Mayo
del 68
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Cartas
Abelardinas – 7
“El amor se buscaba en nuestros
ojos, uno al otro, más veces que la atención se dirigía al texto”
(Pedro Abelardo, Historia Calamitatum. Cartas de Abelardo y Eloisa.
Traducción de Cristina Peri Rossi. Palma de Mallorca: Olañeta
Editor, 1982. Cita tomada del libro de Eduardo López Jaramillo,
Cuando escuches de grandes amores, El Arca perdida Editores, Pereira
2014..
Medellín,
jueves 25 de abril 2019
Abelardo
Hablemos
algo de la historia del deseo y de las pasiones y de lo que estos
tienen que ver con la política.
A
mediados del siglo XX dos filósofos franceses hicieron una lectura
de la vida y la obra de Spinoza que les significó una experiencia
que afectaría profundamente su propia vida y obra. Ambos, por
coincidencia, compartían puntos en común. Para ambos, esa lectura
estuvo marcada por sus lecturas de Spinoza, de Marx y de Freud. Para
ambos, el meollo de la cuestión eran los afectos: emociones,
sentimientos, pasiones y, por supuesto, el deseo, conatus, que
para Spinoza era la esencia y fuerza vital de la vida humana. Ambos
buscaban la sustancia, la materia, el cuerpo, con los cuales
sustentar la encarnación, el cuerpo humano, de sus propuestas
teóricas. Ellos estaban en la saga del materialismo desde Demócrito,
Epicuro, Lucrecio, a Spinoza y a ese pandemonio de demonizaciones que
se desató desde el siglo XVII hasta nuestros días contra aquellas
propuestas.
Esos
dos filósofos fueron:
El
uno, Louis Althusser, quien orientó sus propuestas hacia la
filosofía marxista de la historia y de la política. El otro, Gilles
Deleuze, que se orientó hacia la filosofía práctica. Y, además,
tuvieron otro punto en común, su vida y obra tuvo un profundo
impacto en el desarrollo de la filosofía de finales del siglo XX y
son numerosos su discípulos y estudiosos que también produjeron
obras impactantes.
De
ese humano deseante político o vital que Althusser y Deleuze
interpretaron en su lectura de Spinoza y que tanto impacto tuvo en
las teorías políticas y sociales de finales del siglo XX, al humano
del siglo XXI manipulado en sus deseos por poderosas tecnologías, no
son muchos los años pasados, pero sí mucha la ciencia y muchas las
tecnologías desarrolladas para provocar, determinar y dirigir los
deseos y voluntades de los individuos y las comunidades.
Es
necesario aclarar que cuando hablo del deseo también hablo de las
emociones, los sentimientos, las pasiones, positivas y negativas,
pues esos son los mecanismos sensuales identificados como procesos
propios del cuerpo, del cerebro y de la mente para aprehender,
conocer, interpretar, etc. aquello que siente o sea ese proceso que
lleva del sentir al pensar.
No
es un asunto reciente, ya en la antigüedad clásica los filósofos
de la naturaleza habían planteado las definiciones y explicaciones,
las certezas y prejuicios, sobre el sentir, las que se dieron desde
un punto de partida meramente intuitivo y empírico que son las
mismas que que han validado y controvertido las recientes
investigaciones y descubrimientos de las neurociencias y otras
ciencias que estudian la naturaleza, funcionamiento y expresión de
esa sensualidad del cuerpo, el cerebro y la mente y la evolución
cultural e histórica de tales definiciones y explicaciones, las que
persisten en la cultura. Sin embargo, persiste otra, aquella que se
niega a aceptar y a reconocer que todo lo que es y hace el ser humano
es el resultado de la evolución y no del lo humano que “concibe al
hombre dentro de la naturaleza como a un imperio dentro de otro
imperio”, como lo denunció Spinoza. O sea, que la evolución
cultural es el resultado de la evolución biológica.
Claro
que, para los primeros teorizadores de la naturaleza humana, los
griegos y, desde ellos, para todos los que han teorizado hasta
nuestros días, el deseo, las emociones, los deseos, los
sentimientos, las pasiones y todos los comportamientos relacionados,
han sido un aspecto complejo y complicado de la naturaleza de los
humanos, pues, en primer lugar, son poderosos determinantes de las
acciones y de los estados del ánimo, hasta el punto de ser los
grandes motivadores, pero también los obstáculos para la expresión
del homo racional y, peor aun, un impedimento para la realización de
los aspectos más trascendentales que se esperan de esa naturaleza
humana: el espíritu.
En
fin, Platón definió el deseo como Eros, el demonio del deseo, ese
intermediario entre la materia de la carne y su idea de espíritu,
esa fuerza que eleva el alma hacia las maravillas de las ideas o que
precipita al cuerpo hacia la degeneración de la carne. También dijo
que era carencia y astucia. Esa definición determinó todas las que
de allí en adelante se han propuesto, hasta hoy.
Sin
embargo, en ese largo camino del conocimiento de la naturaleza, por
allá en el siglo XVII, Spinoza dio la mejor definición y
explicación de lo que es del deseo: la esencia del ser humano.
Además, ofreció una explicación del funcionamiento y del manejo
que las personas y las comunidades pueden hacer de sus emociones,
apetitos y/o deseos, sentimientos, pasiones. Pero más que eso, dijo
que la alegría es la fuerza que aumenta la potencia. Y, lo mejor,
dio la solución para los males anímicos: un afecto negativo se
puede remplazar por un afecto positivo, o sea, la tristeza se
sustituye con una alegría. En fin, un vademecum para la salud
del aliento vital, que era lo que los filósofos griegos pretendían
con su filosofía: la salud de su propio cuerpo y espíritu y los de
todos y, con ello, la salud de la comunidad.
Hay
que tener en cuenta que Spinoza en la Ética se opone y critica la
propuesta que hace Descartes en su libro Las pasiones del alma.
Desgraciadamente, la demonización de Spinoza y su obra, impidió que
sus propuestas fueran reconocidas y aplicadas por los filósofos y
científicos posteriores. De no haber sido así, no se hubiera
consagrado el dualismo cartesiano que ha dominado desde entonces la
concepción de la naturaleza humana. Pero eso merece otra carta.
Afortunadamente,
las cosas están cambiando y ha sido precisamente la visión de
Spinoza la que ha seguido el neurocientífico Antonio Damasio para
sus investigaciones sobre las emociones y los sentimientos y cuyos
resultados han sido aceptados por la comunidad científica … hasta
ahora. Y también ha sido el materialismo de la evolución el que
sustenta las investigaciones y descubrimientos de tantos otros
científicos que exploran en lo por conocer de la naturaleza humana.
Mejor
dicho, en estos asuntos pasionales, las cosas se han movido entre
dios o el diablo. Y ese será el motivo de la próxima carta.
Salud
y alegría,
Iván
Rodrigo.
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