Mural
en la Universidad de Atenas de Eduard Lebiezki, sobre un dibujo de
Carl Rahl - fragmento - Los filósofos de Atenas.
http://samlib.ru/n/nezwanow_a_s/matijsyrahzemlya.shtml
Lecturas
lúdicas: El negocio de los libros-A
Sin
libros no hay lectores y viceversa
“Si
echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha
fomentado el desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad
no fue el primer alfabeto, ni siquiera la repetición óptima de un
alfabeto, sino la escritura en sí. Como el psicólogo ruso del siglo
XX Lev Vigotsky decía, el acto de poner la palabras y los
pensamientos por escrito estimula y en sí mismo cambia las ideas
(Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje). A medida que los humanos
fueron aprendiendo a utilizar la lengua escrita cada vez con más
precisión para trasmitir sus ideas, su capacidad para el pensamiento
abstracto y las ideas novedosas se incrementó”.
“Maryanne
Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la
lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008, p. 86.
Por
Iván Rodrigo García Palacios
Fueron
los griegos los que convirtieron la escritura, la lectura y los
libros en un negocio lucrativo de producción, conservación y
divulgación de las producciones artísticas, científicas y
especulativas de la imaginación y del pensamiento e hicieron de ello
un negocio que perdura hasta ahora. Mejor dicho, crearon un mercado
de editores, distribuidores, escritores y lectores, o sea, la ley de
la oferta y la demanda, en donde, según el capitalismo, el dinero y
la utilidades son los jueces. Salvo que en estas cuestiones de las
artes y de las ciencias el juez es el tiempo.
Y
lo más notable. Es más que conocida y sabida la revolución
cultural que los griegos iniciaron, pero lo mas asombroso es que, al
mismo tiempo, provocaron otra evolución en los cerebros que se fue
extendiendo a todos los lectores y escritores, pues, como ya lo han
demostrado los neurocientíficos, los cerebros de las personas que
son lectores y escritores se desarrollan de una manera específica y,
a su vez, desarrollan unas habilidades y capacidades de pensamiento y
expresión poderosas y particulares.
Entonces,
de no haber sido por esos griegos, las cosas serían muy otras ahora.
Por
supuesto que antes de los griegos ya había escritura, lectura y
libros, pero o eran para asuntos administrativos de la economía
doméstica o de las leyes o para la conservación de los asuntos
religiosos, pero nada que ver con la creación de arte, ciencia y las
abstracciones de la mente. Además estaban circunscritos a ámbitos
cerrados y altamente selectivos, a pequeños grupos. Y, por
supuesto, nada de eso tenía que ver con los negocios y el mercado de
libros que necesita comunidades mayores para existir.
Y
es que los asuntos de la escritura y la lectura también tiene su
propia historia, por una parte, como asunto cultural y, por la otra,
como negocio económico. Pero también hay un asunto sobre el que
apenas se empieza a explorar, ya que apenas se está empezando a
desarrollar las herramientas adecuadas. Ese asunto es el impacto
evolutivo que sobre el cerebro ejercen la escritura y la lectura, así
como la acción por la que provocan un cambio que amplifica y
potencia su capacidad y habilidades para el manejo de información y
su comunicación, porque eso fue lo que significó el cambio del
soporte para la conservación y el almacenamiento de la memoria de la
cultura al pasar de la oralidad a la escritura con lo que se
multiplicó exponencialmente la expansión de la capacidad y
habilidad para la exploración del conocimiento y de la acumulación
del saber en una espiral sin fin que hoy tiene a la humanidad en los
comienzos de otra gran trasformación cognitiva que apenas empezamos
a entender.
Nacimiento
de un negocio lucrativo
Fue
en Atenas, entre los siglos V y IV a. C., donde se reporta el primer
comercio de libros y la presencia de librerías. Y es en ese período
de cien años que ese negocio se consolidará, como negocio y como la
transición de lo oral a lo escrito.
Las
primeras referencias a un mercado de los libros, la existencia de
librerías y de la denominación de la figura de los libreros,
aparecen a mediados del siglo V a. C. en las obras de los autores de
comedias. En Los embaucadores de Aristómenes, se emplea el término
bibliopòles para referirse a los libreros. Lo que se
complementa en la comedia Cheirogàstores (la gente que aplaca
su hambre con el trabajo de sus propias manos), en la que se incluye
un lugar entre los puestos del mercado para aquellos que comerciaban
con los libros. Por su parte, otro comediógrafo, Eupolis, habla de
“un lugar donde se compran los libros”.
Y
ya para el año 414 a. C.
“En la magnífica comedia Las aves
(puesta en escena por vez primera en el 414 a.C.), Aristófanes
representa a sus conciudadanos atenienses precipitándose a las
librerías, «hacia los libros», inmediatamente después del
almuerzo para conocer las novedades y discutir allí mismo sus
méritos y defectos. Las librerías se habían convertido ya en punto
de encuentro y lugar de conversación para el público con intereses
literarios” (Tönnes Kleberg,
Comercio librario y actividad editorial en el Mundo Antiguo. En:
Guglielmo Cavallo (Dir.) Libros, editores y público en el
Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza Editorial,
Madrid, 1995, p. 54).
Lo
que dijo Platón de Anaxágoras
Anaxágoras
- fragmento del mural pintado por Eduard Lebiezki sobre un dibujo de
Carl
Rahl
en
la Universidad de Atenas.
https://es.wikipedia.org/wiki/Anax%C3%A1goras
Cierro
este repaso cronológico a la antigüedad griega con Platón, al que
puede considerarse como el máximo exponente de la transición de
aquella cultura de la oralidad a la escritura y del mercado de los
libros en Atenas, sin desestimar que él hizo sus propias críticas y
recomendaciones sobre esos asuntos, en particular en su diálogo
Fedro. Pero también lo invoco aquí por su referencia al mercado de
los libros en su diálogo Apología de Sócrates, cuando le dice a
Méleto:
“[…] los libros de Anaxágoras de
Clazómenas están llenos de estos temas? Y, además, ¿aprenden de
mí los jóvenes lo que de vez en cuando pueden adquirir en la
orquestra (*), por un dracma como mucho” (Platón, Apología de
Sócrates, Gredos, Madrid, 1985, p. 163).
(*)
En aquel momento el comercio librario en Atenas debía de estar
concentrado junto a la llamada orchestra, una terraza semicircular en
el mercado, al pie de la Acrópolis. Las estatuas de los tiranicidas
Harmodio y Aristogitón estaban orientadas hacia abajo, hacia los
talleres de libros y sus clientes. Se podría considerar este detalle
en concreto como un símbolo no del todo despreciable del papel que
tenía eí libro al servicio de la libertad. Si esta interpretación
es correcta, allí se podían adquirir a precios reducidos, si se
tenía necesidad de ello, entre otros, los escritos del filósofo
Anaxágoras” (Tönnes Kleberg,
Comercio librario y actividad editorial en el Mundo Antiguo. En:
Guglielmo Cavallo (Dir.) Libros, editores y público en el
Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza Editorial,
Madrid, 1995, p. 55).
El
otro y más célebre de los filósofos griegos de los siglos V y IV
a. C., fue Sócrates, que no escribió ningún libro, pero del que
todo su pensamiento fue trasmitido para la posteridad en los libros
de sus discípulos: Platón y Jenofonte y por los recuerdos de
Aristóteles quien no vivió en su tiempo, pero al que conoció bien
por las enseñanzas de Platón como lo anota en sus libros.
Rollos
y pergaminos
Claro
que en aquella época los libros no eran como los que conocemos
ahora, sino que eran rollos de papiro o pergamino (piel de animales
tratada, técnica que fue desarrollada en Pérgamo) y no eran
impresos, sino copiados a mano por escribanos. Por eso es llamativo
que fueran un negocio con esos precios tan bajos.
Sin
embargo, así lo fue y parece que fue un negocio floreciente. Fueron
los libros de los filósofos naturales y científicos y luego los de
los sofistas y también, los de Platón, a pesar de las críticas de
Platón a la escritura, y los libros de Aristóteles y los de los
filósofos de las escuelas que les siguieron y otras tantas que
empezaron a emerger, tales epicúreos y estoicos, escuelas estas que
buscaban el conocimiento tanto del bien supremo, la felicidad, como
del mal supremo, el sufrimiento. Al igual, se vendieron los libretos
de las tragedias y las comedias, junto con la poesía y con las
novelas de romance y aventuras, tales la de Longo, Danfis y Cloe, la
de Aquiles Tacio, Leucipa y Clitofonte y la de Jámbilico,
Babilonícas y entre todos ellos hicieron que el negocio de los
libros fuera un negocio lucrativo y de largo aliento, de tan largo
aliento que aun perdura con todas sus trasformaciones.
Y
es que los escritores griegos bien sabían de la importancia de
publicar sus obras. Véase lo que dice Eric
G. Turner sobre ello:
“Muy
probablemente Isócrates siguió el ejemplo de Protágoras y
utilizaba la voz de un discípulo, dado que, como repite a menudo,
carecía de requisitos esenciales como energía y el saber impostar
la voz. Pero estos lògoi
se ponen también en circulación en varias copias a partir de una
lista de distribución: diadidònai
es la palabra usada por Isócrates. De su discurso Contra los
sofistas, que es citado en la Antidosis, dice “una vez escrito, lo
puse en circulación”. La formulación más completa aparece más
de una vez en otro lugar: “distribuir entre los interesados”. El
procedimiento tiene alguna semejanza con el de un estudioso moderno
que envía separatas de sus libros; ni siquiera la motivación es
diferente. Isócrates, a propósito de la publicación original de
sus obras, dice: “cuando estas obras fueron escritas y puestas en
circulación, conseguí una amplia reputación y atraje muchos
discípulos”. En otra parte se dice que algunas de sus obras eran
leídas en Esparta” (Eric
G. Turner, Los libros en la Atenas de los siglos V y IV a. C.,
en:
Guglielmo Cavallo (Director), Libros, editores y público en el Mundo
Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza Editorial, Madrid,
1995. p. 40),
Safo
leyendo uno de sus poemas de un papiro
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:NAMA_Sappho_lisant.jpg
Y,
por supuesto, según las leyes del mercado, ese negocio no se habría
dado sin la existencia de un número cada vez mayor de lectores
dispuestos a comprar los libros, mejor dicho, un mercado, un nicho,
como dicen ahora. Lo que lleva a la emergencia de más escritores
interesados en escribirlos y de los comerciantes con la expectativa
de obtener utilidades por ellos.
Y,
por supuesto, también fue un negocio globalizado, como que los
comerciantes de libros atenienses llevaron su mercancías por todos
los rincones del imperio griego y más allá, a las ciudades persas.
Fueron
aquellos tiempos realmente asombrosos. Y será el helenismo el gran
mercado de los libros, pero eso lo contaré en la próxima Lectura
lúdica.
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