménides a su Ser único, y que hacen posible la génesis
de un cosmos: a) están en movimiento y b) son divisibles. Esta
segunda característica aparece ilustrada en el fr. 22, 1-2: «Ya que
todos ellos —el sol, la tierra, el cielo y el mar— están en
armonía (o concordia) con sus propias partes, que se han separado de
ellos en los seres mortales.» La divisibilidad y el movimiento de
las cuatro «raíces» posibilita su afirmación de que «no existe
nacimiento de ningún ser mortal, ni fin alguno en la execrable
muerte, sino sólo mezcla y separación de lo que está mezclado».
El cambio aparente no es sino una nueva disposición. «Sólo existen
precisamente estos elementos», escribe él, «pero, debido a su
interpenetración mutua, alteran su apariencia: hasta tal punto la
mezcla hace que cambien» (21, 13-14)" (W. K. C. Guthrie ,
Historia de la filosofía griega, II, La tradición presocrática
desde Parménides a Demócrito, Gredos, Madrid, 1963, p. 159).
Continuando
pero ya citando a Empédocles, él también las llamó: Armonía,
Concordia, Discordia, Amor, Afrodita, Gozo:
"349.
Fr. 17, verso 14, Simplicio, in Phys. 158, 13
(continuación de 348).
349.
Ea, escucha mis palabras, pues el aprender acrece la sabiduría. Como
antes te dije, al manifestarte los limites de mis palabras, te voy a
contar un doble relato: en un tiempo lo Uno se acreció de la
pluralidad y, en otro, del Uno nació por división la multiplicidad:
fuego, agua, tierra y la altura inconmensurable del aire y, separada
de ellos, la funesta Discordia, equilibrada por todas partes y, entre
ellos, el Amor, igual en extensión y anchura. Míralo con tu mente y
no te sientes con ojos estupefactos, pues se le considera innato
incluso en los miembros mortales: debido a él tienen ambiciosos
pensamientos y realizan acciones de concordia, dándole el nombre de
Gozo y de Afrodita. Ningún mortal lo conoce, cuando se mueve en
circulo entre ellos, pero tú presta atención al orden no engañoso
de mi discurso.
Todos
ellos son iguales y coetáneos, aunque cada uno tiene una
prerrogativa diferente y su propio carácter, y prevalecen
alternativamente, cuando les llega su momento. Nada nace ni perece
fuera de ellos ¿Cómo podría, de hecho, ser destruido totalmente,
puesto que nada está vacío de ellos? Porque, sólo si estuvieran en
un constante perecer, no serían. Y ¿qué es lo que podría acrecer
todo esto? ¿De dónde Podría venir? Sólo ellos existen, pero
penetrándose mutuamente, se convierten en cosas diferentes en
momentos diferentes, aunque son continuamente y siempre los mismos"
(C. S. Kirk, J. E. Raven y M. Schofield, Los
Filósofos Presocráticos. Historia crítica con selección de
textos, Gredos, Madrid, pp. 412-413).
-
o -
En
la materia viva, la reactividad se define e identifica como el sentir
placer y dolor. El sentir que se siente, la conciencia, provoca las
sensaciones, las cuales, ordenadas y codificadas, determinan el
desarrollo y el funcionamiento de la materia viva.
A
medida que la materia viva se ordena y agrupa, los códigos se
superponen, yuxtaponen e integran, se hacen más complejos y extensos
para así manejar y controlar los procesos, funciones y acciones de
los cuerpos que se forman. Estos procesos, funciones y acciones
codificados y memorizados operan desde el nivel físico-químico,
biológico, metabólico, instintivo, hasta los niveles más
complejos: sensoriales, apetitos, deseos, emociones, sentimientos,
imaginación, pensamientos, recuerdos y anhelos (el anhelo es la
expresión de las propiedades y cualidades de la materia mediante las
cuales se ordenan, se mantienen unidos y se mueven los objetos o los
cuerpos que se forman).
El
cuerpo del Homo-Humano está formado por la infinidad de los cuerpos
de las células que se han agrupado, ordenado y especializado de
acuerdo a un código que determina su orden, forma, desarrollo,
funcionamiento y acción, como un cuerpo intradependiente, pero
independiente e interdependiente con los otros cuerpos en la
Naturaleza.
De
acuerdo con la especialización celular, corresponde a las células
neuronales la función de procesar y controlar la información y la
operación del cuerpo como unidad interna y externa, es decir, el
funcionamiento interno y externo y las conexiones que se establecen
entre lo uno y lo otro.
Una
de las funciones especializadas de las células neuronales, es la de
formar circuitos mediante los cuales procesar y almacenar la
información del estado del cuerpo y determinar, para su
preservación, la actividad interna y externa del cuerpo en el
espacio y en el tiempo. La ordenación, conexión, superposición,
yuxtaposición e integración de los diferentes circuitos neuronales
se convierten en imágenes o mapas neuronales que se actualizan y
almacenan permanentemente.
Las
imágenes o mapas de la memoria sensorial y de la memoria de las
sensaciones, son las que producen la mente, es decir, la memoria del
cuerpo: la conciencia, la que, a partir de la codificación
conectada, superpuesta, yuxtapuesta e integrada de los códigos
particulares, producirá el consciente, o sea, la codificación de
las sensaciones, los instintos, los apetitos, los deseos, las
emociones, los sentimientos, la imaginación, los pensamientos, los
recuerdos y los anhelos.
-
o -
Otro
espacio para ilustrar:
Giordano
Bruno describió así su Arte de la Memoria y su invento de "la
memoria artificial":
"Tratamos
este arte bajo una doble forma y camino, de las cuales una es más
elevada y general ya sea para ordenar todas las operaciones del alma,
ya sea también principio de muchos métodos, con los que cual
diversos instrumentos puede intentarse e inventarse la memoria
artificial. Consiste en primer lugar de treinta intenciones de
las sombras, en segundo lugar en treinta conceptos de ideas, en
tercer lugar en parecidos vínculos que podemos derivar de las
intenciones y conceptos mediante una industriosa adaptación de los
elementos de la primera rueda a los elementos de la segunda. La
segunda parte que sigue está más limitada a un modo determinado de
adquirir la memoria mediante el artificio" (Giordano Bruno, De
Umbris idearum).
Será
luego que Giordano Bruno exponga de manera amplia el funcionamiento y
operaciones de su Arte de la Memoria en De magia, De vinculis in
genere, Sigillus sigillorum y en otros de sus escritos, un método
que, si bien se inspira en una tradición ya en decadencia, el
tratamiento que él le da, no sólo inspirará los modelos de
filósofos y matemáticos posteriores, sino que, analizado en un
lenguaje actual, pareciera que estuvieran hablando de la internet que
ahora copa nuestro mundo, si así se interpreta tanto el método
bruniano como la explicación que de él ofrece Ignacio Gómez de
Liaño:
"[...]
el arte de la memoria de Giordano Bruno es la fabricación de un ojo.
Ventana y espejo donde las cosas son apariciones y juegos de
espectros, este ojo artificial e inventivo es la cifra de la mente
que alumbra Bruno. Es en la práctica de la diversión óptica como
se descifra esta, es en las seguridades de la presencia y en las
inseguridades de una presencia siempre ambigua, como se enseña a
vivir en la apariencia. Desde la cifra del ojo no son las apariencias
lo que engaña.
Este
ojo -cifra de la mente- no es el instrumento de la visión: no se ve
con los ojos, sino, como los héroes de Homero, se ve en
los ojos. Ubicadas en la vista, hecha lugar, la retina insume en sus
puntos a las cosas, hechas puntos; y repite en su pequeño mundo de
luz a la tierra y al cielo como geometría -medida de la tierra- y
como planisferio celeste. ("Tierra" y "ojo" es
como llama Bruno al centro de sus atrios mnemónicos). Tierra y
cielo, a contrapelo de la ley de la gravedad, aparecen en el ojo como
concreción de imágenes, pero también como diversión de espectros"
3.
Pero,
en principio, lo que propone Giordano Bruno, es un "arte"
mediante el cual "ordenar todas las operaciones del alma",
pero de una "alma" de naturaleza y expresión diferentes a
las impuestas por las filosofías y teologías cristianas de su
época, a las que se opone y que, por el contrario, anticipa la
concepción de que en el Homo-Humano no existe una excepcional
dualidad de cuerpo y alma, sino la maravillosa unidad de un cuerpo
que produce una mente excepcional que se construye de sensaciones,
pasiones, anhelos y del que emana un Espíritu 4.
Para
Giordano Bruno, cuerpo y alma, son lo que antes fueran para Epicuro:
"(63)
Y después de estas cosas, es preciso reparar, refiriéndose a las
sensaciones y pasiones –pues así la convicción será más
certera– en que el alma es un cuerpo sutilmente particulado,
diseminado por todo el organismo y muy semejante a un soplo que tiene
una mezcla de calor, en parte semejante a este [calor], en parte
semejante a aquel [soplo], si bien hay una parte que ha alcanzado
gran variación [respecto] de tales [primeras partes] en razón de su
sutil particulación y [que es] más simpática con el restante
organismo" (Epicuro, Epístola a Heródoto).
Así
describe Giordano Bruno el funcionamiento del cuerpo y del alma:
"Pues
así como nuestra alma produce primera y universalmente con el cuerpo
entero toda obra de vida, sin embargo, pese a estar toda entera en el
todo y en toda y en no importa qué parte, no por ello hace todo a
partir de todo ni de cualesquiera partes, sino que hace ver en el
ojo, oír en el oído, gustar por la boca (porque si el ojo estuviese
por todas partes, por todas partes vería, y si los órganos de todos
los sentidos estuviesen por todas partes, por todas partes
enteramente sentirían), así también el alma del mundo que está en
todo el mundo, allí donde ha alcanzado una materia determinada, allí
mismo produce un sujeto (cosa) y manifiesta, a partir de él,
determinadas operaciones. Por consiguiente, aun cuando se halle
igualmente por doquier, no actúa de igual manera en todas partes,
porque no se le suministra una materia igualmente dispuesta en todas
partes" (Giordano Bruno, De magia).
Y
así serán, después, cuerpo y "mens" para Spinoza,
quien se inspira en Giordano Bruno:
"PROPOSICIÓN
XIII
"El
objeto de la idea que constituye el alma (mens) humana es un
cuerpo, o sea, cierto modo de la Extensión existente en acto, y no
otra cosa" (Spinoza, Ética, II, Proposición XIII).
En
palabras sencillas y en una traducción actual:
"La
mente humana es la idea, imagen, forma y memoria, del cuerpo humano".
O
para decirlo de la forma como lo explico en otro escrito:
La
mente es la memoria sensorial del cuerpo, el escenario de la
imaginación, donde se despliegan las emociones y los sentimientos,
actúa el pensamiento y juegan los recuerdos y los sueños.
-
o -
Al
cerebro, al igual que a la Naturaleza, le repugna el vacío 5
y también le repugna el desorden y, por ello, llena y ordena todo lo
que lo afecta, es decir, lo codifica, lo recodifica y lo almacena.
El
código genético todo lo llena y todo lo ordena, en él ya está
codificado el cuerpo, su forma, su desarrollo y su funcionamiento.
Para
el Homo-Humano ese funcionamiento se lo explica desde momento en el
cual la conciencia se hace consciente, es decir, cuando el individuo
comienza a codificar y dar sentido a lo que siente y, a partir de
allí, se produce la evolución y la mutación de los códigos
culturales: el conocimiento, el saber y las artes.
El
cerebro del Homo-Humano tiene la capacidad y la habilidad de
conectar, superponer, yuxtaponer e integrar, a los códigos
biológicos, sus propios códigos culturales, es decir, aquellos
códigos que inventa y desarrolla para dar orden, sentido,
explicación y extensión, a lo que siente. De las imágenes mentales
que produce y reproduce de las percepciones y sensaciones que le
provocan sus sentidos, elabora, conecta, superpone, yuxtapone e
integra códigos para ordenarlas, memorizarlas y llenar su sentido,
para así, finalmente, darles una expresión que se establece,
simultáneamente, como criterios de verdad, conducta y de acción,
siempre en evolución, expansión, extensión y trasformación. Nunca
definitivos ni absolutos.
Es
precisamente por esas conexiones, superposiciones, yuxtaposiciones e
integraciones que extiende y expande la percepción de su sí mismo
al mundo, desde lo meramente sensorial hasta sus proyecciones
concretas, prácticas y abstractas, inventando y desarrollando
códigos que evolucionan, mutan y se acumulan en códigos cada vez
más complejos y poderosos con los cuales explicarse lo que siente y
lo que se siente sentir: el mundo micro y macro en el que habita, así
como el mundo que anhela y construye, aquel en el que anhela habitar.
A
manera de ejemplo, los primitivos códigos de gestos, señas,
señales, sonidos, mutaron en códigos de signos y símbolos y, estos
últimos, a su vez, también mutaron al momento de introducirles
elementos que los trasforman, desarrollando los lenguajes.
Tal
el caso de los lenguajes fonéticos, los que se trasformaron al
momento de combinar las consonantes y las vocales o al momento de ser
reproducida, por escrito, la fonetización. Por su parte, los
lenguajes matemáticos, numéricos, aritméticos, científicos, se
trasformaron al momento de introducir el cero a los sistemas
numéricos y, luego, con la introducción de signos, símbolos y
conceptos, tales los de: inercia, movimiento, vacío, unidad,
divisibilidad, infinitesimal, quantum, etc.
Igual
sucede con todos los códigos simbólicos, desde las primitivas
expresiones hasta las expresiones actuales.
Lo
mismo es válido para los códigos, expresiones y lenguajes de las
ciencias y las artes particulares.
Una
historia de esas trasformaciones de los códigos, expresiones y
lenguajes culturales demostraría la validez de esa hipótesis y, con
ello, la evolución y mutación de la imaginación y del pensamiento,
puesto que, a cada mutación o evolución, corresponde una extensión
y una expansión del conocimiento y del saber, los que, al igual que
en el funcionamiento del cerebro, trasforman la memoria y extienden,
expanden y proyectan la visión sobre el mundo y el sí mismo.
¿Cómo
se piensa?
La
imaginación y el pensamiento son, entonces, la habilidad de
inventar, desarrollar, manejar y controlar los códigos culturales a
partir de los códigos naturales.
El
cerebro recibe, procesa, almacena, conecta, contrasta, interpreta y
expresa la información, las percepciones y las sensaciones que
recibe tanto del interior como del exterior del cuerpo y las
convierte en las imágenes o mapas que conforman la mente como la
memoria del cuerpo, la conciencia, algo así como un sistema
operativo y de memorias que manejan y controlan el funcionamiento del
cuerpo, los que se expresan en procesos internos y en procesos
externos de movimiento y acción con el propósito de preservar la
supervivencia, reproducción y adaptación del organismo. En el
interior del cuerpo se desarrollan los procesos metabólicos,
homeodinámicos y dinámicos. Hacia el exterior, la dinámica del
movimiento que lleva a la organización de la acción, la ejecución
de las actividades y la expresión de los sentimientos, por medio de
los cuales cumplir aquellos mismos propósitos: los imperativos
evolutivos.
Son
entonces las sensaciones, la conciencia, los propósitos y esas
actividades, las que el cerebro memoriza, produce y expresa como
instinto, apetito, deseo, emoción, sentimiento, imaginación,
pensamiento, recuerdo y anhelo, al momento de asignarles un orden con
significados y significantes con los cuales dirigir las acciones como
criterios de verdad, conducta, acción y recuerdo.
Ese
orden de significados y significantes se fundamenta en las
sensaciones físicas, las que, a medida que se acumulan en la mente,
la memoria, son trasformadas en proyecciones de acción y
expectativa, hasta alcanzar altos grados de abstracción.
Ese
orden se traduce en códigos cada vez más complejos que se conectan,
superponen, yuxtaponen e integran, para desarrollar una memoria cada
vez más extensa y expandida, la que, por magnitud y necesidad, se
expresará, conservará y compartirá por medio de acciones externas:
gestos, sonidos, señas, señales, signos, símbolos, los que, a su
vez, se expresan a través del cuerpo y se conservan en objetos, en
archivos.
Como
criterios de acción, de conducta y de verdad, esos códigos, serán
concretos, reales, especulativos o ficticios, de ahí que se
conviertan en las expresiones de las ciencias, las matemáticas, las
filosofías y las artes, como herramientas de la exploración en lo
desconocido.
-
o -
Un
nuevo espacio para ilustrar:
Sentir
y conciencia
Como
lo dijo Epicuro, de acuerdo con la interpretación de Diógenes
Laercio y lo que las actuales neurociencias están demostrando, el
Homo-Humano empieza a construir su Ser y Estar en el mundo desde el
sentir, desde la sensación:
“(31)
[...] los criterios de la verdad son las sensaciones (aistheseis),
las prenociones (prolépseis) y las afectaciones (páthe),
y los epicúreos añaden las proyecciones imaginativas de la mente
(phantastikaí epibolaí tês dianoías)” 6
Más
adelante agrega:
“(33)
La prólepsis (impresión,
impronta, “imprintig”), dicen los epicúreos, es como una
comprensión (katálepsis), una opinión recta, un pensamiento
(énnoia), una noción general que está en nosotros como un
recuerdo (mnéme), de lo que muchas veces se nos ha presentado
desde fuera. Por ejemplo, aquello que se me está presentado de esa
manera es un hombre. Porque en el momento mismo en que se dice
hombre, gracias a la prólepsis, se piensa, al mismo tiempo,
en su imagen genérica (týpos), según las sensaciones que
antes se han tenido. Para todo hombre, pues, aquello que es
primeramente significado en él se nos presenta como evidente. Y
nosotros no podríamos llevar adelante investigación alguna, si no
tuviéramos ya de antemano algún conocimiento. Por ejemplo, cuando
decimos: ¿aquello que hay allí es un caballo o un buey? Porque para
hacer tal pregunta es preciso haber conocido alguna vez la forma
(morphé) de caballo o de buey. No podríamos, pues, nombrar
cosa alguna, si antes no conociésemos, por medio de la prólepsis,
su imagen genérica, su týpos. Las prolépseis son,
pues, evidentes” 7
Al
final de sus comentarios, Diógenes Laercio establece la diferencia
entre el conocer por las sensaciones y la opinión que se forma a
partir de ellas:
(34)
»La opinión la califican de suposición, y la consideran verdadera
y falsa. Si es confirmada por otros testimonios y no resulta
contradicha por ninguno, es verdadera. Pero si no es confirmada por
testimonios y es contradicha, resulta falsa. Por eso introdujeron la
calificación de “en expectativa”, por ejemplo en expectativa de
acercarse a la torre y conocer cómo es de cerca.
»Dicen
que hay dos afecciones, el placer y el dolor, que se presentan a todo
ser vivo, y el uno es connatural y el otro extraño. Por uno y otro
decidimos nuestras elecciones y rechazos.
»Y
que entre las investigaciones las unas versan sobre los hechos, y las
otras, sobre la palabrería huera» 8
[...]
Y
aquí retorna el asunto de sentir y conciencia, del que ya escribí
en Sensaciones epicúreas, y que me obliga ahora a transcribir lo
escrito por dos físicos: el Premio Nobel Georges Charpak y Roland
Omnès y un neurocientífico, Antonio Damasio, citado por ellos dos.
Escriben
Georges Charpak y Roland Omnès:
"Intelectualmente,
sabemos que el problema de la significación carece de respuesta o,
al menos, que la respuesta está más allá del horizonte del saber
actual. Sin embargo, ¿qué palabras concretas han acudido a nuestra
pluma y a la de Bertrand Jordan? Sufrimiento, vida interior, belleza,
alegría, deseo, repugnancia, dificultad de creer ... Todas
pertenecen al orden del sentimiento: un sentimiento que lucha contra
el entendimiento. Podría decirse, pues, que el problema no es
encontrar el significado intelectual del universo y de las leyes,
sino integrar este conocimiento en la conciencia: conciencia más
vasta que el puro conocimiento y que engloba los sentimientos,
incluido el sentimiento de sí mismo. Es en mí, por mí, para mí,
que deseo hacer del conocimiento una parte viva de mí y algo
absolutamente extraño.
Un
gran neurobiólogo, Antonio Damasio, nos ayudará a dar cuerpo a esta
idea aún vaga, a la luz de recientes resultados en el campo del
cerebro y de la conciencia. He aquí lo que dice:
"La
idea más sorprendente (surgida de las investigaciones sobre estos
temas) es, quizás, el hecho de que la conciencia se origina en un
sentimiento. [...] La idea de que la conciencia sería un sentimiento
de conocimiento concuerda con los resultados que hemos podido obtener
sobre las estructuras cerebrales que se le asocian más
estrechamente. [...] Arraigando la conciencia en el sentir podemos
explicar el sentimiento de sí mismo. [...] Situar el origen de la
conciencia en el sentimiento nos lleva a interrogarnos por la
naturaleza íntima del sentir. ¿De qué están hechos los
sentimientos? (Notemos que el autor ha descrito antes el soporte
biológico, humoral, de las emociones, que son más primarias que los
sentimientos). ¿De qué son percepción los sentimientos? ¿Hasta
dónde podemos explorarlos? En la actualidad aún no es posible dar
una respuesta plena a estas preguntas. [...] Pudiera ser que la
conciencia humana exigiera la presencia de sentimientos" 9
Los
mecanismos neuronales del sentir, de los sentimientos y de su
utilidad biológica y existencial serán también explorados y
explicados a partir del descubrimiento de las neuronas espejo por
parte de Marco Iacoboni y su equipo de investigaciones.
-
o -
¿Por
qué se piensa?
Porque
el pensamiento es otra herramienta más con la que la materia viva
cumple los imperativos de la evolución: supervivencia, reproducción
y adaptación.
Y
porque ese es el sendero para que el Homo-Humano realice su anhelo de
futuro, el espíritu, aquello que su naturaleza le exige: extender
sus manos hacia las estrellas.
-
o -
Y
un último espacio para ilustrar:
Y
ese cuerpo inventa (o crea, según el gusto) las extensiones de las
que hablaba Marchall McLuhan, por
medio de las cuales establece, desarrolla y extiende su Ser y Estar
en el mundo.
Y
la mayor y más humana de esas extensiones es la que describe
Nietzsche:
"El
cuerpo creador se creó el espíritu como una mano de su voluntad".
"[...]
Espíritu - es la vida que muerde en la propia carne ¡en su
padecimiento acrecienta su saber!" (Nietzsche, Así habló
Zaratustra, I, De los despreciadores del cuerpo).
He
ahí la "Experiencia primordial", el espíritu, que es el
Gran Anhelo de futuro:
Anhelo:
Deseo vehemente de conseguir alguna cosa.
Anhelo
que para Spinoza es el conatus:
"PROPOSICIÓN
IX
El
alma [mens], ya en cuanto tiene ideas claras y distintas, ya
en cuanto las tiene confusas, se esfuerza por perseverar en su ser
con una duración indefinida, y es consciente de ese esfuerzo suyo"
(Ética, II).
Lo
que se explicaría, también y según Spinoza, que el
hombre se definirá por su anhelo y, en general, todas las cosas por
su conatus.
Esta
ley del conatus
es general para toda la naturaleza, aunque sólo en el hombre alcance
la dimensión vital, existencial y psicológica que las palabras
"perseverar, duración, esfuerzo", parecen conllevar.
Pero,
también y según Antonio Damasio:
"El
anhelo es un rasgo profundo de la mente humana. Esta implantado en el
diseño del cerebro humano y en el acervo genético que lo engendra,
no menos que los rasgos profundos que nos conducen con gran
curiosidad hacia una exploración sistemática de nuestro propio ser
y del mundo que lo rodea; los mismos rasgos que nos impulsan a
construir explicaciones para los objetos y situaciones de este mundo.
El origen evolutivo del anhelo es completamente plausible, pero la
explicación necesita otro factor para que uno pueda comprender por
qué la constitución humana acabó por incorporar el rasgo. Creo que
en los seres humanos primitivos funcionó un parecido factor de la
misma manera que está funcionando ahora. Su consistencia tiene que
ver con el poderoso mecanismo biológico que hay tras él: la misma
empresa natural de autopreservación que Spinoza enuncia de forma tan
clara y trasparente como esencia de nuestro ser, el conatus,
es llamado actuar cuando nos enfrentamos a la realidad del
sufrimiento y, en especial, de la muerte, real o anticipada, ya sea
la nuestra o la de los que amamos. La perspectiva misma del
sufrimiento y la muerte trastorna el proceso homeostático del
espectador. La empresa natural para la autopreservación y el
bienestar responde al trastorno con una lucha para evitar lo
inevitable y corregir el equilibrio. La lucha provoca que encontremos
estrategias compensadoras para la homeodinámica que se ha desviado
del camino recto; y el darse cuenta de toda la situación
comprometida es causa de profunda aflicción" (Antonio
Damasio, En busca de Spinoza. Neurobilogía de la emoción y los
sentimientos, Crítica, Barcelona, 2009, p. 249).
Es
en ese contexto en el que, por un "calentamiento cerebral",
concentración extrema de la atención, motivado por la imperiosa
necesidad de resolver una situación agobiante, se sucede "una
experiencia excepcional" de naturaleza biológica, anímica o
intelectual, por la que se provoca y produce una conformación
emergente, breve o duradera, de un nuevo sistema de circuitos y
conexiones neuronales nuevas, en los que se involucran otros
sistemas, circuitos y conexiones, existentes o se reactivan otros que
estaban inactivos o habían sido eliminados, causando un estado de
exaltado entusiasmo gozoso y de regocijo.
-
o -
1Eros,
el dios sin padre, la fuerza de la generación y la degeneración,
algo así como la entropía. Afrodita, diosa del Deseo/Amor, la
fuerza que atrae y une.
2
Digo deseo en lugar de amor y espíritu en lugar de alma, porque
amor y alma son términos que están condicionados por una alta
carga ideológica. En cambio, deseo y espíritu, aunque son también
términos complejos, son conceptos más filosófica y
científicamente pertinentes.
3
Ignacio Gomez de Liaño, Mundo, magia, memoria, Biblioteca Nueva,
Madrid, 2007, p. 28-29
4
Sobre el Espíritu ya me he expresado en las Cartas eleusinas.
5Albert
Ribas Massana, Biografía del vacío. Su historia filosófica y
científica desde la Antigüedad a la Edad Moderna, Sunya,
Barcelona, 2008.
6Diógenes
Laercio, Vida de Epicuro, Libro X, de las Vidas de los filósofos
ilustres, citado por Emilio Lledó, El epicureísmo, Taurus, Madrid,
1995, pp. 87.
7Diógenes
Laercio, Vida de Epicuro, Libro X, de las Vidas de los filósofos
ilustres, citado por Emilio Lledó, El epicureismo, Taurus, Madrid,
1995, pp. 93-94.
8Diógenes
Laercio, Vidas de los filósofos más ilustres, Traducción del
griego: Carlos García Gual, Alianza, Madrid, 2007.
9
Georges Charpak y Roland Omnès, Sed sabios, convertíos en
profetas, Anagrama, Barcelona, 2005, pp. 165-166.
Antonio R. Damasio, La sensación de lo que
ocurre, Debate, Barcelona, 2001, capítulo 11.
1 comentario:
Querido Ivancho: para comprender- para pensar- el concepto de pensamiento, siempre es de gran ayuda la figura de las cajas chinas o las muñecas rusas.Siempre habrá una nueva pregunta- una nueva muñeca- dentro de cada respuesta , en una suerte de juego infinito que constituye la esencia misma de la mente: cuando esta cesa sus funciones acontece el olvido que es, bien los sabemos, una de las formas de la muerte.
Publicar un comentario