Lectura
en grupo.
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Cartas
Abelardinas – 10
Pietro
Citati, charlando entre amigos
sobre
la y algunas novelas del siglo XIX
Medellín, 23 de julio 2019
Abelardo
¿Una lectura teológica?
Sobre Robinson Crusoe he leído infinidad
de lecturas, desde interpretaciones políticas, sociales, económicas,
religiosas, históricas, sociológicas, antropológicas,
psicológicas, etc. y hasta literarias. Pero nunca había leído
ninguna teológica y menos una en la que se narrara la teología de
la creación de un nuevo mundo, pero, esta vez, de un mundo burgués,
el de la burguesía del siglo XVIII, esa burguesía que por mucho
tiempo se estuvo preparando en las sombras de las cortes europeas y
bajo la protección de los reyes y los aristócratas que dependían
de ella para endeudarse y pagar por sus excesos. Lo que siguió fue
que esa burguesía, al fin, pudo cobrar a sus acreedores y sustituyó
el poder de los monarcas y aristócratas al asimilar para ella el
ejercer el poder sobre aquel mundo que sobrevivió o emergió de la
Revolución Francesa.
Al empezar su libro, El mal absoluto,
Pietro Citati, lo hace por Robinson Crusoe, la novela de Daniel Defoe
y hace esa lectura teológica en un ensayo muy íntimo e imaginativo.
Y así establece el tono de todo lo demás que le sigue.
Pero al leer ese primer ensayo me pareció
“rarito” que en este nuevo Génesis y paraíso terrenal,
cualquier mención a la mujer brillará por su ausencia y con ello
todo lo que implica el mito de la procreación y, además, que la
única compañía de Robinson fuera un salvaje, negro y caníbal. Es
cierto que en la novela Daniel Defoe no incluye tampoco a ninguna
mujer, pero se justifica en razón de la época y la trama, por
supuesto, con la moral de la época en la cual escribe Daniel Defoe,
pero ello no justifica el que en está época cualquier análisis y
menos uno teológico como el de Pietro Citati, excluya a la mujer y
al pecado en la reinvención de un mito del Génesis y del Paraíso
de la versión bíblica.
Cuando siendo muchacho hice mi primera
lectura de Robinson Crusoe, aquello me pareció una asombrosa
aventura con la que jugar en la imaginación y la ausencia o la
presencia de una mujer en ella como que no cuadraba con el juego de
naufragar en medio del océano y sobrevivir para crear un mundo en
una isla que no figuraba en mapa alguno.
Mucho después, y ya en la edad de la
razón, una segunda lectura, junto con la lectura de unos cuantos
ensayos y análisis críticos sobre la novela de Daniel Defoe, me
parecieron interesantes todas esas interpretaciones interculturales,
pero seguía sin extrañarme la ausencia de una mujer y esa relación
de Robinson con Viernes.
Pero ahora estamos en la era del
feminismo, la igualdad de hombres y mujeres, la diversidad de géneros
sexuales, la igualdad de derechos y reconocimientos civiles y
sociales para todos esos géneros y su derecho al matrimonio y a una
familia, del “metoo” y “lo políticamente correcto”,
en fin, en una era en la que la sexualidad domina y determina todos
los discursos y narrativas, así que una nueva lectura de Robinson
Crusoe y la lectura del ensayo de Pietro Citati, necesariamente me
tuvo que llevar a notar esa ausencia de mujeres, serpientes y del
árbol del bien y el mal.
Digo lo anterior, porque al leer los
ensayos de Pietro Citati invitan a hacer las propias
interpretaciones, deducciones y discursos.
También digo lo anterior para antojar a
la lectura de un libro que hace una lectura, como dije atrás, íntima
e imaginativa a la novela y a algunas de las más importantes novelas
europeas del siglo XIX, el siglo de las grandes novelas. La lista de
autores y las obras comentadas son un inmenso jardín de las delicias
en el que los deseos son libros. Un paraíso alterno al de Borges.
Y los ensayos, que más que ensayos, son
una interminable y fascinante conversación de amigos sobre sus
novelas favoritas. Unos más breves y leves y otros más extensos y
profundos. Pero, al final, la extensión no es criterio de
importancia, sólo de Lectura Lúdica.
1
Después de Robinson Crusoe, la novela
que sigue es El manuscrito encontrado en Zaragoza de Jean Potocki,
una extraña novela que busqué inútilmente cuando todavía no
existían las copias en pdf. El manuscrito, entre las incontables
razones que dijo su autor lo motivaron a escribirla, la más
asombrosa es aquella en la que dice que pretendió escribir una
especie de Libro de las Mil y una noches, pero esta vez sobre los
vuelos de la imaginación fantástica y tenebrosa europea. Además, y
Potocki lo enfatiza, no lo escribio para imitar el clásico árabe,
sino para superarlo. Y bien que lo logra sobradamente, pues, más que
la imitación de los relatos de Sherezade, lo quePotocki crea es un
género literario que ni ha sido imitado ni superado, pero del cual
muy buena parte de la literatura fantástica se nutrió. Que lo digan
Jorge Luis Borges y todos los cultivadores de los géneros
fantásticos. Y, por supuesto, la búsqueda de los textos de El
manuscrito, al igual que los textos rescatados de las Mil y una
noches, tienen una historia azarosa y asombrosa.
El libro de Pietro Citati continua con
Las afinidades electivas de Johann Wolfgang von Goethe:
“Al escribir Las afinidades
electivas, supone que las inclinaciones y las pasiones humanas están
regidas por la misma necesidad que produce la flor o la rosa, una
combinación química” (Pietro Citati, El mal absoluto).
Mejor
dicho, esta fue una novela en la que Goethe quiso mostrar la acción
de sus teorías científicas sobre la naturaleza en su manifestación
y en las relaciones entre las personas, así como el funcionamiento
de emociones, sentimientos, etc. Y, por supuesto, de cómo los
personajes son y actúan impulsados por esas fuerzas de las que ni
siquiera son conscientes: las afinidades electivas.
2
Las
grandes novelas y los grandes autores del siglo XIX continúan el
desfile por las charlas ensayos de Pietro Citati y me haría
interminable, pero, si me gustaría decir otra cosa.
Una
vez superada esa antesala de la lectura a esas tres grandes novelas,
Pietro Citati empieza el resto de su libro.
En
la primera parte hace la lectura de las novelas y autores que
escribieron entre Jane Austen y Edgar Allan Poe. Ellos son: Thomas de
Quincey, Honorato de Balzac, Alexandre Dumas, Robert Louis Stevenson,
Nathaniel Hawthorne. Recuerdo la lectura que hizo Carlos Rincón de
la novela de Gabriel García Márquez, Del amor y otros demonios, en
la que juega un papel protagónico la novela de Hawthorne, La letra
escarlata (Carlos Rincón, García Márquez, Hawthorne, Shakespeare,
De La Vega & Co. Unltd., Serie La granada entreabierta, Instituto
Caro y Cuervo, Santa Fe de Bogotá, 1999). Esa es otra sugerencia de
lectura y lecturas.
La
segunda parte esta toda dedicada a Los novios y a su autor,
Alessandro Manzoni.
En
la tercera parte, Citati charla sobre Dickens y Dostoievski y de este
último desde el punto en que considera que Dostoievski fue “un
lector ejemplar” de Dickens. Además, al hablar de Dickens no lo
hace desde una de sus más populares novelas, sino desde aquellos
escritores que al leerlas se asombraron sus modos y maneras y trucos
de escritura y el juego fascinante de su narración y como esos
discípulos los hicieron parte de su arsenal narrativo. Es eso lo que
Citati analiza al hacer la lectura de las populares novelas de
Dickens.
Dostovieski
es uno de esos discípulos de Dickens. Él, como el inglés, se
sumergió también en la Londres oscura y tétrica que sirve de
escenario a Dickens y la que le enseña al ruso a sumergirse hasta
ese subsuelo de la también oscura y tétrica, su San Peterburgo. Ese
subsuelo que le da título a esas memorias miserables y delirantes o
en el que Rodión Románovich Raskólnikov es asaltado por los
delirios de grandeza y justicia. Dostoievski y su obra son motivo de
una larga y profunda charla de Citati.
La
cuarta parte la dedica a las novelas y autores que van de Flaubert a
Tolstoi. De Flaubert destaca una se sus novelas más asombrosas:
Bouvard y Pécuchet, la que a diferencia de las otras, tan compuestas
y serias, provocan una risa contagiosa por la absurda naturaleza de
los personajes y las razones de sus acciones.
En
esta cuarta parte están también incluidos: Lewis Carroll, el
Pinocho de Carlo Collodi, Nikolai Leskov un ruso y poco conocido por
estos lares y el otro ruso, el gran León Tolstoi. Luego sigue con un
hombre mediocre que escribió dos obras maestras de la novela,
Giovanni Verga: Los Malavoglia y Maestro-Don Gesualdo. Y de nuevo a
las novelas de aventura con Emilio Salgari y sus novelas que
emocionaron nuestros años de juventud ganosa de aventuras, así
fueran de la imaginación.
3
La
quinta parte reúne a Stevenson y James, dos grandes de los que hay
mucho que hablar.
Pero
ahora solo quiero destacar que Pietro Citati dedica el último de los
ensayos de su libro a Henry James, quien fuera también uno de los
lectores de las obras de Charles Dickens. Allí Pietro Citati cuenta
de sus lecturas de cuatro de los muchos y grandes relatos y novelas
que Henry James escribió: Retrato de una dama, La musa trágica,
Otra vuelta de tuerca y Las alas de la paloma.
Sin
embargo, mi emoción al llegar a la lectura de las lecturas de Pietro
Citati a las novelas y relatos de Henry James, se ensombreció al no
encontrar la lectura que hubiera querido que hiciera a otra de sus
novelas y que para mi era la de mayor interés por ahora, pues esa
novela era una pieza clave para descifrar el enigma (que no misterio,
el misterioso es Henry James) de la elaboración de la leyenda que
Gabriel García Márquez y su círculo íntimo se inventaron para
revestir de un halo mítico “la iniciación” y la escritura de
Cien años de soledad. Y esa novela de Henry James es Los papeles de
Aspern.
Resulta
que esa leyenda ha tenido una y mil versiones desde la publicación
de Cien años de soledad, muchas de ellas alimentadas por las
versiones diferentes y variadas que han dado tanto Gabriel García
Márquez y los miembros más cercanos de su círculo familiar, su
esposa Mercedes Barcha y los amigos de la casa que estuvieron
presentes durante la escritura de la novela. Y ni se diga, también
los periodistas, comentaristas, académicos y hasta el perro y el
gato, que han hecho astillas de esa versiones para cada uno inventar
la propia.
Pues
bien, este enigma se desveló el 24 de abril de 2007 en el Centro de
Convenciones de Cartagena, cuando se realizó un homenaje a Gabriel
García Márquez con motivo de sus ochenta años y los cuarenta de la
publicación de Cien años de soledad. Ese día, Carlos Fuentes leyó
un discurso en el que, en una primera parte y en términos generales
y amplios, cuenta la génesis de la vida y obra de escritor de
Gabriel García Márquez y de sus experiencias y amistades en México
de 1962 a 1965, momento en el que inicia la escritura de Cien años
de soledad y él se encierra por los siguientes doce, catorce o diez
y ocho meses, no se sabe con exactitud, a escribirla.
En
una segunda parte de su discurso, Carlos Fuentes hace un bucle para
contar los detalles de aquel momento epifánico en el cual Gabriel
García Márquez fue “asaltado” por la visión de la totalidad de
Cien años de soledad y de cómo escribirla.
Luego
de una mención a lo kafkiano de la situación, Carlos Fuentes
empalma con unas enigmáticas referencias que, al analizarlas,
resultan directamente conectadas con unas cartas y la novela de
Malcolm Lowry, Bajo el volcán y que trazan la escenografía en la
que sucede la epifanía de Cien años de soledad. Pero esa es otra
historia tan enigmática y fascinante, la que ya conté en un viejo
escrito de 2008. Lo que importa ahora es lo que Carlos Fuentes
cuenta de lo que hicieron él y Gabriel García Márquez, a partir de
aquella epifanía:
"Yo regresé a Europa en 1966 y
me instalé en un palazzo veneciano para ver qué se sentía al ser
Henry James, aunque sin esperanzas de emularlo. Fue una temporada de
intenso intercambio epistolar con los amigos, en aquella época
anterior -muy anterior- al fax, al e-mail. Gracias a ello, conservo
un maravilloso correo con Gabo en los momentos de la redacción de
Cien años de soledad".
Obvio,
la referencia a Henry James y a “un palazzo veneciano”, es una
referencia a la novela de James, Los papeles de Aspern. Leer e
interpretar para creer.
Ese
discurso fue publicado íntegro en la edición especial de Cien años
de soledad que hizo la RAE con motivo de los cuarenta años de su
publicación.
4
De
mi lectura de El mal absoluto de Pietro Citati lo más sorprendente
estuvo al final y me proporcionó un malévolo placer. ¿Porqué
Pietro Citati incluyó al final de su libro dedicado a la novela y
las novelas del siglo XIX un Epílogo dedicado a un supuesto libro
científico, La interpretación de los sueños de Sigmud Freud?
Ya
antes, al hablar de Giovanni Verga, Pietro Citati había destacado el
que un hombre mediocre como él hubiera sido capaz de escribir dos
obras maestras.
Pues
bien, al empezar a hablar de Freud, Citati se refiere a él como un
hombre mediocre, pero también mezquino y afeminado. Y al hablar de
La interpretación de los sueños, descarta por seudocientíficos
todo aquello que Freud pretendió hacer pasar por ciencia
psicológica. Sin embargo, a ese hombre mediocre y mezquino, Citati
le reconoce el haber vuelto importante aquello que algunos
científicos le atribuyen como genial intuición: el inconsciente.
Pero,
he aquí la paradoja y la ironía, lo que Citati hace es atribuir a
la gran habilidad de lector literario el haber visto en sus lecturas
las referencias al inconsciente, ese aspecto de la psicología humana
que ya había sido anticipado desde los filósofos naturales griegos
hasta los científicos más contemporáneos dedicados a la
investigación de las enfermedades mentales, antes y durante los
tiempos de la formación del Freud del psicoanálisis. Lo mismo puede
decirse del amplio bagaje de lecturas literarias de Freud.
Así
pues que, el mérito de Freud no fue el haber descrito un concepto
científico, sino el haber usado sus habilidades de vendedor de
ilusiones para venderle a la ciencia psicológica del siglo XX la más
adictiva tendencia y la herramienta interpretativa más asombrosa: el
inconsciente y con él, el psicoanálisis.
Lo
más asombroso de todo esto es que Freud lo logró, como lo dije, por
su gran habilidad de lector, al usar aquel mundo de tinieblas y
sombras que los grandes poetas y narradores ya habían visto en lo
más profundo de los seres humanos y con las que construyeron las
profundidades de sus poemas y personajes. Y fueron esas referencias
literarias e históricas las bases sobre las que Freud edificó el
psicoanálisis.
“La interpretación de los sueños
está repleta de una abundante serie de citas y alusiones literarias
–Sófocles, Virgilio, Shakespeare, Goethe– que demuestran hasta
qué punto la inmersión onírica despertaba el fuerte sentido mítico
de Freud. Estas citas –no los discursos y las definiciones
intelectuales– tienen el deber de expresar su intuición del
inconsciente” (Pietro Citati, El mal absoluto, p.381).
Eso
explica el por qué Pietro Citati incluyera La interpretación de los
sueños y a Freud en su libro sobre la novela y las novelas, esa que
fue la más importante de las obras de Freud y la que dio origen al
psicoanálisis, pues resulta que esa es una obra de interpretación
literaria y no un tratado científico.
Y
que no se diga que no lo dije, La interpretación de los sueños
también es una obra en la que Freud no solo usó muchas de sus
lecturas hasta entonces, sino que también se guardo de reconocer el
debido crédito a la procedencia de algunas lecturas. Ese fue el caso
del aprovechamiento que hizo del libro del padre de una de sus
pacientes y un reputado e importante historiador de la filosofía y
de las ciencias antiguas: Theodor Gomperz y de su libro La
interpretación de los sueños y hechicería. Por alguna razón, solo
quince años después de publicar La interpretación de los sueños
Freud hizo el debido y necesario reconocimiento de esa fuente en la
que fundamentó su propio libro:
En
la edición de 1914, Freud agregó la siguiente nota:
“Artemidoro de Daldis, nacido
probablemente a principios del siglo II de nuestra era, es quien ha
realizado y nos ha transmitido el trabajo más completo y minucioso
acerca de la interpretación del sueño en el mundo grecorromano.
Como resalta Th. Gomperz (1866, Traumdeutung und Zauberei
[Interpretación de los sueños y brujería], p. 7-8), este autor
insistía en la necesidad de fundar la interpretación de los sueños
en la observación y la experiencia, y distinguió rigurosamente su
arte tajantemente de otras artes, calificadas como engañosas. Según
la exposición de Gomperz, el principio de su arte interpretativo es
idéntico al de la magia: el principio de la asociación. Un objeto
onírico significa aquello que evoca. Entiéndase bien, lo que evoca
al intérprete del sueño. De este modo resulta ser una fuente
incontrolable de arbitrariedad e incertidumbre la circunstancia de
que el elemento onírico pueda evocar al intérprete diversas cosas,
y algo diferente a otros intérpretes. “La técnica que expongo en
lo que sigue se aparta [distingue] de la de los antiguos en un punto
esencial, a saber, el que asigna al propio soñante (dem Traümer
selbst) el trabajo de interpretación (die Deutungsarbeit). No
pretende considerar lo que se le ocurre al intérprete (Traumdeuter)
respecto al correspondiente elemento del sueño (zu dem betreffenden
Element des Traumes), sino qué se le ocurre al que ha soñado”.
Sin embargo, según recientes informes del misionero Tfinkdji (1913,
“Essai sur les songes et l’art deles interpréter (onirocritie)
en Mesopotamie”, Anthropos, 8, p. 516-517 y 523), al parecer
también los modernos intérpretes de sueños (oniromantes) del
Oriente recurren en gran medida a la colaboración del soñante y
requieren su cooperación. Acerca de los intérpretes de sueños
entre los árabes de Mesopotamia, cuenta que [aquí Freud da la cita
en la lengua original francesa en el original, yo traduzco]: «Para
interpretar correctamente un sueño, los oniromantes más hábiles se
informan acerca de aquellos que los consultan, de todas las
circunstancias que consideran necesarias para una acertada
explicación. [...] En pocas palabras, nuestros oniromantes no dejan
que se les escape circunstancia alguna, y no dan la interpretación
deseada antes de haber entendido perfectamente y asimilado todas las
interrogaciones deseables». Entre estas preguntas se incluyen, por
lo regular, las referentes a datos exactos [informaciones precisas]
sobre los familiares más próximos (padres, mujer, hijos), así como
la típica fórmula: «habuistine in hac nocte copulam conjugalem
ante vel post somnium?» (“¿Has copulado con tu mujer antes o
después del sueño?”). «La idea dominante en la interpretación
de los sueños consiste en explicar el sueño por su opuesto»
(Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, capítulo II, nota
10).
5
En
fin, la lectura que hace Pietro Citati de cada una de las novelas y
de los autores de los que habla en su libro, es un delicioso asombro,
una manera de lectura, como dije al principio, íntima e imaginativa,
pues no es la formal lectura de los académicos, sino la gustosa
lectura que compartimos con los amigos en charlas interminables.
He
dicho todo esto para mandarte el pdf y antojarte a sacrificar el poco
tiempo libre a esta lectura que si bien te da en el blanco de tu
gusto actual por el ensayo, también te retorna al modo de lector de
novelas, ese relato infinito de la humanidad que los grandes y los
pequeños genios convierten en novela.
Y
no me digan que todo esto no es motivo para sentir los más intensos
placeres, de los buenos y de los malévolos, pues la lectura del
libro de Piero Citati es un placer de principio a fin.
Como
ves, he escrito todo esto con el pretexto de mandarte la copia en pdf
del libro.
Salud
y alegría,
Iván
Rodrigo.